Pizarro, Francisco
De Enciclopedia Católica
Nacido en Trujillo, Extremadura, España, probablemente en 1471; muerto en Lima, Perú, el 26 de Junio de 1541. Era el hijo ilegítimo de Gonzalo Pizarro y Francisca González, quienes pusieron poca atención a su educación y él creció sin aprender a leer o escribir. Su padre era un capitán de infantería y había peleado en las guerras Napolitanas con el Gran Capitán Gonzalo de Córdoba. Entusiasmado por los relatos de las hazañas de sus compatriotas en América, Pizarro zarpó de España con Alonso de Ojeda, en la expedición de éste a Urabá, donde Ojeda fundó la ciudad de San Sebastián, y la dejó al cuidado de Pizarro cuando él regresó al barco por provisiones. Habiendo las penalidades y el clima enflaquecido las tropas de sus compañeros, Pizarro se embarcó hacia el puerto de Cartagena. Allí se unió a la flota de Martín Fernández de Enciso, y más tarde se adhirió a la expedición de Núñez de Balboa, a quien acompañó en su viaje a través del Istmo de Panamá para descubrir el Océano Pacífico (29 de Septiembre, 1513). Cuando Balboa fue decapitado por su sucesor, Pedrarias Dávila, Pizarro siguió los éxitos de éste hasta 1515 cuando Dávila lo envió a negociar con los nativos a lo largo de la costa Pacífica. Cuando la capital fue transferida a Panamá ayudó a Pedrarias a subyugar las tribus guerreras de Veraguas, y en 1520 acompañó a Espinosa en su expedición dentro del territorio del Cacique Urraca, situado en la actual República de Costa Rica.
En 1522 los relatos de las proezas de Hernán Cortés, y el regreso de Pascual de Andagoya de su expedición a la parte sur de Panamá, inflamaron su entusiasmo. Con la aprobación de Pedrarias formó junto con Diego de Almagro, un aventurero que estaba en ese tiempo en Panamá, y Hernando de Luque, un clérigo Español, una compañía para conquistar las tierras situadas al sur de Panamá. Su proyecto parecía tan absolutamente inalcanzable que la gente de Panamá los llamó la “compañía de lunáticos”. Habiendo reunido los fondos necesarios, Pizarro se colocó a la cabeza de la expedición; a Almagro le fue confiado el equipamiento y aprovisionamiento de los barcos; y Luque se mantendría a la zaga para cuidar sus mutuos intereses y conservar el favor de Pedrarias de tal manera que continuara respaldando la empresa. En Noviembre de 1524, Pizarro zarpó desde Panamá con una partida de ciento catorce voluntarios y cuatro caballos, y Almagro lo seguiría en un barco más pequeño tan pronto como pudiera estar listo. El resultado de la primera expedición fue desalentador. Pizarro no fue más allá de Punta Quemada, en la costa de lo que ahora es Colombia, y habiendo perdido muchos de sus hombres fue a Chicama, a una corta distancia de Panamá. Desde aquí envió a su tesorero, con la pequeña cantidad de oro que había obtenido, al gobernador para dar cuenta de la expedición. Mientras tanto, Almagro lo había seguido, llegando hasta el Río de San Juan (Cauca, Colombia), y, no encontrándolo, regresó para reunirse con él en Chicama.
Una segunda petición para obtener el permiso de Pedrarias para reclutar voluntarios para la expedición, fue conseguida con hostilidad, porque el mismo gobernador estaba planeando una expedición a Nicaragua. Luque, sin embargo, intervino para cambiar su actitud, y el nuevo gobernador, D. Pedro de los Ríos, estuvo desde el comienzo dispuesto favorablemente hacia la expedición. El 10 de Marzo de 1528, los tres socios firmaron un contrato, por el cual convenían dividir por partes iguales el territorio que fuera conquistado y todo el oro, plata, y piedras preciosas que encontraran. Compraron dos barcos, y Pizarro y Almagro dirigieron su curso a la desembocadura del Río San Juan, donde se separaron. Pizarro permaneció con una parte de la tropa para explorar el continente; Almagro regresó a Panamá para conseguir re-enlistamientos; y el otro barco bajo el mando de Ruiz zarpó para el sur. Él fue hasta Punta de Pasados, medio grado al sur del Ecuador, y después de hacer observaciones y reunir abundante información, regresó a donde Pizarro, quien entretanto, junto con sus compañeros, había sufrido severamente. Poco después Almagro llegó de Panamá, trayendo tropas y abundantes provisiones. Una vez refortalecidos se pusieron juntos en marcha tomando una ruta hacia el sur hasta que llegaron a Atacames, en el extremo sur de Colombia . Entonces decidieron que Almagro regresaría a Panamá, y Pizarro permanecería en la Isla del Gallo para esperar más refuerzos.
La llegada de Almagro y las noticias de los sufrimientos de los exploradores alarmaron a Pedro de los Ríos, quien envió dos barcos a la Isla del Gallo con órdenes de traer de regreso a todos los miembros de la expedición. Pizarro y trece de sus acompañantes rehusaron regresar, y un pequeño grupo fue abandonado en la isla. Temerosos de ser molestados por los habitantes debido a su reducido número, construyeron una balsa y buscaron refugio en la Isla de Gorgona en las costas de Colombia. Mientras tanto Almagro y Luque procuraron calmar al gobernador quien finalmente consintió en que fuera enviado un barco, pero solamente con una fuerza suficiente para tripularlo, y con órdenes categóricas a Pizarro de presentarse personalmente en Panamá dentro del término de seis meses. Cuando el barco llegó sin refuerzos Pizarro decidió, con la ayuda de unos pocos hombres que todavía tenía consigo, emprender una expedición hacia el sur. Bordeando la costa de la actual República del Ecuador, dirigió su curso hacia la ciudad de Tumbes en el norte de lo que ahora es Perú. Viendo que los nativos eran amistosos con él, continuaron su viaje hasta Paita, doblaron el punto de Aguja, y navegaron a lo largo de la costa hasta el punto donde más tarde fue fundada la ciudad de Trujillo. En todas partes era bien recibido, pues los españoles, en obediencia a sus estrictas órdenes, se habían abstenido de cualquier exceso que pudiese haber acarreado la enemistad de los indios y arriesgado el resultado final de la expedición. Finalmente, después de una ausencia de dieciocho meses Pizarro regresó a Panamá. A pesar del oro que traía y las brillantes cuentas que dio, el gobernador retiró su apoyo y permiso para continuar las exploraciones. Los tres socios decidieron entonces que Pizarro fuera a España y expusiera sus planes ante Carlos V.
Desembarcó en Sevilla en 1528 y fue bien recibido por el emperador, entonces en Toledo, quien fue persuadido por el relato de la expedición propuesta, y, el 26 de Junio de 1529, firmó el acuerdo memorable (capitulación), en el cual se expresaron los privilegios y poderes de Pizarro y sus asociados. Sobre el primero, Carlos confirió la orden de Caballero de San Jaime, los títulos de Adelantado, Gobernador y Capitán General, con autoridad absoluta en todos los territorios que pudiera descubrir y subyugar. Un gobierno independiente del de Panamá le fue otorgado a perpetuidad, prolongando doscientas leguas al sur del Río Santiago, el límite entre Colombia y Ecuador. El tenía el privilegio de escoger los oficiales que iban a servir bajo sus órdenes, de administrar justicia como policía principal (alguacil), y sus órdenes eran revocables únicamente por el Consejo Real. Pizarro convino tomar 250 soldados y suministrar los barcos y munición indispensables para tal expedición. Zarpó de Sevilla el 18 de Enero de 1530, llevando con él a sus hermanos, Hernando, quien era el único hijo legítimo, Juan, y Gonzalo, todos los cuales iban a jugar un papel importante en la historia del Perú. Llegado a Panamá tuvo la tarea de calmar a sus dos asociados quienes estaban insatisfechos con la poca atención que él había obtenido para ellos de parte de la Corte. A comienzos de Enero de 1531, Pizarro zarpó del puerto de Panamá con tres barcos, 180 hombres, y 27 hombres a caballo. Almagro y Luque permanecieron a la zaga para buscar más ayuda y enviar refuerzos. El desembarcó en la Bahía de San Mateo cerca a la desembocadura del Río Santiago, y comenzó a explorar el litoral a pié. Los tres barcos fueron enviados de regreso a Panamá por refuerzos.
Los exploradores pasaron por Puerto Viejo y llegaron hasta la ciudad de Tumbes, donde se embarcaron en algunas balsas Indias y siguieron de largo a la Isla de Puna en el Golfo de Guayaquil. Aquí estaban abrumados por los ataques de los isleños, cuando llegó ayuda en la forma de dos barcos con un centenar de hombres y algunos caballos comandados por Hernando de Soto. Así reforzado y sabiendo que los hermanos Atahualpa y Huascar estaban en guerra entre ellos, Pizarro decidió penetrar en el interior del imperio y abandonó Tumbes a comienzos de Mayo de 1532. En Noviembre 15, después de un largo, doloroso viaje y sin oposición de parte de los Indios, entró a la ciudad de Caxamalca (hoy Cajamarca).
Traicioneramente invitado al campo de los españoles, el príncipe Indio Atahualpa se presentó acompañado por su cuerpo de guardia pero desarmado. A una señal dada los españoles se abalanzaron sobre los desprevenidos indios, los masacraron de la forma más horrible, y tomaron posesión de su jefe. Privado de su jefe, el gran ejército que estaba acampado cerca de Cajamarca, no sabiendo qué hacer, se retiró al interior. Como precio de su libertad, el monarca Indio ofreció a sus captores oro suficiente para llenar el cuarto (22 por 17 pies) en el cual era mantenido cautivo. En unos pocos meses la promesa fue cumplida. De acuerdo con Garcilaso de la Vega, se acumuló oro por la cantidad de 4,605,670 ducados (15,000,000 pesos), y Atahualpa pidió su libertad. En esta coyuntura llegó Almagro con soldados para fortalecer su posición, y naturalmente insistió en que ellos también tendrían parte en el botín. Esto fue convenido y después de que la quinta parte, la participación del rey, había sido separada, se hizo una división adecuada del resto, arrojando una porción de $52,000 para cada soldado, aún para aquellos que habían llegado al final. No obstante, Atahualpa fue acusado y ejecutado el 24 de Junio de 1534.
Desde Cajamarca Pizarro pasó a la capital de los Incas, mientras sus tenientes estaban obteniendo posesión de todo el territorio restante. Para mantener juntos a los indios, Pizarro había coronado rey a Manco Capac, un Inca, y el 6 de Enero de 1535, fundó la ciudad de Lima. Obligó a Pedro Alvarado, quien había llegado de Guatemala en busca de aventura, a regresar a su propio territorio, y envió a su hermano Hernando a España para dar cuenta a la Corte del nuevo imperio que se había unido a la Corona. El fue bien recibido por el emperador, quien confirió a Pizarro el título de marqués y extendió los límites de su territorio setenta leguas más a lo largo de la costa sur. El título de Adelantado, además del de Gobernador de Chile, que sin embargo, aún no había sido conquistado, fue concedido a Diego de Almagro. Luque ya no vivía. Almagro de una vez se puso a la conquista de Chile, tomando consigo a todos aquellos que quisieran seguirlo.
Manco Capac, mientras tanto, estaba tratando de fomentar un levantamiento en todo el Perú, sitiando efectivamente las ciudades de Lima y Cuzco. La llegada de Alonso de Alvarado, hermano del compañero de Cortés, salvó a Lima, pero Cuzco, donde estaban los tres hermanos de Pizarro, solamente fue salvado por el regreso de Almagro de su expedición a Chile y su reclamo de que la ciudad de Cuzco estaba situada en el territorio que le había sido asignado en los decretos reales. Los Indios fueron puestos en fuga, Almagro tomó posesión violenta de la ciudad en Abril de 1537, e hizo prisioneros a Hernando y Gonzalo, habiendo muerto Juan. Algunas tropas, sin embargo, fueron corriendo al rescate desde Lima; Almagro fue derrotado, tomado prisionero, y ejecutado, en Julio de 1538. Hernando viajó a España pero no fue bien recibido en la Corte; estuvo encarcelado hasta 1560, y murió a la edad de cien años casi en extrema pobreza. Gonzalo se lanzó en su intrépida expedición para explorar el Amazonas, regresando para encontrar que su hermano Francisco no estaba más. Los seguidores de Almagro, ofendidos por la arrogante conducta de Pizarro y sus seguidores después de la derrota y ejecución de Almagro, organizaron una conspiración que terminó en el asesinato de Pizarro el conquistador de Perú en su palacio en Lima.
Pizarro tuvo cuatro hijos: un hijo cuyo nombre y el de su madre se desconocen, y que murió en 1544; Gonzalo de un muchacha India, Inés Huaillas Yupanqui, que fue legitimado en 1537 y murió cuando tenía catorce años; de la misma mujer, una hija, Francisca, que subsecuentemente se casó después de haber sido legitimada por decreto imperial, junto con su tío Hernando Pizarro, el 10 de Octubre de 1537; y un hijo, Francisco, por una pariente de Atahualpa, que nunca fue legitimado, y murió poco después de llegar a España.
PRESCOTT, History of the Conquest of Peru (London, 1889), Spanish tr. by ICAZBALCETA (Mexico, 1850); Diccionario enciclopédico hispano-americano, XV (Barcelona, 1894); ICAZBALCETA, Biografía de Atahualpa, Atahuallpa, Atabaliva, ó Atabalipa (Mexico, 1899); SANCHO, Relación de la Conquista del Perú, Italian ed. by RAMUSIO, Spanish tr. by ICAZBALCETA (Mexico, 1899).
Escrito por CAMILLUS CRIVELLI
Transcrito por WGKofron
Con gratitud a St. Mary's Church, Akron, Ohio
Traducido por Daniel Reyes V.