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Martes, 24 de diciembre de 2024

Devota Semana de Pasión

De Enciclopedia Católica

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Meditaciones sobre algunos Misterios de la Pasión del Señor, repartidas por los días de la semana

Las cuales servirán principalmente, para honrar la pasión y muerte de Jesús en los días que la Iglesia tiene señalados.

Obra escrita por el presbítero Luis Manrique, Cura y Juez Eclesiástico de Pénjamo

Morelia, 1858.

Acto de Contrición

Señor mío Jesucristo, Verbo humanado, que por la salud del mundo bajasteis de los cielos a la tierra despojándoos de vuestra propia grandeza y revistiéndoos de la forma de siervo, para satisfacer cumplidamente a la justicia de vuestro Eterno Padre, altamente ofendido con nuestros pecados. Yo os adoro ¡oh Rey eterno de la gloria! y os amo con todo mi corazón, me pesa de haberos tantas veces ofendido, propongo firmemente ayudado de vuestra divina gracia, no ofenderos más. Aceptad ¡oh dulcísimo Jesús el humilde sacrificio que os hace un pobre pecador arrepentido; volved hacia él vuestras misericordiosas miradas, y con solo esta gracia me limpiaré de mis manchas, os satisfaré condignamente y seré eternamente salvo. Así lo espero de vuestra bondad infinita por los méritos de vuestra pasión y muerte y de la intercesión poderosa y eficaz de vuestra purísima Madre la Virgen María. Amén.

Meditación de la Oración de Nuestro Señor Jesucristo en el Huerto y sudor de sangre

Alma mía: mira con los ojos de la consideración al dulcísimo Jesús en el huerto de Getsemaní, postrado en tierra, confundido su bellísimo rostro con el polvo, orando fervorosa y tiernamente a su Eterno Padre: míralo, como a impulsos del gran dolor que oprime su santísima alma, desfallece, suda copiosa sangre y casi muere: ¡Dios mío! ¿El hijo eterno, engendrado de vuestra misma substancia entre los esplendores de los santos reducido a tal abatimiento? ¿Todo un Dios despojado de la grandeza y majestad de su gloria y anonadado hasta la forma de ciervo? Que cosa es ¡dulcísimo Jesús Verbo hecho carne! la que tanto os atormenta, que, siendo Dios fuerte por esencia, os hace aparecer débil y exclamar “Padre mío, si es posible, no me hagas beber este cáliz" ¡Ay dulce Jesús de mi vida! Son mis pecados, sí, mis pecados son, lo conozco y lleno de confusión lo confieso, los que os han causado tan grave pena. ¿Por qué no morí yo antes de ofenderos? ¿Y por qué después de haberos ofendido no muero de dolor? ¡Oh amabilísimo Jesús! perdón os pido de mi ingratitud, compadeceos de mi miseria; aplicadme, por vuestra bondad, los méritos de vuestra oración y de vuestra sanare derramada por mi amor, para satisfacer cumplidamente a la justicia de vuestro Padre, justamente indignada contra mí: concédeme vuestro santo amor y esto me basta.

Se medita un poco, en seguida se rezarán tres credos y luego se dirá la siguiente:

Oración

Señor mío Jesucristo, que en el Huerto con vuestra palabra y ejemplo nos enseñasteis orar para vencer las tentaciones: concédenos propicio, que dedicándonos constantemente a la oración merézcanlas conseguir su copioso fruto. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración a la Santísima Virgen

Dios te salve Virgen Purísima María, Huerto cerrado, al cual en ningún tiempo Ha tenido acceso la infernal serpiente. Yo alabo ¡olí dulce Madre mía! y con todo el afecto de mi corazón doy las más rendidas gracias a la Trinidad beatísima porque os honró, ennobleció y enriqueció desde el primer instante de vuestro ser preservándoos de toda mancha de pecado, y adornándoos con todas las virtudes. Por esta gracia tan singular os suplico humildemente me alcancéis de Vuestro Divino Preservador y Redentor Cristo Jesús, el perdón de mis pecados, la constancia en la oración y una pureza de vida, que me haga digno de sus eternas caricias en la gloria. Amén.

Se rezará una salve y terminará el ejercicio repitiendo por tres veces

L/: María reina de los mártires

R/: Ruega por nosotros.

Lunes. Meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Alma mía: aprende a amar. Mira al inocentísimo Jesús, como después de haber sudado sangre en el Huerto, haber sido acusado en los tribunales de Anás, Caifás, Pilatos y Herodes, haber sufrido intolerables injurias, indecibles afrentas crueles azotes, burlas impías, es sentenciado a muerte por el más inicuo é infame de los hombres.

Mira con que violencia, tropelía y algazara es conducido por fieros sayones al lugar del suplicio, sin que abra sus divinos labios para pronunciar una sola queja, semejante al manso corderillo, cuando es llevado al matadero, según la bella frase de Isaías. Mira de nuevo a este obedientísimo Isaac ya en lugar del sacrificio como ofrece espontáneamente sus divinas manos y pies para que sean clavados en el áspero leño, que es el altar preparado, donde ésta adorable víctima se ofrece a sí misma a la soberana justicia de un padre en expiación por los pecados del mundo. Ya está enarbolado el estandarte, del Supremo Rey de la gloria, ya resplandece en el Gólgota el adorable misterio de la Cruz. Contempla las crueles penas, la agonía congojosa, la muerte infame del amorosísimo Jesús, Autor supremo de la vida. Pendiente por tres lloras del árbol de la Cruz, son acerbos los dolores que padece, extrema la vergüenza que lo cubre, espantoso el abandono a que se ve entregado. Vuelve su moribunda vista a todas partes y solo encuentra objetos que lo horrorizan y lo aterren. Desgraciados que arden en un abismo de fuego, implacables enemigos que lo cercan, un diluvio de pecados que ahoga al mundo y sobre todo la inflexible justicia de su Padre, que no se dará por satisfecho hasta no haber descargado todo su vigor sobre el Eterno objeto de sus complacencias. De aquí, es tal la amargura que inunda su purísima alma, tal la pena y dolor que oprime su sensible corazón, que no puede menos de exclamar: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado…?" ¡Ay dulce y más que dulce Jesús crucificado! ¡Quien os amara tanto como vos me habéis amado! ¡Quién su vida por vos diera como habéis dado la vuestra por mi amor! Yo os amo Jesús de mi alma, os amo dueño de mi vida misericordia Señor, misericordia.

Oración

Señor mío Jesucristo que bajaste de los cielos a la tierra del seno de vuestro Eterno Padre, y para la remisión de nuestros pecados derramaste tu preciosa sangre: humildemente te suplicamos: que en el terrible día del juicio puestos a tu derecha merezcamos oír de tu divina boca; "venid benditos de mi Padre". Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración a María Santísima

Dios te salve Virgen Purísima María, Madre verdadera del Dios verdadero. Yo os doy el parabién por la dignidad tan sublime a que habéis sido exaltada, y por ella os ruego me alcancéis de vuestro Divino Hijo muerto por mi amor, me conceda grande aborrecimiento al vicio y un grande y constante amor a la virtud, especialmente adorne mi alma con una humildad profunda, una pureza sin mancha y una caridad ardiente, a fin de que sirviéndole con perfección en esta vida goce de su amabilísima presencia por toda la eternidad en el cielo. Amén.

Martes. Meditación de la corona de espinas

Alma mía: contempla con asombro al nuevo Rey Salomón coronado, con diadema de gloria, sino de ignominia, con que su madre la Sinagoga lo coronó el día de sus desposorios con la Iglesia.

Mira, como desgarrado su inocentísimo cuerpo con más de cinco mil azotes, es cubierto con un vil andrajo en lugar de purpura, y por cetro empuña una débil caña. ¿Qué es esto Rey supremo de la gloria? ¿No sois vos, ante cuya terrible majestad los montes se liquidan como cera? ¿No sois vos, ante cuya adorable presencia las inteligencias celestiales cubren su rostro de respeto? ¿Pues por qué sufrís, que unas miserables criaturillas os insulten y desprecien? ¡Oh amado Jesús de mi alma! No sé, en verdad, como llamaros si dulce o cruel, por que habéis dado pruebas de ser una y otra cosa con vos mismo. ¡Ah querido dueño de mi corazón! El amor que me habéis tenido os hace dulce, y más que dulce, ¡para mí! pero este mismo amor se encruelece contra vos y os obliga a padecer tantos tormentos. Queréis que se os corone de espinas y se os vista de Rey de farsa para merecerme la corona de gloria y el rico manto de la inmortalidad.

¡Dulcísimo Jesús mío! os diré con S. Ligorio, espero que seré vuestra corona en el paraíso, salvadme por los méritos de vuestra pasión; cuando esté en la gloria alabaré eternamente vuestro amor y vuestra misericordia: cantar eternamente las misericordias del Señor. Sí cantaré eternamente.

Oración

Dios omnipotente, te rogamos nos concedas, que a los que, en memoria de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, veneramos en la tierra su corona de espinas, merezcamos ser coronados por él mismo de gloria y honor en los cielos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración a María Santísima

¡O Virgen Purísima María, portento de la gracia, consuelo de los mortales y alegría del cielo! Yo os saludo ¡o dulce Madre mía! y con todo el rendimiento de mi alma confieso vuestra santa y perpetua virginidad. Por esta incomparable excelencia os ruego me alcancéis de vuestro divino Hijo mi Señor Jesucristo una gran pureza de corazón, una fortaleza invencible y una paciencia inalterable para soportar las pruebas a que su majestad quiera sujetarme en esta vida, a fin de que, no desfalleciendo en manera alguna, merezco entrar en el eterno descanso en la otra. Así sea.

Miércoles. Meditación de la preciosa sangre de Ntro. Señor Jesucristo

Alma mía: considera lo que vales en la presencia de Dios, mira cuanto te ama este Señor. Tú, por el pecado, eras enemiga de Dios, objeto de su indignación, condenada a padecer eternamente en las voraces é inextinguibles llamas del infierno. La justicia divina exigía, por tanto, de ti una reparación, completa, por los ultrajes que a su augusta soberanía y majestad le habías inferido. Mas ¿de dónde ¡criatura miserable! habías de tomar caudal para satisfacer tan grande deuda? ¡Oh bondad inefable de mi Dios! ¡Oh caridad sin límites de mi Redentor! Del tesoro mismo de su naturaleza incomprensible me franquea aquel gran Dios recursos superabundantes para pagar deuda tan crecida. Entrega por mí a la muerte a su unigénito, quien con su sangre preciosa satisface más que suficientemente a la justicia de su Padre, cancelando al mismo tiempo con su muerte la escritura de eterna reprobación, que contra mí estaba tirada. ¡Alma mía! Advierte cuanto le has costado a tu Dios y de aquí podrás inferir lo que te ama. No con tesoros terrenos ha obtenido tu libertad y tu vida, no con el oro ni la plata has sido rescatada de la ominosa servidumbre en que yacías, sino con la sangre preciosísima del cordero inmaculado Cristo Jesús, quien ofreciéndose a sí mismo en el árbol santo de la cruz, destruyó el muro de separación que había entre los cielos y la tierra y reconcilió a los hombres con su Padre. Dulcísimo Jesús, vida de mi alma, gracias os doy por tanto amor: aplicadme Redentor divino los infinitos méritos de vuestra sangre y salvadme por vuestra misericordia.

Oración

Omnipotente y eterno Dios, que constituisteis á vuestro Unigénito Hijo Redentor nuestro, y quisisteis ser aplacado con su sangre; te rogamos, nos concedas que de tal suerte veneremos con solemne culto el precio de nuestra salud, y seamos por su virtud defendidos de los males de la vida presente, que con el Eterno Fruto nos alegremos en el cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración a María Santísima

Virgen Purísima María, vos que, al pie de la Cruz, viendo morir a vuestro Unigénito Hijo, fuisteis constituida Madre de los pecadores. Vos, que desde aquel triste momento tuvisteis la dignación de adoptar a todos los hombres por hijos vuestros en la persona del Evangelista; mostrad ahora ¡oh única esperanza de mi salvación! que sois nuestra buena Madre, alcanzándonos con nuestro Redentor Jesús una fé viva y constante una esperanza firme una caridad ardiente y una devoción grande a vuestros dolores, para que después de haberos servido como hijos fieles en esta vida, vallamos a besar vuestras soberanas plantas en la otra. Así sea.

Jueves. Meditación de la lanza y clavos, que traspasaron el adorable cuerpo de Nuestro Redentor Jesús

Alma mía: tú que agitada por el torbellino de las pasiones estás inquieta, desolada y casi a punto de perecer; tú a quien implacables enemigos persiguen día y noche para darte la muerte; tu finalmente, que cual acosado y sediento ciervo, buscas con ansia la cristalina fuente para apagar la ardiente sed que te devora y para reparar tus perdidas fuerzas; mira que cerca de tí están las hendiduras de la 'Divina Peña, donde podrás guarecerte; mira que torrentes de agua viva salen de esas Divinas Fuentes, más abundantes por cierto que el pozo de Jacob, y más saludables que la famosa piscina de Siloé; contempla, por último, a tu amoroso Salvador difunto, traspasado de pies, manos y costado y anegado en un mar de. sangre, porque tú te laves de tus inmundicias y eternamente vivas. ¡O rudos clavos, o lanza cruel que así desgarráis el inocente cuerpo de mi amado! ¿Por qué tan despiadados traspasáis esas manos puras, empleadas solo en prodigar al mundo beneficios? ¿Por qué taladráis esos pies sagrados, fatigados solo por salvar al hombre? ¿Por qué rompéis, porqué destrozáis ese Corazón divino, manantial perenne de tantos y de tan generosos sentimientos? ¿Por qué, si queréis saciar vuestra cruel saña no convertís vuestro furor contra mí, monstro aborrecible de maldad y me quitáis la criminal existencia que sobre la tierra arrastro? Pero no, clavos benditos, no sois vosotros los que aprisionáis a mi Señor, no eres tú preciosa Lanza, la que traspasáis el pecho de mi difunto Dueño, mis pecados son ¡ay que los detesto! la causa de tantos sufrimientos. Perdón dulcísimo Jesús, perdón os pide un alma arrepentida, que conoce la enormidad de sus delitos: concedédselo, Dios mío, otorgádselo en vuestra misericordia.

Oración

Oh Dios, que, por la salud del mundo, quisisteis que vuestro sagrado cuerpo fuese traspasado con clavos y herido con una lanza, concédenos propicio que, a los que veneramos en la tierra las solemnidades de los mismos clavos y lanza, nos congratulemos en el cielo con el glorioso triunfo de vuestra victoria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración a María Santísima

¡Oh Corazón purísimo de la incomparable Virgen María! ¡Oh relicario preciosísimo de la Trinidad Beatísima! ¡Oh propiciatorio sacratísimo, desde donde el Eterno Rey de la gloria comunica a los hombres sus inefables y soberanas voluntades! Yo os saludo con todo el afecto de mi pobre corazón, os adoro con todo el rendimiento de mi alma, os amo con todas las fuerzas de mi vida. ¿Quién será digno de encomiar tus perfecciones ¡oh fuente de la vida y único refugio de los pecadores? Yo te amo sí, y quiero amarte hasta la muerte. Concédeme, Señora, aquel la dulce paz, que el mundo no conoce ni me puede dar y una alegría santa testimonio de la buena conciencia, para que con prontitud y gusto cumpla la ley de vuestro Divino Hijo y dé el lleno a las obligaciones de mi estado, y empleado solo en vuestro servicio durante el tiempo de mi vida os goce y alabe por toda la eternidad. Amén.

Viernes. Meditación de la Santa Sábana en que fue envuelto el Cuerpo de Jesús

Alma mía: considera que, si el adorable madero de la Cruz es muy digno de nuestra veneración y de nuestro amor, ya por el contacto físico que tuvo con el sagrado cuerpo de Jesús, ya por haber sido bañado con el licor suavísimo de su sangre preciosa, y más que todo, por ser una viva representación del Salvador del mundo muerto entre los más atroces tormentos por la salud del linaje humano; no es menos digno de nuestra veneración aquel Lienzo precioso, aquella Sábana Santa en la cual fue envuelto el ensangrentado cadáver del Hombre Dios, ya por haber participado de tan preciosa é inestimable Reliquia, ya por haber servido para cubrir la ignominiosa desnudez de un Dios pobre, ya finalmente, por ser un auténtico y eterno testimonio de la muerte cruel del divino redentor de los hombres, ¡Ah! la sola presencia de esa Sábana nos recuerda al sabio autor de la vida dando la suya porque la tuviese el mundo! Ese Lienzo sagrado nos trae a la memoria al Criador del universo, ¡al Soberano Dueño de todo lo criado muriendo en el mayor abandono, abatimiento y miseria! Él nos hace presente aquella pena cruel, que desgarró el sensible Corazón de la más Santa de las criaturas, de la más pura entre las hijas de Adán, de María tierna Madre del Verbo humanado, al ver expirar a su Divino Hijo, quedando ella sumergida en la más profunda soledad. Él, por último, nos pone a la vista aquella caridad ardiente, que consumía el corazón de aquellos santos y ricos varones, que no temieron comprometer su fortuna, su reputación y aún su misma vida por ejercer uno de los más heroicos actos de misericordia con el adorable cuerpo de su adorado Maestro. ¡Oh Lienzo bendito y glorioso que tuviste la dicha de contener aquel Supremo Señor, a quien los cielos de los cielos no pueden abarcar! ¡Oh sagrada mortaja de mi difunto Dueño! Yo te adoro con todo el rendimiento de mi pobre corazón. Quisiera imprimir en Tí dulces y ardientes ósculos, que fuesen una manifestación inequívoca de mi amor, de mi respeto y de mi profunda veneración. Mas ya que esto no me es posible, concededme Vos ¡oh dulce Esposo de mi alma Dueño de mi vida, mi dulcísimo Jesús! que jamás se aparte de mi memoria el recuerdo de vuestra Pasión dolorosa y de vuestra acerva muerte, ni menos de mi corazón los constantes y tiernos afectos de mi amor.

Oración

Dios que nos dejaste las señales de tu pasión en la Sábana Santa, en la cual fue envuelto tu sacratísimo cuerpo bajado por José del patíbulo de la cruz, concédenos propicio que por tu muerte y sepultura seamos llevados a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración a María Santísima

Dios te salve Virgen Santísima María, afligida reina, desconsolada Madre, refugio seguro de los más grandes pecadores. Vos Señora que tuvisteis el dolor de recibir en vuestros brazos y estrechar contra vuestro tierno corazón el destrozado y ensangrentado cuerpo de vuestro divino Hijo mi Dios y mi Señor, Vos que por tres días permanecisteis sumergida en la más profunda y triste soledad; os suplico me alcancéis de vuestro mismo divino Hijo, no sea mi alma abandonada al furor de sus enemigos, ni menos sienta los horrores del sepulcro infernal, sino que, por el contrario, se digne por su misericordia dispensarle los eficaces auxilios de su gracia, para que viva constantemente en su amistad y alcance por los méritos de su dolorosa pasión y por los tormentos de vuestra amarga soledad, morir por su amor, a fin de que viva eternamente con Vos en el cielo. Amén.

Sábado. Meditación de las cinco Llagas de Nuestro Redentor Jesucristo

Alma mía: ¿Qué cicatrices son esas que se advierten en los pies, manos y costado del más hermoso de los hijos de los hombres? ¿Quién es el temerario, que ha abierto esas heridas? En aquel día, había dicho el profeta Zacarías, habrá una fuente abierta para la casa de David, y para los habitantes de Jerusalén; a fin de lavar las manchas del pecador y de la mujer inmunda." Llegó, pues, este día tan deseado: esa prodigiosa fuente está abierta para todos: por cinco bocas da salida a esa agua viva, cuyos raudales saltan hasta la vida eterna. Venid, pues, los que tenéis sed á refrigeraros, los que estáis sucios a lavaros, los que estáis enfermos a curarlos.... pero ¿qué digo? Venid pecadores a justificaros, y vosotras almas justas á santificaros más. Ese licor suavísimo, que a torrentes sale por las llagas de Jesús, es el precio de vuestros pecados, el remedio de vuestros males, el sello de vuestra predestinación. Atended y ved esa divina flor de la pasión sangrienta como enrojece, en señal de la caridad más ardiente. Aquí contienden, dice San Bernardo, la pasión y la caridad; ésta queriendo ser más ardiente, y aquella queriendo ser más cruel. ¡Oh mi dulce Jesús! Vida de mi vida, Redentor de mi alma, ¡corona de mi gloria! ¿Qué es lo que os ha obligado a amarme tanto? ¡Ah Señor solo vuestra bondad que es infinita! Mas ahora ¡qué dulce confianza es la que me inspiran esas sangrientas llagas! Si, mi Dios, Vos habéis derramado vuestra sangre, habéis muerto en una cruz porque mi alma no se perdiera; no se perderá, no, si le aplicáis los méritos de vuestra dolorosa pasión. Vos me habéis preparado una morada dentro de vuestro mismo corazón para que viva seguro. Vos, finalmente todos los días hacéis presente a vuestro Eterno Padre esas cicatrices, que dejó estampadas en vuestro cuerpo el amor que me habéis tenido, para desarmar su justicia y hacérmelo accesible en su misericordia. Teniendo, pues tan buen abogado, ¿qué temeré? Si Vos, mi dulce Jesús, estáis a mi favor, ¿quién osará levantarse en mí contra? ¡Ah! nada, ya nada temo porque Jesús es mi defensor; nada, nada temo porque Jesús es mi hermano; nada, nada temo, porque Jesús es mi buen padre. Ahora sí que ya respiro, porque Jesús me da aliento; ahora sí que viviré, porque Jesús es mi vida verdadera.

Oración

Oh Dios, que, en la pasión de tu unigénito Hijo, y por las cinco llagas, con la efusión de sangre reparaste la naturaleza humana perdida por el pecado; concédenos te suplicamos, que los que liemos venerado en la tierra las llagas recibidas por él, merezcamos alcanzar en el cielo el fruto de su sangre preciosísima. Por el mismo Jesucristo Señor Nuestro. Amén.

Oración a María Santísima

¡Oh María, Reina del cielo y de la tierra! Yo os doy los más cumplidos parabienes por el sublime honor y excelsa gloria, a que habéis sido exaltada en los cielos, cuando fuisteis constituida, por la Trinidad Beatísima, Soberana Emperatriz de los cielos y la tierra. Me alegro de vuestra dicha, y os adoro como a mi Reina y Señora. Mas, ¿qué cosa podré ofreceros en señal del vasallaje que os debo? Vos, bien sabéis que nada tengo, y conocéis mi pequeñez y mi miseria. No hay en mí otra cosa que mi corazón, pero tan lleno de maldades que merece presentarse ante vuestro real y limpio acatamiento. Limpiadlo, pues, misericordiosa Reina, purificadlo ¡o mi buena y más que dulce Madre! y plantad en él un jardín hermoso de virtudes, para que Vos con vuestro Divino Esposo os recreéis en él por toda la eternidad. Amén.

Fuente: Apostolado de la Piedad popular

Selección del texto: Nelson Rodolfo Sandoval

Selección de imágenes: José Gálvez Krüger