La verdad sobre Jesús de Nazareth: Libro Primero, Capítulo IV
De Enciclopedia Católica
Contenido
- 1 El testimonio de los Evangelistas
- 2 Los Evangelios; su razón de ser; composición
- 3 Qué condujo a escribir el Evangelio
- 4 Cómo fueron compuestos
- 5 El número de evangelios
- 6 Autores y características de los cuatro evangelios
- 7 San Mateo
- 8 San Marcos
- 9 San Lucas
- 10 Una historia y una obra de arte
- 11 San Juan
- 12 La persona de San Juan
- 13 Carácter de su Evangelio
- 14 Conclusión sobre San Juan
- 15 Armonía de los evangelios semejanzas y diferencias
El testimonio de los Evangelistas
Vamos a estudiar nuestros cuatro evangelios tal y como los tenemos en las manos, sin preguntarnos, todavía, cuál es su valor, si hacer el inventario de sus informaciones sobre Jesús; su valor será establecido en los dos últimos capítulos de este Libro y en el Libro siguiente. En los cuatro últimos libros, explotaremos su testimonio para nuestra demostración.
Sumario: Art. 1 Los evangelios escritos: su razón de ser, su composición. Art. 2 El número de evangelios; sus autores, sus características. Art. 3 La armonía de los cuatro evangelios, semejanzas y diferencias.
Los Evangelios; su razón de ser; composición
Qué condujo a escribir el Evangelio
No tardó en sentirse la necesidad de fijar en un texto la tradición de los Apóstoles. Se comprendía que después de su muerte, no podía, sin un milagro que Jesús no había prometido, transmitirse oralmente en toda su integridad y su pureza originales, que perdería algo pasando de boca en boca hasta las confines de la tierras. Sólo un evangelio escrito conservaría intacto el testimonio de los testigos desaparecidos.
Cómo fueron compuestos
Se hizo, primeramente, para responder a las necesidades más urgentes y en particular para ayudar la memoria de los catequistas, redacciones parciales. Estas recopilaciones fragmentarias debían servir un poco más tarde a nuestros evangelistas. Estos últimos parece que tenían a la mano algunos de estos escritos, pero los completaron con sus recuerdos personales o por los de los testigos que habían podido escuchar o interrogar. Cada uno de ellos, en su documentación abundante, eligió y dispuso, según su medio y fin particular, las palabras y los hechos, con el fin de dar en una composición tan breve como fuese posible, una idea exacta y suficientemente rica de Jesús Hombre-Dios, de su doctrina, de su vida, de su muerte y de su Resurrección.
Dos de ellos, el de Mateo y el de San Lucas, tienen una especie de introducción, llamada Evangelio de la Infancia. Los de Lucas y San Juan se abren con un prólogo.
Ninguno de ellos lleva la firma de su autor, y esto no es una singularidad; los escritores de la antigüedad desdeñaban escribir sus nombres al principio de sus obras.
El número de evangelios
Las Iglesia sólo reconoció cuatro, y para mostrar claramente que eran obra suya, una obra inspirada por el Espíritu Santo, no los llama: evangelios de San Mateo, de San Marcos etc, sino: evangelio según San Mateo, según San Marcos, según San Lucas y según San Juan. No hay sino un solo Evangelio relatado por cuatro autores. En efecto, aunque ninguna de esas redacciones lleva la marca personal del redactor, se concuerdan y se complementan armoniosamente para presentarnos la figura de Jesús, superior a toda invención del arte humano, si bien aparecen como la obra de una sola y misma Iglesia, de un solo y mismo Espíritu.
Autores y características de los cuatro evangelios
Sección I
San Mateo
Sumario: I. Su persona. II. Su evangelio: 1) Perfectior, 2) Lengua, 3) Orden, 4) Carácter demostrativo y patético
I. Su persona
Este publicano, llamado todavía Levi, que estaba sentado en su puesto de aduanero, cuando Jesús, que pasaban a Cafarnaum, le dijo: “Ven y sígueme”. Su humildad se revela en el hecho que después de haber encontrado su vocación, ya no habla de él, sino para mencionarse en la lista de los Apóstoles, y agregando a su nombre el título poco honorable de publicano; como San Marcos y San Lucas, nombra a los otros sin calificarlos, salvo a Judas, llamado por todos traidor. Judas el traidor, Mateo el publicano. Este proceder basta para juzgar un hombre. Murió mártir en Etiopía
II. Su evangelio
1. Perfección de la obra
Es el más completo y el más equilibrado de los cuatro. Por esta razón, ha tenido siempre en la Iglesia un lugar privilegiado; en todos los tiempos ha sido el más citado, el más abundantemente comentado; desde los orígenes servía para la instrucción de los catecúmenos.
2. Su lenguaje
Escrito en arameo, su propio idioma como el de todos los judíos palestinos, se dirige sobre todo a lo Israelitas. Traducido más tarde al griego, tal vez por San Mateo mismo, fue entonces enriquecido con datos tomados de San Marcos, lo que explicaría, en parte, e hecho de que relaten ciertas cosas en los mismos términos y en el mismo orden, incluso cuando este orden es artificial.
3. Su orden
Abre su libro con algunas escenas de la Santa Infancia, pero con menos continuidad y detalle que San Lucas, relata una gran cantidad de discursos de Jesús, o más bien fragmentos de discursos, que recoge en cinco largas composiciones armoniosamente intercaladas entre los relatos.
Esos relatos son casi siempre más breves en los otros y menos circunstanciados; están teñidos con un color hebraico muy pronunciado que nos remite a la época primitiva en que la Iglesia tenía todavía su centro en Jerusalén.
4. Su carácter demostrativo
A la vez que relata, San Mateo demuestra; no mediante argumentos largos, sino uniendo a los hechos expuestos el recuerdo de la profecía mesiánica que los anunciaba.
A. Estableció, primeramente con toda claridad que Jesús es el Mesías esperado, que responde, en efecto, al señalamiento dado por Dios en la Escritura para ayudar a reconocerlo; que consecuentemente los jefes del pueblo, al rehusar seguirlo y asumiendo la responsabilidad de su muerte, fueron infieles a la tradición de Israel y a su misión, se excluyeron a sí mismos de la sociedad nueva e impidieron entrar en ella a sus compatriotas; se condenaron con toda la nación a la ruina que esta cerca, mientras que otra nación, el Reino de los Cielos, la Iglesia [1] fundada sobre Pedro, inquebrantable hasta el fin del mundo, abierta a todos los hombres, va a extenderse sobre toda la tierra.
B. Estableció también que este Mesías es el Hijo de Dios. Sin sobrepasar ordinariamente, ni mucho menos alcanzar a San Marcos en el relieve dado a la divinidad de Cristo, sin hacer brillar, como San Juan, de un extremo a otro de su evangelio, nos la muestra transparente a través de los hechos, dándonos la evidencia de que Jesús actúa y habla como solo un Dios podía hacerlo. Dos veces, sin embargo, una vez con San Lucas, se eleva hasta el cielo de San Juan; en dos destellos alcanza la luz plena del discípulo bien amado sobre la filiación divina y la igualdad de Jesús con su Padre: Nadie más que el Padre pudo revelar a San Pedro que Jesús es el Hijo de Dios (Mt. 16.16, 17); nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y quienes se lo reveló el Hijo (Mt. 11. 25 a 27; Lc 10. 21, 22).
5. Su carácter patético
San Mateo tiene también en común con San Juan más que la doble conclusión la doble conclusión: Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, y más aún que los otros dos evangelistas, el fruto de una victoria alcanzada por Jesús en un duelo patético con los Fariseos. En él, como en el apóstol bien amado, los adversarios de Cristo aparecen no sólo reducidos al silencio, sino apabullados por una argumentación vigorosa que no les deja sino una respuesta: la violencia.
Pero san Mateo tiene un punto de vista distinto del de San Juan: ´ste nos describirá, sobre todo, el esfuerzo de la luz entre la tinieblas, de la Vida contra la muerte, del Buen Pastor contra el maligno, - nos mostrará al Salvador que busca dolorosamente hacerse oír por sus ovejas para obtener su fe; reunirlas para abrir en ellas las fuentes de la vida eterna. San Mateo hacer resurgir, principalmente, el carácter moral, legal y psicológico, menos místico del gran conflicto. Ve a Jesús animado por la voluntad de conducir a la perfección a aquellos que sus enemigos desvían, de aliviar a las almas, liberándolas de una tiranía insoportable y nefasta, de hacerlas mejores y más dichosas. Si el Maestro persigue a los Fariseos y si los Fariseos lo persiguen es porque sus tradiciones humanas, que han desnaturalizado la ley de Moisés – vaciándola de su sustancial contenido: la sinceridad, la justicia, la misericordia, sobrecargándola con mil observancias imposibles de practicar e incluso recordar - están en oposición con su ley de amor, yugo suave, carga ligera, y sin embargo regla mucho más exigente, ya que se impone hasta el fondo del corazón; es porque los Fariseos oprimen y deforman las almas destruyendo los principios mismos de la moral por las interpretaciones hipócritas y formalistas dadas a la obra de Moisés, y, en su conservadurismo estrecho, quieren ver un innovador en aquel que solo viene a renovar y rejuvenecer la ley y conducirla a su pureza primitiva, y conducirla a su última perfección que ella misma anunciaba y esperaba, como el tallo llama a la flor y al fruto.
Seccion II
San Marcos
Sumario
I. Su persona.
II. Origen de su evangelio.
III. Carácter de su evangelio: 1) El evangelio del Hijo de Dios. 2) La visión de Jesús por San Pedro, 3) La visión de San Pedro por San Pedro mismo
I. La persona de San Marcos
No fue Apóstol, sino discípulo de los Apóstoles y pudo serlo de Jesús mismo. Miembro de una familia muy honorable de Jerusalén, se vinculó rápidamente a San Pedro, y tan íntimamente que su casa su el primer refugio del jefe de la Iglesia, milagrosamente sacado de su prisión. Trabajó primeramente con san Pablo, luego con San Bernabé su primo, en la isla de Chipre. Diez años más tarde está en Roma cerca de San Pablo prisionero que lo llama “su consolación”, y cerca de San Pedro, que lo llama más tiernamente “su hijo”, probablemente porque lo bautizó. Después del martirio de San Pedro, volvió a partir para Oriente, de donde San Pablo, siempre en Roma, lo llama, le recuerda mediante una carta dirigida a San Timoteo: Trae a Marcos contigo, porque me es útil para el ministerio”. Como San Lucas y San Mateo, corona con el martirio su larga vida de humilde dedicación.
II. Origen de s. Evangelio. “El Evangelio de San Pedro”
Habiendo escuchado a menudo predicar al Príncipe de los Apóstoles, puso por escrito, hacia el año 60, esta predicación, por pedido de los fieles de Roma, que deseaban conservarla. Su evangelio es, pues, en realidad el evangelio de San Pedro. Su brevedad y su concisión nos revelan ya el hombre de acción que fue Pedro; es el más corto de los cuatro; no hay nada sobre la infancia de Jesús; y de la vida pública no refiere sino hechos, milagros y palabras breves, dejando de lado los discursos y las largas discusiones, como lo hacen ordinariamente los predicadores
III. Carácter de su Evangelio
1. El Evangelio del Hijo de Dios
Como no se dirige a los Judíos, sino a los paganos conversos no presenta a Jesús como el Mesías, sino como el Hijo de Dios. Este título que ni San Mateo ni San Lucas dan a Cristo, y que escribes desde la primera línea de su obra, le es querido como a San Pedro, que sin duda animaba a recordar su confesión tan alabada por Jesús: “Tú eres el Hijo de Dios”.
2. La visión de Jesús por San pedro.
San Marcos, lo hemos visto, a la brevedad del todo práctica de san Pedro, le agrega, además, una lengua y un estilo, y sobre todo un conocimiento de Jesús, que son propios del pescador galileo: bajo una forma gramatical a penas correcta, con un arte popular un poco rudo, pero con una vivacidad soberanamente expresiva, con un movimiento, un calor, una naturalidad, una frescura de recuerdos y de impresiones particularmente apreciadas por el lector moderno, nos hace ver las escenas como si pasaran ante nuestros ojos, hace vivir a Jesús delante de nosotros: sin aplicarse en componer un retrato de Cristo, nos ayuda a representarlo en nuestro corazón, después de haber cerrado el libro, no percibimos que una figura sin igual ha sido impresa insensiblemente en nuestro espíritu, y tan alta, bella y dulce, tan armoniosa por la fusión de los trazos más opuestos, que sobrepasa toda concepción humana y nos hace caer de rodillas. San Marcos tuvo éxito, porque vio a Jesús en el alma de San Pedro.
3. La visión de Pedro por Pedro mismo
La figura de San pedro es, con la de Jesús, la única que se destaca netamente en la obra de San Marcos, pero en tanto que el Evangelista hace resurgir la gloria de Jesús, parece complacerse velando la del jefe de los Apóstoles, en adornarlo, por así decirlo, con sus miserias: nos cuenta, como San Mateo, la segunda tempestad apaciguada, pero no sin hacernos saber que Pedro se reunió con su Maestro caminando sobre las aguas; no refiere ni la gran promesa escrita por San Mateo: “Tu eres Pedro sobre quien construiré mi Iglesia” ni la gran recomendación escrita por San Lucas: “Una vez convertido, confirma a tus hermanos”, ni la gran investidura escrita por San Juan: “Sé el Pastor de mis ovejas”. Por el contrario, nos enseña que, en la Transfiguración, Pedro hablo para no decir nada, que en el Huerto de los Olivos, fue reprendido por haberse quedado dormido, como si hubiese sido el único en no velar, que en el patio de Caifás, durante el proceso de Jesús, no sólo estaba sentado, como lo dice San Lucas y San Mateo, sino que se calentaba, y lo dice dos veces, porque se sabe bien que él se calentaba mientras se juzgaba a su Maestro; veinte o treinta años más tarde, san Juan, el gran amigo de Pedro, lo dirá tres veces; destaquémoslo de pasada, en los discípulos, la calidad de su amistad, tan alejada de la complacencia y tan conmovedora por su franqueza; Juan superó a Marcos, pero Marcos lo había precedido: el “hijo” respetó la humildad de su Padre: vio a Jesús tal como veía a Pedro, y vio a Pedro como él se veía a sí mismo.
Sección III
San Lucas
Sumario: I. Su persona.
II. Carácter de su evangelio 1) Una historia y una obra de arte, 2) Un rico complemento de San Marcos y San Mateo, - 3) Un testimonio iluminado por el espíritu de San Pablo, el espejo de la familia cristiana.
I. La persona de San Lucas
Él no era una de los doce, ni tampoco un israelita; griego de nacimiento, parece que ejerció la profesión de médico en Antioquía, su patria, según todo parece indicar. En esta ciudad, siete u ocho años después de Pentecostés, encontró a muchos discípulos de Jesús expulsados de Jerusalén por la persecución, y no a los menores: san pedro y San Marcos, San Pablo y San Bernabé.
Particularmente cercano a San Pablo, que lo llamara su “querido médico”, le ofrece sus servicios como compañero de apostolado, le sigue a occidente, de donde vuelven juntos a Jerusalén luego de algunos años de misión. Ahí es violentamente separado de su maestro a quien sus perseguidores detuvieron y condujeron a Cesarea para que cumpliera dos años de prisión. Aprovechó su estancia en Judea para recopilar, de testigos autorizados, y hasta en la familia de Jesús, informaciones que usará en su evangelio y en los Hechos de los Apóstoles. Cuando San Pablo es transferido de Cesarea a Roma para ser juzgado, se vuelve a poner en camino con él. En Roma, se encuentra con san pedro y San Marcos. Todavía no tiene sino el esbozo de su evangelio; al que da el último toque cerca del año 60.
No es sólo un evangelista, sino que entre los escritores sagrados es el único historiador de la Iglesia primitiva desde la Ascensión, en los Hechos de los Apóstoles, que están a continuación de su evangelio, y que se ha llamado con justicia “el Evangelio del Espíritu santo”. Él también selló su testimonio con el martirio.
Carácter de su evangelio
Una historia y una obra de arte
San Mateo es un Maestro por la exposición y la demostración; San Marcos es un cronista por sobre todas las cosas; san Lucas es un historiador consumado.
Dotado de un sentido crítico destacable, infatigable buscador, observador juicioso, reconoció en los libros escritos antes que él, la tradición “de aquellos que fueron desde el comienzo, testigos oculares”; pero él mismo, se aplicó a conocer todo exactamente” (Lc 1.1 a 4); tiene, pues documentación segura y abundante.
Gozando de una inteligencia lucida y lógica, posee el arte de la composición: dispone armoniosamente las partes de su obra en un conjunto donde las lecciones y los discursos hacen cuerpo con el relato, donde el relato se desarrolla siguiendo un orden cronológico, que hace resurgir el nexo de dependencia que traba los hechos unos con los otros, los acontecimientos con sus causas.
“Gran escritor” - es la expresión de Chateaubriand – mereció ser contado entre los autores clásicos elegidos para la instrucción de la juventud; iguala, en efecto, a los mejores por la claridad, la naturalidad de la expresión, por la pureza, la riqueza y la precisión del vocabulario, por la elegancia, la riqueza y la precisión del vocabulario, por la elegancia, y la desenvoltura de la frase y del estilo.
Él mismo en un corto prólogo, había anunciado su proyecto de “escribir en orden”; realizó el esplendor del orden que es la belleza: un famoso incrédulo llegó a decir que no conocía libro más bello.
2. un rico complemento de San Marcos y de San Mateo
En su evangelio, inserta, a veces textualmente, casi todos los relatos de San Marcos, pero disponiéndolos después según su propio plan, y en un contexto luminoso que falta en el segundo evangelista. Para los discursos, utiliza a San Mateo, pero sin reunirlos como él en largas composiciones; los vuelve a unir a los hechos que los convocan. Por lo demás, hay una gran cantidad de informaciones todas personales, algunas de las cuales parecen haber sido dadas por la misma Madre de jesús; su relato de la Santa Infancia se distingue por un color hebraico muy significativo en una obra tan perfectamente griega, por un carácter íntimo, una precisión en los detalles, una discreción, un encanto penetrante, que parecen venir directamente del corazón maternal.
Sin él, conoceríamos mal los conmovedores misterios de la vida oculta; no tendríamos sino algunos episodios sueltos mencionados por San Mateo y donde la figura de María desaparece un poco detrás de la figura de José; no podríamos seguir en ese progreso la luminosa aurora del gran día que comienza para el mundo, que se levanta en el Templo de Jerusalén, para Zacarías, en Nazaret, para María, en casa de Zacarías para Isabel visitada por su prima, bienaventurada Madre de su Dios, sobre el pesebre del Precursor, para los viejos padres consolados y colmados de dicha, en la celeste noche de Belén, para los pastores llamados por los ángeles, en el Templo una segunda evz, para los dos ancianos Simeón el santo profeta y Ana la piadosa viuda, en el taller de San José, para los dos esposos encantados por la graciosa y laboriosa obediencia del divino niño, finalmente, en el Templo una tercera vez, por los Doctores maravillados por tan buenas respuestas y por preguntas tan pertinentes; no podríamos cantar ni el Magnificat ni el Benedictus, ni el Nuc Dimittis.
Y eso no es todo: san Lucas es el único que nos relata la misión que Jesús da en Palestina meridional varias semanas durante el invierno que precedió a la Pasión. Si no hubiese escrito, no tendríamos sino veinte parábolas de treinta cuatro, y estaríamos privados de las más conmovedoras, de esas que hacen llorar: la oveja perdida, el dracma perdido, el hijo pródigo; ignoraríamos la escena sabrosa de Betania donde Marta enseña a servir al Maestro sin agitación, sin celos de María que lo escucha y lo contempla, y además la silenciosa humillación de Jesús en su vestidura blanca por el desprecio de Herodes y de s corte, – la oración de Jesús por sus verdugos, la conversión del buen ladrón consolado en su última hora por la promesa del paraíso.
3. Un testimonio iluminado por el espíritu de San Pablo
Se ha dicho que el evangelio de San Lucas era el evangelio de San Pablo como el evangelio de san Marcos el de San pedro. Es cierto, pero en un sentido distinto. San Lucas no recibió sus informaciones de San Pablo, como san Marcos recibió las suyas de San Pedro. Por el contrario, aportó a su Maestro informaciones nuevas, fruto de sus investigaciones. Pero le debe un conocimiento más profundo de la divina historia que relata. El Apóstol de los Gentiles había penetrado mejor que los otros, tan profundamente como san Juan, el sentido del evangelio; había simplificado para presentar en potentes relatos breves la doctrina que se encontraba encerrada; la “filantropía de Dios”, - Jesús aparición humana de la benignidad divina, Señor y Salvador de todos los hombres por su muerte y su resurrección, nuevo Adán, jefe de la humanidad, inagotable misericordia, Dios benito en todos los siglos.
Ahora bien, Lucas, penetrado por esta doctrina que es el misterio de Cristo, de la gracia, de la salvación universal, elige los hechos de manera de poner luz y claridad a todo su relato: se complace en las manifestaciones de la misericordia, llama a Jesús el “Señor”, lo que no habían hecho ni San Mateo, ni San Marcos; omite los recuerdos de la profecía antigua, reveladora del amor divino en, especial por Israel, y por el contrario multiplica los trazos reveladores del amor de Dios por todos los hombres, extiende la genealogía de Jesús hasta nuestro primer padre Adán, en lugar de detenerla, como San Mateo en los ancestros judíos de Abrahán, nos hace admirar al “Buen Samaritano” que, por su caridad hacia un extranjero hostil a su raza, demuestra sin palabras lo que es el prójimo... etc. El discípulo de San Pablo había comprendido que el Evangelio, si debía salir de Jerusalén y cumplir las promesas hechas a los Judíos, tenía que ser, ante todo el beneficio de un amor que no conoce fronteras.
San Pablo había insistido, también, e la oración, penitencia, la mortificación con Jesús crucificado. Más que los otros evangelistas, San Lucas nos muestra al modelo y el maestro de la oración, y pone de relieve la belleza del arrepentimiento bajo la sonrisa de la misericordia, la felicidad de aquellos que se despojan de todo para unirse al Salvador y seguirlo cargando la cruz.
Así, sin alterar los hechos, eligiéndolos solamente para su fin, hace brotar, como una luz, la doctrina de San Pablo que, en efecto, contienen. Esta claridad misteriosa es sabrosa para aquellos que aman los que se podría llamar la transparencia de la historia, es decir la iluminación del hecho por la idea. Pero qué esplendor, qué idea es igualmente profundamente humana y también divina que la de un Dios amigo de los hombres, de todos los hombres, de su pureza, de su felicidad, y venido a este mundo para salvarlos muriendo en una cruz!
4. El espejo de la familia cristiana
Éste es un una característica muy conmovedora del tercer evangelio: mientras nos relata las pruebas y las alegrías de Ana y Zacarías, de María y de José, describiéndonos con un solo trazo la radiante ancianidad de Ana, la santa viuda, y del profeta Simeón, iluminados por la esperanza, - introduciéndonos en la casa de Nazaret donde la autoridad es tan dulce y la obediencia tan perfecta, - abriéndonos el interior de Betania donde la intimidad familiar es santificada por la familiaridad con Jesús, que es común a ambas hermanas, de carácter tan diferente, y a su joven hermano, - haciéndonos pasar de la compasión a la consolación con la madre viuda que conduce a su hijo único al cementerio y lo regresa vivo, luego, en la parábola, con el pobre padre tan triste en la partida de su hijo menor y tan feliz de recibirlo y perdonarlo, tan delicado en su perdón, tan afligido de nuevo por los celos de su primogénito, tan justo, tan calmado e incluso tan tierno en sus reproches, tan dichoso en mostrar que uno no ha sido menos amado que el otro, - hablándonos de las santas mujeres, tan generosamente dedicadas a Jesús, sobre las rutas de Galilea, hasta el Calvario, tan fieles en s tristeza hasta la mañana de Pascua y tan prestas a llevar la buena nueva, - San Lucas mereció ser llamado el evangelista de la familia cristiana; hizo brillar, al mismo tiempo el ideal de la familia religiosa. Y Por este doble servicio, se mostró también discípulo de San Pablo que hace surgir del misterio cristiano toda una moral doméstica, preciosas enseñanzas sobre la fidelidad conyugal, la piedad filial y paternal, como sobre la vida perfecta en el estado de virginidad.
Sección IV
San Juan
Sumario
I. Su persona.
II. 1) El testimonio de un contemplativo y de un teólogo.
2) Una historia complementaria de los tres primeros evangelios.
3) Una ostensión de la divinidad en la humanidad de Cristo. 4) Una revelación del misterio de la gracia de la unidad espiritual. 5) Un llamado a la unidad visible y social. 6) Una obra patética y dramática por el fondo, única entre todas por la forma.
La persona de San Juan
El autor del cuarto evangelio es Juan, hermano de Santiago el mayor e hijo de Zebedeo. Sería muy largo narrar todo lo que concierne en el evangelio; porque ninguno de los doce, sino San Pedro, su fiel amigo, jugó un rol tan importante y tan característico. Recordemos solamente algunos hecho: discípulo desde el primer día, - testigo privilegiado, con Pedro y Santiago de la resurrección de la hija de Jairo, de la Transfiguración y de la Agonía, fue colocado en la Cena, muy cerca del Corazón de Jesús; - estuvo presente, solo, en el Calvario y vio a ese divino Corazón traspasado derramar sangre y agua, - llevó a su casa a la Santísima Virgen convertida en su madre por testamento de Jesús, - fue el primero en creer en la Resurrección, aún antes de haber visto a su Maestro resucitado, y, finalmente después de su última pesca milagrosa sobre el lago Tiberiades, reconoció a Jesús de lejos y antes que los otros.
Ejerció su ministerio en Asia Menor, fuer exiliado en Patmos donde escribió el Apocalipsis, y murió muy anciano, en Éfeso, después de haber compuesto su evangelio y dirigido a los cristianos muchas cartas, de las cuales tres figuran en el Canon del Nuevo testamento.
Carácter de su Evangelio
1. El testimonio de un teólogo
San Juan, lo veremos, es sobre todo un testigo; pero abre su libro como Teólogo, mediante un Prólogo, introducción que resume anticipadamente, como una conclusión, el gran hecho que todo su evangelio expondrá: a) Jesús tiene en Dios una existencia eterna; es Dios creador de todo lo que ha sido hecho; b) Vida y Luz de los hombres, tomó la naturaleza humana para brillar en medio de las tinieblas, que no lo comprendieron; fue a los suyos, en medio de los suyos, que, a pesar del testimonio de Juan Bautista, no lo recibió; 3) pero a todos aquellos que lo recibieron les dio el don de convertirse, por un segundo nacimiento, hijos de Dios.
En esta primera página San Juan llama a Jesús Verbo hecho carne. Por esta antítesis soberanamente expresiva, prepara al lector para oposición que estará presente a todo lo largo de la obra, entre la grandeza divina de jesús y su enfermedad humana. Se apropia de la palabra Verbo, entonces corriente en la moda intelectual, pero le da una riqueza se sentido hasta entonces desconocido. Verbo significa palabra, expresión, razón. Jesús es el Verbo por excelencia, la palabra y la sabiduría de Dios, la imagen viva, personal, interior, eterna, en la cual Dios se expresa, se representa el mismo a sí mismo. En tanto que engendra en él esta imagen viva Dios es Padre; en tanto que el verbo es engendrado, es Hijo Único (Jn. 1. 14). El Verbo se hace carne, es decir, se ha hecho uno de nosotros. Veremos, en efecto en todo el evangelio que el Hijo único no deja de llamar a Dios su Padre, llamándose siempre, Él mismo, el Hijo del Hombre, que actúa como un hombre y como un Dios.
San Juan termina esta exposición magistral declarando que vio al Verbo hecho carne lleno de gracia y de verdad, y que vio su gloria; y mediante esta declaración conduce su relato; va a contar lo que vio, y decir lo que escuchó; lo hará como historiador concienzudo, cuidándose de endosar al Maestro sus propios pensamientos, incluso no se volverá a servir de la palabra Verbo en el evangelio, porque no la recibió de Jesús, pero que la encontró él mismo bajo la inspiración del Espíritu Santo.
Por otro lado, el relator concienzudo será, también, lo veremos muy pronto, un historiador de alta envergadura, que aislará la significación profunda de los hechos y los agrupará en torno de ese hecho sublime: la revelación de Cristo sobre su divinidad, sobre su obra de luz y de vida.
2. Una historia complementaria de los tres primeros evangelios
Retoma la divina historia pero sin rehacerla; él supone conocidos los tres Sinópticos y no repite lo que éstos ya han contado, sólo lo hace para guiar al lector. No sigue la línea de los Sinópticos, los reúne a menudo y se remite a ellos mediante nexos sólo visibles al ojo atento. Pero concuerda con ellos sobre todo completándolos y aclarándolos y esto de dos maneras:
a) Primero por múltiples indicaciones geográficas, topográficas, cronológicas y etnográficas, gracias a las cuales comprendemos mejor los acontecimientos, siguiendo más de cerca el itinerario de Jesús, distinguiendo las diferentes fases de su vida pública, fijando la duración de su ministerio a un mínimo de dos años y medio. b) Además, por las informaciones preciosísimas que nos dan la llave de ciertas enigmas indescifrables en los Sinópticos: en efecto leyendo los tres primeros evangelios nos planteamos, y con San Juan podemos resolver, los problemas siguientes
a. ¿Cómo Pedro y Andrés abandonaron tan bruscamente su barca y sus redes, - cómo Santiago y Juan abandonaron sin previo aviso a su padre y a sus servidores? Milagro se dirá, soberana eficacia del llamado; sin duda; pero de ordinario prepara las almas para su vocación. Y precisamente San Juan nos hace asistir a la preparación: un primer encuentro sobre el Jordán, favorecido por la humilde intervención de Juan Bautista. b. ¿Cómo los galileos se apartan en masa de Jesús después de su primera multiplicación de los panes, luego de haber visto uno de los más grandes milagros? ¿Por qué pasaron un día del entusiasmo a la infidelidad? San Juan nos lo explica: su entusiasmo, demasiado humano ya que deseaban coronar a Jesús, cayó cuando comprendieron que Jesús no quería la realeza temporal y se cambió en incredulidad, cuando les rehusó un segundo milagro del maná y les habló del verdadero pan, el pan de vida, el pan del cielo. c. ¿Cómo Jesús, que en los Sinópticos parece llegar a Jerusalén por primera vez cinco días antes de la Pasión, recibe a su llegada una recepción triunfal por parte de unos y odioso por parte de otros? ¿Y cómo pudo decir ¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas!? San Juan nos ayuda a responder: nos enseña que Jesús había venido ya a Jerusalén cuatro veces, el primer año para la Pascua, la segunda para la Pascua, la fiesta de los Tabernáculos y la Fiesta de la Dedicación; que había hecho numerosos y sorprendentes milagros, reclutado discípulos y sostenido ardientes discusiones. Nos revela también el gran acontecimiento que colmó tanto al entusiasmo como al furor: la resurrección de Lázaro.
d. ¿Cómo Jesús, en los Sinópticos, instituye la Eucaristía sin dar explicación alguna del misterio y sin que nada nos haya preparado? San Juan nos hace saber que el año anterior, precisamente en tiempos de Pascua, el divino Maestro se extendió largamente sobre la necesidad de comer su cuerpo y beber su sangre y sobre los admirables efectos fe este alimento celeste que da la vida a los hombres uniéndolos, en cuerpo y alma, a la fuente de vida; que había mostrado, igualmente, la importancia capital de ese “Misterio de fe”, de ese “gran signo de amor”, en la economía de la salvación, puesto que había dejado partir a los galileos incrédulos y hace comprender a la tropilla que se mantuvo fiel, que la creencia en la Eucaristía era una condición necesaria para seguirlo.
3. Una ostensión de la divinidad en la humanidad
A. Si completa a los primeros evangelistas desde el punto de vista histórico, san Juan los sobrepasa en profundidad, y, de esta manera – además- los esclarece: nos revela – no ya como ellos en rápidos chispazos, o en la oscuridad de declaraciones implícitas, sino en la luz resplandeciente y permanente, condensada a partir de la primera página que resume todo su testimonio, - los más íntimos secretos de la vida divina oculta en el Corazón de Jesús. Aunque dice en varios pasajes que Jesús hizo numerosos, sólo consigna siete, los más significativos , aquellos que manifiestan mejor la divinidad en su maestro, los que le revelan como fuente de luz y vida. B. Por otro lado, si nos muestra a Jesús igual al Padre por naturaleza divina, nos lo muestra también inferior al Padre por su humanidad; en ningún otro evangelio Cristo aparece más semejante a nosotros, más cerca de nosotros, más cerca de nosotros por las ternuras de su corazón y de sus inocentes debilidades . Además, la divinidad de Jesús es siempre asociada a su filiación; en ninguna parte dice: “Soy Dios”, se presenta como el Hijo que obtiene de su Padre la naturaleza divina; evita asi que se crea que atenta contra el Honor de Dios y puede decir, por el contrario: “Honro al Padre” y : “Aquel que no honra al Hijo no honra al Padre”.
4. Revelación del misterio de la gracia y de la unidad espiritual.
Pero San Juan no olvida que el Hijo no ha tomado la naturaleza humana sino para convertirnos en hijos de Dios, para hacernos vivir, unidos todos por la caridad, con la Trinidad bienaventurada. Nos enseña que siguiendo a Jesús que es la Vía, escuchando a Jesús que es la Verdad, reuniéndonos en torno de Jesús, que es el Pastor, nutriendo nuestras almas con Jesús que es el Pan de Vida, la fuente de agua viva, la Vida; permaneciendo en Jesús como las ramas en la viña vamos a Dios nuestro Padre, escuchamos a Dios, tenemos ya la vida eterna de Dios, estamos en Dios y Él en nosotros; nos convertimos en un solo espíritu con Dios”, como dice San Pablo. También se ha llamado al cuarto evangelio “el evangelio espiritual” y también “e evangelio de la unidad”.
5. Un llamado a la unidad visible y social
La unidad espiritual no es para San Juan la unidad invisible de los Protestantes. Al igual que en Jesús Dios es visible en la carne, así, la unión de las almas entre ellas y con Dios será visible en un cuerpo social del que Pedro será el Jefe, en un redil cuyo Pastor será Pedro. Más aun, la unidad invisible se formará y se desarrollará, bajo la acción de ese cuerpo, mediante ritos exteriores y sensibles, el Bautismo (3.3 a 5), la Eucaristía (6.56 etc), la Penitencia (20.21 a 23), donde la materia santificada tendrá parte en la regeneración del corazón, y darán vida al corazón, marcando a ellos mismos, los miembros, mediante la resurrección.
El evangelio de San Juan, por tanto, no es solamente el evangelio de la unidad entre espíritus, entre el espíritu humano y el Espíritu de Dios; es también y más claramente que los otros, el evangelio de la unidad espiritual y corporal, divinizada por el Verbo hecho carne; para decirlo todo en un solo término, es e evangelio del Cuerpo místico de Jesucristo.
6. Una obra patética por el fondo
San Juan nos hace asistir, también, a la lucha trágica cuya encrucijada es la unidad. Por lo demás, en ninguna parte se muestra mejor el esfuerzo doloroso del Buen Pastor para convencer y confundir, primero en Galilea, después de la primera multiplicación de los panes, luego en especial en Judea, a los los encarnizados adversarios que pretenden impedir que reúna sus ovejas: nada más emocionante que este duelo prolongado, renovado, entre la Verdad que es la Vida y aquellos que, rechazando ver y vivir continúan por un tiempo realizando su obra de tinieblas y de muerte, dando al pastor un golpe terrible que dispersa el rebaño, pero que finalmente desaparecen de la escena, reservada, en adelante, a los pacíficas y dichosas apariciones del resucitado:¡Admirable giro! Jesús, que antes de morir había dicho que nadie le arrebataría sus ovejas y había pedido la unidad para ellas, se muestra viviendo en medio de su reconstituido redil; confió a Pedro la labor de apacentar los corderos y a las madres y de defenderlos, retomando el duelo de su Maestro para luchar con él hasta la muerte, hasta la cruz.
7. Una obra única entre todas por la forma
El escritor sigue la tradición literaria de Israel, procede mediante proposiciones paralelas o agregadas unas a las otras, más que ligadas orgánicamente: y ene esto se asemeja a todos los autores semitas. Pero su estilo es incomparable por el efecto de conjunto: Sostenido por la sublimidad del misterio, animado por un sentimiento profundo, se despliega en un movimiento que recuerda el de las grandes fuerzas de la naturaleza, con una monotonía larga y poderosa, interrumpida aquí y allá por golpes sorpresivos; sus frases cargadas de sustancia divina se siguen unas a otras y se empujan como las olas del mar; su pensamiento avanza, luego retrocede y se retoma para ir más lejos; se la ha comparado con justicia a las ondas de las marea que suben y luego descienden, y se reforman para subir más alto y desplegarse en bellas y dulces capas sobre la ribera. En esta progresión continua hay, sin embargo brincos, asaltos, emanaciones, que contrastan con su ritmo ordinario regular; nada más sobrecogedor que estas breves palabras que vibran de improviso en medio de un discurso tranquilo; cortantes y brillantes se ha dicho – esos diálogos llenos de vida donde se cruzan, como armas, preguntas y respuestas – esos relatos deleitables, o en un cuadro tan claro que en San Marcos, las almas se muestran desnudas y la de Jesús hasta sus divinas profundidades. El discípulo bienamado no es solamente un contemplativo, el teólogo del Verbo eterno, sino el testigo perspicaz y el pintor fiel de la vida intensa que bullía en el corazón del Verbo hecho carne, luego se lanzaba y se precipitaba verdadero torrente, contra todo obstáculo para luego vertirse en las almas y finalmente, después de haberlas ganado, se expandía larga, dulce y con estremecimiento, como las aguas de un gran río que llega a la llanura.
Leamos, por ejemplo el capítulo IX que termina con estas palabras terribles: “Vuestro pecado permanece”, y súbitamente, luego, los diez y siete primeros versículos del capítulo X: el oleaje que se irritó contra los malos pastores para alcanzar las buenas ovejas, se apacigua de pronto en las suaves efusiones del Buen Pastor. Acerquémonos a los discursos dirigidos a los Fariseos , al discurso pronunciado después de la Cena , es primeramente la corriente que se lanza contra las pendientes, los barrancos, luego el torrente aguas majestuosas, tranquilo y sin embargo palpitante, donde las almas de los Apóstoles son bañadas y colmadas de luz y de amor, de vida eterna, mientras que el espejo límpido, en la más sublime de las oraciones, rinde gloria al Padre y recuerda su mirada sobre ellos y sobre aquellos que lo escuchen.
Conclusión sobre San Juan
Después de haber cerrado el libro, uno dice verdaderamente “este es el corazón que tanto ha amado a los hombres”, con la omnipotencia de su divinidad y toda la ternura de su perfecta humanidad. El Evangelio de San Juan es el evangelio del Corazón de Jesús.
Articulo II
Armonía de los evangelios semejanzas y diferencias
Diferencias
1. Entre los tres primeros evangelios: Brota del capítulo precedente que cada evangelio tiene su característica propia,y constituye un testimonio muy personal, una fuente preciosa que agrega su aporte al de los otros, en medida mas menos considerable. Las diferencias van, a veces hasta la divergencia, en detalles accesorios, nunca en la sustancia. Veremos más adelante que la impresión de desacuerdo sobre estos puntos no resiste un estudio atento y juicioso; y este estudio prueba, por su necesidad misma, que los evangelistas buscaron la verdad más que una armonización: cada uno escribía si estuviese solo, sin preguntarse si coincidía con sus antecesores, y los que escribieron antes que él no retocaron su obra para hacer desaparecer lo que habría podido ser difícilmente conciliable con tal o cual afirmación de los relatos nuevos. Esto hace que, destaquémoslo de paso, lo que pone luz a su tranquila afirmación, su independencia, su luz, su sinceridad.
2. Entre el cuarto evangelio y los tres primeros: San Juan, viniendo después de los otros, reportándonos especialmente los que los otros no habían dicho es, naturalmente diferente mucho más de lo que son entre ellos. Además, por el mismo hecho de que raramente coinciden no hay necesidad de ser armonizados con ellos mediante une sfuerzo de conciliación; la crítica solamente debe demostrar que lejos de contradecirlos, los completa y los ilumina, como lo hemos visto y lo hace, como hemos visto, con un una armonía excelente.
II. Armonía
Una obra puedo armonizarse con otra de dos maneras:
1. O bien coincidiendo entre si sobre los mismos hechos narrados por las partes: armonía de semejanza. 2. O bien completándose tan felizmente con la otra que lo que se agrega la hace más verosímil, más inteligible: es una armonía superior que se podría llamar armonía de trascendencia.
Esta segunda clase de armonía domina entre los cuatro evangelios y los tres primeros. Se encuentra ya en San Marcos y San Lucas, en la medida en que se completan; brillan sobre todo en San Lucas y los dos primeros, que supera por sus informaciones nuevas, tal como será superado por San Juan. Sin embargo no es menos cierto que los tres primeros evangelios se armonizan, más frecuentemente de la primera forma, por semejanza, coincidiendo; coinciden, en efecto, tan frecuentemente que se les puede poner en paralelo, como se ha hecho, en una sinopsis, es decir en una libro, a tres columnas donde cada uno tiene la suya. Por eso es que se les llama “evangelios sinópticos”
III Semejanzas verbales entre los sinópticos
Esta disposición del texto en tres columnas paralelas pone en evidencia las diferencias y las armonías, pero da a veces la impresión de una armonía facticia que haría dudar de la independencia: en efecto la semejanza va a a menudo hasta la identidad de sus expresiones. ¿San Marcos habría copiado a San Mateo? ¿San Lucas habría copiado a San Mateo y San Marcos?
A esta pregunta se contesta con mucha facilidad negativamente, si se consideran tres hechos: - 1) Los tres evangelistas fijaron mediante un escrito la tradición oral cuyas fórmulas habían adquirido una especie de inmutabilidad sagrada, que naturalmente respetaron.- 2) Cada uno de ellos utilizó documentos anteriores (redacciones parciales de la Catequesis) utilizadas también por los otros.- 3) San Lucas, sin perder nada de su independencia, evidente, insertó en su relato, y a veces textualmente, casi todo San Marcos; y el traductor griego de San Mateo, tal vez San Mateo, completó él también mediante San Marcos la redacción aramea primitiva. Es decir que San Lucas y el San Mateo griego agregaron a su testimonio personal el de San Pedro, el principal testigo, el juez de la tradición, y en esto dan testimonio del sentido crítico más juicioso. Lo que fluye, sin necesidad de decirlo, es que los pasajes tomados de esta manera constituyen un solo y único testimonio con el primer testigo.