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Jueves, 21 de noviembre de 2024

La Capilla del Cementerio General de Lima y su devenir: consagración y desacración

De Enciclopedia Católica

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La Arquitectura expresa materialmente la dimensión espiritual. No ha dejado de ejercer una pedagogía que pone al serviciob de la imaginación, recursos para aproximarse a lo arcano, vislumbrar lo invisble y contemplar veladamente el Misterio. Es el ámbito del llamado cristianismo sensibilizado. Los estudios referidos a los cementerios históricos no pueden prescindir de los siguientes conceptos fundamentales La Iglesia espiritual se divide en Triunfante, Paciente y Militante. <<La Iglesia Triunfante es la hermosa congregación de hombres, y Ángeles que están en la Gloria. La Paciente es la congregación de las almas que padecen en el Purgatorio. La Militante esta conformada por todos aquellos que confesamos la Fe, y el Evangelio de Cristo Señor Nuestro, Cabeza de toda la Iglesia. A diferencia de nuestros días, la realidad inevitable e ineludible de la muerte era objeto de permanente meditación para los hombres. Había certeza de la Eternidad y conciencia plena de que hay un Juicio, una recompensa o una pena eterna. Dicho en otras palabras el Triumpho de Cristo, de la Virgen Gloriosa y Bendita, de las Milicias Angélicas, del cándido Ejército de los Mártires y de todos los Santos de Dios. Al este triunfo precedía el aparato alegórico, teatral y escenográfico del triunfo temporal de la muerte, con sus respectivas pompas


La vida era percibida claramente como un combate en el que el cristiano debía morir venciendo. La alegoría bélica es claramente perceptible en esta Ciudad de los Reyes y en todo el virreinato del Perú: La cabeza del reino amurallada, las ciudades guardadas por Ángeles armados con arcabuces y espingardas; sus iglesias, elevadas, sólidas y macizas, a la manera de bastidas y ciudades amuralladas españolas, llenas de reductos, baluartes, parapetos y almenas. El simbolismo de las ceremonias fúnebres es fascinante y tremendo. Oigamos lo que dice al respecto Alfonso Lobera y Abio, en el <<Porqué de todas Ceremonias cristianas y sus misterios>> En los entierros se lleva la Cruz, lo mismo que los pendones o insignias de las cofradías porque cuando vivía el difunto militó y estuvo enlistado bajo la bandera de la Cruz. Por eso pedimos que por los méritos de la Santísima Cruz participe del fruto de la Pasión. Se llevan los pendones o insignias de las Cofradías para que participe de las indulgencias y perdones que tienen las Hermandades, Cofradías o Congregaciones, pues estuvo enlistado en ellas. El cadáver se rocía con agua bendita porque en esta ceremonia se simboliza que el difunto fue bautizado católico y apostólico romano, que estuvo sujeto y fue obediente a nuestra Santa Madre Iglesia; y se rocía tantas veces en memoria de las veces que en ella se confirmó por los actos de fe, esperanza y caridad que hizo en esta vida. Se da incienso al difunto porque las oraciones encendidas con el fuego de la caridad, que son odoríferas a Dios nuestro Señor, (las que rezan los que asisten al entierro por el alma del difunto) sean incienso al Señor, con lo que se expele al común enemigo. En los entierros de doncellas, vírgenes, religiosos, religiosas y sacerdotes se lleva la cera blanca - al parecer - porque la blancura es símbolo de la pureza con que deben estar adornados todos los sacerdotes, religiosos y religiosas En algunas partes se llevan luces de cera amarilla a los entierros, porque en la luz se simboliza la fe, la que el difunto recibió en el bautismo, y la conservó hasta la muerte, habiéndose partido de este mundo con la luz de la gracia, a poseer la luz de la gloria. Es la cera amarilla por ser símbolo de la tristeza y del dolor. Se arrastra el duelo en los entierros, con concurrencia de personajes vestidos de negro, porque no estamos ciertos de que esté gozando de la presencia del Señor, y tememos -como miserables pecadores- que esté en el Purgatorio; y se ofrece aquel llanto y tristeza por el difunto. Vestir de negro todo el año es para acordarse del difunto, ayudándole sin cesar con oraciones, sufragios y sacrificios.






En el Barroco todo estaba ordenado y orientrado hacia el destino ultraterreno del alma inmortal: Evitar a toda costa la condenación y merecer la eterna bienaventuranza; esa era clave del buen vivir y del buen morir. Las calaveras parecían observar a desde las cuencas oculares. Como advitiéndonos: <<Hombre que viéndome estás, ¡nunca te olvides de mi! ¡que como te ves yo me vi! y como me ves te veras>>

Se dice sepulcro o sepultura porque es un lugar cóncavo, en el que se colocan y esconden los huesos de los difuntos. Santo Tomás de Aquino dice que se dice sepultura para que el horror y hedor de los muertos sea visible a los vivos, y crean que de allí han de resucitar en el día del Juicio. Lo mismo es decir sepulcro que sepultado.




También se llama monumento a la sepultura, porque sale del verbo Moneo, que significa avisar, y es el despertador que avisa y mueve el entendimiento para que no olvide la muerte. Los sepulcros eran hueseras o archivos de huesos, en los que poco o nada importaba la individualización del cadáver, puesto que todos se sabían miembros del Cuerpo Místico de Cristo, y que si moría con él se resucitaría con él. El cristiano solo ambiciona y codicia la Gloria Eterna. La vanagloria le espanta. Por eso aceptaba la agonía y la muerte con todos sus espantos, sufrimientos angustias y dolores, y se complacía con imaginar su cuerpo devorado de gusanos y reducido a polvo ceniza y nada, encerrado en una hedionda sepultura. En la hora de la muerte se proclama la Omnipotencia de Dios y el abismo de nuestra nada.



<<Existe un lugar llamado cementerio, campo santo o dormitorio, porque así como los fieles vivieron unidos a la luz del Evangelio, estén unidos sus cadáveres en la muerte, unidas sus cenizas en el mismo lugar o dormitorio, pues todos han de despertar en el día de la resurrección. Se fabricaron los cementerios junto a las Iglesias para que los que pasen, se acuerden que han de morir, y pidan al Señor por los muertos por medio de aquellos Santos, a cuya honra y veneración se construyeron aquellos Templos para más gloria del Señor>>, como es el caso de este conjunto conventual.



Al cabo de 300 años los cementerios y pudrideros subterráneos de la Ciudad, se convirtieron en un foco infeccioso. El Buen Gobierno dispuso la edifcacíon de una Necrópolis extra muros. Como se sabe, el pueblo fiel tuvo dudas y reparos muy comprensibles: ¡Qué ocurrencia esa de enterrarnos a campo abierto como los gentiles! ¡Cómo se beneficiarán los difuntos si están separados del altar y privados de su auxilio!

A pesar de que la concepción neoclásica el Cementerio General de Lima materializaba y expresaba generosamente mediante volumetrías, proporciones formas, diseños y perspectivas, la doctrina de la Iglesia respecto de los Novísimos o postrimerías, sin embargo sólo hizo ostensión de las alegorías de la muerte en el punto focal .que era la Capilla. En claro ruptura con la estética barroca.


El discurso arquitectónico es muy claro. El diseño original del campo santo expresaba la belleza de la Jerusalen Celeste, donde Cristo nos tiene preparadas, en la Casa del Padre muchas y esapciosas moradas.



Tenía una planta cuadrangular, una sola entrada y un camino que conducía a la Capilla de Cristo Yacente. Nuevamente, la alegoría es clarísima: Cristo es la Puerta angosta y el camino estrecho que conduce al cielo. La efigie de Cristo yacente que presidía el Altar recordaba que Cristo en tanto que hombre murió y en tanto quer Dios resucitó gloriosamente, al tercero días, por su propio poder, como lo proclamamos en el Credo.





Dicho todo esto , es inevitiable preguntar ¿Qué causó qué el cementerio, sufriera la desfiguración estética y pedagógica original? La repuesta es inequívoca: ¡El positivismo! ¿Qué es el positivismo? El positivismo es una corriente de pensamiento que generalmente, y de primera intención, se asocia a Augusto Comte, y que cobra auge en el la coyuntura histórica marcada por el progreso de las ciencias naturales y el desarrollo industrial. El ámbito europeo sentía vivir una especie de “nueva era”; y por tanto era inevitable que alguien postulase una revisión de los valores morales y paradigmas filosóficos hasta entonces vigentes. Las posibilidades y potencialidades que ofrecían las máquinas y aparatos de moderna invención, los progresos de las ciencias médicas, el acortamiento de tiempos y distancias, y la observación de cosas antes nunca vistas, tomó por asalto la fantasía popular y la imaginación de las élites ilustradas, sin excluir los parnasos intelectuales. Se pensaba y se hablaba por doquier de la “ciencia”, “del progreso material” de “la fe en el futuro”, pero ya no con la entusiasta ingenuidad del siglo XVIII, ilustrado y pre-revolucionario, sino con aparente madurez y reflexión: surgió, entonces, un nuevo lenguaje, y se difundió un innovador lexicón que aludía al progreso material. Hasta entonces, se había pensado que la plenitud de la felicidad humana se lograría en una dimensión ultraterrena, ya que era impensable alcanzarla en un mundo fragmentado y separado por distancias insalvables, herido por plagas y epidemias, cuando no azotado por guerras fratricidas. Pero, casi de repente, las ciencias experimentales - y sus aplicaciones concretas- parecieron dar pasos agigantados; así, empezaron a descifrarse los enigmas, a explicarse los misterios, a curarse las enfermedades y a mitigarse los dolores. ¡Había fundadas razones para creer que la felicidad podía ser alcanzada en la tierra y obtenida por el hombre mismo, por su propia mano. El hombre creyó hallar en la ciencia la garantía infalible de su propio destino. Esa pretensión lo condujo a rechazar, por inútil y supersticiosa, toda alegación sobrenatural y puso lo infinito en la ciencia, encerrando en las formas de la misma la moral, la religión, la política, la totalidad de su existencia. Asi lo que antes había sido vergüenza, acusación culpable y renuncia en la hora de la muerte , apenas 4 décadas antes, a mediados del siglo XIX, se convirtio en objeto de orgullo. y timbre de distinción. El poner de relieve la vanagloria tuvo mil y unas consecuencias. Cristo, Nuestro Señor y Salvado, a quien sirvo, dejo de ser el principio y el fin de la vida del limeño, para ser reemplazado por el culto idolátrico a la Sociología y al Derecho positivo que hasta hoy nos tiranizan. El vínculo de amor que animaba y articulaba este Reino con el Imperio se quebró en mil pedazos para siempre, La Patria Celestial fue reemplazada por la patria terrenal y la Caridad vinculante, fue usurpada por los regionalismos y los nacionalismos, que dieron origen a las guerras civiles y a las guerras internacionales,

Se levantaron edículos, estatuas y templetes a falsos redentores. Además se pobló el camposanto de una estatuaria pagana, de mal gusto, plañidera y desesperanzada. Y por si fuera poco, el nuevo rico dejó su impronta de mal gusto y desproporción con presuntuosísimas representaciones de las nuevas industrias, los progresos tecnológicos, los poderes terrenales y ¡quién sabe del amor furtivo! El falso redentorismo edificó en el mismo camino que conduce a la Capilla de Cristo yacente, el mauselo del Mariscal Castilla, y a José Gálvez Egúsquiza se le erigió una estatua lo suficientemente grande para que destacara sobre todos.






La desfiguración aludida llegó a su punto más alto en 1905 cuando una Cripta votiva a los mártires de la Guerra con Chile, más grandiosa, opulenta y elegante que la Capilla dedicada al Mártir del Calvario.





Estas han sido los temas quería poner de relieve

Quedo muy agradecido por la invitación de se me hecho y por atención y la paciencia que me ha dispensado este culto y selecto auditorio.

José Gálvez Krüger