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Martes, 24 de diciembre de 2024

Newman: Su influencia en el Papa Benedicto XVI

De Enciclopedia Católica

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El Papa Benedicto siempre ha tenido un gran interés en el Cardenal Newman. Fr. Roderick Strange, Rector del Colegio Beda, explica el porqué.

En 1990 hubo un simposio en Roma para conmemorar el centenario de la muerte de John Henry Newman. Al tercer día el cardenal Joseph Ratzinger, ahora, por supuesto, el Papa Benedicto XVI , pero entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigió la reunión. Comenzó hablando muy personalmente.

Explicó que, cuando él había comenzado a estudiar teología en enero de 1946, poco después de la Segunda Guerra Mundial, un estudiante mayor, Alfred Lapple, fue designado para desempeñarse como prefecto para aquellos que eran nuevos. Lapple ya había comenzado a estudiar seriamente a Newman, y él y Ratzinger se hicieron buenos amigos. El cardenal le dijo al Simposio, «Newman siempre estuvo presente para nosotros." Y pasó a declarar que lo que era importante para ellos era la enseñanza de Newman sobre la conciencia. Newman habla a menudo sobre la conciencia. Muchos eruditos han estudiado su enseñanza en detalle. Para nuestros propósitos, sin embargo, podemos regresar a 1816. Newman, quien tenía 15 años, se había enfermado y tuvo que permanecer en la escuela durante el verano. Durante ese tiempo tuvo una experiencia de conversión que le convenció de que, si fuese a dudar de todo lo demás, no podía dudar de dos realidades, su propia existencia y la existencia de su Creador.

Para entender a Newman es indispensable reconocer la importancia de esta conversión. Estaba, por decirlo así, abrumado por un sentido de la realidad como la unión de lo visible y lo invisible. Después de eso siempre fue uno de los que, según las palabras del Papa Pablo VI, vivía como si “pudiese ver lo invisible”.

Y esta experiencia de conversión temprana es importante aquí porque Newman entendía por conciencia el lugar donde lo visible y lo invisible se reúnen en las profundidades del ser de la persona. La conciencia es una voz autoritativa. Lo que dice puede no siempre ser claro, o parecer siempre consistente, y ciertamente no siempre es bienvenida, pero está ahí. No es algo que hacemos por nosotros mismos. "Es más que el propio yo del hombre”, señalaría Newman. Podemos silenciarla, desobedecerla, y negarnos a usarla, pero ella sigue siendo la misma. La conciencia es la voz de Dios dentro de nosotros, la que nos alerta sobre la presencia de Dios con nosotros. Y como tal, por supuesto, está en marcado contraste con la opinión popular corriente que invoca la conciencia para salvaguardar la subjetividad de un individuo. La atención a la conciencia, como Newman la entendía, nos ayuda a ser objetivos, nos ayuda a saber qué es verdadero.

En las circunstancias es fácil ver por qué esta enseñanza es tan importante para el Papa Benedicto XVI. En la homilía que predicó durante la Misa ante el cónclave que, de hecho, lo elegiría como Papa, pasó revista a la situación que enfrenta la Iglesia. Habló de la pequeña barca del pensamiento cristiano que estaba siendo zarandeada por las olas de las diversas corrientes ideológicas que se han conocido más recientemente, "del marxismo al liberalismo, incluso al libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo y así sucesivamente.” "Estamos construyendo una dictadura del relativismo", declaró, "que no reconoce nada como definitivo y cuyo objetivo final consiste únicamente en el propio ego y sus deseos."

En ese tiempo estaban los que pensaban que estas observaciones eran demasiado pesimistas, pero Ratzinger sabía de qué estaba hablando. En ese discurso al Simposio de Newman en 1990, habló sobre lo que los alemanes habían tenido que soportar bajo el régimen nazi. "Habíamos experimentado la demanda de un partido totalitario”, dijo, “que se veía a sí mismo como el cumplimiento de la historia y el cual negaba la conciencia del individuo." Uno de sus líderes [Hermann Goering] había dicho: “No tengo conciencia. Mi conciencia es Adolfo Hitler.” El relativismo y una conciencia subjetiva no traen la libertad; las preferencias privadas no pueden mantenerse firmes, sino que ponen a las personas a merced de quienes detentan el poder. Tenemos que ser capaces de apelar a la verdad objetiva. Para Newman, la conciencia nos guía a la verdad que nos hace libres.

Ciertamente las preocupaciones de Ratzinger parecen de cierto modo hacer eco de un sermón que Newman predicó en 1873. Lo llamó, “La infidelidad del futuro". "El cristianismo", dijo, "no ha tenido todavía la experiencia de un mundo simplemente irreligioso.” Previó un momento en que la fe de otras tradiciones cristianas se volverían más débiles y así la cultura general de la fe se vería socavada. Podía ver un futuro en que los católicos ya no eran una minoría insignificante, como lo eran entonces.

Observó que, según su influencia aumentaba, el prejuicio contra ellos se haría más evidente. Y luego se refirió al escándalo: "Ningún órgano de gran tamaño puede estar libre de escándalos por la conducta de sus miembros." Como los periódicos son ahora más accesibles, comentó, "estamos a merced de incluso un miembro indigno o falso hermano.” Anticipó un tiempo de "tinieblas de naturaleza diferente a cualquier otra que haya ocurrido antes que ella”, un momento en que la gente en general en Gran Bretaña ya no creerían. Podemos reconocer lo que previó. Anticipa el análisis del cardenal Ratzinger.

El antídoto de Newman para este futuro fue primero alentar a sus oyentes a cultivar su sentido de estar en la presencia de Dios. Citó el texto, "Tú, Dios, me ves”, que había utilizado años atrás como anglicano, cuando predicaba sobre la Providencia. Señala una vez más a esa unión de lo visible y lo invisible. Tenemos que vivir esa realidad. Y luego enfatizó la importancia de "un sonido, preciso, un conocimiento completo de la teología católica”, con el fin de responder con sabiduría a un mundo lleno de dudas e incertidumbre. Como siempre con Newman, existe ese vínculo entre la vida y la enseñanza, lo que somos y lo que decimos.

Y en 1990 el cardenal Ratzinger concluyó su discurso en el Simposio con la descripción de Newman como "uno de los grandes maestros de la Iglesia". ¿Por qué? “Porque al mismo tiempo toca nuestros corazones e ilumina nuestro pensamiento.”


Fuente: http://www.alivepublishing.co.uk/faith-today-articles/pope-benedict-and-newman-newmans-influence-on-pope-benedict.

Selección del enlace José Gálvez Krüger

Traducido del inglés por Luz María Hernández Medina.