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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Origen sindónico del símbolo del Sagrado Corazón de Jesús

De Enciclopedia Católica

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Origen sindónico del símbolo del Corazón de Jesús y de los emblemas de cardiomorfofis

El diseño artístico del "Corazón de Jesús simbólico" que ha llegado hasta nosotros, es fruto de una evolución iconográfica que, partiendo de formas más complejas tiene su fundamento en la antigua veneración al Sudario de Turín y, más precisamente, en las ilustraciones del libro “Jesu Christi Crucifixi stigmata sacræ Sindoni impressa”. [sic] Para que se diese esta evolución, había que tener en el horizonte la dolorosa Pasión de Cristo. Tomar conciencia de que era un acto de expiación y reparación por los pecados individuales y colectivos, entendido esto último desde la caída de los primeros padres hasta el fin de los tiempos. Que el hombre no es merecedor ni digno de ese Sacrificio expiatorio, y que si se operó en el tiempo, fue por un acto de amor de Dios, que es Amor y nada más que amor. Cristo, en la revelación que quiso hacer a Santa Margarita María, le muestra su Sagrado Corazón y le dice: "este es el corazón que tanto ha amado a los hombres, a cambio de los cuál sólo ha recibido menosprecios, ingratitudes y olvidos”; por tanto es un reproche que busca mover al hombre a "pagar amor con amor".

Los jesuitas recibieron el encargo de la difusión universal de un culto de adoración, expiación y reparación a este Sacratísimo Corazón. Los hijos de Loyola subordinaron todo a este propósito. Tuvieron que explicar la Revelación, el Evangelio de Cristo, el anuncio de su Muerte, la proclamación de su Resurrección y el advenimiento de los Tiempos escatológicos, de manera simbólica, mediante emblemas que fuesen pulquérrimos en lo estético; imbatiblemente sólidos en lo teológico; edificantes en lo moral; viables y realistas en la praxis política; amorosamente conmovedores en lo emotivo; elocuentes y elegantes en lo retórico; incorruptibles e inmarchitables a pesar del curso de los siglos, sonoramente gustosos en musical, y didácticamente versátiles en lo pedagógico. Y por si fuera poco, que pudiesen combinarse todos entre sí, sin contradecirse ni embarazarse. La emblemática de amor divino, o cardiomórfica, es realmente magistral. Siendo original, demuestra inventiva, santa propedéutica, divina inspiración, ciencia profunda y un inmenso celo pastoral.

Se llegó a una exposición perfecta que resumiera en un solo símbolo el Amor infinito de Dios, la humanidad de Cristo, desde su Encarnación hasta su muerte en Cruz, sin preferir una Naturaleza sobre otra, y que aunque enfocada en sus sufrimientos y en su muerte, no prescindiera de su Gloriosa Resurrección, ni de su Triunfo escatológico.

Si nos valemos del arte pictórico-catequético y de la literatura piadosa y devocional referidos a esta devoción, se infiere que la llave maestra que abre todas las puertas de acceso a esta devoción la hallamos en la Síndone de Turín, pero específicamente en la publicación de un libro dedicado al estudio del sudario sepulcral de Cristo crucificado y resucitado, titulado Iesu Christi crucifixi stigmata


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Este libro escrito por Alfonso Paleotti, Obispo de Bolonia salió a la luz tres veces, a saber, en las ediciones de los años 1606, 1607 y 1616, y tuvo la vocación de ser una obra científica, cuyos afanes pueden ser equiparados a los estudios sindonológicos del siglo XX ; es decir, desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Aquí se estudia la imagen de la síndone desde varias perspectivas: anatómica-forense; histórica, teológica y artística. Señalemos, de paso, que las anotaciones teológicas corresponden a un teólogo jesuita Ricardo Gibbons.

Como el movimiento se demuestra andando, conforme vayamos comentando los grabados de este libro, y los asociemos bien con esculturas, bien con pinturas, bien con libros devocionales, se entenderá mejor hacia dónde apuntamos. Recuérdese siempre que estamos concediendo primacía absoluta de antigüedad a la Sagrada Síndone; por lo tanto creemos lícito, con fines ilustrativos, tomarnos algunas licencias al momento de presentar las imágenes, porque queremos privilegiar el tracto del discurso pedagógico por encima de la rigurosidad cronológica de las imágenes. Vamos, pues, a ver imagen por imagen, comenzando por aquellos grabados que son inherentes a la evolución del símbolo del Sagrado Corazón, para terminar con aquellos que fueron agregados a manera de artificio o ilustración dramática que permitiera decantar todo el contexto.


La manos y los pies del Redentor

Con esta imagen, y con la de los pies se inicia la conversión al símbolo de la Pasión redentora. Ambas permiten y soportan varias interpretaciones, todas ellas correctas y correspondientes entre sí. Además de lo evidente, que es la mano enclavada – que supone "madero", "mano", "clavo", "herida", "sangre" y “llaga” (herida sanada), la mano es alegoría de trabajo, de las obras de justicia Cristo, de la diligencia de Cristo("poner manos a la obra", según el dicho popular), como también de ofrenda , del auxilio, y de la mansedumbre de Cristo.


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Además, recordará las actividades manuales de Cristo niño, sus labores silenciosas en la carpintería de José, (o como pastorcillo) y los afanes de su Vida Pública. Recuérdese que todos los actos previos a la Pasión son igualmente redentores, aunque incruentos. Este horizonte será vertebrar teológicamente las representaciones de los Niños pasionistas, tan abundantes y las representaciones de Cristo obrero.

En lo que toca a los pies, ya en los Salmos y en los libros Sapienciales me menciona a los pies en función de enrumbar por el buen o mal camino ("pies presurosos que corren hacia el mal", el pie que tropieza, etc). La meditación en esta obras redentoras realizadas por las manos de Cristo, y el Camino de vida que trazaron sus pies debe motivar al cristiano a examinar las obras y las sendas personales, y los afectos que los motivaron.

Las extremidades remiten al cuerpo entero. el cuerpo contiene al Sagrado Corazón que le da la vida. El Sagrado Corazón es el trono del Amor de los Amores: es trono del Sagrado Corazón Eucarístico, Aquél que “ha amado tanto a los hombre”; el Corazón traspasado, del que nace la Iglesia, que administra los Sacramentos que dan la vida. Bastará el símbolo de los “tres clavos” para recordar que se clavaron las manos y los pies a un madero, del que pendió Cristo, muerto por la efusión total de su sangre preciosísima.


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Explicado esto, lo que conviene es pasar a explicar la devoción a los Santos Cristos y las prácticas penitenciales barrocas que han llegado a nuestros días.

José Gálvez Krüger




Un agradecimiento especial a:

  • León de Martín, estudioso de lo símbólico.
  • Alejandro H. Escorcia.
  • Enrique Guerrero