Zumárraga, Juan de
De Enciclopedia Católica
Nacido en Durango en las provincias Vascas en 1468, fallecido en México en 1548. Entró en la Orden Franciscana, y en 1527 fue custodio del convento de Abrojo, donde recibió a Carlos V. Poco después fue designado como uno de los jueces de la corte para el examen de las brujas en la provincia Vasca. De sus escritos parecería que veía a las brujas meramente como mujeres poseídas de alucinaciones. Para esta época comenzaron a recibirse relatos más detallados de la importancia de la conquista de Hernán Cortes, y el 20 de Diciembre de 1527, Zumárraga fue recomendado por Carlos V para la dignidad de primer obispo de México. Sin haber sido consagrado y con el sólo título de obispo electo y Protector de los Indios, dejó España con lo primeros oficiales civiles, auditores (Oidores), hacia fin de Agosto de 1528, y llegó a México el 6 de Diciembre.
Trece días después, dos oidores, Parada y Maldonado, personas de años y experiencia, mueren. Sus compañeros, Matienzo y Delgadillo, asumieron su autoridad, la que fue también desafortunadamente compartida por Nuno de Guzmán, quien había venido desde sus territorios en Panuco. Su administración fue una de las más desastrosas épocas en Nueva España y una de gran dificultad para el Obispo Zumárraga. Cortés había regresado a España justamente antes de esto y en su ausencia parecía no haberse fijado límites para los abusos de los auditores. Empobrecieron a los Indios mediante impuestos, los vendieron en esclavitud, los marcaron con hierros candentes, enviaron barcos abarrotados a las Antillas, ejercieron violencia sobre las chicas Indias, y persiguieron con increíble furia a los seguidores de Cortés.
El obispo Zumárraga, como Protector de los Indios, intentó vanamente defenderlos. Su posición era crítica; la Corte Española no había definido la extensión de su jurisdicción y sus facultades como Protector de los Indios. Además, no había recibido la consagración episcopal, y estaba por tanto en desventaja. Los indios apelaron a él como protector con toda clase de quejas, a veces grandemente exageradas. Sus propios Franciscanos, quienes habían trabajado tan largamente por el bienestar de los Indios, lo presionaron para que pusiera fin a los excesos de los auditores. Estaba claro que debía tener un conflicto abierto con las autoridades civiles de la colonia, basándose solamente en sus prerrogativas espirituales, las que no inspiraban ningún respeto sobre esos hombres inmorales y sin principios. Desafortunadamente, algunos miembros de otras órdenes religiosas, quizá envidiosos de los Franciscanos, apoyaban a los perseguidores de los Indios. El obispo Zumárraga intentó notificar a la Corte Española el curso de los acontecimientos, pero los astutos oidores habían establecido una exitosa censura de todas las cartas y comunicaciones desde Nueva España. Finalmente, un marinero vizcaíno ocultó una carta en una pastilla de cera que sumergió en un barril de aceite.
Mientras tanto llegaron noticias a México de que Cortés había sido bien recibido en la Corte Española y estaba próximo a volver a Nueva España. Temeroso de las consecuencias, Guzmán dejó México el 22 de Diciembre de 1529, y comenzó su famosa expedición a Michoacán, Jalisco y Sinaloa. Los otros dos oidores permanecieron en el poder y continuaron sus atropellos. A principios de 1530 arrastraron desde su iglesia a un sacerdote y antiguo servidor de Cortés, lo descuartizaron y torturaron a su sirviente. El obispo Zumárraga puso la ciudad bajo interdicto, y los Franciscanos se retiraron a Texcoco. En Pascua el interdicto fue levantado, pero lo oidores fueron excomulgados por un año más. El 15 de Julio de 1530 Cortés, investido con el título de Capitán General de Nueva España, llegó a Vera Cruz. La Corte designó nuevos oidores, entre ellos Sebastián Ramírez de Fuenleal, Obispo de Santo Domingo, y el abogado Vasco de Quiroga, más tarde primer obispo de Michoacán. En Diciembre del mismo año la nueva Audiencia llegó a México, y con su llegada comenzó una era de paz tanto para el Obispo Zumárraga como para los Indios. Matienzo y Delgadillo fueron enviados como prisioneros a España, pero Nuño de Guzmán escapó, al estar en ese momento ausente en Sinaloa. De acuerdo con una antigua y constante tradición fue en esos momentos (12 de Diciembre de 1531) que tuvo lugar la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe.
Mientras tanto las calumnias desparramadas por los enemigos de Zumárraga y los partidarios del primer oidor había sacudido la confianza de la Corte Española y el obispo recibió la orden ir a España. Se embarcó en Mayo de 1532. A su arribo se encontró con su implacable enemigo Delgadillo, quien, aunque todavía estaba bajo proceso continuó con sus calumnias. Sin duda debido a estas, Carlos V había retenido la Bula de Clemente VII. Fechada el 2 de Setiembre de 1530, designando a Zumárraga obispo. Zumárraga tuvo, sin embargo, poca dificultad en reivindicar su buen nombre y fue solemnemente consagrado en Valladolid el 27 de Abril de 1533. Después de otro año en España, ocupado con temas relativos al bienestar de la colonia y concesiones favorables a los Indios, llegó a México en Octubre de 1534, acompañado por un grupo de mecánicos y seis maestras mujeres para la chicas Indias. No fue más Protector de los Indios, ya que la paternal administración de los nuevos oidores convirtió este puesto en innecesario. El 14 de Noviembre de 1535, con la llegada del primer virrey, Antonio de Mendoza, el gobierno de los nuevos oidores finalizó, pero Mendoza fue no menos paternal en su tratamiento a los Indios. De acuerdo con Fray Toribio de Motolinia el número de Indios bautizados en México en 1536 ascendió a cinco millones.
Eran una floreciente comunidad, pero puede uno hacerse una idea de las dificultades de la situación a los efectos de apreciar la tarea que confrontaba el primer Obispo de México. La gran multitud de Indios que pedían el bautismo, que se dice se habían incrementado muchísimo después de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe en 1531, forzó a los misioneros a adoptar una forma especial en la administración de este sacramento. Los catecúmenos eran puestos en orden, los chicos al frente, las oraciones eran recitadas entre todos, y sobre todo la sal, saliva, etc., aplicadas a unos pocos y, entonces, el agua derramada sobre la cabeza de cada uno sin usar los santos óleos ni el crisma, porque ellos no se podían conseguir.
Mientras los Franciscanos estuvieron a cargo de las misiones no hubo cuestionamientos, pero tan pronto como arribaron miembros de otras ordenes religiosas y algunos religiosos seglares, comenzó a derramarse duda sobre la validez de esos bautismos. Para poner un fin a la disputa, el Obispo Zumárraga sometió el caso a Roma y el 1 de Junio de 1537, Pablo III emitió la Bula "Altitudo divini consilii", que declaró de los Frailes no habían pecado administrando bautismo de esta forma, que no debía decirse nada con relación a su validez ya que no podía haber duda en sus resultados, pero decretó que en el futuro no debía ser administrado así, salvo en caso de urgente necesidad.
Otras dificultades aparecieron a propósito del matrimonio. En su condición pagana los Indios tenían muchas mujeres y concubinas, y cuando se convirtieron apareció la cuestión sobre cuales eran esposas y cuales concubinas, y si quizá había habido algún matrimonio válido con alguna de estas mujeres. Los Franciscano sabían que eran observados ciertos ritos para ciertas uniones; que en algunos casos en que era deseada la separación o el divorcio, era necesario el consentimiento de las autoridades, y en otros casos el consentimiento de las partes interesadas era suficiente; que por tanto había matrimonios válidos entre los Indios. Otros negaban que fuera este el caso. El Obispo Zumárraga participó en todas esas discusiones hasta que el caso fue sometida a la Santa Sede y Pablo III en la misma Bula “Altitudo” decretó que los Indios convertidos debían conservar a la primera mujer que hubieran tomada como esposa.
Una tercera dificultad era la concerniente a la posición de los regulares y sus privilegios. Adriano VI, el 9 de Mayo de 1522, dirigió a Carlos V la famosa Bula "Exponi nobis fecisti", mediante la cual transfería a los Franciscanos y otras ordenes mendicantes su propia autoridad Apostólica en todos los temas en que ellos lo juzgaran necesario para la conversión de los Indios, exceptuando aquellos para los cuales era requerida consagración episcopal. Esta provisión afectaba regiones donde no había obispo, o donde se requiriese de dos o más días de viaje para alcanzarlo. Pablo III confirmó esta Bula el 15 de Enero de 1535. Los obispos vieron su autoridad muy limitada, y siguieron una serie de asambleas en las cuales Zumárraga, con su acostumbrada prudencia trato de llegar a un entendimiento con los regulares sin enfrentarse abiertamente con ellos. Se adoptaron varias modificaciones con el consentimiento de los regulares a condición de que esto “no debía afectar los privilegios de los regulares”. Por tanto, la cuestión quedó abierta. En 1535 el Obispo Zumárraga recibió del Inquisidor General, Álvaro Manrique, Arzobispo de Sevilla, el título de Inquisidor Apostólico de la ciudad de México y de toda la diócesis con amplias facultades, incluida la de entregar criminales a las cortes seculares. Nunca aprovechó de ese título ni estableció el tribunal, aunque acusó y entregó a las cortes seculares a un residente de Tezcoco que fuera acusado de haber revertido hacia la idolatría y de ofrecer sacrificios humanos.
Mientras tanto Las Casas había ido a España y obtenido de la famosa Junta de Valladolid (1541 – 1542) la aprobación de las celebradas “Nuevas Leyes”. Estas leyes concluyente y decisivamente prohibieron la esclavización de los Indios, derogaron todas las concesiones a todo tipo de corporaciones, eclesiásticas o seculares, y de aquellos que eran o habían sido virreyes, gobernadores o empleados de cualquier descripción; las concesiones previas fueron reducidas; los indios les fueron quitados a los propietarios que los hubieran maltratado: todos los gobernadores fueron privados de la facultad de “encomendar” (un sistema de patentes que significaba a una virtual esclavitud de los Indios); los propietarios fueron obligados a vivir sobre sus propias posesiones; y no podrían hacerse nuevas concesiones en los territorios que se descubrieran en adelante. Francisco Tello de Sandoval, comisionado para hacer cumplir las nuevas leyes, llegó a México el 8 de Marzo de 1544. Debió enfrentar gravísimas dificultades. Aquellos afectados por las nuevas leyes eran casi todos los Españoles de la colonia, muchos de ellos de edad muy avanzada, quienes habían pasado el difícil período de la conquista, y a quienes las nuevas leyes los dejarían en abyecta pobreza. Estos habían recurrido al Obispo Zumárraga para que intercediera con Tello para obtener la suspensión de la orden hasta que pudieran ser oídos por la Corte Española. Los representantes de los colonialistas encontraron al emperador, Carlos V, en Mechlin, el 20 de Octubre de 1545. En virtud de cómo le fue explicada la situación, modificó el tenor general de las leyes de modo que si bien mantuvieran la corrección de los principales abusos, no fueran llevadas tan pesadamente por los Españoles de la colonia. A través de la prudente intervención de Obispo Zumárraga con la aprobación de Tello, México fue sin duda salvado de una sangrienta lucha civil tal como la que envolvió a Perú debido a la imposición de estas mismas leyes y tras de la cual los Indios emergieron peor de lo que estaban antes.
Los últimos años de la vida del Obispo Zumárraga estuvieron dedicados a llevar a cabo numerosas obras que había emprendido para el bienestar de su diócesis. Entre los principales de estos deben ser mencionados: la escuela para niñas Indias; su famoso Colegio Tlatelolco, la introducción de la primera imprenta en el Nuevo Mundo; la fundación de varios hospitales, especialmente los de México y Vera Cruz; el ímpetu que dio a las industrias, agricultura y manufacturas, para los que trajo mecánicos y trabajadores entrenados desde España; y la impresión de muchos libros. A instancias del emperador, Pablo III separó (11 de Febrero de 1546) la Sede de México de la Sede metropolitana de Sevilla, designando al Obispo Zumárraga primer arzobispo y designando las diócesis de, Michoacan, Tlaxcala, Guatemala, y la Ciudad Real de Chiapas, como sufragantes. La Bula de designación fue enviada el 8 de Julio de 1548, pero el obispo Zumárraga había muerto un mes antes.
ICAZBALCETA, Biografía de D. Fray Juan de Zumárraga (México, 1897); México a través de los siglos, II (Barcelona); MENDIETA, Historia eclesiástica Indiana (México, 1870).
CAMILLUS CRIVELLI
Transcripto por Thomas M. Barrett
Dedicado a los pueblos Cristianos nativos de México
Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi