Imperativo Categórico
De Enciclopedia Católica
Término originado en la ética de Kant. Expresa que la ley moral promulgada por la razón como última instancia demanda obediencia por el mero respeto a la razón. Kant parte en su ética del concepto de buena voluntad:" Nada puede ser concebido en el mundo o fuera de él que pueda llamarse bueno sin calificación, excepto una buena voluntad. Pero solamente es buena aquella voluntad que actúa no sólo en conformidad con el deber sino desde el deber. Además, esta voluntad actúa desde el deber cuando está meramente determinada por respeto de la ley, independientemente de la inclinación, y sin tener en cuenta que las consecuencias de la acción prescrita sean agradables. Por consiguiente, el primer principio de moralidad es : " Que la ley sea el único fundamento y motivo de tu voluntad". Kant aún halla que la ley es capaz de inspirar respeto por razón de su universalidad y necesidad y consecuentemente establece la siguiente fórmula general de la ley moral:" Actúa de manera que el máximo ( motivo determinante de la voluntad) pueda llegar a ser una ley universal para todos los seres racionales". Necesidad y universalidad, declara, no se pueden derivar de la experiencia cuyo sujeto es siempre particular y contingente, sino sólo de la mente, de las formas cognitivas innatas en ella. De ahí que la ley moral se origina en la razón pura y es enunciada por un juicio sintético a priori - a priori porque tiene su razón no en la experiencia sino en la mente misma; sintética porque se forma no por el análisis de un concepto sino por una extensión del mismo. La Razón al dictar la ley moral determina las acciones del hombre. Pero puede hacerlo de dos maneras: o controla la conducta de forma infalible, de manera que se responda a sus dictados sin conflicto ni fricción - y en este caso no hay obligación necesaria o concebible, porque la voluntad está constituida en si misma de modo que está en armonía con el orden racional - o se le resiste y es desobedecida u obedecida sólo a disgusto debido a los impulsos contrarios provenientes de la sensibilidad. En este caso, la determinación por la ley de la razón tiene la naturaleza de una orden o imperativo, no de un imperativo hipotético que impone las acciones solamente como medio para un fin e implica meramente una necesidad condicional, sino un imperativo categórico, que impone las acciones por si mismas y por ello implica una necesidad absoluta. Mientras para Dios, cuya voluntad es perfectamente santa, la ley moral no puede ser obligatoria, para el hombre, sometido a impulsos sensuales, es una orden imperativa. Entonces, el imperativo categórico es la ley moral promulgada por la razón práctica, obligatoria para el hombre, cuya sensiblibidad está en discordancia con el orden racional y que demanda obediencia por respeto a su universalidad y necesidad.
Kant trata de probar la existencia de un imperativo categórico a priori partiendo de la idea de la voluntad de un ser racional. La voluntad es concebida como una facultad determinándose a sí misma a la accion de acuerdo con ciertas leyes. Ahora bien, es sólo un fin que sirve como objetivo principal para la autodeterminación de la voluntad y sólo un fin en si mismo que sirve como principio universal para todos los seres racionales. Pero el hombre, en verdad todo ser racional, es un fin en si mismo, una persona, y debe en todas sus acciones, ya se refieran a si mismo o a los otros, ser respetado como tal. Y así surge un pricipio práctico supremo, objetivo y universal, derivado no de la experiencia , sino de la naturaleza humana misma; un principio del que todas las leyes de la voluntad pueden derivarse, como de la más elevada fundamentación práctica. Este, pues, es el imperativo categórico que ha de enunciarse en los términos siguientes: Actúa de manera que uses a la humanidad, ya en tu propia persona o en las otras, siempre como un fin y nunca como un medio.
De donde Kant infiere en primer lugar que la voluntad de todo ser racional al exigir respeto para la humanidad como un fin en si misma, establece una ley universal y es por sonsiguiente una ley en si misma, autónoma y no sometida a legislador exterior y en segundo lugar que la moralidad consiste en la obediencia a la ley de nuestra propia razón y que la inmoralidad, por el contrario, en la heteronomía, es decir, en la obediencia a cualquier autoridad, aunque sea divina, distinta de nuestra razón, o en una acción por cualquier motivo distinto del respeto a nuestra razón como ley.
Se dice que los méritos del imperativo categórico de Kant consisten en lo siguiente: establece firmemente el reino de la razón: eleva la dignidad del hombre al someter en él la sensibilidad a la razón y al hacer a la naturaleza racional libre, suprema e independiente ; supera el egoismo al prohibir actos de interés propios y apoya la moralidad en la más alta autoridad. Pero el filósofo teista y el teólogo cristiano deben tener otra visión. El hombre no es un fin en si mismo sino esencialmente subordinado a Dios, su último fin y bien supremo; y no es autónomo sino necesariamente sujeto a Dios como su supremo señor y legislador. El hombre, concebido como una ley en si mismo y un fin en si mismo está emancipado de Dios como su dueño, y separado de El como su supremo bien; más aún, concebido como autónomo e independiente de toda autoridad superior, se deifica. Esto no es construir una moral verdadera y elevada, sino que es su completa destrucción, porque el fundamento de toda moral es Dios como fin último, bien supremo y legislador máximo. Kand desconoce totalmente la naturaleza tanto del intelecto como de la voluntad. La razón humana no promulga la ley moral sino que solamente la da a conocer y la proclama como obra de un poder superior al hombre y no deriva la fuerza obligatoria de la ley de la voz que la proclama sino sino de la majestad superior que la hace íntima en nosotros a través de nuestra conciencia.
Pero ni la universalidad ni la necesidad de la ley determinan a la voluntad. Lo que realmente atrae a la voluntad y la mueve como un motivo de acción es la bondad del objeto presentado al entendimiento; porque el apetito racional está por su naturaleza inclinado al bien. De aquí que el deseo de felicidad perfecta resulta necesariamente de la naturaleza racional y que el bien supremo, aprehendido claramente por la mente, no puede sino ser deseado y abrazado por la voluntad. De aquí, también, que una ley no se presente como obligatoria a no ser que se sepa que su observancia está necesariamente conectada con la consecución del bien supremo. Por consiguiente es erróneo denunciar la persecución de la felicidad como inmoral o repugnante a la naturaleza humana. Por el contrario, el resultado sería la parálisis de la energía humana y la deseperación total obligando al hombre a actuar solamente por motivo de la dura necesidad inherente a la ley o prohibiendole siempre tener su propio bien a la vista o esperar la bienaventuranza.
Más aún, la teoría del imperativo categórico es inconsistente. De acuerdo con ella, la voluntad humana es la autoridad legisladora más alta y sin embargo sujeta a los preceptos que se le imponen; es absolutamente obligatorio lo que es objetivamente correcto y al mismo tiempo está poco dispuesta a observar el orden correcto. El imperativo categórico y también la autonomía de la razón y la libertad de la voluntad pertenecen al mundo inteligible y por ello es, de acuerdo con la "Crítica de la Razón Pura", absolutamente incognoscible y las leyes de obediencia absuluta contradicen a las de la absoluta autoridad. Tal contradiccion entre la "Critica de la Razón Pura" de Kant y su "Etica", entre la razón teórica y la razón práctica, introduce en la moral una necesidad que parece más bien fatalismo. Kant expone su "imperativo categórico" en "Principios Fundamentales de la Metafísica y la Moral" (1785) y en su "Crítica de la Razón Práctica" (1788).
JOHN J. MING.
Transcrito por Rick McCarty.
Traducido por Pedro Royo.