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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Devoción de las gotas de sangre de Nuestro Señor Jesucristo

De Enciclopedia Católica

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EVOCIONES A LA PRECIOSA SANGRE DE JESUCRISTO


DEVOCIÓN PARA TODOS LOS DÍAS A LA PRECIOSA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO para implorar las gracias más particulares de nuestra salud eterna.

HIMNO compuesto por el Br. D. Manuel Sartorio.


Con todo el afecto

De mi corazón

Salúdote santo,

Purpureo licor.

De una Virgen pura

Mi rey te tomó,

Para darte en precio

De mi redención.

Tus gotas primeras

Sangriento sacó

De un cruel cuchillo

El duro rigor.

En Getsemaní,

Huerto de aflicción,

Mortal agonía y

Te exprimió en sudor.

De azotes crueles

AV suplicio atroz

De un poste regaste

Todo el rededor.

Corona punzante

De agudo cambrón

Correr te hizo a hilos

Cubriendo a mi sol.

Dos rasgadas fuentes

Abrióte el furor

Con dos fuertes clavos

En sus manos dos.

Otras dos te abrieron

Con crueldad feroz,

Con otros dos clavos

En los pies de un Dios.

T porque salieses

Toda, en conclusión,

La lanza atrevida

La quinta te abrió.

¡Ay! ¡Por cuantas fuentes,

O precioso humor,

Corres abundante

¡Para mi ablación!

El precioso fruto

De tanta efusión

No permita el cielo

Que malogre yo.

Precio inestimable

De inmenso valor,

¡Ay! yo no te pierda,

no te pierda, no,

Dese al Uno y Trino

Gloria y bendición,

á tí, sangre augusta

De mi Redentor.

Amen.


L/: Cristo nos lavó de nuestros pecados. R/: Con su sangre preciosa.

OREMOS: Omnipotente y sempiterno Dios que quisiste aplacarte, y que fuésemos redimidos con la sangre del Hijo unigénito; concédenos, te suplicamos, que veneremos de tal modo el precio de nuestra salud, que merezcamos alcanzar el perdón ahora en esta vida, y después la gloria en la eterna, por el mismo Jesucristo nuestro Señor, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina, Dios por todos los siglos de los siglos. Amen.


ORACIÓN Recibe, Señor, toda mi libertad, y séante aceptos mi entendimiento, memoria y voluntad. Todo lo que tenso y poseo, tú me lo has dado, yo te lo restituyo todo y te lo entrego para que lo gobiernes según sea tu santísima voluntad. Dame solo que te ame con tu gracia, y con esto soy bastante rico y no tengo más que pedirte. Especialmente dame Señor el don de una angelical pureza de alma y cuerpo, por la sangre que derramaste en la circuncisión. Dame el don de oración profundísima y de lágrimas del corazón, por la sangre que sudaste en el huerto. Dame el don de referir tus maravillas en varias lenguas, a saber; con el idioma de una conversación santa, y con el lenguaje de la modestia y del buen ejemplo, por la sangre vertida en los azotes. Dame el don de discreción y de espíritu para que no se corrompa mi corazón con los malos y mi alma sea salva, por la sangre que derramaste en la coronación de espinas. Dame el don de perseverancia en mi vocación y en los buenos hábitos, por la sangre que vertiste cuando te arrancaron las santas vestiduras. Dame el don de martirio bien sea el cruento, si te place, en testimonio de la fe sacrosanta, de otra cualquiera virtud cristiana; o bien el incruento en el cumplimiento de los deberes de mi estado; y que, aunque muera crucificado con dolores y abandonado de todos, muera desprendido de todas las cosas, y unido a tí por la caridad, como te lo ruego por la sangre vertida en la crucifixión. Dame por último el don de tu gracia perseverante en la vida, y de la final en la muerte, por la sangre y agua que salieron de la herida de tu costado. Amen.



MODO DE OFRECER LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO

OFRECIMIENTO

1. El alma, Dios mío, por quien primeramente debo mirar es la mía, y así os ofrezco por ella la preciosísima Sangre de mi Redentor. No permitas que se malogre en mí el precio infinito de tu Sangre: dadme por ella, auxilios eficaces, para que me arrepienta y enmiende de mis culpas, para que muera en gracia, y vaya a veros y á timaros en la gloria.

2. Santísima Trinidad, y te ofrezco a Sangre que derramó Jesús en la Circuncisión, y te pido que se conviertan los pérfidos judíos, reconociendo que Cristo es el Mesías prometido: encomiéndote la Santa Madre Iglesia y á todos tus ministros, para que con acierto y eficacia propongan la fe católica, que es la verdadera, sin la cual no hay salvación de las almas.


3. Dios mío, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco la Sangre que sudó Cristo en el huerto, y por todas sus gotas preciosísimas, te suplico que se conviertan a la fe católica los herejes: pongo ante tu piedad por intercesores, a los santos que han sido los martillos de los herejes. También te ofrezco aquel sudor de Sangre por la conversión de los gentiles. ¡Oh quien pudiera enseñarles a todos la doctrina cristiana, y hacer que la creyesen, y guardasen los mandamientos de Dios!


4. ¡Oh Padre Eterno! yo le ofrezco la Sangre que derramó, tu Hijo encarnado, con los azotes que recibió en su inocentísimo cuerpo para que perdones a los malos cristianos: dadles. Padre benignísimo, auxilios eficaces para que en adelante sean buenos hijos, para que se enmienden y no azoten más á Jesús, cuanto es de su parte con sus pecados.


5. ¡Oh Verbo hipostáticamente unido a la humana naturaleza! yo te ofrezco los arroyos de Sangre que derramaste en la coronación de espinas; y por cada gota de Sangre de tu cabeza, te suplico que favorezcas a todos los que son cabezas, así en lo eclesiástico, como en lo secular; que les concedas acierto en sus gobiernos; que les comuniques ferventísimo celo de la honra divina y de la salvación de las almas, y que les perdones las culpas que en esto hubieren cometido.


6. ¡Oh Espíritu Santo! yo te ofrezco toda la preciosísima Sangre que derramó Cristo de sus pies y manos, y por él te ruego, que mires con amor y misericordia a todos los pecadores que han empleado sus manos en malas obras, y sus pies en malos pasos: suplícote que con tus amorosos auxilios les ates las manos, y eficazmente les aprisiones los pies, para que no pequen más, y solo usen de su libre albedrio, para servirte con amor hasta morir en tu divina gracia.


7. ¡Oh Dios mío! Trino y Uno: yo te ofrezco el agua y Sangre, que de su costado derramo mi Jesús después de haber expirado, por ella te suplico, que benignamente perdones las culpas con que te han ofendido los eclesiásticos sacerdotes, religiosos y religiosas. Por la Sangre del costado, te ruego, les alumbres para que conozcan la alteza de su estado y la grandeza de sus obligaciones, y que cumplan perfectísimamente con ellas: por el agua que manó del costado, te pido les concedas lágrimas de verdadera contrición, y enmienda de las culpas que hubiesen cometido en su estado. ¡Oh si se acabasen de una vez Dios mío, las ofensas que contra tí se cometen!

Apostolado de la Piedad Popular [1]