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Viernes, 26 de abril de 2024

Jules Mazarino

De Enciclopedia Católica

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Nació en Roma o en Piscina, en los Abruzzos, de una antigua familia siciliana, el 14 de julio de 1602; murió en Vicennes, el 9 de marzo de 1661. Su padre fue mayordomo de la familia Colonna en Roma. Uno de sus tíos, Giulio Mazarini (1544-1622), jesuita, disfrutó de una gran reputación como predicador en Italia, especialmente en Bolonia, y publicó numerosos volúmenes de oratoria sacra.

Su juventud estuvo plena de animación: acompañó a Madrid al futuro Cardenal Colonna; fue por turno capitán de las tropas pontificias y después diplomático pontificio en la Guerra de la Valtelina (1624) y en la Guerra de Sucesión de Mantua (1628-30). La tregua que negoció (26 de octubre de 1630) entre Francia, por una parte, y España y el Duque de Saboya, por otra, le granjeó el aprecio de Richelieu, quién quedó muy satisfecho de que permitiera que Pignerol cayera en manos francesas. Los españoles intentaron agraviarle ante el Papa Bonifacio VIII, pero le salvó la influencia del Cardenal Antonio Barberini y una carta de Richelieu. Llegó a ser canónigo de San Juan de Letrán, vicelegado en Aviñón (1632), y nuncio extraordinario en Francia (1634). Los españoles se quejaban que este último cargo, Mazarino lo desempeño de tal manera que su única labor fue para apoyar la política de Richelieu, y fue cesado como nuncio por Urbano VIII (17 de enero de 1636). Poco después de dejar el servicio papal, marchó a París, poniéndose a disposición de Richelieu, y se nacionalizó como súbdito francés en abril de 1639. A finales de 1640, Richelieu le encargó firmar un tratado secreto entre Francia y el Príncipe Tomás de Saboya, lo que dio lugar a que fuera nombrado cardenal el 16 de abril de 1641. Poco antes de la muerte de Richelieu, Mazarino, mediante una maniobra de una inteligente dirección, había sido capaz de llevar a cabo la recuperación de Sedán por tropas francesas, y Richelieu en su lecho de muerte (4 de diciembre de 1642) le recomendó al monarca. A la muerte de Luis XIII (14 de diciembre de 1642), Ana de Austria, dejando al Duque de Orleáns el vago título de teniente- general del reino, le dio el poder real a Mazarino, quien primero pretendió estar a punto de marcharse para Italia, y luego que su aceptación del cargo era solamente provisional hasta que la paz en Europa quedara restablecida.

Pero Mazarino, en realidad, al igual que Richelieu, estaba por mantenerse en el poder hasta su muerte, primero bajo la reina regente y luego bajo el rey, después que Luis XIV había alcanzado la mayoría de edad. Su muy humilde apariencia y forma de ser, sus suaves y bondadosas maneras, contribuyeron a su ascenso, y el afecto de la reina Ana hacia él fue la mejor garantía de su continuidad en el cargo. El carácter preciso de sus relaciones con Ana de Austria es uno de los enigmas de la historia. Algunas cartas de Ana de Austria a Mazarino, publicadas por Cousin, y las confesiones hechas por Ana a Mme de Brienne y recogidas en las Memorias de Loménie de Brienne, prueban que la reina regente estaba profundamente unida al cardenal. Más aún, “Mis sentimientos no tienen parte en esto”, le dijo a Mme de Brienne. Pocos historiadores dan crédito a la aseveración de Ana sobre este asunto, y algunos van tan lejos como para aceptar las revelaciones de la Princesa Palatina en sus cartas de 1717, 1718, y 1722, según las cuales Ana de Austria y Mazarino estuvieron casados. M. Loiseleur, que ha hecho un minucioso estudio de la cuestión, cree que Mazarino no estuvo nunca casado; es cierto que conservó hasta su muerte el título y símbolos de cardenal; probablemente fue cardenal-sacerdote a pesar de que nunca visitó Roma después de su elevación al cardenalato y parece que nunca llegó a recibir el capelo. Y en cualquier caso retuvo el título de Obispo de Metz desde 1653 hasta 1658. Mazarino continuó la política de Richelieu en contra de la Casa de Austria. Ayudado por las victorias de Condé y Turena, consiguió llevar a término la Guerra de los Treinta años mediante los tratados de Munster y Osnabrück (Tratado de Westfalia) que dieron Alsacia (sin Estrasburgo) a Francia; y en 1659 finalizó la guerra con España en la Paz de los Pirineos que entregó a Francia el Rosellón, la Cerdaña y parte de los Países Bajos. En dos ocasiones, en 1651 y en 1652, fue expulsado del país por la Fronda parlamentaria y por la Fronda nobiliaria, con los innumerables panfletos (mazarinadas) que publicaron contra él, pero al final la derrota de ambas Frondas supuso la victoria del absolutismo monárquico, y de este modo, Mazarino preparaba el camino a la omnipotencia de Luis XIV. Finalmente, en 1658, situó a Alemania, de alguna forma, bajo la protección del joven rey al constituir la Liga del Rin que estaba destinada a mantener a la Casa de Austria en jaque. De esta manera estableció los cimientos de la grandeza de Luis XIV. Su política exterior fue, al igual que había sido a menudo la de Richelieu, indiferente a los intereses del catolicismo: la Paz de Westfalia, dio sanción solemne a la existencia legal del Calvinismo en Alemania, y mientras el nuncio protestaba en vano, los príncipes Protestantes fueron recompensados por su política de oposición a Austria con los obispados y abadías secularizadas. Tampoco le importaba mucho si la institución monárquica se mantenía estable o en dificultades en una nación extranjera: fue aliado de Cromwell. Hacia los protestantes siguió una hábil política. En 1654 Cromwell entabló negociaciones con los calvinistas del Sur de Francia, quienes el año anterior habían tomado las armas en Ardeche para asegurarse ciertas libertades. Mazarino sabía como mantener a los calvinistas con buenas palabras, promesas, y demoras calculada: durante seis años creyeron estar en las vísperas del reconocimiento de sus privilegios, y al final no obtuvieron nada. El cardenal sabía bien como retener al servicio del rey a protestantes de valía como Turena y Gassion. Sus relaciones personales con la Santa Sede fueron difícilmente cordiales. No pudo impedir que un amigo de España, el cardenal Pamfili, fuera elegido papa (15 de septiembre de 1644) con el nombre de Inocencio X. Acogió en Francia, uno detrás de otro, a los cardenales Antonio y Francesco Barberini, sobrinos del papa anterior, y la Bula de 21 de febrero de 1646, detonada por Inocencio X contra los cardenales, que se habían ausentado sin autorización, fue declarada por el Parlamento de París “nula y abusiva” ( por el carácter de esta Bula, el propio Mazarino fue obligado a marchar a Roma). Mazarino obtuvo un decreto del Consejo Real, prohibiendo el envío de dinero a Roma para expedir bulas; hizo amagos de preparar una expedición contra Aviñón, e Inocencio X, cediendo a estas amenazas, terminó por restaurar sus propiedades y dignidades a los Barberini, protegidos de Mazarino. Continuando su política de amedrentar al papa, Mazarino envío dos escuadras a las costas napolitanas para apoderarse de los presidios españoles más cercanos a los territorios papales. Aparte de esto, carecía de una política italiana, propiamente hablando, y sus demostraciones sobre Italia no tenían otro objeto que obligar a los españoles a mantener sus tropas allí, y llevar al Papa a una actitud complaciente hacia Francia y hacia el propio Mazarino. La elevación de su hermano Michael Mazarino al cardenalato (octubre 1647) fue uno de sus triunfos diplomáticos. A pesar de no estar interesado en cuestiones teológicas, Mazarino aborrecía el Jansenismo por la intervención, rechazada, por otra parte, por Antoine Arnauld, que habían tenido algunos de ellos en la Fronda, y por su apoyo al Cardenal de Retz (q. v.). Una declaración del rey en julio de 1653 y una asamblea de obispos en mayo de 1655, presidida por Mazarino, dieron fuerza ejecutiva a los decretos de Inocencio X contra el Jansenismo. La orden condenando los “Provinciales” de Pascal a ser quemados, la orden de deposición de los discípulos, novicios y postulantes de los dos conventos de Port-Royal, la fórmula preparada por la Asamblea del Clero contra el “Augustinus” (1661), fórmula que todos los eclesiásticos tenían que firmar, deben ser vistos como episodios de la política antijansenista de Mazarino. En su lecho de muerte advertía al rey de “no tolerar la secta jansenista, ni siquiera su nombre”. Habiendo llegado a ser poco a poco “tan poderoso como Dios Padre al comienzo del mundo”, disfrutando de los beneficios de veintisiete abadías, siempre dispuesto a enriquecerse por cualquier medio, y poseyendo una fortuna equivalente a 40.000.000 dólares americanos actuales, Mazarino, al final de su vida, multiplicaba en París las exhibiciones de su riqueza. Organizó a su costa una lotería gratuita con premios por un importe de más de un millón de francos, coleccionaba en su propio palacio más objetos preciosos que los contenidos en el palacio real, no tenía inconveniente en presidir torneos, exhibiciones hípicas, y bailes, y costeó los primeros intentos del poeta cómico Molière. El joven Luis XIV sintió un profundo afecto hacia él, y aún más, se enamoró de las dos sobrinas del cardenal, Olimpia Manzini y María Manzini, una después de otra. Mazarino alejó a María para impedir al rey que concibiera la idea de casarse con ella. Pero si por razones de estado, rechazó convertirse en familiar del Rey de Francia, parece que hubo momentos en los que soñó con la tiara: el abate Choisy afirma que Mazarino murió “en la visión de ser hecho papa”. Al menos se encuentra en su testamento una reminiscencia de las viejas ideas políticas de la Europa Cristiana: dejó un fondo (600.00 libras) para continuar la guerra contra los turcos. El cardenal que a lo largo de su vida había prestado escasa atención a los intereses de la Cristiandad, parece que buscaba el perdón por acordarse de ellos en su lecho de muerte. La misma voluntad dirigía la fundación del Colegio de las Cuatro Naciones para la educación gratuita de sesenta niños de aquellas provincias que había incorporado a Francia. A este Colegio donó la biblioteca conocida hoy en día como la Biblioteca Mazarino. Las sobrinas de Mazarino contrajeron matrimonios principescos: Ana María Martinozzi, duquesa de Módena; Olimpia Manzini llegó a ser Condesa de Soissons; Hortensia Manzini, Marquesa de la Meilleraie y duquesa de Mazarino; María Manzini, Condesa de Colonna; María Ana Manzini, Duquesa de Bouillon. Todas estas mujeres, y especialmente las cuatro últimas, llevaron una vida especialmente turbulenta.

CHÉRUEL AND D'AVENEL, eds., lettres du Cardinal Mazarin pendant son ministère (9 vols., Paris, 1872-1906); RAVENEL., ed., Iettres de Mazarin à la reine, écrites durant sa retraite hors de France en 1651 et 1652 (Paris, 1836); COUSIN, ed., Carnets de Mazarin in Journal des Savants (1855); MOREAU, Bibliographie des Mazarinades (3 vols., Paris, 1849-51); IDEM, Choix de Mazarinades (2 vols., Paris, 1852-58); LABADIE, Nouveau supplément à la bibliographie des Mazarinades (Paris, 1904); CHÉRUEL Hist. de France pendant la minorité de Louis XIV (4 vols., Paris, 1879-80); IDEM Hist. de France sous le ministère de Mazarin (1651-1661) (3 vols., Paris, 1883); PERKINS, France under Mazarin (2 vols., New York, 1886); HASSALL., Mazarin, (London, 1903); BOUGEANT, Hist. des guerres et des négociations qui précédèrent le traité de Westphalie (Paris, 1727); IDEM, Hist. du traité de Westphalie (2 vols., Paris, 1744); COCHIN, Les Eglises calvinistes du Midi, le cardinal Mazarin et Cromwell, in Revue des Questions Historiques (July, 1904); RENÉE, Les nieces de Mazarin (Paris, 1856); CHANTELAUZE, Ies derniers jours de Mazarin in Correspondant (10 July, 10 August, 1881); COUSIN, Mme de Hautefort (5th ed., Paris, 1886), 393-404; LOISELEUR, Problèmes historiques (Paris, 1867); COLQUHOUN-GRANT, Queen and Cardinal (London, 1906). GEORGES GOYAU Transcrito por Kenneth M. Caldwell Dedicado a la memoria de Don McGonigle Traducido al español por Daniel Gutiérrez Carreras