Psicoterapia
De Enciclopedia Católica
(del griego psyche, “mente”, y therapeuo, “yo curo”) La psicoterapia es esa rama de la terapéutica que utiliza la mente para influir en el cuerpo; primero para evitar la enfermedad evitando que la preocupación reduzca la vitalidad resistente; en segundo lugar, para reaccionar contra la enfermedad durante su proceso liberando a la mente de ansiedad e impulsando las energías latentes; en tercer lugar, después de que la enfermedad retrocede, ayudar a la convalecencia mediante la eliminación del desánimo durante la debilidad por sugestión inspiradora.
La psicoterapia a veces se considera como un desarrollo relativamente nuevo consecuencia de nuestro reciente progreso en psicología y especialmente en psicología fisiológica; es, sin embargo, tan viejo como la historia de la humanidad, y los sacerdotes del antiguo Egipto la utilizaban eficazmente. Dondequiera que los hombres han tenido confianza en otros hombres para su bienestar físico siempre ha habido un amplio elemento de influencia psíquica sobre la enfermedad. El primer médico del que tenemos alguna constancia en la historia fue I-Em-Hetep, “El que trae paz”; sabemos que fue mucho más la confianza que los hombres tenían en él que nada de lo que él hizo por medios físicos lo que le consiguió este lisonjero título y le permitió hacer tanto bien. Fue tan estimado que la famosa pirámide escalonada de Sakkara, cerca de Menfis, es llamada por su nombre, y después de su muerte fue adorado como un dios. Las naciones de Oriente siempre emplearon la influencia mental en la medicina, y tenemos abundante evidencia de su eficacia en ellas.
Entre los griegos, la influencia de la mente sobre el cuerpo fue reconocida muy claramente. Platón dice en “Cármides”: “No debes intentar curar el cuerpo sin el alma...Empieza por curar el alma [o la mente]”. Estas expresiones se presentan en un pasaje bien conocido en el que Sócrates habla de curar del dolor de cabeza a un joven por sugestión. Pretendía tener un remedio que había sido usado en la corte de un rey oriental para curar el dolor de cabeza; aunque realmente era de efecto indiferente, su empleo produjo el resultado deseado. En este relato tenemos la esencia de la psicoterapia de todos los tiempos. El paciente debe confiar en el que le sugestiona y debe estar persuadido de que la sugestión ha sido ya efectiva en otros, y entonces la cura resulta. Hay muchos pasajes de Platón en los que discute la influencia de la mente en disminuir los males físicos y también en aumentarlos, e incluso en crearlos, así que dice en la “República” que en su generación los hombres se educaban en la enfermedad en vez de en la salud, y esto estaba haciendo muy desgraciados a muchos.
Una forma especial de psicoterapia es el hipnotismo. Consiste éste en la sugestión hecha a un paciente mientras está en un estado de concentración de la atención que puede ser tan profunda como parecerse al sueño. Encontramos vestigios de esto desde los primeros tiempos de Egipto, y especialmente en los hospitales de los templos. Las naciones orientales le prestaron mucha atención y consiguieron producir muchas manifestaciones que probablemente creemos totalmente modernas. Como resultado de la más cuidadosa investigación en la época moderna hemos llegado a darnos cuenta de que cualquier cosa que haya en el hipnotismo se debe enteramente al sujeto y no al que lo realiza. No es el poder de la voluntad del que opera, sino la influencia del sujeto en sí mismo la que produce el estado (Ver HIPNOTISMO). El hipnotismo puede ser útil al principio de ciertos casos neuróticos, pero depende para su eficacia de la voluntad del paciente. Si se repite con frecuencia siempre hace daño. La repetición de la atención sobre él en cada generación sucesiva es uno de los fenómenos más interesantes de la historia del uso de la mente para influir en el cuerpo.
Psicoterapia Inconsciente
Aparte de la psicoterapia deliberada, hay no poca psicoterapéutica inconsciente en la historia de la medicina. Muchos remedios se han introducido, han parecido beneficiar a los pacientes, han tenido entonces una considerable moda, y a continuación se ha probado que eran enteramente sin eficacia. Los pacientes eran ayudados por la confianza suscitada por el nuevo remedio Tales incidentes terapéuticos hacen difícil determinar el valor real de los nuevos remedios. Remedios de eficacia relativamente ligera adquieren una reputación por su recomendación por alguien que da confianza; sólo después de que ésta pierde su eficacia puede estimarse el verdadero valor del remedio.
Casi todas las ramas de la ciencia han suministrado a la medicina supuestos remedios que han sido beneficiosos por un tiempo y subsiguientemente se ha demostrado que eran de poco o ningún valor. En la Edad Media tardía los imanes se suponía que extraían las enfermedades de la gente y realmente afectaron favorablemente a muchos pacientes. Conforme se desarrolló la electricidad, cada nueva fase de ella encontraba aplicaciones en medicina que eran muy prometedoras al principio, pero después se demostraba que era de poco valor terapéutico. Es ridículo leer el supuesto efecto terapéutico del tarro de Leyden poco después de su descubrimiento. La obra de Galvani dio nuevo ímpetu a la terapia eléctrica. Un curandero ambulante de América, Perkins, hizo una fortuna en Europa por medio de dos instrumentos de metal del tamaño aproximado de minas de lápiz con los que golpeaba a los pacientes. Se suponía que de algún modo aplicaban el descubrimiento de Galvani de la electricidad animal al cuerpo humano. Después de un tiempo, naturalmente, los “tractores de Perkins” dejaron de producir tales resultados. A pesar de las decepciones, cada nuevo desarrollo ha tenido los mismos resultados. Cuando se inventaron las potentes máquinas eléctricas, y luego los métodos de producir corrientes de alta frecuencia, se anunciaron como teniendo maravillosos poderes curativos y realmente curaron a muchos pacientes, hasta que el valor sugestivo del nuevo descubrimiento fracasó en actuar favorablemente sobre la mente. Cuando atrajeron la atención los rayos de Röntgen, también fueron usados con los resultados más prometedores en casi todas las enfermedades, aunque ahora se sabe que su nivel de valor terapéutico es muy limitado.
Curaciones por la Fe
La fe siempre ha sido un fuerte agente terapéutico. La ciencia, o la supuesta aplicación de principios científicos, ha sido probablemente la causa responsable de más curaciones por la fe que ninguna otra. La razón por la que la astrología mantuvo su influencia en la medicina fue por causa de la fe en el conocimiento científico transferido al reino de los asuntos humanos. Cuando se estudió la luz, también se asoció a la terapéutica. Con el descubrimiento de los rayos ultravioletas y su valor actínico, la terapia de los cristales azules se convirtió en una manía, se vendieron miles de toneladas de cristales azules, y la gente se sentaba bajo ellos y se curaba de toda clase de padecimientos y dolores. Cada nuevo desarrollo de la química y de la física condujo a nuevas aplicaciones a la terapéutica, aunque después de un tiempo la mayor parte de ellas han probado ser ineficaces. La fe en el descubrimiento científico ha actuado a través de la mente del paciente para producir una mejora de los síntomas, si no una cura de la enfermedad. Los pacientes que se curan son habitualmente los que sufren enfermedades crónicas, que, o bien sólo tienen el convencimiento de estar enfermos, o, teniendo alguna dolencia física, inhiben por la preocupación y la ansiedad las fuerzas naturales que les producirían la curación. Esta inhibición no se puede suprimir hasta que la mente se tranquiliza por la confianza en algún remedio maravilloso o descubrimiento científico que les dé una convicción de curación.
Curanderismo y Curaciones Mentales
La historia del curanderismo es realmente un capítulo de la psicoterapia. El mejor remedio del curandero es siempre su promesa de curar. Esta la hace para todas las enfermedades. Como consecuencia beneficia a la gente muchísimo a través de sus mentes. Tales pacientes nunca antes han confiado plenamente en que pudieran ser curados, y, sin afectarles mucho, han sufrido, o al menos se han quejado. Cuando se liberan de la carga de preocupación, la naturaleza les cura por medios muy simples, pero la curación se atribuye al último remedio empleado. No hay remedios en la medicina que nos hayan llegado de los curanderos: sus curas maravillosas se han obtenido por remedios simples bien conocidos plus influencia mental. El mismo poder sobre la mente ayuda a las panaceas, o medicinas especiales, vendidas con la promesa de curación. A veces tales remedios han obrado tantas curaciones que algunos gobiernos han comprado el secreto especial a su inventor y lo han hecho público al mundo. El secreto ha demostrado ser siempre algún remedio ordinario antes conocido, y justo cuando perdió su carácter secreto dejó de curar. La extensión de la educación popular, en vez de hacer tales curaciones por la fe en las panaceas menos comunes, más bien ha servido para darles una difusión más amplia. La posibilidad de leer abre a la gente a la influencia sugestiva del impreso, aunque no necesariamente provee del juicio necesario para una apreciación adecuada de lo que así se presenta. Como consecuencia, nuestra generación está dominada por las panaceas y gasta millones en remedios que son bastante indiferentes, o, como mucho, superficialmente provechosos, y a veces son absolutamente nocivos. El análisis por el gobierno de una veintena de los remedios más populares ampliamente consumidos por todo el país hace cinco años mostró que el único ingrediente activo era el alcohol y que una dosis de la medicina era aproximadamente equivalente a un trago de whisky. Esto redujo la venta de estos remedios, sin embargo, sólo de momento, y la mayoría de ellos han recuperado su popularidad. La fuente actual más popular de superstición científica se refiere a la electricidad. Toda clase de anillos, medallas y electrodos se compran a alto precio con la confianza de que producirán resultados maravillosos. Los anillos y brazaletes reumáticos, los electrodos en los pies, uno de cobre y otro de zinc, los cinturones eléctricos, los protectores que se llevan delante y detrás del pecho – estos son ejemplos modernos de supersticiones prácticas.
Psicoterapeutíca Especial
Ordinariamente, se presume que la psicoterapia sólo es eficaz en afecciones que son debidas a persuasiones mentales, enfermedades denominadas imaginarias, y que no puede beneficiar en afecciones orgánicas. En años recientes, sin embargo, se ha dispuesto de abundantes pruebas de que la influencia favorable sobre la mente puede modificar incluso condiciones físicas muy graves. No es inusual para un paciente de cáncer que ha perdido veinte o treinta libras de peso recuperar esto o más tras una incisión exploratoria que ha demostrado que su condición es inoperable. Al paciente, para ahorrarle preocupación, se le da a entender que ahora debe ponerse mejor y procede a hacerlo así. En un caso así se registró una ganancia de setenta libras. El paciente finalmente murió de cáncer, pero había tenido meses de fortaleza y eficiencia que de otra manera no se le habrían garantizado. Hay afecciones, también, en los que una persuasión mental desfavorable produce cambios físicos serios que pueden incluso demostrar ser fatales si interviene cualquier otra causa. Ahora se conoce muy bien que una gran cantidad de casos de la así llamada dispepsia son realmente debidas a un exceso de preocupación por la alimentación y la eliminación de la dieta de tantos artículos que se suponen ser indigestos que la nutrición del paciente se ve seriamente interferida. La preocupación de la mente por el estómago es en particular probable que interfiera con su actividad. Ciertos pensamientos producen una sensación de náusea. La gente delicada puede vomitar una comida si se acuerda de algo nauseabundo, o si un olor particular o algún incidente adverso les trastorna. El alimento comido con gusto y en proceso de digestión satisfactoria puede vomitarse si se oye algo disuasorio relativo a su origen o modo de preparación, y el vómito se produce tanto si la afirmación asquerosa es verdadera como si es falsa. Una convicción de que ciertos artículos de alimentación nos disgustarán es casi seguro que los haga difíciles de digerir: una gran cantidad de gente está absolutamente segura de que no puede digerir la leche o los huevos, pero demuestra ser totalmente capaz de digerir esos artículos de la dieta cuando, como en la tuberculosis sanatoria, se requiere tomarlos regularmente.
Corazón e Influencia Mental
Se puede presumir que el corazón esté libre de la influencia de la mente, por su gran importancia. Sin embargo, es probablemente a través de este órgano como se ejerce la influencia favorable y desfavorable de la mente sobre el cuerpo. El corazón comienza a latir en el embrión mucho antes de que se forme el sistema nervioso. El corazón late rápidamente por excitación y alegría; late lentamente por temor y depresión; y cualquier emoción vehemente afecta seriamente a su acción. Esto es cierto en la salud, pero es particularmente cierto en la enfermedad del propio corazón. Los enfermos de corazón mueren de alegría tanto como de miedo. El estado de la mente puede influir favorable o desfavorablemente en el corazón en el curso de la enfermedad, y el médico debe reconocer esto y utilizar su comprensión para una buena finalidad. Muchos de nuestros remedios para el corazón son de actuación más bien lenta, llevando doce horas o más que hagan efecto. Sin embargo, una o dos horas después de la visita de un médico, la mayor parte de los pacientes de corazón se sentirán mucho mejor que antes, y su mejoría puede atribuirse a los remedios del médico, aunque se debe sólo a la confianza suscitada por su presencia y el sentimiento de alivio proporcionado por su cuidadoso examen y la seguridad de que no hay peligro. Para cuando este sentimiento empieza a perder su eficacia, sus remedios hacen efecto y el paciente continúa mejorando.
Los grandes médicos han reconocido en todos los tiempos el fuerte influjo que la mente tiene sobre el corazón. Lancisi [De subit. Morte, I (Geneva, 1718), xix, $ 3] cuenta de casos en que el exceso de preocupación por el corazón era la causa de los síntomas. Morgagni, en “Los focos y las causas de enfermedad”, I (Londres, 1769), Carta xxiv, cuenta de un médico que, por preocuparse por su corazón, provocó que perdiera latidos. Sydenham y Boerhaave señalan ambos el desfavorable efecto que la mente puede tener sobre el corazón [Brown, “Academical Lectures”, VI (Londres, 1757)]. En nuestra propia época Oppenheim (“Letters to the Nervous Patients”, tr. Edimburgo, 1907) cuenta de un paciente que cuando se le toma el pulso, siendo el paciente consciente de ello, se pierden latidos; cuando se le toma sin advertencia por parte del paciente, es enteramente regular. Insiste en que el corazón se resiente de la vigilancia, “que no sólo acelera, sino que puede incluso inhibir su acción y volverse irregular”. Añade: “Y así es con todos los órganos del cuerpo que actúan espontáneamente; se trastornan y se convierten en funcionalmente deficientes, si, como resultado de la atención y autoobservación dirigida a ellos, les fluyen impulsos desde los centros de conciencia y voluntad de la misma forma que fluyen a los órganos [vg., los músculos] que están normalmente bajo el control de la voluntad”.El profesor Broadbent, cuya experiencia con las enfermedades de corazón fue quizá la mayor en nuestra generación, expone frecuentemente, en “La acción del corazón” (“The writings of Sir Wim. Broadbent”, Oxford, 1910), la necesidad de hacer descansar la mente. MacKenzie, cuya obra sobre la mecánica del corazón iba en dirección contraria, ha sido igual de enfático al reconocer la influencia mental (“Diseases of the Heart”, Oxford, 1910). La psicoterapia significa más en las enfermedades de corazón que en cualquier otro lugar, y en otras enfermedades su efecto sobre la circulación a través del corazón es muy importante.
La acción absolutamente automática de los pulmones podría parecer indicativa de que estos estaban libres de cualquier influencia mental o emocional. La mayor parte de los estados asmáticos caracterizados por la dificultad de respirar tienen gran parte de elementos mentales en ellos. El asma neurótico es más dependiente del estado mental que de ninguna otra cosa. La mayor parte de los remedios que le afectan tienen una clara acción sobre la mente tanto como sobre los pulmones. Incluso la tuberculosis está muy grandemente influida por el estado de la mente del paciente. Un paciente que renuncia a la lucha sucumbirá. “La consunción se lleva a los que se dejan” es un axioma. Los pacientes que enfrentan valerosamente el peligro y las dificultades habitualmente viven mucho más tiempo y a veces viven toda su vida, y a pesar de una grave invasión de los pulmones mueren de otra enfermedad sobrevenida. En todas las enfermedades nerviosas funcionales – esto es, aquellas afecciones nerviosas que no dependen de algún cambio orgánico del sistema nervioso, aunque a menudo cursan con dolores y parálisis – las condiciones conocidas como tratamiento histérico a través de la mente es muy esencial. Incluso cuando se usan otros remedios, sólo si afectan a la mente del paciente hacen bien. Los remedios malolientes, las píldoras de pan, los fortísimos catárticos y eméticos antiguamente utilizados en estos casos producían su efecto a través de la mente.
Sin embargo, incluso en enfermedades nerviosas orgánicas hay un claro espacio para la curación mental. Los pacientes se deprimen cuando saben que sufren de una enfermedad nerviosa incurable, se trastorna su apetito, empeora la digestión, domina el estreñimiento, salen menos a tomar el aire y hacen insuficiente ejercicio, y luego se desarrollan muchos síntomas adventicios. El paciente atribuye estos a la enfermedad nerviosa subyacente, aunque realmente se deben al estado mental y al encierro. La promesa de curación eleva la mente abatida, induce al paciente a salir; el apetito mejorará, muchos síntomas desaparecerán, y el paciente cree que la enfermedad subyacente está siendo aliviada. De ahí los muchos remedios anunciados incluso para enfermedades tan absolutamente incurables como la ataxia locomotora, la esclerosis múltiple, la epilepsia, y similares.
Miedos
La psicoterapia es naturalmente más importante en el tratamiento de cuantas afecciones dependen de la influencia mental. Tenemos una serie completa de miedos, ansiedades, exageraciones y sensaciones, y luego de hábitos y de falta de fuerza de voluntad, que sólo pueden ser adecuadamente tratados a través de la mente. Los miedos, o fobias, constituyen una clase bastante amplia de afecciones nerviosas; quizá la más común es la misofobia, o miedo a la suciedad, a veces bajo la forma de bacteriofobia; la acrofobia, miedo a las alturas, que puede ser tan aguda como para hacer imposible a una persona sentarse en la fila delantera de una galería o incluso decir misa en un altar mayor; alurofobia, o miedo a los gatos, que puede hacer desdichada la vida. Luego está el miedo a la oscuridad, el miedo a los lugares espaciosos, el miedo a los sitios estrechos, el miedo a caminar por debajo de algo que cuelga, y cantidades de otros. Siempre hay un cierto elemento mental en estos, aunque se presenten en personas de inteligencia y carácter. Sólo la sugestión y el entrenamiento los curará. Habitualmente son peores cuando el paciente está debilitado.
Temblores y Tics
Tras los miedos vienen los temblores, los tics o hábitos, y luego la supervisión consciente de las acciones habitualmente automáticas, tales como hablar, escribir, incluso andar, que interfiere con la realización de ellas. Bajo la presión emocional, como después de un pánico, los hombres se encuentran a veces incapaces de firmar con su nombre cuando alguien les está observando. Algunos hombres no pueden beber un vaso de agua en una mesa extraña sin derramarla. Estos son estados psíquicos más que nerviosos, y deben ser tratadas como tales. Hay cantidades de temblores que se presentan como consecuencia del miedo que sólo pueden superarse de la misma forma. Muchos de los tics – como pestañear, mover la cabeza, ligeros movimientos convulsivos de los brazos, movimientos de los labios, y nariz –deben considerarse en esta misma forma. Los niños deben ser vigilados y se debe evitar que los contraigan. Tienen tendencia a extenderse en las familias por imitación. Si se observan pronto, se pueden quitar mediante la formación de un hábito contrario. Algunos hábitos de los niños, especialmente ciertos hábitos de chupar y movimientos de la lengua, conducen a feas deformaciones de la boca cuando las mandíbulas están en fase moldeable. Chuparse el dedo es un hábito que debe tomarse seriamente, o los resultados en la boca serán muy marcados. Morderse las uñas en gente más mayor es una afección correspondiente. Tales hábitos se desarrollan, por regla general, sólo en aquellos de condición psicoasténica, pero los individuos pueden ser miembros muy útiles de la sociedad.
Alcoholismo y consumo Habitual de Drogas
La máxima utilidad de la psicoterapia es en el alcoholismo y el consumo habitual de drogas. No hay remedio que cure el alcoholismo. Hemos tenido, durante el pasado medio siglo, cientos de curaciones anunciadas: sabemos ahora que todas ellas debieron su éxito al influjo sobre la mente del paciente. Cuando se anuncia al principio una nueva cura muchos se benefician de ella. Después desciende al nivel ordinario y acaba por ser reconocida sólo como un tratamiento físico útil con un fuerte factor mental agregado. Cuando los pacientes están en medio de los ataques de alcoholismo, su estado físico les hace reclamar algún estímulo. En esta fase se les debe dar estimulantes distintos de los alcohólicos, y deben estar bajo tal supervisión que ayude a mantenerlos apartados del licor. Tras un tiempo variable – de una a dos o tres semanas – son bastante capaces de resistir el deseo por sí solos, si realmente quieren. La curación del alcoholismo es fácil, pero las recaídas son aún más fáciles, porque los pacientes creen que pueden tomar una copa y no pasar de ahí. Cuando están cansados o helados, o temen que pueden coger frío, o cuando los amigos se lo sugieren, acceden a una copa, y luego a la segunda y la tercera, y de nuevo ha de romperse el viejo hábito. Sin embargo, tenemos una cantidad de ejemplos de hombres que no han echado un aliento sobrio durante diez, veinte, o treinta años que han resuelto no beber más y han mantenido sus resoluciones. Si un hombre inclinado al alcoholismo es puesto en tentación, casi seguro caerá; es más susceptible que los demás; debe evitar el contacto con ella de cualquier forma, y entonces es relativamente fácil para él no recaer en el hábito.
Probablemente el factor más útil en el tratamiento del alcoholismo para el paciente es tener algún amigo, médico o sacerdote, a quien respete absolutamente, al que volverse con confianza en los momentos de prueba. No hay razón, excepto en el caso de un claro deterioro, para que no se cure por completo; pero el remedio importante no son los medicamentos sino la influencia mental y la fuerza de voluntad. Lo mismo es cierto en las drogadicciones, que se han vuelto ahora tan comunes en los Estados Unidos. Ese país usa más de diez veces de opio y cocaína del que se precisa en la medicina. Las víctimas específicas de los hábitos son los que pueden fácilmente procurarse las drogas –farmacéuticos, médicos y enfermeras. Es bastante fácil curar un hábito de consumo de drogas. Es casi más fácil reanudarlo. Las recaídas tienen lugar porque los pacientes se convencen de que por esta vez necesitan una dosis de su remedio favorito. Una dosis conduce a otra, y así se reanuda el hábito. Después de un tiempo se desarrolla un hábito de recaída en el hábito y es más difícil romperlo. Si los pacientes mismos quieren, sin embargo, no es, por regla general, arduo corregir estos hábitos. Los factores morales significan mucho más que los físicos. Los pacientes deben tener a alguien en quien tengan confianza, deben vivir vidas normales, regulares, con muchas horas de aire libre y buenas horas de sueño, y no deben estar sujetos a tensiones emocionales. Es casi imposible romper el hábito en un actor, o un agente de cambio, o un jugador, porque de vez en cuando siente la necesidad del estimulante que le capacite para responder a alguna repentina exigencia de su trabajo. Lo mismo es cierto en un médico o una enfermera que atiendan llamadas de emergencia. A menudo puede ser difícil el cambio de vida necesario, pero como la retribución del hábito del consumo de drogas es la muerte prematura, no debería ser difícil hacer comprender a los pacientes la necesidad.
Otros hábitos –dietético, sexual, y similares – deben enfrentarse exactamente de la misma forma. El paciente puede ser ayudado al principio por medio de medicamentos. Después depende de su voluntad. Su voluntad puede ser ayudada muchísimo, sin embargo, teniendo un confidente, un confesor, o un médico a quien acuda en las recaídas, y que le aconseje de forma que su ambiente se haga más favorable.
Curaciones de Fe y Milagros
A menudo se dice que las curaciones en santuarios y durante las peregrinaciones son debidas principalmente a la psicoterapia – en parte a la segura confianza en la Providencia, y en parte a la fuerte expectativa de curación que sobreviene a las personas sugestionables en esos tiempos y lugares. Indudablemente muchas de las curaciones registradas en santuarios y durante las peregrinaciones son de este carácter. Un análisis de los registros de curaciones cuidadosamente llevados – como, por ejemplo, en Lourdes – muestra, sin embargo que la mayoría de las curaciones aceptadas lo han sido en pacientes que no sufren de persuasión mental de enfermedad, ni de neurosis, ni de síntomas exagerados por la ansiedad, sino de afecciones tan concretas como la tuberculosis, diagnosticada por uno o más médicos de reputación, úlceras de diversas clases, huesos rotos que no se han curado en mucho tiempo, y otras afecciones orgánicas fácilmente demostrables. Cuando se obran curaciones en tales casos, alguna fuerza más allá de la naturaleza tal como la conocemos debe estar actuando. Los médicos que han estado en contacto más estrecho con los pacientes en tales santuarios son los más seguros en su expresión de que han visto verificarse milagros. Una visita a un santuario como Lourdes es suficiente para convencer a algún médico de que hay algo más que psicoterapia, aunque puede haber también abundante evidencia de psicoterapia en acción.
Ciclos de la Psicoterapia
Nuestra época ha visto un renacimiento de la psicoterapia en muchas formas. El interés por ella va por ciclos. Siempre es más intenso tras un periodo de devoción tal por la ciencia física que produce la impresión general de que al fin se ha descubierto el misterio de la vida. En la reacción que sigue a la desilusión, la curación mental se convierte en el centro de atención. Nuestra fase perderá significación como lo han hecho fases precedentes, y una estimación más justa del lugar de los factores mentales y corporales como influencias coordinadas para la salud volverá a producirse.
CUTTEN, Three Thousand Years of Mental Healing (Nueva York, 1911); LAWRENCE, Primitive Psychotherapy and Quackery (Boston, 1910) (ambos faltos de simpatía para las generaciones precedentes); TUKE, Influence of the Mind on the Body (Londres, 1872) (ediciones subsiguientes ampliadas); DERCUM, Rest, Hypnotism, Mental Therapeutics (Filadelfia, 1907); DUBOIS, Mental Influence in Nervous Disorders (tr. Nueva York, 1907); MÜNSTERBERG, Psychotherapy (Boston, 1909); Psychotherapeutics, a Symposium (Boston, 1910); WALSH, Psychotherapy (Nueva York, 1911).
JAMES J. WALSH Transcrito por Douglas J. Potter Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús Traducido por Francisco Vázquez