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Domingo, 13 de octubre de 2024

Santo Toribio de Mogrovejo (II)

De Enciclopedia Católica

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Fotografia de Shophy Zegarra

Contenido

Introducción

Un Sancho sin panza para un Quijote sin mancha

El cometido de la presente obra queda señalado en la dedicatoria: Que no se nos muera Santo Toribio, “porque la mayor locura es dejarse morir”. Como muy bien ha escrito E. Wiesel “olvidar a los muertos es matarlos de nuevo;es negar la vida que ellos vivieron, la espranza que los sostenía, la fe que los animaba”. O en frase del filósofo francés G. Thibone: “Amar a una persona es decirle tú no has muerto para mí”. Ojalá que estas páginas nos ayuden a mantener bien viva la memoria de nuestro Santo Mogrovejo, como padre y pastor. El Sancho es Sancho Dávila, el escudero del prelado Mogrovejo poro 52 años, desde el tiempo en que le sirvió cuando fue nombrado inquisidor en Granada: “al cual recibió por paje y le dio escuela y estudio y anduvo con él por todo el Reino de España cuando salió a despedirse de SM y de sus consejos, cuando le presentaron por Arzobispo de esta ciudad y en la Villa de Madrid, y de allí a Mayorga a despedirse de su madre, tíos y parientes, caminando siempre con él y en su servicio este testigo...sin faltarle un punto”. Nadie como él conocerá las apasionantes aventuras del santo hidalgo arzobispo, de quien destaca su vida austera, sin regalos: “No recibió regalo ni valor de una manzana, desde que fue proveído por Inquisidor hasta que murió, de persona alguna ni jamás comió fuera de su casa, aunque en Madrid, yendo a despedirse de Su Majestad, para venir a estos reinos le convidaron muchos oidores amigos suyos y concolegas de sus Colegios y de ninguna manera aceptó convite ni regalo”. El Dr. Fernando de Guzmán, Maestrescuela de la Catedral, primer Rector del Seminario y tres veces Rector de la Universidad de San Marcos, y muy cercano al Santo, declarará en 1630 que siempre iba “tratando a sus súbditos con suma llaneza y amor de Padre y Pastor, siempre con un rostro alegre y unas entrañas de ángel”. Nuestro Quijote vivió sin mancha.o como dicen los testigos en el proceso: ”La sinceridad y candidez de su ánima fue tanta que en alma tan limpia nunca cupo mala sospecha de nadie ni creía mal que le dijesen de otro, antes volvía por todos y les defendía con modo santo y discreto”. Nuestro Sancho y nuestro Quijote protagonizaron aventuras sin cuento. Aquí, la primera, relatada por el propio Sancho en el testimonio dado para la beatificación en 1631: Fue un vivo retrato de los santos en toda su vida y acciones y fue [...] aclamado por Santo, y Siervo de Dios y de vida inculpable.y sabe este testigo que andando visitando la provincia de Moyobamba en este Arzobispado, trescientas leguas de esta ciudad, que es a la orilla del río Marañón, en compañía y servicio del Sr. Arzobispo y teniendo noticia que en unos pueblos contiguos que estaban despoblados se habían quedado algunos indios cima¬rrones y delincuentes, por estar ocultos y no queriendo venir a reconocer sus curas ni a [...] determinó. ir allá, no habiendo descubierto camino por donde ir por ser montañas y no había. Fue desde la ciudad de Moyobamba hasta el pueblo de los Naranjos y de allí al pueblo de los Olleros, a pie más de 30 leguas, por ríos, ciénagas y montañas, solo a buscar aquellos indios cimarrones que tiene dicho y a doctrinarlos y confirmarlos y sacar¬los y reducirlos adonde pudiesen tener curas que les administrasen los Sacramentos y halló en los dichos pueblos más de cien ánimas, entre chicos y grandes, unos de más de 20 años por bautizar y otros de más de 80 de los que allí se habían quedado. Bautizólos por su persona, confirmólos a todos, sacó los que pudo por buenas razones adonde estaba el cura que los doctrinase y yendo a los pueblos por la montaña, ríos, ciénagas y lodos, ayunando co¬mo ayunaba, a pie descalzo, porque en los di¬chos ríos y ciénagas se quedaban los zapatos y medias y aun los pellejos de los pies. Vino a desmayarse y a quedar sin vigor ni fuerza ninguna y los indios que con este testigo iban con los ornamentos para decir misa y con los óleos y crisma para confirmar y bautizar, viéndole desmayado, tendido en el suelo que no hablaba, tomaron un palo largo de la, mon¬taña y con tres o cuatro mantas de los dichos indios -le ataron a manera de andas y le carga¬ron, lloviendo gran suma de agua del cielo y ríos del suelo y caminaron a alcanzar a este tes¬tigo que se había adelantado y cuando llegaron, preguntando por su amo este testigo a los di¬chos indios, le dijeron en su lengua manquan que quiere decir en la castellana ”ya murió”. Este testigo sacó lumbre de unos palos que en la montaña había, sin yesca ni pedernal y hizo candela. Este testigo solo con los di¬chos indios, porque los demás criados no habían llegado y le cercó de lumbre alrededor y con un paño de una almohada de su cama, que en las andas iba, calentándolo fuertemente y refregándole el corazón y pecho y lo demás del cuerpo, vino a tomar calor y hablar , al cabo de dos horas, con tanta alegría y como si no hubiera pasado nada por él [...]ni cenó nada, lo uno porque ayunaba... y lo otro, co¬mo no era tierra poblada sino montaña, no había cosa que comer. Durmió aquella noche en el suelo en la dicha montaña que no – había horado ni peñas donde meterse, mas que gran cantidad de osos y leones y monos, tan gran¬des como carneros. Y al fin amaneció y era día de fiesta y iban llegando los criados, poco a poco, descalzos y bien mojados y con todo esto, armaron en la montaña debajo de unos árboles, una barbacoa; hecha de palos y ca¬ñas y con los fieltros y capotes, hicieron un cerco a manera de capilla y dijo misa Su Se-ñoría Illma. como si no hubiera pasado nada por él y ¡volviendo a caminar por la montaña hasta llegar a un pueblo que llamaban los Olle¬ros”. Creo que la anécdota es suficientemente elocuente para justificar el título del presente capítulo. A Sancho Dávila nunca le saldrá “panza” pues la penitencia y la austeridad del Prelado no permitía tales “excesos”. Y nuestro Don Quijote, Santo Toribio, vivirá siempre sin mancha, su lema era “antes reventar que cometer un pecado venial”. Como sucedió a la pareja inmortalizada por Cervantes, hubo entre uno y otro una permanente trasfusión espiritual, una amistad entrañable, hasta llegar a decir que Sancho se quijotiza y Don Quijote se torna un poco Sancho. En nuestro Sancho se da una fidelidad inquebrantable, un cariño filial, una admiración respetuosa de estar en contacto permanente con un santo; en nuestro Santo una confianza extraordinaria y un afecto cordial de padre y pastor.

Fechas y lugares

1538 16 de noviembre. Nace en Mayorga (Valladolid)

1551 Valladolid: Estudios de Gramática y Humanidades

1562: Salamanca

1569: Bachiller en Derecho Canónico

1571: Compostela. Licenciado en Derecho

1574: Granada. Inquisidor Apostólico

1580: Sevilla. Sacerdote y obispo

1581: 11 de enero, llegada a Paita

1581::11 de mayo, entrada en Lima

1583: C3L, catecismo, sermonario, confesonario

1584: Primera Visita.10.000 kms. Atiende 500.000 fieles

1591: Fundación Seminario

1593: Segunda visita. 7.500 kms. Atiende 350.000 fieles

1605-06 Tercera visita: 2.700 kms. Atiende 80.000 fieles

1606: 23 de marzo, muere en Saña

1679: Beatificado por Inocencio XI

1726: Canonizado por Benedicto XIII

1983: 10 de mayo: Nombrado Patrono de los Obispos de Latinoamérica por Juan Pablo II

1999: Patrono de la Misión Jubilar de Lima

2004: IV Centenario de su muerte. Patrono de la Misión Remar Mar Adentro

Voces de cuatro siglos

Testigos y estudiosos mas autorizados a lo largo de 400 años.

1632. Feliciano de Vega, obispo de Popayán, del Consejo de SM, gobernador provisor y vicario general del Arzobispado, concluye los testimonios del proceso de beatificación:”que desde más tiempo de cuarenta años a esta parte conoció, trató y comunicó al Ilmo. Sr. D. TAM y que fue de esta ciudad, de buena memoria hasta que salió a la visita de este arzobispado y murió por el año de 1606 y que en todo aquel tiempo le tuvo por un gran Prelado de proceder y modo ejemplar en todas sus (acciones) y de tan gran pureza en su vida que comúnmente era tenido por un gran siervo de Nuestro Señor en tal manera que públicamente le apellidaban y llamaban Santo porque fue prelado manso, llano, humilde, amigo de la justicia y hombre de mucha caridad y amor de Dios y de los prójimos 1653: “Porque el Arzobispo es una rueda en movimiento continuo” (Antonio de León Pinelo, su primer biógrafo).

1683: “El Sol del Nuevo Mundo” (F.A. Montalvo, biografía con motivo de su beatificación).

1688: “La Estrella de Lima convertida en Sol sobre sus tres coronas” (F.Echave y Assu, al describir las fiestas de su beatificación).

1727: “El Fénix de las becas” (Nicolás Antonio, título de la obra del rector del Colegio San Salvador de Oviedo, donde estudió el Santo en Salamanca; con motivo de las fiestas de la canonización).

1894: “El mayor bienhechor de la raza indígena” (José Carmen Sevilla, Zuavo pontificio, en la introducción biográfica de la edición del catecismo limense de 1583) 1899: “Lumbrera mayor de todo el episcopado americano, ejemplo y prototipo de varones apostólicos”(I Concilio Plenario Latinoamericano, Roma).

1906: “Purísima gloria de la Iglesia y gloria también de nuestra patria que santificó con sus virtudes pastorales y en cuyo cielo, a costa de sudores y fatigas sin cuento, hizo despuntar el sol de la cristiana civilización” (Carlos García Irigoyen, arzobispo de Trujillo, cronista de las fiestas del III Centenario).

1906: “Padre de la Iglesia peruana” (José Toribio Polo, del Instituto Histórico del Perú).

1926: “Graduado compostelano ... ejemplarísimo varón cuyo nombre constituye una de las glorias de la iglesia indiana” (Dr. C. Pérez Bustamante, Universidad de Santiago de Compostela).

1940: “El más grande prelado misionero de la América Española, el gran Borromeo de los Andes” (P. Pedro Leturia, Universidad Gregoriana).

1942: “Pocas veces un hombre estuvo más preparado moralmente y mejor apercibido para llevar a cabo un glorioso destino...Santo Toribio fue el paradigma del pastor ambulante” (Víctor Andrés Belaunde Peruanidad) 1956: “Organizador y Apóstol de Suramérica” (Vicente Rodríguez Valencia, su biógrafo más completo).

1978: “Un obispo, santo Toribio de Mogrovejo, es factor de primer orden en ese jalón fundamental de la Iglesia latinoamericana; por su libertad ante el Estado, su inteligencia y voluntad de servicio, es modelo e inspiración de pastores” (Conferencia de Puebla, III CELAM).

1980: “Un obispo eminentemente misionero y para los indios casi un dios, un Inca” (Dr. Enrique Dussel, en su monumental tesis doctoral El episcopado latinoamericano y la liberación de los pobres)

1985: “En Santo Toribio descubrimos el valeroso defensor o promotor de la dignidad de la persona [...] El fue un auténtico precursor de la liberación cristiana en vuestro país (Perú) [...] El supo ser a la vez un respetuoso promotor de los valores culturales aborígenes” (Juan Pablo II, en Lima, a los obispos de la Conferencia Episcopal Peruana).

1987: “Defensor del indio americano” (Napoleón Mogrovejo Rojas). “Modelo de celo apostólico, fortaleza y humildad” (Mons. José Dammert). “La figura de Santo Toribio refulge en Hispanoamérica por una santidad que, junto con ser fidelidad al papa y a la Iglesia, es la opción evangélica por el pobre y el oprimido” (Dr. Fernando Aliaga)

1989: “Promotor de los derechos humanos de los indios” (J.A.Benito en el Congreso “Los Derechos Humanos en América. Una perspectiva de cinco siglos)

1991: “Intrépido obispo y misionero, inspirador de la Nueva Evangelización”(Cardenal Augusto Vargas Alzamora, arzobispo de Lima)

1992: “Una vida más de ángel que de hombre”(J. Dumont La Hora de Dios en el Nuevo Mundo). “Modelo de Pastor, de la estirpe de san Francisco Javier” (P. Armando Nieto Vélez, Academia Nacional de Historia, Perú).

1993: “Uno de los grandes forjadores de la nacionalidad y el gran educador del hombre de la sociedad peruana”(J. A. de la Puente Candamo. Presidente de la Academia Nacional de Historia, Perú).

1993: “El pueblo de Zaña tiene lazos profundos con Santo Toribio de Mogrovejo, quien pasó los últimos días de su vida en dicha ciudad. Fue protector de los pobres y defendió a negros e indios”(Dr. Luis Rocca, antropólogo).

1994: “Encarna siempre en su vida el coraje y la alegría de una fe íntegra y ardorosa” (Siervo de Dios P.Tomás Morales, S.J. en Semblanzas). “El limosnero de los más pobres” (Dr. Guillermo Lohmann Villena). “Cada mayorgano va diciendo a santo Toribio: ‘eres el orgullo de nuestra raza” (C.Aniz Iriarte).

1995: “Padre de los pobres, Santo y amigo de Dios” (Francesco Pini, historiador). “Apóstol del Callejón de Conchucos” (Dr. Miguel León).

1999: “Patrono de la Misión Jubilar de Lima” (Cardenal Juan Luis Cipriani). “Apóstol de la diócesis de Huaraz” (Mons. J.E. Velázquez, obispo de Huaraz).

2003: 28 de julio: “Acudimos a la intercesión de nuestro venerado predecesor en el arzobispado de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, uno de los forjadores de la nacionalidad peruana –hombre que en el ejercicio apostólico y en la evangelización de la población andina no olvidó el respeto que merece la libertad de la persona humana- para que la justicia y la verdad, sin retórica ni prejuicios, presidan la vida peruana, y para que la lucha contra la pobreza sea un empeño veraz de todos los días” (Cardenal Juan Luis Cipriani).

2004: “Desde esta cátedra y desde este solar varias veces centenario, pienso una vez más en mi egregio predecesor Santo Toribio de Mogrovejo, quien recorrió buena parte del Perú, quien respeto la libertad del hombre andino en el proceso fecundo de cristianización, y quien muriera hace casi 400 años en el pueblo de Saña, cuando se hallaba en una Semana Santa en plena visita pastoral. Él, en su santidad, y al lado de ella, sirvió a la educación de los peruanos, y fue un modelo de vida limpia y de fidelidad a los deberes de su consagración episcopal. Lo imagino y lo siento con nosotros, en estas horas en las cuales debemos reiterar nuestra creencia en el Perú, al igual que en el siglo XIX la proclamaron hermanos míos en el episcopado como Bartolomé Herrera o Manuel Tovar” (Cardenal Juan Luis Cipriani).

Santo Padre de América

Bernardo Díez de Alcocer, Fiscal general del Arzobispado desde 1596 y su fiel compañero en las visitas generales como camarero, notario, maestresala y cuidado de la casa, confesará por todos en el proceso de beatificación: “y mientras el mundo durare le parece a este testigo que durare esta memoria y...que se ha quedado muy corto en esta declaración por lo mucho más que había que decir de la santidad y vida inculpable del dicho Santo arzobispo”. Porque, efectivamente, pocos peruanos tan conscientes de su misión como este “santo padre” de la Iglesia de América, como lo definiese E. Dussel. Fiel a la consigna del Concilio de Trento de que el obispo fuese un espejo para sus fieles, elevará muy alto el listón de humanismo y de santidad, dibujándonos una personalidad modélica que todos podemos copiar. Este universitario salmantino, natural de Mayorga (Valladolid), trazará una estela singular, recorrerá un camino por que podrán caminar todos los peruanos con el único objetivo de llegar hasta la meta: Dios. A tal fin no ahorrará trabajo ni fatiga hasta llegar a visitar el último rincón de su dilatada diócesis, convirtiendo sus encuentros, sus visitas pastorales, en jornadas familiares en las que se cimenta la futura convivencia peruana, sobre la base de la dignidad personal y la proyección social. Con la ley en la mano, su rostro “lleno de alegría”, acariciando a todos con su mirada y con el amor de Dios en el corazón, roturará la geografía del Perú, humanizándola, asentando la nueva cristiandad de las Indias confirmando a sus hermanos. Gracias a un carácter equilibrado, armónico, evangeliza sin imposiciones, hermana razas sin abrir heridas, crea lazos forjados en amistad exigente y gratuita. Impulsa la Universidad de san Marcos, crea cátedras de quechua, legisla en sínodos y concilios, funda casas como la de las divorciadas o conventos como el de Santa Clara, erige nuevas parroquias, y, sobre todo se entrega de lleno a la tarea de formar, desde el Seminario, una minoría selecta con su clero que esculpirá un nuevo rostro en el nuevo ser del Perú; un Perú forjado en la santidad, un Perú aglutinador de culturas, ilustrado, justo y solidario; un Perú, que a las puertas del Tercer Milenio, si quiere ser fiel a sí mismo, debe bucear en su intrahistoria y toparse con este personaje singular a quien todos llamaban “padre”. Así lo reconoce el académico de la Historia, J. Toribio Polo: “gran Prelado que puede considerarse como el Apóstol y Padre de la Iglesia Peruana; y que, durante 25 años, llevó la mitra y el cayado en beneficio de su numerosa grey y de las diócesis sufragáneas, y como perfecto modelo de Pastores. Sobre las ruinas y escombros del Imperio secular de los incas, que Pizarro y los suyos destruyeron, se destaca la hermosa figura de este ángel de paz, que sólo trató de disipar por completo las tinieblas de la idolatría, de evangelizar a los indios, de predicar la clemencia y el perdón, de reconciliar por la cruz al vencido y al vencedor, al amo y al siervo, y de crear un sacerdocio digno, que persevera después que él, en las mismas faenas de la conquista espiritual”. Cien años atrás, en 1899, se reunían en Roma, por vez primera en toda su historia, obispos de Hispanoamérica, con el deseo de preparar el nuevo siglo cristiano cristiano de América. A la hora de redactar las Actas, no dudan en colocar en primer lugar la fórmula de consagración al Corazón de Jesús, proclamando enfáticamente a santo Toribio Alfonso Mogrovejo como el “Astro más luciente del episcopado del Nuevo Mundo...reiterando en la conclusión de la consagración: “Tú más que ninguno, acuérdate de nosotros, oh Toribio bendito, ejemplo y esplendor sin igual de Prelados y Padres de Concilios”. Más adelante, el obispo de san Luis Potosí, Mons. Ignacio Montes de Oca, recuerda ante los Padres sinodales las egregias figuras del episcopado americano para concluir en la proclamación de nuestro protagonista como “ejemplar y prototipo entre estos varones apostólicos...de cuya luz y fulgor han recibido cuantos fueron llegando después de él...espejo de Pastores”. Y, dentro del cuerpo del Concilio, ya en la sesión última, las “Aclamaciones” le declaran “ejemplar y ornamento esplendente de todos los Prelados y sinodles de la América Latina”. Casi un siglo después, ha vuelto a reunirse la Iglesia del nuevo continente, en el Sínodo de América de 1998, para acometer el reto de la nueva evangelización en el Tercer Milenio, a las puertas del Jubileo del 2000. Nuevamente, el Papa Juan Pablo II llama la atención acerca de lo esencial y fundamental para la auténtica renovación: la santidad; reconociendo que “el mayor don que América ha recibido del Señor es la fe, que ha ido forjando su identidad cristiana [...] La expresión y los mejores frutos de la identidad cristiana de América son sus santos”(Ecclessia in America nn.14 y 15). El 2006 celebra el Centenario de la muerte de los dos únicos obispos de América que han conocido el honor de los altares. San Ezequiel Moreno, el I Centenario, y Santo Toribio, el IV. Nadie como ellos encarna el perfil trazado por Juan Pablo II en su exhortación postosinodal Pastores gregis: “Venerados y queridos Hermanos, os repito la invitación que he dirigido a toda la Iglesia al principio del nuevo milenio: Duc in altum! Más aún, es Cristo mismo quien la repite a los Sucesores de aquellos Apóstoles que la escucharon de sus propios labios y, confiando en Él, emprendieron la misión por los caminos del mundo: Duc in altum (Lc 5, 4). A la luz de esta insistente invitación del Señor «podemos releer el triple munus que se nos ha confiado en la Iglesia: munus docendi, sanctificandi et regendi” (n.5). “Y más todavía al proponer el ejemplo de los Obispos santos: ”Los Obispos encuentran siempre aliento en el ejemplo de Pastores santos, tanto para su vida y su ministerio como para la propia espiritualidad y su esfuerzo por adaptar la acción apostólica” (n.25). Nos detendremos en la triple misión de este santo pastor: enseñar, santificar, gobernar.

El Tahuantinsuyo

El antiguo imperio de los incas representaba una realidad geográfica amplísima, el Tahuantinsuyo, mucho más allá del Perú actual, hasta los ríos Ancasmayo (Colombia) al norte y Maule (Chile) al sur, unos 3.000.000 km2 y una población de 9.000.000 de habitantes. Esta unidad geopolítica estaba formada por un mosaico de etnias (contenido al norte por los Chibchas y al sur por los araucanos) y culturas que, aunque se vieron sometidas por el control incaico, mantuvieron vivas sus propias tradiciones. Sobre dos pilares fundamentales se basa el Incario: el religioso y el estatal. La base del primero lo constituía el "ayllu" o grupo con sus divinidades propias o totems, sobre los que los incas imponen los suyos. Sobre este politeísmo animista prevalecía en la Sierra el culto a Viracocha y en la Costa a Pachacamac. Los incas aceptaron este dualismo convergente y, considerándose hijos del sol, sobrepusieron a ambos el culto del sol (Apu Inti o Punchao). En otro nivel inferior se daba culto al rayo (Illapa), a la luna (Quilla), a las siete cabrillas (Orcoy y Choque Chinchay), al mar (Mamacocha), a la tierra (Pachamama), a las piedras (Pururaucas), a los dobles o momias del Inca (Huanques), a los cerros (Apus) y a las Huacas, adoratorios diversos de cosas insólitas. Hubo dioses de culto restringido como Tunupa entre los aimaras, Pariacaca entre los yauyos, Atagujo en Huamachucho, Huari en los nevados centrales, Rímac en Lima... En la conciencia popular, la cosmovisión del indio se nutría esencialmente del animismo de la naturaleza y adoraba fuentes, ríos, cerros y toda realidad extraordinaria en "huacas". Con la decadencia del imperio, la religión, que se identificaba con el mismo Estado y que estaba vinculada con la magia y la idolatría, deriva hacia un culto demoníaco donde los augurios, maleficios, sortilegios inculcan al indio una mentalidad fatalista; se pude hablar que eran religiones muertas o en ruinas , aun antes de que llegasen los europeos. Pese al alto grado de desarrollo técnico agropecuario, los diversos pueblos pretendían continuamente su independencia y florecían los levantamientos y las sublevaciones por todos sus rincones. Si no prosperaban era debido al poder centralista y autocrático que velaba por regular las relaciones interétnicas de unos grupos con otros, cortando así todo tipo de alianzas. Ahora, había surgido una crisis social como consecuencia del desarrollo de las élites regionales frente a la prepotencia de la incaica. La espoleta la marcará la muerte de Huayna Cápac, a finales de 1529, que enfrentará en lucha a sus sucesores Huáscar y Atahualpa. Cinco años antes los españoles iniciaban la exploración del territorio, para comenzar la conquista en 1532. Enseguida, Pizarro y Almagro se dan cuenta de la crisis que deciden aprovechar. Pasan por Puná, Túmbez y fundan el primer poblado en San Miguel de Tangarara como puente entre Quito y la costa, dando legitimidad a la nueva gobernación española en las Indias con el nombre de Nueva Castilla. De aquí pasan a Cajamarca donde capturan al Inca; Pizarro nombra inca a su hermano Manco Segundo; pasa a Cuzco, luego se fundarán Lima y Trujillo en 1535. El nombrado inca se sublevará poniendo en peligro la seguridad de los españoles; Almagro inicia la conquista de Chile que continúa Valdivia. Se desarrolla un doloroso período de guerras civiles entre españoles cuyos lances más expresivos serán la Batalla de las Salinas (1538, nacimiento de Toribio) en la que es ejecutado Almagro, el asesinato de Francisco Pizarro en 1541, la Guerra de Chupas controlada por el nuevo gobernador, el leonés Vaca de Castro, y que termina con las muertes de Almagro el Mozo Batalla de Añaquito de la que sale vencedor Gonzalo Pizarro en 1546) y del primer virrey Núñez de Vela (Batalla de Jaquijaguana) en la que se instaura la frágil paz en 1548 por don Pedro Lagasca. Le sigue una floreciente etapa de exploraciones y fundaciones. Los indios siguen resistiéndose acaudillados por Manco Segundo, Sayri Tupac y Tupac Amaru que es sometido en 1572 por el virrey Toledo. Si nos fijamos en los factores económicos, políticos y sociales, nos encontramos en la primera fase (1580-1620) del período tipificado como del apogeo de plata y consolidación de la economía interna. Debido al aumento de las recaudaciones por la extracción de la plata, especialmente de Potosí, se acrecienta el volumen del tráfico peruano con España. Los mercaderes limeños mejoran su suerte por el aumento de su comercio por la ruta oficial de Panamá y, mediante la ruta de contrabando, vía Acapulco y Buenos Aires. La metrópoli propició una mayor flexibilización en el virreinato. La venta de cargos municipales y las composiciones de tierras reforzaron la hegemonía local de la aristocracia terrateniente, formada en su mayoría por criollos y a la que los indígenas -al menos desde la literatura, Santa Cruz Pachacuti y Guamán Poma de Ayala- se oponen.

Lima, Ciudad de los Reyes

Lima 2.006, la de los 8 millones de habitantes, la inabarcable, la nuestra, la que vive de lleno la Misión “Remar Mar Adentro”, tiene un patrono: paradigma, protector y padre. En su mensaje jubilar Nostalgia de Dios con motivo del Jubileo del 2000, nuestro Arzobispo, Mons. Juan Luis Cipriani, expresaba la necesidad de “suscitar en cada fiel un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración siempre más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado”. Para seguir las huellas de nuestros santos, dirá explícitamente: “La Gran Misión Jubilar de Lima busca fundamentalmente suscitar en el alma de cada uno de los fieles la decisión deseguir las huellas de nuestros santos y protectores, que con sus vidas y merecimientos santificaron nuestro suelo. Por eso hemos decidido que nuestro antecesor, Santo Toribio de Mogrovejo, Arzobispo de Lima, sea patrono de esta Misión Jubilar”. La Lima que recibió al joven Licenciado Toribio Alfonso Mogrovejo, un 10 de mayo de 1581, la que le vio caminar alegre y servicial por sus calles; la que vibró al calor de sus concilios y sínodos, la que sintió su ausencia en las interminables caminatas de 40.000 kilómetros por todo el Perú; la que se alegró por las fundaciones de conventos como el de SantaClara, parroquias como la de san Marcelo, casas como la del Divorcio para mujeres abandonadas, colegios como el Seminario Conciliar Diocesano; la que acompañó su devoción mariana como ante la Virgen de Copacabana. Aquella Ciudad de los Reyes que se volcó para recibir su cuerpo muerto, a hombros del Cabildo Catedralicio, un 27 de abril de 1607, un año después de su muerte en Zaña; la que dio fe de su santa vida y continuos milagros en el proceso de 1631; la que al tener noticia de la beatificación en 1679 por Inocencio XI un viernes santo, no supo esperar al domingo de gloria y lo festejó por todo lo alto en plena Semana Santa, al ver que “su estrella se convirtió en sol” como escribiese Echave; la que estalló de júbilo en 1726 por la canonización por el Papa Benedicto XIII. La Lima de antaño y hogaño; la que le recuerda en su capilla de la Catedral, con las flores siempre vivas de quien fuese entrañable devoto, Cardenal Lándázuri; la que conserva su corazón en Santa Clara; la que continúa el Seminario decano de Sudamérica por él fundado; la que celebró el tercer centenario de su partida a la eternidad, levantando en 1906 la parroquia en Colmena; la que en 1985 se apiñó en torno al Papa Juan Pablo II, saboreando sus palabras en torno a la “figura profética, central en vuestras iglesiasde Santo toribio de Mogrovejo...”. Con él, nuestra Lima vuelve a sus raíces más profundas y se proyecta para cosechar frutos abundantes.

Tierra Ensantada

Como señala el documento Ecclesia in América, nn.14-15"La expresión y los mejores frutos de la identidad cristiana de América son sus santos”. Si Ávila se define como “tierra de cantos y de santos”, Lima puede hacer lo propio y aceptar el título de “ensantada”, por los santos que la han poblado. En el templo del Señor de los Milagros se venera también a los santos peruanos. Recordemos que en esta tierra han florecido numerosos testimonios de santidad, aunque no todos hayan recibido el honor de los altares. En primer lugar, Santa Rosa de Lima, joven laica comprometida, modelo de contemplativa enamorada de Dios y experta en humanismo; Santo Toribio Mogrovejo, el único de todos los obispos de América que ha sido canonizado junto con San Ezequiel Moreno y Díaz, obispo de Pasto (Colombia), modelo de pastor itinerante y forjador del Perú de todas las sangres que anhelamos; San Juan Macías, humilde lego dominico, que emigró desde Extremadura-España y, gracias a la amistad con los Dominicos vivió acá la caridad de modo ejemplar; San Francisco Solano, el franciscano de Montilla-Andalucía, apóstol del Tucumán y guardián en los Descalzos del Rímac, apóstol, misionero de la paz y la alegría; y San Martín de Porres, canonizado hace 40 años, en pleno Concilio Vaticano II y proclamado patrono mundial de la justicia social. Además de los cinco santos, la beata dominica Sor Ana de los Ángeles de Monteagudo de Arequipa y el beato camilo P. Luis Tezza, ya en nuestro siglo, modelo de amor a los que sufren Más recientemente tenemos el caso de dos milagros obrados en Perú, el de la monja croata Sor María de Jesús Crucificado Petkovic, que intervino en el prodigioso hecho del 26 de agosto de 1988 con el submarino Pacocha de la Marina Peruana, comandado por el teniente de navío Roger Cotrina (“El Comercio, 5 junio de 2003, A3) o la curación improvisa, completa y duradera de los niños Alfredo e Isila Chávez León, de Ranquis (Huari) sanados ambos simultáneamente de bronco pulmonía con fiebre alta, disnea y cianosis en pacientes con desnutrición crónica, gracias a la intercesión de San José Marello, fundador de los Oblatos de San José. Entre los siervos de Dios, Fray Diego de Ortiz (1532-1571), protomártir del Perú, en Vilcabamba está probado que fue otro Juan Bautista en tierra andina y que fue muerto en 1572 por denunciar la incoherencia cristiana de Tito Cusi Yupanqui y familia, Luis López de Solís (1535-1606), Gundisalvo ( Fray Gonzalvo) Díaz de Amarante (1540- El Callao en 1618),. Diego Martínez, SJ (1542-1626),. Juan Sebastián de la Parra (1550-1622),.P. Pedro Urraca (1583-1657), Juan de Alloza SJ (1597-1666), Francisco del Castillo (1615-1673), Nicolás de Dios Ayllón (1618). Francisco Camacho (1629-1698), Luisa de la Torre Rojas, Beatita de Humay (1819-1869),. Sor Teresa de la Cruz Candamo (1875-1953),.Mons. Octavio Ortiz Arrieta (1879-1958), Melchora Saravia Tasayco, la Melchorita (1895-1951), Monseñor Emilio Lissón Chavez, arzobispo de Lima (1872-1961), Martín Fulgencio Elorza Legaristi, obispo de Moyobamba, pasionista (1899-1966) y, finalmente, los candidatos mártires de Chimbote, los Padres franciscanos: Miguel Tomazek y. Zbigniew Strzalkowski, así como el sacerdote diocesano italiano P. Sandro Dordi. Junto a ellos, cabe recordar -como lo hace la espléndida monografía de Rafael Sánchez-Concha Santos y santidad en el Perù virreinal (VE, Lima 2004) cientos de nombres que practicaron la virtud en Perú, tanto en el virreinato (: Fray Benito de Jarandilla, Isabel de Porras Marmolejo, Fray Juan Gómez, Monseñor Francisco Verdugo, Estefanía de San José, Antonio Ruiz de Montoya, Miguel de Ribera, Úrsula de Cristo, Francisco de San Antonio, Juana del Santo Niño, Juan Cordero, Francisco indio, Miguel de Guinea, Juana de San José Arias, Antonia Lucía del Espíritu Santo, Alonso Messía, Ignacia María del Sacramento Ochoa, Catalina de Yturgoyen-Amasa..). como en la época republicana (José Ramón Rojas, “Padre Guatemala”, por ese país su lugar de nacimiento, el apóstol de Ica (1775-1839) Manuel Pardo, S.J. (1877-1906) , Mateo Crawley-Boevey (1875-1960), Pascualito Fuster (1888-1950).

Fragua de una vocación

Raíces

Nace Toribio un 16 de noviembre de 1538 en Mayorga (Valladolid), una encrucijada de caminos. En la actualidad, la villa de Mayorga pertenece administrativamente a la provincia de Valladolid y a la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Si en la actualidad la relación con la capital vallisoletana es estrecha, en el siglo XVI se miraba más en Benavente y León. Su nombre de Toribio se debe al célebre obispo de Astorga del siglo V, su patrono, que también dará nombre al monasterio de Liébana, valle ubicado junto al castillo de los Mogrovejo, en Santander, y donde se venera una de los mayores fragmentos de la reliquia del lignun crucis de Cristo. Fueron los padres de Toribio, don Luis Mogrovejo (1504-1569), bachiller en Derecho y regidor perpetuo de la Villa desde 1550 a 1568 y doña Ana de Robledo y Morán (1508-1592), de ilustre familia de Villaquejida, provincia de León y diócesis de Oviedo, a 25 kms. de Mayorga. Se casaron en Villaquejida en 1534. Tuvieron 5 hijos: Luis, el mayor y el del mayorazgo (1535-1571), Lupercio (1536-1587), Toribio -nacido el 16 de noviembre de 1538-, María Coco (1542-1618) religiosa dominica en el Convento “San Pedro Mártir” de Mayorga, Grimanesa (1545-1634) quien le acompañará a Perú con su esposo F. de Quiñones (1540-1605). Parece que tuvieron una hija más, Eufrosia, nacida en enero de 1547 y que falleció a los pocos días. Los restos de la familia Mogrovejo fueron enterrados en el convento de San Francisco, que estaba ubicado donde se encuentran actualmente las Escuelas, construidas desde el 27 de enero de 1930. Mariana de Guzmán Quiñones, sobrina del santo, nos proporcionará valiosos datos sobre la infancia de su tío cuando le toca informar en el proceso de beatificación, a la edad de 80 años. Esta anécdota deliciosa la “oyó decir a su madre muchas veces, siendo el dicho siervo de Dios de 9 a 10 años, a persuasión de los muchachos de la vecindad de su casa, salió una sola noche a jugar con ellos a la plaza a la luna”. Parece ser que los traviesos mozalbetes vieron a unas vendedoras con canastas de comida “arrebatándoles todo lo que de ellas pudieran” por lo que, indignadas las plazeras, comenzaron a maldecir, escandalizando al inocente Toribio, el cual ni corto ni perezoso amonestó a las mujeres y les rogó que cesasen en sus imprecaciones pues ofendían a Dios, que valorasen las pérdidas y él iría a su casa para resarcir todo lo hurtado por sus compañeros. Tal como se lo dijo, con la ayuda de su madre, lo hizo, “y de allí en adelante nunca jamás quiso salir a jugar a la luna con aquellos ni otros muchachos”. En tiempo de santo Toribio había diez parroquias: Santa María (la Asunción), El Salvador, Santiago, Santa María de Arbas, Santa Marina, San Martín, Santa María del Templo (tenía como párroco a Francisco de Mogrovejo, tío del Santo), san Juan de Santibáñez y, por último, san Juan, a la que pertenecían los padres de Toribio Alfonso. En la actualidad sólo existe como parroquia la del Salvador, conservándose -felizmente en proceso de restauración- santa María de Arbas, joya del mudéjar, santa Marina, santa María del Mercado, el convento dominico de san Pedro Mártir (en el que vivió una hermana de nuestro Santo, María Coco), y la ermita de santo Toribio, junto a la que se levanta un moderno monumento al Santo. Al pasear por sus estrechas calles se admiran las fachadas de ladrillo decoradas con volutas y placas como la Casa del Conde o de los Pimentel. Y como elemento significativo de la arquitectura civil, testigo legendario de la justicia y de las ferias anuales de ganado es el señorial rollo del siglo XVI. Cerca de la ermita, se alzan las escuelas municipales, junto a las que se ha construido un centro cultural; todo ello se encuentra construido sobre el antiguo convento franciscano al que acudió Toribio a estudiar sus primeras letras y es el lugar en el que están enterrados sus padres. Nuestra vista puede dilatarse con la contemplación de los pacíficos palomares, al tiempo que podemos escuchar nostálgicas habaneras, de las que Mayorga hoy es capital. Mayorga ha tenido una fuerte vinculación con Perú. El primero en pisar territorio andino fue uno de los compañeros de Pizarro en Cajamarca y fundador de Lima, Juan de Mogrovejo, primo carnal del padre del santo. primo carnal del padre del santo e hijo de don Gonzalo Mogrovejo. Testó en 1537 archivándose su testamento en la parroquia del Salvador de Mayorga. De su itinerario habla Toribio en una carta al Rey, al hilo de una recomendación para su cuñado Francisco de Quiñones: “Tuvo asimismo en este Reino un hermano de su madre y tío que fue de los de Cajamarca y vecino de esta ciudad (Lima) y en la ocasión del levantamiento general de los indios, fue con la gente de esta ciudad al socorro del Cuzco, y llegado a la provincia de Jauja, castigó a los indios que allí parecieron estar alzados y prosiguiendo su viaje en paso estrecho le tiraron los indios una galga y le mataron y comieron”. Le sigue el gobernador Cristóbal Vaca de Castro, nacido en Izagre, localidad próxima a Mayorga. De esta tierra saldrán hacia las Indias en compañía del Santo, Antonio Lebrato, Juan de Villacé, Bernardino Castellanos, Francisco de Quiñones -su cuñado que le servirá con heroica fidelidad- y su esposa Grimanesa -su realista hermana que ayuda solícita a su quijotesco hermano- que llevaron también a sus tres hijos Antonio, Beatriz y Mariana.

Su escudo

Se trata de un escudo cuartelado, esto es, dividido en cuatro partes iguales por una línea vertical y otra horizontal que se encuentran en el centro. En el primer cuartel en campo azul una torre de oro con tres almenas, una puerta y una ventana, el torreón de Mogrovejo, poblado ubicado en Potes (Santander). En el segundo cuartel, en campo de sinople un culebrón o grifo marino (mitad águila y mitad león), por la casa Morán de Mestich; en el tercer cuartel, en campo de plata un león rampante (levantado sobre las partes traeras mirando a la derecha del escudo la cabeza de perfil, la lengua fuera y la cola levantada y ondulada) de gules, y en el cuarto cuartel en campo azul tres flores de lis de oro. En el fondo del escudo hay un escudente de oro con un árbol de sinople, bordado de plata con 8 arminios, armas de la casa de Robles, de donde era la madre del Santo. Cubre el escudo el sombrero del Pastor, formado de sinople y adornado de las borlas doctorales. Algunos piensan que la torre simboliza la virtud moral de la justicia; las flores de lis, la templanza; la serpiente que significa la prudencia; y el león, la fortaleza; en definitiva, las cuatro virtudes cardinales.

“Y estudiando en Valladolid”

Corre el año 1550, Toribio cuenta con 13, y acude a Valladolid para estudiar la Gramática y Derecho hasta 1560. Diez años en Valladolid, auténtico “corazón del mundo hispánico”, cuna de Felipe II, punto de partida para el viaje eterno de Colón, la ciudad que acogió a Cortés para dar a conocer su nuevo mundo -el azteca-, foro de la polémica Las Casas-Sepúlveda y promulgación de las Leyes Nuevas, asiento del Consejo de Indias, el Abrojo, de donde salió el P.Antonio Ortiz como Comisario de la orden franciscana según el espíritu reformador de san Pedro Regalado, y donde fue prior el obispo de México, Zumárraga; la Chancillería, tribunal superior de Justicia para todo el norte de la Península, y desde donde saldrán numerosos documentos para el virreinato; don Pedro de Lagasca - pacificador del Perú, luego obispo de Palencia - quien funda la iglesia de la Magdalena. Del Colegio Mayor de San Gregorio saldrán los más selectos misioneros dominicos como aquellos que Fray Domingo de la Parra pedía a Felipe II “y que sean de Castilla porque están criados en más sujeción y religión”. Aquí estaba el colegio san Ambrosio -hoy Santuario Nacional de la Gran Promesa- de donde salieron varios jesuitas que luego ayudarían al santo, como el medinense José de Acosta. Sin duda que tuvo motivos para soñar con América. Iba a rezar a San Benito ante la Santísima Virgen del Sagrario que le curó de un doloroso “lobanillo” según relata León Pinelo. Su criado y paje Sancho Dávila nos habla de su celo por los compañeros de estudio a los que inculcaba: “No ofendáis a tan gran Señor, reventar y no hacer un pecado venial”. El Dr. Antolínez habla de su vida austera y penitente. Las bromas estudiantiles que también gastaron al joven Toribio -como aquella de presentarle una hermosa joven ligera de cascos en su cuarto- no alteraron lo más mínimo su vida académica equilibrada dentro de la mayor normalidad en un universitario que, por el hecho de ser cristiano, aspiraba a la santidad. Parece ser que santo Toribio pudo estudiar el Arte y vocabulario quechua en España o en la propia travesía marítima, ya que fue publicada por Fray Domingo de Santo Tomás en Valladolid en 1564. El autor del primer vocabulario impreso de la lengua incaica, a la que él mismo bautizó con el nombre de quichu, fundó los primeros conventos dominicos de la costa del Perú, en Chicama y en Chincha, al lado de las civilizaciones Chimú y Nazca. Fue también el primer sacerdote que predicó a los naturales del Perú en su lengua para alejarlos de la idolatría y el pecado. De igual modo, se convirtió en el primer graduado de la Universidad de san Marcos y el primer catedrático de Prima de Teología.

Salamanca

En 1562 pasa a Salamanca, la que según Miguel de Cervantes “enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”. Allí se encuentra su tío Juan Mogrovejo, canónigo y célebre catedrático de la Universidad de Salamanca y Coimbra, de quien herededará su rica biblioteca y a quien ayudará en ocasiones a transcribir sus lecciones. Vive su Universidad su momento de oro en la renovada Escolástica y en la formación de la denominada “Escuela de Salamanca”. Su máximo esfuerzo será el proyectar la teología en el hombre, como persona individual y en su cuerpo social. De algún modo, Salamanca acerca la teología a la realidad, aplicándola al derecho, a la economía, a la vida, desde la consideración del hombre como imagen de Dios. Éste es el núcleo y fundamento de la dignidad e igualdad de todos los hombres y la universalidad de la ley natural. Tan sólo habían transcurrido 16 años de la muerte del gigante P.Vitoria. Allí enseñaban sus discípulos egregios Soto, Cano. Maestro suyo sería Martín Azpilcueta, el doctor Navarro, primo de san Francisco Javier. Probablemente fue alumno del célebre Fray Luis de León, pues justo los años en que se matricula para el doctorado en el Colegio San Salvador de Oviedo (1571-1575) explicaba el tratado De Legibus. En 1562-3 lo hallamos matriculado como estudiante sin grado; en 1563, como bachiller canonista; de 1564 a 1566 no hay constancia de sus estudios en el alma mater salmantina por lo que parece que estaría en Coimbra, acompañando a su tío el Dr. Juan Mogrovejo.

El Camino de Santiago

Por estas fechas, durante los meses de septiembre y octubre de 1568, acude como peregrino a Santiago de Compostela, a través de la Ruta Fonseca, tramo de la Ruta de la Plata desde Salamanca a Compostela. .Francisco de Contreras, natural de Segovia, de la misma promoción de becarios que Mogrovejo; en 1576 fue oidor de Navarra y años más tarde de Granada. Será miembro del Consejo de Órdenes, Castilla y Hacienda, alcanzando la suprema categoría de Presidente del Consejo de Castilla. Será uno de los principales gestores ante la Corte para informar favorablemente de Toribio, de quien podemos afirmar que fue su amigo íntimo. El propio A. León Pinelo en la biografía del Santo dice haberlo tratado, que falleció el 4 de mayo de 1630 a la edad de 86 años, y que en el Colegio “fue su único o mayor amigo”. De hecho, parece que el rector don Diego de Monreal, al ver las severas y ásperas penitencias de nuestro estudiante, le encargó a como “íntimo amigo y continuo compañero” que le corrigiese de tan excesivo celo. Será uno de los principales gestores ante la Corte para informar favorablemente de Toribio. Prueba de la amistad nos la ofrece la peregrinación que efectuaron juntos hasta Compostela. En su universidad se encuentra el Dr. Juan Yáñez, amigo íntimo y discípulo de su tío, para obtener la licenciatura en cánones. Aquí hay que situar la anécdota referida por Sancho Dávila. Resulta que al entrar con Francisco Contreras en una iglesia, a la puerta, una mujer de raza negra, al verles tan malparados, sacó de su bolsa “un cuarto” y se lo ofreció como limosna. Toribio lo rechazó disculpándose: - Señora, Dios os lo pague, que aquí llevamos para pasar nuestra romería. Siempre que celebraba misa le venía a la memoria la negra y la encomendaba a Dios. No sufría que nadie llamase negro a los negros sino por su nombre de bautismo u “hombre moreno”. Mogrovejo lleva sus sueños juveniles ante el Apóstol. Pero, pragmático como era, aprovecha para titularse en Derecho Canónico. En su universidad se encuentra el Dr. Juan Yáñez, amigo íntimo y discípulo de su tío, para obtener la licenciatura en cánones. Tras unos días de sosiego, presentó su título de bachiller y fue admitido por el Claustro compostelano para obtener la licenciatura. El 18 de septiembre de 1568, en el Colegio Mayor de Santiago Alfeo de la Universidad de Compostela, a las nueve de la mañana, expone su primer ejercicio durante una hora; fue apadrinado por el Dr. Juan Yáñez y es argüido por los doctores Hernando de Andrade y Leonardo Gil. El 4 de octubre, a las 8 de la mañana, en la Catedral, ante el Rector y el catedrático Yáñez, tras la misa del Espíritu Santo, se verificó la toma de puntos. El graduando debería elegir sendos temas de los libros de Graciano y de las Decretales, que debía exponer a las 30 horas, en la Capilla de los Reyes de la Catedral. Fue examinado por los doctores de la Facultad de Cánones Francisco de Avellaneda, Fraga, Yáñez, y dos licenciados, Cisneros y Bahamonde, que dieron su aprobación unánime en la ceremonia de colación, del 6 de octubre en la capilla de don Lope, de la Catedral, a las 10 de la mañana. Estuvieron presentes los profesores citados a los que se unieron los canónigos de la Catedral, el Rector del Colegio Mayor y numeroso público. Con motivo de la canonización en 1726, la Universidad le dedicó, en la galería de retratos de académicos ilustres, un lienzo alegórico ubicado sobre la puerta de la capilla en el claustro bajo, con la siguiente leyenda (traducida del latín): Toribio Alfonso Mogrovejo, viniendo como peregrino a Compostela, fue investido del grado de licenciado en Derecho Canónico en esta Universidad literaria, el 6 de octubre del año del Señor 1568. Por su sabiduría y piedad fue elevado a la Sede Arzobispal de Lima. Por bula del Papa Benedicto XIII, de 15 de diciembre de 1726, fue puesto en el número de los santos. ¡Oh feliz Universidad que diste hombre tan ilustre para honor de España!

Cuando iba a ser doctor

En febrero de 1571, licenciado en cánones, ingresa como alumno becario del Colegio Mayor de Oviedo hasta que en 1573, interrumpiendo sus estudios de doctorado, pasaría a ocupar el cargo de Inquisidor de Granada. En este colegio, en régimen de internado, se beneficia de la selecta formación impartida: buen trato social, distinción de costumbres, ambiente de piedad (misa diaria, comunión frecuente...). Este Colegio sirvió de modelo al colegio-seminario de santo Toribio fundado en Lima por el Arzobispo, así como al Colegio Real o Colegio Mayor de san Felipe, dependiente de la Universidad de san Marcos. Estudia Derecho Canónico (“in utroque”=el otro derecho) y Teología. Tras las bromas típicas de este difícil mundillo universitario, Toribio se ganará el respeto de sus compañeros llevando una vida limpia y espiritual. Los testimonios de estos tres años lo describen como “hombre de muy buena condición, buen entendimiento y muy estudioso”. Aunque no coincidieron juntos en sus años de colegiales, sin embargo, por la fama conseguida por Mogrovoejo, y por pertenecer al mismo Colegio, Diego de Zúñiga que al ser Oidor de la Audiencia de Granada le propondrá como inquisidor y más tarde, como Presidente del Consejo de Castilla, interviene ante el Rey para nominarle como arzobispo de Lima. Huella indeleble marcará en el santo los años vividos aquí; lo demuestra el hecho de fundar una misa a perpetuidad desde Lima “en tiempo que puedan hallarse todos los colegiales presentes...Hame movido a hacer esto la afición grande que tengo a esa santa casa, como es justo que así se haga y todos tengamos el reconocimiento que es razón como hijos de ella. A vuestras mercedes suplico se me encomiende a Dios en esta santa casa, para que me tenga de su mano y acierte en todo a servirle con ardentísimo amor. Yo hago lo mismo, aunque indigno, muy de ordinario, por esta santa casa, colegiales y hermanos de ella”. Salamanca correspondió de forma sobresaliente a esta “afición”. Para festejar su canonización organizó un octavario solemne acompañado de cohetes artificiales en 1727 y hasta dos corridas de toros en la Plaza Mayor. El cronista Guerrero dirá: “Con ser Salamanca la que dispone las más magníficas fiestas de España, preparó el Colegio de Oviedo una nunca vista...Parecía la plaza una encendida Roma”. El único recuerdo de su estancia salmantina es el altorrelieve conservado en uno de los patios del Museo de Salamanca, junto a la famosa estatua de Fray Luis de León. Es obra del célebre escultor Luis Salvador.Carmona y se titula “Aparición de la Virgen y San Bernardo a Santo Toribio de Mogrovejo”. Se representa la escena alusiva a un milagro atribuido a la vida del santo. Sucedió que al sentirse ingresar en la Orden Cisterciense y dedicarse a la vida contemplativa fue disuadido por el propio San Bernardo que le indujo a seguir en la vida activa. El santo, en hábito de Colegial, se halla arrodillado ante un fondo de librería que seguramente recuerda a la rica biblioteca heredada de su tío Juan de Mogrovejo, canónigo y catedrático de Coimbra. Aparece justo en el momento de recibir la beca de colegial de manos de la Virgen ayudada por un ángel en presencia de San Bernardo sentado sobre trono de nubes.

Inquisidor en Granada

Según el historiador Agostino Borromeo, profesor de Universidad «La Sapienza» de Roma, y redactor de «Actas del Simposio Internacional “La Inquisición”» de 1998 en el Vaticano afirma que la Inquisición en España, celebró entre 1540 y 1700 44.674 juicios. Los acusados condenados a muerte fueron del 1,8% y de ellos el 1,7% fueron condenados en «contumacia», es decir, no pudieron ser ajusticiados por estar en paradero desconocido y en su lugar se quemaba o ahorcaba a muñecos. Corre el año de 1574; estaba reciente la insurrección morisca que Juan de Austria apaciguase en Las Alpujarras. Palpita el espíritu misional de Fray Hernando de Talavera. Los vencidos encuentran en Toribio, el más joven de los tres inquisidores del Tribunal, un padre, consejero y protector. Sus compañeros “in solidum” eran Diego Messía de Lasarte y Diego Romano; éste último fue obispo de Tlaxcala y tío del capitán Juan Reinoso, quien declaró en el proceso de beatificación relatando la decisiva intercesión del prelado Mogrovejo para salvar a su hermano, condenado a muerte por agraviar al caballero Luis de Navares. En frase de sus enemigos sería un “encubridor” como le calumniarán después, misionando en Perú. Sin embargo, el ejercicio de inquisidor le permite conocer la realidad en directo, especialmente cuando tiene que visitar las siete villas de la ciudad y sus anejos, así como las ciudades de Loja, Alhama, Archidona y la villa del Río Alejo. Fue el caso de las falsas beatas iluminadas, una de las cuales pretendía tener visiones místicas y otra que defendía la bigamia; la del que creía que la prostitución no era pecado. Sacaría lecciones de este primer contacto sistemático con la práctica religiosa y las convicciones teológicas del pueblo en una población plural. Fueron numerosos los casos tratados en los cinco años, dirigiendo más de un centenar de cartas al Consejo Supremo de la Inquisición. Resuelve una compleja querella entre la Chancillería granadina y el Tribunal del Santo Oficio. En toda su gestión granadina da muestras de rectitud como lo evidencia el hecho de que tras unas visita oficial al tribunal, todos sus miembros son removidos menos Toribio. En el Perú, la Inquisición fue creada por el Rey Felipe II en 1569 y no era sino una filial provincial del Consejo de la Suprema y General Inquisición española. La Inquisición de Lima entró en funciones en 1570, siendo Virrey del Perú Francisco de Toledo. Los primeros inquisidores fueron Serván de Cerezuela y Andrés de Bustamente; pero este último, falleció cuando se hallaba en pleno viaje desde la metrópoli hacia Lima, quedando Cerezuela a cargo del distrito limeño. El Tribunal comenzó sus acciones en un local alquilado que se ubicaba al frente de la Iglesia de la Merced, en el actual jirón de la Unión; pero, como este era muy céntrico y resultaba poco propicio para su funcionamiento, en 1584 se trasladó a la casa de Nicolás de Rivera “El Mozo”, donde funcionó hasta que fue abolida. Debe mencionarse que en toda la América hispana sólo funcionaron tres: México, Lima y Cartagena de Indias; en provincias sólo existían, representantes como los “familiares” de la Inquisición, encargados de velar por los objetivos de la Suprema. Una revisión de las cifras dadas por J. Escandell nos indica que en sus inicios el Tribunal se dedicaba al control de la población blanca. En los dos siglos y medio de la Inquisición en Lima (cuya jurisdicción comprendía los territorios actuales del Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay) el Tribunal sentenció a 1474 personas, aproximadamente, la mayoría de las cuales fue condenada a pagar multas, rezar oraciones, colocarse el sambenito, etc. El total de los casos en que se aplicó la pena de muerte fue de 32; la mitad de ellos quemados vivos y otros tantos condenados al garrote. De los condenados a muerte, 23 lo fueron por judaizantes (15 portugueses, 7 españoles, de los cuales 4 eran hijos de portugueses y un criollo, también hijo de portugueses; 6 por luteranos (3 ingleses, 2 flamencos y 1 francés); 2 por sustentar y difundir públicamente proposiciones heréticas.

“Un peso que supera mis fuerzas”

A orillas de otro océano, el Pacífico, y miles de kilómetros de distancia, un gastado arzobispo, el primero nombrado para Lima, el dominico Jerónimo de Loaysa, suspira por un prelado joven porque su arzobispado tenía “más necesidad de ser visitado que las iglesias y pueblos de España. Yo me hallo ya muy cansado...y no puedo cumplir con la carga y oficio que tengo”. El Papa Gregorio XIII acepta la propuesta del rey Felipe II. Parece que ofreció cierta resistencia pero, gracias a la influencia de buenos amigos con Diego de Zúñiga y el matrimonio Francisco de Quiñones y Grimanesa, terminó aceptando, viendo en ello la voluntad del Cielo. Así lo declaró su sobrina Mariana de Guzmán: “Y en especial sus hermanos le persuadieron a que lo aceptase, y le reconvenían diciendo que si deseaba ser mártir (que así siempre lo decía)...aquélla era buena ocasión de serlo; y que así aceptase el dicho oficio. Con que por este fin aceptó...y por echar de ver que convenía para exaltación de la Iglesia y conversión de los indios infieles de este Reino y para la salud de las almas de ellos”.Toribio escribió al Papa, el 15 de abril de 1580: “Si bien es un peso que supera mis fuerzas, temible aun para los ángeles, y a pesar de verme indigno de tan alto cargo, no he diferido más el aceptarlo, confiado en el Señor y arrojando en él todas mis inquietudes”. Fue nombrado arzobispo el lunes 16 de marzo de 1579 por el Papa Gregorio. En ese momento, era ya clérigo de primera tonsura, requisito necesario según las Constituciones del Colegio Mayor de Oviedo para ingresar en el mismo. Hubo que arreglarlo todo para conferir las cuatro órdenes menores y el subdiaconado en Granada, en el espacio de un mes, por mano del arzobispo de Granada don Juan Méndez de Salvatierra. Mogrovejo siguió como inquisidor de Granada; allá recibió el diaconado y el sacerdocio en agosto de 1580 por el propio arzobispo Méndez de Salvatierra. Fue consagrado por Mons. Luis Cristóbal Rojas Sandoval, arzobispo de Sevilla, en la Catedral, en agosto de 1580, figurando con el número 574 de los obispos españoles consagrados desde 1500 a 1699, en la obra de Vidal Guitarte Episcopologio español, 1500-1699: españoles obispos en España, América, Filipinas y otros países (Roma, 1994).

“A despedirse de su madre”

En un viaje relámpago se traslada para despedirse de su familia. Allá estaban su madre y su hermana María Coco, monja en el convento de las MM. Dominicas de san Pedro Mártir de Mayorga, y a recoger a su hermana Grimanesa con su esposo Francisco de Quiñones y sus tres hijos. Le acompaña también, su paje y fiel escudero, Sancho de Ávila, tal como nos lo cuenta en el proceso de beatificación: “al cual recibió por paje y le dio escuela y estudio y anduvo con él por todo el Reino de España cuando salió a despedirse de SM y de sus consejos, cuando le presentaron por Arzobispo de esta ciudad y en la Villa de Madrid, y de allí a Mayorga a despedirse de su madre, tíos y parientes...los cuales era pública voz y fama que era la gente de los más principal e ilustre que había”. Toribio viviría -por última vez en su patria natal- días de intimidad familiar, al calor del hogar. Parece ser que el santo quiso llevarse a toda su familia, incluida su madre y su hermana religiosa con quien tenía una intimidad especial. Habían fallecido su padre (1568) y sus hermanos Luis y Lupercio; doña Ana vivió sola en Mayorga su viudedad, arropada por la compañía espiritual de su hija sor María Coco. Toribio no tenía intención de retornar, su viaje era de ida y... hasta la eternidad. El joven Sancho, quien -por propia confesión- fue “caminando siempre con él y en su servicio” nos revela algunas actitudes de Toribio. En la villa de Mayorga, debido a su gran humildad, no admitió que sus parientes y amigos le llamasen “don”. Y en su largas caminatas por la meseta y las serranías en el itinerario Granada-Mayorga-Madrid-Granada-Sevilla-Sanlúcar, “no quería descubrirse” por arzobispo, pasando desapercibido al pasar por ventas, mesones y posadas. Sancho Dávila narra anécdotas pintorescas como el hacerse servir la comida “debajo de las encinas, cerca de la venta, por no ser conocido”, sentándose en el suelo “sobre las capas de los criados y allí comía con algunos de ellos”. En Madrid fue agasajado por los consejeros de Indios, de Castilla, de Hacienda y de sus excolegas de San Salvador de Oviedo que ocupan puestos importantes en la Corte. Entre las pertenencias que llevó consigo en el barco llamado Andrés Sánchez, de la flota al mando del general don Antonio Manrique, figuraba su biblioteca personal, que tenía para él un valor inestimable por ciertos sucesos que lo habían marcado a sangre y fuego en el alma. Se trataba, en efecto, de la biblioteca que había recibido en herencia de su tío, el doctor Juan Mogrovejo, catedrático de las universidades de Coimbra primero y Salamanca después, aunque muy pronto, al quedar huérfano de padre, se vio obligado a vender al librero salmantino Antonio de León, por la suma de 7,000 reales, una buena parte de esos libros (menos los de Derecho), para poder continuar y terminar sus estudios. Es consagrado obispo en Sevilla en verano de 1580. Antonio León Pinelo, su primer biógrafo, subraya el hecho de que el Consejo de Indias dio al nuevo Arzobispo “muy honoríficos despachos por ser el primero que salía de España para Lima”. Todos los preparativos debían realizarse antes de la consagración episcopal, pues, según la normativa vigente, el neo-consagrado debía partir con la primera flota. Por fin, en septiembre de 1580 se embarca rumbo al Perú desde Sanlúcar de Barrameda. En la nao san Andrés le acompañan 22 personas, entre ellas, su primo y cuñado, futuro regidor de Lima y capitán general en Chile, Francisco de Quiñones, doña Grimanesa, hermana del santo, y sus hijos; don Antonio de Valcázar, vicario general, y Sancho Dávila. Además navegaba la sexta expedición de 16 jesuitas. Va como capellán doméstico, Domingo de Almeyda, futuro Deán de la Catedral de Lima, el cual conoció al arzobispo en Sevilla, a fines de agosto de 1580, y quien dará testimonio de cómo en el viaje, por mar y tierra, rezaron puntualmente las horas canónicas durante los tres meses que duró la travesía y aproximación hasta la Ciudad de los Reyes.

Sínodos y concilios

Pocos obispos como Mogrovejo encarna el perfil trazado por Juan Pablo II en su exhortación postosinodal Pastores gregis: “Duc in altum (Lc 5, 4). A la luz de esta insistente invitación del Señor «podemos releer el triple munus que se nos ha confiado en la Iglesia: munus docendi, sanctificandi et regendi. En definitiva, en el rostro del Obispo los fieles han de contemplar las cualidades que son don de la gracia y que, en las Bienaventuranzas, son como un autorretrato de Cristo: el rostro de la pobreza, de la mansedumbre y de la pasión por la justicia; el rostro misericordioso del Padre y del hombre pacífico y pacificador; el rostro de la pureza de quien pone su atención constante y únicamente en Dios” (n.18). Aunque las tres funciones y misiones de enseñar, santificar y regir están indisolublemente unidas e imbricadas, las separamos por fines didácticos.Está claro que el último responsable de la evangelización y de la plantación de la Iglesia es el obispo. Como padre y pastor enseña cuando gobierna y cuando “santifica”.

Los Obispos, organizadores de la Iglesia

La labor de los obispos se refleja en los numerosos concilios provinciales y sínodos diocesanos convocados, así como en las visitas pastorales y fundaciones (pueblos, seminarios, hospitales). En la selección de los candidatos se tenía en cuenta: su formación teológica, su experiencia de gobierno y su ejemplaridad de vida. Desde 1511 a 1600, hubo 214 obispos, 9 criollos y 142 religiosos. En la capitulación firmada por Pizarro (Toledo, 26.VII.1529), se preveía ya una sede episcopal en Tumbes, cuyo prelado habría sido Hernando de Luque de no sorprenderle la muerte. En 1535 fue erigida la diócesis de Cuzco, cuyo primer obispo P.Valverde llegó a su sede en noviembre de 1538. El primer obispo fue el célebre capellán de Pizarro, P. Vicente Valverde. Fue el único religioso presente en el polémico lance de Cajamarca. Fue él quien se encargó con dura actitud del Requerimiento ante el Inca Atahualpa, a quien bautizó antes de ser ejecutado. Será confidente de los reyes que le llevan a la Corte y le nombran obispo de Cuzco. Por su medio parte otra expedición de Dominicos. Será un celoso misionero y sincero protector de los naturales para cuya defensa redactó un memorial. Llega al Cuzco en 1538 asolado por la guerra civil. Seguirá trabajando como misionero hasta morir a manos de los indios de la isla de Puná. Enseguida se crearon otros dos obispados: Lima y Quito. El primero quedó establecido en 1541 y fue elevado a metropolitano en 1546. Como primer prelado de Lima fue nombrado Fray Jerónimo de Loaysa (1543-75), primer prelado también que tomó posesión de la sede episcopal. Convocó los dos primeros concilios limenses; en el primero se reglamentó el funcionamiento de las doctrinas; en el segundo se fijó en 400 indios casados el número máximo de cada doctrinero. La aplicación de las disposiciones tridentinas sobre la organización parroquial supuso un gran avance para la iglesia peruana, al desaparecer la primitiva división en repartimientos y encomiendas. Se crearon parroquias de indios atendidas por curas que conocían la lengua nativa de sus feligreses. Cuzco llegó a tener seis y Lima tres. Según J. Dammert Bellido, Mogrovejo fue el "clérigo más ilustre del Perú" y tuvo una dedicación excepcional a sus sacerdotes a los que defendió en gráfica expresión de Gaspar de Villarroel como la leona a sus cachorros. Los únicos obispos diocesanos del C3L fueron Mogrovejo y Lartaún; en el C4L sólo él y De La Raya. De los clérigos colaboradores o alumnos del Seminario de santo Toribio llegaron a obispos: Bartolomé Martínez, español, a Panamá, Bernardino de Almansa, de Santo Domingo, Carlos Marcelo Corne, criollo, Trujillo, Feliciano de Vega, de Popayán, La Paz, México, Pedro de Valencia, La Paz, Alonso de Peralta, de Arequipa, en Charcas. Parece que consagró siete obispos en total: Alfonso Guerra, dominico de Río de la Plata, Paraguay en la fecha de 12 de agosto de 1582, en el Convento del Rosario en Lima; Bartolomé Ledesma, O.P. salmantino, obispo de Oaxaca, México, en 1584, catedral de Lima; Bartolomé Martínez Mechado, obispo de Panamá, luego Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, 1593 y Cartagena de Indias en 1594; en 1593, en Lima, a Alfonso Fernández Bonilla, Arzobispo de México, murió en Lima en 1600 sin llegar a la sede; en Trujillo, el 1 de enero de 1594, a Luis López de Solís, OSA, de Quito, luego de Charcas en 1605; en 1595, en Lima, a Alonso Ramírez Vergara, OSA, obispo de Charcas; en 1599, el 24 de octubre, a Reginaldo de Lizárraga, con Alonso Ramírez de Vergara, OSA, obispo. de Cuco.

La Universidad de San Marcos

La Real Universidad de la Ciudad de los Reyes fue creada en mayo de 1551 a imagen de la de Salamanca, concediéndole en 1588 sus mismos privilegios y exenciones. Fue el Rector Francisco de León Garabito quien imprimirá numerosos ejemplares de las constituciones salmantinas para que todos los miembros del claustro sanmarquino de Lima se aficionasen al estudio de las ciencias y valorasen el título concedido. Por una carta del Prelado desde Los Andajes, 13 de marzo de 1589, en respuesta a una Real Cédula de Felipe II, se constata su preciso seguimiento de la Universidad. Le parece que la Facultad de gramática está bien dotada con las tres cátedras de menores, medianos y mayores, y por disponer del Colegio de la Compañía de Jesús. La de artes estaría necesitada de una cátedra con el fin de dar abasto en los tres años preparatorios de la Teología, que "es la orden, que si bien me acuerdo, se tiene y guarda en Salamanca". La facultad de Teología dispone de cuatro cátedras: Prima, Sagrada Escritura, Vísperas y Casos de Conciencia, que le parecen suficientes si se complementan con los colegios de la Compañía y de Santo Domingo. La mayor necesidad la representa la Facultad de Cánones y Leyes, pues sólo ha habido dos de Prima con título de vísperas y necesitaría otras tres cátedras más con el fin de que "se leyesen de ordinario seis lecciones, que es una menos de las que los estudiantes curiosos y diligentes suelen oír en Salamanca". Acerca de los salarios cree suficiente con mil pesos ensayados las de prima, quinientos las de víspera y cuatrocientos las dos menores. Una nota muy humana cierra su informe: "como son personas legas las que han de regir estas cátedras y por la mayor parte casados y gente de familia, tienen necesidad de más ayuda". Santo Toribio, sobrino del catedrático salmantino, Juan de Mogrovejo, licenciado por Valladolid y Salamanca; conocedor además del mundo universitario de Coimbra, en Portugal, levantará el Colegio Seminario así como el Colegio Mayor de San Felipe siguiendo el patrón de los Colegios Mayores salmantinos. En las Actas del Cabildo Catedralicio de Lima, libro XIV (folio 5), 17 de enero de 1733, se anota el “Grado dado por la Universidad a Santo Toribio”, para lo cual otorga como limosna 693 pesos y 3 reales

Trece sínodos

De los 11 concilios provinciales y 57 sínodos diocesanos inventariados para la “edad dorada” de la Iglesia en Indias(l551-1622), 3 concilios (C3L[Concilio Tercero Limense],1582-83, C4L.1591, C5L 16O1) y 13 ( desde 1582 a 16O4) sínodos fueron convocados por el obispo castellanoleonés Toribio Alfonso de Mogrovejo. Como reconoce uno de los máximos especialistas, D. Angulo, “los concilios limenses llenaron su época; ellos fueron en las Indias de tanta importancia, como lo fueron antaño los toledanos en el imperio visigodo”. Su formación jurídica, rectitud personal de vida y su celo por aplicar la reforma tridentina quedarán plasmadas en estos documentos. Con un lenguaje gráfico y pintoresco en ocasiones, grave y solemne en otras, dramatiza en el más elegante y castizo castellano la polícroma realidad indiana en la que caben la ambición y la debilidad, la exigencia con la comprensión, alentando en todo momento un deseo manifiesto de mejorar al indio. Tales reuniones serán una adecuada plataforma para informarse del estado de la diócesis, para examinar y juzgar su situación y para aplicar los medios oportunos conducentes a su mejora. De ellos ha podido V. R. Valencia que “son la Pastoral moderna de Trento aplicada escrupulosamente, como una proyección fiel, a la Iglesia americana en formación. Y el más avanzado código social, aun en sus aspectos laborales, que conocemos de esos siglos” De los trece sínodos, el primero, anterior al Tercer Concilio Limense, se celebró en Lima, en la cuaresma de 1582, sintetizando su fruto en 29 capítulos referentes a párrocos y doctrineros, el 12 prohibía las danzas y representaciones en ermitas e iglesias sin aprobación episcopal. El segundo sínodo se celebró también en Lima, febrero de 1584, tras el Tercer Concilio, y de las 11 constituciones resultantes se puede citar la que advierte a los párrocos llevasen matrícula de los que se confesasen y se coloquen tablas de las fiestas de guardar. El tercero, en Santo Domingo de Yungay (Ancash), concluyó el 17 julio de 1585, redactándose en 93 puntos, como el deber de hacer padrones, la petición de limosna para repartir entre los indios pobres, el predicar la doctrina cristiana en su lengua -especialmente a los niños menores de 12 años-, la prohibición de exigir dinero a los indios por los sacramentos así como el “servinacuy” o matrimonio a prueba y el nombramiento de fiscales. Los sacerdotes debían administrar a los indios el sacramento de la Eucaristía después de haberlos instruido; no debían asistir a las corridas de toros por considerarlo “indecoroso”; no debían tener mujeres a su servicio ni jóvenes ni viejas; debían administrar gratuitamente los sacramentos a los indios, ya que estaba proveído a favor de los doctrineros la pensión que debían pagar las encomiendas a razón de 300-400 pesos al año. El cuarto tuvo lugar en Santiago de Yambrasbamba, provincia de Chachapoyas (Amazonas) en septiembre de 1586; la constitución 19 prohibía a los corregidores intervenir en causas de idolatría y la 20 que no lleven impuestos a los indios. El quinto fue en san Cristóbal de Huañec, Yauyos, septiembre de 1588, y entre sus 30 constituciones estableció en 6 años el mínimo de permanencia de un doctrinero con su pueblo y que los clérigos avisasen a las autoridades civiles acerca de la necesidad de hacer puentes, caminos y reducciones para conseguir la doctrina como corresponde. El sexto se celebró en Lima, octubre de 1590, con 14 constituciones y la asistencia de los dos cabildos, advirtiendo a los corregidores que no se entrometan en la jurisdicción de los doctrineros y advirtiendo a los diezmeros fuesen justos en la cobranza de los diezmos. El séptimo, en octubre de 1592, Lima, dentro de sus 30 constituciones estableció como día festivo, sólo en Lima, la celebración de san José; que los sacerdotes enviasen relación de los pueblos e indios que tienen a su cargo; que los visitadores examinen el estado de iglesias y hospitales y pongan remedio; “y que se haga todo en mayor comodidad y beneficio de los indios” (Constitución 28). El octavo se celebró en san Pedro y san Pablo de Piscobamba (Ancash) en septiembre de 1595. De las 48 constituciones, algunas prohibían a los indios abandonar las reducciones y obligaban a los ordenandos a asistir a las clases de quechua. En un reciente análisis del mismo, Miguel León Gómez, tras situarnos geográfica e históricamente el Callejón de Conchucos, en concreto la Encomienda de Piscobamba, analiza su evangelización, dedicándose a la obra de santo Toribio dividida en su actuación en los sínodos y el tratamiento de las cuestiones eclesiásticas y sociales en el sínodo de Piscobamba. El autor sintetiza su análisis del modo siguiente:”...fue un paso más en la evangelización del Virreinato del Perú, y los temas tratados en él plantea propuestas de solución a problemas concretos en el marco de la difícil tarea de la cristianización. Santo Toribio, en el Sínodo de Piscobamba, evaluó los resultados de la aplicación del Tercer Concilio Provincial Limense, insistió en la obediencia a sus normas y promulgó decretos acerca de cuestiones específicas suscitadas por su aplicación”. Del noveno, en 1596, se han perdido las actas. El décimo, 1598, en Huaraz (Ancash). Se sale al paso de quienes hiciesen chicha de jora o comerciasen con ella. El undécimo, 1600, sin actas. El duodécimo, 1602, Lima, produjo 49 constituciones dedicadas a la prohibición de la azúa y el tabaco para los sacerdotes, que se quitasen de los templos las pinturas profanas y la imposición de penas para los clérigos negociantes. El décimo tercero y último, julio de 1604, en Lima, con 43 constituciones; entre ellas se reservaba al obispo la facultad de absolver del pecado de injusticias cometidas con los indios como con la venta de huarapo. Su fin primordial será la construcción de lo que Mogrovejo denominó “la nueva cristiandad de las Indias. De su importancia da fe la vigencia mantenida hasta el Concilio Plenario de América Latina, celebrado en Roma el año 1899. Ellos contienen, junto con sus prescripciones de carácter eclesial, “interesantes cláusulas de tipo cultural y de promoción humana en las que fija la Iglesia americana su posición respecto al indio, reclama su libertad, estudia medidas de carácter social, educativas y hasta higiénicas” (Demetrio Ramos).

Tercer Concilio Limense

Nace el mismo año que el reformador San Carlos Borromeo. Aunque se había recibido oficialmente la legislación de Trento en el Segundo Concilio Limense, 1556, su aplicación distaba mucho de ser realidad. Fray Jerónimo de Loaysa lanzó la primera convocatoria del tercer concilio entre marzo y abril de 1572 para celebrarse en junio de 1573. Sucesivas dificultades fueron demorando su realización y en 1575 sobrevino su muerte. La vacante de seis años en la sede limeña dificultaba su convocatoria y el obispo más anciano de la archidiócesis, fray Pedro de la Peña, desde Quito, no se encontraba con fuerzas para acometerlo. Así las cosas, arriban a Lima en mayo de 1581 el nuevo arzobispo y el nuevo virrey. Se ponen de acuerdo el metropolitano y el vicepatrono y con fecha 15 de agosto de 1581 se convoca a concilio para el año siguiente. Los miembros del Cabildo Catedralicio anotarán en las actas capitulares el 9 abril 1581: “había mucha necesidad de que se convocase y se hiciese concilio provincial como lo manda el Santo Concilio de Trento”.( Libro 2º f.107v) En aquel momento, eran nueve las diócesis sufragáneas de Lima, a la que se agregará Tucumán. Al concilio asisten 8 obispos junto al metropolitano y en nombre del rey, Martín Enríquez de Almansa, virrey y vicepatrono. Los prelados son fray Antonio de San Miguel OFM (La Imperial de Chile), don Sebastián de Lartaún (Cuzco), fray Diego de Medellín OFM (Santiago de Chile), fray Francisco de Vitoria OP (Tucumán), don Alonso Granero de Ávalos (La Plata), fray Alonso Guerra OP (Asunción o Río de la Plata), recientemente consagrado en Lima, y fray Pedro de la Peña (Quito), que se incorporó en octubre. El de Popayán, fray Agustín de la Coruña, estaba detenido en Quito. La diócesis de Panamá estaba vacante, al igual que la de Nicaragua, pero ésta envió a su representante fray Pedro Ortiz OFM. Asistieron asimismo 9 procuradores de los cabildos eclesiásticos, entre ellos el Dr. Juan de Balboa por el de Los Reyes. Entre los 8 provinciales y superiores regulares figuraban fray Jerónimo de Villacarrillo, OFM, y fray Nicolás de Ovalle (Mercedario). Entre los 5 teólogos seleccionados cabe mencionar al agustino fray Luis López y el jesuita P.José de Acosta. Igualmente entraron tres letrados juristas, uno de los cuales fue fray Pedro Gutiérrez Flores y 5 oficiales como el Dr.Antonio de Valcázar, provisor y vicario general de Los Reyes, secretario del concilio, junto con el arcediano de Paraguay Martín Barco de Centenera; como fiscal estuvo el Dr. Juan de la Roca. Tal como estaba previsto, se inauguró el 15 de agosto de 1582, fiesta de la Asunción de la Virgen, con una solemne procesión desde el convento de Santo Domingo hasta la catedral. Preside el metropolitano, acompañado de 4 obispos, más el virrey, audiencia, cabildos...El sermón corrió a cargo del obispo de La Imperial, fray Antonio de San Miguel. Se leyeron las leyes eclesiásticas, se formuló la profesión de fe y santo Toribio anunció que las sesiones privadas se celebrarían en la sala capitular, dejando las públicas para el templo catedralicio. Comenzaron con las lecturas de los anteriores concilios y los memoriales de las iglesias, analizando los asuntos que la secretaría general iba presentando. Bien pronto comenzaron los problemas. En marzo de 1583 morían el obispo de Quito y el virrey, debiendo asumir las funciones de este último el oidor más antiguo, Licenciado Cristóbal Ramírez de Cartagena. Se incorporaron, sin embargo, en el mismo mes, el obispo de La Plata Alonso Granero de Ávalos y el de Tucumán, el dominico fray Francisco de Vitoria. La tormenta se desató por la acumulación de memoriales -hasta 23 acusaciones por parte del Cabildo secular- contra el obispo del Cuzco, Mons. Sebastián de Lartaún y la respuesta intempestiva del mismo. Se le llegaba a acusar hasta de ser responsable de la muerte del canónigo Juan de Vega y de haberse apropiado de más de 30.000 pesos de la fábrica de la catedral. La gravedad de las denuncias movió al arzobispo Mogrovejo a aceptarlas y examinarlas con el fin de que Lartaún se exculpase. El obispo de Cuzco negó competencia al concilio para tratar ese asunto. El santo optó por ordenar una investigación comisionando a varios de los asistentes que, después de controversias y declinaciones, recayó en el fiel provisor y vicario general Valcázar. Todos los obispos, salvo el de La Imperial, apoyaron al santo. Muerto el virrey Almansa, firme apoyo del arzobispo, éste pensó en disolver el concilio. El obispo de Cuzco, no sólo negaba la incompetencia del mismo, sino que llegó sostener que el proceso no podía llevarse a cabo fuera del concilio. El santo propuso entonces remitir el proceso a Roma. Al efecto, en vísperas de Semana Santa, suspendió en concilio hasta la Pascua de Resurrección indicando a los padres conciliares que se retirasen. Sin embargo, 5 obispos no sólo se negaron sino que arrebataron las llaves del archivo y se apoderaron de los papeles del proceso, que retuvo fray Francisco de Vitoria, llegándolos a quemar en el horno de un pastelero del centro de Lima. Ante su negativa de devolver los documentos, el metropolitano suspendió las congregaciones y excomulgó públicamente a Mons. Vitoria. Éste pretendió continuar el concilio en el caso de que no lo reabriese santo Toribio. El metropolitano accedió con tal de que se devolviera el libro de acuerdos a los secretarios. Como cuatro de los cinco obispos sufragáneos llevaban adelante su proyecto de conciliábulo Mogrovejo los excomulgó. Ahora entendemos por qué el P.Acosta llegó a decir que el concilio parecía “una Consulta de Estado hecha a marineros aburridos”. Sin embargo, santo Toribio no se dio por vencido, mientras tanto el P.Acosta y colaboradores habían redactado el catecismo, confesionario y parte del sermonario, el canónigo Juan de Balboa dirigía el equipo de traductores al quechua, mientras que el P.Blas Valera hacía otro tanto con el aymara.

El 19 de abril de 1583 santo Toribio, a costa de su propia humillación, reabría el concilio venciendo la animadversión reinante y haciendo caso omiso de la intemperancia del prelado de Cuzco, Lartaún, el cual se permitió afirmar ante el legado real que “el arzobispo no era cabeza ni presidente del concilio, sino el Espíritu Santo”. Con motivo de tales incidentes exclamará: “No temo ni tiemblo a cosa alguna. Lo que más me ase vivir con inquietud no es lo que padezco, sino el temor de que mis ovejas, escandalizadas de estas varias revoluciones, caigan en culpas y ofensas de Dios...La consideración de que los trabajos que he padecido vienen derechamente de mano de Dios, jamás me ha puesto triste; antes, con ese convencimiento, he vivido alegre, en medio de ellos, las busco con contento”. Y así, pese a las tensiones, logró convencer a los padres conciliares para que se prescindiese de la causa judicial del de Cuzco y en cambio se ofreciese al pueblo cristiano los anhelados decretos de reforma. Gracias a su tesón y ecuanimidad, su celo y santidad, salió adelante el Concilio, instrumento privilegiado de la reforma tridentina en América en un ambiente de absoluta concordia y unanimidad entre los asistentes. Sus normas regirán la “nueva cristiandad de las Indias” -como gustaba repetir- hasta el Concilio Latinoamericano de 1899. Será el estatuto de la Iglesia americana ( cuatro arzobispados y 17 obispados) para tres siglos. Como atinadamente escribe el P. Enrique Fernández el concilio “contribuyó fuertemente a la configuración de un solo Perú, pues en sus ordenaciones desaparece la dicotomía de temas y constituciones entre indios y españoles...Ahora (la Iglesia) mira a un solo Perú en el que hay sí, españoles y criollos, una presencia creciente de mestizos y una permanencia del mundo indígena que es el sustrato fundamental de la nueva Patria”. Frutos suyos serán la fundación de Seminarios (calcados del Colegio Mayor de Oviedo de Salamanca, la organización de las visitas canónicas para comprobar que todo se aplicaba, la publicación de un “Catecismo” en los tres idiomas (castellano, quechua y aymará), el “Sermonario” (guía de párrocos y predicadores), “Confesonario” (manual de instrucciones para los penitentes).

Tres catecismos, una doctrina

Se busca unificar la doctrina, la cartilla y el idioma. Al efecto se comisiona a un grupo de teólogos y lingüistas que acometan tan magna labor. Era necesario un catecismo único en las dos lenguas vernáculas más difundidas, la quechua o lengua general del Inca y la aymara. Esta obra sustituiría a la cartilla que tenía como cometido enseñar los rudimentos de la fe y el castellano. Se encomienda toda la labor al P.José de Acosta y su traducción al P. Barzana ayudado por el P.Blas Valera, experto en quechua y el P. Bartolomé de Santiago, experto en aymara. Se titula Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de indios, resultando ser el primer libro impreso en Perú y por el que se instruirán españoles, mestizos, indios y negros de América. La obra contiene tres catecismos trilingües. El primero, Doctrina cristiana tan sólo contiene 22 páginas y comprende la señal de la cruz, oraciones (Padre Nuestro, Ave María, Credo, Salve), artículos de la fe, el Decálogo, los mandamientos de la Iglesia, sacramentos, obras de misericordia, virtudes teologales y cardinales, pecados capitales, enemigos del alma, novísimos y la confesión general. Sigue una Suma de la fe católica en dos páginas y sólo en castellano. El Catecismo breve, con preguntas y respuestas, presenta de forma escalonada el tema de Dios en sí mismo y en su obra, poniendo el acento en el monoteísmo y en la culminación de la obra creadora que es el alma humana inmortal. Continúa con el tema de Jesucristo Redentor y los novísimos, para terminar con el tema de la Iglesia, quien se confía la palabra de Dios y los medios de salvación que Cristo le confió. Se incluye también una Plática breve que contiene la suma de conocimientos cristianos junto a un abecedario trilingüe. El tercero o Catecismo mayor es “para los que son más capaces”. Sigue de cerca el modelo del Catecismo del Concilio de Trento, aunque es original en la forma de adaptarse a la realidad indiana. Las 98 páginas se articulan en 5 partes con 117 preguntas: introducción a la doctrina cristiana, el símbolo, los sacramentos, los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, obras de misericordia, Padre Nuestro. Le siguen anotaciones sobre las traducciones al quechua y al aymara.

El confesionario

En 1585 se imprime el Confesionario para los curas de indios trilingüe, en 32 páginas. Contiene elementos que preparar a la confesión: exhortación, examen por los mandamientos, preguntas para curacas o caciques; fiscales, alguaciles y alcaldes de indios, hechiceros; exhortación una vez oída la confesión, reprensión por pecados de idolatría, superstición, embriaguez, amancebamientos y latrocinios. Va dirigido, no solamente a los confesores, sino también a los predicadores y doctrineros. Sigue el orden de los mandamientos, precedido de algunas observaciones como introducción y de una parte final referente a los diferentes estados de las personas. El texto se ve acompañado de otras piezas que ayudan a instruir a los indios sobre la cosmosivión andina, detallando sus creencias y sus prácticas religiosas o pararreligiosas. Le siguen dos exhortaciones trilingües para indios adultos y otra tercera “para los que no están tan al cabo”, además de las letanías de los santos. A continuación se ofrecía un elenco, en castellano, de privilegios y facultades pontificias para las Indias. Terminaba, en los tres idiomas, con los impedimentos matrimoniales, junto con una declaración de los motivos de invalidez.

Sermonario

El tercer y último volumen se titulaba Tercer Catecismo y Exposición de la Doctrina Cristiana por sermones, para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los indios... y a las demás personas. Es el texto más extenso con 446 páginas que contienen 31 sermones en los tres idiomas. Se desarrollan como materias catequéticos los presupuestos de la fe y los misterios de la misma, y los sacramentos, los mandamientos de la Ley de Dios... Todo ello enriquecido con textos bíblicos, de los Santos Padres y del magisterio eclesiástico. De gran interés son las 11 páginas del proemio en las que se trata del modo de enseñar y predicar a los indios; el primer principio enfatiza: “Se ha de acomodar en todo a la capacidad de los oyentes el que quisiere hacer fruto con sus sermones o razonamientos”; el tercero habla del modo “llano, sencillo, claro y breve” y del estilo “fácil y humilde, no levantado, las cláusulas no muy largas, ni de rodeo, el lenguaje no exquisito, ni términos afectados, y más a modo de quien platica entre compañeros, que no de quien declara en teatros”.

Las claves de los catecismos

Conviene subrayar como mérito excepcional de estos catecismos la traducción al quechua y aymara de conceptos sutiles y difíciles, gran parte de los cuales se tradujeron también a otras lenguas vernáculas de dentro de Perú, como la collana, cañeri, purgay, quillasinga y puquina, y fuera: en la lengua general del Reino de Chile, la araucana, en el guaraní, la musca de Bogotá. Luciano Pereña destaca cinco claves para interpretar su trascendencia:

1. Fueron el medio para educar y afianzar en la fe al pueblo.

2. A través de una síntesis y purificación, el Concilio asumió la misión de los primeros evangelizadores, llevando hasta lo último su compromiso evangélico con el indio.

3. Sus textos son auténticas fuentes y raíces del mestizaje étnico cultural, propio de la fisonomía continental iberoamericana.

4. Facilita datos etnográficos (creencias religiosas, ritos y ceremonias en sus relaciones con las costumbres civiles y sistemas de gobierno inca) registrados por los misioneros con el fin de transformar su identidad originaria.

5. Diferenció claramente la parte dogmática y esencial en la formación y maduración de la fe, de la parte disciplinar y circunstancial en la implantación progresiva de la Iglesia en evolución.


En camino

Oficios de Semana Santa El Jueves Santo por la mañana celebraba de Pontifical y consagraba los Santos Óleos. Al acabar el Oficio se iba al palacio donde daba de comer a doce indios pobres, sirviendo él mismo los platos y la bebida. A las dos se sentaba a comer un pco de pescado cocido en agua. A las 3 volvía a la iglesia y lavaba los pies a los doce indios, con augas olorosas y se besaba con suma humildad; a cada uno daba un vestido, un paño de manos y una limosna. Luego asistía a la publicación de la Bula de la Cena y en el Coro a las Tinieblas. Se recogía en su cuarto a rezar, hacía colación de pan y agua y a las doce salía con dos criados a las Estaciones y volvía cerca del Alba. Reposaba un poco y el viernes de madrugada se iba a la Iglesia donde se estaba en oración delante del Santísimo Sacramento hasta que se empezaban los oficios que también celebraba o asistía a ellos. A la una del día comía solo pan y agua y hasta el sábado a la misma hora lo payaba en ayunas. Repetía mucho las palabras escuchadas al predicador P.Lobo, en Salamanca: “Juicio, infierno, eternidad”.

La Eucaristía

Fue el Arzobispo quien sentenció defintivamente a favor de los indios la problemática planteada sobre si administrarles o no la comunión. Las dificultades se referían a "la pequeñez de su fe", la falta de discernimiento hacia "aquel celestial manjar de este bajo y humano". Los Jesuitas introducían la práctica de administrarlo tanto en Lima como en las doctrinas y misiones. Santo Toribio no esperó al Tercer Concilio y lo administró en la visita pastoral por Nasca y Huánuco, disponiendo en el Sínodo de Lima de 1582 que "en adelante, a los indios capaces de ellos, se les administre el Sacramento de la Eucaristía". En relación con la pastoral eucarística y la disciplina encaminada a hacerla efectiva de acuerdo con el Concilio de Trento, el Santo se fijó en varios puntos: La enseñanza eucarística, La comunión pascual y por viático, Reserva y exposición. Las procesiones eucarísticas. Corpues Cristi De este modo el Tercer Concilio Limense, a pesar de sus cautelas, como el permiso escrito de su cura, decreta que se les administre (Acc.2ª, cap.20) Cuando algunos misioneros y encomenderos ponían trabas para dar la comunión a los indios alegando incapacidad, el Arzobispo de Lima les dirá resueltamente: "Pues hacedles vosotros capaces, instruyéndolos" (Pinelo, Vida 1906, p.139). El tercer sínodo tuvo lugar en Santo Domingo de Yungay (Ancash) de 1585 advertirá a los sacerdotes que debían administrar a los indios el sacramento de la Eucaristía después de haberlos instruido, amenazándolos con la privación de la parroquia si no se cumple con presteza lo dispuesto en el Concilio sobre la comunión y sobre la instrucción especial que debe dárseles sobre los misterios eucarísticos y de del viático. Tal celo dará sus frutos. Así, en la carta que escrite Mogrovejo a Felipe II, desde Andages, 13 de marzo de 1589, dirá que los sacerdotes diocesanos son "muy observantes de administrar los santos sacramentos, así el de la Eucaristía por la Pascua de Resurrección, como el viático a los indios". Precisa A. León Pinelo el esmerado cuidado puesto en atender las iglesias: "Y en muchas de españoles puso sagrarios que no los había y en algunas de indios en que le parecía que había seguridad y posibilidad para sustentar lámparas y estar con decencia" Una noche, se asoma a la ventana de su cuarto y observa que uno de sus criados, negro, tenía un fuerte dolor de costado, por el que a las dos de la mañana se presenta un Cura y un criado para alumbrarle. Al preguntarle el Arzobispo sobre el motivo de la visita, vio que era conveniente darle el Viático al enfermo y así se lo manifiestó al Cura. Éste le contestó que no le parecía capaz de recibirle, por "ser el negro muy bozal", a lo que el Santo "le replicó que le hiciese capaz. Y sin guardar más, bajó y se fue con el Cura al aposento del negro; y sentándose en la cama, son sumo amor y humildad, le empezó a disponer; y con caricias y palabras de su espíritu fervoroso le dio a entender lo que habnía menester para aquella hora; y consiguió en el modo posible y suficiente, el poderle dar el Viático, y que el enfermo le recibiese. Y, llamando a los criados, mandó que limpieasen y aderezasen el pobre aposento y pusiesn altar decente, y por dentro de sus Casas Arzobispales pasó con el Cura a la iglesia y con alguna gente que se juntó al toque de la campana, hizo llevar el viático, con palio y pendón y fue detrás alumbrado. Y, habiéndole recibido el negro, con gran consuelo suyo y edificación de los circunstantes, volvió con el acompañamiento a la Iglesia, hasta dejara Cristo Sacramentado en su lugar.

Las visitas

El apelativo de “rueda en continuo movimiento” se lo dio el crítico virrey Marqués de Cañete. Nos recuerda al que le dieran por las mismas calendas a Teresa de Jesús “fémina inquieta y andariega”. Le servirán al prelado para mantener un contacto directo con los sacerdotes y sus fieles; a nosotros nos aporta valiosísimos datos para una radiografía del Perú: censos de población, tipos de cultivos y ganados, condición y calidad de los doctrineros, comportamiento de los corregidores, trato recibido por los indios, situación y distancia de los caminos, condiciones meteorológicas, menú de los acompañantes del obispo, estudio etnográfico, estado del proceso evangelizador... Su fiel secretario el jesuita José Acosta, padre de la moderna antropología, nos dirá que los caminos que recorrían eran “más bien para los gamos y las cabras que para los hombres”. Las cabañas donde solían morar “más son corrales de ovejas y establos que moradas dignas de la especie humana”. Las tres grandes visitas pastorales, generales o formales, fueron emprendidas a continuación de los concilios provinciales limeneses de 1583-4, 1591 y 1601. Dentro de su actividad pastoral, descuellan sus visitas, en las que conviven con los párrocos doctrineros, se hace acompañar de sacerdotes y laicos comprometidos, que hicieron de estos viajes jornadas de familiar amistad. Algo se deja tralucir en su carta dirigida al Rey Felipe II, desde Trujillo, el 10 de marzo de 1594:”...sin atender a más que al servicio de Nuestro Señor [...]visitando mis ovejas y confirmando y ejerciendo el oficio Pontifical por caminos muy trabajosos y fragosos, con fríos y calores, y ríos y aguas, no perdonando ningún trabajo, habiendo andado más de tres mil leguas y confirmado quinientas mil ánimas, y distribuyendo mi renta a pobres con ánimo de hacer lo mismo si mucha más tuviera, aborreciendo el atesorar hacienda...”. De hecho, en los procesos de beatificación, de 1631 y 1659, los testigos declaran invariablemente con sumo gozo el haber tenido la suerte de hablar con su Arzobispo, quien les confirió el sacramento de la confirmación.

La primera gran visita

Llegado a Lima en 1581, emprende la visita del sur, hasta Nazca. Poco después visitará la zona de Huánuco y, acabado el Concilio III Limense, en 1584, emprende una visita de 6 años de duración por Cajatambo, Yauyos, Huarochirí, Huánuco, Ancash, Chachapoyas, un recorrido de 10.000 kms y medio millón de fieles atendidos, volviendo a Lima en sólo dos ocasiones. En Cajatambo tuvo que excomulgar al corregidor Alonso de Alvarado por su mala gestión; éste apeló a la Audiencia de Lima que le apoyó. A pesar de ver iglesias derruidas y constatar las injusticias cometidas por los corregidores que no invertían el dinero de las Cajas de Comunidad en los hospitales de indios como se puntualizaba en un memorial de 22 puntos de los doctrineros de Pira (Huaylas), nunca desmayó en su empresa. En febrero de 1589 visitó fugazmente la provincia de Trujillo para presentarse en octubre de 1590 en Lima para el concilio provincial. En siete años, recorrió 11.000 kms., dejando su vajilla de plata como limosna en alguno de los poblados andinos y, lo más importante, con riesgo de su vida por las dificultades que tuvo que tuvo que sortear. Segunda gira pastoral La segunda gira la realizará desde 1593 a 1598, recorre 7.500 kms, Ancash-cerca de Chavín-, Trujillo, Lambayeque, Cajamarca, Chachapoyas, Moyobamba, Chancay, Ica, atiende 350.000 fieles; conservamos un precioso documento, el “Diario” de la visita. La inicia el 7 de julio de 1593, en la doctrina de Carabayllo, hoy englobada en la Gran Lima hacia el kilómetro 32. De aquí se dirige hacia Aucallama, en el valle de Chancay, Palpa y Huaral, para continuar por Huacho y Huaura. El 24 de julio estaba ya en Totopón, junto al río de la Fortaleza o Pativilca, de donde continuó a Cajacay. De aquí pasó al Callejón de Huaylas, se desvió a Casma y, por la costa, se dirigió al norte hasta Jayanca. Vuelve hacia Pacasmayo, sube a Cajamarca, de donde por Pallasca, penetra en Huaylas llegando a Llamellín en febrero de 1595. A título de ejemplo, transcribimos una de las primeras páginas del célebre diario: “Comienza la visita el 7 de julio de 1593 en Carabaillo que está a 4 leguas, es cura el P.Fr. Diego de Haro, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced y buen lenguaraz y halló aver los indios y ánimos siguientes: . Tributarios, 60 . Reservados, 8 . De confesión, 200 . Ánimas: 249 (chicos y grandes) . Sínodo, 190 p ensayados . Cofradía del Rosario con jubileos y sin renta. Fdo. Fernando de Almansa, público notario. Confirmó: 43. Folio 22 v: Yungay . Curas: P.Pedro Gs y Fr. Faco. Chacón. Saben razonablemente la lengua. . Indios tributarios, 673 . Reservados 188 . Confesión, 1.877 . Ánimas, 3293 Confirmó 3132 la vez pasada, 591 esta vez. . 2 obrajes, uno del encomendero D. Jerónimo de Guevara. . 10 telares y 40 tornos. De provisión: 51 indios casados y 100 muchachos de toda su encomienda en Huaylas 20 y en Macore 31 y los demnás de Yungay. Páganse a los casados que son a 20 p por año y los pecheros a 24 y los tejedores a 28 y los muchachos a 13 y 16 p. El centro de la comunidad de dicho pueblo tiene 8 telares y 67 tornos, tiene de provisión 27 indios y 50 muchachos, todo de esta doctrina, págaseles a los casados a real cada día y a los muchachos a medio real. . Tiene 8 estancias en contorno que la una es a cargo de Francisco de Verastegui, curador de un hijo de Luis de Chaves, tiene 19 indios casados, tiene ovejas. . Don Alonso Llandlli en su estancia tiene 12 indios casados, tiene ovejas, vacas y puercos y yeguas y burros. . Alonso Prieto tiene dos indios casados, tiene ovejas. . El capitán Acacio Ramírez tiene 6 indios casados, tiene sementeras. . Pedro Llaully, tiene 2 indios casados, tiene ovejas y sembrados. . Joan Díaz tiene dos indios casados que guardan ovejas y yeguas. . La cofradía de Nuestra Señora del Rosario tiene 1.218 cabezas de ganado ovejuno y ocupa dos indios casados. . La comunidad tiene dos indios casados con ovejas. . Tiene de [sic] a 350 pesos ensayados. Cada sacerdote con plata y comida, el pueblo es de buen templo. Tiene el hospital de este pueblo 1.333 cabezas de ganado ovejuno. Fr. y Francisco. Fr. Pedro. D. Fernán Villopos (ff 22v-23v). Varía de rumbo, pasa a Chachapoyas para volver a Huamachuco y ascender de nuevo a Cajamarca y Chachapoyas. En 1598, tras vivir la Semana Santa en Lima, visita sus contornos y tomando el camino del norte, visita el 12 de febrero Arnedo o Chancay, Canta, Huarochirí, Ica y el 11 de enero de 1599 se detiene en la llanura de Huayurí. Su presencia en Quives coincide con la morada en el poblado de la familia de Santa Rosa de Lima a quien confirma. Como recuerdo de esta entrañable efemérides se ha acondicionado un santuario de espiritualidad y una ermita dedicada a la infancia de la popular santa limeña. Esta visita se completó con varios viajes apostólicos como el de 1601 por Canta, Huarochirí, Yauyos, Cañete, Junín, Ica. R. Vargas, maestro de historiadores y buen conocedor de la geografía peruana, destaca la penalidad de los viajes: “Sólo el que conozca el Perú y haya recorrido a lomo de mula su territorio, podrá darse cuenta de lo que significan los viajes llevados a cabo por el Santo Arzobispo. Cita la zona desértica de la costa, los breñales y barrancos de la cordillera andina; todo esto lo supo vencer la caridad ardiente del Santo”.

“Visitando mis ovejas”

Sus visitas eran auténticos encuentros vitales con los indios y sus curas doctrineros. Del espíritu de las visitas nos habla su carta dirigida al Rey Felipe II, desde Trujillo, el 10 de marzo de 1594: “...sin atender a más que al servicio de Nuestro Señor [...]visitando mis ovejas y confirmando y ejerciendo el oficio Pontifical por caminos muy trabajosos y fragosos, con fríos y calores, y ríos y aguas, no perdonando ningún trabajo, habiendo andado más de tres mil leguas y confirmado quinientas mil ánimas, y distribuyendo mi renta a pobres con ánimo de hacer lo mismo si mucha más tuviera, aborreciendo el atesorar hacienda...”. El orden invariable seguido, tal como anota su fiel secretario Diego Morales, será el siguiente. Apenas llegado a un pueblo, se dirigía a la Iglesia donde permanecía largo tiempo, a veces horas enteras, en oración. Si era antes de mediodía, celebraba la Santa Misa. Iba, en seguida a su alojamaiento -ordinariamente la casa del Cura- al cual prevenía que su alimentación y sus familiares fuera moderada y frugal. Sin perder un minuto visitaba las iglesias, monasterios, cofradías, hospitales, obrajes de indios...todos los lugares donde pudiese encontrar a sus fieles. Durante la visita, no recibía jamás el pequeño obsequio de nadie y para no ser gravoso a los párrocos rurales no permanecía en una población más del tiempo necesario. Confirmaba y predicaba con celo admirable, sin parar mientes en su cansancio y en la lengua de los indios, el quechua...

“Me hiciera veinte pedazos la mula”

Transcribimos parte de una carta dirigida al Rey con motivo de su tercera visita en abril de 1602: “Salí habrá 8 meses en prosecución de la visita de la provincia de los Yauyos, que hacía 14 años que no habían ido a confirmar aquella gente, en razón de tener otras partes remotas a que acudir y en especial al valle asiento de Huancabamba, que hará un año fui a él, donde ningún prelado ni visitador ni corregidor jamás había entrado, por los ásperos caminos y ríos que hay. Y habiéndome determinado de entrar dentro, por no haberlo podido hacer antes, me vi en grandes peligros y trabajos y en ocasión que pensé se me quebraba una pierna de una caída, si no fuera Dios servido de que yéndose a despeñar una mula en una cesta, adonde estaba un río, se atravesara la mula en un palo de una vara de medir de largo y delgado como un brazo de una silla, donde me cogió la pierna entre ella y el palo, habiéndome echado la mula hacia abajo y socorriéndome mis criados y hecho mucha fuerza para sacar la pierna, apartadno la mula del palo, fue rodando por la cuesta abajo hacia el río y si aquel palo no estuviera allí, entiendo me hiciera veinte pedazos la mula. Y anduve aquella jornada mucho tiempo a pie con la familia y lo di todo por bien empleado, por haber llegado a aquella tierra y consolado a los indios y confirmándolos y el sacerdote que iba conmigo casándolos y bautizándolos, que con 5 ó 6 pueblos de ellos tiénelos a su cargo un sacerdote que, por tener otra doctrina, no puede acudir allí si no es muy de tarde en tarde y a pie, por caminos que parece suben a las nubes y bajan al profundo, de muchas losas, ciénagas y montañas”.

Confiesa de noche a un indio a punto de morir

Alonso Niño de las Cuentas. Un cura dice a un indio de la sierra no poder ir por la noche a confesar a un indio que se moría por estar atendiendo a STAM (Santo Toribio Alfonso Mogrovejo ) “el dicho siervo de Dios, sin hablar palabra, luego instantáneamente llamó a un criado y le mandó ensillar una mula y subiéndose en ella sin avisar a otra persona se fue solamente en compañía del dicho indio que había venido a llamar al dicho cura para que le guiase a la parte donde estaba el enfermo que distaba de allí más de dos leguas de cuestas y sierras asperísimas y habiendo llegado a el lugar y confesado al dicho enfermo en su lengua general porque la sabía y dejándole el dicho siervo de Dios muy consolado se volvió al lugar de adonde había salido y reprendió gravemente al dicho cura”

“A los obrajes ha llegado el Arzobispo”

Convoca los sínodos diocesanos allí donde le sorprende el viaje como en Huarás o Yungay aplicando las soluciones pertinentes. Exime de toda pena pecuniaria a los indios idólatras, borrachos o amancebados. Exige a los párrocos que instruyan a los indios en el conocimiento de sus derechos. Ordena y funda hospitales y colegios para indios e hijos de caciques. Consigue que se levanten los sueldos de los indígenas que trabajaban en los obrajes y en las minas. Así nos lo cuenta su primo y cuñado, también mayorgano, Francisco de Quiñones, en carta al Rey Felipe II, en 1587: “ En lo que toca a los indios son tan pobres y miserables que es justo que sean muy favorecidos de vuestra Majestad y de todas las personas que por sus oficios les obliga lo que Vuestra Majestad tan encargado tiene. Andando en la provincia de Huaylas en compañía del Arzobispo de esta ciudad, que iba haciendo la visita general que de presente hace, vi grandísima cantidad de indios e indias cargadas con lana, que a mi parecer, sería dos arrobas lo que llevaba cada persona, y por unos caminos tan ásperos que de verlos yo a pie, aunque no llevaran carga, era harta compasión. Al Arzobispo le puso gran admiración el agravio que a estos pobres se les hacía; preguntó que adonde llevaban aquella lana; le respondieron que de donde se trasquilaba el ganado. A los obrajes ha llegado el Arzobispo, entró en uno de ellos donde vio gran suma de indios de doce a trece años que estaban hilando y otros mayores cardando, y visitándolo halló que había cepo y prisiones e indios con varas de justicia para castigar a los que no acudían a estre trabajo del obraje; preguntó qué era lo que ganaban, dijéronle que los muchachos que hilaban al torno ganaban a cuartillo cada día por comida y sueldo; y de trabajo que hacen les dan tarea, y si por ventura el miserable indio con su niñez no acaba la tarea, le descuentan la parte que le toca del salario y le azotan. Al Arzobispo y a todos cuantos allí estábamos nos puso grande admiración y el Arzobispo estuvo determinado de mandar que todos los indios se fuesen a sus casas. Visto el agravio que los pobres recibían, suelen muchas veces venir con un niño de estos el padre y la madre para darles de comer, que es negocio de mucha ocupación y yo tengo por cosa cierta que es más que ser esclavos, porque la esclavitud consiste en la libertad, y éstos no la tienen; y lo que es ser esclavo, podré yo muy bien decir como persona que lo ha sido muchos años y así les hube gran compasión”. Ayuda a conquistadores pobres Pero su caridad no tenía límites ni una sola dirección. Aunque tuviese una predilección especial por los indios, en términos actuales “una opción preferencial”, supo conjugar armónicamente justicia y caridad por todos los pobres entre los cuales se encontraban chapetones castellanos, conquistadores y vecinos. Así nos lo narra su fiel ayudante Sancho Dávila en 1595: “y en el discurso de la dicha visita, a muchos chapetones pobres que venían de Castilla, mandaba a este testigo que los aviase a su costa y diese todo recaudo para su viaje, dando a unos 20 y a otros 50 pesos, conforme a la necesidad que llevaban, lo cual fue muy ordinario, y a otros pobres conquistadores, vecinos de Chachapoyas y Moyobamba, que han llegado a esta corte, a sus pretensiones y negocios, los ha mandado acomodar y dar de comer en su casa, especialmente al capitán Melchor Ruiz Bonifacio, le dio otros 200 y a otros muchos vecinos y personas, que por ser tantas y tan de ordinario, no tiene memoria de ellos”.

En tiempos de Navidad

El jesuita P. Francisco de Contreras, que le conoció desde 1592 y fue ordenado de sacerdote por él, nos rescata de su memoria un gesto entrañable en tiempos de Navidad: "Y asimismo vio este testigo que habiéndole enviado de esta ciudad con grande regalo de dulces por ser tiempo de Navidad su hermana doña Grimanesa, el dicho Sr. Arzobispo lo repartió todo entre pobres yendo él mismo a los ranchos de los indios enfermos a visitarlos y dárselo sin quedarse con cosa y le dijeron a este testigo que aquella noche de la vigilia de Navidad había hecho colación con solo un durazno o manzana sin otra cosa".

Roturando la geografía del Perú

En el Libro IV de las Actas del proceso de beatificación, Juan José Tamayo informa de que además de Lima se requiere el testimonio de Chancay, Sancta, Trujillo, Saña, Cajamarca, Chachapoyas, Guaylas, Conchucos: “hay muchos testigos que saben, vieron y han oído la ejemplar vida y virtudes del dicho siervo de Dios y muchas de las maravillas que Nuestro Señor ha sido servido de obrar por su intercesión, así en su vida como después de su fallecimiento. Demás de lo cual conviene reconocer los sitios, lugares, valles, ríos, fuentes y el Peñasco de Moyobamba o de Cajamarca y otros mencionados en las preguntas del interrogatorio y artículos de esta causa para verificarse la identidad de ellos y demás circunstancias que se requieren y son necesarias para la comprobación omnímoda de lo articulado y para que así se haga”. 2 de agosto de 1659. Jueces de la Causa: Pedro Villagómez, Diego de Encinas Cañiz, Blas de Aguinaga, Diego de Vergara y Aguiar. Procurador: Juan José Tamayo. Notarios: Luis de Tobar, Francisco Apolinario Farfán.

Tercera Visita General

La tercera y última visita comenzó el 12 de enero de 1605. Acaba de visitar minuciosamente la Catedral, inventariando sus bienes. Parece que marcha con el presentimiento de no volver a la Ciudad de Los Reyes. Así lo refiere su secretario Diego de Morales quien recoge las palabras de despedida del santo a su hermana Grimanesa: “Hermana, quédese con Dios, que ya no nos vermos más”. Recorre las provincias de Chancay, Barranca, y siguiendo el curso del río Pativilca, gira hacia la derecha y visita algunos distritos de Cajatambo; de aquí pasa al callejón de Huaylas y, bajando a la costa por Casma, se dirige al norte a los valles de Pacasmayo y Chiclayo.

Un obispo en alpargatas

Pero no era turismo lo que buscaba al ausentarse tan prolongadamente de su sede arzobispal. Señala su secretario de visita Almansa que el arzobispo “ha pasado grandísimos trabajos y cansancio en la prosecución de su visita, por ser este arzobispado de caminos frgosos y despeñaderos de mucho peligro, y ríos muy caudalosos y temples y cordilleras muy desabridas, y por las cuales Su Señoría Ilustrísima ha pasado sin regalo alguno, que, como Príncipe, podía llevar; sólo por no dar molestia a los indios, no permitiendo que vayan cargados con cargas suyas ni de sus criados, ni que en nada se les dé trabajo.” Cita cómo él mismo estuvo a punto de perder la vida junto con su arzobispo al cruzar uno de los ríos cercanos a Trujillo y también saliendo a la sierra “sino se hallara un criado junto a él en un paso borrascoso, donde cayó de la mula, se despeñara”. Todo ello “por sólo querer ver y visitar por vista de ojos a los indios, aunque éstos metidos en montañas y tierras ásperas, a donde muchas veces es menester ir a pie por no haber caminos para caballos”. Recoge un testigo que animaba a sus servidores diciéndoles que irían “como unos reyes, con nuestros bordones y alpargatas”

Cuando gobernar es servir

El “Borromeo de las Indias”. Reforma del clero.

Poco antes de morir exclamaría santo Toribio: “Bendito seas, Dios, el clero está muy reformado”. No sin razón se le llamará el “Borromeo de las Indias”. Entre las personas que formarán parte de su grupo, figuran obispos y sacerdotes prominentes que intervienen en los concilios. En primer lugar hay que citar los miembros del Cabildo Capitular en el tiempo que vivió el Arzobispo: Bartolomé Martínez, Pedro Villarverche, Juan Lozano. Bartolomé Leonés,. Cristóbal Medel, Cristóbal León, Bartolomé Rodríguez, Juan de Balboa, Esteban Fernández de Vozmediano,. Antonio de Valcázar, Antonio de Molina Pedro de Espinoza,Juan Velázquez de Ovando, Juan Díez de Aguilar, Diego Ramírez de Cepeda, Juan de la Roca, Juan de la Roca (sobrino), Diego Flórez de Loaces, Bartolomé Menacho, Diego de Ávila. Pedro de Valencia Juan Garcés de Andrade, Pedro Muñiz, Mateo González de Paz,. Fernando de Guzmán,. Andrés Díaz de Abreu,. Cristóbal Sánchez de Renedo, Pedro Mauricio González de Mendoza,. Baltasar de Padilla,. Diego de Orozco,. Carlos Marcelo Corne, Gaspar Sánchez de san Juan,. Feliciano de Vega,. Antonio Núñez de Luna,. Jerónimo Euguí,. Miguel de Bobadilla,. Hernando del Castillo, Andrés García de Zurita, Pedro de Aguilera, Juan Vargas y Mendoza Otra faceta fundamental será su constante relación con los sacerdotes, seminaristas y religiosos. Tuvo tiempo además de restaurar la catedral y de organizar definitivamente el Cabildo Eclesiástico. Apoyó la creación de las parroquias del Cercado de San Lázaro y San Marcelo. Fundó también un hospital para sacerdotes a través de la cofradía de san Pedro. Favoreció la creación de la ermita de Nuestra Señora de Copacabana para los indios del Cercado de Lima, siendo testigo el 28 de diciembre de 1591 junto con su provisor Antonio Valcázar, sacerdotes y fieles, de ver sudar milagrosamente a la imagen. En 1605 se fundaba el monasterio de Santa Clara con el apoyo del arzobispo, tanto que en su testamento dispuso que su corazón le fuese donado a las monjas clarisas.

Fundación del seminario

El Segundo Concilio Limense de 1567, convocado por Loaysa, no fue más allá de habilitar una casa en las cercanías de la Iglesia Mayor, donde se hospedó a una docena de muchachos que se desempeñaban como seises en la catedral y a los que se nombró un preceptor de latinidad y un maestro de canto llano. El Tercer Concilio Limense, en 1582, determinó su fundación asignando para ello el 3% de los diezmos y beneficios eclesiásticos. Hay que esperar a 1591 para comprar una casa cerca a la catedral donde se admite a 28 jóvenes al cargo del bachiller Hernando de Guzmán, quien impone las costumbres y el traje del Colegio de San Salvador de Oviedo de Salamanca. Todo iba viento en popa hasta que el virrey pretextó que se violaba el Real Patronato, por lo que ordenó picar el escudo del Arzobispo que campeaba en su fachada y también interceptó el nombramiento del Rector y colegiales.. A los dos meses de fundado, ante esta intromisión el Arzobispo, cerró el seminario y denunció el hecho ante la Audiencia. Como el virrey hizo caso omiso de tales amonestaciones, santo Toribio excomulgó a cuantos habían intervenido en el atropello. El propio rey Felipe II, en contra de sus propios intereses y de su propio prestigio, desautorizará al mismo virrey enviándole la presente Real Cédula el 15 de mayo de 1592: “Le ordeno que deje el gobierno y la administración del seminario a disposición del arzobispo, así como la elección de los alumnos, conforme a lo estipulado por el Concilio de Trento y por el que tuvo lugar en la villa de Lima el año 1583”. Se le concedía, además, autorización para colocar su escudo de armas, siempre que se pusiesen también las armas reales debidas al Patronato Regio. Un año después, en 1593, el Rey apoya la construcción a pesar de la oposición de los doctrineros religiosos que, al estar exentos, no se creían obligados a contribuir con el 3%. Tales dificultades postergó su reapertura hasta 1602. El santo, aparte de haber comprado el terreno de su propio peculio, colaboró plenamente con sus rentas arzobispales en la construcción del seminario. Al igual que en Salamanca se eligen 30 alumnos, por rigurosa selección, entre las 120 solicitudes y, de igual modo, visten loba de buriel, beca morada y bonete. Como primer rector se nombró al joven sacerdote de 25 años, Fernando de Guzmán, limeño y bachiller en Teología en la Facultad de la Ciudad del Rímac, que se desempeñaría en el cargo a lo largo de 40 años. Las constituciones del Seminario, calcadas del de Oviedo, en Salamanca, perfeccionan la reglamentación espiritual por tratarse de un seminario exclusivamente sacerdotal. Entre los profesores universitarios que enseñan a los primeros colegiales caben destacar: F. Franco, Jerónimo Lope y Antonio de León, entre los seglares; el canónigo Antonio Molina, el agustino Fr.Luis López, el provisor y vicario general Antonio de Valcázar, el canónigo Juan de la Roca y el también canónigo Juan de Balboa, primer graduado criollo de la Universidad. Más adelante, y en pleno funcionamiento del seminario, figuran el Dr. Muñiz, deán de la Catedral; el magistral C.Marcelo Corne, Miguel de Salinas (excolegial de Salamanca), Feliciano de Vega (arzobispo de México), Andrés García de Zurita (luego, obispo de Huamanga y Trujillo), Fr.Juan de Lorenzana (confesor de Santa Rosa)... Del Seminario saldrán ejemplares sacerdotes que, formados en la brega pastoral y en contacto personal con el arzobispo, accederán a los puestos claves de la organización eclesiástica peruana e, incluso, más allá de los límites del virreinato, tal como sucede con varios obispos: Bernardino de Almansa, de Santo Domingo; Carlos Marcelo Corne, Trujillo; Juan de la Roca, Popayán; Feliciano de Vega, México; Pedro de Valencia, La Paz; Alonso de Peralta, Charcas. El caso del primero es paradigmático: comienza como secretario arzobispal en la visita pastoral, luego como doctrinero de indios en Huarochirí, hasta llegar a ser arzobispo de Santo Domingo.

Explosión de vocaciones

En carta de 30 de abril de 1602 podrá escribir a Felipe III el auténtico “boom” de vocaciones: “Hay tantos hijos de esta tierra, legítimos descendientes de los conquistadores, que no aspiran a nada más que a ser misioneros de doctrina”. Tanto que llega a darse “paro” entre los sacerdotes, con el triste fenómeno de clérigos vagabundos que -según reza la carta del Prelado al Rey, en 1593- sufren hambre, van buscando misas de encargo para sustentarse un poco, se alojan en albergues, intentan encontrar un empleo como empleados, a mayordomos o sirvientes de los laicos, obligados frecuentemente a mendigar, lo que es una gran indecencia para el estado eclesiástico [...]. Parece ser que en Lima, para 1598, había 95 sacerdotes, 30 diáconos, 30 subdiáconos, además de otros clérigos que habían recibido las órdenes menores, en total 300. Como solución, el arzobispo buscó nuevos caminos: frenar ordenaciones, dividir las doctrinas para multiplicarlas, enviar sacerdotes a otras diócesis, hasta enviarlos a España: “Gracias a Dios hay tantos sacerdotes y religiosos aquí que podrían ser enviados a España para poblar los conventos...Aquí todos los conventos están llenos de religiosos y tengo más de cien sacerdotes con los que no sé qué hacer. Por eso, podría enviarlos a España”.

Mestizos e indios

Sobre el sacerdocio a mestizos e indígenas hay que constatar el deseo de los prelados de que así fuese. Sin embargo, del dicho al hecho distó mucho trecho. Los dos primeros concilios de Loaysa prohibían la ordenación de indios debido a su falta de preparación. No era incomprensión ni racismo, sino una medida de prudencia tal como se adoptó con la ordenación de mestizos hasta 1570. Así, la Compañía de Jesús se enorgullecía de acoger en sus filas dos célebres mestizos: Blas Valera y Bartolomé de Santiago. Si Mogrovejo no ordenó ningún indio o mestizo no fue debido a infravaloración racial o a la falta de comprensión del “otro”, completamente ajeno a su talante solidario de apertura, sino a su escrupulosidad en la selección de los candidatos, tal como declaró el anciano limeño Juan Delgado: “para los Sagrados Órdenes solamente admitía a los dignos y que tuviesen aprobación de vida”. En 1578 se envía un interesante alegato al Papa Gregorio XIII por parte de un grupo de mestizos exalumnos de los Jesuitas. Sin duda que se escribió a raíz de un Breve de este mismo Papa, con fecha 25 de enero de 1576, por el que se facultaba a los mestizos para la ordenación: “¿Cómo podrán descubrir los misterios de la religión quienes ignoran nuestra lengua materna? Sin embargo, nosotros podemos mirar de un modo más adecuado y fácil por la salvación de las almas de esta gente por estar unidos a ella por la sangre”. En el Tercer Concilio Limense, con santo Toribio, termina optándose por una solución salomónica, se elimina la prohibición para abrir la puerta a cualquier candidato idóneo, poniendo sólo como condición el que se respetasen los cánones de Trento, esto es que sean “hombres de buena vida y de suficientes letras y que tienen noticias de esta tierra” (II, 31).

Nuevo tipo de sacerdotes

Acerca de la identidad y perfil sacerdotal buscada por el Prelado para la “nueva Iglesia de las Indias” (C3L, 3, c.15) puede constatarse en los cánones sinodales y conciliares, especialmente en el Tercer Concilio Limense (1582-83). Lo fundamental es “proveer obreros idóneos” para la gran mies de los indios. A tal fin, no ha de desecharse nadie “por falta de patrimonio”. 1. Hombres de buena vida y de suficientes letras y que tienen noticia de la lengua de esta tierra. (C3L, 2, c.31) 2. Pocos y buenos que “muchos y ruines” (Ibídem, c.33) 3. Vida honesta, tal como aconsejan los Santos Padres y el Concilio de Trento: “pues siendo puestos en más alto lugar ... forzosamente los otros han de poner los ojos en ellos como en espejo de donde aprendan lo que han de hacer; y que por esta causa les conviene a los clérigos como a gente que es de la casa de Dios componer su vida y costumbres todas” (C3L, 3, c.15) 4. Huir y “evitar demasía de regalos y comidas, danzas, juegos, pasatiempos y cualesquier otros pecados”.(Ibídem) 5. Apartarse de “tratos y negocios seglares”. (Ibídem). 6. Hábito decente, “sin muestra de profanidad y ambición” (Ibídem, c.16) 7. Defensa y cuidado de los indios: “No hay cosa que en estas provincias de las Indias deban los prelados y los demás ministros así eclesiásticos como seglares tener por más encargada y encomendada por Cristo Nuestro Señor...que el tener y mostrar un paternal afecto y cuidado al bien y remedio de estas nuevas y tiernas plantas de la Iglesia [...]Y a los curas...manda muy de veras que se acuerden que son pastores y no carniceros, y que como a hijos los han de sustentar y abrigar en el seno de la caridad cristiana” (C3L, 3, c.3). 8. Pensión anual de 300-400 pesos para el sustento del Cura-Doctrinero y que provenía de los tributos que pagaban los 300 o 400 indios tributarios de los mil habitantes de cada doctrina. 9. Cada parroquia tenía una casa-convento donde vivir y una chacra lo suficiente espaciosa para poder cultivar productos necesarios para su alimentación. 10. Sus obligaciones pastorales se pueden resumir en: la celebración de la Misa y explicación del Evangelio en quechua los domingos y festivos; la catequesis los miércoles, viernes y festivos; regentar la escuela de niños; atender a los enfermos de los hospitales


Agenda recargada

Señala León Pinelo que, desde que entró en Lima, hasta la hora de la muerte, llevó una vida muy regular y sistemática a lo largo del cuarto de siglo. Consciente de que la primera reforma era la suya propia, se somete a un estricto régimen de vida, de obedienca fiel a su horario. Se levantaba a las 6 de la mañana sin ninguna ayuda de mozo para vestirle o calzarle. A continuación dedicaba tiempo para rezar sus devociones y las Horas canónicas que preparaban su espíritu para la celebración de la Misa. Como acción de gracias, discurría por el templo y sacristía haciendo oración de rodillas en cada uno de sus altares. Iba a continuación para el palacio y, entrando en su oratorio, de rodillas, dedicaba dos horas a la oración mental. Después concedía audiencia a cuantos lo solicitaban; si no había visita, pasaba a la biblioteca a estudiar el Derecho Canónico o a embeberse de la lectura espiritual. El almuerzo era tan templado que -como dice alguno de sus biógrafos- duraba más la bendición y acción de gracias que la comida propiamente dicha, siempre ambientada con la lectura de algunos cánones del Concilio de Trento o de Historia Sagrada. Ana María de Collazos, monja de la Encarnación, nos dirá en el proceso de beatificación, en 1631: “Era muy abstinente y templado en su comida porque de ordinario en días de carne era un riñón de vaca cocido en agua y ése sin sal, ni otro aderezo más; para guisarlo después en la mesa le echaban los criados un poco de pimienta solamente y en cuanto a los días de pescado solía ser su comida ordinaria: unas habas cocidas con agua, sin sal y una poca de calabaza cocida y frita en aceite, pero también sin sal, y la espolvoreaba también con pimienta y no comía otros guisados aunque los pusiesen a su mesa bastantemente para su provisor el Dr. Valcázar, difunto, y para todas personas que solían comer a la mesa...” (II, 193v-194). “Continuamente ayunaba y se abstenía de comer huevos, leche y cosas guisadas con manteca” (195) En el breve reposo de la sobremesa aprovechaba para tratar asuntos espirituales con sus comensales. Al quitar los manteles pronunciaba dos responsos, uno por las ánimas del purgatorio y otro por el fundado de su Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo. De mediodía hasta la noche se entregaba totalmente a despachar los asuntos del arzobispado con los asesores, notarios y ministros de los Tribunales. No admitía visita de ociosidad y “sólo si la calidad de la persona le obligaba en cortesía se desembarazaba de sus obligaciones”. Cuando se lidiaban toros o se jugaban cañas o se organizaba cualquier festejo público en la Paza de Armas, mandaba cerrar las ventanas del palacio y se dedicaba al estudio o la oración sin consentir que nadie entrase. La citada religiosa nos informa de una treta divertida que urdió Da. Grimanesa cuando invitó a palacio a “un hombre volátil a hacer sus habilidades y vueltas en la sala primera y mayor de su palacio y que para verlo volar y hacer las demás acciones que tales hombres suelen hacer, la dicha señora Da. Grimanesa, su hermana, había convidado a muchas señoras principales de esta ciudad y les tenía prevenido un gran estrado alfombrado y con muchos cojines donde estuvieran los dichos señores” (f.195v-196). Como conocía muy bien los gustos del santo y para no desairar al “hombre volátil” que deseaba obsequiar con su arte al arzobispo, revistieron a su sobrino Antonio de Quiñones con el roquete y muceta del tío. Al anochecer se recogía en su oratorio donde volvía a la oración contemplativa hasta las 8. A continuación rezaba su Liturgia de las Horas en compañía de sus capellanes, pasando a continuación a cenar su ligera colación de pan y agua. Volvía a su cuarto donde rezaba el oficio parvo de Nuestra Señora, el de los difuntos y otras devociones particulares. A media noche su camarero le ayudaba a desvestirse de su ropa arzobispal y se acostaba. La misma religiosa que le vio de cerca durante los cuatro años que sirvió a su hermana Grimanesa nos ofrece los detalles de su dormitorio: “Su cama era un lecho de madera dorada, muy buena, colgada de cortinas de damasco verde con cenefas, de tela de oro rosadas y bien aliñada, con cobertor de lo mismo y con sábanas de Ruan de cofre con puntas y las almohadas de Holanda bordadas y con un tapete delante de la dicha cama y sobre él una silla y cojín de terciopelo verde, todo lo cual no servía más de apariencia para la autoridad de la dignidad pero a la cabecera de la dicha cama estaba como una alacena que vio esta testigo muchas veces y oyó decir que allí era donde dormía el dicho siervo de Dios sobre el suelo, poniendo una piedra por cabecera, lo cual vio esta testigo muchas veces lo cuál fue y es verdad, público y notorio”.Anota el biógrafo Montalvo que su descanso no lo era tal pues entraba en su dormitorio “para afligirse con los ejercicios de crueles penitencias”.

La catedral de Lima

La primitiva catedral sucedió al templo edificado por Pizarro y la comenzó el arzobispo Loaysa hacia 1550. Se terminó en 1551, medía 260 pies, era toda ella de adobe, excepto la capilla mayor que era de piedra abovedada y fue costeada por doña Francisca Pizarro, hija del conquistador. El citado Arzobispo emprendió la obra de la segunda catedral, dándole mayor extensión y orientándola de este a occidente y no de norte a sur como la anterior. En 1589 Mogrovejo escribía al Rey diciéndole que “no se hap uesto piedra en ella y los cimientos de media iglesia...están a medio estado de mucho tiempo a esta parte”. Fue Mogrovejo muy celoso del decoro de la Catedral como lo demuestran sus desvelos por mejorar su fábrica y las visitas de inventario realizadas. Nos lo demuestra un documento forrado en pergamino, mandado comprar por el santo, y que se titula “Inventarios de esta Santa Iglesia de 1604 hasta 1852”. La razón es patente: “habiendo su señoría visto el inventario de ellos y la poca claridad con que se habían puesto, mandó se comprase este libro donde de nuevo se asentasen y pongan con más distinción, y así resumidos los dichos bienes de los demás inventarios de ellos, su señoría mandó hacer el inventario siguiente, por el cual de aquí en adelante, se haya de tomar y tome cuenta, y se visiten los dichos bienes y ornamentos”. Sin embargo, sólo en 1625 se pudo inaugurar el nuevo templo.

Nuevas parroquias

Por haberse extendido mucho la ciudad por el poniente, camino del puerto, hacia 1584 se divide en dos la de san Sebastián, que se dedicó a san Marcelo, santo patrono de las labranzas. El arzobispado de Lima abarcaba todo el virreinato excepto Cuzco y Arequipa. Estaba dividido en partidos, corregimientos en lo político y éstos en curatos. En el Corregimiento de Lima estaban las parroquias de san Sebastián, santa Ana, san Marcelo, san Lázaro y el pueblo de Santiago del Cercado. Alrededor de Lima estaban los curatos de Late, Surco, Lurín y Pachacamac, Lurigancho, Magdalena, Carabaillo Tuvo tiempo además de restaurar la catedral y de organizar definitivamente el Cabildo Eclesiástico. Apoyó la creación de las parroquias del Cercado de San Lázaro y San Marcelo. Fundó también un hospital para sacerdotes a través de la cofradía de san Pedro. Favoreció la creación de la ermita de Nuestra Señora de Copacabana para los indios del Cercado de Lima, siendo testigo el 28 de diciembre de 1591 junto con su provisor Antonio Valcázar, sacerdotes y fieles, de ver sudar milagrosamente a la imagen.

Santa Clara

Las estrechas relaciones entre santo Toribio y el Monasterio de Santa Clara se debieron entre otras razones a ser el prelado el más decidido valedor de la fundación, que se concretó en 1605. Una sobrina del arzobispo, Beatriz, hija de Luis de Quiñones y Grimanesa Mogrovejo, ingresó en el mismo en 1606. Como testimonio de su cordial afecto donó su corazón que aun hoy guardan como preciada reliquia. Así lo recuerdan en una canción original del propio monasterio, que con aire ingenuo y rima fácil revelan un particular afecto por el que consideran su padre protector:

Apoya las Cofradías

Conviene insistir en la repercusión social de la fe en el ordinario ambiente laboral ya que es la fuente principal de la actividad del seglar. La Cofradía de San José, del gremio de carpinteros, fundada en Lima en 1560, contaba con capilla propia. Los gremios de carpinteros, albañiles y canteros indios y morenos se agrupaban en otras cofradías como la de San Juan Bautista de los Pardos en la iglesia de Santa Ana, la de Nuestra Señora de los Reyes en San Francisco o San Miguel en El Cercado. En 1630 había 57 cofradías en Lima. Proliferaron en tal cantidad que el C3L de 1583 declara que “en cuanto sea posible se reduzcan a menor número y no den licencia para ordenarse otras de nuevo sin causa de mucha importancia” (III, 44). Particular actividad desarrollan las de indígenas. Sus miembros daban de comer a los pobres, visitaban a los enfermos, celebran misa, tenían instrucción religiosa diaria y pláticas espirituales regularmente; los sábados se dedicaban a la Virgen y las comuniones eran en todas ellas frecuentes. Fueron impulsadas especialmente por los Jesuitas. Las órdenes terceras tenían relación directa con las órdenes mendicantes, estableciéndose en todos los lugares donde éstas fundaron. Contaban con edificios propios, iglesias y hasta verdaderos conventos. Baste recordar la Orden Tercera del Convento de San Francisco o de los Descalzos, así como la de la Merced de Lima. Estos últimos rezan diariamente por los pobres cautivos, visitan periódicamente a los presos en las cárceles y a los enfermos en los hospitales; rezan diariamente por la Iglesia, el Papa, las Misiones, los Reyes y “los jueces seculares sin murmurar jamás de sus acciones sino pidiendo a Dios les dé su divina luz para el acierto de sus gobiernos”. Un domingo al mes asisten a una misa cantada con ritos especiales y se comprometen a atender a los hermanos enfermos y practicar con ellos las obras de misericordia. A santo Toribio le tocó confirmar la cofradía del Santísimo Sacramento en 1589. Nuestro Santo fue gran impulsor de la Cofradía de las Ánimas; en los pueblos que visitaba fundó siempre cofradías en sufragio de ellas, alentándoles a que las sustentasen con limosnas. Era muy severo en exigir que se aplicaran debidamente las limosnas que se recaudaban para las ánimas y que se cumpliesen las fundaciones y obras pías. En llegando a un pueblo, al punto tomaba cuenta al Cura párroco. Así, en la visita de 1593 lo hizo acompañado de Marcos Cano, mayordomo, acompañado del Contador nombrado al efecto Juan de Lumbreras. La de san José parece que fue fundada por el Santo, a ruego de don Hernando Moreno. Cofradía de san Crispín y Crispiano. Sus constituciones fueron redactadas por Francisco Cabello de Vargas, Mayordomo y Alcalde del oficio de los zapateros y Blas de Morales, su compañero, veedor del dicho oficio en 1599. En el mismo año se aprobaron por el Lic. Miguel de Salinas, Provisor y Vicario General del Arzobispo. Cofradía de Copacabana. Cofradía de la Purísima; la segunda fundada tras la del Santísimo Sacramento. Cofradía de la Veracruz

Otras:Visitación de Nuestra Señora. Nuestra Señora del Rosario: para españoles, indios, negros y mulatos Según B. Cobo, en 1639, existen 25 cofradías para españoles y 13 de indios. En la catedral: Santísimo Sacramento, Nuestra Señora de la Concepción, San José, san Crispín. En Santo Domingo: N.S. del Rosario, Santa Catalina de Sena, Niños del Rosario. Vera Cruz San Agustín: Santa Lucía, santo Crucifijo, san Nicolás de Tolentino S. Sebastián: S. Sebastián, san Roque, las Ánimas Santa Ana, San Marcelo, S. Francisco, Nuestra Señora de la Concepción, Soledad Merced, Piedad, san Lorenzo, Redención de Cautivos Trinidad: N.S. del Carmen Niños Huérfanos: S.Sacramento. Santa Ana: S.Sacramento.

De no españoles

En Santo Domingo: N.S. del Rosario de los naturales, San Agustín: San Miguel S. Sebastián: S. Sebastián, san Roque, Ánimas Santa Ana: S.Sacramento, San Marcelo S. Francisco, Nuestra Señora de la Candelaria Merced: N.S, de la Concepción Santiago del Cercado: Pilar, San Marcelo en el Cercado Compañía de Jesús: Niño Jesús Santa Ana: N.S. de Loreto Cercado: S.Miguel Cercado: Ángel de la Guarda Nuestra Señora de Copacabana

De negros y mulatos

.Catedral: N.S. de la Antigua S.Domingo: N.S. del Rosario de los negros, N.S. del Rosario de los mulatos Merced: Santa Justa y Rufina; N.S. de Agua Santa, N.S. de los Ángeles S. Francisco: N.S. de los Reyes, san Juan Buenaventura San Marcelo: S.Antón S.Ana: S.Bartolomé, san Juan Bautista, san Jerónimo. S. Sebastián: Victoria S.Agustín: N.S. de Guadalupe Nra. Sra. del Prado Compañía: San Salvador Encarnación: San Nicolás

Todas estas cofradías tienen en las iglesias y conventos, sus capillas y altares bien adornados de retablos, relicarios, vasos de plata y ornamentos, muchas indulgencias, jubileos y capellanías; andas costosas, ricas imágnes, sus pendones de seda, cruces y cetros de plata.

Casa de la mujer

Se llamó “casa de las divorciadas” o separadas. Las clarisas tomaron como ofensa tal vecindad y presionaron al Arzobispo para trasladar la Casa. Al Prelado le pareció pertinente la petición y, a costa del monasterio, se habilitó otro edificio ocupándolo el 24 de diciembre de 1609, en la casa de la actual Casa de Beneficencia, y donde vivieron “con admirable ejemplo, debajo del gobierno de una mujer prudente y virtuosa y de un sacerdote que les dice Misa, las asiste y las consuela”, hasta 1665 en que se clausuró. Tres años después, en 1668, por iniciativa del Venerable P. del Castillo, se fundaba una casa con el mismo fin y que se denominó “Casa Real de las Mujeres Amparadas de la Purísima”. Transcribimos Carta que dirigió santo Toribio al Rey Lima, 29 de abril de 1602. En ella nos podemos percatar la fina sensibilidad social y espiritual del prelado: “Señor:En el Monasterio de Santa Clara que ha hecho Francisco de Saldaña en esta ciudad, está una casa dentro de la cerca del mismo Monasterio, con pared en medio que lo divide, sin poder hacer la comunicación, para mujeres recogidas, con iglesia, patio, porterías, celdas, tornos, locutorios, y buena y mucha anchura para oficinas y lo demás necesario, donde entran y se admiten mujeres que piden divorcio y doncellas pobres e hijas de personas que van a esas partes y a otras que no tienen dondedejarlas; obra ésta de gran servicio de Dios y que ha dado mucho contentamiento en este reino. Será gran servicio de Nuestro Señor, que Vuestra Majestad le haga merced a esta casa de alguna renta, para poder sustentar las mujeres pobres, que allí entraren, donde estando recogidas, se exucsarán de acompañamientos, vestidos y otros gastos, a lo cual estando fuera, no podrían acudir y por ventura no oír misa, en razón de no tener cómodo para ello y cesará, asimismo, la ocasión de estar vagando en ofensa de Dios, las mujeres de divorcio por no tener los maridos con qué sustentarlas. Y esta casa ha costado mucho el fabricarla, y se va continuando y prosiguiendo en ella. Ha mucho tiempo hay mujeres doncellas, hijas de gente pobre y de divorcio, con una mujer honrada y principal que puede gobernar cualquier monasterio, donde las tiene con mucho recogimiento y clausura, a la cual casa he ayudado con todas mis fuerzas, diligencia y cuidado, con deseo de proseguirla adelante, entendiendo ha deser negocio para gran gloria y honra de Dios, el que guarde la católica persona de Vuestra Majestad”.

Hospital de San Pedro El siempre bien informado Bernabé de Cobo, S.I. en su Historia de la fundación de Lima titula su Capítulo Primero: "De la mucha piedad y religión de esta república", y parece encontrarla fundamentalmente en la beneficencia: "No resplandece ni campea menos la piedad y misericordia con los prójimos, como lo testifican los muchos hospitales que hay fundados, donde con singular amor y regalo son curados los enfermos; las gruesas limosnas que se recogen para sustento de los necesitados; las memorias pías dotadas de buenas rentas, que se expenden en dar estado a doncellas pobres y en remediar necesidades de gente desamparada; y lo que no es de menor estimación, el buen acogimiento, agasajo y comodidad que en esta república (digna por ella del honroso título de madre común) hallan todos los forasteros de cualquier nación que a ella vienen, que es tan notable, que los más ponen en olvido a sus propias patrias y se avecindan en ésta y la tienen pro propia, atraídos y pagados del amor y cortesía con que son recibidos y tratados y la igualdad con que ella reparte entre sus habitadores, sin aceptación alguna de personas naturales o extranjeras, los bienes, comodidades y honras que otras repúblicas sólo distribuyen y comunican a sus propios hijos y naturales, excluyendo de ellos a los advenedizos y forasteros". Miguel Rabí Chara en El hospital refugio de incurables "Santo Toribio de Mogrovejo" de Lima. Evolución histórica. 1669 a 1997 (Lima 1997) hace un sucinto recuento de los hospitales del tiempo que estudiamos: 1. 1538. Casa enfermería promovida por gente caritativa en la calle de la Rinconada de Santo Domingo (a espaldas del convento de santo Domingo, sobre dos solares) 2. 1548. Hospital y templo de Santa Ana, sobre terrenos del Arzobispo Loaisa comprados al Veedor García de Salcedo 3. 1556. Real Hospital de San Andrés por iniciativa del Arzobispado de Lima y el Cabildo de la Ciudad. Se refunde en él las rentas y organización de la enfermería primitiva y contó con el apoyo del P. Francisco de Molina. 4. 1559. Hospital de Santa María de la Caridad o de los Santos Cosme y Damián, 1559, por la Hermandad de Nuestra Señora de la Caridad y de la Misericordia, con el apoyo de Loaisa y el Virrey Hurtado de Mendoza. Dedicado sobre todo a las mujeres con internado casi conventual; introduce como novedad la atención domiciliaria con médico y boticario al efecto; además, hay escuela de enfermeras o asistentes entre las doncellas recogidas en el hospital. 5. 1563. Hospital o Ladrería de San Lázaro, por el espadero Antón Sánchez. Instala capilla y salas para cuidar, alimentar y proteger a los leprosos. 6. 1575. Miguel de Acosta, comerciante de origen griego, y un grupo de navieros, funda el Hospital del Espíritu Santo para atender a la gente de mar. 7. 1593. Casa de Convalecencia de San Diego para mejorar y robustecer la salud de los pacientes que egresaban del Hospital de San Andrés. Se le conoce también como Hospital de San Juan de Dios de Lima.

Aunque Lima disponía de hospitales para todos los grupos sociales, faltaban los sacerdotes. Al efecto, en 1594 se reúnen varios sacerdotes en la sacristía de la Catedral de Lima con el ánimo de fundar una cofradía, que bajo la advocación de San Pedro, para ayudar a los sacerdotes necesitados. Se redactaron las constituciones y el 29 de julio de 1595 les fue concedida la licencia de mano del Sr. Deán, Pedro Muñiz. Como Hermano Mayor resultó elegido el P. Pedro de Escobar, el bachiller Miguel Bobadilla mayordomo, Luis López de Alarcón diputado y el P. Gaspar de Montabo, vicario de Coro. Los Hermanos serían 24 , aportando 25 pesos de limosna y un cirio de 5 libras al inscribirse; anualmente, dos pesos. El resto de los sacerdotes miembros deben abonar 12 pesos y un cirio de a libra al ingresar y dos pesos al año. La fiesta principal sería el 18 de enero, cátedra de San Pedro en Roma. En un primer momento se reúnen en la misma Catedral, pero más adelante contarán con un local propio con iglesia - desde 1607- llamada San Pedro u Hospital de San Pedro.

Debido a la generosidad de los sacerdotes Gabriel Solano y el canónigo León, pudieron adquirir una casa donde se atendía a los sacerdotes enfermos desde 1598. El edificio constaba de dos patio, uno para los enfermos y el otro para los convalecientes y forasteros. El centro, que contó con el apoyo decidido del Santo, se convirtió en institución floreciente. Sin embargo, en 1671 se concedió su dirección a los Padres del Oratorio de San Felipe Neri. Con la expulsión de los Jesuitas, los Oratorianos se responsabilizaron de la iglesia y colegio de San Pablo (la actual San Pedro), trasladando a uno de sus patios el Hospital. El antiguo edificio fue traspasado a las Amparadas de la Purísima, convirtiéndose posteriormente en Escuela de Bellas Artes.

Cabe citar también el de 1598, por iniciativa de Luis de Ojeda (Luis Pecador) quien establece la Casa de Huérfanos y Expósitos, que contó con el apoyo del Virrey Conde de Monterrey y la Hermandad de Escribanos de la Ciudad, y que subsistió hasta que en 1919 se refundió en el Puericultorio Pérez Araníbar.

De igual modo, quiero citar el Hospital Santo Refugio de los Incurables, creado en 1669 bajo el patrocinio del prelado Toribio de Mogrovejo y con el auspicio de Fray José de Figueroa, OSA, don Antonio Dávila, sacerdote, donante inicial de la casa y huerta donde se produjo uno de los milagros que decidieron la canonización del Santo; además, Don Domingo de Cueto, comerciante y hombre de negocios, quien dio su fortuna; en 1698 lo regentan los Belemitas. En la actualidad es el Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas.

Una parroquia con sus propias manos Con gran celo movía a los fieles a construir la iglesia o capilla cuando no existía, comprometiéndose él personalmente a dotar con imágenes y ornamentos sacerdotales a las más pobres. Cuando lo veía necesario reorganizaba las doctrinas en función de la mayor proximidad o mayor posibilidad de ser atendida convenientemente. Este trabajo, junto al escrupuloso de anotar detalladamente las circunstancias de la visita, lo realizaban secretarios como Bernardino de Almansa, notarios o escribanos públicos como Francisco Hernández Vallejo, Pedro Arias de Arbieto, Antonio Luis Coello, Bernardino Ramírez, Diego Muñoz...a los que se agregaba de vez en cuando la firma del clérigo doctrinero como Benito de Villafañe en Sucha. Gaspar Lorenzo de Rojas, natural de La Paz, 115 años, casado, labrador. Le conoció en la visita a Yauyos, Jauja, Tarma, Chincacocha, Ica, Nasca. En Lunaguana, asiento de Cataquasi, “Donde el dicho siervo de Dios halló muchos indios desparramados y en sus rancherías, sin población ni iglesia y considerando que la parroquia donde estaban asignados distaba de aquel paraje cinco leguas de asperísima sierra, por lo cual mandó reducir los indios y fabricó con toda presteza un iglesia parroquial a su propia costa y este declarante vio abrir los cimientos y en una procesión llevar al dicho siervo de Dios en sus propias manos consagrada la piedra que se había de asentar primero, la cual vio poner en el cimiento al dicho siervo de Dios, a un lado del altar mayor, echándole su bendición arzobispal y poniendo debajo de ella alguna moneda como fue un patacón diciendo que había de ser una barra”

Un pulso al poder político

El delicado régimen de Regio Patronato por el que se regulaban las relaciones Iglesia-Estado encontró en el Prelado una exquisita fidelidad a la Iglesia de Roma, unida a la amistad con los monarcas y funcionarios españoles. Sin embargo, mantiene siempre su libertad e independencia eclesiástica como manifiesta en la carta al Rey cuando quiso prohibirle la celebración del IV Concilio de 1591: “Acudiendo a lo ordenado con tanto rigor mandado por el Santo Concilio de Trento y Breves de Su Santidad he procurado acudir al cumplimiento de lo que estaba obligado, como quien ha de dar estrecha cuenta a Dios”. Aunque fue Inquisidor en Granada no parece que fuese demasiado puntilloso. J. Pérez Villanueva nos dice que el santo no asistía a los autos de fe y que procuraba enviar representante y él marchar a las visitas. Fue un gran luchador para hacer valer los derechos de sus indios, aunque este empeño le enemistase con los políticos de la época. De este modo, aunque, gracias al arzobispo, la Corona Real había dispuesto que se dedicase parte del dinero de la Caja de Comunidad para hospitales y parroquias de indios, algún corregidor no se dio por enterado. Así, cuando santo Toribio visitó Jauja en 1588, exigió a su corregidor Martín de Mendoza que cumpliese con lo prescrito y que el santo llamaba “sudor de los indios”. Le dio 50 días de plazo y, aunque el corregidor se apoyó en la Audiencia, fue excomulgado por el Arzobispo. Las relaciones del Santo con el virrey Martín Enríquez Almansa (1581-3) fueron cordiales y de apoyo mutuo. Con el nuevo virrey Fernando de Torres y Portugal, Conde Villar don Pardo (1586-89) fueron discretas.

Un virrey inaguantable

El problema vino con el virrey García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete (1589-96), quien llega a difamarle ante el Rey, acusándole de no parar en la ciudad de Lima, de andar de continuo entre los indios comiéndoles la miseria que tienen y metiéndose en todas las cosas de patronazgo, entrometiéndose en todo lo que toca a los hospitales y fábricas de iglesias, hasta decir que: “todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude como sería razón a las cosas del servicio de Vuestra Magestad”. Termina por aconsejarle que se le llame a España a declarar. La tensión se acentuó por el problema de la doctrina arzobispal de san Lázaro con la de Santiago del Cercado de los Jesuitas y por la creación del Seminario de Santo Toribio de Astorga, así como el supuesto memorial al Papa, del que Mogrovejo negó su autoría. Por esta actitud contraria por parte de la máxima autoridad española en Perú, escribió directamente un informe al Papa. El duque de Sesa, embajador de España en Roma, dio cuenta al rey Felipe II que el arzobispo de Lima había enviado un memorial al Papa, consultándole sobre varios puntos que afectaban al Patronato y quejándose de que el Monarca autorizaba a los obispos de América para tomar posesión, salvando algunas formas canónicas y de que se le negaban recursos para sostener el seminario. También el Consejo de Indias recibía idénticas información a través del Virrey Marqués de Cañete. Todo ello propició una Real Cédula en 1593 por la que se le amonestaba severamente y amenazándole con traerle para España. Citado ante la Real Audiencia, presidida por el virrey, escuchó de pie el santo la tremenda filípica. Una vez terminada, el prelado se limitó a pronunciar dócil pero firme al mismo tiempo: “¡ Enojado estaba nuestro rey ! ¡ Sea por amor de Dios! Satisfacémosle, satisfacémosle!” El franciscano Gerónimo Alonso de la Torre, predicador general y guardián de los Franciscanos en Cochabamba, Oruro, Zaña y Callao; declara en el proceso, en 1660, refiere el lance sostenido entre el virrey y el arzobispo en una ceremonia en la que ambos participaban. Como al Prelado le pusiesen “la silla fuera del dosel, y entonces él mismo la cogió metiéndola dentro de él, diciendo estas palabras: ´Bien cabemos, que todos somos del Consejo de Su Majestad´.”

Paz y perdón

Como señala F. Pini “se atrevió a desafiar a los virreyes y a corregir a los corregidores...Pero lo hizo con un estilo peculiar, como sólo un santo de su talla podía lograrlo”, sin levantar ampollas, sin herir, sanando, uniendo. El 16 de abril de 1596, el Santo ofreció al Virrey su perdón, a pesar de haberle calumniado tildándole de “incapaz” y de andar con sus criados “comiéndoles la misma miseria que tienen” los indios. Buena prueba de ello es su carta: “Su Divina Majestad tenga misericordia de él y le perdone [...] Yo me he alegrado y regocijado mucho en el Señor con estos trabajos y adversidades, y calumnias y pesadumbres, y los recibo como de su mano, y los tomo por regalo, deseando seguir a los Apóstoles y Santos Mártires, y al buen Capitán Cristo nuestro Redentor, con su ayuda y gracia”. El propio rey Felipe II, en contra de sus propios intereses y de su propio prestigio, desautorizará al mismo virrey enviándole la presente Real Cédula: “Le ordeno que deje el gobierno y la administración del seminario a disposición del arzobispo, así como la elección de los alumnos, conforme a lo estipulado por el Concilio de Trento y por el que tuvo lugar en la villa de Lima el año 1583”. Las relaciones fueron mejorando con el nuevo virrey Luis de Velasco, marqués de Salinas (1596-1604), y mucho más con el austero y esiritual Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Conde de Monterrey (1604-06), quien muriese un mes antes que nuestro Arzobispo.

Más allá de la muerte

Se muere cantando A 12.000 kilómetros de su Mayorga natal, con 64 años -desde los 40 en Perú- a sus gastadas espaldas, un hidalgo castellano se afana tambaleante a lomos de la mula “Doncella” en llegar al pueblo de Saña. Kilómetros antes, al llegar a Guadalupe, en el santuario de Nuestra Señora, comenzó a sentirse mal; sigue hasta Chérrepe y Reque, de donde se encaminó a Saña. Le acompaña su fiel escudero Sancho de Ávila que pronto se ve ayudado de una abigarrada muchedumbre de españoles, mestizos, indios y negros que ven en el Arzobispo un “Taita”, un padre, y al que tienden sus manos para bajarle de la mula y colocarle en unas angarillas. Anochece en la antigua villa de Santiago de Miraflores, Toribio presiente la agonía en la humilde casa del párroco Juan de Herrera. El médico le advierte de su enfermedad mortal y procura aplacar sus dolores; Mogrovejo saca fuerzas de flaqueza y con sus ojos llenos de luz, exclama: ¡ Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!

Da como recompensa al buen médico lo único que le quedaba, su mula, y recuerda a sus acompañantes el compromiso de honor con su cuñado y limosnero Francisco de Quiñones de repartir entre los pobres lo que se obtenga de la venta de sus vestiduras litúrgicas. La noche no quiere acabarse, cuando tarda en romper la aurora. El enfermo sabe que es Jueves Santo, 23 de marzo de 1606 y pide ser llevado a la iglesia para recibir la Unción de Enfermos. Su capellán, Juan de Robles, con lágrimas en los ojos, no acierta a concluir. Toribio, más tranquilo, pide al prior agustino que taña el arpa. Fray Jerónimo Ramírez no se hace de rogar y acompaña el suave canto del agonizante: A Ti, Señor, me acojo:... En tus manos encomiendo mi espíritu. Y se durmió, sin apenas un murmullo, cuando despertaban las alondras de su tierra. Blancos, negros, indios y mestizos, microcosmos con todas las razas, lloran por el último vuelo de esta blanca paloma de paz que defendió su libertad y apostó por su hermandad.

Entierro en Saña. Traslado para Lima

Una semana más tarde fue enterrado en la iglesia parroquial de Saña. Un enorme gentío acudió de todas las partes para rezar ante sus restos mortales y proveerse de alguna reliquia. Grimanesa, su hermana, solicita al Cabildo de Lima el traslado de sus restos a la Iglesia Catedralicia. Casi un año después, el 16 de abril llegaba su cuerpo a Lima por tierra en un trayecto que duró 80 días. Los casi 590 kilómetros se cubren en cuatro etapas: Saña-Trujillo, Trujillo-Chimbote, Chimbote-Pativilca, Pativilca-Lima. Juan de la Roca, Arcediano, relata la entrada triunfal del cadáver del arzobispo: “al cabo de un año que se trajo su cuerpo a esta ciudad para enterrarle en ella como se hizo, más de dos leguas antes que llegase el dicho cuerpo a ella salió mucha gente con hachas encendidas y las trajeron delante y aleladas del dicho cuerpo y entreellos muchos indios con sus cirios en las manos encnedidos y todos llorando con gran ternura y clamando por su santo padre y pastor y a la entrada de la dicha ciudad salió gran suma de gente de todos estados a entrar con el dicho cuerpo y acompañarle y fue tanta que parecía día de juicio, todos mostrando gran sentimiento y derramando lágrimas tiernamente y luego que entró en la dicha ciudad fue notable cosa que nunca se ha visto los sentimientos y clamores que había por las calles y ventanas por donde pasaba el dicho cuerpo, lo cual enterneció notablemente a todos los de ella aunque no le habían tratado ni comunicado, sólo por tenerle por cierto y verdadero pastor”. Dos días estuvo en el convento de Santo Domingo, velado y visitado por instituciones y todo género de personas que querían tributar su último adiós a quien proclamaban como bienaventurado. el 27 de abril, en solemne procesión fue llevado a la catedral limense, en la que hasta el día de hoy se custodia su cuerpo, en espera de la resurrección gloriosa.

“La estrella convertida en sol”

El sucesor en la silla arzobispal, colegial también de San Salvador de Oviedo en Salamanca, natural de Castroverde de Campos (Zamora) y sobrino del santo, Pedro Villagómez, tuvo la suerte de tramitar la beatificación, para la que escribió una “Vida de Santo Toribio” en verso heroico. La primera biografía la escribe A.León Pinelo aprovechando el proceso seguido para la beatificación. Fue publicada en Madrid en 1653. Cinco años después, se imprimió el Interrogatorio o Memorial, luego salieron a luz en latín, en 1670, Roma y Padua, los libros de los agustinos Cipriano de Herrera, y Francisco de Macedo. En 1679 el Papa Inocencio XI lo beatifica el 28 de junio aunque la solemnidad se celebra el dos de julio. La revista El Amigo del Clero recoge una viva descripción del jubiloso momento en el que trabajó magnánimamente el maestreescuela Juan Francisco de Valladolid: “ La vasta máquina del templo de san Pedro se vistió toda de damasco carmesí y de franjas de oro, habiéndose primero adornado su gran pórtico de preciosos brocados en que competían igualmente la variedad y la riqueza. Las grandiosas puertas de esta mayor basílica se mostraron aderezadas con singular primor y hermosura. Sobre las armas de su Beatitud y de la majestad Carlos II se descubría el retrato del bienaventurado Toribio en una gran tabla de valiente pincel y de figura esférica porque no saltase la esfera a los lucimientos deseados de esclarecido sol. Las dos puertas colaterales se ennoblecían con las armas más gloriosas del Perú [...] En cada uno de todos los altares, cuyo número es fatiga del guarismo, ardían seis antorchas de a dos libras, coronándose el venerable sepulcro de san Pedro de tan numerosas hachas que fingían sus adornos una guirnalda de luceros [...] Sobre el altar de la catedral de san Pedro, que se eleva majestuosamente en medio de una gran tribuna, estaba puesta la imagen del bienaventurado Toribio en un famoso cuadro guarnecido de oro, y cubierto de un velo carmesí, que martirizaba la tierna devoción del gran concurso que ansioso deseaba adorarle descubierto “. La noticia no llegó a Lima hasta el 17 de abril de 1680. En cuanto las campanas voltearon para comunicar la noticia Lima se convirtió en una fiesta. Por coincidir con la Semana Santa -miércoles santo- hubo que postergarlo para 10 días después. De este modo el sábado 27 amaneció con las calles tapizadas de flores y el retumbar de campanas, clamor de clarines, trompetas u chirimías. Todos los tribunales, cuerpos colegiados, cabildos, órdenes religiosas, pueblo en general, presididos por el arzobispo virrey Melchor de Liñán y Cisneros y la Real Audiencia, se dieron cita para el magno acontecimiento. Comenzó con el “Te Deum Ludamus” al que siguió la misa solemne cantada por el deán del cabildo D. Juan Santoyo de Palma. Francisco Echave y Assu en su obra La estrella de Lima convertida en sol nos describe ampliamente tan festivos actos. En el mes de noviembre se celebró el solemne octavario en el que la Catedral lució sus mejores galas. La estatua del nuevo beato fue colocada en la capilla mayor sobre hermosas andas de plata y la bula de beatificación se puso en el altar mayor sobre un cojín de raso carmesí y encajes. El primer día cantó la misa el arzobispo virrey y predicó el canónigo teologal D.Pedro de Córdoba y Arbieto. En la noche se celebró con fuegos y música en la plaza mayor. El último día, martes 19, se responsabilizó del festejo el Cabildo, la Justicia y el Regimiento de la ciudad, predicando el Licenciado Antonio Garcés de Cartagena. No faltaron los fuegos y culminó todo con la procesión del nuevo beato. Abría la misma y portaba el guión Toribio Calderón de Loaisa y Quiñones, sobrino del arzobispo junto a sus familiares. A continuación, el cabildo secular con la Real Audiencia, el arzobispo virrey, las órdenes religiosas, los cabildos, las cofradías. La comitiva discurrió por las plazas y calles circundantes deteniéndose en numerosos altares levantados por las instituciones religiosas. Se concedió el Oficio y Misa propios del Beato a la ciudad y diócesis de Lima, a la ciudad de Mayorga y al colegio mayor de San Salvador de Oviedo, en Salamanca. Para fomentar el conocimiento del beato Antonio de LOREA escribió la obra El Bienaventurado Toribio Alfonso Mogrovejo, Arzobispo de Lima. Historia de su admirable vida, virtudes y milagros que escribió el M. Fr. Julián de Paredes este mismo año de 1679. En el Archivo Capitular de Lima, Libro de Inventarios, nº 14, se da Razón de las santas reliquias que están en esta santa iglesia metropolitana Año 1718, ff.30-30v. Al describir la Capilla de mi Señora Santa Ana se da noticia de las mismas: “En el altar de esta Santa está colocado el cuerpo del Ilmo. y Bienaventurado santo Toribio Alfonso Mogrovejo, segundo arzobispo de esta S.Iglesia dentro de una urna de plata, grabada con su reja de fierro con dos llaves, la una que tiene el Sr. Arzobispo y por muerte del Sr. Zoluaga la tiene su sobrino d. Manuel Sánez de Ayala; la otra la tiene el Deán Gómez de Silva y la tapa de cedro encima de dicha reja cuya llave tiene la Srª Dª Teresa de Castilla Altamirano, sobrina del santo? con la llave de la Capilla, suyo aseo está a su cargo”.

El único santo de todos los obispos de América

El 10 de diciembre de 1726 es canonizado -en el marco del Jubileo del Año Santo- por Benedicto XIII, en compañía -entre otros- de san Francisco Solano, san Luis Gonzaga y san Juan de la Cruz. Se publicaron dos vidas del santo, una escrita por el oratoriano Giacomo Laderechi y una segunda edición que dispuso el obispo de Isauria, de la escrita por Anastasio Nicoselli. La Bula de Canonización se recibió en Lima en la primavera de 1727 con una solemne procesión presidida por el arzobispo Diego Morcillo yendo todos los asistentes en mulas muy bien enjaezadas. El mes de mayo se celebró un solemne octavario en la catedral que terminó el domingo 22 con la solemne procesión en que fue conducida la imagen del santo con más aparato y concurso de fieles si cabe que con motivo de la beatificación. En Salamanca se organizó un octavario solemne acompañado de cohetes artificiales en 1727 y hasta dos corridas de toros en la Plaza Mayor. El 21 de julio de 1727 -fue canonizado en diciembre de 1726- Salamanca organizó el más espléndido espectáculo académico de carácter religioso. Todos los colegios mayores, la Universidad, el clero secular, las órdenes religiosas se unieron para aclamar al santo en la iglesia de la Purísima. Durante dos horas y media cuatro pirotecnios ayudados de espontáneos estuvieron disparando cohetes. Se trasladó la imagen del santo colegial desde su capilla del Colegio Mayor de Oviedo hasta las Madres Agustinas frente al Palacio Monterrey. Fue una profesión solemne en la que todas las fuerzas vivas de la ciudad tomaron parte. La estatua de santo Toribio, en hábito de colegial con la beca morada de terciopelo fue precedida por las de san Juan de Sahagún y santo Tomás de Villanueva. El cronista Guerrero dirá: “Con ser Salamanca la que dispone las más magníficas fiestas de España, preparó el Colegio de Oviedo una nunca vista...Parecía la plaza una encendida Roma”. En 1899, el I Concilio Plenario Latinoamericano celebrado en Roma y en el que se dieron cita por vez primera todos los obispos de Hispano-América, se proclamó al santo patrono de todos los prelados latinoamericanos.: “Lumbrera mayor de todo el episcopado americano, ejemplo y prototipo de varones apostólicos”. El mismo Juan Pablo II Lecciones de Santo Toribio cuando viajó a Perú en 1985 recogió la viva actualidad del santo en su mensaje sintetizado en cuatro puntos: Evangelización para santidad, la unidad en la fidelidad, la dignidad de la persona, en constante sintonía con la Sede Apostólica. Conviene destacar que no fue un islote de santidad sino que convive en Perú con san Francisco Solano, santa Rosa de Lima, san Martín de Porres y san Juan Macías, sin contar otros no canonizados pero no menos ejemplares como el Venerable Juan del Castillo o Pedro Urraca, tan venerados hoy en el umbral del 2.000, después de tantos años.

Así lo pinta don Ricardo Palma

El gran literato Ricardo PALMA recoge varias anécdotas en sus Tradiciones peruanas: “Las querellas de Santo Toribio”. T. I, pp.173-180. En esta primera, la más extensa, se relatan las disputas habidas entre el Virrey de Perú, García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete, y el arzobispo, casi siempre provocadas por la colisión de las jurisdicciones civiles y religiosas. En primer lugar se recoge la excomunión fulminada por el prelado contra el alcalde del crimen Juan Ortiz de Zárate, en connivencia con el virrey, por no respetar la inmunidad eclesiástica concedida por santo Toribio a un español que había asesinado a otro alevosamente. La segunda reseña se refiere cuestiones prácticas del ceremonial: “Aconteció en ellos que habiendo ido el arzobispo a visitarlo (al virrey) en palacio, vio bajo el dosel un solo sillón ocupado por D. García. El prelado arrastró otro de los sillones que había en el salón, y colocándolo junto al del virrey le dijo:´Bien cabemos aquí, que todos somos del Consejo de S.M.”. Hurtado de Mendoza frunció el entrecejo y desde este día trató con frialdad cortesana a Toribio de Mogrovejo”. La tercera nota nos habla del asunto del escudo colocado por santo Toribio en el colegio-seminario y la oposición visceral del virrey. La última querella recogida se refiere al supuesto memorial que habría enviado el arzobispo ante el Papa consultándole varios puntos del Patronato Regio y que provocó una airada filípica del virrey; por toda respuesta exclamó el santo: ¡Enojado estaba nuestro rey! Sea por amor de Dios! Satisfacémosle, satisfacémosle. Termina con una “breve noticia biográfica del prelado”, deteniéndose en su gran espíritu de caridad y culminando con una entrañable anécdota que nos recuerda que para poder curar a un moribundo se hizo pasar por un cualquiera ,”Toribio el de La esquina”.

“Esquive vivir en Quive” T. II, pp.31-32. Alude al hecho histórico aceptado por la mayoría de los biógrafos y recogido iconográficamente con profusión: la confirmación de santa Rosa de Lima por nuestro arzobispo en su segunda visita pastoral a su paso por Quives. La verdad es que la tradición no cuadra con la personalidad de santo Toribio, ya que no nos imaginamos que los indios, mestizos y criollos le recibiesen con insultos y que “su ilustrísima no levantó la mano para bendecir a la chusma, sino que, llenándose los ojos de lágrimas, murmuró:¡Desgraciados! ¡No pasaréis de tres! Aunque según R. Palma la profecía se cumplía en su tiempo de acuerdo con el censo de 1876, en mi visita a Quives de Santa Rosa en septiembre de 1993 la “humilde aldehuela” es un prometedor pueblo y la religiosidad de los canteños sí que cuida de la conservación de la casa en que viviese la santa.

“El cáliz de santo Toribio”, T.II, pp.33-34. Esta tradición nos informa de la visita del arzobispo de Berito y obispo de Huánuco, Gregorio Cartagena, y del párroco de un pueblecito de Huamalíes cuya única riqueza era un singular cáliz con la siguiente inscripción: “Soy del doctor don Toribio Alfonso de Mogrovejo. Granada. Año de 1572”. El vaso sagrado por el que se daría unos tres mil pesos serviría al humilde cura a reconstruir su parroquia. Nos sorprende la fecha de 1572 dado que las órdenes sagradas nos las recibirá hasta siete años después.

Sus milagros

Si consideramos el milagro tal como lo define la Real Academia de la Lengua: “Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural”, en torno a nuestro santo se han recogido más de un centenar. Muy abundante se muestra uno de los primeros seguidores del santo a quien le tocó en suerte comprobar al veracidad de los mismos para informar en el proceso de beatificación. En Zaña. La memoria de varios milagros está muy presente en los zañeros. El del Humilladero hace referencia a una luz que salió de la capilla donde murió Santo Toribio y llegó hasta la Plaza Mayor de Zaña antigua. Entre los testigos estaba el esclavo José de la Selva (Testimonio de 3 de julio de 1705, día en que llegó a Saña la reliquia del santo remitida por el arzobispo Liñán de Cisneros.). La curación del negro Francisco Curo en Zaña, quien padecía de una grave enfermedad (Testimonio de 1705).

Virgen de Copacabana. Favoreció la creación de la ermita de Nuestra Señora de Copacabana para los indios del Cercado de Lima, siendo testigo el 28 de diciembre de 1591 junto con su provisor Antonio Valcázar, sacerdotes y fieles, de ver sudar milagrosamente a la imagen.

El agua de Macate. Entre ellos alguno de los milagros como el del agua, ubicado en el pueblo de Macate, departamento de Ancash. Cuentan las crónicas que el Santo “al ver que las buenas tierras se quedaron sin agua, rogó por los habitantes del lugar, e inspirado por Dios subió a una altura a media legua del pueblo. Allí, revestido de pontifical, golpeó cual otro Moisés con su báculo tres veces las rocas, y de ellas brotaron tres brazos de agua cristalina que hasta ahora da vida, verdor, lozanía a aquella región.” P.S. Márquez Zorrilla añade: “Este hecho no sólo está autenticado por una tradición constante en el pueblo, sino también porque en la festivdad de Santo Toribio, cada 27 de abril, se repite, en el mismo lugar del milagro, el gesto del Santo. Hay además en la iglesia de Macate una pintura que reproduce la escena, mandada pintar por el cura de Huaras, Julián Morales”.

Para regar. Tradición en el distrito de Llumpa, Conchucos, cerca de Piscobamba, de haber hecho brotar buena agua de una parte muy alta para regar el valle de Llacma. 
En Piscobamba: cruz de acero que hizo colocar el santo en la torre del templo parroquial para evitar los frecuentes rayos que caían en el pueblo y que desde entonces les ha servido de pararrayos.
Huaraz, en el camino carretero hacia Recuay, hay una quebradita con el nombre de “Arzobispo”. Se cuenta que sus aguas eran amargas y el santo las bendijo haciéndolas dulces y potables. 
En Trujillo, milagro a favor de su capellán don Juan Robles. Sufría el capellán de una vieja dolencia que le había ocasionado muchos gastos y sufrimientos. El santo, con sólo verle y consolarle, prometerle la curación y encomendarle en la Misa, lo dejó sano y bueno. 
A un seminarista. Milagro en el proceso de canonización: Al seminarista limeño Mateo de Rojas, de 20 años de edad, le vino una incontenible hemorragia nasal, que puso en grave peligro su vida. Con sólo aplicarle una costilla del Santo, quedó instantáneamente curado y sano.

Curación instantánea de Juan de Godoy, a quien habían traspasado el pecho con una espada. Sirvió para la causa de beatificación.

La fiesta del vítor Hay que meterse de lleno en la fiesta. Mayorga, cuna de santo Toribio, reclamó para sí alguna reliquia de su cuerpo. El Cabildo Catedralicio de Lima realizó las gestiones y le envió parte de la tibia allá por 1752, 26 años después de su canonización. Tras surcar las aguas del Pacífico y recorrer los 12.500 kms. de distancia, llegaron a la tierra castellanoleonesa un 27 de septiembre a las 11 de la noche. Mayorga, cuna de santo Toribio, reclamó para sí alguna reliquia de su cuerpo. El Cabildo Catedralicio de Lima realizó las gestiones y se la envió con gozo. En la actualidad, la fiesta del Vítor o de la reliquia en Mayorga, 27 de septiembre, en recuerdo del momento en que fue enviada desde Lima a Mayorga una reliquia del recién canonizado, tiene categoría de interés cultural nacional La nueva reliquia consistió en un peroné montado verticalmente dentro de un relicario piramidal de cristal sobre monturas de plata. Sucedió en 1752, 26 años después de su canonización. Tras surcar las aguas del Pacífico y recorrer los 12.500 kms. de distancia, llegaron a la tierra castellanoleonesa un 27 de septiembre a las 11 de la noche. De este modo, en cuanto los mayorganos tuvieron conocimiento del suceso, salieron a esperar las reliquias con teas encendidas y en fervorosa procesión las llevaron a la iglesia. La tradición no se ha interrumpido y año tras año se saca el vítor, la reliquia y en festiva procesión se pasea por el pueblo, para que lo bendiga de nuevo, para darle la enhorabuena. Las antorchas actuales están formadas por enormes varales o pértigas de los que penden los viejos pellejos usados como recipientes de vino, a los que se unta de brea, mezcla de sebo y aceite de pescado. Encendidos dan luz, color y calor a la escena dotándola de mágicas imágenes en el dilatado cielo castellanoleonés. La procesión dura toda la noche y concluye con el cántico del himno al santo y la salve en la ermita solariega levantada en la casa familiar de Mogrovejo.


Zaña, corazón de cuatro continentes

Alguien dijo que la historia era “lo que cuentan los vivos de los muertos”, algo así como exhumar cadáveres. En el caso presente, nuestro muerto está muy vivo en la memoria de sus paisanos los mayorganos y a 12.000 kms. -en Zaña (Perú)- lugar en que le sorprendió su muerte. Zaña es un microcosmos con gente de cuatro continentes: los americanos autóctonos, los europeos desde 1492, los africanos llevados como esclavos a las plantaciones de la caña de azúcar y los chinos desde el S.XIX. Especialmente los negros profesan un gran cariño por Santo Toribio. Lo corroboran los estudios del sociólogo y antropólogo Luis Rocca: “Santo Toribio es un símbolo para Zaña. Sus pobladores expresan su amor en sus poemas, canciones, décimas y relatos. Luchó denodadamente por la liberación de los negros con medidas muy concretas: quitó la “carimba” (marca con hierro candente), se opuso a la separación de la pareja por motivos laborales... Dos templos, la reliquia de su tibia, esculturas, cuadros, canciones, himnos, libros, la campana de María Angola que data de 1627, las ruinas del convento de San Agustín que acogieron su cuerpo antes de ser trasladados a Lima, la memoria de sus gestos (son frecuentes los relatos de milagros entre los negros, en momentos de sequía...) como paradigma de un mundo solidario, son alguno de los detalles del cariño de esta recóndita villa emplazada a caballo de poblados arqueológicos tan notables como Lambayeque y Sipán. Entre las tradiciones que perviven en Zaña destaca la celebración de la fiesta de cada 27 de abril con diversas actividades religiosas, culturales y deportivas. En todos los barrios se organizan novenas con rezos y cánticos. Hay una procesión multitudinaria en la que cada barrio coloca arcos por los que pasa la imagen del santo. La memoria de varios milagros está muy presente en los zañeros. El del Humilladero hace referencia a una luz que salió de la capilla donde murió Santo Toribio y llegó hasta la Plaza Mayor de Zaña antigua. Entre los testigos estaba el esclavo José de la Selva (Testimonio de 1705). La curación del negro Francisco Curo en Zaña, quien padecía de una grave enfermedad (Testimonio de 1705). En Lima curó milagrosamente a la esclava negra María Ana.

Epílogo: Su devoción a María

Miembro de una familia cristiana de Castilla, recibirá su primera educación en torno a la Virgen María. Varias son las imágenes de María veneradas en Mayorga. Al estar tan cercano el Santuario de la Virgen del Camino (de Santiago) es probable que lo visitase en peregrinación. Sabemos que en su juventud iba a rezar en la iglesia de San Benito ante la Santísima Virgen del Sagrario, hoy en el Museo Nacional de Escultura, que le curó de un doloroso “lobanillo” en la mano. La imagen forma parte del conjunto escultórico de la “Piedad” en la que destaca el gesto amable, juvenil, casi infantil de la Dolorosa. Tanto en Salamanca como en Valladolid (parroquia de san Martín) se encontró el Santo con la devoción a la Virgen de la Peña de Francia. Parece ser que santo Toribio llevó esta advocación a Lima y fomentó su culto entre el pueblo. La imagen fue venerada en su fundación predilecta y donde dejó su corazón como reliquia, el Monasterio de Santa Clara. Así lo manifiesta en la carta escrita al Papa Clemente VII, con motivo de su visita ad Limina de 1598: “Está en este monasterio una imagen de la Virgen de la Peña de Francia, de mucha devoción para el pueblo, adonde acude mucho número de gente y clérigos a decir muchas misas”. Favoreció la creación de la ermita de Nuestra Señora de Copacabana para los indios del Cercado de Lima, siendo testigo el 28 de diciembre de 1591 junto con su provisor Antonio Valcázar, sacerdotes y fieles, de ver sudar milagrosamente a la imagen. Merece la pena conocer el auto expedido por el legalista Mogrovejo: “En la ciudad de los Reyes, a 26 días del mes de enero de 1592 años, D. TAM, Arzobispo de los Reyes, del Consejo de S.M., habiendo visto esta información y los pareceres de los teólogos y varones píos, atrás contenidos y, tomando consejo de ellos, en conformidad de lo proveído por el Santo Concilio de Trento y, habiéndolo encomendado a Dios Nuestro Señor y exhortando a las demás personas que se hallaron en la dicha Congregación y vista del proceso, hiciesen lo propio como negocio tan importante y grave lo requiere, invocando el nombre de Cristo, dijo que reconocía y reconoció, aprobaba y aprobó por milagro el sudor que la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, que está en la iglesia nueva y parroquial del Cercado y su precioso Hijo, tuvieron alteración y mudanza de color, el día de los inocentes, que se contaron 28 días del mes de diciembre del año próximo pasado de noventa y uno, y los demás que resultan de la dicha información y por tales los declraba y declaró y mandaba y mandó se publique en esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana y en los demás partes y lugares que convengan, con toda la brevedad y solemnidad posible, para honra y gloria de Nuestro Señor y Nuestra Señora la Virgen María”. La imagen, obra de Diego de Rodríguez en madera de cedro de Nicaragua, fue trasladada a la catedral, colocándola en la capilla ubicada junto a la puerta del perdón. Se formó una cofradía para alentar su devoción y el propio Arzobispo costeó el retablo. Aquí estuvo hasta 1606 de donde, por las obras de la nueva catedral, pasó al altar mayor y de donde se llevó en 1633 al barrio de san Lázaro, donde sigue hasta la actualidad. Las Constituciones ... de la Congregación de Naturales de Castilla-León bajo el patronazgo de Santo Toribioson un cuadernillo de 116 páginas que en 40 apartados dan cumplida cuenta del fin, medios, actividades, composición, dinámica y funcionamiento de la Congregación. El fin como el de todas las cofradías e instituciones católicas era el amor a Dios por encima de todo, para lo que estipulaban como medios: el amor a la Virgen María, el culto a santo Toribio y la unión de los congregantes. Entre los ejercicios o actividades las hay netamente espirituales como la oración y la asistencia a la Misa con motivo de la fiesta, el voto o juramento en defensa de la Inmaculada Concepción de María Poco antes de sorprenderle la muerte en Zaña, acude al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, advocación de tanta raigambre en América, sigue hasta Chérrepe y Reque, de donde se encaminó a Saña, la víspera de su muerte. Fue como la despedida terrenal de la Madre y la bienvenida para el Cielo. Otro de sus primeros biógrafos, Antonio de Lorea, cronista de la orden dominicana, siempre atento a lo que significa señalarse en la devoción mariana, subrayará esta constante actitud de su amor mariano:

“Con amor de hijo veneraba a la siempre Virgen María y con tierno afecto la amaba...rezando todos los días su Oficio Divino a que añadía muchas oraciones y preces y por corona de sus devociones el Rosario, sin que en ningún día faltase a esto, aunque las ocupaciones fuesen muchas y graves. Todos los sábados ayunaba con reverencia suya”.

León Pinelo describe en su libro cómo el Prelado se gozaba con la escena de la Visitación de María a su prima Isabel porque 2la Virgen Santísima fue a las montañas a visitar con alegría, porque no se contentaba con obrar lo que era a su cargo, sino con que esto fuese con gusto, haciéndole deleite del trabajo y entretenimiento de la fatiga, sólo por ser en servicio de Dios”. Su secretario personal y secretario del Cabildo catedralicio, Diego Morales, recoge lo que en el Prelado sería una costumbre muy arraigada. Acabada la visita, como a las cuatro de la tarde, "partió para el pueblo de Mala, y, habiéndole anochecido en el camino por ser muy pedregoso y de cuesta, pasó mucho trabajo, y en todo él iba alabando a Dios y cantando la letanía de la Madre de Dios, y el dicho padre fray Melchor de Monzón que venía con este testigo y el dicho licenciado Cepeda le respondían, que no parecía sino que venía allí algún ángel cantando aquella letanía, con lo cual no sintió el camino".

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Letanías de Santo Toribio

Tales letanías, llamadas "de santo Toribio", se siguen rezando en Lima, conteniendo bellas invocaciones, en número mayor que la lauretana.Muchos de estos títulos aparecen en diferentes cuadros pictóricos de iglesias y conventos del norte de Perú.

Dios te salve, María

Dios te salve, Hija de Dios Padre

Dios te salve, Madre de Dios Hijo

Dios te salve, Esposa del Espíritu Santo

Dios te salve, Templo de la Trinidad

Santa María

Santa Madre de Dios

Santa Virgen de vírgenes

Santa Madre de Cristo, a quien tú diste a luz

Madre Purísima

Madre Castísima

Madre Inviolada

Madre Incorrupta

Madre de la Caridad

Madre de la Verdad

Madre Amable

Madre Admirable

Madre de la Divina Gracia

Madre de la Santa Esperanza

Madre del Amor

Madre de la Belleza

Madre de los Vivientes

Hija del Padre de las luces

Virgen fiel

Más dulce que la miel

Virgen Prudentísima

Virgen Clementísima

Virgen Singular

Estrella del Mar

Virgen Santa

Planta Fructífera

Virgen Linda

Bella como la rosa

Espejo de Justicia

Causa de nuestra alegría

Gloria de Jerusalén

Altar del incienso

Ciudad de Dios

Luminaria del Cielo

Vaso Espiritual

Vaso de honor

Vaso insigne de devoción

Trono de Salomón

Peana de Sansón

Vellocino de Gedeón

Hermosa como la Luna

única entre todos

Elegida como el sol

Amada de Dios

Estrella de la mañana

Medicina de los enfermos

Reina de los cielos

Rosa sin espinas

Aurora luminosa

Hermosa sin igual

Luz del medio día

Flor de la virginidad

Lirio de la castidad

Rosa de la pureza

Venero de santidad

Cedro oloroso

Mirra de incorrupción

Bálsamo siempre manante

Terebinto de la gloria

Palma vigorosa de la gracia

Vara florida

Piedra refulgente

Olivo plateado

Paloma preciosa

Vida fructífera

Nave cargada de riquezas

Nave del Mercader

Madre del Redentor

Huerto cerrado

Zarza no abrasada

Gloria del mundo

Nutricia de los pequeños

Raíz de la gracia

Alivio de las molestias

Pozo de aguas vivas

Madre de los huérfanos

Auxilio de los cristianos

Salud de los enfermos Madre piadosa de los Menores

Reina de los Angeles

Reina de los serafines

Reina de los querubines

Reina de los profetas

Reina de los apóstoles

Reina de los confesores

Reina de las vírgenes

Reina de todos los santos

De todo mal y pecado

De todos los peligros

Ahora y en la hora de nuestra muerte

Por tu Inmaculada Concepción, Líbranos Señora

Por tu santa Natividad

Por tu Presentación

Por tu vida celestial

Por tu admirable Anunciación

Por tu Visitación

Por tu feliz Parto

Por tu Purificación

Por tu Dolor en la Pasión de Cristo

Por tu gozo en su Resurrección

Por tu gloriosa Asunción


Por tu Coronación. Los pecadores Te Rogamos óyenos

Que vuelvas a nosotros tus ojos misericordiosos

Que pidas para nosotros una verdadera penitencia

Que pidas paz y salud para todo el pueblo cristiano

Que pidas para los fieles difuntos el descanso eterno

Que te dignes escucharnos Madre de Dios

Salve, Madre Santa, Socórrenos, Señora

Salve, Madre Piadosa, Ayúdanos Señora

Salve, Madre Dulce. Intercede por nosotros

Antífona

Acuérdate, Virgen Madre, cuando estés ante tu Hijo, de hablar en favor nuestro para que aparte de nosotros su indignación.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios para que seamos dignos de las promesas de Cristo

Oremos:

Te rogamos, Señor, que la oración de la Madre de Dios, la siempre Virgen María, encomiende ante tu clemencia nuestras súplicas, pues la sacaste de este mundo y la llevaste al cielo para interceder ante Ti por nuestros pecados. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos . Amén

Décima de Zaña

Entre los cantares, destacan las décimas compuestas por Hildebrando Briones:

Santo de mi devoción

patrón del pueblo zañero

pedirte en mi oración quiero

échale tu bendición.“Toribio Alfonso de Mogrovejo,

tiene una historia

porque si yo hago memoria

tu vienes desde muy lejos

tú das al niño y al viejo

ejemplo, fe y salvación

júntalos en comunión

y diles que somos hermanos

pobres ricos y paganos,

santo de mi devoción.

En tu gran peregrinar

por todo el pueblo peruano

a todos diste tu mano

y le enseñaste a orar.

hoy me postro ante tu altar

y escúchame lo que quiero

tú eres más que misionero

Tú eres más que monseñor

tú eres divino señor

Patrón del pueblo zañero.

Viste a Zaña en su apogeo

Y lo viste en destrucción

quisiera tener el don

de aquel pastor galileo,

pues yo no sé si un ateo

puede hacerse misionero

aquel renegó primero

de la existencia divina

siembra tu fe como encina

pedirte en mi oración quiero.

Que ya no haya terremotos

ni repuntas ni aluviones,

y que todas las naciones

que no tengan alborotos.

Une a los países que han roto

toda su alianza y unión

y a la muerte operación

recórtale su guadaña y a este pueblo de Zaña échale tu bendición.

Tú significas en Zaña ejemplo, fe y salvación júntanos en comunión y di que somos hermanos pobres, ricos y tiranos”

Himno popular de Zaña

Toda la población se une en torno al himno popular:

A Santo Toribio

excelso pastor

cantemos con júbilo

un himno de amor.

La Iglesia de Cristo

sus glorias publica

y el orbe edifica

su gran Santidad

Su grey le proclama

de pobres consuelo

insigne modelo

de la Caridad.

A Santo Toribio

excelso pastor

cantemos con júbilo

un himno de amor.

Su vida fue toda

por límpida y pura

de magna hermosura

reguera de luz

las almas corrían

en pos de sus huellas

pro sendas de estrellas

llevando la cruz

A Santo Toribio

excelso pastor

cantemos con júbilo

un himno de amor.

Oh santo Arzobispo

tus hijos en esta

tu clásica fiesta

venimos a ti.

Bendícenos siempre

pedimos fervientes

tus ojos clementes

no apartes de aquí.

A Santo Toribio

excelso pastor

cantemos con júbilo

un himno de amor.

Santo Toribio y el dragón

El prestigioso grupo musical Takillakta, del Movimiento de Vida Cristiana, logra una acabada canción en que se armoniza la música andina con una letra de profundo mensaje, creación de Martín Scheuch, titulada Santo Toribio y el dragón

Ídolos de arcilla rugían en la espuma

su lumbre es la bruma mi pluma acunaba

un dios y otro dios.

Tierra de la luna sin nombre todavía

se bautizaría bajo un nuevo sol,

cuando por la pampa fluyente de los mares

llegaron las naves cargadas de pasión,

su misión bordada en las velas flamantes


la cruz tremolante fue mi liberación

Evangelizando, evangelio abanderando,

nunca rezagando la estocada al gran caimán

siempre enarbolando la verdad que está matando

al dragón nefando que asolaba la heredad

Fue tal epopeya como el ser humano

entramado de sombra y de luz ;sueña la centella

que destella en mi verano con el Arzobispo del Sur

Santo Toribio, caballero de los Andes,

heraldo andante de la evangelización

el protector, el defensor de los humildes,

de los que gimen bajo el yugo del dragón

Como fauces de una serpiente emplumada

apretaba el diente el cauce

que arreciaba muerte en caudal .

Hasta que, insurgente contra la bestia armada,

un Quijote andaba con vara episcopal.

Vuela como el cóndor, arrullando las alturas,

besa la blancura de la nieve virginal,

su cabalgadura pisando con premura

la estatura muda del Ande colosal.

Evangelizando, evangelio abanderando,

nunca rezagando la estocada al gran caimán ,

siempre enarbolando la verdad que está matando

al dragón nefando que asolaba la heredad

Fue su mano alzada fecunda en bendiciones

su cayado fue el del Buen Pastor.

Fue su lengua fuego que incendiaba corazones,

su mirada alejaba el temor

Santo Toribio, caballero de los Andes,

heraldo andante de la evangelización

el protector, el defensor de los humildes,

de los que gimen bajo el yugo del dragón.

La Muerte del justo

Yace en su lecho de muerte,

el santo obispo de LIma,

todos lloran de tristeza

sólo él canta de alegría.

Volviendo el rostro en que impresa

quedó la visión divina,

así dice a un pobre monje

que lloraba de rodillas:

No me lloréis, buen hermano,

no lloréis por mi partida,

tañed el arpa y cantad,

cantad con voz de alegría,

que siento que Dios se acerca,

que siento que Dios me mira,

que me mira y que me llama,

que me llama y es mi dicha.

Tañed el arpa y cantemos,

que el alma presiente el día

y quiere al cielo volar,

cantando la nueva vida,

como llega en primavera

cantando la golondrina...

Tomó el arpa el religioso,

cantó con voz de alegría;

mientras el monje cantaba

el santo obispo de Lima

sentía en su corazón

las dulzuras infinitas.

Y en el jardín del convento,

entre la noche tranquila,

entonaba un ruiseñor

sus más dulces melodías.

Siguió cantando el buen monje,

al son del arpa querida.

Apóstol del Perú

padre Toribio de Mogrovejo

a ti gloria y honor

por tu entrega al servicio de tu grey.

Apóstol del Perú

padre Toribio de Mogrovejo

a ti gloria y honor

por tu entrega al servicio de tu grey.

Del clero tú te preocupaste

un seminario tú fundaste

obispo tienes sacerdotes

reconocemos tienes grandes dotes

A Dios con fe y gran esperanza

serviste dentro de su pueblo

después el mismo te escogió

para servirle como arzobispo

Tus manos andan encallecidas

un monasterio tú fundaste

para que recen por los pobres

por los que sufren

y por los sacerdotes.

Tu corazón nos regalaste

tu amor quedó en este suelo

que Dios por medio de tu mano

bendiga al pueblo entero.

Apóstol del Perú

padre Toribio de Mogrovejo,

a ti gloria y honor

por tu entrega al servicio de tu grey.


Himno de Mayorga

Brillante sol de América del Sur.

Mayorga fue la cuna de tu luz.

Dos mundos pues tu lumbre recorrió la misma fe que fulguró en la cruz.

Ángel de Paz nacido en nuestro suelo, tu corazón es nuestro corazón

La sangre real que corre por tus venas, aquí brotó mágico raudal.

Ángel de Paz nacido en nuestro suelo, tu corazón es nuestro corazón

La sangre real que corre por tus venas aquí brotó mágico raudal.

Toribio singular pastor celoso de tu grey, las almas a salvar en nombre vas de Cristo Rey.

América te vio cruzar su vasta inmensidad y el eco de tu voz un nuevo mundo vio la paz.

Vuelve ya tu hermoso corazón a este pueblo que te dio la vida

y que implora con su fe rendida tu amorosa y santa bendición.


Dr. José Antonio Benito

Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima

Selección de imágenes: José Gálvez Krüger