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Martes, 19 de marzo de 2024

Nicholas Papini

De Enciclopedia Católica

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Obispo de Hierápolis (cerca de Laodicea y de Colosas en el valle del Lico, en Frigia) y Padre Apostólico, llamado por San Ireneo “discípulo de Juan y compañero de Policarpo, un hombre del tiempo antiguo”. Escribió una obra en cinco libros, logion kyriakon exegesis, que, exceptuados algunos fragmentos, se ha perdido. Conocemos algo de sus contenidos gracias al prefacio, parte del cual ha sido conservado por Eusebio (III,XIX):

“No dudaré en añadirte también a mis interpretaciones lo que en el pasado aprendí con cuidado de los Presbíteros y memoricé diligentemente, asegurando su verdad. Pues no me complacía, como muchos hacen, en aquellos que hablan mucho, sino en aquellos que enseñan lo que es verdadero, ni en los que se refieren a preceptos impropios, sino en aquellos que transmiten los preceptos dados por el Señor para la fe y provenientes de la misma Verdad. Y si acontecía que venía algún seguidor de los Presbíteros, yo trataba de inquirir sobre los dichos de los Presbíteros, lo dicho por Andrés, o por Pedro, o por Felipe, o por Tomás o Santiago, o por Juan o Mateo o algún otro de los discípulos del Señor, y sobre las cosas de cualquier otro de los discípulos del Señor, o lo que estaban diciendo Aristión y el Presbítero Juan, discípulos del Señor. Pues yo consideraba que no obtendría tanto provecho al respecto de los libros como de la voz todavía viva y permanente”.

A partir de esto conocemos que el libro de Papías estaba compuesto principalmente de “interpretaciones”, que eran una especie de comentario sobre los “Logia del Señor”. La palabra logia, con el significado de “sentencias, oráculos” es hoy utilizada con frecuencia para referirse a los dichos del Señor, diferenciándolos de los relatos de sus acciones (así Zahn y muchos otros). Pero Lightfoot puso de manifiesto hace ya mucho tiempo (Essays on Supernatural Religion, 171-7) que tal enfoque es insostenible. Filón usa este vocablo para cualquier parte de los escritos inspirados en el Antiguo Testamento, sean orales o escritos. San Pablo, Ireneo, Clemente, Orígenes, incluso Focio, no hacen otro uso. San Ireneo habla de corromper las sentencias del Señor del mismo modo que Dionisio de Corinto lo hace de corromper las Escrituras del Señor. Logia kyriaka en Papías, en Ireneo, en Focio, significa “las sentencias divinas” del Antiguo o del Nuevo Testamento (o de ambos). A aquellas “interpretaciones” Papías añadió tradiciones orales de dos clases: algunas oídas directamente de los Presbíteros (para ton presbyteron); otras de segunda mano, obtenidas a través de discípulos de los Presbíteros cuando le visitaban a su paso por Hierápolis. Los Presbíteros transmitían aquello que los “discípulos del Señor” –Pedro, Andrés, etc. – decían en los primeros tiempos. Otros informantes de los visitantes de Papías estaban todavía vivos (“Aristión y Juan el Presbítero, discípulos del Señor”), como pone de manifiesto el uso del presente, legousin. Podemos entender con facilidad que Papías los incluía entre los informantes directos a los cuales menciona con anterioridad; viviendo en Éfeso y Esmirna, no más lejos, podría seguramente conocerlos personalmente. En cualquier caso, muchos críticos eminentes (Zahn y Lightfoot, y entre los católicos, Funk, Bardenhewer, Michiels, Gutjahr, Batiffol, Lepin) identifican a los Presbíteros con Andrés, Pedro, etc., haciéndoles de este modo Apóstoles, pues entienden “lo que Andrés o Pedro y el resto dijeron” como explicativo de “las palabras de los Presbíteros”. Esto es imposible, ya que Papías ha hablado poco antes acerca de lo que aprendió directamente de los Presbíteros, ora pote para ton presbyteron kalos emathon, y, sin embargo, no habría podido conocer a los Apóstoles. Además, parece distinguir los dichos de los discípulos del Señor, Aristion y Juan, de aquellos de los Presbíteros, dando a entender que estos últimos no fueron discípulos del Señor. Finalmente, Ireneo y Eusebio, que cuentan con la antecedente obra de Papías, consideran que los Presbíteros no son los Apóstoles, sino discípulos de los discípulos del Señor o bien discípulos de los discípulos de los Apóstoles. Clemente de Alejandría otorga a la palabra el mismo significado. Nos vemos obligados, por tanto, a hacer de la proposición “lo dicho por Andrés y Pedro (y el resto)” no una coordinada con “los dichos de los Presbíteros”, sino una subordinada, es decir: “yo trataba de inquirir sobre los dichos de los Presbíteros, lo (que ellos referían como) dicho por Andrés, o por Pedro (o por el resto), y lo que habían dicho Aristión y el Presbítero Juan”. Eusebio señaló una dificultad adicional relevando que se menciona a dos Juanes, uno al que se distingue con el epíteto “presbítero” y otro que sería obviamente el Apóstol. El historiador añade que Dionisio de Alejandría cuenta que había oído hablar de la existencia de dos tumbas de Juan en Éfeso. Este enfoque ha sido adoptado por prácticamente todos los críticos liberales y también por algunos conservadores como Lightfoot y Westcott. Pero Zahn y la mayoría de los autores católicos concuerdan en que Dionisio se equivocaba respecto al asunto de la tumba y que la interpretación que en este tema hace Eusebio de las palabras de Papías es incorrecta. Para ello señalan que Papías citaba frecuentemente a Juan el Presbítero, y que Ireneo, que profesaba gran veneración por la obra de Papías, lo identifica con Juan el Apóstol; hay que recordar que Ireneo conocía personalmente la tradición asiática y no podría ignorar la existencia de Juan el Presbítero, si tal persona (diferente del Apóstol Juan) hubiese existido en Asia. Más aún: Ireneo cuenta que el Apóstol vivió en Éfeso hasta los tiempos de Trajano, habiendo escrito el Apocalipsis en los últimos días de Domiciano. Ireneo había oído a Policarpo relatar sus recuerdos del Apóstol. Justino, que se hallaba en Éfeso hacia los años 130-135, dice que el Apóstol fue el autor del Apocalipsis (y por tanto estuvo al frente de las Iglesias de Asia). Pero si el Apóstol vivía en Éfeso en fecha tan tardía (y no hay razón para ponerlo en duda), habría sido el más importante de los testigos de Papías. Además, si Eusebio no se equivoca, parecería que Juan el Presbítero sería su principal informador. Por otra parte, el “Presbítero” que escribió las cartas primera y segunda de Juan lleva tal nombre en todos los manuscritos, siendo identificado con el Apóstol por Ireneo y Clemente, y además es ciertamente (por evidencias internas) el autor del cuarto Evangelio, atribuido al Apóstol por Ireneo y por toda la tradición. Además, Polícrato de Éfeso, enumerando a los hombres que fueron la gloria de Asia, no menciona a Juan el Presbítero, sino a “Juan, el que reposó en el pecho del Señor”, referencia indudable al apóstol. Un segundo Juan en Éfeso resulta, por tanto, una conjetura desafortunada de Eusebio.

Un fragmento atribuido a Papías afirma que “Juan el teólogo y Santiago su hermano fueron liquidados por los Judíos”. No es posible que Papías dijera realmente esto, pues en tal caso Eusebio lo hubiera hecho notar e Ireneo no podría ignorarlo. Ciertamente hay algún error en la cita. O algo se ha omitido o bien el referido se trata de San Juan Bautista. Que San Juan sea mencionado dos veces en la lista de las autoridades de Papías se explicaría por la distinción entre los primeros dichos que los Presbíteros repetirían y los complementos de sus últimos años referidos por visitantes procedentes de Éfeso. El fragmento más importante de Papías es aquel en el cual ofrece un informe sobre San Marcos a partir de palabras del Presbítero (obviamente San Juan). Se trata de una defensa de San Marcos, atestiguando el cuidado con el cual plasmó por escrito las enseñanzas de San Pedro, pero admitiendo que no las colocó en orden correcto. Es de interés poner de manifiesto (como lo ha hecho el Dr. Abbott) que el cuarto evangelio inserta o refiere todos los acontecimientos relatados por Marcos que Lucas ha omitido. El prólogo de San Lucas se halla manifiestamente citado en el fragmento, por tanto Papías y el Presbítero conocían aquel evangelio, el cual presumiblemente era preferido al de Marcos en la iglesia paulina de Éfeso; de ahí, la necesidad de rehabilitación de Marcos por “el Presbítero”, quien habla con autoridad como uno de los que conoció los hechos y la vida de Cristo no menos que el mismísimo Pedro. La famosa afirmación de Papías de que San Mateo escribió sus logia (es decir, su obra canónica) en hebreo, y que cada uno las interpretó (tradujo) según su aptitud, parece implicar que cuando Papías escribía era ya común una traducción aceptada (nuestro actual San Mateo). Su conocimiento del evangelio de San Juan se prueba no solamente por su mención de aloes, sino también por una cita de Juan, 14,2, que se halla en la curiosa profecía de una vendimia milagrosa en el milenio que atribuye a Nuestro Señor (Ireneo, V, xxxvi). La referencia que hace en su prefacio a nuestro Señor como “la Verdad” implica también un conocimiento previo del cuarto evangelio. Citaba 1 Jn y 1 Pe según Eusebio, y se sirvió ampliamente del Apocalipsis, a partir del cual diseñó sus perspectivas quiliastas. En el pasado era común entre los críticos liberales suponer (no habiendo prueba alguna) que Papías ignoraba a San Pablo. Ahora se reconoce que un obispo que vivía a pocas millas de Colosas no puede ser sospechoso de oposición a San Pablo por el solo hecho de que las pocas líneas de sus escritos que han llegado a nosotros no contengan ninguna cita del Apóstol. Es bastante probable que Papías tuviese un Nuevo Testamento compuesto por los cuatro evangelios, los Hechos, las principales epístolas de San Pablo, el Apocalipsis, las cartas de San Juan y la primera de Pedro.

Eusebio dice que Papías frecuentemente citaba tradiciones de Juan y narraciones de Aristión. También había recibido información de las hijas de Felipe, una de las cuales fue sepultada como su padre en Hierápolis y aparentemente habría conocido a Papías. Relató la resurrección de la madre de Manaimo (probablemente no se trate de Manaén hermano de leche de Herodes); también el haber bebido Justo Barsabás veneno sin sufrir daño: podría haber relatado esto en referencia a Mc 16, 18, pues se trata del único de los milagros prometidos en aquel pasaje por el Señor que no se halla ejemplificado en el libro de los Hechos. Sería interesante si pudiésemos asegurar que Papías mencionaba esta última sección de Marcos a partir de un manuscrito armenio atribuido a Aristión. Eusebio dice que Papías “publicó la historia de una mujer acusada ante el Señor de muchos pecados, que está contenida en el Evangelio de los Hebreos”. Esto parece referirse a la perícopa de la adúltera (Jn 8).

La causa de la pérdida de esta preciosa obra de un Padre Apostólico fue la orientación quiliasta que mantuvo, como San Justino y San Ireneo. Defendió esta postura por “extrañas parábolas del Salvador y sus enseñanzas, y otras cosas legendarias”, afirma Eusebio. Podemos considerar entre ellas el relato del vino maravilloso antes mencionado. Su método exegético tal vez puede valorarse con cierto alcance por un quinto libro con el final original del comentario de Victorino sobre el Apocalipsis, tal como fue publicado por Haussleiter (Theologisches Litteraturblatt, 26 abril 1895); pues ambos pasajes están evidentemente basados en Papías, conteniendo las mismas referencias del Antiguo Testamento. Eusebio se opuso a las especulaciones quiliastas, y remarca: “Papías fue un hombre con reducida inteligencia, a juzgar por sus propias palabras”. Parecería que el fragmento de Victorino de Pettau “De fabrica mundi” está parcialmente basado en Papías. En él hallamos quizá las verdaderas palabras a las que Eusebio se refería: “Nunc igitur de inenarrabili gloria Dei in providentia videas memorari; tamen ut mens parva poterit, conabor ostendere”. Este pasaje probablemente conservó la substancia de lo que Papías dijo, según el testimonio de Anastasio del Monte Sinaí, respecto a la mística aplicación a Cristo y a la Iglesia de los siete días de la creación. Una brutal y extraordinaria leyenda sobre Judas Iscariote es atribuida a Papías por una catena. Es probable que siempre que San Ireneo hace referencia a “los Presbíteros” o “los Presbíteros que habían visto a Juan”, esté citando la obra de Papías. Allí atribuye a estos seguidores de Juan la aserción de que Nuestro Señor santificó todas las edades del hombre, que Papías había inferido que Nuestro Señor alcanzó los cincuenta años de edad, como Ireneo concluye, no necesitamos admitir como cierto que Papías citase explícitamente a los Presbíteros respecto a este pasaje. La afirmación verdadera se halla tal vez preservada en una frase de “De fabrica mundi” que implica sólo que Nuestro Señor alcanzó la edad perfecta (entre 30 y 40 años) a partir de la cual comienza la decadencia.

Nada se sabe de la vida de Papías. Si Policarpo nació en el año 69, su “camarada” habría nacido pocos años antes. El fragmento que sienta que aquellos que fueron devueltos a la vida por Cristo vivieron hasta la edad de Adriano no puede ser usado para determinar su fecha, pues es claramente falsificado a partir de la más creíble declaración de Quadratus (Eusebio, IV, 3) de que algunos de los curados por Nuestro Señor vivían en su propio tiempo (y el hecho de que Quadratus escribió bajo Adriano); el nombre de Papías fue sustituido por el del egregio compendiador. La obra de Papías fue escrita con toda evidencia en sus últimos años, es decir entre los años 115 y 140.

La literatura sobre Papías es muy cuantiosa. Toda introducción al Nuevo Testamento, todo libro sobre el Cuarto evangelio lo menciona. La mejor discusión en lengua inglesa es la obra de LIGHTFOOT Essays on Supernatural Religion, reimpresa de la Contemporary Review (Londres, 1889); sobre el prefacio, véase especialmente ZAHN, Forschungen VI, (1900); sobre los dos Juanes, DRUMMOND, EZRA ABBOT, CAMERLUNCH, y otros sobre el Evangelio de San Juan; para la postura de que el que estuvo en Éfeso fue sólo el presbítero y no el apóstol, HARNACK, Gesch. der altchr. Litt. II (1897), y (haciendo del presbítero el discípulo amado) DELFF, Gesch d. Rabbi Jesus (Leipzig, 1889); IDEM, Das vierte Evang. wienderhergestellt; IDEM, Neue Beitrage zur Kritik und Eklarung des vierten Ev. (ambos en Husum, 1890); SANDAY, The Criticism of the Fourth Gospel (Oxford, 1905); BOUSSET, Offenbarung d. Joh. (Leipzig, 1896); también ZAHN, loc. cit.; STANTON, The Gospels as Hist. Documents, I (1903); CHAPMAN, John the Presbyter (Oxford, 1911); sobre el supuesto martirio de San Juan, DE BOOR, Neue Fragmente des Papias in Texteu. Unters. V, II (1888); DELEF, loc. cit.; CHAPMAN, loc. cit.; SCHWARTZ, Ueber den Tod der Sohne Zebedaei (a favor del martirio, Berlín, 1904); en contra, ARMITAGE RONSON, The Historical Character of St. John’s Gospel (Londres, 1908); EDWIN ABBOT, Notes on New Testament Criticism (Londres, 1906); para un tratamiento general sobre Papías, véase BARDENHEWER RICHARDSON Synopsis (Buffalo, 1887). Sobre San Juan en Ireneo, CHAPMAN, Papias on the Age of our Lord in Journal of Theol. Studies, IX (Oct. 1907), 33; GUTJAHR, Die Glaubwurdigkeit des irenaischen Zeugnisses (Graz, 1904); LEWIS, The irenaeus testimony of the Fourth Gospel (Chicago, 1908); sobre la perspectiva quiliasta de Papías, ATZBERGER, Gesch. der christl. Eschatologie (Friburgo, 1896); GRY, Le millenarisme (París, 1904; Nueva York, 1899).


JOHN CHAPMAN Transcrito por Marcia L. Bellafiore Traducido por Josep M. Prunés, O.M.