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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Purgatorio y oposicion de la Iglesia Greco Rusa

De Enciclopedia Católica

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En el concilio de Florencia, griegos y latinos, después de haber disputado largamente sobre el fuego del purgatorio, terminaron por entenderse sobre los puntos más esenciales y únicos que pertenecen al dogma definido, a saber: Primero, la existencia después de la muerte de un estado intermedio entre el estado de bienaventuranza y el de condenación, estado caracterizado por la privación temporal de la visión de Dios y el sufrimiento de las penas purificadoras de los que aquí en la tierra no ofrecieron una satisfacción suficiente por sus pecados; segundo, la utilidad de los sufragios de la Iglesia militante para mitigar y librar estos difuntos de sus penas. Desde el fin de la edad patrística hasta el concilio de Florencia era bien vaga e indecisa, y a veces contradictoria la enseñanza de los orientales sobre lo que la Iglesia latina llama purgatorio. Desde 1332 los polemistas griegos habían atacado el fuego purificador defendido por los latinos, y habían sospechado en esta enseñanza el error origenista de la apocatástasis final. Pero fuera de muy raros eruditos que leían el latín y estaban iniciados en la escolástica occidental, en Bizancio se ignoraba, aun en la época del concilio, la escatología muy desarrollada del occidente. Sobre la cuestión particular del purgatorio, no se tenían más que ideas falsas, y se desconocía totalmente la verdadera doctrina católica con su lujo de pruebas y razonamientos teológicos.

Más en adelante no fue así y encontramos tres grupos de teólogos disidentes: los partidarios de la doctrina católica, por lo menos en lo esencial del dogma definido; los adversarios categóricos del purgatorio, y los que fluctúan por una u otra posición.

Teólogos partidarios de la doctrina católica: En el siglo XV, tenemos al erudito Jorge Scholarios, consultor en el Concilio de Florencia, quien sostiene que la diferencia entre la Iglesia romana y la Iglesia oriental, sobre la cuestión del purgatorio, se reduce a bien poca cosa. En el siglo XVI, muchos teólogos greco-rusos enseñan una doctrina equivalente a la de Scholarios, como Manuel el Retórico, llamado el Corintio (+ 1551), Gabriel Severo, metropolita de Filadelfia (1541-1616). En el siglo XVII abundan los testimonios de la doctrina católica: Entre los rusos Pedro Moghila (+ 1646), Adrián, patriarca de Moscú (+ 1700); entre los griegos, Metrófano Critopoulos (+ 1639), Dositeo, patriarca de Jerusalén (+ 1707), en la primera edición de su “Confesión de fe” (1672) que vino a ser uno de los libros llamados simbólicos de la Iglesia greco-rusa moderna. En el siglo XVIII encontramos al ruso Estevan Javorskii, autor de una célebre obra de controversia contra los errores de los protestantes; al griego Elías Meniates (+ 1714), el cual admite una tercera categoría de difuntos sometidos a un castigo temporal, cuya naturaleza sólo Dios conoce. En la segunda mitad del siglo XVIII hasta 1840, la doctrina se oscurece en la Iglesia rusa, bajo la influencia de la teología protestante. Mas con la reforma operada por el procurador del sínodo dirigente, Protasov, que obligó a los teólogos rusos a volver a la ortodoxia del siglo XVII, esta doctrina es representada por los teólogos rusos de nota, como A. Malzev, monje Metrófano, T. Nikolskii, P.J. Svietlov, declaran que la divergencia entre las dos iglesias es una pura invención de los polemistas. Entre los griegos del siglo XIX y XX, señalamos a Nicodemus el Hagiorita y a Nectario Kefaldas.

Adversarios del dogma católico: El primer teólogo moderno que ha minado por la base el dogma del purgatorio, es el patriarca de Alejandría Melecio Pigas (+1601), polemista feroz y antipapista, que trabajó con todo su poder para impedir la unión de los rutenos a la Iglesia que se realizó en Brest (1595). En el siglo XVII, siguieron a Melecio algunos teólogos celebres como Cirilo Lúcaris, quien ganado por los calvinistas, escribía en el artículo 18 de su “Confesión de fe”: “Los que aquí son justificados no sufrirán jamás otra pena; mas los que mueren no justificados, son destinados a las penas eternas. Por esto es evidente, por qué no hay que admitir el comento del purgatorio, sino que en verdad, hay que establecer que cada uno tiene que corregirse en esta vida”. Dositeo, quien como dijimos, en su “confesión de fe” de 1672 había afirmado lo sustancial del dogma católico, en su nueva edición de 1690, abandona su primera opinión sobre la existencia de una tercera categoría de difuntos, muertos penitentes, pero que no han suficientemente satisfecho por sus pecados. Hacia el fin del siglo XVIII hasta 1840 los teólogos rusos estuvieron bajo la influencia de la teología protestante de Teófilo Procopovitch, por esto varios negaron la existencia de un lugar intermedio entre el estado de beatitud eterna y condenación eterna, como Silvestre Levedisnskii y Teófilo Gorskii.

Grupo de indecisos: Acabamos de ver dos grupos netamente opuestos los unos a los otros sobre la cuestión del purgatorio. Al lado de estos existe un tercer grupo, cuyo pensamiento es muy oscuro y equívoco, hasta a ser a veces contradictorio. A este tercer grupo pertenecen Filareto Drozdov que en su “Catecismo” revisado en 1839 por orden de Protasov, sobre la eficacia de la oración por los muertos dice que esta oración ayuda a las almas de los que han muerto en la fe, pero no precisa el sentido de esta frase morir en la fe; y Silvestre Malevanski que rechaza en nombre de la Iglesia ortodoxa, todo estado y todo lugar intermedio entre el cielo y el infierno; más al mismo tiempo confiesa que la suerte de los pecadores muertos en la fe puede ser dulcificada y hasta cambiada por los sufragios de los vivos. Más confusos son todavía I. Mesolaras y Chrestos Androutsos

Tomado de Juan Rosanas S.J., El Purgatorio (Tratado Dogmático), Colección Vida Espiritual, Editorial Poblet, Buenos Aires, 1949. Transcrito por José Gálvez Krüger para la Enciclopedia Católica.