San John Berchmans
De Enciclopedia Católica
Nacido en Diest , Brabante (Bélgica), el 13 de marzo de 1599; murió en Roma el 13 de agosto de 1621. Sus padres cuidaron con gran solicitud la formación de su carácter. Era de naturaleza amable, mansa, y afectuoso con ellos, el favorito de sus compañeros de juegos, valiente y abierto, con un cierto atractivo y con una disposición alegre y luminosa. También era, por inclinación natural, impetuoso e inconstante. Cuando John solo tenía siete años, M., Emmerick, el sacerdote de su parroquia, ya comentaba con agrado que el Señor obraría maravillas en el alma del niño. Muchos son los detalles que nos lo muestran cuando estaba en la Sociedad de Jesús. Tenía nueve años de edad cuando su madre enfermó de una grave y larga dolencia. John pasaba largas horas cada día al lado de su cama, y la consolaba con sus afectuosas, aunque serias, palabras. Después, cuando vivió con otros muchachos en casa de M. Emmerick, realizaba más que su parte del trabajo doméstico, y elegía preferentemente las ocupaciones más difíciles. Si fue amado por sus compañeros, él devolvió este afecto con su bondad, sin desviarse sin embargo de los dictados de su conciencia. Incluso, se notaba que utilizaba discretamente su influencia sobre ellos para corregir sus negligencias y refrenar sus conversaciones frívolas. Ávido de aprender y dotado naturalmente de un luminoso intelecto y una memoria retentiva, aumento el efecto de estos regalos, consagrando para estudiar todo el tiempo que podría legítimamente dedicar a su recreo ordinario.
Lo que sin embargo le distinguía de la mayoría de sus compañeros era su piedad. Cuando apenas tenía siete años, estaba acostumbrado a levantarse temprano y ayudar en dos o tres Misas con gran fervor. Asistía a la instrucción religiosa y escuchaba los sermones del Domingo con el recogimiento más profundo y realizó peregrinaciones al santuario de Montaigu, a unos kilómetros de Diest, recitando el rosario cuando iba o absorto en la meditación. En cuanto entró en la universidad jesuita en Mechlin, se inscribió en la Sociedad de la Bienaventurada Virgen y tomó la resolución de recitar su Oficio diariamente. Más aún, preguntaba todos los meses al director de la cofradía para que le prescribiera algunos actos especiales de devoción a María. Los viernes, al anochecer, le gustaba ir descalzo y hacer las estaciones del Via Crucis por la ciudad. Esta ferviente, filial, piedad ganó para él la gracia de la vocación religiosa. Hacia el final de su curso de retórica, sintió una llamada a la Sociedad de Jesús. Su familia estaba decididamente opuesta a ello y, el 24 de septiembre de 1616, fue admitido en el noviciado de Mechlin. Tras pasar dos años en Mechlin, hizo los votos simples y fue enviado a Amberes para empezar sus estudios de filosofía. Permaneció sólo unas semanas allí, partió para Roma dónde debía continuar los mismos estudios. Después de viajar trescientas leguas a pie (n.d.t. una legua equivale a entre 4 y 5,6 Km., según los países), llevando a la espalda el equipaje, llegó a la Universidad romana, estudió durante dos años y pasó al tercer curso de filosofía en el año 1621. Un día temprano, en agosto de ese mismo año, fue seleccionado por el prefecto de estudios para tomar parte en una disputa filosófica en el Colegio Griego, en ese momento a cargo de los dominicos. Abrió la discusión con gran perspicacia y erudición, pero, al regresar a su universidad, fue atacado por una violenta fiebre de la que murió el 13 de agosto, a la edad de veintidós años y cinco meses.
Durante la segunda parte de su vida, John nos mostró al tipo de santo que realiza las acciones ordinarias con perfección extraordinaria. En su pureza, obediencia y caridad admirable se pareció a muchos religioso, pero los superó a todos por su intenso amor por las reglas de su orden. Las Constituciones de la Sociedad de Jesús conceden, a aquéllos que las observan exactamente, el grado más alto de santidad, como fue declarado por Papa Julio III y sus sucesores. El logro de ese ideal era lo que John se propuso: “Si no llego a ser santo cuando soy joven", decía " nunca lo seré”. Por eso desplegó tal sabiduría, conformando su voluntad a la de sus superiores y a la regla. Habría preferido la muerte a la violación de la menor de las reglas de su orden. "Mi penitencia", diría, "es vivir la vida en común... Prestaré la mayor atención a la mínima inspiración de Dios". Observó esta fidelidad en la realización de todas sus tareas hasta el último día de su vida, como lo atestiguan los padres Bauters, Cepari, Ceccoti, Massucci, y Piccolomini, sus directores espirituales. Cuando murió, una gran multitud se apiñó durante varios días para verle e invocar su intercesión. El mismo año, Felipe, duque de Aerschot, presentó una petición al Papa Gregorio XV para tomar datos con vistas a su beatificación. John Berchmans fue declarado Beato en 1865, y canonizado en 1888. Sus imágenes lo representan con las manos enlazadas, sosteniendo su crucifijo, su libro de la regla y su rosario.
H. DEMAIN Trascrito por Joseph P. Thomas en memoria del obispo James Kallacherry Traducido por Quique Sancho