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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Panorama histórico-teológico sobre el Sagrado Corazón de María

De Enciclopedia Católica

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Al conmemorarse los cien años de las apariciones de la Santísima Virgen María en Fátima conviene decir que este acontecimiento es mucho más que un impulso a la devoción mariana. En efecto, un estudio teológico del mensaje de María en Fátima nos conduce a su «Inmaculado Corazón», expresión de una impresionante riqueza teológica. Y en este artículo desarrollaremos un panorama histórico-teológico sobre el Corazón de María. De ahí que, partiendo de los datos bíblicos, expondremos históricamente cómo se ha ido desplegando tanto la reflexión como la devoción al Corazón de María.

EL CORAZÓN DE MARÍA EN LA SAGRADA ESCRITURA

Uno de los términos más presentes en la Biblia para referirse al hombre es «corazón». En efecto, solo en el Antiguo Testamento aparece alrededor de 1500 veces. Convendría señalar que «corazón», en hebreo leb, expresa el interior de una persona. Se trata de la sede de los sentimientos, anhelos y deseos. Es el núcleo más íntimo del hombre (cf. Jr 31,33) y expresa la síntesis de la persona. Es ahí donde el hombre se decide o no por Dios (cf. Dt 6,5; 29,3; Is 29,13; Ez 26,26; Mt 6,21) . [1] Aplicando el significado bíblico de «corazón» a María nos estamos refiriendo pues a la misma persona de María con énfasis en su interioridad [2] . Y para poder describir el Corazón de María es necesario fijarnos en su presencia activa en la historia de la salvación tal como nos relata el Nuevo Testamento . [3] Una cuestión que surge es ¿cómo estudiar bíblicamente el Corazón de María? Al respecto, son varios los acercamientos que se han dado. Una primera forma es fijarse en las veces que aparece literalmente la palabra «corazón». Al respecto, aunque la palabra corazón aplicada a María aparece dos veces (Lc 2,19.51). Sin embargo, no basta quedarnos con estos pasajes pues sería un gran empobrecimiento sobre la persona de María . [4] Otra forma es acercarse al Corazón de María desde un aspecto ontológico y otro llamado psicológico. El aspecto ontológico consiste en percibir el ser de María como la Mujer llena del amor de Dios. Mientras que el aspecto psicológico está referido a todo aquello que hace amable a María hacia sus hijos. Los dos aspectos están relacionados. María por ser elegida para ser la Madre de Dios, fue preparada limpia de toda culpa de pecado, por ello, «llena de gracia» (Lc 1,28), que podemos decir también «llena totalmente del amor de Dios». Y, además, por ser la Madre de la Iglesia expresa su amor maternal a todos los miembros del cuerpo de Cristo [5]. Otra forma, muchos más rica es acercarse a través de una categoría bíblica que articule la interioridad de María presente a lo largo de los pasajes bíblicos. En este sentido, Ignacio De la Potterie sostiene que la categoría de Alianza es la palabra clave para descubrir el Corazón de María . [6] De ahí que desarrolla está lógica: (1) La preparación del Corazón de María para la nueva Alianza. Ella es la «llena de gracia» (Lc 1,28) y su «virginidad del corazón» (cf. Lc 1,26-38) expresa su total orientación a Dios. Y el Corazón de María aparece como aquel que por la fe es capaz de acoger el misterio de la nueva alianza (cf. Lc 2,19.51). (2) La nueva Alianza realizada entre los corazones de Jesús y María. Tal como se puede percibir en las bodas de Caná (cf. Jn 2,1-11) y la presencia de María en el Calvario (cf. Jn 19,26-27). Nosotros, más bien, hemos optado por intentar una sistematización de las características del Corazón de María según su presencia a lo largo del Nuevo Testamento. (1) Corazón lleno de gracia. El Corazón de María está preparado por Dios para ser la digna morada de su Hijo. Por eso, Ella es la kecharitomene , «llena de gracia» (Lc 1,28). Nos encontramos con uno de los fundamentos bíblicos del dogma de la Inmaculada Concepción . En el interior de María, por la acción santificadora de Dios, no existe nada de pecado. Su Corazón, por gracia de Dios, es Inmaculado. Creemos que el punto de partida para referirnos al Corazón de María es su plenitud de gracia. En María se refleja la absoluta primacía de Dios. (2) Corazón maternal. María es sobre todo la Madre de Jesús y por eso, la Madre de Dios tal como fue definido en el Concilio de Éfeso (431). Todo el ser de María está transido por la maternidad divina y en ella se expresa de manera insuperable la vocación maternal. Su corazón maternal en primer lugar se refiere a ser la Madre del Emmanuel (cf. Is 7,14; Mt 1,23), pero también incluye la maternidad espiritual sobre los cristianos. Dado que María es la madre de Cristo, cabeza de la Iglesia (cf. Col 1,18), lo es también del cuerpo de Cristo, la Iglesia (cf. Rm 12,4; 1 Co 12,12). Será en el Calvario donde se muestre con claridad la maternidad espiritual de María sobre los discípulos de su Hijo. En el Gólgota, María recibe la misión de ser la madre del discípulo amado (cf. Jn 19,26) . (3) Corazón virgen. María es llamada «la virgen» (Lc 1,27). Ella concibe virginalmente por obra del Espíritu Santo (cf. Mt 1,16.20; Lc 1,35). Es la siempre virgen, tal como enseña dogmáticamente la Iglesia, y debe entenderse en sentido físico pero, además, espiritualmente. María no solo es virgen antes, durante y después del parto, sino también en su interioridad. Esto lo podemos expresar siguiendo a San Agustín como virginitas carnis, la virginidad física, y virginitas cordis, la virginidad del corazón o virginitas fidei . Con relación a esto último, todo el ser de María está volcado hacia Dios sin reticencia ni desviación alguna. Ella es modelo de consagración. (4) Corazón esponsal. María vive de manera insuperable su esponsalidad. Ella es la esposa de José (cf. Mt 1,15-16; Mt 1,18), siendo José un verdadero protector de la virginidad de María. Pero sobre todo, María vive su esponsalidad en cuanto que está orientada radicalmente hacia Dios, de ahí la imagen de esposa del Espíritu Santo y que, además, conecta con la virginitas cordis antes mencionada. En el Corazón de María, Madre, Virgen y Esposa, se percibe la acción dialógica que obra el Espíritu Santo, pues Ella está relacionada de manera insuperable con cada una de las personas de la Santísima Trinidad. (5) Corazón caritativo. María muestra su amor a Dios mediante su fiat (cf. Lc 1,38). En el nacimiento de Jesús, Ella es la primera en comunicar amor al Salvador acogiéndolo con ternura (cf. Lc 2,7). Pero, también la caridad de María se muestra hacia el prójimo en el pasaje de la Visitación (cf. Lc 1,39-45). Ahí, María se presenta como la primera portadora de Cristo, Christofora, que evangeliza el hogar de Santa Isabel, alegrándole así la vida. (6) Corazón creyente. María siempre aparece como la primera creyente en Cristo. Santa Isabel afirma que María es feliz porque ha creído (cf. Lc 1,45). A lo largo de su peregrinación por la tierra, María se muestra como modelo de creyente. En el canto del Magnificat, María expresa su fe mediante la alabanza y la gratitud (cf. Lc 1,46-56). De esta forma, en este himno de alabanza se expresa la fe de María en clave de acción de gracias a Dios omnipotente. (7) Corazón obediente. La Santísima Virgen María vive la obediencia de la fe. Su obediencia es totalmente sobrenatural, es una consecuencia directa de su fe. Y la obediencia de María expresa asimismo su humildad. Ella es la «esclava del Señor» (Lc 1,38). María, además, prolonga su fiat de la Anunciación durante todo su peregrinar terreno. Al cumplir el rito de la circuncisión del niño, de su purificación (cf. Lc 2,22) y luego presentar al niño en el templo (cf. Lc 2,23-38), María manifiesta una total obediencia a los planes de Dios. Y, así como la obediencia de Cristo adquiere su punto culmen en el Calvario (cf. Lc 23,46), análogamente, la obediencia de María se expresa al pie de la Cruz (cf. Jn 19,25). De esa forma, mientras el Redentor ofrece su vida para redimir a la humanidad entera, María se asocia al sacrificio Redentor de su Hijo. (8) Corazón contemplativo. Tal como hemos indicado ya, dos pasajes mencionan directamente el corazón de María y ambos hacen referencia a la contemplación. María meditaba el misterio de su Hijo y lo guardaba en su corazón (cf. Lc 2,19.51) . Ella es la primera contemplativa, es aquella que contempla de manera insuperable los misterios salvíficos. María aparece como la mujer que contempla con fe el rostro de Cristo. Tras la Pascua de su Hijo, María aparece en oración con los Apóstoles esperando la efusión del Espíritu Santo (cf. Hch 1,13-14). La Iglesia, podemos decir, necesita de la oración de María, la mujer contemplativa. (9) Corazón intercesor. En las bodas de Caná, pasaje con una gran riqueza simbólica , se percibe a María como la primera intercesora ante Jesús (cf. Jn 2,1-11). Ella se presenta solicita por el bien de los esposos. De esa forma, no solo muestra su corazón caritativo sino que además aparece como aquella que nos hace participar del «vino nuevo» que es Cristo. En realidad, todo el pasaje de las Bodas de Caná se orienta a mostrar que con Cristo ha empezado la nueva Alianza, Él es el esposo mesiánico que se desposa con la Iglesia. Y, María es llamada por algunos autores de forma audaz: Esposa de Cristo . Como es lógico suponer se trata de un sentido espiritual, en cuanto que María es modelo de la Iglesia esposa . (10) Corazón crucificado. María participa del misterio de la Cruz redentora de su Hijo. Ya la profecía de Simeón anunciaba el dolor inefable que iba a experimentar el Corazón de María (cf. Lc 2,35). La huída Egipto es también un acontecimiento que muestra cómo María debe asociarse progresivamente al varón de dolores (cf. Lc 2,13-14). La pérdida de Jesús en el templo turba el Corazón de María (cf. Lc 2, 41-50) y prefigura la soledad del sábado santo. La presencia de María al pie de la Cruz, tal como es relatada por el Evangelio según San Juan, contiene una riqueza teológica aún no agotada (Jn 19,25-27). En el Calvario, María aparece como la primera en asociarse al misterio de la Cruz de Cristo (Col 1,24) . (11) Corazón glorioso. Como consecuencia de que María es la primera en asociarse por la fe al misterio de la Cruz, Ella es también la primera en participar de la gloria de la Resurrección. En Ella, la Iglesia ya ha sido glorificada. El dogma de la Asunción de María está pues conectado con el hecho de que María, «llena de gracia» (Lc 1,28), es la llena de gloria (cf. Rm 8,30; Ap 12,1). Luego de esta exposición sistemática, quisiera fijar una idea central. Puesto que el Corazón de María es la síntesis de su persona, esto nos debe llevar a contemplar a aquella mujer, Inmaculada por gracia de Dios y elegida para ser la Madre del Salvador, es decir del mismo Dios. En Ella se percibe la fe, la caridad, la obediencia, la contemplación, su participación en la Cruz y la resurrección de Cristo, etc. En el ser de María, dicho bíblicamente: en su Corazón, se unen, pues, todos los dones de Dios a una criatura y al mismo tiempo la respuesta libre más generosa que puede dar criatura alguna.

EL CORAZÓN DE MARÍA EN LA ÉPOCA PATRÍSTICA

Paulatinamente, en el contexto vital de la Sagrada Escritura que es la Tradición, se va profundizando en la riqueza del Corazón de María y esto ha ido impulsando paulatinamente la devoción a este corazón . En este sentido, es necesario referirnos a los Padres de la Iglesia, testigos vivos de la tradición. Al respecto, nos encontramos con algunas referencias que si bien no son abundantes, sin embargo, van perfilando paulatinamente una serie de aspectos sobre lo que luego será la devoción a este corazón. En la teología oriental destaca Orígenes (†253) quien señala que las palabras del anciano Simeón, haciendo referencia a la espada que atravesará el Corazón de María, están anunciando la pasión de Cristo: «¿Cuál es la espada que traspasó el Corazón de María?» . Por su parte, San Gregorio Taumaturgo (†275) presenta el Corazón de María como recipiente de los misterios salvíficos. Al referirse a María señala: «Estás llena de luz, oh María, en tu sublime reino espiritual. En ti el Padre, que no tiene principio y cuyo poder te ha cubierto, es glorificado. En ti el Hijo, que has llevado según la carne, es adorado. En ti el Espíritu Santo, que ha obrado en tu seno el nacimiento del gran Rey, es celebrado. Gracias a ti, oh llena de gracia, la Trinidad santa y consubstancial ha podido ser conocida en el mundo» . Conviene señalar que la rica mariología de tradición oriental conocerá luego algunas expresiones que hacen referencia al Corazón de María . En la teología latina, San Ambrosio (†397) muestra la interioridad de María al presentar sus virtudes en la perspectiva de ser modelo de vírgenes : «Sírvanos la vida de María de modelo de virginidad, cual imagen que se hubiera trasladado a un lienzo; en ella, como en espejo, brilla la hermosura de la castidad y la belleza de toda virtud. Virgen no sólo en la carne, sino también en su alma, sin que la menor doblez de malicia corrompiese la pureza de sus afectos; humilde en su corazón, prudente en las palabras, madura en el consejo, parca en su conversación [...] solícita en sus labores. A nadie hizo mal, quiso bien a todos, respetó a los mayores, fue amable para con los iguales [...]. He aquí la imagen de la verdadera virginidad. Esta fue María, cuya vida pasó a ser norma para todas las vírgenes» . Y, añade el santo obispo de Milán: «Como flores en alegre jardín brillan en el alma de María las virtudes: en su pudor se muestra el recato; en su fe, la firmeza y el valor; en su devoción, el amor obsequioso. Como virgen, ama el retiro de su casa y no sale de ella sin compañía; como madre, acude al templo a ofrecer a su Hijo a Dios» . Pero, será San Agustín (†430) quien remarque una concepción espiritual en María por la fe: «Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo» . III. EL CORAZÓN DE MARÍA EN LA EDAD MEDIA En el siglo XII, Hugo de San Víctor (†1141) afirmó, siguiendo a San Agustín, que el Verbo descendió a María, porque ya antes Ella lo había concebido en su corazón . Por su parte, Ricardo de San Lorenzo (s. XIII) habló de la importancia de la fe y el consentimiento que hubo en el Corazón de María, pues gracias a ellos se dio inicio a la salvación del mundo . En cuanto a los teólogos más representativos de la escolástica, San Buenaventura (†1274) afirma, también en línea agustiniana, la concepción cordis por la fe y la concepción ventris en María . Asimismo, el doctor seráfico ensalza la interioridad de María señalando que Ella es receptora de todas las gracias: «Como el océano recibe todas las aguas, así María recibe todas las gracias. Como todos los ríos se precipitan en el mar, así las gracias que tuvieron los ángeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes se reunieron en María» . En este sentido, también Santo Tomás de Aquino, aunque no se refiere directamente al Corazón de María, pero sí a su persona enfatiza la dignidad inigualable: «La bienaventurada Virgen María, por el hecho de ser Madre de Dios, tiene una especie de dignidad infinita a causa del bien infinito que es Dios. Y en esa línea no puede imaginarse una dignidad mayor, como no puede imaginarse cosa mayor que Dios» . No podemos dejar de lado lo que significó la presencia de algunas místicas. Una de ellas fue Santa Matilde (†1299), religiosa cisterciense, quien en una revelación privada recibió este mensaje del mismo Señor: «Saluda al Corazón virginal de mi Madre» . Por su parte, Santa Gertrudis de Helfta (†1302) proclamó la grandeza del Corazón de María . Y otra mística, Santa Brígida (†1373) señaló con exquisita finura: «Oh Virgen incomparable, vida y alegría de mi corazón, yo reverencio, yo amo, yo glorifico con todas las fuerzas de mi alma vuestro dignísimo corazón» .

IV. EL CORAZÓN DE MARÍA EN LOS SIGLOS XVII - XVIII

En el siglo XVII es necesario resaltar la importancia de San Juan Eudes (†1680) pues fue el gran propulsor de la devoción al Corazón de María. Escribió: El Corazón admirable de la Madre de Dios . Lo peculiar de su aporte, no es la devoción a María en general, una realidad presente ya desde los inicios de la Iglesia, sino su atención en el Corazón de la Madre del Salvador. ¿Cómo llega a ello? Siguiendo algunos estudiosos de los escritos de San Juan Eudes, podemos afirmar que encontramos influencias de la espiritualidad de Pedro de Bérulle (†1629) –espiritualidad berulliana– que pone énfasis en los misterios de la vida de Cristo, «estados», los cuales deben ser contemplados para adorar a Dios hecho hombre y adherirse así a los sentimientos de Cristo . Y, en este sentido, se destaca el papel de María, como camino hacia Cristo. San Juan Eudes remarca la importancia del Corazón de María que, en síntesis, es la misma persona de María elevada por la gracia de Dios. Los escritos de San Juan Eudes sobre el Corazón de María no son una articulación de frases meramente piadosas hacia la Madre de Dios. Nos encontramos con una gran profundidad bíblica tal como acertadamente lo ha hecho notar Ignacio De la Potterie. En efecto, al leer la obra El Corazón admirable de la Madre de Dios, notamos cómo el santo se basa en doce oráculos de la Escritura. Lo llamativo es que solo uno, Lc 2,19.51 pertenece al Nuevo Testamento. El resto son pasajes veterotestamentarios. ¿A qué se debe? Son citas que conectan con el tema de la Alianza: Ez 36, 26-27; Sal 45 (44); Ct 1,12; 2,5; 3, 7-8; 4,1; 5,2; 6,2; 8,7. Conviene señalar, aunque sea brevemente, que el texto de Ezequiel hace referencia a la Nueva Alianza . El Salmo indicado es leído por la tradición cristiana como las bodas mesiánicas, entre el Ungido, el esposo, e Israel, la esposa. Y el Cantar de los cantares celebra el amor nupcial entre Yahveh e Israel. Como podemos percibir San Juan Eudes presenta el Corazón de María en clave de Alianza. Al respecto, el santo al afirmar la excelencia del Corazón de la Madre de Dios indica que «quiere decir que su corazón es la fuente y el principio de todas las grandezas, excelencias y prerrogativas que la adornan, de todas las cualidades eminentes que la elevan por encima de todas las criaturas, como el ser hija primogénita del eterno Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo y templo de la santísima Trinidad... Quiere decir también que este santísimo corazón es la fuente de todas las gracias que acompañan a estas cualidades... y además que este mismo corazón es la fuente de todas las virtudes que practicó... ¿Y por qué su corazón es la fuente de todo esto? Porque fueron la humildad, la pureza, el amor y la caridad del corazón lo que la hicieron digna de ser la madre de Dios y consiguientemente poseer todas las dotes y todas las prerrogativas que han de acompañar a esta altísima dignidad» . En cuanto al culto debido al Corazón de María, San Juan Eudes aclara que en realidad se orienta a contemplar el amor de María, un amor puramente teologal, por tanto orientado en primer lugar a Dios. En este sentido leemos: «Deseamos honrar en la Virgen madre de Jesús no solamente un misterio o una acción, como el nacimiento, la presentación, la visitación, la purificación; no sólo algunas de sus prerrogativas, como el ser madre de Dios, hija del Padre, esposa del Espíritu Santo, templo de la santísima Trinidad, reina del cielo y de la tierra; ni tampoco sólo su dignísima persona, sino que deseamos honrar en ella ante todo y principalmente la fuente y el origen de la santidad y de la dignidad de todos sus misterios, de todas sus acciones, de todas sus cualidades y de su misma persona, es decir, su amor y su caridad, ya que según todos los santos doctores el amor y la caridad son la medida del mérito y el principio de toda la santidad» . Años después de la muerte de San Juan Eudes, morirá Santa Margarita María de Alacoque (†1690). Es la gran propulsora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Ella propone practicar la devoción al Corazón del Salvador, «viviendo en el Corazón de María» . De esta forma, presenta el Corazón de María como medio para vivir la devoción al Corazón de Jesús. En el siglo XVIII es necesario mencionar a dos santos: Luis María de Montfort (†1716) y Alfonso María de Ligorio (†1787). Aunque no desarrollan una piedad específica al Corazón de María, todo lo que ellos han escrito sobre la persona de María lo aplicamos al Corazón de María, pues bíblicamente, como ya vimos, es la síntesis del ser de la Madre de Jesús. San Luis María de Montfort en su obra: Tratado de la verdadera devoción, presenta a María como la criatura más excelsa creada por la Santísima Trinidad. Ella es la obra maestra de la Trinidad. «María es la excelente obra maestra del Altísimo, quien se ha reservado para sí el conocimiento y posesión de Ella. María es la Madre admirable del Hijo, quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer (cf. Jn 2,4; 19,26), como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres. María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella. María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo, sin exceptuar los querubines y serafines; a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial» . Una consecuencia directa de la acción de la Trinidad en María, es la grandeza de su interioridad: «Digo con todos los santos que la excelsa María es el paraíso terrestre del nuevo Adán (cf. Gn 2,8), quien se encarnó en El por obra del Espíritu Santo para realizar allí maravillas incomprensibles. Ella es el sublime y divino mundo de Dios, lleno de bellezas y tesoros inefables. Es la magnificencia del Altísimo, quien ocultó allí, como en su seno, a su Unigénito, y con Él lo más excelente y precioso. ¡Oh! ¡Qué portentos y misterios ha ocultado Dios en esta admirable creatura, como Ella misma se ve obligada a confesarlo –no obstante su profunda humildad–: ¡El Poderoso ha hecho obras grandes por mí! (Lc 1,49)…» . San Alfonso María de Ligorio en su obra clásica Las glorias de María, ensalza a la Madre del Salvador, mostrando al igual que San Luis María de Montfort las excelencias de María y su poder intercesor . Toda la obra de San Alfonso María de Ligorio está marcada por un profundo amor a la persona de María. Hace algunas referencias al Corazón de María, por ejemplo, en relación con los dolores que ella padeció en su peregrinar con Cristo. Además, el Doctor de los moralistas indica que también nuestros pecados causan dolor en el interior de María: «Bendita Madre mía, María; no sólo con una espada sino con tantas cuantos son mis pecados te he traspasado el corazón. Señora mía no eres tú… sino yo, reo de tantos delitos, quien debe sufrir las penas. Pero, ya que has queridos padecer por mí, consígueme por tus méritos un gran dolor de mis culpas y paciencia para soportar los trabajos de esta vida…» . V. EL CORAZÓN DE MARÍA EN EL SIGLO XIX En el siglo XIX debemos resaltar la presencia de San Antonio María Claret (†1829), santo obispo de Santiago de Cuba, quien fundó la Congregación de los misioneros del Corazón de María. Uno de los puntos del carisma de esta congregación religiosa fue difundir la devoción al Corazón de María. Los misioneros Hijos del Corazón de María, llamados hoy claretianos, fueron grandes promotores de esta advocación mariana. El santo escribirá en su autobiografía estas palabras cargadas de gran amor filial a la Madre del Redentor: «¡Oh Madre benditísima, mil alabanzas os sean dadas por la fineza de vuestro Inmaculado Corazón y habernos tomado por hijos vuestros! Haced, Madre mía, que correspondamos a tanta bondad, que cada día seamos más humildes, más fervorosos y más celosos de la salvación de las almas» .

VI. EL CORAZÓN DE MARÍA EN EL SIGLO XX

Para hablar del Corazón de María en el siglo XX, hay que señalar dos ámbitos, ciertamente relacionados, pero que poseen un estatus teológico distinto. En primer lugar, es necesario referirnos a las apariciones de María Santísima en Fátima (1917) y luego a la repercusión de este acontecimiento en las enseñanzas y gestos de los Romanos Pontífices.

a. EL ACONTECIMIENTO «FÁTIMA»

Desde la teología, las apariciones de María deben ser consideradas dentro del status de revelaciones privadas. En este sentido, conviene señalar que no podemos considerar el mensaje de María en Fátima como una fuente de la Revelación pública que como sabemos ya alcanzó su punto culmen e insuperable en Jesucristo, la Palabra encarnada (cf. Jn 1,14) . Sin embargo, no es correcto descartar los mensajes de aquellas revelaciones privadas que han sido aprobadas por la Iglesia pues están orientadas a profundizar más en la Palabra de Dios para vivirla con radicalidad. Ese es el espíritu con el cual estamos llamados a acoger las apariciones marianas reconocidas por la Iglesia . El estudio teológico de todo el acontecimiento de Fátima en integridad muestra con claridad una admirable sintonía con el depósito de la fe . En efecto, primero las apariciones del ángel y luego de María en Cova de Iría, y más adelante en Pontevedra y Tuy, traen un conjunto de enseñanzas que conectan con verdades de nuestra fe católica y las hacen actuales. No es nuestra intensión aquí desarrollar al detalle todo el acontecimiento de Fátima, pero si conviene presentar de forma concreta las verdades relacionadas con la fe. En primer lugar, si nos fijamos en las apariciones del ángel de Portugal (1916) a los pastorcitos tal como han sido relatados por ellos mismos encontramos en esa hermosa y profunda oración que les enseñó : (1) La adoración a la Santísima Trinidad que como sabemos en la primera verdad de la fe cristiana. (2) La presencia real de Jesús en la Sagrada Eucaristía. (3) La colaboración de María en la obra salvífica de Cristo. En cuanto al mensaje de la Madre de Dios a lo largo de las seis apariciones podemos sistematizar una serie de verdades de fe. En el ámbito dogmático nos encontramos con: (1) La comunión de los santos. (2) La gravedad del pecado que trae como consecuencia la condenación eterna para todo aquel que muere en pecado mortal. (3) La existencia del purgatorio como ámbito de expiación post mortem. (4) La poderosa intercesión de María ante Jesús, único Salvador del mundo. Dentro del ámbito espiritual, el mensaje de Fátima nos señala: (1) El valor incalculable de la oración. (2) La importancia del sacrificio cristiano, la mortificación, como participación en el misterio de la cruz de Cristo. (3) Las nefastas consecuencias de las ideologías ateas, como fue el caso del comunismo que entonces había arraigado en Rusia. Y toda ideología siempre forja un contexto de persecución contra la Iglesia. (4) El valor de la sencillez, tal como se puede apreciar en la humildad de los tres pastorcitos . (5) El llamado actual a la conversión y a la penitencia. Dos ecos de lo ocurrido en Fátima, vienen a ser las apariciones de la Santísima Virgen María solo a Lucía años más tarde. Estamos hablando de Pontevedra (1925) y Tuy (1929). En Pontevedra, la Madre del Salvador vuelva a pedir lo que señaló en su tercera aparición, la práctica de los cinco primeros sábados de mes como reparación a su Inmaculado Corazón . Al respecto, conviene decir que ya desde el siglo X se ha dedicado el sábado a honrar a María . El añadido de esta promesa es una invitación a la conversión contemplando la solidaridad de María hacia su Hijo, ultrajado por los pecados. En cuanto a Tuy, el año 1929, Lucia tendrá una visión donde contempla, mediante una imagen, el sacrificio redentor de Cristo inserto en el misterio de la Santísima Trinidad y a María al pie de la Cruz. Todo el acontecimiento de Fátima está orientado a mostrar el Inmaculado Corazón de María. En efecto, el conjunto de los mensajes, donde como hemos visto se articulan armoniosamente verdades de fe y espiritualidad enseñadas por la Iglesia, nos conducen al corazón maternal de la Madre de Dios, es decir a su misma persona que quiere acoger a sus hijos para llevarlos a Cristo, único Salvador del mundo. Por eso, nos atrevemos a decir que la mariología de Fátima es una actualización de las bodas de Caná (cf. Jn 2,1-11) para estos tiempos. La «falta de vino» es el alejamiento del hombre moderno del Dios vivo y verdadero, fruto de las más perversas ideologías. María muestra su Corazón Inmaculado, «lleno de gracia», es decir orientado totalmente hacia la Trinidad, pero también herido por aquellos que usando mal su libertad han perdido la orientación teologal de sus vidas. María actualiza el llamado de Jesús a la conversión (cf. Mc 1,15). En Fátima, María habló del triunfo de su Inmaculado Corazón. Conviene al respecto, citar textualmente lo escrito por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger sobre lo que significa hablar del Inmaculado Corazón de María: «El “Corazón inmaculado” es, según Mt 5,8, un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, “ve a Dios”. La “devoción” al Corazón Inmaculado de María es, pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el “fiat” —hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia. Si alguno objetara que no debemos interponer un ser humano entre nosotros y Cristo, se le debería recordar que Pablo no tiene reparo en decir a sus comunidades: imitadme (1 Co 4, 16; Flp 3,17; 1 Ts 1,6; 2 Ts 3,7.9). En el Apóstol pueden constatar concretamente lo que significa seguir a Cristo. ¿De quién podremos nosotros aprender mejor en cualquier tiempo si no de la Madre del Señor?» .

b. ENSEÑANZAS Y GESTOS DE LOS ROMANOS PONTÍFICES Un gran impulso hacia la devoción al Inmaculado Corazón de María lo dio el papa Pío XII . Por varios motivos. En primer lugar consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María el 8 de diciembre del año 1942. El contexto en el que lo hizo fue la trágica situación que se vivía por la llamada segunda guerra mundial. Con esta consagración, Pío XII enseña la maternal protección de María no solo sobre la Iglesia sino sobre toda la humanidad. Conviene citarla: “Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora en todas las batallas de Dios, nos postramos suplicantes ante tu trono, seguros de alcanzar misericordia y recibir gracias y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los cuales no presumimos, sino únicamente por la bondad de tu maternal Corazón.

A Ti, a tu Corazón Inmaculado, en esta hora trágica de la historia humana, nos confiamos y consagramos no sólo en unión de la Santa Iglesia, Cuerpo Místico de tu Jesús, que sufre y sangra por tantas partes y en tantos modos es atribulada, sino también de todo el mundo, destrozado por feroces discordias, abrasado por un incendio de odios, víctima de las propias iniquidades.

Conmuévante tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas tronchadas en flor, tantos cuerpos desgarrados por la horrenda carnicería, tantas almas atormentadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

Tú, oh Madre de Misericordia, alcánzanos de Dios la paz, y ante todo aquellas gracias que puedan convertir en un instante los corazones humanos, aquellas gracias que preparan, concilian, aseguran la paz. Reina de la Paz, ruega por nosotros y da al mundo en guerra la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dale la paz de las armas y la paz de las almas, a fin de que en la tranquilidad del orden se dilate el Reino de Dios. Extiende tu protección a los infieles y a cuantos yacen todavía en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haz que brille para ellos el sol de la verdad y puedan, juntamente con nosotros, repetir ante el único Salvador del mundo; Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2,1).

A los pueblos divididos por el error o por la discordia, y de un modo especial a aquellos que profesan por Ti singular devoción y en los cuales no había casa donde tu venerable imagen (hoy tal vez escondida en espera de días mejores) no tuviese un sitio de honor, concédeles la paz y reintégralos al único aprisco de Cristo, bajo el único y verdadero Pastor” . En su encíclica Haurietis aquas (1956), dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, Pío XII afirmó que la devoción al Inmaculado Corazón de María redundará en un culto auténtico al Corazón de Jesús. De esa forma, Pío XII une armónicamente dos devociones tan queridas por el Pueblo de Dios:

“Y para que la devoción al Corazón augustísimo de Jesús produzca más copiosos frutos de bien en la familia cristiana y aun en toda la humanidad, procuren los fieles unir a ella estrechamente la devoción al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios. Ha sido voluntad de Dios que, en la obra de la Redención humana, la Santísima Virgen María estuviese inseparablemente unida con Jesucristo; tanto, que nuestra salvación es fruto de la caridad de Jesucristo y de sus padecimientos, a los cuales estaban íntimamente unidos el amor y los dolores de su Madre. Por eso, el pueblo cristiano que por medio de María ha recibido de Jesucristo la vida divina, después de haber dado al Sagrado Corazón de Jesús el debido culto, rinda también al amantísimo Corazón de su Madre celestial parecidos obsequios de piedad, de amor, de agradecimiento y de reparación. En armonía con este sapientísimo y suavísimo designio de la divina Providencia, Nos mismo, con un acto solemne, dedicamos y consagramos la santa Iglesia y el mundo entero al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María” Luego de Pío XII se siguió propagando la devoción al Corazón de María.

Destaca, en este sentido, una serie de gestos de Pablo VI. Así, al acabar la tercera sesión del Concilio Vaticano II, envió la llamada «Rosa de oro» al santuario de Fátima y renovó la consagración al Inmaculado Corazón de María realizada por Pío XII. Asimismo, en su Exhortación apostólica Signum magnum (1967) pidió renovar de forma personal a cada uno de los miembros de la Iglesia dicha consagración . Es de destacar, además, la visita de Pablo VI a Fátima el 13 de mayo de 1967, es decir a los cincuenta años de las apariciones. En dicha visita Pablo VI quiso que estuviese presente junto a él, sor Lucia.

Un acontecimiento no pequeño es el atentado contra San Juan Pablo II por el terrorista turco Ali Agca el 13 de mayo de 1981. El Papa santo no dudó en afirmar que María lo había salvado de morir. Y su viaje a Fátima fue para agradecer a la Madre de Dios dicha gracia. Asimismo, San Juan Pablo II realizó otra consagración al Inmaculado Corazón de María. En ella se vuelve a percibir, como pasó con Pío XII, una gran confianza filial en María haciendo referencia a su Inmaculado Corazón:

“Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios". ¡Oh Madre de los hombres y de los pueblos!, tú que "conoces todos sus sufrimientos y esperanzas", tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, como movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón y abraza, con el amor de la Madre y de la Sierva, este nuestro mundo humano, que ponemos bajo tu confianza y te consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos.

De manera especial ponemos bajo tu confianza y te consagramos aquellos hombres y naciones, que necesitan especialmente esta entrega y esta consagración. ¡"Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios"! ¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades! ¡No deseches! ¡Acoge nuestra humilde confianza y nuestra entrega!

"Tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3, 16). Precisamente este amor hizo que el Hijo de Dios se consagrara a Sí mismo: "Yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad" (Jn 17, 19). En virtud de esta consagración, los discípulos de todos los tiempos están llamados a entregarse por la salvación del mundo, a añadir algo a los sufrimientos de Cristo en favor de su Cuerpo que es la Iglesia (cf. 2 Cor 12, 15; Col 1, 24). Ante ti, Madre de Cristo, delante de tu Corazón inmaculado, yo deseo en este día, juntamente con toda la Iglesia, unirme con nuestro Redentor en esta su consagración por el mundo y por los hombres, la única que en su Corazón divino tiene el poder de conseguir el perdón y procurar la reparación.

La fuerza de esta consagración dura para siempre y abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera todo el mal, que el espíritu de las tinieblas es capaz de despertar en el corazón del hombre y en su historia y que, de hecho, ha despertado en nuestros tiempos. A esta consagración de nuestro Redentor, mediante el servicio del Sucesor de Pedro, se une la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

¡Oh, cuán profundamente sentimos la necesidad de consagración para la humanidad y para el mundo: para nuestro mundo contemporáneo, en la unidad con el mismo Cristo! En verdad, la obra redentora de Cristo debe ser participada por el mundo por medio de la Iglesia.

¡Oh, cuánto nos duele, por tanto, todo lo que en la Iglesia y en cada uno de nosotros se opone a la santidad y a la consagración! ¡Cuánto nos duele que la invitación a la penitencia, a la conversión y a la oración no haya encontrado aquella acogida que debía!

¡Cuánto nos duele que muchos participen tan fríamente en la Obra de la redención de Cristo! ¡Que se complete tan insuficientemente en nuestra carne "lo que falta a las tribulaciones de Cristo"!

¡Dichosas, pues, todas las almas que obedecen la llamada del Amor eterno! Dichosos aquellos que, día a día, con generosidad inagotable acogen tu invitación, oh Madre, a realizar lo que dice tu Jesús y dan a la Iglesia y al mundo un testimonio sereno de vida inspirada en el Evangelio.

¡Dichosa por encima de todas las criaturas Tú, Sierva del Señor, que de la manera más plena obedeces a esta Divina llamada!

¡Te saludamos a Ti, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo! ¡Madre de la Iglesia, ilumina al Pueblo de Dios por los caminos de la fe, la esperanza y la caridad!

¡Ayúdanos a vivir, con toda la verdad de la consagración de Cristo, en favor de toda la familia humana, en el mundo contemporáneo! Al poner bajo tu confianza, Madre, el mundo, todos los hombres y todos los pueblos, te confiamos también la misma consagración en favor del mundo, poniéndola en tu corazón maternal.

¡Corazón Inmaculado, ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que sus efectos inconmensurables pesa ya sobre nuestra época y da la impresión de cerrar el camino, hacia el futuro!

¡Del hambre y de la guerra, líbranos! ¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!

¡De los pecados contra la vida del hombre desde sus primeros instantes, líbranos! ¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!

¡De toda clase de injusticia, nacional e internacional, líbranos!

¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!

¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!

¡Líbranos!

¡Acoge, Madre de Cristo, este grito cargado del sufrimiento de todos los hombres, cargado del dolor de la sociedad entera! ¡Se manifieste, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder del Amor misericordioso! ¡Que este amor detenga el mal! ¡Que transforme las conciencias! ¡En tu Corazón Inmaculado se revele a todos la luz de la Esperanza! Amén .

TESTIMONIOS LITÚRGICOS SOBRE EL CULTO AL CORAZÓN DE MARÍA

Los testimonios de la liturgia, expresión viva de la lex orandi , nos permiten afirmar que hubo una progresiva toma de conciencia, por parte de la Iglesia, de celebrar el Corazón de María. Aquí surge una pregunta, ¿por qué celebrar el Corazón de María? La respuesta radica en aquello que ya hemos indicado. Siendo el corazón como la síntesis de la persona, remarcando sobre todo su interioridad, celebrar el núcleo más íntimo de María es invitar a los fieles a contemplar el ser de aquella mujer totalmente abierta a Dios.

Un recorrido histórico del culto al Corazón de María nos lleva a un itinerario que en síntesis es el siguiente : (1) En el año 1646 San Juan Eudes obtiene permiso para celebrar una Misa en honor al Corazón de María, pero no adquiere extensión universal. (2) En el año 1765 muchos obispos aprobaron el culto al Corazón de María. (3) En el año 1799 el clero y los religiosos de Palermo obtienen permiso de Pío VI para celebrar la fiesta del Corazón de María. (4) En el año 1805 la Congregación de Ritos da licencia para que puedan celebrarla todos los la pidan. (5) En el año 1807 los agustinos tienen el permiso de festejar el Corazón Inmaculado de María el domingo infraoctava de la Asunción. (6) En el año 1855, la misma Congregación citada aprueba el oficio y la Santa Misa de modo pro aliquibus locis (para algunos lugares). (7) En el año 1880 Leon XIII extendió el oficio y la Misa a toda la diócesis de Roma. (8) Un hito importante es la consagración de Pío XII al Inmaculado Corazón de María el año 1942. (9) En el año 1944 la Congregación de Ritos aprueba el oficio y la Misa para la Iglesia universal. Pío XII manda inscribir la fiesta del Inmaculado Corazón de María el 22 de agosto del Calendario universal.

Actualmente el Calendario ha trasladado la fecha del 22 de agosto, al sábado siguiente al Corazón de Jesús, con el fin de mostrar la relación estrecha entre Jesús y María. Dicho en lenguaje teológico, a través del misterio del Corazón de María accedemos al misterio del Corazón de Jesús. La oración colecta de la Misa propia del Inmaculado Corazón de María ha sido elaborada con elementos del misal preconciliar y del misal ambrosiano . En dicha oración, los fieles al contemplar el corazón de Aquella que es obra maestra de la Trinidad, piden la gracia de un corazón limpio, dócil y caritativo. Es decir un corazón como el de María:

«Señor, Dios nuestro, que hiciste del Inmaculado Corazón de María una mansión para tu Hijo y un santuario del Espíritu Santo, danos un corazón limpio y dócil, para que, sumisos siempre a tus mandatos, te amemos sobre todas las cosas y ayudemos a los hermanos en sus necesidades. Por nuestro Señor Jesucristo» .

VIII. SÍNTESIS CONCLUSIVA

Luego de haber desplegado un panorama histórico–teológico sobre el Corazón de María, ahora, de forma sintética, vamos a fijar las siguientes enseñanzas: (1) La devoción al Corazón de María consiste en contemplarla en su persona enfatizando su interioridad. Lo cual, análogamente al Corazón de Jesús, nos conduce a su amor sobrenatural. Se trata de contemplar a María como llena del amor de Dios, transformada totalmente por la gracia (cf. Lc 1,28) y derramando amor maternal hacia sus hijos (cf. Jn 2, 1-11), los miembros de la Iglesia (cf. Hch 1,13-14). Los fieles, al acudir al Corazón de María, están llamados a meditar en la acción transformante de Dios sobre la Madre de Jesús así como en la protección que Ella realiza hacia los hombres, por quienes su Hijo ha muerto y resucitado. Esta devoción exige de parte de los creyentes la contemplación de la persona de María, descubriendo en ella la acción de la gracia de Dios, que la hace Inmaculada, y, por otro lado, su respuesta generosa. Por ello, contemplamos a María como la mujer de fe, esperanza, caridad, obediencia, humildad, etc. En el Corazón de María se percibe de forma insuperable el don de Dios dado a una criatura y la respuesta libre y generosa hacia Él. (2) La devoción al Corazón de María está unida indisolublemente al Corazón de Jesús tal como hemos señalado cuando mencionamos a Pío XII. Se habla de una alianza entre los dos corazones . Y no existe el peligro de una doble devoción separada . Al contrario, una correcta devoción al Corazón de María conduce necesariamente a una sólida devoción al Corazón de Jesús con todo lo que esta lleva consigo. María hace posible que tengamos los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2,5) y que en nosotros esté el buen olor a Cristo (cf. 2 Co 2,15). María es la primera en contemplar en su integridad el misterio de su Hijo (cf. Lc 2,19.51). Es aquella que, por usar una expresión plástica, «toca» el misterio de Cristo. Y, además, María nos conduce a participar de ese misterio que es la única forma para alcanzar la salvación. (3) Forma parte de la devoción al Corazón de María aquello que se denomina la consagración. Es una práctica aprobada por la Iglesia y ha sido realizada formalmente para la Iglesia universal por dos papas: Pío XII y Juan Pablo II. Se trata de una entrega especial a María, pidiéndole su protección, pero al mismo tiempo, lleva consigo las exigencias concretas de vivir nuestra condición bautismal. Consagrarse al Inmaculado Corazón de María es, por tanto, comprometerse a vivir con radicalidad nuestra condición de ungidos que recibimos el día de nuestro bautismo. Por decirlo con otras palabras, María nos ayuda a vivir como santuarios de la Trinidad: hijos de Dios Padre (cf. Jn 3,1-2), imitadores de Cristo (cf.1 Co 11,1), templos vivos del Espíritu Santo (cf. 1 Co 6,19-20). La consagración al Inmaculado Corazón de María es una afirmación de nuestro ser hijos de María (cf. Jn 19,26-27). (4) El acontecimiento ocurrido en Fátima es, sin temor a exageraciones, plenamente bíblico. El mensaje de María sobre su Inmaculado Corazón tiene profundas raíces evangélicas. Es el Corazón que preparado por la gracia se convierte en el medio por excelencia para establecer una alianza con Cristo, único salvador del mundo (cf. Hch 4,12). El triunfo del Inmaculado Corazón, que María proclamó en el acontecimiento Fátima, es, podemos decir el triunfo que alcanzamos cuando entramos en alianza con Cristo, siendo María el camino más fácil y directo para ello. Al respecto, conviene citar lo dicho por De la Potterie: «El tema característico de Fátima, el Corazón Inmaculado de María, encuentra, sin duda, un sólido fundamento en el evangelio. El relato de la anunciación nos revela que María era transformada por la gracia de Dios, ya antes de la encarnación, pero precisamente en vista de la encarnación: el corazón de María era un corazón totalmente puro, un corazón virginal, que vivía completamente para el Señor. Durante la infancia de Jesús, conservaba en su corazón todo lo que se refería a Él, viviendo en la certeza de la fe y en la espera de la esperanza. A partir de la vida pública, la madre de Jesús, la mujer, se convierte en la esposa de Cristo, el esposo mesiánico de la nueva alianza; y de allí vemos cómo se perfila de inmediato su papel de mediación para hacer entrar a los discípulos en relación de alianza, que ella misma ya vivía. Es así como María pasa a ser la Madre de los discípulos, Madre de la Iglesia; y esto es lo que Jesús proclamará abiertamente en la cruz, en el último acto de su obra mesiánica antes de la muerte» .

Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida

Doctor en Sagrada Teología

Rector Magnífico de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima