Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Miércoles, 30 de octubre de 2024

Los Libros de Macabeos

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar

Título de cuatro libros de los que sólo el primero y el segundo son considerados canónicos por la Iglesia; el tercero y el cuarto son apócrifos, como consideran los protestantes a los cuatro. Los dos primeros han sido llamados así porque tratan de la historia de la rebelión de los Macabeos; el cuarto porque habla de los mártires Macabeos. El tercero, que no tiene relación alguna con el periodo Macabeo, sin duda debe su nombre al hecho de que, como los otros, trata de una persecución de los judíos. Para la canonicidad de I y II Mac., ver Canon del Antiguo Testamento.


EL PRIMER LIBRO DE LOS MACABEOS

(Makkabaion A; Liber Primus Machabeorum)

Contenido: El Primer Libro de los Macabeos es una historia de la lucha del pueblo judío por la libertad religiosa y política bajo la dirección de la familia Macabeo, con Judas Macabeo como figura central. Después de una breve introducción (1,3-9) explicando como los judíos pasaron de la dominación persa a la de los Seleúcidas, relata las causas de la sublevación dirigida por Matatías y los detalles de la revuelta hasta su muerte (1,10-2); las gloriosas hazañas y heroica muerte de Judas Macabeo (3-9,22); la historia del exitoso liderazgo de Jonatán (9,23-12), y de la sabia administración de Simón (13-16,17). Concluye (16,18-24) con una breve mención de las dificultades que acompañaron la accesión de Juan Hircano y con un corto resumen de su reinado (ver MACABEOS, LOS). El libro cubre así el periodo entre los años 175 y 135 antes de Cristo.

Carácter: La narración tanto en estilo como en forma está construida al modo de los primeros libros históricos del Antiguo Testamento. El estilo es habitualmente simple, aunque a veces se hace elocuente e incluso poético, como por ejemplo, en la lamentación de Matatías por los infortunios del pueblo y la profanación del Templo (2,7-13), o en el panegírico de Judas Macabeo (3,1-9), o incluso en la descripción de la paz y prosperidad del pueblo tras los largos años de guerra y sufrimiento (14,4-15). El tono es tranquilo y objetivo, absteniéndose el autor, por lo general, de cualquier comentario directo sobre los hechos que está narrando. Los acontecimientos más importantes son fechados cuidadosamente según la era seleúcida, que comienza en el otoño del 312 a. C. Debe señalarse, sin embargo, que el autor comienza el año en primavera (el mes de Nisán), mientras que el autor de II Mac. lo comienza en otoño (el mes de Tishri). Por esta diferencia algunos de los acontecimientos son fechados en el segundo libro un año después que en el primero. (Cf. Patrizzi, “De Consensu Utriusque Libri Mach.”, 27 y s.; Schürer, “Hist. of the Jewish People”, I, I, 36 y s.)

Idioma original: El texto del que proceden todas las traducciones es el griego de los Setenta. Pero hay pocas dudas de que la versión de los Setenta es a su vez una traducción de un original hebreo o arameo, con probabilidades a favor del hebreo. No sólo es decididamente hebrea (o aramea) la estructura de las frases; sino que muchas palabras y expresiones son traducciones literales del idioma hebreo (vg.: 1, 4,15,16,44; 2, 19,42,48; 5, 37,40; etc.). Esas peculiaridades apenas pueden explicarse suponiendo que el autor era poco versado en griego, pues diversos ejemplos muestran que estaba familiarizado con los detalles del idioma. Por otro lado, hay expresiones inexactas y oscuridades que pueden explicarse sólo por la suposición de una traducción imperfecta o una mala interpretación de un original hebreo (vg. 1, 16,28; 4, 19,24; 11, 28; 14, 5 ). La evidencia interna está confirmada por el testimonio de San Jerónimo y Orígenes. El primero escribe que vio el libro en hebreo: “Macchabeorum primum librum Hebraicum reperi” (Prol. Galeat.). Como no hay base para suponer que se refiera a una traducción, y como no es probable que haya aplicado el término hebreo a un texto arameo, su testimonio habla fuertemente a favor de un original hebreo y en contra del arameo. Orígenes afirma (Eusebio, “Hist. Eccl.”, 6,25) que el título del libro era Sarbeth Sarbane el, o más correctamente, Sarbeth Sarbanaiel . Aunque el significado de este título es incierto (se han propuesto diversas explicaciones, especialmente de la primera versión), es claramente hebreo o arameo. El fragmento de un texto hebreo publicado por Chwolson en 1896, y más tarde de nuevo por Schweitzer, tiene poco derecho a ser considerado parte del original.

Autor y fecha de composición:No se han podido encontrar datos ni en el propio libro ni en escritores posteriores que nos proporcionen una pista sobre la persona del autor. En realidad se han mencionado nombres, pero en conjeturas sin fundamento. Que era nativo de Palestina es evidente por el idioma en que escribe y por el perfecto conocimiento que tenía de la geografía de Palestina. Aunque raramente expresa sus propios sentimientos, el espíritu que impregna su obra prueba que era profundamente religioso, celoso de la Ley, y totalmente en sintonía con el movimiento macabeo y sus dirigentes. Sin embargo, por extraño que parezca, evita estudiadamente el uso de las palabras “Dios” y “Señor” (esto en el mejor texto griego, en el texto ordinario”Dios” se encuentra una vez, y “Señor” tres veces; en la Vulgata ambas aparecen repetidamente). Pero esto se debe probablemente a reverencia para con el Dios de Jacob, Yahweh y Adonai, puesto que a menudo utiliza los equivalentes “cielo”, “Tú”o “Él”. No hay absolutamente ninguna base para la opinión, mantenida por algunos estudiosos modernos, de que fuera un saduceo. No hace, es verdad, mención de los indignos sumos sacerdotes, Jasón y Menelao; pero como menciona al no menos indigno Alcimo, y eso en los términos más severos, no se puede decir que desee excusar a la clase sacerdotal.Los últimos versículos muestran que el libro no puede haber sido escrito hasta un tiempo después del comienzo del reinado de Juan Hircano (135-105 a.C.), pues mencionan su accesión al trono y algunos de los actos de su administración. Se admite generalmente que la última fecha posible debe ser anterior al 63 a.C., año de la ocupación de Jerusalén por Pompeyo, pero hay alguna discrepancia al establecer la fecha aproximadamente exacta. Si se puede fechar tan pronto como el reinado de Hircano depende del significado del versículo final, “Estos [los Hechos de Hircano] están escritos en los Anales de su pontificado, desde el momento (xx xx, “ex quo”) en que fue hecho sumo sacerdote después de su padre”. Muchos lo entienden como que indica que Hircano estaba vivo entonces, y ésta parece ser la interpretación más natural. Otros, sin embargo, lo toman como queriendo decir que Hircano ya estaba muerto. En este último supuesto, la composición de la obra debe haber seguido muy de cerca la muerte de este gobernante. Pues no sólo el vívido carácter de la narración sugiere un corto periodo tras los acontecimientos, sino que la ausencia de incluso la más ligera alusión a los acontecimientos posteriores a la muerte de Hircano y, en particular, a la conducta de sus dos sucesores que suscitaron el odio popular contra los Macabeos, hace improbable una fecha muy posterior. La fecha estaría, por tanto, en cualquier caso, dentro de los últimos años del Siglo II a. C.

Historicidad: En el Siglo XVIII los dos hermanos E.F. y G. Wernsdorf intentaron desacreditar I Mac., pero con poco éxito. Los estudiosos modernos de todas las escuelas, incluso las más extremas, admiten que el libro es un documento histórico del más alto valor. “Con respecto al valor histórico de I Mac.” dice Cornill (Einl.,3ª ed.,265) “no hay sino una voz; en él poseemos una fuente de muy primer orden, un relato absolutamente de confianza de una de las épocas más importantes en la historia del pueblo judío.” La exactitud de algunos detalles menores relativos a las naciones extranjeras ha sido, sin embargo, negada. El autor se equivoca, se dice, cuando afirma que Alejandro Magno dividió su imperio entre sus generales (1,7), o cuando habla de los espartanos como parientes de los judíos (12, 6,7,21); es inexacto en varios pormenores respecto a los romanos (8,1s. ); exagera el número de elefantes en la batalla de Magnesia (8,6) y algunas otras cifras (vg.:5,34; 6, 30,37; 11, 45,48). Pero el autor no puede ser acusado de todas las inexactitudes y exageraciones que puedan contenerse en 8,1-16. Aquí meramente consigna los informes, inexactos y exagerados, sin duda, en algunos aspectos, que habían llegado a Judas Macabeo. Lo mismo es verdad respecto de la afirmación referente al parentesco de los espartanos con los judíos. El autor meramente reproduce la carta de Jonatán a los espartanos, y la escrita al sumo sacerdote Onías I por Ario.Cuando un escritor simplemente informa de las palabras de otros, sólo se le puede achacar un error cuando reproduce inexactamente sus afirmaciones. El aserto de que Alejandro dividió su imperio entre sus generales (ha de entenderse a la luz de los vv. 9 y 10, donde se dice que ellos “se hicieron a sí mismos reyes... y se coronaron a sí mismos después de su muerte”) no puede mostrarse como erróneo. Quinto Curcio, que es la autoridad para la opinión contraria, reconoce que hubo escritores que creían que Alejandro hizo una división de las provincias en su testamento. Como el autor de I Mac. es un historiador cuidadoso y escribió aproximadamente un siglo y medio antes que Quinto Curcio, merece más crédito que éste, incluso si no es apoyado por otros autores. Respecto a las exageraciones de cifras en algunos casos, en lo que no sea error de copistas, debe recordarse que los autores antiguos, tanto sagrados como profanos, frecuentemente no dan cifras absolutas, sino estimadas o números popularmente aceptados. No se puede esperar razonablemente que haya cifras exactas en un relato de una insurrección popular, como la de Antioco (11, 45,48) porque no pueden determinarse. Lo mismo era a menudo el caso con respecto a la potencia de las fuerzas enemigas y al número de enemigos muertos en la batalla. Un cláusula subordinada, tal como “se informó”, debería añadirse en estos casos.

Fuentes: Que el autor utilizó fuentes escritas hasta cierto punto se atestigua por los documentos que cita (8, 23-32; 10, 3-6, 18-20, 25-45; 11, 30-37; 12, 6-23; etc.) Pero hay pocas dudas de que también obtuvo la mayor parte de otros asuntos de registros escritos de los acontecimientos, siendo la tradición oral insuficiente para justificar los muchos y minuciosos detalles; hay todas las razones para pensar que tales registros existían para los hechos de Jonatán y Simón tanto como para los de Judas (9,22) y de Juan Hircano (16,23-24). Para la última parte puede haber contado con los recuerdos de contemporáneos más viejos, o incluso basarse en los suyos propios.

Texto griego y versiones antiguas: La traducción griega fue probablemente hecha poco después de que se escribiera el libro. El texto se encuentra en tres códices de escritura uncial, a saber el Sinaítico, el Alejandrino y el Véneto, y en 16 manuscritos de escritura cursiva. El textus receptus es el de la edición sixtina, obtenido del Códice Véneto y de algunos cursivos. Las mejores ediciones son las de Fritzsche (“Libri Apocryphi V.T:”, Leipzig, 1871, 203 y ss.) y de Swete (O.T. in Greek”, Cambridge, 1905, III, 594 y ss.), ambas basadas en el Códice Alejandrino. La antigua versión latina de la Vulgata es la de Itala, probablemente no retocada por San Jerónimo. Parte de una versión aún más antigua, o más bien una recensión (caps. 1-12), fue editada por Sabatier (Biblior. Sacror. Latinae Versiones Antiquae, II,1017 y ss.), el texto completo de la cual fue descubierto recientemente en un manuscrito en Madrid. Existen dos versiones siríacas: la de Peshitto, que sigue el texto griego de la recensión de Luciano, y otra publicada por Ceriani (Translatio Syra photolithographice edita”, Milán, 1876,592-615) que reproduce el texto griego ordinario.


EL SEGUNDO LIBRO DE LOS MACABEOS

(Makkabaion B, Liber Secundus Machabaeorum )

Contenido: El Segundo Libro de los Macabeos no es, como su nombre puede sugerir, una continuación del Primero, sino que cubre parte del mismo campo. El libro propiamente dicho (2, 20-15, 40) está precedido por dos cartas de los judíos de Jerusalén a sus correligionarios egipcios (1, 1-2, 19). La primera (1,1-10a) fechada en el año 188 de la era seleúcida (esto es, 124 a. C.) más allá de expresiones de buena voluntad y una alusión a una carta anterior, no contiene más que una invitación a los judíos de Egipto a celebrar la Fiesta de la Dedicación del Templo (instituida para conmemorar su nueva dedicación, I Mac.4,59; II Mac.10,8). La segunda (1,10b-2,19) que no lleva fecha, es del “senado” (gerousia) y Judas (Macabeo) a Aristóbulo, el preceptor o consejero de Ptolomeo (D.V. Ptolomeo) (Filométor), y a los judíos de Egipto. Informa a los judíos egipcios de la muerte de Antioco (Epifanes) cuando intentaba robar el templo de Nanea, y les invita a unirse a sus hermanos palestinos en la celebración de las fiestas de la Dedicación y de la Recuperación del Fuego Sagrado. Se cuenta entonces la historia de la recuperación del fuego sagrado, y en relación con ella la historia de la ocultación por el profeta Jeremías del tabernáculo, el arca y el altar de incienso. Después de una oferta de enviar copias de los libros que Judas había recogido a ejemplo de Nehemías, repite la invitación a celebrar las dos fiestas, y concluye con la esperanza de que los dispersos de Israel puedan pronto reunirse juntos en la Tierra Santa.

El libro propiamente dicho comienza con un elaborado prefacio (2,20-33) en el que el autor después de mencionar que su obra es un compendio de la más amplia historia en cinco libros de Jasón de Cirene declara su motivación al escribir el libro, y comenta las respectivas tareas del historiador y el compendiador. La primera parte del libro (3-4,6) relata el intento de Heliodoro, primer ministro de Seleuco IV (187-175 a.C.) de robar los tesoros del Templo a instigación de un cierto Simón, y los problemas causados por este individuo a Onías III. El resto del libro es la historia de la rebelión de los Macabeos hasta la muerte de Nicanor (161 a.C.) y por tanto se corresponde con I Mac. 1,11-7,50. La sección 4,7-10,9 trata del reinado de Antioco Epifanes (I Mac. 1,11-6,16) mientras que la sección 10,10-15,37 registra los acontecimientos de los reinados de Antioco Eupator y Demetrio I (I Mac.6,17-7,50) II Mac. cubre así un periodo de sólo quince años, del 176 al 161 a. C. Pero mientras que su campo es más estrecho, la narración es más abundante en detalles que I Mac., y suministra muchos pormenores, por ejemplo, nombres de personas que no se encuentran en el Primer Libro.

Propósito y carácter: Al comparar los dos libros de los Macabeos se ve claramente que el autor del Segundo no escribe, como el autor del Primero, meramente historia para informar a sus lectores de los agitados acontecimientos del periodo que está tratando. Escribe historia con vistas a la instrucción y edificación. Su primer propósito es exaltar el Templo de Jerusalén como centro del culto judío. Esto se hace patente en los esfuerzos que hace para ensalzar en toda ocasión su dignidad y santidad. Es “el gran templo” (2,20), “el más renombrado” y “el más santo de todo el mundo” (2,23; 5,15), “el magno y santo templo” (14,31); incluso los príncipes gentiles lo estimaban digno de honor y le glorificaban con grandes dones (3,2-3; 5,16; 13,23); la preocupación de los judíos en época de peligro era más por la santidad del Templo que por sus mujeres e hijos (15,18), Dios lo protege mediante milagrosas intervenciones (3; 14,31 y ss.) y castiga a los culpables de sacrilegio contra él. (3,24 y ss.; 9,16; 13,6-8; 14,31 y ss.; 15,32); si Él ha permitido que sea profanado, fue por los pecados de los judíos (5,17-20). Es con este designio, sin duda, que las dos cartas, que de otro modo no tienen relación con el libro, fueron antepuestas a él. El autor aparentemente destinó su obra especialmente a los judíos de la Diáspora, y más particularmente a los de Egipto, donde un templo cismático había sido erigido en Leontópolis hacia 160 a.C. El segundo propósito del autor es exhortar a los judíos a la fidelidad a la Ley, inculcándoles que Dios aún tiene presente Su alianza, y que no les abandona salvo que primero ellos lo abandonen a Él; las tribulaciones que soportan son un castigo por su infidelidad y cesarán cuando se arrepientan (4,17; 5,17,19; 6,13,15,16; 7,32,33,37,38; 8,5,36; 14,15; 15,23,24). A la diferencia de propósito corresponde una diferencia de tono y método. El autor no está satisfecho con relatar meramente hechos, sino que comenta libremente sobre personas y acciones, distribuyendo los elogios o condenas que puedan merecer cuando se les juzga desde el punto de vista de un verdadero israelita. La intervención sobrenatural a favor de los judíos es subrayada. El estilo es retórico, los datos son comparativamente escasos. Como se ha señalado, la cronología de II Mac. difiere ligeramente de la de I Mac.

Autor y fecha: II Mac. es, como se ha dicho, un compendio de una obra más extensa de un tal Jasón de Cirene. Nada más se sabe de este Jasón excepto que, juzgando por su exacto conocimiento geográfico, debe haber vivido algún tiempo en Palestina. El autor del compendio es desconocido. De la prominencia que da a la doctrina de la resurrección de los muertos, se ha inferido que era un fariseo. Algunos incluso han mantenido que su libro era un escrito del partido fariseo. Esto último es, como mínimo, una afirmación sin base. II Mac. no habla más severamente de Alcimo que I Mac., y el hecho de que mencione a los sumos sacerdotes, Jasón y Menelao, por sus nombres no prueba que sea un escrito del partido fariseo más que la omisión de los mismos en I Mac. prueba que sea un producto saduceo. Jasón debe haber acabado su obra poco después de la muerte de Nicanor, y antes del desastre sobrevenido a Judas Macabeo, cuando no sólo omite aludir a la muerte de este héroe, sino que hace la afirmación, que sería palpablemente falsa si se hubiera escrito más tarde, que después de la muerte de Nicanor Jerusalén permaneció siempre en poder de los judíos (15,38). El compendio no puede haber sido escrito antes de la fecha de la primera carta, que es 124 a.C.Respecto a la fecha exacta hay gran divergencia. No puede en cualquier caso ser muy posterior, ya que la demanda de una forma abreviada de la historia de Jasón, a la que el autor alude en el prefacio (2,25-26), debe haberse suscitado en un periodo razonablemente corto tras la publicación de esa obra. La segunda carta debe haber sido escrita poco después de la muerte de Antioco, antes de que las circunstancias exactas relativas a la misma hayan sido conocidas en Jerusalén, por tanto hacia el 163 a.C. Que el Antioco allí mencionado es Antioco IV y no Antioco III, como muchos comentaristas católicos sostienen, está claro por el hecho de que su muerte se pone en relación con la celebración de la Fiesta de la Dedicación, y que se le presenta como enemigo de los judíos, lo que no es verdad en el caso de Antioco III.

Idioma original: Las dos cartas que fueron dirigidas a los judíos de Egipto, que sabían poco o nada de hebreo o arameo, fueron con toda probabilidad escritas en griego. Que el libro propiamente dicho fue compuesto en el mismo idioma, es evidente por su estilo, como ya San Jerónimo señaló (Prol. Gal.) Los hebraísmos son menos de los que podría esperarse teniendo en cuenta el asunto, mientras que los modismos y las construcciones griegas son muy numerosos. El origen helenístico de Jasón, y la ausencia en el compendio de signos que indiquen que es una traducción, son suficientes para probar que también se escribió en griego.

Historicidad: El Segundo Libro de los Macabeos está considerado como un documento mucho menos histórico que el Primero por los estudiosos no católicos, aunque Niese ha salido recientemente en su defensa con firmeza. Las objeciones aducidas contra las dos cartas no tienen por qué preocuparnos, sin embargo, excepto en lo que afecta a su autenticidad, de la que se habla más adelante. Estas cartas están en la misma posición que los otros documentos citados en I y II Mac.; el autor no es por tanto responsable de la veracidad de su contenido. Podemos, entonces, admitir que la historia del fuego sagrado, tanto como la de la ocultación del tabernáculo, etc., es pura leyenda, y que el relato de la muerte de Antioco dado en la segunda carta es históricamente falso; el crédito del autor como historiador no se reduce por ello en lo más mínimo. Algunos estudiosos católicos recientes han pensado que se pueden admitir también errores en el libro propiamente dicho sin arrojar ningún descrédito contra el compendiador, puesto que este último rehúsa asumir la responsabilidad de la exacta veracidad de todo su contenido. Pero aunque esta opinión puede encontrar algún apoyo en la Vulgata (2,29), difícilmente se puede apoyar en el texto griego. Por otro lado, no hay necesidad de recurrir a una teoría que, mientras absuelve al autor de error formal, admitiría inexactitudes reales en el libro, y disminuiría así su valor histórico. Las dificultades alegadas contra él no son tantas como para desafiar una explicación satisfactoria. Algunas se basan en una falsa interpretación del texto, como cuando, por ejemplo, se le atribuye la afirmación de que Demetrio desembarcó en Siria con una poderosa hueste y una flota (14,1), y se le opone así a I Mac., 7,1, donde se dice que desembarcó con unos pocos hombres. Otros se deben a impresiones subjetivas, como cuando se ponen en duda las apariciones sobrenaturales. La exageración de las cantidades ha sido tratada en ralación con I Mac.

Las siguientes son las principales objeciones con algún fundamento real: (1) La campaña de Lisias, que I Mac., 4, 26-34, sitúa en el último año de Antioco Epifanes, se traslada en II Mac., 11, al reinado de Antioco Eupator; (2) Las expediciones judías contra las tribus vecinas y las expediciones a Galilea y Galaad, descritas en I Mac.,5, como llevadas a cabo en una rápida sucesión tras la nueva dedicación del templo, se separan en II Mac., y se sitúan en escenarios históricos diferentes (8,30; 10,15-38; 12, 10-45); (3) El relato ofrecido en II Mac., 9, difiere del de I Mac.,6, respecto a la muerte de Antioco Epifanes, de quien se declara falsamente que había escrito una carta a los judíos; (4) La descripción de los martirios en 6,18-7, está muy exagerada, y es improbable que Antioco estuviera presente en ellosA estas objeciones se puede responder brevemente: (1) La campaña de la que se habla en II Mac., 11, no es la misma que la relatada en I Mac., 4; (2) Los acontecimientos mencionados en 8,30 y 10,15 y ss. no son los narrados en I Mac.,5. Antes de que se pueda decir de la expedición a Galaad (12,10 y ss.) que está fuera de su escenario histórico apropiado, debería probarse que I Mac. sigue invariablemente un orden cronológico, y que los acontecimientos agrupados en el cap.5 tuvieron lugar en rápida sucesión; (3) Los dos relatos de la muerte de Antioco Epifanes difieren, es verdad, pero encajan muy bien entre sí. Considerando el carácter de Antioco y la condición en la que estaba en ese momento, no es en absoluto improbable que escribiera una carta a los judíos; (4) No hay razón para dudar de que, a despecho de la forma retórica, el relato de los martirios sea sustancialmente correcto. Como el lugar donde ocurrieron es desconocido, es difícil ver sobre qué base se niega la presencia de Antioco. Debe señalarse, además, que el libro revela un preciso conocimiento en multitud de pequeños detalles, y que es a menudo confirmado por Josefo, que no lo conocía. Incluso sus detractores admiten que la primera parte es del mayor valor, y que en todo lo que se relaciona con Siria su conocimiento es amplio y minucioso. De ahí que no sea probable su culpabilidad en los grandes errores que se le imputan.

Autenticidad de las dos cartas: Aunque estas cartas tienen una clara intención en el propósito del libro, se las ha declarado palpables falsificaciones. Nada, sin embargo, justifica tal opinión. La evidente contradicción en la primera carta, que representa el clímax de aflicción como experimentado bajo Demetrio II, no tiene lugar. La carta no compara los sufrimientos (padecidos) bajo Demetrio con los del pasado, sino que habla del periodo de aflicción en su conjunto, incluyendo la época de Demetrio. La leyenda del fuego sagrado, etc., no prueba nada contra el carácter genuino de la segunda carta, salvo que se demuestre que tal leyenda no existía en esa época. El falso relato de la muerte de Antioco Epifanes es más bien una prueba a favor de la autenticidad de la carta. Tal relato sería bastante natural si la carta fue escrita poco después de que las primeras noticias, exageradas y distorsionadas como a menudo lo son las primeras noticias, hubieran llegado a Jerusalén. Sólo queda el así llamado disparate de atribuir la construcción del Templo a Nehemías. La extrema improbabilidad de tan gran disparate por parte de un judío ilustrado (el supuesto falsificador) debería haber hecho vacilar a los críticos. Nehemías dio los últimos retoques al Templo (II Esdr.,2,8; Josefo, “Antiq” XI, v,6) lo que justifica el uso de oikodomesas. El Códice 125 (Mosquensis) reza oikonomesas “ el que ha ordenado el servicio del templo y altar”; esto eliminaría toda dificultad (cf.II Esdr.10,32 y ss.; 13 y ss.)

Texto griego y versiones: El texto griego se encuentra habitualmente en el mismo manuscrito que I Mac.; falta, sin embargo, en el Códice Sinaítico. La versión latina en la Vulgata es la de Itala. Una versión más antigua fue publicada por Peyron y de nuevo por Ceriani a partir del Códice Ambrosiano. Un tercer texto latino se encuentra en el manuscrito de Madrid que contiene una antigua versión de I Mac. La versión siríaca es a menudo una paráfrasis más que una traducción.


EL TERCER Y CUARTO LIBRO DE LOS MACABEOS

III Mac. es la historia de la persecución de los judíos en Egipto bajo Ptolomeo IV Filopator (222-205 a. C.) y por tanto no tiene derecho a su título. Aunque la obra contiene mucho que es histórico, el relato es una ficción. IV Mac. es un tratado filosófico judeo-estoico sobre la supremacía de la razón piadosa, esto es, de los principios religiosos, sobre las pasiones. El martirio de Eleazar y de los siete hermanos (II Mac., 6,18-7) se presenta como una ilustración de la tesis del autor. Ni un libro ni otro tienen pretensiones de canonicidad, aunque el primero durante un tiempo recibió consideración favorable en algunas iglesias.

GIGOT, Spec. Introd., I (Nueva York, 1901), 365 ss.; CORNELY, Introd., II (París, 1897), I, 440 ss.; KNABENBAUER, Comm. in Lib. Mach. (París, 1907); PATRIZZI, De Consensu Utriusq. Lib. Mach. (Roma, 1856); FRÖLICH, De Fontibus Historiae Syriae in Lib. Mach. (Viena, 1746); KHELL, Auctoritas Utriusq. Lib. Mach. (Viena, 1749); HERKENNE, Die Briefe zu Beginn des Zweiten Makkabäerbuches (Friburgo, 1904); GILLET, Les Machabées (París, 1880); BEURLIER in Vig. Dict. de la Bible, IV, 488 ss.; LESÊTRE, Introd., II (París, 1890); VIGOUROUX, Man. Bibl., II (París, 1899), 217 ss.; IDEM, La Bible et la Critique Ration., 5ª ed., IV, 638 ss.; SCHÜRER, Hist. of the Jewish People (Nueva York, 1891), II, iii, 6 ss.; 211 ss.; 244 ss.; FAIRWEATHER en HASTINGS, Dict. of the Bible, III, 187 ss.; NIESE, Kritik der beiden Makkabäerbücher (Berlín, 1900); GRIMM, Kurzgefasstes Exeg. Handbuch zu den Apokryphen, Fasc. 3 and 4 (Leipzig, 1853, 1857); KEIL, Comm. über die Bücher der Makkabäer (Leipzig, 1875); KAUTZSCH (AND KAMPHAUSEN), Die Apokryphen und Pseudepigraphen des A. T. (Tübingen, 1900). F. BECHTEL Transcrito por Robert H. Sarkissian Traducido por Francisco Vázquez