Giovanni Lorenzo Bernini
De Enciclopedia Católica
Uno de los más vigorosos y fértiles arquitectos y escultores italianos; nación en Nápoles en 1598 y murió en Roma en 1680. Bernini en su arte, es el más industrioso de los artistas romanos y su trabajo tiende en gran parte al barroco. Adicional a sus habilidades como escultor y arquitecto poseyó las de pintor y poeta. Su padre, un pintor y escultor de habilidad moderada, le dio sus primeras lecciones de arte. En 1608 el padre fue llamado a Roma y se llevó a Lorenzo con él. Se dice que el niño en su octavo año talló una hermosa cabeza de un infante; en su décimo quinto año produjo el “David con una eslinga” que actualmente se encuentra en la Villa Borghese. Pablo V lo empleó y bajo los cinco siguientes papas se elevó hasta alcanzar gran fama e importancia. Fue el favorito de Urbano VIII (Barberini). En 1629 se convirtió en el arquitecto de San Pedro y superintendente de las obras públicas de Roma. Rigió el arte como un segundo Miguel Ángel, a pesar de que su estilo recordaba muy poco al de éste. Mazarino intentó, en 1664 persuadirlo de que fuera a París, pero no visitó esa ciudad sino hasta 1665 cuando aceptó una invitación de Luis XIV. Un hijo llamado Pablo y una numerosa compañía le acompañó a París y Versalles. Las envidias, sin embargo no permitieron que se llevaran a cabo sus planes para el Louvre y no permaneció mucho tiempo en París. Su pupilo, Matías Rossi, también fue forzado, no mucho después de la salida del maestro, a abandonar la ciudad. El rey, sin embargo, lo trató con todos los honores durante su estancia y lo recompensó magníficamente. Bernini hizo un busto y una estatua ecuestre de Luis XIV, los cuales fueron realizados en un estilo agradable a dicho monarca. La reina Cristina de Suecia visitó a Bernini durante su estancia en Roma; y por orden del rey Felipe IV hizo un crucifijo para la real capilla mortuoria. También talló bustos de Carlos I de Inglaterra y su esposa Enriqueta. Bernini triunfó sobre todos sus detractores y al final fue tan rico como era famoso.
No es necesario hablar aquí de sus escritos y sus comedias en verso. Ni mencionar sus pinturas, las cuales suman alrededor de doscientos lienzos. Debe su fama a sus trabajos arquitectónicos, para el cual siempre tuvo en Roma grandes e inspiradores ejemplos. Nunca le faltó imaginación, capacidad inventiva o valor al aceptar una tarea. No copió la simplicidad de los antiguos y a menudo se alejó de los cánones del arte con la esperanza de sublimarlos (chi non esce talvolta della regola, non la passa mai). El arte de este periodo, al intentar un efecto notable perdió toda moderación y llegó a un extremo demasiado grandioso. Para completar la iglesia de San Pedro, Bernini se vio naturalmente obligado a utilizar todo su poder. Como el séptimo arquitecto comprometido con el trabajo le dio los toques finales a la gran obra. Con sano juicio siguió el plan de Maderna –incrementar el efecto de la fachada mediante el uso de torres en los flancos. Deseó, sin embargo, hacer de las torres una característica más importante que en el esquema de Maderna, manteniéndolas en tal proporción que en la distancia deberían aparecer alrededor de treinta metros por debajo del domo. Ya que una de las torres estaba en proceso de construcción se cayó debido a la debilidad de los cimientos puestos por Maderna. Uno de los más brillantes trabajos de Bernini es la columnata de San Pedro. Prueba la verdad del axioma que planteó: “Un arquitecto prueba su habilidad convirtiendo los defectos de un sitio en ventajas.” El declive del suelo desde el portón de la basílica hasta el puente sobre el Tíber sugería el esquema de colocar una gran escalinata de treinta y dos escalones y la gran e igualmente bien concebida terraza. Estando el suelo limitado a ambos lados por casas vecinas, Bernini evitó el peligro de acercarse demasiado a los edificios al adoptar la Hermosa forma elíptica de la columnata, la cual encierra, sin embargo, una superficie plana tan grande como el Coliseo.
La avenida así formada es, probablemente, la más hermosa del mundo. Cuando se aproxima uno a la plaza desde la distancia se obtiene al principio una buena visión del domo; desafortunadamente, el domo se esconde más y más al acercarse, detrás del pórtico y la fachada de la iglesia. Cuatro hileras de columnas toscanas colocadas a derecha e izquierda y formando una elipse, atraviesan la plaza de uno a otro extremos. Entre las columnas de en medio pueden pasar dos carruajes. El declive del piso, sin ser demasiado inclinado como para producir fatiga, sí ocasiona que el ojo mire fijamente hacia arriba. En medio de la elipse, la cual es 285x235 metros, se erige el obelisco de 27 metros de alto, el cual fue colocado ahí en 1586 por Sixto V. Detrás de la elipse se eleva la terraza. Dos galerías unen la elipse con el pórtico, cuya altura se descubre mejor al compararle con estas galerías. Todo aquí es a gran escala. Cuando, sin embargo, el Papa da la bendición desde el balcón, la convergencia de las líneas en el arreglo de la plaza ocasiona que el espacio parezca mucho más grande de lo que es. La escalinata (Scala Regia), la cual asciende del pórtico a la Sala Regia, ofrece una Buena perspectiva. La limitación en este caso fue transformada en fuente de belleza. Bernini tuvo una gran participación en la edificación del estatal palacio Barberini en Roma. Construyó el hermoso palacio Odescalchi, tomó parte en el embellecimiento de la Piazza Navona con el obelisco y diseñó las hermosas estatuas de los dioses-ríos de la gran fuente.
Hablando del trabajo de Bernini como escultor, puede decirse que en este campo se hace evidente la decadencia de su arte. El esqueleto que representa a la muerte en la tumba de Urbano VII, en Sn. Pedro, está localizado en medio de ideales y hermosas figuras. Aún más débil, con la excepción del retrato, es la tumba de Alejandro VII. “Sta. Teresa atravesada por una flecha” es excesivamente efectiva, la “Violación de Perséfone”, así como su “Apolo y Dafne” son débiles y sensuales. Por otro lado, la estatua ecuestre de Constantino en Sn. Pedro sufre debido a su tamaño, pues las heroicas proporciones no parecen estar unidas con el necesario valor intrínseco. Hoy día el baldaquín es tan universalmente condenado como fue entonces (1633) admirado. Tampoco tiene gran aceptación ahora la “Cátedra de San Pedro” en la tribuna de la basílica. Visto como escultor, Bernini es a veces extremo, sin fuerza, teatral en la pose, afectado en los detalles o demasiado abundante en las gracias físicas. Estuvo completamente acorde con el espíritu de su época y lo representó con toda la autoridad que le daban su autoridad y fama. Le dio más importancia a la gracia exterior que al mérito intrínseco y le apuntó más al efecto externo que a la entereza artística real del trabajo. Y entre sus producciones como escultor existen muchos trabajos excelentes. Como ejemplos de éstos podemos citar la tumba de la condesa Matilde en San Pedro y las estatuas de Sta. Ludovica Albertoni y Sta. Bibiana en los nichos de la columnata de San Pedro. En los nichos de estas columnas hay 162 estatuas elaboradas con base en los diseños de Bernini. En su trabajo del puente de Sant’ Angelo muestra gran riqueza de diseño. Y logró éxitos en los diseños de tumbas y en bustos; por ejemplo los bustos de su hija y de Inocencio X.
A menudo desfiguró el efecto plástico puro de su trabajo mediante dos o tres concepciones falsas. Sostuvo que el antiguo reposo de la escultura, la cual, debe reconocerse que en ocasiones casi degenera en rigidez, debe ser transformado en acción a cualquier costo. La pintura naturalista de la época orilló a los escultores a seguir este cauce. Pero en las artes plásticas la razón para la acción extrema no es siempre clara y aparece débil, sentimental y teatral. Cuando el trabajo se realiza en mármol pulido, por el cual Bernini tenía especial predilección, el exceso de acción es apto para degenerar en lo opuesto de lo que se esperaba y convertirse en extrema fealdad o un malhadado intento de grandeza. Las estatuas diseñadas por Bernini para las fachadas de San Pedro y de Letrán pertenecen a esta forma de arte. La acción aparece en su mejor forma en la escultura cuando se utiliza como decoración a pequeña escala. El estilo decorativo arquitectónico es más adecuado, por lo para trabajos en relieve que para esculturas independientes.
DOMINICI, Vite dei Pittori, Scultori ed Architetti Napolitani (Nápoles, 1840); KUHN, Kunstgeschichte (Einsiedeln, 1891); IDEM, Roma (Einsiedeln, 1878); DOHME , Kunst und Künstler (Leipzig, 1879).
G. GEITMANN Transcrito por Bob Mathewson Traducido por Antonio Hernández Baca