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Martes, 19 de marzo de 2024

Papa Pelagio II

De Enciclopedia Católica

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Su fecha de nacimiento es desconocida, aunque al parecer era natural de Roma, de ascendencia goda, puesto que el nombre de su padre era Winigild; murió en Roma el 7 de febrero de 590. Sucedió a Benedicto I, cuando los lombardos sitiaban Roma, pero su consagración se pospuso esperando que el emperador la confirmara. El bloqueo de Roma y el control de las grandes vías de comunicación de por parte de los lombardos era efectiva y no pudo ser consagrado hasta cuatro meses después (26 nov.589). El acto más importante de Pelagio está en relación con los lombardos o con el cisma de los Tres Capítulos de Istria.

Movidos, al parecer, por las palabras del nuevo papa, y probablemente más aún por su dinero y el del emperador, los lombardos se retiraron de las cercanías de Roma, tras lo que Pelagio envió una embajada inmediatamente (en la que el diácono Gregorio estaba incluido, aparentemente) a Constantinopla para explicar las circunstancias de su elección y pedir que enviara socorro para salvar a Roma de los bárbaros. Apenas llegaba ninguna ayuda en estos tiempos desde el exhausto Imperio Romano de Oriente. El emperador Mauricio, es cierto, envió algo más tarde (ca 584) un nuevo oficial a Italia con el título de Exarca y que combinaba autoridad civil y militar sobre toda la península, pero cuando llegó a Rávena, este nuevo funcionario trajo consigo insuficientes fuerzas militares y mientras tanto el emperador como el papa se había vuelto hacia los francos.

Hacia el principio de su pontificado (octubre de 580 ó 581) Pelagio escribió a Aunacharius (o Aunarius), obispo de Auxerre, un hombre de gran influencia entre los distintos reyes francos pidiéndole que diera una prueba práctica del celo que profesaba a la iglesia católica, urgiéndole que viniera en su ayuda a Roma. "Creemos, escribió, " que ha ocurrido por un designio especial de la providencia que los príncipes francos profesen la fe ortodoxa, como los emperadores romanos, para que ayuden a esta ciudad, en la que surgió...Persuadirles con toda dedicación de alejarse de toda amistad o alianza con nuestros mas inconfesables enemigos, los lombardos". Por fin, ya por las oraciones de Pelagio o por la influencia política del emperador, indujo a los francos a atacar a los lombardos en Italia. Pero su celo por la causa papal o imperial pronto desapareció y se dejaron convencer con sobornos para retirarse de la península.

El miedo de los italianos crecía. Pelagio había ya enviado a Constantinopla al más hábil de sus clérigos, el diácono Gregorio, después Gregorio I el Grande, como diacono apocrisiario o nuncio en Bizancio y le había encargado que insistiese día y noche, sin perder una hora, ante el emperador hasta conseguir la ayuda para Roma. Ahora, además, Pelagio le envió una carta para que incrementara la presión. También rogaba al Exarca de Rávena, Decio (584) que ayudara a Roma, pero se le dijo que era apenas capaz de defender el exarcado y mucho menos Roma. Viendo que nada conseguía en Rávena envió una nueva embajada a Constantinopla y exhortó a Gregorio que actuase según sus instrucciones para conseguir la ayuda deseada. "Aquí", escribía, "estamos en tales apuros que a no ser que Dios mueva el corazón del emperador para que tenga piedad de nosotros y nos envíe un general (magister militum) y un duque, estaremos completamente a merced de nuestros enemigos puesto que la mayoría de los distritos de Roma carecen de protección y el ejército de esta horrible gente tomará posesión de los lugares que aún se mantienen para el imperio". No llegaron tropas, pero el Exarca logró firmar una tregua con los lombardos. Aprovechado esta "paz y tranquilidad", Pelagio II presionó a los cismáticos de Istria para que pusiera fin al cisma causado en Italia por la condenación de los Tres Capítulos hecha por Virgilio.

El diácono Gregorio fue reclamado de Constantinopla y asistió al papa en la correspondencia que entonces se inició con el obispo Elías de Grado y los obispos de Istria. En una carta tras otra el papa les mandaba recordar que la fe de Pedro no podía ser cambiada y que la fe que él mantenía era la fe del concilio de Calcedonia así como la de los tres concilios generales y que, expresándose en los términos más emotivos, les exhortaba a mantener aquella gloriosa unidad eclesial que estaban rompiendo por cuestiones superfluas y por defender capítulos heréticos". Pero las palabras del papa se perdieron entre los cismáticos, de la misma forma que no sirvió de nada la violencia del Exarca Smaragdus que encarceló a Elías y le obligó con amenazas a volver a la comunión del obispo ortodoxo Juan de Rávena (588). En cuanto Severo volvió a su sede, repudió lo que había hecho y el cisma continuó por otros doscientos años más.

Pelagio fue uno de los papa que trabajó para promover el celibato entre el clero y para ello publicó instrucciones muy severas en este asunto sobre los subdiáconos de Sicilia, que su sucesor Gregorio I pensó demasiado estrictas y modificó de alguna manera. Pero si Gregorio tenía que contener el celo de Pelagio en una dirección, lo estimulaba en otras. La protesta de Pelagio contra la asunción del título de "ecuménico" por el patriarca de Constantinopla se repitió con énfasis, añadido por su secretario anterior. Entre las obras de piedad de Pelagio de las que hay noticia hay que mencionar que adornó la Basílica de S. Pedro, convirtiendo su propia casa en hospital para los pobres; la reconstrucción de la iglesia de S. Lorenzo, donde aún se puede ver un mosaico (probablemente hecho por Pelagio) pintando a S. Lorenzo estando a la derecha de Nuestro Señor. Pelagio cayó víctima de una terrible plaga que asoló Roma a finales de 589 y fue enterrado en S. Pedro.


Bibliografía

Liber Pontif. ed. DUCHESNE, I (Paris, 1886), 309; PAUL THE DEACON, Hist. Longobard. (Berlin, 1879); para las cartas de PELAGIO y GREGORIO I ver Mon. Germ. Epp., II, III (Berlin, 1892-); GRISAR, Hist. des papes, I, pt. ii (Paris, 1906), HODGKIN, Italy and her Invaders, V, VI (Oxford, 1896); BARMBY en SMITH, Dict. of Christ. Biog. (London, 1887), s. v.; para el cisma de Istria ver MANN, Lives of the Popes in the Early Middle Ages, I (London, 1902).


HORACE K. MANN.


Transcrito por Douglas J. Potter. Dedicado al Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen María.


Traducido por Pedro Royo