Debbora
De Enciclopedia Católica
Profetisa y juez, mujer de Lapidot. Gracias a los dones proféticos con que la había dotado Dios se ganó la veneración de las divididas tribus de Israel y obtuvo una gran autoridad sobre ellas. Mostró desde un principio su sabiduría al mediar en los litigios que le eran presentados: “Sentábase para juzgar bajo la palmera que llevaba su nombre, Débora, entre Rama y Betel, en el monte Efraím, y los hijos de Israel acudían a ella a pedir justicia” (Jueces 4, 5). Débora ejercía por tanto de juez en el sentido corriente de la palabra, a diferencia de otros personajes cuya historia se refiere en el libro de los Jueces, a quienes dicho título parece otorgárseles en calidad de “libertadores y caudillos” del pueblo elegido, sin que se haga mención a las funciones judiciales ordinarias. Fue más bien la confianza que inspiraba Débora en el desempeño de tales funciones la que le permitió promover la liberación de la patria, que sufría en aquella época la opresión de los cananeos.
Aquello que hacía del ejército enemigo una fuerza formidable era en particular los novecientos carros de hierro que poseía. Capitaneado por Sísara, tenía su cuartel general en Jaroset Goím, probablemente la actual El-Haritiyeh, entre Haifa y Nazaret, a orillas del Nahr Muquatt’a (torrente de Cisón), en la llanura de Esdraelón. Al ocupar esta posición en el centro del país, a los cananeos les era posible hostigar a las tribus al norte y al sur, dificultando cualquier intento de aunar esfuerzos en una empresa común. El enemigo llevaba “veinte años oprimiendo duramente” a los hijos de Israel, cuando Débora manifestó que la voluntad de Dios era la de liberar a Su pueblo. Dio a conocer el designio divino en primer lugar a Barac, que vivía en Cades de Neftalí (en la actualidad Qedeis, una de las ruinas más importantes del norte de Galilea). Débora le conminó a que reuniera sus fuerzas y ocupara el Tabor, una montaña situada al este de la llanura de Esdraelón, con un ejército de diez mil hombres, al tiempo que le prometía que Dios pondría en sus manos a Sísara junto con el ejército cananeo. Barac se avino a cumplir estas instrucciones, pero sólo con la condición de que le acompañara la propia profetisa. Ésta aceptó, prediciéndole sin embargo que la gloria de haber liberado al territorio de Sísara pertenecería a una mujer. La profecía no se refería a ella misma, Débora, sino a Jael, cuya historia se narra en la parte final del capítulo cuarto. Débora, no obstante, compartió la gloria de Barac. La llamada a la batalla no se dirigió meramente a las tribus norteñas de Neftalí y Zabulón; el “Cántico de Débora” que aparece en el capítulo quinto ensalza a las tribus de Efraím y de Benjamín, en el seno de las cuales había vivido la profetisa, así como a las tribus occidentales de Manasés y de Isacar, en tanto reprueba a las de Rubén, Gad y Aser por su negativa a tomar parte en la contienda. Al parecer las tribus de Judá y Simeón no fueron llamadas a la lucha.
En la batalla del Tabor, que señaló un hito en la historia de Israel, Débora desempeñó un papel importante. Fue ella la que indicó el momento de atacar al enemigo, y alentó a Barac a que descendiera con resolución desde las montañas para luchar en la llanura a pesar de la ventaja de los cananeos en terreno llano gracias a los carros con que contaban sus tropas. Dios cumplió las expectativas que había suscitado a través de la profetisa. Una furiosa tormenta provocó la crecida del torrente de Cisón e hizo del terreno un cenagal desventajoso para los movimientos de los pesados carros de hierro. El pánico se apoderó del ejército de Sísara, y su derrota fue total. El propio general murió a manos de Jael. En el texto sagrado se atribuye el “Cántico de Débora” a Barac y a la misma Débora. Este antiquísimo poema constituye uno de los más documentos más preciados que nos ilustran sobre la historia del período de los Jueces. La fe en el Dios del Sinaí de las tribus, cuya interconexión era todavía precaria, encuentra viva expresión en el cántico, que describe de forma extraordinaria la aflicción del territorio, “hasta que surgió Débora, una madre que surgió en Israel”, y la heroica lucha por la libertad a la que estimuló a sus compatriotas. Una vez liberada, “la tierra descansó durante cuarenta años”. No se nos dice cuál fue el papel desempeñado por Débora en los asuntos de su nación durante este período de paz, pero es presumible que su influencia se viera incrementada por los gloriosos acontecimientos a los que su nombre ha quedado por siempre asociado.
LAGRANGE, Le livre des Juges (Paris, 1903); DE HUMMELAUER, Commentarius in libros Judicum et Ruth (Paris, 1888); PALIS in VIG. Dict. de la Bible, s. v.; VON ORELLI in Realencyk. für prot. Theol., s. v.
W.S. REILLY Transcrito por WGKofron Mi gratitud a la Iglesia de St. Mary, Akron, Ohio Traducido por Jordi Giménez Samanes