Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Jueves, 14 de noviembre de 2024

Pintura mural de la iglesia de Santa Rosa de Lima

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar
269809454 10158030820402000 3488948304197919943 n (1).jpg
21764714 1466831253366674 3876138764820511440 n.jpg
Scolacordissivea00haef 0612.jpg
Scolacordissivea00haef 0644.jpg
17426409 1244684812247987 6129163361420615781 n.jpg

Se han cumplido dos años cabales, de la aprobación del Plan Maestro del Centro Histórico de Lima. Su progresiva ejecución, ha permitido descubrimientos arqueológicos, y artísticos, que permitirán escribir un capítulo importante en la Historia de la emblemática político-moral de Lima. Lo mismo que recuperar su verdadera identidad y, por tanto, su conciencia de sí. Ya no existen dudas de que existe una <<Architectura Dei>> en la concepción de la ciudad, y su progresiva edificación, y reedificación, después del terremoto de 1746. Existe un discurso teológico, que está plasmado en lenguaje arquitectónico-alegórico, de clave mística. La alegoría es el tropo que mejor expresa al barroco: el espacio mismo de la ciudad estaba diseñado para representar el vínculo de la polis con Dios y la guerra permanente contra el Enemigo. El pueblo vivía al amparo de las murallas que, a su vez, significaban la protección de Cristo. El espacio representaba la política y la espiritualidad. Los elementos arquitectónicos de Lima, trascienden lo meramente estético. La muralla del duque de la Palta, el puente del marqués de Montesclaros, el Arco de Amat, las fuentes del Conde de Salvatierra, la rampa del sagrario, el conjunto franciscano ideado por Fray Luis Cervela, y el muro de santa Rosa, son las claves que –juntas- explican por qué la Ciudad de los Reyes era una ciudad esponsal, mística, misional, apocalíptica y eucarística. Aunque se sabe que en la Lima barroca, abundó la pintura mural, hasta antes del hallazgo que comentamos, los vestigios eran mínimos. Porque su aparición, fue fruto casual de obras de exploración, de restauración, y reconstrucción hechas por aquí, y por allá. Y estuvo limitada a los espacios intervenidos. El hallazgo de pintura mural, en la parte exterior de lo que fue la nave de la iglesia de Santa Rosa “de los padres”, ha sorprendido a todos. Como este descubrimiento es parte de un procedimiento científico, las obras no pueden estar limitadas a liberación, consolidación y mantenimiento de pinturas y epigrafías. Hace falta contextualizarlo, y explicarlo, a la luz de la mentalidad barroca. Los elementos decorativos hallados, incrementan y enriquecen la iconografía conocida de Santa Rosa de Lima. Pueden ser deducidos y explicados por múltiples vías. El camino más seguro es el camino emblemático. Además de la emblemática mística general, existe una emblemática mística, propia de Santa Rosa. El emblema es una figura simbólica que está compuesta de un dibujo, un título, y un texto que explica y desarrolla un asunto determinado. Apunta a estimular la intuición, e imaginación del observador. Busca transmitir a todos el mismo mensaje. Cuanto mayor sea la cultura, la sensibilidad, y la espiritualidad del observador, más perfecta será la comprensión del mensaje. Primeramente hay que conocer los hitos en la vida de Santa Rosa. Además de sus reliquias corporales, y de sus posesiones personales, se ha conservado la célebre ermita y el pozo de agua. Pero la ermita es un único elemento material conocido por el mundo, distinto de pinturas y retratos. Santa Rosa de Lima empleaba el lenguaje emblemático. Conocía muy bien el simbolismo religioso. La Cruz, y la imagen de Dios Niño (asociado a sus dibujos cordiales), significan que la medida del corazón de la santa limeña es Cristo, desde su nacimiento hasta su muerte en Cruz. ¿Cómo entender la pintura mural de la Iglesia de Santa Rosa de los Padres? Es un muro que presenta, por medio de jeroglíficos, el amor esponsal y místico del corazón de Santa Rosa. Además alude a su vida penitencial, y a los espacios en los que ejerció su apostolado. El Profesor Eduardo Vásquez Relyz, considera que estamos en presencia de un muro de mampostería. Opinión, que ciertamente, compartimos: En nuestra opinión, son los muros de la ermita que la santa construyó, en medio del jardín de su casa, con sus propias manos. Sus prácticas penitenciales, lo adecuaron al modelo del místico rosal doloroso, perfumado con mil pétalos de virtudes. Rosal al que se ingresa por la cuádruple vía de la contemplación, compunción, compasión y conformación. Es el muro, en el que Rosa de Lima, escribe la proclama de su desposorio con Cristo, de cuyo amor se jacta a boca llena. Las flores entretejidas y entrecruzadas, forman el cerco del Jardín de delicias, donde se consuma el himeneo, porque significan la fructífera unión conyugal. La pintura de pasifloras, adosadas a los muros de la ermita, indican que Santa Rosa estuvo firmemente adherida a la pasión de Cristo, a la manera de una enredadera. Las pasifloras, o flores de la pasión se distinguen por la forma, tamaño y color de la floración. Caracteriza a esta flor, el estar compuesta por elementos que parecen evocar la pasión del Mártir del Calvario. Esta curiosidad, es descrita en la Historia natural y moral de las Indias, por José de Acosta, en 1591. Dice Acosta: “La flor de granadilla es tenida por cosa notable; dicen que tiene las insignias de la Pasión, y que se hallan en ella los clavos y la columna y los azotes, y la corona de espinas y las llagas, y no les falta alguna razón, aunque para figurar todo lo dicho, es menester algo de piedad, que ayude a parecer aquello; pero mucho está muy expreso, y la vista en sí es bella, aunque no tiene olor. La fruta que da llaman granadilla, y se come, o se bebe, o se sorbe, por mejor decir, para refrescar; es dulce, y a algunos les parece demasiado dulce”. Se creyó ver, entonces, que los diez pétalos de la flor representan a los diez apóstoles que estuvieron presentes el Gólgota. Se asoció la corona de espinas a los filamentos de la flor. Se dijo, que los cinco estambres representan las cinco Santas Llagas, y que los tres pistilos, simbolizan los clavos que sujetaron a Cristo en el madero. Santa Rosa, fue devota practicante de la Via Crucis. Hacía este piadoso ejercicio en el jardín, y huerto de su casa. Nada impide pensar, que su ermita estuviera cubierta de la trepadora pasiflora. Las gracias sobrenaturales obtenidas, merced a esta asociación a la Pasión del Señor, están simbolizadas por las incontables flores. Las flores, en el Lenguaje Barroco, tienen cargas semánticas muy precisas, tal como vemos en el libro “Rosa Limensis” del dominico Raccamadori (1711). Las “Pasifloras”, o flores de la pasión, en sentido lato, significan: Liberación del poder del diablo, liberación de la pena del pecado, la Reconciliación con Dios, la apertura de las puertas del cielo, y la exaltación del propio Cristo. Estos conceptos están presentes, en la poesía encomiástica y laudatoria de ese tiempo. La Poesía Barroca exalta, y ensalza los tormentos, injurias, injusticias y dolores padecidos por Cristo. Les llama trofeos, triunfos y flores. El Arte Pictórico expresa lo mismo mediante flores: El girasol o Gigantea, el Clavel Disciplinado, la Rosa, la Azucena, el Diente de Perro, la Amarilis, la Corona Spinis, los Pensamientos, la Violeta, la Granadilla de Indias, los Tulipanes, etc. Como se ve, las flores están asociadas a la Salvación; es decir, a la Salud del Alma. Las hierbas estaban asociadas a la salud del cuerpo. Dado que la medicina era básicamente herbolaria. Bíblicamente hablando, sanación y salvación son conceptos afines. Y en ese sentido, se desarrolla la emblemática de Cristo Médico y Apoticario; Médico y Medicina. Sabido esto, se entiende que Santa Rosa, se hizo enfermera, por complacer en todo a su Divino Esposo. Rosa de Santa María, era devota de las Santas Llagas. Esta devoción, mandaba besar la herida del costado. Rosa lo hace místicamente, tal como lo presenta su iconografía. Ella sabe que los fluidos corporales de Cristo son sanadores, salvadores y redentores. La saliva devolvió la vista al ciego de Nacimiento en la Piscina de Siloé. El aire expelido por sus pulmones, transportó el mandato que reanimó a Lázaro, limpió al leproso, devolvió el andar a los cojos, y el movimiento al paralítico. Todo lo que emana de Cristo es curativo, como la fuerza que detuvo para siempre el flujo de la hemorroísa. Esta interrelación entre la salud, la salvación, y la Llaga del Costado, explican la devoción al Niño Doctorcito y al Cristo de los Favores. Para Rosa, amar es padecer. Daba testimonio de ese amor abrazando místicamente la Cruz de Cristo, siguiendo idealmente sus huellas ensangrentadas, cargando una cruz penitencial e imitativa. Y finalmente lo hacía abrazando las cruces de sus propias contingencias personales. La vida mortificada, fue la vida de santificación que eligió santa Rosa. Como bien lo explica el erudito limeño Rodolfo Vargas Rubio, en la Enciclopedia Católica de Aci Prensa, “La mortificación no fue una “obsesión” en la vida de santa Rosa: fue una elección para conformarse mejor a la Pasión de Jesucristo, según la ascética de esa época, muy influenciada por la Devotio Moderna, que insistía en el culto a la Santa Humanidad de Jesucristo, preferentemente en su aspecto sufriente como fuente de nuestra Redención”. Así, vemos que todas las prácticas devotas de santa Rosa de Lima, se hicieron según el modelo de los “Emblemas de Amor divino”, y “Escuela del corazón”, que luego sirvieron de fuente, a las representaciones pictóricas de la vida, milagros, y virtudes de esta limeña universal.

Existe una emblemática particular de Santa Rosa de Lima, ya mencionada líneas arriba. Todas las etapas de su vida mortificada, fueron reducidas a emblema, Se aseguró con esto, que sus símbolos, y su correcta interpretación estuvieran a salvo de corrupciones y falsificaciones.

Las pinturas del muro de la iglesia de Santa Rosa, son, en resumen, una invitación que Cristo hace al Alma Cristiana. Invita a un huerto distinto de aquel, en el que vivía el demonio. Donde, disfrazado de serpiente escamosa, sedujo al hombre para que comiera el fruto del árbol de la enfermedad y de la muerte, plantado en el huerto del deleite y la desobediencia. El Huerto, al que invita Cristo, es el huerto de los frutos vivificantes. Jardín de dulzuras y deleites, en el que Él, es el divino jardinero y hortelano de los corazones enamorados.

José Gálvez Krüger

Director de la Enciclopedia Católica