Klemens Lothar Wenzel Von Metternich
De Enciclopedia Católica
Estadista nacido en Coblenza el 15 de mayo de 1773 y muerto en Viena el 11 de junio de 1859, hijo del conde Georg, enviado de la Corte de Viena en Coblenza, y de María Beatriz née Condesa von Kageneck.
Estudio filosofía en la universidad de Estrasburgo y leyes y diplomacia en Maguncia. Un viaje a Inglaterra completó su educación. Metternich comenzó su carrera pública en 1801 como embajador de Austria en la corte de Dresde. Aunque se había preparado durante varios años para la carrera diplomática, fue muy afortunado al ser nombrado tan pronto para puesto tan prominente. Dos años después fue nombrado embajador en Berlín. El emperador consideraba muy importante tener un ministro en Berlín que pudiera atraerse el favor de la corte a los principales estadistas prusianos y que supiera como combinar “grandes poderes de observación con unas maneras moderadas y agradables”. Metternich ya había demostrado que poseía estas cualidades.
Napoleón era el emperador con el Nuevo imperio en el cenit de su poder. El emperador Francisco necesitaba a su más hábil embajador en la corte de Napoleón y en mayo de 1806 envió a Metternich a París. Metternich se encontró en la difícil situación de representar a Austria en el momento de las amenazas más tremendas y planes ambiciosos de Napoleón que estaba en lo más alto de su poder. Lo hizo con dignidad y firmeza, como muestra su informe de su importante audiencia con Napoleón el 15 de agosto de 1808. El año 1809 es el de la gran guerra entre Austria y Francia. Los Estados alemanes fueron invitados a unirse a ella, pero solo respondió el Tirol. El 13 de mayo Viena estaba cercada por los franceses, pero ocho días después Napoleón era derrotado por el archiduque Carlos en Aspern. Metternich fue tratado por Napoleón como prisionero de estado y fue liberado por fin en julio en intercambio pro los miembros de la embajada francesa. Después de la batalla de Wagram la posición de Austria era desesperanzadora, A su ejército se le cortó la comunicación con Hungría siendo obligado a retirarse a Moravia y Bohemia. Hacía falta un gran estadista para salvar la situación.
El 4 de agosto el emperador Francisco nombró a Metternich ministro de estado para conferenciar con napoleón y el 8 de octubre, ministro de la casa imperial y de asuntos exteriores. Por el tratado de Schönbrunn (14 octubre), Austria perdió parte de su territorio y llegó al momento de su más profunda humillación, pero ese momento de su degradación vio el comienzo de su elevación. El águila bicéfala ascendió a las mayores alturas y fue Metternich quien le dio la fuerza para ese vuelo.
Durante casi 40 años dirigió la política de Austria. Su primera preocupación fue establecer relaciones tolerables con el emperador francés. Napoleón deseaba aliarse con una de las antiguas dinastías de Europa por medio del matrimonio con la esperanza de elevarse a si mismo y proporcionar un heredero al trono imperial. Se divorció de Josefina Beauharnais y por medio de la mediación de metternich se casó con maría Luisa, hija del emperador Francisco de Austria. Aunque parece que el matrimonio con Josefina fue válido, es cierto que cuando se casó con ella (11 marzo 1810), la corte de Viena y la curia papal estaban completamente convencidos de la ilegalidad del el primer enlace de Napoleón .
La conexión de Napoleón con la familia imperial de Austria no tuvo influencia en la política. El destino hizo que el emperador después de haber arruinado a tantos, se arruinara a si mismo. En Schönbrunn anunció que el poder temporal de la Santa sede había terminado y en respuesta a la excomunión del papa, dijo:”Esto no hará que las armas se caigan de las manos de mis granaderos”. A medida que se acercaba la crisis, la decisión estaba en manos de Austria. Desde las once y cuarto de la mañana hasta las ocho y media de la tarde Metternich estuvo encerrado con Napoleón (Dresde, 26 junio, 1813).
“Nuestra conferencia consistió en el más extraño fárrago de temas heterogéneos, a veces tratados con extrema amistosidad a veces con violentos expresiones de furia”. Napoleón se airaba, amenazaba y saltaba como un león enjaulado. Metternich mantuvo la calma. Napoleón dejó caer al suelo el sombreo que tenía bajo su brazo. Metternich no se inclinó a recogerlo. El emperador también intentó persuadirle: “Sus soberanos, le dijo, que nacieron para sus tronos no pueden comprender los sentimientos que me mueven. Para ellos no significa nada volver a sus capitales derrotados. Pero yo soy un soldado. Necesito honor y Gloria. Yo no puedo reaparecer entre mi pueblo sin prestigio. Debo permanecer grande, admirado, cubierto de Gloria. Por esa razón – decía –no podía aceptar las condiciones de paz propuestas”.
Metternich replicó: “Pero cuando esta situación de las cosas cese, ¿en qué son iguales la victoria y la derrota para continuar estas guerras? Si resulta victorioso, Vd. insistirá en los frutos de su victoria; si sale derrotado, Vd. está dispuesto a levantarse de nuevo”. Napoleón hizo varias ofertas para conseguir la neutralidad de Austria, pero Metternich no aceptó el toma y daca y la despedida de Napoleón fue su amenaza tantas veces repetida “Nos veremos en Viena”. Metternich hizo la señal de guerra y Schwarzenberg dirigió la decisiva batalla de Leipzig. El emperador elevó al “querido d0conde Metternich “al rango de Príncipe de Austria: “Tus hábiles esfuerzos al frente del departamento que te confié en tiempos difíciles, son ahora, en este decisivo momento del destino del mundo, felizmente coronados con el éxito”.
Metternich alcanzó el cenit de su poder y fama en el Congreso de Viena el (1814-1815). No es fácil hacerse una idea de la dificultad de los problemas que había que resolver. La primera conferencia de los representantes de los poderes previamente aliados contra Francia (Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra), que se celebró el 19 de septiembre de 1814, en la villa de Metternich sobre el Rennweg, terminó en discordias por la cuestión polaca.
Requirió constantemente todas las brillantes cualidades de Metternich para preservar la armonía. Una de las maneras que prefería consistía en organizar fiestas de todas clases. Se ha criticado con frecuencia como si las fiestas fueran el tema del Congreso y no un medio para llegar a sus objetivos. Metternich logró superar las dificultades. El emperador Francisco expresó su satisfacción con los servicios de Metternich para asegurar al paz y el orden en Europa, especialmente devolviendo a Austria su antigua importancia.
La solución de los problemas italianos y alemanes dejó a ambos descontentos, pero en adelante Metternich fue el estadista líder de Europa. Para resolver las dificultades pendientes y las nuevas que surgían se celebró el congreso siguiente en Aquisgrán, 1818, Karlsbad (conferencia de ministros) 1819, Viena 1820, Laibach 1821 y Verona 1822.
El congreso de Aquisgrán al que asistieron personalmente los monarcas de Austria, Prusia y Rusia, dedicó su atención al ajuste de las relaciones de los poderes con Franca, aunque Metternich también enfatizó los peligros de la agitación demagógica y expresó su sospecha de que el foco estaba en Alemania. Cuando, mucho después, el canciller ruso, Kotzebue, fue asesinado por el estudiante Sand, Metternich en 24 conferencias de ministros alemanes en Karlsbad, tomó medidas para poner fin a las alteraciones políticas en Alemania: todas las publicaciones de menos de 20 folios habían de someterse a la censura; se pusieron oficiales del gobierno en las universidades para supervisarlas; las dietas que algunos estados tenían derecho a celebrar según los antiguaos usos, se mantenían; se suprimían las constituciones representativas. A pesar de la resistencia de Inglaterra y Rusia Metternich llevó cabo su proposición de intervenir a favor de los estados italianos, que estaban amenazados y sometidos a presión por la revolución. Esta medita atrajo el odio del pueblo italiano contra Austria. Por fin Austria y Rusia se separaron en el asunto de la liberación de los griegos del yugo turco, mostrando Austria que era un fiel amigo de los turcos. El resultado fue un golpe contra la política de Metternich. Su influencia comenzó a decaer y la de Rusia a crecer.
Desde la muerte del príncipe Kaunitz (1794) la posición de canciller de casa, corte y estado había quedado vacante: en 1821 lo ocupó a Metternich: “Tus merecimientos han aumentado por el celo ininterrumpido, la habilidad y atrevimiento con el que, especialmente en los dos últimos años, te has dedicado a la preservación del orden general y el triunfo de la ley y el orden sobre el desordenes de los enemigos de la paz el nuestra casa y en el extranjero”. Bajo el emperador Fernando I , después de 1835, la dirección de los asuntos, después del emperador , estaba en manos de un consejo en el que estaban el Archiduque Luis (tío del emperador), el canciller de Estado Metternich y el canciller de la corte Kolowrat. La influencia de Metternich sobre los asuntos internos de Austria era menor de lo que se supone. El conde Hartig, que estaba bien informado, declara (Geschichte der Revolution, p. 19):” En asuntos de la administración interna rara vez se ponía atención al príncipe, y se le mantenía a propósito alejado de ellos”.
Desde 1826 la influencia del conde Kolowrat era decisiva en este departamento. Muchos envidiaban la preeminencia de Metternich. La aristocracia siempre vio en él a un extranjero y otros miraban con resentimiento la importancia que mostraban los extranjeros en la cancillería de asuntos exteriores (Friedrich Gentz, Adam Müller, Friedrich Schlegel, Jarke). Grillparzer, director de los archivos de la Hofkammer, se manifestaba muy crudamente sobre este asunto en 1839, aunque hay que notar que a Grillparzer se le había dado mucho incienso. En todos estos asuntos Kolowrat tenía la ventaja de Metternich. Se creía que era capaz de garantizar o al menos preparar una constitución y se pensaba que está inclinado a hacerlo.
A medida que pasaba el tiempo “el sistema Metternich” vino a ser el responsable de todo lo desagradable que sucedía y el autor odiado y atacado. Sus propias actas muestran la injusticia hecha al príncipe en este asunto. Citando de su “testamento Político:" Para mi la palabra libertad no tiene el valor de un punto de partida, sino de un fin al que hay que llegar. La palabra orden designa el punto de partida. Solo se puede conseguir la libertad en el orden. Sin el orden como fundamento, el grito por la libertad no es otra cosa que el intento de uno u otro partido de conseguir el propósito que tiene en mente. Cuando se lleva a cabo en la práctica, el grito por la libertad se expresará inevitablemente en la tiranía. En todos los tiempos y en todas las situaciones he sido un hombre de orden pero mi propósito era la verdadera y no la fingida libertad.” Estas palabras son la clave para entender y apreciar las acciones de Metternich.
Se pueden citar otros dos pasajes característicos del temple mental del gran estadista : “Los admiradores de la prensa la honran con el título de “representativa de la opinión pública” aunque todo lo escrito en el periódico no sea otra cosa que la expresión de los que lo escriben. ¿Acaso se atribuirá alguna vez el valor de ser la expresión de la opinión pública a las publicaciones del gobierno? Seguramente no. Y sin embargo hasta el más oscuro periodista reclama este valor para su propio producto. ¡Qué confusión de ideas!
No es menos importante una observación sobre la religión estatal:” La caída de los imperios depende siempre directamente de la difusión de la incredulidad. Por esta razón la creencia religiosa, la primera de las virtudes, es el poder más fuerte. Ella sola sostiene ante el ataque y hace irresistible la resistencia. La religión no puede declinar en las naciones sin hacer que las mismas naciones declinen y la caída de los estados no procede en progresión matemática, según la ley de los cuerpos que caen, sino que rápidamente lleva a la destrucción “.
Cuando el 13 de marzo de 1848 la tormenta de revoluciones se cebó en Viena, el canciller del estado, que prefería sacrificarse él que sacrificar a otros, inmediatamente renunció a su cargo. Fue a Inglaterra, Bruselas y al castillo Schloss Johannisberg, desde donde volvió a Viena en 1851 y ocho años después murió en su palacio de Rennweg, a los 86 años.
En Europa, Napoleón, Metternich y Bismarck pusieron su impronta en el siglo diecinueve. Los tres vivieron para ver su propia caída. Metternich fue el que más tiempo resistió en una posición dominante como dirigente europeo. Nada caracteriza mejor al gran estadista que lo que dijo repetidamente, orgulloso y aristocrático como siempre, al barón A. von Hübner unas pocas semanas antes de morir: Fue como una roca del orden (un rocher d'ordre).
Metternich se casó tres veces: en 1795 con María Eleonora, nieta de la princesa Kaunitz, de la que tuvo siete hijos; en 1827 con Maria Antonia, baronesa von Leykam, de la que tuvo un hijo, Richard Klemens; y en 1831 con la condesa Melanie Zichy, de la que tuvo tres hijos. El único de sus hijos que le sobrevivió fue Richard Klemens, que publicó sus papeles: "Aus Metternichs nachgelassenen Papieren" (8 vols., Vienna, 1880-84).
Los dos primeros volúmenes contiene la biografía de Metternich: en el tercero comienza la "Schriften-Sammlung" ordenados por años de la manera siguiente: vol. III, 1816-22; vol. IV, 1823-29; vol. V, 1830-35; vol. VI, 1835-43; vol. VII, 1844-48. Vol. VII contiene "Mein Rücktritt", pp. 617-32, "Mein politisches Testament", pp. 633-42, y "Ehren, Würden, und Auszeichnungen", pp. 643-58. Vol. VIII, 1848-59, contiene: "Aus dem Tagebuch der Fürstin Melanie" (pp. 3-141), las cartas de Metternich a su hija Leontine (1848-58) (pp. 142-282), cartas al Baron Koller en Londres, Conde Buol en Viena y otras (1849-58) (pp. 283-420), suplementos al diario de la Princesa Melanie, una colección de escritos de Metternichs (1848-53) (pp. 421-586), y el año de su muerte(1859) (pp. 589-627).
Bibliografía
Fürst Clemens von Metternich in Der Katholik, I (1870), 726-50; GUGLIA, Friedrich von Gentz (Vienna, 1901); VON RAVELSBERG, Metternich und seine Zeit, 1773-1859, II (Vienna and Leipzig, 1906-); WURZBACH, Biographisches Lexikon des Kaisertums Oesterreich, XVIII (1868), 23-62.
C. Wolfsgruber.
Transcrito por Douglas J. Potter. Dedicado al corazón inmaculado de la Santísima virgen María.
Traducido por Pedro Royo.