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Martes, 30 de abril de 2024

La manifestación milagrosa de Nuestra Señora de la Expectación de Zapopan y su patrocinio sobre la ciudad de Guadalajara

De Enciclopedia Católica

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Dios quería que esta Imagen fuese de las muy particulares, distinguidas y preciadas; rodeada de una aureola de sobrenaturalismo: a ese paso, para fiel correspondencia, deberían ser grandes los cultos de que fuera objeto, y que la rodease, asimismo, una veneración extraordinaria…

(Fray Luis del Refugio de Palacio y Basave)


Si la villa de Zapopan y el culto a Nuestra Señora venerada en este lugar tienen un promotor principal, es don Juan Santiago de León y Garabito, Obispo de la diócesis de Guadalajara de 1678 a 1694, quien, convencido de la presencia real de la Santísima Virgen María en su imagen de Zapopan, dedicó gran parte de su vida pastoral en exaltar esta devoción mariana. En 1691, Guadalajara se encontraba inmersa en una fuerte tribulación, asediada por temblores, infestada de una fuerte peste causada por hambre, enfermedades de sarampión y viruelas, que causaron gran número de muertes; con amargos lamentos, los moradores de la ciudad clamaban al cielo les enviara el alivio. Dios, en su Divina Providencia tenía determinado darles a conocer el antídoto a estos males. El obispo Garabito, confió que en la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Zapopan se encontraba el remedio infalible contra los males que les aquejaban.

En acta del 24 de abril de 1691 el señor Garabito determina trasladar oficialmente, por vez primera, la imagen original de la Virgen de Zapopan a la Santa Iglesia Catedral de Guadalajara para implorar su intercesión; llevada a atender la necesidad que la ocasión requería, se ofreció a la Augusta Señora un novenario de misas cantadas con toda solemnidad, para que intercediera ante su Divino Hijo, y así, Él quitase el azote y calamidad que acongojaba a todos.

Enmendándose el daño y cesando la peste, quedó patente el poder taumaturgo de la Santísima Virgen mediante la imagen venerada bajo el título de la Expectación de Zapopan. Para dejar constancia de este hecho milagroso el señor obispo citó a los médicos de la ciudad y les preguntó si se había notado alguna mejoría en las enfermedades que infestaban Guadalajara, los cuales respondieron: “Desde la hora e instante que dicha Imagen entró en la Ciudad, comenzó a aminorarse dicha epidemia, de suerte que muchos enfermos que había en peligro de muerte, sólo quedaban dos en riesgo”.

Con este suceso el obispo Garabito como acto de agradecimiento por tan notables beneficios, mandó que los milagros y testimonios recopilados por don Diego de Herrera en la “relación breve y sumaria”, se dieran a conocer, enviándolos al jesuita Francisco de Florencia, para que les diera el epílogo correspondiente y con ello se difundieran por todo el Reino. “Nuestra Señora de Zapopan no sólo es la Evangelizadora y Pacificadora de esta región, sino también la distribuidora de notables e innumerables beneficios”. La celebridad de la Virgen de Zapopan era notoria por todo el obispado de la Nueva Galicia, diariamente llegaban peregrinos a su santuario, agradecidos por los milagros alcanzados por su intercesión.

La ciudad episcopal se mantuvo por años en calma, pero fue hasta abril de 1721 cuando se desató otra gran epidemia mortal en la ciudad, alcanzando la enfermedad al obispo de Guadalajara, fray Manuel de Mimbela. Aunque se hicieron varias rogativas y procesiones de penitencia, la epidemia no cesaba, al empeorar la salud del obispo, el canónigo Sebastián de Feijó, se dirigió al santuario de Zapopan y lleno de fe, se abrazó con la imagen original de Nuestra Señora de Zapopan y al ponerla en contacto con el señor obispo, éste recobró los sentidos, y pudo disponerse a bien morir, siendo esta muerte la que parecía buscar la peste, pues en cuatro días se dio alivio a los contagiados restantes.

El pueblo tapatío, al verse nuevamente amparado por Nuestra Señora, no cupo en las amplias naves de la Catedral, para agradecer los bienes obtenidos.

Y no siendo capaz ninguna iglesia para abarcar el numeroso concurso de agradecidos se dispuso que alternativamente se llevara la milagrosa imagen a todas las iglesias. Fue festejada con más devoción, pues al entrar la bendita imagen por los barrios, iba repartiendo salud, vida y mejoría casa por casa.

El 23 de agosto de 1731, se comenzó la tercera investigación jurídica sobre los milagros de Nuestra Señora de Zapopan, ordenada por el obispo don Nicolás Carlos Gómez de Cervantes, pues ya eran bastantes los nuevos prodigios realizados.

Entre los testimonios se confirma el cómo se habían calmado las epidemias o suavizado el rigor de las tempestades, con las constantes visitas de la Virgen de Zapopan a la Ciudad, lo que la había convertido en refugio y amparo contra los rayos, y se solicitaba por esto su venida en tiempo de aguas.

En estos testimonios Pedro Beltrán, relata que la imagen fue traída en 1731 para implorar por su intercesión “el que lloviera por la escasez de agua que había y por que los librara de los rayos que en este tiempo son muy continuos en la ciudad.” Para este tiempo, cuando la Virgen era traída, ya realizaba visitas itinerantes en las iglesias, posiblemente a raíz de lo acontecido en la visita de 1721. Las tardes en que salía se realizaban procesiones solemnes y festivas, especialmente con grandes costos de cera.

Para esta época, el presbítero oratoriano Cristóbal de Mazariegos, era encargado de la Cofradía de Nuestra Señora de Zapopan. Capellán comisionado del Convento de Carmelitas Descalzas de esta ciudad, a quienes había dado la encomienda de ataviar a Nuestra Señora de Zapopan para sus visitas. Al ver el deterioro en que se encontraba su corona, con licencia del obispo solicitó donativos a los devotos para elaborar una nueva, recibiendo algunos diamantes enviados de la Ciudad de México, mostrando la extensión de la fama que ya gozaba Nuestra Señora de Zapopan en esa época. A la hermosa corona, confeccionada por orfebres novohispanos, se le engarzaron los diamantes pero sobre todo varias esmeraldas.

Desde antiguo, se tienen noticias que Guadalajara es zona de fuertes tormentas, abundantes en agua y descargas eléctricas. A inicios del siglo xviii, al carecer la ciudad de defensa técnica contra esos fenómenos que cobraban bastantes vidas cada temporal, la población se encontraba llena de horror y espanto, por lo que reconocidos los beneficios que de Dios se obtenían mediante la intercesión de la Santísima Virgen de Zapopan, se solicitaba que su imagen se trasladara a la ciudad cuando las necesidades eran fuertes y ameritaban su presencia en Guadalajara. “En el tiempo de las tempestades, se descubrió haber sido esta bellísima imagen, el mejor iris contra ellas”.

El 26 de junio de 1734, una fuerte tempestad sacudía a la ciudad de Guadalajara desde sus cimientos, sus habitantes estaban llenos de miedo; como era costumbre, se hacían toques de rogativa para implorar junto a los fieles, misericordia a Dios para que cesara la furia de las tempestades; en el convento de la Santa Cruz, hoy San Juan de Dios, el sacristán al estar dando las campanadas, fue alcanzado por un rayo perdiendo la vida al instante, en seguida, fray Bernardo Ivangurri que subió a darle los últimos auxilios espirituales, fue alcanzado por otro rayo. Este episodio consternó a todos los habitantes de la ciudad, quienes acongojados, pidieron al señor don Nicolás Carlos Gómez de Cervantes, obispo de esta Diócesis, recurrir al amparo de Nuestra Señora de la Expectación, el cual pronto determinó que su taumaturga imagen fuera traída a la Catedral durante el resto del temporal, celebrándole solemnísimo novenario en el que toda la ciudad se hizo presente.

Durante el tiempo restante del temporal, no tuvo lugar otra desgracia causada por las tormentas pues las nubes sólo descargaban agua, por ello, al término de su visita, viendo patente su defensa, del cabildo civil surgió la idea de proclamar oficialmente a la sacratísima imagen de Nuestra Señora Zapopan como ‘protectora de Guadalajara contra rayos, tempestades y epidemias.

La autoridad civil comenzó con las diligencias correspondientes para efectuar el patronato, la petición fue autorizada por la Real Audiencia, alentando la proclamación requerida, posteriormente el Cabildo de la Catedral contestó satisfactoriamente a dicha petición, la cual fue autorizada por el señor obispo don Nicolás Carlos Gómez de Cervantes, después de hacer ciertas observaciones que convenían para el patronato deseado, que adquiría una serie de compromisos que se deberían de cumplir, resaltando especialmente que cada año se tendría que traer a la venerada imagen de Nuestra Señora a la Ciudad.

Tomándola por norte y puerto seguro, para librar a todos los moradores de la ciudad, consiguiéndose la salud física y espiritual, esperando que bajo este nuevo patronato se asegure su piadosa intercesión, nombrándose Patrona y especial Abogada contra los rayos y epidemias, viniendo a esta ciudad en tiempos de aguas, o cuando aflija otra necesidad, siendo retribuida con solemnísimos cultos.

Haciendo solemne y oficial el Patrocinio de la Santísima Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de la Expectación, implorándolo en su milagrosa imagen de Zapopan el 14 de noviembre de 1734 en la Santa Iglesia Catedral de Guadalajara. Los señores del cabildo secular, los oidores de la Real Audiencia de la Nueva Galicia y los miembros del cabildo catedralicio en sede vacante declararon lo siguiente:

La juramos en su advocación o título de la expectación cuya imagen se venera en la iglesia del pueblo de Zapopan por patrona, abogada e intercesora para las tempestades, rayos y epidemias y enfermedades que puedan turbar, combatir o molestar a esta república y a sus moradores.

Es así que el 13 de junio de 1735, la imagen de Nuestra Señora de la Expectación de Zapopan entra por primera vez en solemne procesión a la ciudad episcopal, según lo acordado en el juramento del Patronato, saliendo ataviada con sus mejores galas del templo monástico de Santa Teresa y conducida bajo elegante y rico palio hacia la Catedral, festividad realizada en cumplimiento del juramento que la ciudad de Guadalajara hizo implorando el amparo de la Emperatriz de los cielos, marcando así, el inicio de las visitas anuales que la Santísima Virgen realiza en nuestras comunidades hasta nuestros días, las cuales se mantienen como testimonio público de compromiso, respeto y amor filial. Desde entonces, los favores de Nuestra Señora se han multiplicado, son muchos los pueblos que reciben sus favores a manos llenas, pero la singular predilección que la Virgen de Zapopan ha dejado sentir en la gran Guadalajara, hacen de su protección, amparo y patrocinio, un milagro permanente.

Bibliografía mínima.

Alberto Estévez Chávez, “La primera visita oficial de la imagen de la Virgen de Zapopan a Guadalajara”, en Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara, 2007. Francisco de Florencia. Origen de los dos celebres santuarios de la Nueva Galicia obispado de Guadalajara en la América septentrional: noticia cierta de los milagrosos favores que hace la Santísima Virgen, a los que en ellos y en sus dos imágenes la invocan, sacada de los procesos auténticos, que se guardan en los Archivos del Obispado, de orden del Ilmo. y Rmo. Sr. D. Juan de Santiago León Garabito. México: Amate Editorial, 2001. Jiménez, J. Jesús. Nuestra Señora de Zapopan, apuntes históricos. México: Ediciones de la Arquidiócesis de Guadalajara, 1989. Mota Padilla, Matías. Historia del Reino de Nueva Galicia en la América Septentrional. México Colección Histórica de obras facsimilares, Universidad de Guadalajara/ Instituto Jalisciense de Antropología e Historia I.N.A.H., 1973. Palacio y Basave, Fray Luis del Refugio de (comp.). Interesantísimos documentos Casi todos inéditos, referentes a Ntra. Sra. de Zapopan. Guadalajara: Tipografía, litografía y encuadernación J. M. Yguiniz, 1920. Palacio y Basave, Fray Luis del Refugio de. Recopilación de noticias y datos que se relacionan con la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Zapopan y con su Colegio y Santuario. Parte final del tomo II y tomo III. Zapopan: H. Ayuntamiento de Zapopan-Provincia Franciscana de los SS. Francisco y Santiago en México, 1994.

Héctor Quintero López