Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Martes, 19 de marzo de 2024

Purgatorio: Invocaciones por los moribundos

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar
  • Recibe, Señor, a tu siervo (sierva) en el lugar que debe esperar de tu misericordia. R/ Amén.
  • Libra, Señor el alma de tu siervo de todos los peligros del infierno, de los lazos de las penas y de todas las tribulaciones. R/Amén.
  • Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Enoch y a Elías de la muerte común a los hombres. R/. Amén
  • Libra, Señor, como libraste a Noé del diluvio. R/.Amén.
  • Libra Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Isaac de ser inmolado, y de la mano de su padre Abrahán. R/. Amén.
  • Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Lot de Sodoma y de las llamas del fuego. R/. Amén.
  • Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Moisés de la mano del Faraón, rey de los egipcios. R/. Amén.
  • Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Daniel en el foso de los leones. R/. Amén.
  • Libra, Señor, el alma a tu siervo, como libraste a los tres jóvenes del horno de fuego ardiente, y de las manos de un rey cruel. R/. Amén.
  • Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a David de las manos del rey Saúl, y de las manos de Goliat. R/. Amén
  • Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Pedro y Pablo de las cárceles. R/. Amén
  • Y así como libraste de atrocísimos tormentos a tu dichosísima virgen y mártir Tecla, así también dígnate librar el alma de tu siervo, y concédele que contigo pueda gozar de los bienes del cielo.

Oremos: Encomendámoste, Señor, el alma de tu siervo, y te rogamos, Señor Jesucristo, Salvador del mundo, que no dejes de colocar en el seno de tus Patriarcas a esta alma, por la cual misericordiosamente bajaste a la tierra. Reconoce Señor, a tu hechura, criada, no por dioses extraños, sino por Ti, único Dios vivo y verdadero. En efecto, no hay Dios fuera de Ti, ni comparable en tus obras. Alegra, Señor, esta alma en tu presencia, y no te acuerdes de sus antiguas iniquidades excesos que suscito la violencia y ardor de sus pasiones. Pues aunque haya pecado, no ha negado al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo, sino que creyó, y tuvo amor y celo del Dios que hizo todas las cosas.

Señor, te suplicamos que olvides los delitos e ignorancias de su juventud; pero acuérdate de él en la gloria de tu caridad, según tu gran misericordia.

Ábranse los cielos y alégrense con él los Ángeles. Recibe a tu siervo, en su Reino. Recíbale San Miguel, Arcángel de Dios, que mereció ser príncipe de la milicia celeste.

Salgan a su encuentro los santos Ángeles de Dios, y condúzcanle a la ciudad celestial, Jerusalén. Recíbale el bienaventurado Pedro Apóstol a quien se dieron las llaves del reino de los cielos.

Ayúdele el Apóstol San Pablo que digno vaso de elección. Interceda por él San Juan, Apóstol de Dios a quien fueron revelados los secretos del cielo. Rueguen por él todos los Santos Apóstoles, a quienes el señor dio el poder de atar y desatar.

Intercedan por él todos los Santos y escogidos de Dios, que en este mundo sufrieron grandes tormentos por el nombre del cristo; para que desligado de las cadenas de la carne merezca llegar al glorioso reino de los cielos, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén

Oración: La clementísima Virgen María, Madre de Dios, piadosísimo consuelo de los tristes, encomiende a su Hijo el alma del siervo(a) N para que con esta intervención maternal, no tema los horrores de la muerte; sino que con su compañía llegue alegre a la deseada patria celestial. R/. Amén.

A ti acudo San José, Patrono de los moribundos, a ti en cuyo dichoso tránsito estuvieron solícitos Jesús y María; por estas dos carísimas prendas te encomiendo con empeño el alma de este tu siervo(a) N que lucha en la extrema agonía; para que por tu protección sea libre de las asechanzas del diablo y de la muerte perpetua, y merezca ir a los gozos eternos.


Cortesía de: José Gálvez Krüger