Falloux du Coudray
De Enciclopedia Católica
Falloux du Coudray (Frédéric Alfred Pierre, vizconde de)
Nacido en Angers, el 7 de marzo de 1811; muerto en la misma ciudad, el 6 de enero de 1885. Dos personas influyeron principalmente en la formación de su carácter: su madre, que formaba parte de la corte de Luis XVI, y Madame Swetchine, cuya “Vida y correspondencia” publicaría él más tarde. Las primeras obras que atrajeron la atención sobre él revelaron ya al futuro estadista como hombre de férreos principios. En su “Historia de Luis XVI” (París, 1840), obra que le describe como un monárquico firme y leal, sostuvo que las anheladas reformas podían haberse llevado a cabo por parte de la monarquía sin la necesidad de la Revolución. En “Historia de San Pío V” (París, 1844) mantendrá con habilidad la tesis tradicional según la cual la Iglesia puede recurrir a la coacción para impedir la propagación de la herejía. No obstante, en menos de diez años este partidario de la monarquía accedió aun cargo gubernamental bajo la presidencia de Luis Bonaparte, y el defensor de la autoridad coercitiva de la Iglesia se alineó en las filas de los “Católicos Liberales”. En lo sucesivo, la máxima de este pragmático hombre de estado fue la de aprovechar las oportunidades.
Bajo la monarquía, Falloux fue elegido diputado por Segré (1846) con un programa legitimista; en 1848 fue elegido miembro de la Asamblea Constituyente en representación de Maine et Loire, con un programa que defendía la compatibilidad entre las aspiraciones sociales de la época y las ideas cristianas. Por iniciativa suya los miembros católicos apoyaron la elección de Buchez como presidente de la asamblea. En tanto que portavoz de la comisión de investigación de los “talleres nacionales”, recibió el delicado encargo de proponer su abolición, medida que fue seguida por la sangrienta insurrección de junio. Quienes le recriminan esta acción pasan por alto el hecho de que él no fue ni el primero ni el único que insistió en esta medida inevitable, atribuyéndole injustamente un proyecto maquiavélico por el cual, en interés de su política religiosa, habría pretendido provocar a los partidos progresistas a reaccionar en contra de su propia causa entregándose al desorden y la sublevación. De hecho, la visión de tales excesos hizo recapacitar a Thiers, quien reconoció la necesidad del comedimiento moral como parte de la educación y pasó a colaborar con Falloux en la promoción de los proyectos educativos de éste. Al ser nombrado Ministro de Educación en diciembre de 1848 (cargo que ocuparía hasta el 31 de octubre de 1849), Falloux decidió de forma inmediata luchar vigorosamente contra el monopolio educativo de la universidad, emprendido por Montalembert durante los últimos años de la monarquía de julio. Ya el 4 de enero de 1849, Falloux nombró una comisión extraparlamentaria para llevar adelante el proyecto durante aquella legislatura, y en junio de 1849, cuando los partidos progresistas estaban aún afectados bajo el síndrome de la derrota, defendió con ardor la aprobación de una ley para establecer la libertad de educación. La asamblea, sin embargo, votó en contra de la ley, ya que ésta no contaba con la aprobación del Consejo de Estado. No fue hasta la legislación de 1850, en la cual Falloux no detentaba cartera alguna, cuando, el 15 de marzo, su sucesor Parieu, con el apoyo de Thiers y Dupanloup y a pesar de la oposición de Victor Hugo, consiguió que se aprobara la ley. Aunque Falloux no pudo tomar parte en el proceso debido a problemas de salud, la ley lleva su nombre, y con todo merecimiento, por cuanto había sido obra suya.
El objetivo de esta ley era doble, pues apuntaba tanto a la educación primaria como a la secundaria. Si un ciudadano francés quería dirigir una escuela primaria, tenía que ser mayor de veintiún años y tener una experiencia mínima de tres años en una escuela elemental, o bien un certificado de una comisión nombrada por el Ministro de Educación. En el caso de miembros de congregaciones religiosas en escuelas femeninas, las lettres d’obédience hacían las veces de este certificado. En cuanto a la educación secundaria, la ley requería que el candidato fuera mayor de veinticinco años, un mínimo de cinco años de experiencia y una licenciatura en letras, o bien el correspondiente diploma de la comisión ministerial. El nuevo consejo de la universidad representaba las opiniones filosóficas imperantes en Francia; además de una comisión compuesta por académicos universitarios propiamente dichos, incluía tres obispos, un rabino, un ministro protestante, tres consejeros del tribunal supremo de apelación (cour de cassation), tres consejeros de estado, tres miembros del instituto y otros tres de la junta de educación libre. En un período de dos años aparecieron doscientas cincuenta y siete escuelas libres, y es a partir de la fecha de implantación de esta ley, los últimos restos de la cual el Parlamento Francés se dispone ahora (1908) a abrogar, cuando se produjo el desarrollo de las órdenes educativas católicas en Francia. En una alocución consistorial (20 de mayo de 1850), Pío IX la ensalzó como medida de progreso. Aquellos católicos que, por una cuestión de principios, se oponían a toda educación estatal, se sintieron decepcionados por la aprobación de la ley, y sus puntos de vista encontraron un ardiente exponente en Louis Veuillot. En la Asamblea Constituyente y en la Legislativa, en su calidad de ministro y diputado, Falloux siempre sostuvo que Francia estaba obligada a proteger a Pío IX como dirigente temporal; fue uno de los principales promotores de la expédition de Rome. Durante el Segundo Imperio se retiró de la vida pública.
En 1856 fue elegido miembro de la Academia Francesa. Con motivo de las discusiones que tuvieron lugar en el seno de los círculos realistas durante los primeros años de la Tercera República, Falloux se declaró de forma invariable a favor de la bandera nacional (la tricolor), y en un artículo aparecido en el Correspondant (1873) insistió en que ni como política ni como proclama de partido debían los monárquicos alentar la idea de una contrarrevolución. Spuller, no obstante, declaró que, por su notoria habilidad como estadista, Falloux fue uno de los opositores más peligrosos con que hubo de enfrentarse el partido revolucionario durante el siglo XIX. Era en nombre de la libertad por lo que Falloux deseaba combatir los falsos principios de la Revolución. Creía que la política debía tomar en consideración no sólo la “tesis” o principio, sino también la “hipótesis” o condiciones reales, y que algunas formulaciones demasiado extremistas o determinadas proclamas demasiado exigentes iban a perjudicar más que a ayudar a la causa de la Iglesia y de la monarquía. La publicación póstuma de sus “Memorias” en 1888 reavivó antiguas controversias entre el Correspondant y el Univers, y provocó una áspera réplica por parte de Eugène Veuillot.
DE FALLOUX, Mémoires d’un royaliste (París, 1888); DE MAZADE, L’opposition royaliste: Berryer, Villèle, Falloux (París, 1874); DE LACOMBE, Les débuts de la loi de 1850 (París, 1901); VEUILLOT, Le comte de Falloux et ses mémoires (París, 1888).
GEORGES GOYAU Transcrito por James J. Walsh Traducido por Jordi G. Samanes