Papa Beato Eugenio III
De Enciclopedia Católica
Bernardo Pignatelli, nacido cerca de Pisa, elegido el 15 de febrero de 1145 y fallecido en Tivoli el 8 de Julio de 1153. El mismo día en que papa Lucio II sucumbió ya por enfermedad o por Herodas, el Sagrado Colegio, previendo que el populacho romano iba a obligar al nuevo pontífice a abdicar sus poderes temporales y jurar lealtad al Senatus Populusque Romanus, enterraron a toda prisa en el Laterano al papa fallecido y se retiraron al remoto claustro de S. Cesáreo en la Vía Apia, donde por razones no aclaradas, buscaron a un candidato que no fuera cardenal y eligieron por unanimidad a un monje cisterciense, Bernardo de Pisa, abad del monasterio de Tre Fontane, en el lugar del martirio de S., Pablo. Entronizado como Eugenio III en el Laterano y puesto que residir en la ciudad rebelde era imposible, el papa y sus cardenales huyeron al campo, al monasterio de Farfa, donde Eugenio recibió la consagración episcopal.
La ciudad de Viterbo, refugio frecuenta y hospitalario de los papas medievales, le recibió con los brazos abiertos y allí esperó a los acontecimientos. Aunque ante la chusma romana no tenía poder, las embajadas de todos los países europeos le aseguraron su simpatía y en todo el mundo cristiano le rindieron homenaje. Respecto a la familia, lugar de nacimiento y nombre original de Eugenio, carda autor tiene una opinión diferente. Todo lo que se puede afirmar como cierto es que pertenecía a la familia noble Pignatelli y no se sabe si el nombre de bernardo lo recibió en el bautismo o al entrar en religión. Educado en Pisa, después de su ordenación fue nombrado canónigo de la catedral; más tarde ejerció el empleo de vice-dominus o procurador de las temporalidades de la diócesis. En 1130 cayó bajo la magnética influencia de Bernardo de Claraval; cinco años más tarde, cuando el santo volvía del sínodo de Pisa, el vice dominus se fue con él como novicio. Con el tiempo ocupó varios cargos importantes en su orden y más tarde fue enviado con una colonia de monjes a repoblar el antiguo monasterio de Farfa; pero Inocencio prefirió trasferirle a Tre Fontane.
S. Bernardo recibió las noticias de la elevación al papado de su discípulo con asombro y placer y expresó sus sentimientos en una carta paternal dirigida al nuevo papa en la que paparse el famoso pasaje tan frecuentemente citado por los reformadores, verdadero y falso: ¿Quién me concederá, antes de morir, ver a la Iglesia de Dios como en los antiguos días cuando los apóstoles echaban sus redes para coger no oro y plata sino almas?, El santo, en esto momentos de ocio, redactó el admirable libro de mano para los papas llamado "De Consideratione".
Mientras Eugenio vivía en Viterbo, Arnaldo de Brescia que había sido condenado por el concilio de 1139 al exilio de Italia, se atrevió a volver al comienzo del nuevo pontificado y se entregó a la clemencia del papa. Creyendo en la sinceridad de su arrepentimiento, Eugenio le absolvió imponiéndole como penitencia ayunos y una visita a las tumbas de los apóstoles. Aunque entró en Roma en un modo penitencial, al ver la democracia formada sobre sus propios principios, volvió a las andadas y se puso al frente del movimiento y en sus incendiarias filípicas contra obispos y cardenales, hasta contra el asceta papa que le había tratado con extraordinaria lenidad, despertó en sus oyentes tal furia que Roma parecía una ciudad capturada por los bárbaros. Los palacios de los cardenales y de los nobles fueron destruidos hasta los cimientos, las iglesias y monasterios sometidos a pillaje, la iglesia de S. Pedro convertida en arsenal y los piadosos peregrinos avasallados y maltratados. Pero la tempestad fue demasiado violenta para durar. Solo un idiota podía dudar de que la Roma medieval sin el papa no podía subsistir. Se formó un fuerte partido en Roma y los alrededores formado por las principales familias y sus seguidores para defender el orden y el papado así que los demócratas hubieron de oír las palabras de moderación. Se arregló un tratado con Eugenio según el cual el senado se mantenías pero sometido a la soberanía pontificia y después de jurar fidelidad a sumo pontífice. Los senadores serían elegidos por el pueblo anualmente y el poder ejecutivo se confiaba un grupo de ellos. El papa y el senado tendrían cortes de justicia y cabía la apelación de una a otra. Por virtud de ese tratado Eugenio hizo una entrada solemne en Roma unos días antes de Navidad y fue aclamado por el caprichoso populacho con un entusiasmo sin límites.
Pero el sistema de gobierno dual resultó ser inviable Los romanos exigían la destrucción de Tivoli, que había sido fiel a Eugenio durante la rebelión de los romanos y merecía su protección y se negó a que su destrucción. Los romanos cada vez se ponían más turbulentos y el papa se retiró a Sant´Angelo y de ahí a Viterbo, cruzando por fin los Alpes a principios de 1146.
El papa tenía problemas de mayor importancia que el mantenimiento del orden en Roma. Los principados cristianos de Palestina y Siria estaban amenazados. La caída de Edessa (1144) había causado gran consternación en todo occidente. Ya desde Viterbo el papa se había dirigido a los caballeros europeos para que se apresuraran a ayudar los Santos Lugares.
S, Bernardo predicó la Segunda Cruzada y lo hizo con tanto éxito que en un par de años dos magníficos ejércitos mandados por el rey de los romanos y el rey de Francia avanzaban hacia Palestina.
El hecho de que la Segunda cruzada fracasara no se puede atribuir al santo ni al papa; pero es uno de esos fenómenos que nos encontramos tan frecuentemente en la historia del papado, que un papa que tuvo que huir de un puñado de revoltosos súbditos, fuera capaz de mover a toda Europa contra los sarracenos.
Eugenio pasó tras años muy activos en Francia, dedicado a la propagación de la fe., la corrección de los errores y abusos y al mantenimiento de la disciplina. Envió al cardenal Breakspear (después Adriano IV) como legado a Escandinavia; entró en relaciones con los orientales con vistas a la unión; procedió con energía contra las nacientes herejías maniqueas. En vario sínodos (Paris, 1147, Tréveris, 1148), y sobre todo en el importante sínodo de Reims (1148), se publicano cánones sobre la vestimenta y la conducta del clero. Para asegurarse del estricto cumplimiento de los cánones, los obispos que descuidaban imponerlos fueron amenazados con ser suspendidos. Eugenio era inexorable en castigar a los indignos, Depuso a los metropolitanos de York y Maguncia y retiró el pallium, al arzobispo de Reims, por una causa que S. Bernardo no juzgaba suficientemente grave. Pero aunque a veces era severo, no era esa su disposición natural.
El venerable Pedro, abad de Cluny, escribía a S. Bernardo: “He encontrado al más verdadero amigo al más sincero hermano, al más puro padre. Siempre esta dispuesto a escuchar y dispuesto a aconsejar. No se comporta como un superior, sino como un igual o un inferior…No hay nada que le haya pedido que no me haya concedido o si me lo ha negado de tal manera que no hay queja razonable.” Con ocasión de la visita que hizo a Claraval, sus antiguos compañeros descubrieron con alegría “que a que al que externamente brillaba en los vestidos pontificales permanecía en su corazón como un monje observante”.
La prolongada estancia del papa en Francia fue ventajosa para la iglesia francesa en muchos aspectos s y aumentó el prestigio del papado.
Eugenio fomentó al nuevo movimiento intelectual al que Pedro Lombardo había dado un fuerte impulso. Con la ayuda del cardenal Pullus, su canciller que había establecido la universidad de Oxford sobre bases duraderas, redujo las escuelas de teología y filosofía a una forma mejor. Animó a Graciano en su trabajo hercúleo de organizar las Decretales y le debemos varias reglamentaciones útiles sobre los grados académicos. En la primavera de 1148, el papa volvió por etapas a Italia. El 7 de julio se encontró con los obispos italianos en Cremona y promulgó los cánones de Reims para Italia, excomulgando solemnemente a Arnaldo de Brescia, que aún lograba dominaba sobre las masas romanas. Eugenio traía consigo considerable ayuda financiera. Comenzó a reunir a sus vasallos y avanzó hacia Viterbo y después a Tusculum, donde fue visitado por el rey Luis de Francia, al que reconcilio con su reina, Leonor.
Con la asistencia de Roger de Sicilia, forzó su camino hacia Roma (1149) y celebró las navidades en el Laterano. Pero su estancia fuer corta. Durante los tres años siguientes la corte romana viajó por el exilio por Campaña mientras que ambas partes buscaban la intervención de Conrado de Alemania, ofreciéndole la corona imperial. Por fin, movido por S. Bernardo, Conrado decidió descender a Italia y poner fin a la anarquía de Roma. Pero la muerte le llegó en medio de los preparativos, el 15 de febrero de 1152, dejando la tarea a su sobrino, más enérgico, Federico Barbarroja. Los enviado de Eugenio hicieron un tratado con Federico Barbarroja en Constanza, en la primavera de 1153, que era favorable a los intereses de la Iglesia y del imperio y los más moderados de los romanos, viendo que los días de la democracia se terminaban, se unieron con los nobles para deponer a los seguidores de Arnaldo, permitiendo que el pontífice terminara su días en paz.
Se dice que Eugenio se ganó el afecto de la gente por su afabilidad y generosidad. Murió en Tívoli, adonde se había trasladado para evitar los calores veraniegos. Fue enterrado en frente del altar mayor de S. Pedro de Roma. S. Bernardo le siguió a la tumba el 20 de agosto. “El Modesto pero astuto discípulo de S. Bernardo”, dice Gregorovio, “había continuado llevando el tosco hábito de Claraval debajo de la púrpura; las virtudes estoicas del monacato le acompañaron a lo largo de su tormentosa carrera, y le invistieron con ese poder de resistencia pasiva que ha sido siempre el arma más efectiva de los papas”. S Antonino dice de Eugenio III que es “uno de los más grandes y más afligidos de los papas”. Pío IX por un decreto del 28 de dic. 1872 aprobó el culto m que desde tiempo inmemorial le habían rendido los de pisa a su compatriota y ordeno que fuera honrado con una Misa y Oficio ritu duplici en el aniversario de su muerte.
Fuentes
Para las primeras biografías de BOSO, Juan de SALISBURY, BERNHARD GUIDONIS y AMALRICUS AUGERII, ver MURATORI, SS. Rer. Ital., III, 439 ss. Cf. Lib. Pont., ed DUCHESNE, II, 386; HEFELE, Conciliengesch., v, 494; his letters are in P.L., CLXXX, 1009 ss. (JAFFÉ, II, 20 ss.). Ver también SAINATI, Vita de beato Eugenio III (Monza, 1874); Annal. Bolland. (1891), X, 455; e historias de la ciudad de Roma de VON REUMONT y GREGOROVIUS.
Loughlin, James. (1909).
Transcrito por WGKofron. Con agradecimiento a Fr. John Hilkert, Akron, Ohio.
Traducido por Pedro Royo