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Miércoles, 13 de noviembre de 2024

Pierre Puvis de Chavannes

De Enciclopedia Católica

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Pintor francés nacido en Lyon el 14 de diciembre de 1824 y muerto en París el 24 de octubre de 1898. Aunque su por su padre, Puvis era borgoñón, "sal borgoñona” dice el proverbio, es decir, la más fuerte de las razas francesas que produjo hombre como Bossuet, Buffon y Lamartine. Su idealismo lyonés, heredado de su madre, nunca le permitió perder el sentido de la realidad, sus sueños eran siempre posibles y probables. Su vocación se manifestó lentamente. Sus padres querían que fuera a la Escuela Politécnica y cuando a la vuelta de un viaje e Italia, con 23 años, mostró su inclinación a pintar. Decidido a dedicarse al arte como profesional, estudió durante un año sin mucho aprovechamiento en el estudio de Henry Scheffer, el hermano de Ary, y después entró en los de Delacroix y Couture. Otra estancia de un año en Italia le sirvió para fijar sus ideas y determinar sus creencias. Volvió convencido de la dignidad artística y gran importancia de la pintura decorativa. El arte de los grandes maestros italianos, su manera de expresar en grandes composiciones realizadas, con simplicidad, los maravillosos pensamientos y creencias comunes a un período o a un pueblo, fue el objeto que se propuso conseguir en adelante para sus contemporáneos.

Sin ser positivamente cristiano, su inspiración preserva un carácter claramente espiritual, en medio de la invasión materialista de la segunda midas del siglo XIX. Puvis (con Eugène Carrière) fue el noble campeón del arte religioso en Francia. Como pintor, su originalidad le liberó de influencias y tendencias anteriores. En un cierto sentido fue autodidacta. Admiraba a Delacroix pero detestaba la anarquía romántica con sus pasiones desordenadas, despreciaba las convenciones académicas el tímido gusto de las ideas débiles de los llamados clásicos. Si simpatizaba con alguna parte de la escuela era sin duda con un pequeño grupo e pintores de paisajes. Y a la vista de la importancia que dio al `paisaje , la atmósfera que deja sentir en sus frescos, su gusto por los horizontes familiares y normales lugares del campo , con su forma de ennoblecerlos, parece claro que Puvis estudió a Corot.

Finalmente, el joven artista encontró en Théodore Chassériau una idea similar a la suya un espíritu familiar y un modelo para sus pinturas de Amiens. El primer “salón” de Puvis fue una “Pietá” exhibida en 1852, aunque fue rechazado constantemente durante los años siguientes. Sus ya notables pinturas, como “Salome” o “Julia”, chocaban por una determinad ausencia de sombras (como en los mosaicos) y por su extrañeza hierática y bizantina. En el salón de 1859 mostró “Vuelta de la Caza” (Museo de Marsella), obra sorprendente de un movimiento juvenil, heroico y bárbaro. Un gran talento decorativo fue apareciendo en estas obras de forma más y más evidente. Entonces llegó la ocasión de pintar un “Hall” para un ciudadano privado: ¡por fin”, decía el artista,”tengo aguan en la que nadar”. En adelante se obligó a si mismo a llevar el régimen de trabajo que ya observó toda su vida el régimen de un cartujo o cenobita del arte; una comida al día alrededor de las 7 de la tarde, dos caminatas rápidas de una hora antes y después del trabajo entre su vivienda en Montmartre y el estudio en Neully, sesiones de nueve o diez horas de trabajo incesante y por la tarde, lectura, dibujo, música y conversación con sus amigos. Varios viajes interrumpieron esta vida regular.

No se sabe a quien se debe el mérito de haber elegido al joven pintor y le dio el trabajo que era su verdadera vocación, ni quien le comisionó para pintar los frescos de la escalera del museo de Amiens, pero fue por esta ocasión que se le ofrecía por la que Puvis se dedicó al trabajo que se convirtió en su verdadera esfera, la pintura monumental.

En 1861 apareció “Guerra” y “Paz”; en 1863 “Trabajo” y “Descanso; en 1865 se completaron con una nueva obra "Ave Picardia Nutrix". Nada hay más noble que estas pinturas. Muchos las consideran sus mejores obras y de todas formas son la manifestación de un arte singularmente nuevo. Mostró una admirable facilidad para la generalización, un poder de expresar la vida en los rasgos universales con alegoría frías o desórdenes románticos, mientras que retiene un acento y realismo rústicos.

Pero debido a esta novedad, a su simplicidad mural, esta nueva y vigorosa obra produjo un gran asombro y un escándalo que el artista tuvo aguantar durante varios años.

Su “Otoño”, “Sueño” y “Cosecha” (1870) aún fueron más criticadas, y especialmente “Pobre pecador” (salón de 1875) en la que un emotivo arcaísmo producía el efecto de un reto. Puvis fue acusado de no saber pintar ni dibujar. Sus ideas y proyectos parecían incomprensibles y desafiaban al gusto del público. Bo hubo intento alguno de entender los métodos de síntesis y simplificación debidos a las circunstancias particulares del fresco, mirando a estas piezas de forma persistente desde el mismo punto de vista que las demás obras del salón.

El resultado fue una prolongada falta de entendimiento que duró quince años, durante los cuales corrió mucha tinta. Finalmente, la inteligente iniciativa del marqués de Cheunevidères, el mejor director de Bellas artes que Francia ha tenido, permitió al injustamente criticado pintor la oportunidad de un triunfo decisivo. Esto ocurrió en relación con las pinturas de “La Infancia de Santa Genoveva” (1876-8), en la antigua iglesia de eses nombre, ahora el Panteón. Todo lo que no se había entendido en el Salón, aparecía claramente aquí; todo lo que visto de cerca, entre ambientes ficticios, había parecido un defecto se desvaneció y adquirió significado de perfecto acuerdo con la obra del monumento.

Por primera vez se percibió que la decoración tenía sus propias leyes y que bajo esta luz todas las aparentes debilidades del pintor se convertían en encanto y necesidad. Así que el maestro consiguió una única posición en la escuela francesa. Sin tener el título, se convirtió en un pintor laureado. Durante su últimos veinte años cada una de sus sucesivas obras aumentaron su reputación ya indiscutida en adelante: así “Ludus pro patria”(1880-2), para el museo de Amiens; "Doux pays" (1882), para M. Leon Bonnat; para el museo de Lyon el cuadro “Bosque sagrado amado por las artes y las musas” (1884) "Antique Vision", "Inspiración cristiana”", el "Saône" y el "Rhône" (Ródano) (1886); "Inter artes et naturam" (Museo de Rouen); "Verano", "Invierno", "Victor Hugo Presentando su lira a Paris", Hôtel de Ville de París(1893-5), y sus ultimas pinturas, dos escenas de la leyenda de Santa Genoveva:"St. Genevieve trayendo alimentos a los parisinos” (1897) y "Sta. Genoveva vigilando sobre Paris" (1898). Después de un intervalo de veinte años este último cuadro se encontró con la misma popularidad que el de la primera escena de su “Infancia”. Es una pintura sublime que muestra una sola figura en hábitos monásticos, erecto y sin movimiento, por la noche, vigilando sobre los tejados de la ciudad que dormía.

Durante esta última parte de su vida el maestro ejerció una nueva jurisdicción sobre el arte; sin ser el líder de la escuela, y estrictamente hablando, sin tener discípulos, su palabra era ley. A él recurría el gobierno en ocasiones solemnes, como la decoración del grandioso hemiciclo de la nueva Sorbona (1887-9). Grandes ciudades, como París, Lyon, Ruán, Burdeos, Marsella siguieron el ejemplo de Amiens y cuando Boston (EEUU) quiso decorar la monumental escalera de su biblioteca fue Puvis el elegido para realizar la gran obra (1896). Todas estas obras traspiran el mismo amor a las ideas nobles, la misma confianza en los más altos destinos e ideales de la raza humana. Se puede decir que los pintores teológicos del medievo labraron en la Capilla Española (Cappellone degli Spagnoli) y lo que Rafael hizo por el renacimiento en la Camera della Segnatura, Puvis lo hizo en nuestros días. Realizó su “Parnaso” y su “Escuela de Atenas” de forma diferente, es verdad, que las antiguas pero igualmente bellas y sagradas. Nunca careció de los símbolos claros definidos para la expresión plástica de las ideas generales. Mantudos los derechos de los ideales en el mundo moderno, dándolos a conocer y separándolos de los sueños, arte y poesía. Siempre tuvo una fe inquebrantable en la santidad de la parte espiritual de la humanidad y en la suprema importancia de la búsqueda continua, aspiración e inquietud que forman el capital moral de nuestra raza. Como artista hizo mucho para mantener la religión entre los hombres.

Después de la muerte Meissonier (1894), Puvis fue elegido por aclamación para la presidencia de la Sociedad nacional de Artistas Franceses. Fue comandante de la legión de Honor. La dignidad moral y la rectitud de su carácter y de su vida aumentaron el respeto que se daba al artista y pensador. Casó con la princesa Marie Cantacuzene que había conocido en el estudio de Chassériau. Sobrevivió a la muerte de su esposa apenas unos meses. Su última obra “La Vigilancia de Santa Genoveva” reproduce sus rasgos y consagra la memoria de su encantadora compañera. Quizás sea su tristeza mezclada con la esperanza inmortal lo que da a esta obra suprema una poesía encantadora y una belleza inolvidable.


Bibliografía

CHESNEAU, Les nations rivales dans l'art (Paris, 1868); CASTAGNARY, Salons (Paris, 1878); GAUTIER, Abécédaire du Salon (Paris, 1863); HUYSMANS, Certains (Paris, 1889); ARY RENAN, Puvis de Chavannes, Gazette des Beaux Arts (1896); MICHEL, Notes sur l'art moderne (Paris, 1896); BUISSON, Puvis de Chavannes, souvenirs intimes, Gazette des Beaux Arts (1899); VACHON, Puvis de Chavannes (1896); MUTHER, Ein Jahrhundert französischer Malerei (Berlin, 1901); BÉNÉDITTE, Les dessins de P. de Chavannes au Luxembourg (Paris, 1900); BRUNETIÈRE, La Renaissance de l'idéalisme (Paris, 1895), reproduced in Discours de Combat, I.


Louis Gillet.


Transcrito por Gerald Rossi.

Traducido por Pedro Royo