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Sábado, 23 de noviembre de 2024

John Carroll

De Enciclopedia Católica

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Primer Obispo jerárquico de los Estados Unidos de América, primer Obispo y Arzobispo de Baltimore, nacido en al Alto Marlboro, Md, el 8 de enero de 1735; murió en Baltimore el 3 de diciembre de 1815. Su padre, Daniel, nacido en Irlanda, se estableció en el Alto Marlboro, donde se transformó en comerciante, y se casó con Eleonora Darnall, pariente de la esposa de Carlos Carroll de Carrollton. Ella era muy rica y había sido educada en Francia. Su primer hijo murió en la infancia; su segundo, Daniel, fue una prominente figura de la historia Revolucionaria. Juan, su tercer hijo, probablemente fue bautizado en la Capilla de Boone, hoy Rosaryville, Maryland. A los 12 años, concurrió a la escuela de gramática de los Jesuitas en Bohemia en Cecil Co., Maryland, donde era "asiduo en el estudio, pío y afa-ble". Luego de un año allí, viajó al exterior al Colegio San Omar en el Flandes francés, y durante seis años recibió una educación liberal con una "marcada capacidad de inteligencia, atención a los estudios, docilidad y amabilidad en sus maneras". Su padre murió en 1750, y en 1753 Juan Carroll se unió a la Sociedad de Jesús. En 1755 comenzó sus estudios de filo-sofía y teología en Lieja, y luego de cuatro años (1769) fue ordenado sacerdote a la edad de 34 años. Pasó los siguientes cuatro años en San Omar y en Lieja, enseñando filosofía y teología. Durante el invierno de 1772 - 3 el padre Carroll viajó a través de Europa como pre-ceptor, con el hijo de Lord Stourton. Desde su retorno a Inglaterra, fue durante un corto tiempo invitado y capellán de Lord Arundell en el Castillo de Wardour. Ese año, 1773, el Papa Clemente XIV estableció (21 de Julio) y publicó (16 de agosto) en Roma, la Bula de supresión y disolución de la Sociedad de Jesús. Estas noticias llegaron al padre Carroll el 5 de septiembre. Luego de escribir su renuncia a la Sociedad debió prever el curso de su vida futura. En la siguiente primavera retornó (26 de junio) a Maryland y se estableció en casa de su madre en Rock Creek, con quien, junto con algunos íntimos, lleno de fe se escribía mientras estaba en Europa. Como resultado de leyes discriminatorias contra los Católicos, no había Iglesia Católica pública en Maryland, por lo que el Padre Carroll comenzó la vida de un misionero en Maryland y Virginia. Construyó una diminuta capilla de madera en los dominios de su madre y allí los Domingos (y en su casa los días de semana) decía Misa mientras estaba residiendo allí. Durante los siguientes dos años dedicó el tiempo restante de sus devociones al estudio de la literatura antigua y de temas actuales para así poder incre-mentar sus conocimientos; no descuidó tampoco sus obligaciones sociales. A propósito de su sustento en esa época escribió:"Los católicos no contribuyen en nada al sostenimiento de la religión y de sus ministros; el total de su mantenimiento recae sobre los propios sacerdotes...el producto de sus tierras es suficiente para contestar a sus solicitudes".

En 1776, cuando la comisión compuesta por Benjamín Franklin, Samuel Chase y Carlos Carroll de Carrollton iba a ser enviada al Congreso Continental para buscar la neutralidad de Canadá durante la Guerra de la Independencia, "por una resolución especial (15 de febrero) se le solicitó a Carlos Carroll de Carrollton que se ocupara de que el Sr. Juan Carroll acompañara a dicha comisión a Canadá, para asistirlos en todos aquellos asuntos que consi-deraran útiles". Aceptó el honorable oficio, y pasó el resto del invierno en Canadá; sin embargo (Shea, Life and Times of the Most Rev. John Carroll, New York, 1888, 148-53), en-contró que era muy tarde para discutir la cuestión de la unión con las colonias revoluciona-rias, o aun su neutralidad, y retornó a Nueva York a fines de Mayo en compañía de Benja-mín Franklin. Su influencia en sus compatriotas aun en este período puede conjeturarse del hecho que, a través de las constituciones adoptados por los Trece Estados, solo cuatro suprimieron las viejas leyes penales y permitieron a los Católicos igualdad absoluta con los otros ciudadanos, y estos (Pennsylvania, Delaware, Virginia, y Maryland) se situaban muy próximos al Padre Carroll. Durante estos años eligió vivir con su madre, entonces de seten-ta años, y se rehusó aceptar una asignación por otra parte del Padre Lewis, anteriormente superior de los Jesuitas en Maryland, y actualmente Vicario General de la Vicaría Apostólica de Londres (o Distrito Oeste). El Padre Lewis, de todos modos, no se consideraba con derecho a sostenerse de los ingresos de las propiedades pertenecientes a los Jesuitas, aun-que debía trabajar muy duro, frecuentemente cabalgando veinticinco millas por los llamados de los enfermos. (Shea, op. Cit., 85-86); Campbell in U.S. Cath. Magazine, Baltimore, 1844, III, 364,365.) Cuando acabó la guerra Carroll y otros cinco sacerdotes se reunieron en Whitemarsh, Md, el 27 de Junio de 1783, para discutir las formas y medios para llevar a cabo su trabajo misionero y mantener su propiedad intacta. Tuvieron un segundo encuentro el 6 de Noviembre de 1783, y un tercero el 11 de octubre de 1784, en el mismo lugar, don-de formularon el borrador de las regulaciones que unían a todo el clero de Maryland. Desde entonces, cada sacerdote era mantenido y se le otorgaban treinta libras anuales, y cada sacerdote aceptaba dar diez misas por cada sacerdote que moría allí. Adoptaron lo siguiente:

“Es la opinión de la mayoría del capítulo que un superior ‘in spiritualibus’, con poder de dar la confirmación, otorgar facultades, dispensaciones, bendecir los óleos, etc, es adecuado para las presentes exigencias de la religión en esta región. Por lo tanto, se resuelve,” “1°, Que un obispo es al presente innecesario” “2°, Que si uno es enviado, se decide por mayoría del capítulo que no se le otorgará ningún sostén de los presentes bienes del clero” “3°, Que un comité de tres será asignado para preparar y dar una respuesta a Roma, conforme a las resoluciones arriba mencionadas”

En respuesta a la petición enviada por los clérigos de Maryland a Roma el 6 de Noviembre de 1783, solicitando permiso de los misioneros para nombrar un superior que tuviera las facultades de un obispo, siendo seleccionado el Padre Carroll, el 6 de Junio de 1784 fue confirmado por el papa, como Superior de las Misiones de los trece Estados Unidos de Norte América, con poder para otorgar la Confirmación. Se le solicitó enviara un informe del estado del Catolicismo en los Estados Unidos. Ese mismo año un ministro llamado Carlos Enrique Wharton, oriundo de Maryland, ex – Jesuita, y pariente distante del Padre Carroll, atacó a la Iglesia, y Carroll le respondió “En representación de la Iglesia Católica de los Estados Unidos de Norte América”. Su objetivo y espíritu puede ser apreciado de uno de sus párrafos en el cual Carroll dice: “La tolerancia general y por igual, permitiendo discutir libremente los argumentos, es el método más efectivo para atraer a todas las denominacio-nes de Cristianos a una unidad de fe.” El trabajo fue publicado en Annapolis en 1784, y es el primer trabajo Católico escrito por un Católico Americano y publicado en los Estados Unidos. El Padre Carroll era, todo el tiempo, sustraído por las circunstancias, deseando personalmente la rehabilitación de la Sociedad de Jesús y permaneciendo él mismo un Jesuita. Por la necesidad oficial de contar con un obispo, y que además fuera Americano, decidió aceptar la designación que el Papa le ofrecía, y de inmediato como Prefecto Apos-tólico envió (febrero de 1785), al Cardenal Antonelli, su aceptación de tal designación, pero urgiendo la necesidad de que Roma adoptara algún método para designar las autoridades eclesiásticas que no hiciera parecer que recibían dicha designación de un poder extranjero. Se agregó a su carta un informe del estado de los Católicos en Maryland, donde se determinaba que había 9000 hombres libres, 3000 niños y 3000 esclavos negros; que algunas de las más prominentes familias, a pesar de la muerte de sacerdotes (había solo diecinueve en esos momentos en Maryland) todavía eran Católicas en la fe, suficientemente religiosas, aunque inclinadas a bailar y a leer novelas. El Papa estuvo tan complacido con el informe del Padre Carroll que garantizó su petición “que los sacerdotes de Maryland estaban autorizados a sugerir dos o tres nombres de los cuales el Papa pudiera elegir sus obispos”. Mientras tanto, el Padre Carroll fijó su residencia en Baltimore (1786 – 7), donde aun los Protestantes esta-ban encantados con sus sermones dichos en la vieja Iglesia de San Pedro. Tomó parte activa en los asuntos municipales, especialmente en el establecimiento de escuelas, Católicas y no – Católicas, siendo presidente de la Escuela Femenina de la Caridad Humana, de la Ciudad de Baltimore, uno de los tres administradores del Colegio San Juan de Annapolis, fundador del Colegio Georgetown (1791), Director de la Biblioteca de la Compañía, pionero de la Sociedad Histórica de Maryland, y presidente del Consejo de Administración del Colegio Baltimore (1803). Presentó al Congreso la necesidad de una previsión constitucional para la protección y sostén de la libertad religiosa; debida a él, en parte, se debe la previsión del Artículo Sexto, Sección 3, de la Constitución, que declara que “ningún examen de religión se requerirá como calificación para ningún cargo oficial o público bajo los Estados Uni-dos”, y también la primera enmienda, aprobada ese mismo año por el primer Congreso, que “El Congreso no hará ninguna ley respecto al establecimiento de una religión, o prohibien-do el libre ejercicio de ellas” (para una visión más cuidadosa ver SHEA, op. cit. , 348)

Los problemas de la Iglesia, las administraciones en Nueva York, y el Nacionalismo en Filadelfia, decidieron en esa época a los sacerdotes de Maryland (Marzo de 1788) a peticionar a Roma la designación de un Obispo para los Estados Unidos. El Cardenal Antonelli respon-dió, autorizando a los sacerdotes de la misión a elegir la ciudad y, sólo por este caso, a de-signar el candidato para presentar al Papa. Veinticuatro de los veinticinco sacerdotes del encuentro votaron por el Padre Carroll. De acuerdo con ello, el 6 de Noviembre de 1789, el Papa Pío VI lo designó obispo. Su consagración tuvo lugar en la Capilla del Sr. Weld en el Castillo de Lulworth, Inglaterra, el 15 de Agosto de 1790, de manos del Reverendo Carlos Walmesley, Vicario Superior Apostólico de Inglaterra. El Obispo Carroll regreso triunfal-mente a Baltimore el 7 de Diciembre, donde predicó un sentido y apropiado sermón en la Iglesia de San Pedro. Problemas en Boston pronto requirieron su presencia allí, donde sacudió muchos prejuicios. En común con sus compatriotas, los Católicos de los Estados Unidos festejaron con alegría la elección de Jorge Washington como el primer presidente bajo la nueva Constitución. Antes de la inauguración, el Obispo Carroll, en representación del clero Católico, en unión con los representantes del laicado Católico (Carlos Carrollton, Daniel Carroll de Maryland, Domingo Lynch de Nueva York y Tomás FitzSimons de Pennsylvania) en una alocución de congratulaciones, admirable por los sentimientos de patriotismo exaltado [“Alocución de los Católicos Romanos de América a Jorge Washington, Esq., Presidente de los Estados Unidos”, Londres, 1790, fol., reimpreso en New York, 1865, facsímil y notas; ver Shea, op. cit. 349 – 50, e ibid., la memorable y cordial réplica de Washington (12 de Marzo de 1790) “A la Iglesia Católica Romana de los Estados Unidos”, en la que él decía: “Presumo que sus compatriotas no olvidarán la parte patriótica en la que ustedes tomaron parte en el éxito de su Revolución, en el establecimiento de su Gobierno, o de la importante asistencia que ellos recibieron de una nación en la que la fe Católica Ro-mana es profesada”. “El original de la respuesta se conserva en los Archivos del Arzobis-pado de Baltimore]. No estaría fuera de lugar señalar aquí las nobles palabras que el mismo Obispo Carroll, dirigió (en Junio de 1789) a un calumniador de los Católicos:”Su sangre se derramó tan libremente (en proporción a su número) para cimentar la fabricación de la in-dependencia como la de cualquier otro de sus compatriotas. Concurrieron quizás con mayor unanimidad que cualquier otro cuerpo de hombres en recomendar y promover este gobierno de cuya influencia América anticipa todas las bendiciones de justicia, paz, plenitud, buen orden y libertad civil y religiosa” (Blent, 97, ver arriba; Shea, op. cit., 153)

El 7 de Noviembre de 1791, sostuvo el Primer Sínodo de Baltimore, al que concurrieron veintidós sacerdotes de cinco nacionalidades. Para entrenar sacerdotes para su diócesis de tres millones de millas cuadradas, el Obispo Carroll solicitó a los Padres de la Compañía de San Sulpicio venir a Baltimore, donde llegaron en 1791 y comenzaron el núcleo del Cole-gio de Santa María y el Seminario. El Obispo Carroll firmó su primera carta pastoral en 28 de Marzo de 1792; muy práctica, aunque tierna, solicitando el sostenimiento del clero mediante la recolección de ofrendas. Por primera vez, en 1793, el Obispo Carroll confirió el Orden Sagrado, recibiéndolo el Reverendo Esteban Badin, el primer sacerdote ordenado dentro de los límites de los originales trece Estados Unidos. En 1795, ordenó sacerdote al príncipe Demetrio Gallitzin quien agregaría 6000 conversos a sus huestes. En 1795 ordenó al sacerdocio al Príncipe Demetrio Gallitzin quien habría de agregar 6000 conversos a su grey. En 1798, el Obispo Carroll ganó una interesante e importante pleito, el famoso Caso Fromm (Shea, op. cit., 448 – 5), en el cual el juez Addison, Presidente de la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito de Pennsylvania, decidió que “El Obispo de Baltimore tiene la única autoridad episcopal sobre la Iglesia Católica de los Estados Unidos. Cada congrega-ción Católica dentro de los Estados Unidos está sujeta a su inspección; sin su autoridad ningún sacerdote Católico puede ejercer ninguna función pastoral sobre alguna congrega-ción dentro de los Estados Unidos.” Shea (op., cit., 486 – 7) dice que en 1798, intercedió con Washington respecto a las misiones entre los indígenas, y en un momento, el presidente recomendó al Congreso una política de civilizar y Cristianizar a los indios, resultado de la cual fue la aceptación de los servicios de un sacerdote Católico, a quien se le otorgó un pe-queño salario anual. Tras la muerte de Washington, el Obispo Carroll “extendió una circular entre sus clérigos (29 de diciembre de 1799) respecto a la celebración del 22 de Febrero como un día de duelo, dando directivas para dicha acción como sería en conformidad con el espíritu de la Iglesia, mientras atestiguaba al país la pena y el pesar experimentados por los Católicos ante la gran pérdida nacional” (Shea, op., cit., 495). Habiendo sido invitado por una unánime resolución del Congreso, en común con el clero de todas las denominaciones y congregaciones de Cristianos a través de los Estados Unidos, predicó un panegírico del Presidente en la Iglesia de San Pedro en Baltimore, el 22 de Febrero de 1800, que fue des-crito por todos los que lo escucharon, o lo leyeron impreso (Baltimore 1800), dice Shea, (op., cit., 495), como una de las piezas maestras pronunciadas ese día. Las órdenes Episco-pales fueron conferidas por primera vez en los Estados Unidos por el Obispo Carroll sobre el Obispo Neale, su coadjutor, con derecho a sucesión en la Sede de Baltimore. La mente del Obispo Carroll estaba ahora ocupada en los planes de construcción de su catedral, y el 7 de julio de 1806, colocó la piedra fundamental en un terreno comprado en $20.000, y la séptima designación del arquitecto, B. H. Latrobe, fue aceptada.

En 1808, el Obispo Carroll fue designado Arzobispo, con sedes sufragantes en Nueva York, Filadelfia, Boston y Bardstown. En una reunión efectuada en Baltimore en 1810, el Arzobispo Carroll, con el Obispo Neale y otros tres de sus sufragantes, estableció algunas im-portantes regulaciones por el bienestar y dirección de sus clérigos y pueblo (Ver Baltimore, Conecejos Provinciales de). Debido a su enfermedad el Arzobispo Carroll debió declinar el honor proferido de colocar la piedra fundamental del monumento a Washington en Baltimore, en otoño de 1815. Su fin se estaba ahora aproximando. A un ministro Protestante que dijo al moribundo prelado que sus esperanzas no estaban dirigidas a otro mundo, el Arzobispo Carroll replicó: “Señor, mis esperanzas han estado siempre fijas en la Cruz de Cristo”. Poco después dijo: “Entre las cosa que me dan más consuelo en esta momento, una es que siempre he estado unido a la práctica de la Devoción en la Santísima Virgen María, que establecí esta devoción entre la gente bajo mi cuidado, y coloqué a mi diócesis bajo su protección.”

El 22 de Noviembre recibió los últimos sacramentos, luego de lo cual pronunció un sentido discurso a los sacerdotes presentes. “Toda la población de Baltimore”, decía una carta de uno de sus parientes, estaba “constantemente llamando para preguntar por él, y urgiendo permiso para verlo”. La misa funeraria fue ofrecida en San Pedro, pro – Catedral y el cuerpo temporalmente ubicado en la Capilla de Santa María en el Seminario, hasta 1824, cuan-do la cripta de la catedral estuvo lista para depositar allí sus restos. “El Arzobispo Carroll, aunque de baja estatura, tenía una apariencia digna y dominante”, escribió el Rev. Dr. C. I. White. “La configuración de su cabeza, toda su presencia hablaba de su ser metropolitano... Les escribía con la misma soltura y en forma concisa al igual que ellos. Se mezclaba fre-cuentemente en la sociedad alegre, saboreando las festividades de una vida refinada, y el intercambio familiar tanto de clérigos como de laicos denominados Protestantes. Estaba completamente libre de engaños, siempre sincero, generoso y apacible; reprobaba todo tipo de intolerancia.... Se alineaba y votaba al partido Federal. Amaba al espíritu republicano. Sus formas era suaves, impresionantes y urbanas”

Un diario de Baltimore del día del entierro: “Nunca fuimos testigos de una procesión fune-raria donde tantas eminencias respetables se paraban entre nosotros siguiendo la caravana mortuoria. Las diferencias de rangos, bienestar y opiniones religiosas fueron dejadas de lado en un gran testimonio de respeto a la memoria del hombre” Otro periódico de Baltimore dijo:”En él la religión asumió su forma más atractiva y amable, y su carácter conciliaba sobre el cuerpo que él presidía, con respeto y consideración del liberal, los ilustrados de todos los rangos y denominaciones; ya que ellos veían una concordancia entre su vida y las doctrinas benignas de la religión que él profesaba. En las controversias él era templado aunque fuerte, considerado aunque sin comprometer. Brent dijo que tenía “un juicio justo, real piedad y talentos preeminentes”. “Sus sermones desde el púlpito, y las cartas pastorales del Arzobispo Carroll eran igualmente distinguidas por su unción y gusto clásicos. Su voz era naturalmente afable, y los esfuerzos que hacía para ser claramente escuchado desde el púlpito hacían su alocución menos agradable que en otras situaciones donde no requería esforzar sus pulmones. Su poder coloquial y sus reser-vas eran grandes y ricos, y sus sentimientos delicados y benignos siempre lo inclinaban a aplicarlos con ventaja. Había un encanto y elegancia irresistibles en él, aun en sus conversaciones”

Los archivos de la Catedral de Baltimore contienen el expediente que designa al Padre Ca-rroll Superior de las Misiones de los Estados Unidos, y designando la Sede de Baltimore y nombrando al Obispo Carroll, copias de los expedientes que elevan a Baltimore a la sede Arquiepiscopal y confiriendo el pallium al Obispo Carroll, así como muchas de sus cartas privadas y oficiales, etc. BRENT, "Biographical Sketchof the Most Rev. John Carroll" (Baltimore, 1843); CAMPBELL, "Memoirs of the Life and Times of the Most Rev. John Carroll" in "United States Catholic Magazine" (1844-5); IDEM, Desultory Sketches of the Catholic church in Maryland" in "Religious Cabinet" (1842); WHITE, Appendix to DARRAS, "History of the Catholic Church"; SHEA, "Life and Times of the Most Rev. John Carroll" (New York, 1888).

LOUIS O'DONOVAN Trascripto por John Looby Dedicado al Rev. George Loskarn quien viajó la misma ruta que Juan y Carlos Carroll, y Carlos Chase a Canadá. Traducido por Angel Nadales