Imágenes de la Presentacion de la Virgen, y de su Desposorio
De Enciclopedia Católica
Aunque parece que en toda la Escritura se observa un alto silencio en lo referente a las cosas de la Santísima Virgen, á su educación, hechos, y obras santísimas; sin embargo, han dicho tanto, posteriormente, los Padres, y Doctores de la Iglesia sobre este punto, que es justo creer que lo supieran, o por haber leído los códigos de los escritores antiguos, que perecieron después por el daño de los tiempos; o que pasando como de mano en mano, lo aprendieran por la tradición: particularmente desde el tiempo de S. Epifanio, Obispo de Chipre, que floreció en el siglo IV. de la Iglesia, y murió á principios del V. Lo que en tanto es verdad, que considerados, y examinados con rigor estos, y otros testimonios tocantes á esta materia, con razón la Iglesia Romana, maestra siempre de la verdad, restauró de nuevo, y restableció la festividad de la Presentación de la Virgen en el Templo, la que, como cosa menos cierta, y averiguada, ó á lo menos algo nueva, había quitado ella misma del catálogo de las Fiestas, y solemnidades, que solía celebrar. Sobre lo cual (para que no quede defraudado del justo elogio) dicen, que fue el agente, y promotor de dicha Fiesta, Francisco Turriano, varón de mucho nombre. Este, como lo prueba por extenso otro Escritor de la misma Religión igualmente pío, y docto, fue el primero, que emprendió una obra tan digna de alabanza. Pero óiganse las mismas palabras, aunque algo largas, de este sabio Escritor, por contenerse en ellas una noticia no vulgar, y que la ignoran muchos, que cada día están manejando libros. Dice pues: Finalmente, como hubiese llegado (Turriano) á la última vejez, escribiendo en Roma, murió santamente el mismo día de la Presensación de la Bienaventurada Virgen: y no sin algunas muestras de benevolencia de la misma Señora para con Francisco Turriano. Pues, como el Romano Pontífice Pio V. hubiese quitado del Breviario, como menos antigua, la Fiesta de la Presensación, sacó nuestro Turriano de su tesoro recóndito de Antigüedades, Autores antiquísimos Griegos, y Latinos, probando con sus testimonios, que Padres antiguos, y santísimos habían conocido, y celebrado mucho tiempo había, la Fiesta de la Presensación. Y así logró con su exquisita erudición, industria, y diligencia, y por la gran devoción, que tenia á la Virgen, que se restaurase de nuevo, y se restituyese á la Iglesia Católica esta solemnidad, que se había extinguido: cuya piedad fue del agrado de la Santísima Virgen, y (como es de creer) consiguió por su intercesión pasar á mejor vida el mismo día de la Presensación (que había defendido con tanto esfuerzo) el año del Señor M.D.LXXXIV. Todo lo compendió, como acostumbra, el esclarecido Autor de la “Bibliotheca Española” , el cual hablando de Turriano, dice: Murió en Roma en 1584, el mismo día de la Presentación de la Virgen, cuya antigüedad como hubiese defendido, consiguió, que se restituyese á los fastos de la Iglesia, de donde se había quitado En la descripción de este hecho, pintan regularmente los Pintores á la Virgen de muy tierna edad, y con razón, pues según la común, y recibida opinión, no tenia entonces mas de tres años: de manera que se apartó mucho de la verdad un Pintor, el cual (según refiere otro, á quien hemos citado muchas veces) describiendo este mismo hecho, la representó como de edad de diez, y seis años. Píntanla también adornada con un rico vestido, lo que no me parece mal, por ser creíble, que sus santos, y piadosos padres, como á niña muy tierna, la adornarían con mucha decencia, y que así la ofrecieran al Señor, para que en el Templo, en lugar proporcionado, separado de los hombres, y destinado á este fin, se dedicara con las demás vírgenes al ayuno, á la oración, y á leer también el Hebreo, pasando así una vida inocentísima, conforme convenía á la que ya estaba destinada de Dios para la excelsa dignidad de Madre suya. Compendiólo todo elegantemente S. Damasceno con aquellas palabras, que en esta solemnidad canta la Iglesia1: Es llevada (dice) al Templo, y plantada después en la casa de Dios, y alimentada por el espíritu, á la manera de olivo fructuoso, queda hecho domicilio de todas las virtudes: como que había abstraído su mente de toda la concupiscencia de esta vida, y de la carne, y que había conservado virgen su alma junto con el cuerpo, como convenía á la que había de recibir en su seno al mismo Dios. Aquí fue, sin duda, donde creciendo poco á poco en edad, creció también su santidad junto con la Inmaculada Señora; de suerte que un antiguo, y elegante Panegirista de sus virtudes, dice tales cosas, que no puedo dejar de trasladarlas aquí, el cual después de haber dicho algunas cosas en general, tejiendo el panegírico de María, añade: ¿Que diré yo de su parca comida, y de su grande inclinación á hacer bien? Esta fue más que natural, y sin alteración en todos tiempos, y aquella tan escasa, que apenas daba á la naturaleza lo que exigía, y era como un continuado ayuno cada día. Y si alguna vez le instaba la gana de comer, su comida regular era precisamente para vivir: no para servirle de regalo alguno. Nunca apeteció el sueño, sino cuando le fue necesario; y sin embargo, cuando descansaba el cuerpo, velaba el ánimo, que suele muchas veces en sueños recorrer lo que ha leído antes, ó atar, y trabar las cosas que interrumpió el mismo sueño, ó ejecutar lo que estaba ya preparado, ó anunciar lo que se debe hacer. Hasta aquí S. Ambrosio. Pero volvamos al camino, de donde (aunque con mucho gusto) nos habían apartado algún tanto las alabanzas de la Virgen. Representan después los pintores á la muy tierna niña subiendo por sí sola, y sin ayuda de nadie las gradas, ó escalones; con tal alegría de ánimo, que á los que asistían, y particularmente á sus padres, les llenaba de gozo, y admiración. Hacen en esto igualmente bien: pues de quince gradas, como afirma Josepho, constaba la escalera por donde se subía; pero no al altar, como con demasiada inadvertencia, y llevado (segun á mí me parece) de su propia imaginación, escribió el Pintor muchas veces citado Pues, ni á la purísima Virgen la llevaron sus padres al altar del Templo, que era muy distinto de los nuestros; ni tampoco era costumbre entre los Hebreos, que los que se destinaban al Templo, y mucho menos las mujeres, se ofrecieran en el altar, sino en aquel lugar, y habitación, donde la Virgen Santísima había de vivir con las demás vírgenes. Porque, el que hubiese en el Templo un tal lugar dividido oportunamente con sus casillas, y habitaciones, para que las vírgenes, y otras mujeres dedicadas al culto divino, pudieran habitar cómodamente, lo dice el mismo Josepho, á quien mas expresamente, que otros, sigue S. Ambrosio: y que en aquellos tiempos antiguos, aun durante el Templo de Salomon, hubo semejantes habitacioncillas, se colige bastante de la misma Escritura, donde leemos, que Josabá, hija del Rey Jorám, hermana de Ochosías, robó á Joás hijo de Ochosías de en medio de los hijos del Rey: y añade: Y estuvo con ella escondido seis años en la casa del Señor. Y que esto mismo se observase en el Templo, que se edificó después, lo da a entender lo que se refiere en los libros de los Macabeos, donde hablando el Historiador de cierta calamidad, que amenazaba al Pueblo, dice: Las vírgenes también, que estaban encerradas, salían al encuentro a Onías. Lo que con bastante comodidad parece poderse entender de las vírgenes encerradas en el Templo, y dedicadas al servicio divino. Y aun antes del mismo Templo de Salomón, se hace mas clara, y expresa mención de esto, cuando se habla de las mujeres, que dormían en la entrada del Tabernáculo. Pero el que quiera instruirse mas sobre este particular, vea al P. Pedro Canisio, escritor pío, y erudito1093, el cual ha juntado muchas cosas sobre cuanto pertenece á la Sagrada Virgen. Pasemos ya á lo que falta que notar sobre esta materia. Nuestros Pintores, en las Imágenes de la Presentación de la Virgen, pintan en la cumbre de la escalera á un Sacerdote, que con los brazos abiertos está recibiendo á la dichosa Infanta, y nos representan, no á un Sacerdote como quiera, de los muchos, que servían en el Templo, sino al Sacerdote Sumo, como se echa de ver por sus insignias, á saber, por llevar puesta la tiara, y además, el superhumeral, y racional, y por otras semejantes. Suelen los Pintores tropezar en esto con frecuencia; lo que proviene de la ignorancia de los cargos, y dignidad, que tenia el Sumo Pontífice en el Pueblo de los Hebreos, la que fue en tanto grado, que rara vez le veía el Pueblo, el cual le tributaba un gran respeto, ya desde que entraba en el atrio del Templo: cuya explicación no es de mi asunto. Baste por ahora haber referido lo dicho, para que se haga más clara, y manifiesta la ignorancia de muchos Pintores. Con efecto, no pocos autores afirman, y enseñan (bien que esta es una cosa muy obscura) que el Sacerdote, que recibió á la Virgen, cuando esta se ofreció en el Templo, no fue otro sino Zacarías. Pero, que este no fué Sacerdote Sumo, se colige del mismo Evangelio, como lo diremos más largamente en su lugar. De aquí se convence mucho mas, no deber pintarse Zacarías con aquellas vestiduras, y adornos propios solamente del Pontífice Sumo, sino con otros menos primorosos, de que se servían los Sacerdotes inferiores. Y si alguno, particularmente de los Pintores, pensase, que estas, y otras cosas me las finjo yo arbitrariamente, gracias á Dios, que esto mismo lo notó un pintor, á quien podrá ver cualquiera en el lugar, que va citado abajo. Y aunque hemos dicho arriba, cómo, y cuáles eran las vestiduras de los Sacerdotes inferiores, me ha parecido bien poner aquí la descripción, que de ellas hace el referido Autor. Estas son sus palabras: Viniendo al traje, que usaban los Sacerdotes comunes, cuatro eran las cosas particulares que traían; y dejando la una, que eran los calzones, que llamaban femoralia (porque los cubria el Alba). La primera de las tres era esta, que se llamaba túnica Linea, sobre que venia la pretina, ó ceñidor, que se llamaba Balteu, ó Zona; la tercera era la Mitra llamada Cidaris: como lo dijo Dios á Moysés . Esta tunica era muy estrecha, y larga, blanca, y llana, de lienzo doblado, y las mangas justas de lo mismo. La cinta, ó pretina era de cuatro dedos de ancho, de lino, entretejida de varias flores, y sembrada de piedras preciosas, y después de dar dos vueltas á la cintura, llegaba al suelo. La Mitra, ó Tiara era á modo de un morrión, ó medio globo (acaso hubiera dicho mejor; á la manera de lo que es muy usado en las naciones del Oriente, que nosotros llamamos Turbante) de lino muy delgado, que cubría la parte superior; cercábala una venda de otra tela de lienzo, que daba algunas vueltas á la cabeza, y cubría las costuras de la primera. Hasta aquí el mencionado Pintor, en que no se diferencia de los que han examinado mas exactamente esta materia: de todo lo cual se echa de ver, de qué manera debe pintarse el Sacerdote inferior, cuando se representa en lo interior del Templo. Baste lo dicho por lo perteneciente á las Pinturas de la Presentacion de la Virgen. 5 Mas, por lo que mira al Desposorio de dicha Señora, seria tal vez mas reducida esta Pintura, si solo se buscára lo que es cierto, y fuera de duda. Pues lo cierto, y de Fé es, que la Virgen Santísima se desposó con José, de la casa, y familia de David. En estos términos se explican los Evangelios: Como estuviese desposada su Madre (de Jesús) María con José. A la Virgen desposada con un varón, que se llamaba José, de la casa de David, y el nombre de la Virgen era María1097. Y despues: Subió tambien José desde Galilea de la Ciudad de Nazaret á Judea á la Ciudad de David, que se llama Belén, por ser de la casa, y familia de David, para empadronarse con María, que era la muger con quien estaba desposado. Y aunque han callado los Evangelistas las ceremonias, y ritos con que se celebró un tal Desposorio, lo enseñaron después bastante clara, y copiosamente no pocos de los Santos Padres, y Doctores, á quienes siguiendo, como acostumbra, el Doctor Eximio, hace esta compendiosa descripcion: Añaden los Padres haber sido costumbre de aquel Pueblo, el que estas vírgenes, que permanecían en el Templo, luego que habían cumplido la edad correspondiente, las remitiesen los Sacerdotes á casa de sus padres, para colocarlas en el estado del matrimonio; y que los padres de la Bienaventurada Virgen habían muerto al cabo de once años, que la Virgen había vivido en el Templo. En cuya atención, tomaron parecer los Sacerdotes sobre lo que harían de aquel cuerpo sagrado, porque ni era conveniente, ni estaba en uso, que una mujer ya crecida se quedase en el Templo; y por otra parte, temían dar a algún varón, derecho, y potestad sobre dicho cuerpo. Pero que movidos por un instinto, é inspiración divina, determinaron entregarla en desposorio á un varón, que fuese á propósito para guardar su virginidad, y por tal se tuvo á Joseph, que era de la misma familia, y Tribu. Así parece discurre San Gregorio Niceno, Homil. de Christ. Nativit. S. Damasceno lib. 4. de Fide cap. 15. Niceph. ex Evod. lib. I. cap. 7. y lib. 2. cap. 3. Andr. Cretens. Orat. de Dormit. Virg. y Simeon Metaphrast. Orat. de Ortu Virg. Nombran también á Orígenes tract. 26. in Matth. y á Theophylacto Matth. 23. y á otros. Hasta aquí el citado Doctor, donde, conforme á la gravedad, y doctrina de un varón tan grande, nada se halla, sino lo que es más conocido, y mas probable. Pero otros añaden á esta narración muchas otras cosas, de que se valen los Pintores para adornar de mil maneras este Misterio: las que según parece, se han tomado como de la fuente (á lo menos en gran parte) de cierto tratado, que antes estaba entre las obras de S. Gerónimo, ó de una Epístola, en que respondía el Santo á otra, que decían haberle escrito Heliodoro, y Cromacio; ya fuese que algunos Doctores Griegos, bien que no de los mas graves, ni antiguos, sino mucho mas modernos, hubiesen tomado esto del Autor supositicio de esta Epístola; ó ya (lo que tengo por mas verdadero), que de estos lo tomase el desconocido, é ignorante Autor de dicha Epístola. Por lo que, muchos tiempos ha, la han quitado de las obras del Santo hombres doctísimos; de suerte que ya no se halla en la edición de las obras de S. Jerónimo, que salió á luz expurgada por Mariano Victorio Obispo de Reati, y mucho menos en la que dieron al público los doctos, y eruditos PP. Benedictinos de la Congregación de S. Mauro el año de M.DC.XCIII. Siendo, digo, todo esto así, creo me concederá el Lector pio, y erudito, el referir sinceramente qual es el juicio, que ya mucho antes habían formado del tal tratado, ó Epístola, hombres excelentes en doctrina, y piedad. El Escritor, pues, de estas materias, á quien nunca pierdo de vista, llegando á este punto, dice: Lo tomaron los Pintores del Tratado de la Natividad de la Virgen, que anda entre las obras de S. Jerónimo, del cual tomaron también otras cosas. Pero, como sepan los doctos, que este Tratado es fabuloso, é indigno de S. Jerónimo, según lo notaron algunos Escritores eruditísimos, y la misma obra lo dice, &c. Esto afirma el mencionado Autor; y para que no parezca, que lo dice voluntariamente, y sin fundamento, léanse los Autores, que cito abajo, los cuales en ninguna manera pueden tenerse por sospechosos. Pero no por esto pienso, que debamos apartarnos del sentido común, y vulgar: y juzgo con el Pintor tantas veces citado, que este hecho puede representarse muy bien, pintando delante de un Sacerdote á la Santísima Virgen en la edad de su niñez, y adornada con mucha modestia (no profanamente, como lo hizo, según afirma el mismo, otro Pintor, por otra parte de una profesión muy sagrada), y al Santo, y castísimo S. José ya de edad varonil, y teniendo además un ramo muy florido, dándose mutuamente sus castísimas manos. Pues de este modo, se expresa bien, y oportunamente el Misterio: ó ya se refiera al hecho, que pretenden los pintores, ó ya á la santidad de vida, pureza, y virginidad también del Santísimo Esposo: por ser verosímil (como lo notó el citado Molano, Escritor de quien me he valido principalmente en esta materia), que á fin de que del desposorio virginal naciese virgen el Hijo de la Inmaculada Virgen, fue también siempre virgen S. Joseph: de lo que tal vez volveremos á hablar después. Pero no se ha de omitir aquí, que habiéndose celebrado dicho Desposorio, es enteramente cierto, y verdadero, y por tal lo debe tener todo Teólogo cuerdo, y prudente, que entre la Santísima Virgen, y su castísimo. Esposo S. Joseph, hubo verdadero matrimonio; pues para afirmar esto, además de la autoridad de los Padres antiguos, y el más común consentimiento de los Escolásticos, debe bastar el que esto mismo lo enseña el Doctor Angélico, con aquel juicio, y gravedad, que se echa de ver en todas sus obras. Mas, sobre si esto es tan cierto, que pertenezca á aquella certeza, que es propia de la Fé Divina; lo afirma sin titubear el Pintor muchas veces citado: pero yo le diría de buena gana al oído, no lo que antiguamente Apeles á cierto zapatero: Sutor non ultra crepidam, por hacer yo mucho aprecio del arte de la pintura; pero sí aquello de Bias, uno de los siete Sabios meden a)/gan. Ne quid nimis. Porque, á mi juicio, es traspasar los límites, el que un pintor, aunque erudito, pronuncie sobre si esto, ó lo otro, pertenece, o no a la Fe. O si no, vea á lo menos quien gustase, lo que además de otros, escribió Miguel de Medina1104 varón gravísimo de la Religión Seráfica, y Teólogo del Sagrado Concilio de Trento.