Diogneto, Carta a
De Enciclopedia Católica
(EPISTOLA AD DIOGNETUM).
Esta hermosa apología del Cristianismo no es citada por los escritores antiguos o medievales y nos llegó en un solo manuscrito que pereció en el sitio de Estrasburgo (1870). La identificación de Diogneto con el maestro de Marco Aurelio, del mismo nombre, es plausible. El nombre del autor es desconocido y la fecha puede ser cualquiera entre los Apóstoles y Constantino y durante una severa persecución.
Se atribuyó a S. Justino Mártir, pero este apasionado filósofo y apresurado escritor era incapaz de la elocuencia contenida, el suave flujo del pensamiento, la límpida claridad de expresión que hace de esta epístola una de las composiciones más perfectas de la antigüedad. Los dos últimos capítulos (xi, xii), floridos y oscuros, no tiene relación con el resto de la carta. Parecen ser restos de una homilía de fecha posterior. El escritor de este añadido se describe a si mismo como un “discípulo de los Apóstoles”, y por un mal entendimiento de estas palabras la epístola ha sido clasificada, desde el siglo dieciocho, con los Escritos de los Padres. La carta termina al final del capítulo x; puede que originalmente fuera más larga.
El escritor se dirige al “muy excelente Diogneto”, un pagano bien dispuesto que desea conocer la religión de los cristianos. Se ridiculiza la adoración de los ídolos y se muestra que los sacrificios y ceremonias de los judíos no pueden producir ningún placer al único Dios creador de todo. Los cristianos no son una nación ni una secta; están extendidos por todo el mundo, aunque no sean del mundo sino ciudadanos del cielo, pero son el alma del mundo. Dios creador invisible ha enviado a su Hijo por el que hizo todas las cosas, a salvar al hombre, después de que ha permitido al hombre descubrir su inclinación al pecado y su incapacidad de salvarse a si mismo. El último capítulo es una exposición, “primera” del amor del Padre, evidentemente iba a ser seguida por una” segunda” sobre el Hijo, pero se ha perdido. El estilo es harmonioso y simple. El escritor es un maestro que ha practicado la elocuencia clásica y es un ferviente cristiano. No se parece a las apologías públicas del siglo segundo. Hay un importante afinidad con la obra de S. Cipriano “Ad Donatum”, que también está dirigida a un pagano interesado en conocer el cristianismo. El autor no se refiere a la Sagrada Escritura, sino que utiliza los Evangelios, I Pedro y I Juan y está impregnado de las epístolas de S. Pablo. Harnack parece tener razón al no querer colocar al autor antes de Ireneo. Se le podría poner mucho después, en las persecuciones de Valeriano o de Diocleciano.
No puede ser una persona desconocida sino un escritor ilustre y sin embargo no es uno de los escritores del siglo segundo o tercero cuyas obras nos han llegado. El nombre de Luciano Mártir cumpliría los requisitos y la pérdida de la parte de la carta donde iba a hablar del Hijo con más detalle, quizás por sospechas de arrianismo, cuya paternidad se le atribuye. La llamada Carta puede ser en realidad un apología presentada ante un juez.
La editio princeps es de Stephanus (Paris, 1592), y Sylburg (Heidelberg, 1593) y los siguientes editores la incluyeron entre las obras de S. Justino. La mejor edición es la de Otto en "Corpus Apologetarum Christ." (3d ed., Jena, 1879), III. Tillemont siguió la sugerencia de un amigo al asignarle una fecha anterior y Gallandi la incluyó en su "Bibl. Vett. PP.", I, como obra de un Padre Apostólico anónimo. Desde entonces está en las ediciones de los Padres Apostólicos especialmente las de Hefele, Funk (2d ed., 1901), Gebhardt, Harnack y Zahn (1878), Lightfoot y Harmer (London, 1891, contr. Inglesa). En Alemania han aparecido muchas ediciones separadas. Hay una traducción inglesa en el Biblioteca Ante. Nicena (Londres 1892) I.
Las disertaciones sobre este tratado son demasiado numerosas para catalogarlas, aunque en general no son de mucho valor. Baratier y Gallandi la atribuyeron a Clemente Romano, Bohl a un Padre Apostólico en lo que fue seguido por los editores católicos o críticos Mohler, Hefele, Permaneder, Alzog, mientras que Grossheim, Tzsehirner, Semisch la colocan en tiempos de Justino; Dorner la refiere a Marción , Zeller al fin las del siglo segundo y Ceillier, Hoffmann y Otto defienden la atribución manuscrita a Justino. Fessler defiende el primero o segundo siglo .
Todas estas posturas han sido abandonadas así como la sugerencia de Kruger de que el autor era Arístides, la de Daseke que lo era Apelles, la de Overbeck de que es post-constantiniana y la de Donalson de que es una ejercicio retórico del siglo quince (el manuscrito era de los siglos trece, catorce); Zahn ha sugerido 250-310 y Harnack 170-300.
JOHN CHAPMAN.
Transcrito por Joseph P. Thomas.
Traducido por Pedro Royo