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Sábado, 21 de diciembre de 2024

La verdad sobre Jesús de Nazareth: Libro Primero, Capítulo V

De Enciclopedia Católica

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El testimonio de los evangelistas.

La autenticidad de los evangelistas

Abordamos aquí el asunto de su valor histórico de los evangelios, que depende primero de su autenticidad. Se dice que una obra es auténtica si ha sido escrita por el autor cuto nombre lleva o que se le atribuye. Nuestros evangelios son atribuidos a Apóstoles y a discípulos de Apóstoles y llevan respectivamente los nombres de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan . Vamos a mostrar que la atribución es exacta y que el nombre es ciertamente el del autor.

Sumario

Artículo I: Los Evangelios fueron escritos por Apóstoles o discípulos de los Apóstoles.

Primera prueba: la afirmación de los Padres y de la liturgia

Segunda prueba: los textos mismos.

Artículo II: Cada uno de los cuatro evangelios fue escrito por el autor cuyo nombre lleva:

  • Primera prueba: La tradición.
  • Segunda prueba: Los textos mismos.


Artículo I

Los Evangelios, obras de los Apostóles y de los compañeros de los apóstoles

I. Primera prueba:

Las afirmaciones de los Padres y el uso litúrgico desde el fin del primer siglo:

1. Nuestros evangelios son citados o mencionados por los Padres en sus escritos, como en texto sagrados, venerables entre todos porque son la obra de los Apóstoles; como lo fueron en las iglesias en el curso de las ceremonias litúrgicas.

2. Este testimonio no puede ser falseado, por

A. Ella es garantía por el valor de los testigos, que son Santos y Mártires, y además discípulos muy severos, atentísimos a rechazar los escritos falsamente atribuidos a los Apóstoles, como los evangelios apócrifos.

B. Ella es garantía por la coincidencia unánime de los testigos, en las numerosas Iglesias de Asia, de Europa y de África, todas unidas por comunicaciones frecuentes e íntimas, todas premunidas fuertemente contra lo que viene de los apóstoles por comunicaciones frecuentes e intímas, todas fuertemente contra lo que no viene de los Apóstoles y de la tradición apostólica.

C. Esta garantizada por los herejes mismos, que no niegan nunca el origen apostólico de los evangelios, que lo aceptan, por contrario, como un principio incontestable y como la base de sus discusiones.

D. Ella está garantizada, finalmente por el pagano Celso, que pretende confundir a los cristianos empleando los mismos evangelios, documentos irrecusables para ellos, dice, ya que son la obra de los Apóstoles de Jesús.

II. Segunda prueba. Los textos mismos


1. La lengua revela autores judíos: el léxico, la gramática y el estilo, son claramente, son claramente semíticos bajo la forma griega, y esto aun en numerosas páginas de San Lucas.

2. El contenido revela palestinos de la primera generación cristiana:

A. Porque conocen el país en lo menores detalles y hablan con una exactitud verificada cada día por los descubrimientos.

B. Vivieron en edad viril en Palestina antes de la ruina de Jerusalén, porque describen con una precisión destacable y minuciosísima, de una manera del todo natural y por anotaciones hechas de paso, lo que supone un conocimiento personal y familiar, - una sociedad destruida por la catástrofe del año 70, y extremadamente compleja en su organización, y no se equivocan nunca en sus alusiones y extraordinariamente compleja en su organización, y no se equivocan nunca en sus alusiones a las referencias delicadas de las autoridades judías y romanas, - a los diferentes partidos de la nación, fariseos, saduceos, herodianos – a las diversas monedas en circulación, las que llevan la efigie del César, las que sirven para pagar el impuesto del Templo etc… Solamente los testigos oculares podían escribir y describir con tanta nitidez, exactitud y facilidad.

Artículo II

Cada evangelio es la obra del autor cuyo nombre lleva

Sección I

El primer Evangelio es ciertamente de San Mateo

I. Está probado por el testimonio de la tradición

La más antigua y más venerable tradición, sin ser contradicha por voz alguna, afirma que este evangelio es la obra 1) de un judío, el publicano Levi, convertido en el Apóstol San Mateo, 2)de un judío que escribe en Palestina para los Judíos conversos, con el fin de mostrarles que Jesús es el Mesías prometido por Dios y anunciado por los profetas, que escribe en una época del todo primitiva.

II. esta prueba está confirmada por el contenido del libro:

El libro, en efecto concordando con el testimonio de la tradición revela:

1) Un autor judíos, que tiene la costumbre de leer la Biblia en hebreo, porque la cita a partir del texto hebreo y no a partir de traducciones griegas:

2) Que escribe en palestina para los judíos porque a) A diferencia de san Marcos, San Lucas y San Juan, cita las palabras hebreas sin traducirlas. b) Emplea expresiones del todo judías. c) Da indicaciones geográficas inteligibles sólo para judíos. e) Insiste sobre las relaciones de la religión nueva con la antigua religión judía, sobre la realización de la sprofecías judías, sobre el mal que los Fariseos hacen a los Judíos, sobre la necesidad, para los Judíos, de abandonar a esos guía ciegos que les impiden seguir a Jesús prometido a los Judíos como el Mesías esperado; ingresar al pueblo nuevo, en adelante el único pueblo de Dios, legítimo heredero de Israel, verdadero Reino de los cielos bajo el nombre de la Iglesia.

3) Que escribe en una época del todo primitiva: cuado se le lee, el lector se siente transportado mucho más que cuando lee los otros, al año en que la Iglesia nació en su cuna de Jerusalén, todavía en el idioma de la ley antigua que pronto habría de desplazar.

Sección II

El segundo evangelio es ciertamente el de Marcos

I. Está probado por el testimonio de la tradición:

La más antigua y la más venerable tradición afirma, sin ninguna oposición, que fue escrito en griego, en Roma, por Juan Marcos, Judío, discípulo de San Pedro y a pedido de los Cristianos de Roma que deseaban conservar la predicación del Príncipe de los Apóstoles.

II Esta prueba está confirmada por el contenido del libro

1. El autor es con certeza un judío: el pensamiento y los elementos del estilo son arameos bajo la forma griega.

2. El autor escribe para los cristianos de Roma: hay, en efecto, muchas más expresiones y giros latinos que en los otros; supone que los lectores están más al corriente de la moneda latina que de la griega, y al contario de los ignorantes de las costumbres judías y palestinas; dice que el Cireneo era padre de dos romano Rufus y Alejandro, detalle sin interés fuera de Roma.

3. El autor es un discípulo de San Pedro que escribe el evangelio de San Pedro. A) Sigue el orden de los discursos de San Pedro, tal como los conocemos por los “Hechos”, y, al igual que ellos, calla sobre la vida oculta de Jesús, mientras que ni San Mateo, ni San Lucas, ni San Pablo no omiten la Santa Infancia. b) No esboza con claridad, entre los doce, sino la figura de San Pedro. c) Aunque nos muestre a San pedro en su rol de primero, nos los exhibe con todas las debilidades y defectos que el Príncipe de los Apóstoles gustaba recordar, para glorificar a su Maestro por el más humilde amor: en los pasajes que le son exclusivamente propios, sobre san Pedro, no dice nada que lo engrandezca, en tanto que los relatos relativos a San Lucas o a san Mateo siempre nos muestra algo que los realza.D) El espíritu de san Pedro, y su temperamento, su calidad de testigo presente en todas las escenas se ponen de manifiesto en los cuadros minuciosos en los que el segundo evangelista pinta con tanta naturalidad y vivacidad las actitudes, los gestos, las miradas y los movimientos. E) El retrato de jesús, tan vivo en san Marcos a pesar de que no pudo contemplar a placer a su modelo, es justo lo que se podía esperar del discípulo que, desde el día de su vocación había detenido tan atentamente, tan constantemente y tan afectuosamente los oyos sobre su Maestro.

4. Finalmente, y la mención valdrá también para san Lucas, si san Marcos no había sido el autor del segundo evangelio. Nadie habría tenido idea de poner en la obra el nombre de un personaje tan oscuro, que incluso no es nombrado en los cuatro evangelios

Sección III

El tercer evangelio es ciertamente de san Lucas

I. Está probado por el testimonio de la tradición.

La más antigua y venerable tradición afirma que es la obra de un compañero de san Pablo, llamado Lucas, que escribía parara paganos convertidos, autor cultivado, de lengua griega, originario de Antioquía, y médico para más señas.

II. Esta prueba está confirmada por el contenido del libro que nos revela, en efecto:

1. Un compañero de san Pablo: Se descubre en numeroso pasajes de las Epístolas y del tercer evangelio, una información común, particularmente sobre la infancia de Jesús, la Cena, aparición de Jesús resucitado a san Pedro; este último hecho sólo es mencionado por san Lucas y san Pablo. Dicho de otra manera, el vocabulario y la gramática bastaría para demostrar que el autor vivió por mucho tiempo con el Apóstol de los gentiles: hay 175 palabras, y mucha construcciones que se encuentran en san Pablo, y sólo en él, entre todos los escritores del nuevo testamento. Finalmente, el libro de los “Hechos” nos suministra un nuevo argumento: “Los Hechos de los Apóstoles” son ciertamente de san Lucas: los dos libros comienzan por un prólogo de semejante factura, se asemejan como los tomos de una misma obra, el segundo es continuación del primero; tienen una semejanza notable por sus ideas, las fuentes literarias, la sintaxis y el vocabulario. Por otro lado, el autor de los “Hechos” es, con certeza, un compañero de san Pablo porque emplea la primera persona del plural, para relatar los viajes del Apóstol a Macedonia, Asia Menor, Jerusalen y Roma.


2. Escribía para paganos convertidos: El autor no usa palabras arameas como los otros tres; no se habla de la ley de Moisés, no ninguna alusión a las ablusiones de los judíos, igualmente, habla lo menos posible sobre los Fariseos; extiende la genealogía de Jesús hasta Adán, primer padre de todos los hombres, en lugar de detenerla, como hace san Mateo, en padre de los Judíos; da explicaciones geográficas, o de otro tipo, que serían ridiculamente inútiles para un lector palestino: dice qye Cafarnaúm es una ciudad de Galilea, que la fiesta de los Ázimos es llamada Pascua, etc. Fecha a la manera romana el nacimiento de Jesús y el inicio del ministerio de Juan el Bautista.

3. Un autor cultivado, de lengua griega

A. Tiene erudición. Comienza como los grandes historiadores de la antigüedad, diciendo cómo, cuándo, por qué, y a partir de qué fuentes compone su libro. B. Compone con gran un gran arte que alía la grandeza y la simplicidad, el orden cronológico y el orden lógico. Coloca los acontecimientos y muestra su concatenación, rfiere los efectos a las causas, y los hechos a los discursos. C. Domina el griego con la perfección de los clásicos: dispone de un vocabulario más rico que el de los otros evangelistas. Usa, en efecto 373 expresiones más. Hace uso de de las expresiones copuestas, tan caras a los bueno esritores griegos. D. Finalmente, pinta artísticamente los caracteres, y los sentimientos; emite sobre las personas juicios llenos de sutileza, que terminan por revelar su altísima cultura.

4. Un médico

Su prólogo es semejante a los de los médicos Hipócrates y Dioscórido, que parece haber leído. Es menos duro que san Marcos frente a los médicos que se vieron incapaces de curar a la hemorroísa. Él solamente da cuenta de la palabra revelada por Jesús: “médico, cúrate a ti mismo”; finalmente, cuando describe las enfermerdades empleas términos que sólo se encuentran en las obras médica de su tiempo.