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Lunes, 30 de diciembre de 2024

Santo Tomás Apóstol

De Enciclopedia Católica

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Poco se recuerda de Sto. Tomás Apóstol, no obstante, gracias al cuarto Evangelio, su personalidad está más clara para nosotros que la de algunos otros de los Doce. Su nombre aparece en todas las listas de los Sinópticos (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6, cf. Hechos 1:13), pero en San Juan desempeña un papel característico. Primero, cuando Jesús anuncia su intención de regresar a Judea para visitar a Lázaro, Tomas, que es llamado “Didimo” (el mellizo), dice a los otros discípulos: “Vayamos también nosotros a morir con Él” (Jn 11:16). De nuevo es Tomás quien, durante el discurso antes de la Última Cena, pone una objeción: “Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” (Jn 14:5). Pero Tomás es especialmente recordado por su incredulidad, cuando los otros Apóstoles le anuncian la Resurrección de Cristo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20:25); pero, ocho días después, hizo su acto de fe, acatando el reproche de Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído. “ (Jn 20:29). Esto agota todo nuestro conocimiento cierto con respecto al Apóstol; pero su nombre es el punto de partida de una considerable literatura apócrifa, y hay también ciertos datos históricos que sugieren que algunos de estos materiales apócrifos pueden contener gérmenes de verdad. El documento principal acerca de él es el "Acta Thomae", conservada para nosotros, con algunas variaciones, en griego y en siríaco, y con signos inconfundibles de su origen gnóstico. Puede ser de hecho obra del propio Bardesanes. La historia en muchos de sus detalles es absolutamente extravagante, pero es el dato más antiguo, fue fechado por Harnack (Chronologie, 2, 172) al principio del tercer siglo, en el 220 d,C. Si el lugar de su origen es realmente Edessa, como Harnack y otros sostienen con legítimas razones (ibid., pág. 176), esto daría una considerable probabilidad a la afirmación, explícitamente hecha en el "Acta" (Bonet cap. 170, p.286), de que las reliquias del Apóstol Tomás, que sabemos que eran veneradas en Edessa, realmente habían venido de Oriente. La extravagancia de la leyenda puede juzgarse por el hecho de que en más de un lugar (cap. 31, pág., 148) representa a Tomás (Judas Tomás, como es nombrado aquí y en otras lugares de tradición siríaca) como el hermano gemelo de Jesús. Tomás en siríaco es el equivalente al didymos en griego, y significa mellizo. Rendel Harris, que exagera mucho el culto de los Dioscuros, lo considera una transformación de un culto pagano en Edessa pero este punto es, como poco, problemático. La historia transcurre como sigue: Tras la separación de los Apóstoles, India fue la porción de Tomás, pero manifestó su incapacidad para ir; tras lo cual, su Maestro Jesús se apareció de un modo sobrenatural a Abban, enviado de Gundafor, un rey hindú, y le vendió a Tomás como esclavo, para servir a Gundafor como carpintero. Entonces Abban y Tomás navegaron hasta llegar a Andrápolis dónde desembarcaron y asistieron a la fiesta de las bodas de la hija del gobernador. Siguieron extraños sucesos y Cristo, bajo la apariencia de Tomás, exhortó a la novia a permanecer virgen. Llegado a India Tomás emprendió la construcción de un palacio para Gundafor, pero gastó el dinero a él confiado con los pobres. Gundafor lo encarceló; pero el apóstol escapó milagrosamente y Gundafor se convirtió. Recorriendo el país para predicar, Tomás se encontró con extrañas aventuras de dragones y asnos salvajes. Entonces llegó a la ciudad de rey Misdai (en siríaco Mazdai), dónde convirtió a Tertia, la esposa de Misdai, y a Vazan, su hijo. Después de ello fue condenado a muerte, llevado fuera de la ciudad a una colina, y atravesado por las lanzas de cuatro soldados. Fue enterrado en la tumba de los antiguos reyes pero sus restos fueron después llevados a occidente.

Ahora bien, es ciertamente un hecho notable que, alrededor del año 46 d.C., gobernaba un rey sobre la zona de Asia al sur del Himalaya, representada actualmente por Afganistán, Beluchistan, el Pundjab, y Sind, que llevaba el nombre de Gondophernes o Guduphara. Lo sabemos por el descubrimiento de monedas, algunas de estilo parto con las leyendas griegas, otras hindúes con las leyendas en un dialecto hindú en caracteres kharoshthi. A pesar de las pequeñas variaciones la identificación del nombre con el Gundafor del "Acta Thomae" es inequívoca y apenas se discute. Más aún, tenemos la evidencia de la inscripción Takht-i-Bahi, que está fechada y qué los mejores especialistas aceptan para establecer que el rey Gunduphara probablemente empezó a reinar sobre el 20 d.C. y todavía estaba reinando en el 46. Hay excelentes razones de nuevo para creer que Misdai o Mazdai bien pueden ser la transformación de un nombre hindú hecha en tierra Iraní. En este caso probablemente representaría a un cierto rey Vasudeva de Mathura, sucesor de Kanishka. No hay duda de que no se puede deducir que el narrador gnóstico que escribió el "Acta Thomae" pudiera haber adoptado algunos nombres históricos hindúes para dar verosimilitud a su obra; pero, como el Sr. Fleet deduce en sus severamente críticos escritos, " los nombres puestos aquí en relación con Sto. Tomás son característicos, no tal y como han existido en la historia y tradición hindú" (Joul. of R.Asiátic. Soc., 1905, p.235).

Por otro lado, la tradición de que Sto. Tomás predicó en "India" se extendió ampliamente por Oriente y Occidente y aparece en escritores como Efraim, Siro, Ambrosio, Paulino, Jerónimo y más tarde en Gregorio de Tours y otros, es difícil todavía descubrir algún fundamento adecuado para la creencia, largamente aceptada, de que Sto. Tomás realizó sus viajes misioneros por el lejano sur de Mylapore, no lejos de Madrás, y allí sufrió el martirio. En esta región todavía se encuentra una cruz en un bajorrelieve de granito con una inscripción en pahlavi (persa antiguo) datada en el siglo séptimo, y la tradición de que fue allí donde Sto. Tomás entregó su vida es localmente muy fuerte. Es cierto también que en el Malabar o costa oeste del sur de la India, todavía existe un grupo de cristianos que aún usan un tipo de siríaco como lengua litúrgica. Parece difícil determinar si esta Iglesia data del tiempo de Sto. Tomás Apóstol (hubo un obispo Siro-Caldeo, Juan, "de India y Persia" que asistió al Concilio de Nicea en el 325) o si el Evangelio fue por primera vez predicado allí en el 345 bajo la persecución persa de Shapur (o Sapor), o si lo fue por los misioneros sirios que acompañaron un cierto Tomás Cana y penetraron en la costa Malabar alrededor del año 745. Sólo sabemos que en el siglo sexto Cosmas Indicopleustes habla de la existencia de cristianos en Male (¿Malabar?) bajo un obispo que había sido consagrado en Persia. El rey Alfredo el Grande aparece en la "Crónica" anglosajona” enviando una expedición para establecer relaciones con estos cristianos del lejano Oriente. Por otro lado las reputadas reliquias de Sto. Tomás estaban ciertamente en Edessa en el siglo cuarto, y allí permanecieron hasta que fueron trasladadas a Chios en 1258 y a Ortona. La improbable sugerencia de que Sto. Tomás predicó en América (American Eccles ., 1899, pp.1-18) está basada en una interpretación equivocada del texto de los Hechos de los Apóstoles (1, 8; cf. Berchet, "Fonte italiane per la storia della scoperta del Nuovo Mondo", II, 236, y I, 44).

Además del "Acta Thomae" de la que existe una redacción, diferente y notablemente más corta, en etíope y latín, tenemos un breve formulario de un, así llamado, “Evangelio de Tomás", originalmente gnóstico, y, tal y como ahora lo conocemos, meramente una historia fantástica de la niñez de Jesús, sin ningún notablemente tinte herético. Hay también una "Revelatio Thomae", condenada como apócrifo por el Decreto del Papa Gelasio que se ha recuperado recientemente de diversas fuentes de modo fragmentado (vease el texto completo en la Revista benedictina, 1911, el pp. 359-374).

HERBERT THURSTON Transcrito por Mary y Joseph Thomás En memoria de Ella Barkyoumb Traducido por Quique Sancho Dedicado con cariño a José Ramón y Ortolá, párroco de Sto. Tomás de Valencia (España)