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Miércoles, 20 de noviembre de 2024

La verdad sobre Jesús de Nazareth: Libro Primero, Capítulo II

De Enciclopedia Católica

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Capítulo II

El Testimonio de San Pablo

Sumario: 1. La persona. 2. Los documentos. 3. Valor de los documentos como fuente evangélica.

La Persona de San Pablo

Nacido en tarso en Asia Menor, casi diez años después de Jesús, Saulo, Judío y Fariseo, primero enemigo encarnizado de los cristianos, perseguidor delegado por los Príncipes de los Sacerdotes, cómplice de la muerte de San Esteban, fue traído a tierra, como lo cuenta él mismo, por una aparición de Jesús, en las cercanías de Damasco, a sonde se dirigía, hacia el año 35, con una escolta, para detener a los fieles y conducirlos encadenados a Jerusalén. Así convertido milagrosamente, toma el nombre de Pablo y, en unión con San Pedro, de acuerdo con todos los Apóstoles, se consagra enteramente a la predicación del evangelio. Después de haber fundado un gran número de Iglesias, anunciado la buena nueva en Asia Menor, en Grecia, en muchas islas del Mediterráneo, en Roma y hasta en España, después de haber sufrido, durante sus treinta años de apostolado, toda clase de persecuciones, encarcelaciones, tres flagelaciones, escapado a tres naufragios, y aguantado mil penas apostólicas, muere mártir bajo Nerón hacia el año 66.

Los documentos

De San Pablo tenemos 14 cartas [1], dirigidas a diversos personajes, a diversas Iglesias o a grupos de Iglesias. En esas cartas o epístolas, no cuenta la vida de Cristo; la supone conocida por sus corresponsales, que la escucharon contar sea por él, sea por otros. Se preocupa principalmente por enfatizar en la divinidad de Jesús, sobre todo su obra de Redentor, a trazar a los cristianos sus deberes a partir de las enseñanzas del Señor y sus ejemplos.

Valor de los documentos como fuente evangélica

Pero si San Pablo no relata la vida del Salvador, muestra que la conoce; un juez poco sospechoso, Renán, llegó a escribir que podría hacer una “pequeña vida de Jesús” con las Epístolas a los Romanos, a los Corintios, a los Gálatas y a los Hebreos. La autenticidad de esas cartas está bien establecida; el testimonio que el autor da de Jesús es de un valor incomparable, no sólo porque viene de un converso, que no cambió sin buenas razones su odio encarnizado en amor conquistador, sino también porque se remite a la fuente misma de la tradición; en efecto:

1. Las epístolas son los primeros en fecha de todos nuestros documentos: fueron escritos, San Pablo mismo lo dice, cuando vivían todavía un buen número de testigos oculares.

2. San Pablo afirma que reproduce una enseñanza dada a todos y que él mismo recibió; la manera en que nos habla de Jesús nos revela una fuente desde hace mucho largamente abierta a sus lectores, y de la que saca para edificarlos: los hechos evangélicos vienen de su pluma con toda naturalidad, sin estar ligados ni concertados; son visiblemente simples relatos, referencias a una enseñanza más completa y anterior, alusiones comprendidas por todos de un conjunto de acontecimientos anunciados desde Pentecostés y ya divulgados en todo el imperio romano, en una palabra, prestamos de la predicación apostólica del evangelio que será fijada por escrito un poco más tarde por San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. Tomando de esta fuente y por la manera en que lo hace, San Pablo nos la revela. Garantizándonos la alta antigüedad; las epístolas demuestran claramente que mucho antes de mediados del primer siglo, la Iglesia tenía y enseñaba el evangelio . [2]

Notas

[1] Contando la Epístola a los Hebreos, escrita ciertamente bajo su inspiración, si no de su mano.

[2] El racionalista Reuss escribía en 1852: “Las epístolas de san Pablo son incomprensibles si no se supone, como ellas mismas lo suponen, corresponsales familiarizados con las ideas evangélicas y, por consecuencia, una enseñanza dada oralmente y metódicamente.