San Francisco Solano
De Enciclopedia Católica
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Celebrando el IV Centenario
El 26 de febrero, Fr. José Rodríguez Carballo, ofm, Ministro general, acompañado de Fr. Francisco Javier Arellano, su Secretario personal, peregrinó a la Casa de San Francisco Solano, en Montilla, provincia de Córdoba (España), para presidir una Eucaristía con motivo del IV Centenario de su muerte, acaecida en 1610, en la que participaron muchos hermanos franciscanos y numerosos fieles. El Ministro general aprovechó su estancia Sevilla y Córdoba para visitar al nuevo Arzobispo de Sevilla, encontrarse con los hermanos de dicha Provincia Bética, y visitar las Clarisas y Concepcionistas de la región. En el convento franciscano de Loreto, el Ministro general bendijo la “capilla” renovada, erigida en la habitación ocupada por el Santo durante sus años de formación filosófica y teológica, y destacó la egregia figura de Solano definiéndolo como:“un gigante de la santidad, un apóstol incansable, un apasionado hijo del Pobrecillo de Asís, un verdadero Fraile Menor, un mártir del deseo –su sueño era ir al norte de África para morir mártir-, al que el Señor le había reservado la abundante mies de Sudamérica. Allí, con su música –sabía tocar muy bien el violín y la guitarra-, y con el canto, para el que tenía grandes dotes, atraía a los indígenas, y con la palabra del Evangelio convertía sus corazones y el de muchos colonos... Luego lo haría en América, particularmente en Lima, donde ya en vida era reconocida su santidad. A los 400 años de su muerte, Francisco Solano sigue dejándonos un gran mensaje: la pasión por el Evangelio. Su vida, tocada por el Evangelio, que él mismo había profesado en cuanto franciscano como su “regla y vida”, lo puso en movimiento para ir más allá de sus fronteras culturales y religiosas y restituir este don, el don del Evangelio, con su vida y su palabra. El Evangelio había cambiado su vida, como antes había cambiado la vida de san Francisco de Asís, y con su palabra, Francisco Solano, hizo que ese mismo Evangelio cambiase el corazón de tantos. Nos encontramos en el jubileo de Solano. Junto a la peregrinación a su casa solariega de Montilla, se están multiplicando los actos en su honor: congresos, celebraciones, conciertos, publicaciones, exposiciones, himno. Aquí mismo -en el vicariato de San Ramón (Perú)- el P. Córdoba ha compuesto un bello himno “Ara y siembra Solano”. En el presente artículo, pretendo presentarles su atractiva vida, su honda espiritualidad, su perenne actualidad.
Nacimiento en Montilla
Muy lejos se hallaba el pequeño Francisco de las fratricidas guerras civiles en que se desangraba Perú tras la conquista del imperio inca. Los partidarios de Almagro y de Pizarro no hacen las paces, incluso llegan a asesinar al primer virrey, Blasco Núñez de Vela. Nace en Montilla (Córdoba) en 1549, un año después que el prudente Pedro Lagasca, pacificase Perú tras la victoria sobre Gonzalo Pizarro en Xaquixaguana. Y, aunque no se conoce con exactitud la fecha de su nacimiento, sí se sabe que fue bautizado el día 10 de Marzo de 1549 en la Parroquia de Santiago, donde aún se conserva –aunque agrietada- la antigua pila bautismal del Santo. Francisco fue el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez, llamada "La Hidalga". Sus dos hermanos se llamaban Diego e Inés. Desde los cuatro años, estudia en el recién creado colegio de los Jesuitas. Francisco era un muchacho de natural despierto, fácil memoria y no poca inteligencia. Visitaba con frecuencia la Iglesia de San José, y cuentan que desde su infancia daba limosna y enseñaba a los muchachos pobres del barrio. Montilla era un lugar eminentemente religioso, beneficiado recientemente por la prédica de San Juan de Ávila, quien murió cuando Francisco tenía veinte años. En la localidad había 18 iglesias, 5 conventos y numerosas cofradías. Parece que tuvo varios encuentros con el ilustre peruano el Inca Garcilaso. Pudo también coincidir en Granada con santo Toribio de Mogrovejo, pues éste estuvo en la ciudad moruna hasta 1580 y Solano hasta 1589
A los 20 años viste el sayal franciscano, haciendo su profesión en 1570, en la familia franciscana de la Regular Observancia, cuyo estilo de vida se caracterizaba por "un tipo de vida comunitaria simplificada y fraternal, una práctica económica de mayor austeridad en trabajo personal, mendicación y servicio; un programa de vida espiritual dominado por la soledad y la contemplación afectiva, y sometido a un modesto esfuerzo de metodización" (J. García Oro). Dos años después se traslada al convento de Nuestra Señora de Loreto (Sevilla) donde alternó el estudio de la teología con la oración y la penitencia. Escoge la celda más pequeña e incómoda del convento, bien próxima al coro donde pasaba buena parte de su tiempo.
Allí recibió la ordenación sacerdotal y, como tenía muy buena voz, le nombran director de coro y predicador. En 1578 desempeña el cargo de maestro de novicios en Arrizafa (Córdoba). Tres años más tarde, 1581, pasa a San Francisco del Monte, la nueva Porciúncula cordobesa, escondido entre los breñales de Sierra Morena dedicándose a la vida contemplativa. No olvida a sus hermanos cuando la peste diezma a la población de Montoro donde acude solícito para ayudar a los enfermos. Se le nombra guardián del convento y a los 3 años se le envía al convento de San Luis de la Zubia (Granada) con merecida fama de santidad. El 3 de marzo de 1589 partía el barco en el que iba también el nuevo virrey del Perú, don García Hurtado de Mendoza. En Panamá debe esperar varios meses por falta de embarcaciones. Debido al mortífero clima, dos de sus compañeros pierden la vida. Naufraga con su compañero junto a la isla de Gorgona (Colombia). Después de muchos avatares llega, en 1590, a la capital del Perú.
Apóstol del Tucumán
No tiene tiempo para acomodarse. Debe ir más al sur pues le reclaman en Tucumán (Argentina). Aquí comenzaba la bajada abrupta y sinuosa hasta Salta y, más abajo, a las llanuras del Tucumán. Todo este trayecto hubo de hacerlo a pie o en pobres cabalgaduras. Si por aquellos recovecos habían pasado los conquistadores en busca de Eldorado y la plata del Potosí, ¿iba a ser menos un conquistador espiritual? Honda huella dejará la vista de la "Mamita de Copacabana" (Bolivia) y su estancia en Potosí; allí le sorprendió la fiesta del Poverello. El superior, fray Jerónimo Manuel, comenzó la copla: "Tal enamorado/ nunca se ha visto, / pues fue con Cristo/ de amores llagado". Veintiún años más tarde todavía rememoraban aquella fiesta: "El padre Solano le tomó la copla y comenzó a cantar y a bailar juntamente delante de todos con tanto espíritu y fervor, y con tanta alegría, que traía el rostro tan abrasado en el fuego del amor de Dios, y de manera fue el regocijo que suspendió a los circunstantes y les hizo verter lágrimas". En noviembre de 1590 llega a su destino. Regenta la diócesis Fray Fernando Trejo y Sanabria. Allí permanece 5 años como misionero y doctrinero de Socotonio y la Magdalena. Su caridad y mansedumbre, netamente franciscanas, así como la pobreza de su hábito, la austeridad de su vida y la alegría de su semblante ganaron el corazón de los indios. Se aplicó al estudio de su lengua, especialmente la toconoté, que le enseñara el capitán Andrés García de Valdés. El violín era una ayuda formidable para su labor evangelizadora. El Jueves Santo de 1593, cuarenta y cinco caciques con nueve mil indios cercan el poblado de Nueva Rioja. Cuenta el cura de la aldea, don Manuel Núñez Maestro que coincidió con la procesión de un grupo de disciplinantes, desnudos medio cuerpo arriba, azotando sus espaldas. Solano aprovecha para hablarles del Redentor y de sus sufrimientos por nosotros; les cautiva y le piden que les instruya en los misterios de la fe. Narra el cronista: " Y el dicho padre andaba con tanta alegría y devoción, como sargento del cielo entre los indios, quitándoles los azotes y diciéndoles mil cosas, toda la noche sin descansar, predicándoles y enseñándoles". Y como la causa de la discordia parecía ser el alcalde de la ciudad, el santo les propuso nombrar al Niño Jesús. Aceptaron la propuesta con gran alegría y el Niño Jesús, en su imagen revestida con capa, penacho y vara, fue declarado solemnemente Alcalde la ciudad. Desde entonces viene la devoción que el pueblo riojano argentino tiene al Niño Jesús Alcalde. Seguirá evangelizando por Santiago del Estero, la Rioja y Córdoba. En Talavera o Nueva Rioja hizo brotar milagrosamente el agua; nos lo relata el Visitador don Francisco de Alfaro en 1617.
La renovación llega a Lima
En 1595 vuelve a Lima, convento de San Francisco de la Observancia, donde se fraguaban los criterios y decisiones que regían la vida franciscana en toda Sudamérica. En la Ciudad de los Reyes, viven Rosa de Lima recién confirmada con 9 años, Martín de Porras con 16 y el arzobispo Toribio de Mogrovejo a sus 57 años giraba su tercera visita por la diócesis limense. A través del franciscano fray Gabriel de Soledad solicitaba de Felipe II licencia para "fundar algunos conventos de descalzos en esta tierra, por el mucho fruto que espera se hará en todo género de gentes, así naturales como otras personas, viéndolos hacer vida de tanta penitencia y apartados de bienes temporales". A Solano le tocará encargarse de poner en marcha la nueva "recolección" (convento descalzo). Lo hará como en Montilla, "austeridad con música". Se revive la primitiva espiritualidad de los eremitorios de Asís. "Una espontaneidad de ascesis, oración, silencio y gestos penitenciales que combinan lo desconcertante y lo estético" (J.García Oro). Allí se interrumpe el ambiente de silencio para contactar con la naturaleza en donde el santo improvisa orquestas pajareras a la vez que alimenta a los "pajaritos del Señor". Un día, Solano danza delante del Santísimo, saca coplas de enamorado a María y canta villancicos andaluces al Niño Dios. Contagia a los hermanos; fray Juan Navarrete, que le reprende por estas "irreverencias", termina tarareando él mismo coplas de su tierra en honor del Creador. Su obsesión por la pobreza era tal que no quería que se blanqueara o enladrillara la casa, ni que se pulieran las puertas y ventanas. En su celda, tan sólo tenía un camastro, una colcha, una cruz, una silla y mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros. Era el primero en todo, y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes. Sus consejos eran prudentes, y cuando tenía que reprender a alguno de los demás frailes, lo hacía con gran celo y caridad. Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser alegre con los demás. Solano era también el santo de la alegría. Su sencillez encantadora nos la narra su acompañante fray Mateo Pérez: "Un día, estando en una ermita del convento de la "recolecta" para decir misa, y el señor marqués de Salinas don Luis de Velasco, virrey, presente en la ermita para ayudarla, como solía hacer, este testigo fue a la iglesia del convento por lumbre para encender las velas. Y el bendito siervo de Dios, en el entretanto, se puso a cantar chanzonetas en alabanza de Nuestro Señor y de su santa madre. De que el virrey quedó admirado, mostrando en sí gran gozo y contento de ver aquel acto [...] Este testigo le oyó cantar cuando llegó con la luz para decir la misa, y vido las acciones que el virrey hizo de contento". Narra Luis Jerónimo Oré –su primer biógrafo-: “Otras muchas veces tuvo grande elevaciones y coloquios con Nuestro Señor Jesucristo y su bendita Madre y para incitar a esto el ánimo y provocar su espíritu a devoción, como David despertaba el suyo, con los instrumentos que tenía para las alabanzas divinas… Así tomaba un violoncillo y con él se iba a cantar delante del Santísimo Sacramento y de la imagen de Nuestra Señora y se quedaba elevado en oración” (f.25v). “Fue varón devotísimo de los misterios de la vida de Nuestro señor Jesucristo y en particular del niño Jesús y así la noche buena de su santísimo Nacimiento la celebraba con cantares de alabanzas y villancicos que para esto tenía escritos de su mano al son de su rabelillo” (f.27v) Desde Lima marcha a Trujillo en calidad de Superior en 1602. Aquí se dedica especialmente a la predicación y a la asistencia de enfermos a quienes atendía personalmente y les llevaba regalos en los mangos de su hábito. También logró reconciliar enemigos hermanos como Alonso y Antonio Cavero; el primero, al escuchar un sermón del santo se arrodilló frente a Antonio, reconoció su culpa y se perdonaron. Como recuerdo de su presencia en esta tierra, cabe señalar el púlpito de la iglesia de San Francisco, desde el cual, un 12 de noviembre de 1603, predijo el terremoto de 1619.
Vómito negro y terremoto
En 1604 regresa a la metrópoli. A pesar de su precario estado de salud, continuaba haciendo grandes penitencias y pasaba noches enteras en oración. Sus visitas a la enfermería se hicieron cada vez más frecuentes. Sin embargo, iba a menudo a visitar a los enfermos o salía a las calles a predicar con su pequeño rabel y una cruz en las manos. Así conseguía juntar a un gran número de personas y las congregaba en la plaza mayor, donde se dirigía a la muchedumbre en alta voz. Su predicación se fundamentaba en citas bíblicas y en la doctrina de los Padres de la Iglesia. Predicaba en todas partes: en los talleres artesanales, en los garitos, en las calles, en los monasterios e incluso en los corrales de teatro. Especial significado tuvo su oposición a ciertos espectáculos teatrales en los que a su juicio se ofendía a Dios. En España se había producido una corriente de opinión en contra de este género, y muchos artistas se tuvieron que desplazar hacia el Nuevo Mundo, donde gozaban de mayor aceptación popular. En Lima había tres compañías de comedias. Solano entraba en los corrales con un Cristo en la mano y mucha gente le seguía abandonando el lugar. Más de una vez consiguió que hubiera que anular la representación, porque con él se iba todo el mundo. En 1604, Arequipa se vio afectada por la peste del vómito negro. El 21 de diciembre de 1604, Solano pronunció un sermón que conmovió en gran manera a los habitantes de Lima. Ese día llovió copiosamente, y muchos temían que se produjera una inundación. En tono apocalíptico, el Santo dijo que si no se convertían habría que lamentar grandes desastres como la destrucción de la ciudad. El efecto que tuvieron sus palabras sobre la multitud fue tal que la gente iba de un lado para otro propagando su terror ante lo que habían escuchado. Se armó un gran revuelo, y por la noche se abrieron todas las iglesias y muchos se confesaron. Se sacaron procesiones, y por la calle se podía ver a muchos disciplinantes. La vista de aquel fraile, espejo de la penitencia, el ardor de su mirada y el fuego de sus palabras, conmueve a sus oyentes. Le siguen hasta la plaza mayor y allí el gentío se hace cada vez más numeroso de tal manera que deben dejar abiertas las iglesias por petición popular de la confesión. Durante un mes, las confesiones fueron muy abundantes. También cuentan que hubo grandes conversiones de pecadores, que se reconciliaron numerosas amistades y que muchos solucionaron las disputas que mantenían entre sí. En octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento. Postrado y gravemente enfermo del estómago, apenas si podía salir a predicar y a visitar a los enfermos. Procuraba asistir a la comida en el refectorio junto con los demás frailes, pero comía muy poco, tan sólo unas hierbas cocidas. Además, seguía excediéndose en sus penitencias y no miraba por su delicada salud. Cuando se levantaba, le gustaba dar paseos por el claustro del convento y rezar ante los cuadros de la vida de San Francisco de Asís. En el aula de teología, pasaba muchas horas ante un cuadro que había de San Buenaventura, a quien tenía gran devoción. En octubre de 1609, hubo un terremoto en la ciudad de Lima. La primera sacudida fue de noche, pero después se produjeron hasta 14 nuevos temblores de tierra. Cuentan que el agua se derramaba de las fuentes y que las campanas tocaban solas. Las iglesias se llenaron de gente. Solano salió a predicar, aunque apenas si podía tenerse en pie. Como de costumbre, daba grandes voces invitando al arrepentimiento y la conversión.
Adios terrenal en olor a santidad
Cuentan de los últimos años de su vida algunos hechos inexplicables y otros impropios de su maltrecha salud, como la fuerza con que predicaba, raptos, momentos de éxtasis en los que lo encontraban levantado del suelo, o una vez que dio tres gigantescos saltos y sólo se detuvo cuando chocó con otro fraile. En lo sucesivo, su vida será más de cielo que de tierra. Sus fuerzas van decayendo y es trasladado al convento de Jesús. Durante su última enfermedad, le trataron cuatro médicos. Solano era poco más que un esqueleto viviente. Tenía mucha fiebre y fortísimos dolores de estómago. Llegamos al 12 de julio, lunes. Es la hora del perdón comunitario y de la renovación de los votos. Se le interroga solemnemente, y el Padre Francisco sólo puede asentir. Comulga, cierra los ojos y queda en silencio de paz. Parece soñar dulcemente. De repente, un respiro y una palabra: "María. ¿Dónde está Nuestra Señora?". "Está de fiesta y le espera, vestida de Reina" - dirá el padre predicador Mendoza. A la mañana siguiente, le despierta el beso del negrito fray Antón, quien le susurra: "¿Se acordará de mí?". Francisco lo afirma por tres veces. Por fin, muy suavemente: "Hermano, persevere en el servicio de nuestro Señor y verá la vida eterna". Dicen que ese día los pájaros se despidieron de él cantando junto a la ventana de su celda desde por la mañana temprano. Murió a las once y tres cuartos de la mañana. Ese mismo día y a la misma hora se produjo un extraño toque de campanas en el convento de Loreto. Su cuerpo fue trasladado al oratorio de la enfermería, donde acudió gran cantidad de gente a venerarlo. Allí mismo fue retratado por dos pintores. A su entierro asistieron unas 5.000 personas. Corre el 14 de julio de 1610, Solano luce en el Sol eterno. De la fama de su santidad habla bien a las claras que los primeros en acudir a la conducción del cadáver fuesen el virrey Marqués de Montesclaros y el arzobispo Lobo Guerrero; en la iglesia, la guardia de alabarderos apenas si puede contener a la multitud. Predica sus virtudes el provincial de la Compañía, Juan Sebastián de la Farra, y se le da sepultura en la cripta de la iglesia, donde más tarde se levantará una capilla... Monseñor Luis Gerónimo de Oré da cuenta de que”después de muerto pasadas ocho horas desde su tránsito, hallaban el cuerpo tratable y caliente, estando los pies descalzos y las manos descubiertas, amortajado con su hábito, para haberle de enterrar. A esta maravilla se juntaba otra digna de admiración…que el color del cuerpo, así por naturaleza, como de caminar por soles y aires, y por enfermedades, que declinaba a moreno, después de muerto quedó blanco como la nieve, como representando la estola blanca de la inmortalidad, que por inocencia había de alancanzar, como hijo de san Francisco, heredero de su nombre y humildad, y de heroicas virtudes…Después que le enterraron, pasadas más de ocho horas, le desenterraron para quedar con algún retrato suyo que renovase la memoria de quien l ha dejado eterna en aquella tierra como tan justo y gran siervo de Dios. Halláronle tan tratable como cuando acabó de morir, sin género de olor a difunto, sino con un poquito de olor extraordinario, que no se podía juzgar cual fuese y las manos blancas tenía señaladas de los rosarios que había tocado en ellas. Y fue cosa maravillosa, que habiendo pasado 16 horas, después que murió, le cortaron una uña del dedo del pie y le salió sangre y también quitándole para reliquias los cabellos del cerquillo de la corona, le dieron algunas heridas y salió sangre de ellas y más de 36 horas después que murió estuvieron las heridas coloradas y rojas; y también los labios estuvieron colorados, la lengua fresca y húmeda, que no parecí estar muerto; y las uñas de los dedos rojas, que a los que a verlas estuvieron presentes causó grande admiración, de ver un cuerpo difunto de poco menos de 40 horas estar de aquella manera”. MILAGROS DE AYER Y DE HOY Luis Jerónimo Oré afirma de modo contundente que “toda la ciudad de Lima y todo el reino del Perú tiene gran devoción con el Santo Padre (Solano) y particularmente los que han recibido por su intercesión súbita salud”. Da testimonio de Juna Rubio de Vargas que yendo en un navío a Pisco les dio un viento en contra perdiéndose y tuvieron que entrar 25 hombres con una tormenta muy grande y “apellidando todos al Padre Fray Francisco Solano, echaron en la mar unos pedacitos de su hábito, con lo cual fue Nuestro Señor servido que se aplacó el mar y salieron a tierra en salvamento”. Alonso de Mexía, bachiller, declaró que tuvo una llaga muy penetrante en una pierna y que “mojando el dedo pulgar en el aceite de la lámpara, hecha la señal de la cruz, se untó con él la llaga y quedó luego sano” Oré habla de otros 95 milagros que Dios “ha hecho por intercesión del Santo Padre Fray Francisco Solano” Tan sólo 15 días después de su muerte, se abrió su proceso de canonización, "una información sobre la vida y costumbres de Solano, y sobre los milagros y maravillas que Dios obró por sus manos." Las gestiones comenzaron en Lima, donde hubo 500 testigos, y después continuaron en otras ciudades del Perú, en el Tucumán y en España. Es patrono de los terremotos, de la Unión de Misioneros Franciscanos y del folklore argentino. También es patrono de Montilla y de numerosas ciudades americanas como Lima, La Habana, Panamá, Cartagena de Indias, La Plata, Ayacucho y Santiago de Chile, entre otras. Un suceso extraordinario se recuerda en El Callao. Acaeció el 24 de mayo de 1940 y fue narrado en “El Amigo del Clero” (Mayo-junio de 1940) por su párroco Dr. Leocadio Mendoza. Según él, a raíz del movimiento sísmico del día 24, se presentó en su despacho el Dr. Carlos Arenas Loaysa con un empleado que traía un cuadro de ampliación con la fotografía iluminada de San Francisco Solano que había sudado. El Padre tomó el cuadro y vio que la luna estaba llena de gotas grandes de agua por la parte inferior. El párroco sacudió el cuadro para hacer caer las gotas y volvieron a aparecer nuevas gotas grandes y comenzó a correr de un lado a otro sin mojar el papel a manera de mercurio. Ante tal acontecimiento convocó a varias personas, entre ellas Consuelo P. de Arenas y María Teresa Arenas Loayza, quienes llevaron el cuadro. Horas después se lo devolvieron y comprobaron que ningún cuadro vecino tenía agua, sino que estaban secos; incluso, examinaron los focos eléctricos y tampoco encontraron nada. El doctor Arenas declara que el cuadro hace unos cuatro años que estaba en su dormitorio sobre una consola que está a su costado de un balcón y con el movimiento sísmico se cayó hacia el balcón sin dañarse quedándose con la luna para arriba en el sol por un tiempo de unos 20 minutos. El cuadro fue llevado a las MM. Reparadoras donde lo vieron dos de las Madres y una auxiliar. El P. Francisco Cabré da testimonio de haberlo visto. Parece que el terremoto hizo tanto daño en Lima, y dejó casi en ruinas el Callao, produjo daños insignificantes en el balneario, siendo que parece que el epicentro fue en el al mar cerca del lugar
PARA SABER MÁS García Oro, José: San Francisco Solano, BAC, Madrid, 1987 Jubileo de San Francisco Solano: http://www.franciscanos.org/selfran32/fsolano2.html Oré, Monseñor Luis Gerónimo de Relación de la vida y milagros de San Francisco Solano [1614] (PUCP, Fondo Editorial 1998, Lima) Vargas Ugarte, Rubén S.I., San Francisco Solano, en Año Cristiano, Tomo III, Madrid, Ed. Católica (BAC 185), 1959, pp. 125-133 VVAA La gran aventura Guión biográfico sobre el santo montillano San Francisco Solano [1549-1610]
Nota del Director: Es mi deseo que el acervo de la Enciclopedia Católica se incremente y actualice, sin que se pierda nada de la primitiva herencia. Por ese motivo, incluyo debajo de esta moderna y noticiosa biografía de San Francisco Solano, escrita por el Doctor José Antonio Benito, la antigua versión traducida del idioma inglés.
Solano, San Francisco
Misionero sudamericano de la orden de los Frailes menores; nació en Montilla, en la diócesis de Cordova, España, el 10 de Marzo de 1549 y murió en Lima, Perú, el 14 de Julio de 1610. Sus padres, Mateo Sánchez Solano y Ana Ximenes, eran distinguidos no menos por su nobleza que por su virtud y piedad. Cuando Francisco tenía veinte años de edad, fue recibido en la orden Franciscana en Montilla, y varios años después de su ordenación, fue mandado por sus superiores al convento de Arifazza como maestro de novicios. En 1589 navegó desde España hacia el Nuevo Mundo, y habiendo llegado a Panamá, cruzó el istmo y se embarcó en un navío que lo transportaría hasta Perú. Sus labores misioneras en Sudamérica se extendieron por un periodo de 20 años, durante los cuales se dedicó sin fatiga, sin evadir los sacrificios sin importar cuan grandes sean, y enfrentando sin miedo el estar en el camino de la Evangelización de las vastas regiones de Tucumán y Paraguay. Su apostolado fue tan satisfactorio que fue aptamente nombrado el Taumaturgo del Nuevo Mundo. No obstante el número y la dificultad de los dialectos hablados por los indios, los aprendió todos en muy corto tiempo y se dice que él frecuentemente se dirigía a tribus de diferentes lenguas en un solo idioma y que era entendido por todos. A pesar de estar bien comprometido con la actividad misionera, ocupó la oficina de custodio de los conventos de su orden en Tucumán y Paraguay, y luego fue elegido guardián del Convento Franciscano en Lima, Perú.
En 1610, mientras predicaba en Trujillo, Francisco predijo las calamidades que iban a caer sobre esta ciudad, que fue destruida por un terremoto ocho años después; en donde la mayoría de los habitantes perecieron en las ruinas. La muerte de San Francisco, la cual él mismo predijo, fue la causa de un hondo pesar general por todo el Perú. En el sermón del funeral, en el entierro del santo, el Padre Sebastián, S.J., dijo que "la Divina Providencia ha escogido al Padre San Francisco Solano para ser la esperanza y la edificación de todo el Perú, el ejemplo y gloria de Lima y esplendor de la orden seráfica". San Francisco fue beatificado por Clemente X, en 1675, y canonizado por Benedicto XIII, en 1726. Su fiesta es celebrada por la Orden Franciscana el 24 de Julio.
"Life of St. Francis Solanus" (New York, 1888); LEO, "Lives of the Saints and Blessed of the Three Orders of St. Francis" (Taunton, 1886), II 509-522; Acta SS., July, V, 847-901.
STEPHEN M. DONOVAN Dedicated to Deacon Philip and Barbara Looby Family of St. Francis Solanus Church, NY Traducido por Sergio Claux