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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Ejercicicos Espirituales de San Ignacio de Loyola

De Enciclopedia Católica

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Un corto trabajo compuesto por San Ignacio de Loyola y escrito originalmente en Español. El Texto

El Manuscrito autógrafo de estos “Ejercicios Espirituales” infortunadamente ha sido perdido. Lo que en el presente es llamado el “autógrafo” es solamente una copia en cuarto, hecha por un secretario pero conteniendo correcciones en la escritura del autor. Es ahora reproducido por fototipo (Roma, 1908). Durante la vida de San Ignacio fueron hechas dos traducciones al Latín.

Por tanto quedan:

· la antigua traducción en Latín, antiqua versio latina, una versión literal probablemente hecha por el santo; · una traducción libre del Padre Frusius, más elegante y más de acuerdo con el estilo de la época, y generalmente llamada “Vulgata”.

La antiqua versio está fechada por el copista “Roma, 9 de Julio de 1541”; la versión vulgata es posterior a 1541, pero anterior a 1548, cuando las dos versiones fueron presentadas juntas a Pablo III para su aprobación. El papa designó tres examinadores, quienes alabaron calurosamente ambas versiones. La Vulgata, más cuidadosamente ejecutada desde el punto de vista literario, fue la única escogida para su impresión, y fue publicada en Roma el 11 de Setiembre de 1548, bajo el simple título: “Exercitia spiritualia”. Esta edición princeps fue también reproducida por fototipo (París, 1910). Además de estas dos traducciones al Latín existen otras dos. Una es el texto aún no publicado dejado por Bl. Peter Faber a los Cartujos de Colonia antes de 1546; se ubica en un lugar intermedio entre la versión literal y la Vulgata. La segunda es una nueva traducción literal del Padre Roothaan, vigésimo primer general de la Compañía de Jesús, quien, teniendo en cuenta las diferencias entre la Vulgata y el manuscrito Español quiso re-traducir los “Ejercicios” al Latín, tan exactamente como fuera posible, haciendo uso al mismo tiempo de la versio antiqua. Su intención no era suplantar a la Vulgata, por lo que publicó el trabajo de Frusius junto con el suyo en columnas paralelas (1835).

El texto autógrafo Español no fue impreso hasta mucho después de la Vulgata, por Bernard de Angelis, secretario de la Compañía de Jesús (Roma, 1615); ha sido re-publicada a menudo. Las más destacables versiones Inglesas son:

· “Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Con Aprobación de los Superiores. En San Omers; Impreso por Nicolás Joseph Le Febre.” Esta traducción no lleva fecha pero puede ser rastreada hasta 1736; el impresor fue un hermano laico de la Compañía. · “Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Traducido de la en Latín Autorizada con extractos de la versión literal y notas del Rev.Padre Rothaan [sic] por Carlos Seager, M.A.,al cual se ha introducido un Prefacio por el Honorable Rev. Nicholas Wiseman, D.D., obispo de Melipotamus”. (Londres, Dolman, 1847); la cual fue re-publicada por Murphy en Baltimore, alrededor de 1850. · “El Texto de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, traducido del original en Español”, por el Padre John Morris, S.J., publicado por Burns y Gates (Londres, 1880)

El lector de los “Ejercicios” no necesita buscar elegancia de estilo. “San Ignacio”, dice F.Astrain, “escribe en un Castellano tosco, incorrecto y dificultoso, el que solamente a veces capta la atención por la enérgica precisión y la brevedad con la cual son expresados ciertos pensamientos.” Hay desbordes del alma en diferentes coloquios, pero su interés conmovedor no reside en sus palabras; reside totalmente en la aguda situación, creada por el autor, del pecador frente al crucifijo, del caballero frente al rey, etc.

Composición de los ejercicios

El libro está compuesto de documentos o ejercicios espirituales, reducidos al orden más adecuado para mover las mentes de los fieles a la piedad, como fue destacado en el Sumario de aprobación. Encontramos en este trabajo documentos (instrucciones, admoniciones, advertencias), ejercicios (oraciones, meditaciones, exámenes de conciencia y otras prácticas), y el método de acuerdo con el cual los mismos están ordenados. Las fuentes del libro son las Sagradas Escrituras y las experiencias de vida espiritual. Ignacio fue sin duda preparado, poco a poco, por la Divina Providencia para escribir su libro. Desde 1521 los pensamientos que preceden su conversión, el progreso de su arrepentimiento, las piadosas prácticas que abraza en Monserrat y en Manresa ayudaron a darle una sabiduría de ascetismo. Su libro es un trabajo vivido por él mismo y más tarde vivido por otros bajo su mirada. Pero un libro tan vívido, no se compone de un solo golpe; requiere ser retocado, corregido, y hacerle agregados muy frecuentemente. Estas mejoras, que ni Polanco ni Bartoli esconden, son reveladas por un simple examen del texto Español, en el que junto con el Castellano se encuentran expresiones Latinas o Italianas junto a términos Escolásticos que el autor no puede haber usado, al menos hasta el comienzo de sus estudios tardíos.

Ignacio mismo admitió esto al Padre Luis Gonzales: “Yo no compuse los Ejercicios todo de una sola vez. Cuando cualquier cosa resultante de mi propia experiencia me parecía que podía ser de utilidad a otros, tomaba nota de ello”. El padre Nadal, amigo y contemporáneo de Ignacio, escribe de la redacción final:”Después de haber completado sus estudios, el autor unió su primer intento de los Ejercicios, hizo muchas adiciones, puso todo en orden, y presentó su trabajo para el examen y juicio de la Sede Apostólica”

Parece probable que los “Ejercicios” fueran completados mientras San Ignacio estaba asistiendo a conferencias en la Universidad de París. La copia de Bv. Pedro Faber, escrita indudablemente cerca del tiempo en que hizo los Ejercicios bajo la dirección de Ignacio (1533), contiene todas las partes esenciales. Más aún, ciertas partes del libro llevan su fecha. Tales son: las “Reglas para la distribución de las almas”, planeados para beneficiar a los clérigos, maestros, o laureados de la universidad, en la cual aparece una citación del Concilio de Cartago, lo que lleva a suponer que el escritor había estudiado teología; las “Reglas para pensar con la Iglesia”, que parece haber sido sugerido por las medidas tomadas por una asamblea de teólogos en Valladolid en 1527 contra los Erasmistas de España, o por la Facultad de París en 1535, 1542, contra los Protestantes. El acabado final de los “Ejercicios” puede datar de 1541, cuando fue hecha una buena copia de la versio antiqua, que San Ignacio llama “Todos exercicios breviter en latin”. Puede preguntarse hasta qué punto el trabajo de composición se desarrolló durante la residencia del santo en Manresa. Este punto, adonde Ignacio arribó en Marzo de 1522, debe ser siempre considerado como la cuna de los “Ejercicios”. La sustancia del trabajo data de Manresa. Ignacio encontró allí el precioso metal que por largo tiempo forjó y pulió. “Un trabajo,” como Fr. Astrain correctamente dice”que contribuye en toda su extensión a comprender la idea fundamental establecida por el autor, no es evidentemente una invención hecha por partes, o compuesto por pasajes escritos en variados momentos o bajo diversas circunstancias.” Los “Ejercicios” llevan claramente la marca de Manresa. La mente de Ignacio, durante su retiro allí, estuvo repleta de memorias militares y de pensamientos sobre el futuro; de allí la doble característica de su libro, la nota caballeresca y la marcha hacia la elección del estado de vida. Las ideas del caballero son aquellas del servicio debido al soberano, de la vergüenza inherente a la traición de un vasallo (primera semana), y en el reino, aquellas de la cruzada formada contra los infieles y de la confrontación de los Dos Estándares (segunda semana). Pero durante su convalecencia en el castillo, la lectura de las vidas de los santos le dio un giro místico a sus ideas caballerescas; las grandes proezas a ser imitadas desde entonces, no son más las de Rolando, sino las de Domingo o Francisco.

Para ayudarlo en su esbozo de la perfección evangélica, Ignacio recibió una ayuda especial, a la que Polanco y Ribadeneira llaman la unción del Espíritu Santo. Sin esta gracia, la composición de los “Ejercicios” queda como un misterio. ¿Como podría un rudo e ignorante soldado concebir y desarrollar un trabajo tan original, tan útil para la salvación y perfección de las almas, un libro que lo asombra a uno por la originalidad de su método y la poderosa eficacia de su virtud? No debemos, sin embargo, considerar esta Divina ayuda como una revelación completa. Lo que San Ignacio conocía de los caminos espirituales, lo había aprendido principalmente de su experiencia personal y por la gracia de Dios, Quien lo trataba “como el maestro trata al niño”. Esto no significa que no tuviera el consejo de un confesor que lo guiara, ya que era dirigido por John Chanones en Monserrat; tampoco significa que no hubiera leído nada, ya que sabemos que tenía libros a mano. Debemos por tanto considerar la revelación de los “Ejercicios” no como una manifestación completamente sobrenatural de todas las verdades contenida en el trabajo, sino como un tipo de inspiración, o ayuda Divina especial, que previno cualquier error esencial, y sugirió muchos pensamientos útiles para la salvación del autor, y de los lectores de todos los tiempos. Esta inspiración es de lo más admisible ya que Ignacio fue favorecido con gran luz en cosas Divinas. Ribadeneira, escribiendo desde Madrid, el 18 de Abril de 1607, a Fr.Girón, rector de Salamanca, insiste en los maravillosos frutos de los “Ejercicios”, frutos previstos y deseados por Dios. Tal resultado no podría ser el efecto de la meramente humana lectura y estudio, y agrega: “Esta ha sido la opinión general de todos los viejos padres de nuestra Compañía todos los cuales han vivido y conversado con nuestro bendito padre”.

Otra tradición se refiere al papel ocupado por la Bienaventurada Virgen en la composición de los “Ejercicios” en Manresa. No está basada en ningún testimonio escrito por los contemporáneos de San Ignacio, aunque se hizo universal en el siglo diceisiete. Posiblemente está basada sobre un temprano testimonio oral, y sobre la revelación hecha en 1600 a la Venerable Marina de Escobar y relatado en la “Vida del Padre Balthasar Alvarez”. Esta tradición ha sido a menudo simbolizada por pintores, quienes representan a Ignacio escribiendo al dictado de la Bienaventurada Virgen.

Aunque Ignacio había sido educado como los caballeros comunes de su tiempo, le gustaba la caligrafía y aún más la lectura; su convalecencia en Loyola le permitió gratificarse con esta doble inclinación. Sabemos que escribió allí, en tinta de distintos colores, un libro en cuarto de 300 folios en el cual parece haber recopilado extractos de los dos únicos libros que se podían encontrar en el castillo y que eran “La Flor de los Santos” en español, y “La Vida de Jesucristo” por Ludolph de Sajonia o el Cartujo, publicado en Español en Alcalá, 1502 a 1503. “La Flor de los Santos” aparentemente no dejó rastros en los “Ejercicios”, excepto un consejo de leer algo similar después de la segunda semana. La influencia de Ludoph es más notable en expresiones, principios ascéticos, y detalles metódicos. La parte de los “Ejercicios” que trata sobre la vida de Cristo, se debe especialmente a él.

Una vez recobrada su salud y determinado a dejar la vida de ermitaño, Ignacio dejó Loyola por Montserrat y Manresa. Pasó la mayor parte del año 1522 en esta última ciudad, distante tres leguas de Montserrat, bajo la dirección de su confesor, Don John Chanones. De acuerdo con un testigo en el proceso de canonización, Ignacio fue a ver a Chanones cada Sábado. El pudo además haberse reunido con él u otro Benedictino en el priorato de Manresa, dependiente de Montserrat. Es posible que haya recibido de ellos una copia de la “Imitación de Cristo” en Español, ya que ciertamente tenía ese libro en Manresa; le deben haber dado también el “Ejercitatorio de la vida espiritual”, de Don Barcia de Cisneros, publicado en Montserrat en 1500. Ribadeneira, en su cara a Fr. Girón, piensa que es muy probable que San Ignacio estuviera familiarizado con este trabajo castellano, que se hubiera valido de él para su oración y meditación, que Chanones le hubiera explicado diferentes partes, y que el título “Ejercicios” le fue sugerido por el “Ejercitatorio”. Los Benedictinos hacía uso de este libro para la conversión o instrucción de los peregrinos de Monserrat; de hecho, la tradición del monasterio relata que Chanones comunicó el mismo a su penitente. Los “Ejercicios” tomaron expresamente muy poco de la “Imitación de Cristo”. Sin embargo es de notar una concordancia de su doctrina y la de los “Ejercicios”, y una invitación a leerlo.

¿Fue el “Ejercitatorio” seguido mas de cerca? Para tratar de resolver esta pregunta no es suficiente extraer conclusiones del parecido de los títulos, o establecer un paralelo con unos pocos detalles, es necesario sobre todo comparar los planes y métodos de los dos trabajos. Mientras que los “Ejercicios” consideran la palabra “semana” en su sentido metafórico y da libertad para agregar u omitir días, el “Ejercitatorio” presenta una triple serie de siete meditaciones, una y no varios para cada día de la semana real. La serie completa de veintiuna meditaciones es agotada en justo tres semanas, las que responden a las tres vidas: la purgativa, la iluminativa y la unitiva. El autor persigue solamente elevar gradualmente al “Exercitator” a la vida contemplativa, mientras San Ignacio conduce al ejercitante a determinar por sí mismo la elección del estado de vida entre aquellas que más complacen a Dios. El “Ejercitatorio” no menciona nada de los basamentos, ni del reino, de examen particular, de elección, de discernimiento de espíritus, ni de la reglas para regular rectamente la comido y para pensar con la Iglesia Ortodoxa, ni de los tres métodos de orar. Solamente unos pocos consejos de Cisneros han sido adoptados por San Ignacio en las notas 2, 4, 13, 18, 19, 20, y las adiciones 2, 4. Algunas de las ideas de Cisneros pueden encontrarse en las meditaciones de la primera semana. Las otras semanas de San Ignacio son totalmente diferentes. Las similitudes se reducen, en verdad, a un muy pequeño número.

Pero el trabajo de Cisneros es en si mismo solamente una compilación. Cisneros admite haber reproducido pasajes de Cassian, Bernard, Bonaventure, Gerson etc.; además, él no da los nombres de los contemporáneos a los que copió. Entre otros libros Cisneros leyó y copió el "De spiritualibus ascensionibus" de Gerard Zerbolt de Zutphen (1367-98) y el "Rosetum exercitiorum spiritualium" de John Mombaer, o Mauburnus (muerto en 1502), quien a su vez se lo debía a Gerard. Casi todo lo que en Cisneros pertenece al método de ejercicios espirituales es extractado de “Rosetum”. Las diferentes formas de ejercitarse a uno mismo en la contemplación de la vida y pasión de Jesucristo están tomadas del "De spiritualibus ascensionibus". Todos los préstamos tomados por Cisneros fueron revelados por Fr. Watrigant (ver bibliografía). Zutphen y Mombaer, como Thomas à Kempis, pertenecían a la Compañía de los Hermanos de la Vida Común, fundada hacia fines del siglo catorce por Gerard de Groote y Florence Radewyns. Esta compañía provoco un renacimiento de la vida espiritual a través de la publicación de numerosos tratados ascéticos, varios de los cuales aparecieron bajo el título de “Ejercicios Espirituales”. Los Hermanos de la Vida Común, o los Devoti, se consagraban también a la reforma del clero de los monasterios. La Congregación Benedictina de Valladolid, de la cual dependía Montserrat, había estado bajo la influencia de Lewis Barbo, el que estaba conectado con los hermanos. Podemos por tanto concluir que Ignacio podría haberse beneficiado por los resultados de los trabajos de Zutphen y Mauburnus mientras leía Cisneros o escuchaba las explicaciones de Chanone en Manresa. Más tarde, cuando entendió Latín, durante sus estudios en las Universidades de Alacalá y París, o mientras viajaba en Flandes, el podría haberse familiarizado con los trabajos de los Devoti. Puede detectarse una mayor analogía entre Zutphen e Ignacio, dos mentes prácticas, que entre Loyola y Cisneros.

Originalidad del trabajo

Podemos por tanto considerar como definitivamente resuelta la cuestión del supuesto plagio por parte de San Ignacio en detrimento de Cisneros. Esta cuestión fue levantada por Don Constantine Cajetan, o mejor por alguien que adoptó su nombre, en un tratado publicado en Venecia en 1641: "De reigiosa S. Ignatii . . . per patres Benedictinos institutione . . . ". El Jesuita John Rho le contestó en sus “Achates” (Lyons, 1644). Ambos, el ataque y la réplica fueron incluidos en el Index, sin duda debido a su excesiva acritud. Además la asamblea general de la Congregación de Monte Cassino que se reunió en Ravena en 1614, se disoció del agresor por un decreto. La disputa se renovó posteriormente en diversas ocasiones, principalmente por parte de heterodoxos, pero siempre sin éxito. Los Benedictinos y los Jesuitas acordaron en admitir que, si San Ignacio debe algo a Montserrat, ha retenido su completa originalidad. Cualquier cosa pueda ser dicha sobre los trabajos que leyó y qué tomo prestado, su libro es verdaderamente suyo. Un escritor nunca es culpado por haber previamente investigado y estudiado, si su propio trabajo esta impregnado con su personalidad y trata la materia con un nuevo punto de vista. Esto ha sido llevado a cabo exitosamente por San Ignacio, y con el más grande mérito, ya que no podía cambiar nada de las verdades tradicionales del Cristianismo o pretender inventar oraciones mentales.

La originalidad de Ignacio aparece a primera vista en la selección y coordinación de su material. Para seleccionar algunas de las grandes verdades de la religión, para conducirlas profundamente al corazón, hasta que el hombre completamente impresionado caiga a los pies del Señor, llorando como otro Saúl "¿Domine, quid me vis facere?", tal es el genio, el carácter ascético, de San Ignacio. Pero para alcanzar este resultado fue necesario relacionar en series lógicas y animadas por un movimiento progresivo a las verdades seleccionadas. El orden metódico y la deducción irresistible de los “Ejercicios” los distingue de un gran número de trabajos espirituales. La originalidad de San Ignacio se despliega sobre todo, en el cuidado con en que combina las materias de meditación con los principios ascéticos, y el minucioso consejo que guía y modera, cuando es necesario la aplicación de los “Ejercicios”. Encontramos en las anotaciones al comienzo, en las notas esparcidas aquí y allá, en las reglas para el discernimiento de los espíritus, un real sistema de entrenamiento espiritual, que hace una provisión adecuada para los distintos estado del alma del ejercitante, y advierte al mismo, o mejor dicho al director, qué es lo más adecuado, de acuerdo con las circunstancias del caso. Nada es dejado al azar. Uno ve cómo adaptar el progreso general del retiro a diferentes personas de acuerdo con su ocupación, el grado de su fervor, y las ventajas que ellos derivan de los “Ejercicios”. Este arte de proporcionar instrucción espiritual a los poderes del alma y a la Divina gracia era enteramente nueva, al menos bajo la precisa y metódica forma dado a él por San Ignacio.

Doctrina del Libro

Las dos palabras que forma el título general del libro de San Ignacio indican de inmediato la acción y trabajo del alma, y la lucha interior. El aún más explícito título que encontramos inmediatamente después de las anotaciones no le dejan a uno ninguna duda: “Ejercicios Espirituales para conquistarse a uno mismo y regular su propia vida, y para evitar llegar una determinación a través de una desmesurado afecto”. Aquí es ofrecido un método, que con la gracia de Dios, le enseña y ayuda a uno a vencerse, es decir a vencer nuestras pasiones rebeldes, y obteniendo el control sobre cada acto conciente, a adquirir la paz interior; un método de autoconquista y autogobierno. Se puede obtener mejor una idea general de los “Ejercicios” del resumen de Diertins: Después de comenzar por el fin con el que Dios creó al hombre y todas las otras cosas, el libro, siempre considerando esta verdad como la base principal, nos lleva en poco tiempo por el camino conocido como el camino purgativo para reconocer la fealdad de los pecado que nos han causado nuestro alejamiento vergonzoso de ese fin, y a purificar nuestras almas del pecado. Poniendo ante nosotros el ejemplo de Cristo, nuestro Rey y Líder, el autor nos invita entonces, en lo que es definido como la vida iluminativa, a evitar los estándares del diablo y a seguir los de este buen y sabio Jefe, y a imitar Sus virtudes; en verdad el casi nos fuerza a hacerlo por la meditación de las tres clases, o grados, de hombres (el primero de cuales es reticente a seguir a Cristo, el segundo temeroso de hacerlo pero con limitaciones, y el último inclinado a seguirlo a Él de inmediato completamente y siempre). Estas resoluciones son reforzadas más y más en la tercera semana, ante la vista de Jesucristo caminando ante nosotros con Su cruz. Finalmente, en el camino unitivo, que comprende la cuarta semana, enciende en nuestros corazones un deseo de la gloria de Jesús ascendido, y por su purísimo amor. Se adjuntan a esto, anotaciones, adiciones, preludios, coloquios, exámenes, modos de elección, reglas para regular correctamente nuestras comidas, para discernir los espíritus, para los escrúpulos, para pensar con la Iglesia Ortodoxa, etc. Todo, si es aplicado en el orden prescripto, posee la increíble fuerza de llevarnos a la sólida virtud y a la salvación eterna. Las cuatro semanas pueden ser resumidas aún más brevemente en las siguientes sentencias:

1. deformata reformare; 2. reformata conformare; 3. conformata confirmare; 4. confirmata transformare;

lo que es decir:

1. reformar lo que ha sido deformado por el pecado; 2. hacer lo que así fue reformado conforme al Divino modelo, Jesús; 3. fortalecer lo así ajustado; 4. transformar por medio del amor las resoluciones ya fortalecidas.

Este método de progreso espiritual ya había sido trazado por San Pablo (Hebr., xii, 1-2). No puede repetirse lo suficiente que, si San Ignacio desplegó su originalidad en unir y coordinar el material de su libro, el no creó el material por sí mismo. Lo obtuvo del siempre abierto tesoro de la Iglesia Católica, de las Escrituras y de la Tradición, de la Biblia y de los Padres. El Evangelio es la médula de los “Ejercicios”. La espiritualidad de San Ignacio está en constante armonía con las enseñanzas de Cristo y Sus Apóstoles. ¿Qué es el "homo vincat seipsum" sino un eco del "abneget semstipsum"? Y de dónde proviene la idea de Loyola de darnos una teoría de soldados, un libro de guerra que contiene todo el plan de una campaña de la lucha del hombre consigo mismo, si no es de las palabras del Salvador, que son una declaración de guerra: “No piensen que Yo vine a traer la paz sobre la tierra: Yo no vine a traer la paz, sino la espada” (Mt., x, 34). La espiritualidad de los “Ejercicios” pertenece, por lo tanto, a un tipo activo y militar. Debemos además destacar, que este trabajo no es un mero libro para leer o un mero manual de devoción; nos da en el más alto sentido de la palabra, un método psicológico y pedagógico. El Sr. Orbi Shipley, un converso del Protestantismo al Catolicismo, lo juzgó correctamente cuando dijo en el prefacio de su edición (Londres, 1870): “Este tratado no es tanto un manual como un método, un método del cual no aparece a primera vista su valor, su extraordinario poder. Una de sus grandes maravillas consiste en el hecho que ha hecho tanto a través de tan simples medios...No hay meras composiciones teóricas, sino que han sido enmarcadas sobre el más preciso estudio de la mente humana; ellos entran en sus diversas emociones, encuentran sus innumerables dificultades, y sondean en sus mismísimas profundidades sus diversas vertientes y pensamientos y acción”.

Para obtener el resultado deseado, San Ignacio usa sólo unas pocas palabras, pero estas son seleccionadas de modo de producir una profunda impresión en la mente y, si son seriamente meditadas por el ejercitante y fomentadas en su alma, pronto devendrán en poderosos pensamientos y se convertirán en una fuente de gran iluminación espiritual y consecuentemente de sinceras enérgicas resoluciones. Sin embargo, aunque el método de San Ignacio deja a los ejercitantes pensar por sí mismos, el autor no pretende que ellos deban usarlo sin guía. Él pone el “Libro de los Ejercicios” en las manos de un director, y le confía a el con su aplicación al ejercitante. El le enseña como guiar un alma en la elección del estado de vida y en la tarea de auto reforma. Las anotaciones, que proveen la clave de los “Ejercicios”, están pensadas más especialmente para el director. La mayor parte de ellas – la segunda, sexta, séptima, octava, novena, décima, duodécima, decimotercera, decimocuarta, decimoquinta, decimoséptima, decimoctava, un total de doce sobre veinte – están escritas para “el que da los Exercicios”. La decimoquinta le aconseja proceder con gran discreción, de modo de no interferir entre el Creador y la criatura, y a abstenerse, especialmente en caso de un retiro de elección, de cualquier sugerencia relativa a la determinación que debe tomarse, aún cuando fuera, hablando estrictamente, para lo mejor. Este consejo muestra cuán falsamente algunas críticas de los Ejercicios los representan como llevando indebida influencia para conducir la voluntad, con el objetivo de esclavizarla o paralizarla. De esto también se muestra el absurdo de la tesis de Muller en "Les origines de la Compagnie de Jésus" (París, 1898), en la cual se esfuerza por probar el origen Mahometano de los Ejercicios y de la Compañía de Jesús. De este modo, por lo tanto, el director, de conformidad con los deseos del autor, respeta la libertad del alma, una libertad ya regulada por la autoridad de la Iglesia, de la cual él es el representante. Además él considera la capacidad del alma; los Ejercicios contienen en sí mismos materias útiles para todos, pero tomadas en conjunto pueden no ser adecuadas a todos. La anotación decimoctava les prohíbe darlos indiscriminadamente, sin considerar quién es el ejercitante. Finalmente, resumiendo, toda la espiritualidad de San Ignacio, reposa en la instrucción Católica tradicional, en un método favorable a la actividad personal, y en la importancia de una dirección prudente.

Los comentaristas que han intentado explicar y penetrar la doctrina de los “Ejercicios” son teóricos que consideran ya sea todo el libro o ciertas partes del mismo, y muestran el orden y la conexión del libro, y cuando es necesario, justifican el pensamiento. Varios de ellos, no satisfechos con simplemente discutir el método, se ocupan también de la práctica. Aquellos cuyos nombres damos aquí pertenecen a la Compañía de Jesús, pero no escribieron solamente para la orden: siglo dieciseis — Achille Gagliardi; siglo diecisiete— Francisco Suarez, Antoine Le Gaudier, Luis de la Palma, Giovanni Bucellani, Tobias Lohner, Ignatius Diertins; siglo dieciocho— Claude Judde, Jean-Joseph Petitdidier, Baltasar de Moncada, Peter Ferrusola; siglo diecinueve— Johann Philipp Roothaan, Pierre Jennesseaux, Antoine Denis, Marin de Boylesve, Jaime Nonell, James Clare. Franz de Hummelauer, Jaime Gutiérrez.

Crítica desfavorable y favorable

Referimos al lector a la narración de Diertins sobre la “persecución” a la cual fueron sujetos los “Ejercicios” duran la vida de San Ignacio. El cuenta no menos de doce. El primer ataque puede ser atribuido a la sorpresa sentida por los eclesiásticos al ver a un laico tratando materias espirituales, antes de haber hecho sus estudios teológicos; las otras surgieron de alguna dificultad de interpretación o de juicios erróneos referidos al significado del texto. Nadal y Suarez respondieron a estos malevolentes o celosos censores, y fueron justificados con la aprobación de la Santa Sede. Los ataques del presente son generalmente no-científicos, inspirados por la pasión, y hechos sin ningún examen preliminar de la cuestión. Cuando la mente del adversario concibe una caricatura de los “Ejercicios”, ya sea porque no los ha leído, o porque antes de leerlos ha sido influenciado por las afirmaciones erróneas de otros críticos hostiles, el ataque aparece legítimo; en realidad se hallará que se refiere a algo que no está en los “Ejercicios”. Además los ataques por su oposición mutua se destruyen unos a otros. Los “Ejercicios” no pueden tener al mismo tiempo, un carácter maquiavélico y anodino, o estar embelesado en las nubes y empero arrastrarse sobre el suelo. Hace mucho tiempo fueron, y hoy en día lo son, acusados de ser una astuta maquinaria destinada a impresionar y conmover la imaginación y finalmente producir éxtasis a través de alucinación. Michelet y Quinet en sus dos famosas conferencias reavivaron esta calumnia, que fue contestada por Fr.Cahour en su panfleto "Des jésuites par un jésuite". Para este cargo de charlatanería será suficiente una réplica, la contestación hecha por un joven religioso, Rodrigo de Menezès, cuando fue preguntado si él no había sido favorecido con alguna clase de visión: “Si, fui testigo de una visión muy conmovedora; el estado de mi alma, lo nada de este mundo y el infortunio de perder a Dios para siempre”.

Esta visión, si puede mover al pecador a la conversión, no es uno apropiado para causar a una mente equilibrada una desviación. Y sin embargo, W. James menciona el punto culminante de los “Ejercicios” como, “un medio alucinado monoideismo” ("L'Expérience reigieuse", Paris, 1906, p. 345). Ciertas críticas han reprochado a los “Ejercicios” por favorecer la inspiración privada, en el sentido Protestante, y de abrir un camino al iluminismo. Esta crítica fue enfatizada al principio por Thomas de Pedroche, O.P. y surgió de una interpretación errónea de la decimoquinta anotación, en la cual San Ignacio aconseja al director no sustituir sus propias consideraciones por aquellas que Dios puede tener sobre el ejercitante. No es cuestión de dejarle una libertad exagerada que pudiera empujarlo más allá de los límites establecidos por la Iglesia. Vemos por tanto que algunos encuentran en el método de Ignacio iluminismo, alucinación y fantasmagoría; otros no ven en él nada deslumbrante, sino bastante tontería e insipidez. “Hay gente,” dijo el Abad Guetée, “que considera este libro una obra maestra, y otros no la encuentran más que muy ordinaria” ("Histoire des Jésuites", París, 1858, I, 12). Esta acusación aparece nuevamente bajo una forma diferente: los “Ejercicios” no ofrecen más que un método insuficiente, “una cultura Japonesa de falsos bonsais” (Huysmans, "En Route", Paris, 1896, p. 398). Finalmente, algunos Católicos ven en él sólo un libro para principiantes, un retiro para el tiempo de conversión, y un medio adecuado para guiar los pasos de uno en el camino de perfección. Un clérigo Protestante, el Rev. Sr. Carter observa, por el contrario, que el método es bastante amplio y libre, desde que “una de las primeras reglas establecidas por San Ignacio para el director del retiro es, que él debe adaptar los Ejercicios a la edad, capacidad, y fortaleza de la persona pronta a hacerlos” ("Retreats with notes of addresses", Londres, 1893, p. xxv).

Los elogios prodigados a los “Ejercicios” exceden largamente las críticas adversas. Como son considerados una escuela de santidad, es interesante saber que pensaron los santos de ellos. La práctica de los Santos Felipe Rómulo Neri, Carlos Borromeo, Francisco de Sales y Alfonso Liguori es un testimonio más elocuente en favor de los “Ejercicios” que cualquier cosa que ellos hayan escrito; y será suficiente recordar las palabras de San Leonardo de Port-Maurice: “Durante esos santos días debimos ejercitarnos en el Divino arte de asegurar el grandemente importante asunto de nuestra salvación. Como Dios ha inspirado al glorioso fundador de la ilustre Compañía de Jesús con este precioso arte, tenemos que seguir el método establecido por él en su admirable libro de los Ejercicios.” Desde la aprobación concedida por Pablo III en 1548, los “Ejercicios” han sido a menudo favorecidos por los soberanos pontífices; los elogios que les han otorgado se hallan mezclados con recomendaciones de los retiros, el uso de de los cuales, de acuerdo con San Francisco de Sales, fue reavivado por San Ignacio. Debemos mencionar solamente a Alejandro VII, Clemente XII, Benedicto XIV, Clemente XIII, y Pío IX. Todos sus elogios han sido resumidos por León XIII en su Instrucción del 8 de Febrero de 1900: “La importancia del libro de San Ignacio con relación al eterno bienestar de las almas ha sido probada por una experiencia de tres siglos y por la evidencia de aquellos hombres destacados, que, durante este lapso de tiempo, se han distinguido en los ascéticos caminos de la vida o en la práctica de la santidad.”

Mgr Camus, Obispo de Belley, llama al libro de los “Ejercicios”, un “Dorado libro de puro oro, más precioso que el oro o el topacio” ("Direction à l'Oraison mentale", Lyons, 1623, c. xix, p. 157); Mgr Freppel “Un libro que yo podría llamar el trabajo de un hombre de genio, si no fuera el de un santo, un maravilloso libro, que, con la “Imitación de Cristo”, es quizás, de todos los libros escritos por el hombre el que gana más almas para Dios ("Discours-Panégyriques", Paris, 1882, II, 36, 37); y el Cardenal Wiseman: “Hay muchos libros de los que han enseñado al hombre a esperar mucho; pero que, leidos, le dejan poco beneficio. Hay unos pocos y mas preciosos, que, a primera vista, y por exiguo conocimiento, parecen contener poco; pero cuanto más se los estudia, cuanto más instrucción, más sólidos beneficios producen; que son como un terreno que parece desnudo y no adornado, pero que contiene bajo sus superficie ricos tesoros que deben ser excavados y extraídos desde gran profundidad. No conozco un libro que tan justamente pertenezca a esta segunda clase como este pequeño trabajo aquí presentado al público” (Prefacio a la ed. Fr. de los “Ejercicios” por Seager. Londres, 1847,p. xi). Janssen dice “Este pequeño libro, considerado por los propios Protestantes como una obra maestra sicológica de primera clase, ha sido para la nación Germana, y para la historia de su fe y civilización, uno de los más importantes escritos de los tiempos modernos... Ha obrado tan extraordinaria influencia sobre las almas, que ningún otro trabajo ascético puede comparársele ("L'Allemagne et la Réforme", Fr. ed., IV, 402).

Los no católicos también lo elogian. “Los Ejercicios Espirituales”, de acuerdo con Macaulay, “es un manual de conversión, que propone un plan de disciplina interior, por medio de la cual, en ni más ni menos que cuatro semanas, se realiza paso a paso la metamorfosis de un pecador en un fiel siervo a Cristo” ("Edinburgh Review", Noviembre, 1842, p. 29). Más recientemente, el Canónigo Carlos Bodington, elogiando a los misioneros Jesuitas, tan pródigos de su sudor y sangre, realmente “dignos de calurosa admiración y respeto”, agregó: “Probablemente el noble y devoto aspecto de las vidas de estos hombres destacados ha sido grandemente sostenido por el uso del método de loe ejercicios espirituales que les dejara su fundador” ("Books of Devotion", Londres, 1903, p. 130). Finalmente, poco tiempo atrás Karl Holl (ver bibliografía), un Alemán, declaró que los “Ejercicios” eran una obra maestra de pedagogía, la que en lugar de aniquilar la personalidad sirve para elevar el espíritu. El Positivista P. Lafitte, en las conferencias dictadas en el Collège de Francia, declara: “Estos Ejercicios son para mi mente una real obra maestra de sabiduría política y moral y ameritan un cuidadoso estudio...El destino de estos Ejercicio es organizar la vida moral del individuo de tal manera que a través de un prolongado, solitario y personal trabajo, él mismo realiza el más perfecto balance de la mente” ("Revue occidentale", 1 May, 1894, p. 309).

Monumenta historica, S. J. (Madrid, 1894); SOMMERVOGEL, Bibl. de la Compagnie de Jésus (Brussels, 1890); Acta SS., VII, July; STÖGER, Die aszetische Literatur über die geistlichen Uebungen (Ratisbon, 1850); DIERTINS, Hist. exercitiorum spiritualium (Rome. 1732); WATRIGANT, La genèse des exercices de saint Ignace (Amiens, 1897); DEBUCHY, Introduction à l'étude des exercices spirituels (Enghien, 1906); BARTOLI-MICHEL, Hist. de s. Ignace de Loyola (Bruges, 1893); ASTRAIN, Hist. de la compañía de Jesús en la asistencia de España (Madrid, 1902); JOLY, Saint Ignace de Loyola (Paris, 1899); BESSE, Une question d'histoire littéraire au X VIe siècle in Revue des quest. hist. (January, 1897); SUAREZ, De religione, IV, tr. X, IX, v; CLARE, The Science of Spiritual Life according to the Spiritual Exercises (New York, 1896); JANSSEN, L'Allemagne et la réforme, IV (Paris, 1895); HOLL, Die geistlichen Übungen des Ignatius von Loyola (Tübingen, 1905).


PAUL DEBUCHY Transcripto por Douglas J. Potter Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi