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Jueves, 21 de noviembre de 2024

David de Dinant

De Enciclopedia Católica

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Filósofo panteísta que vivió en las primeras décadas del siglo trece. Se conoce muy poco de su vida. No hay certeza sobre si nació en Dinant, de Bélgica, o en Dinan, en Bretaña. Se cree que vivió un tiempo en la Curia Romana bajo el pontificado de Inocencio III. Fue magister, o profesor, quizás en Paris; en cualquier caso fue en Paris donde su obra, titulada "Quaternuli" (pequeño cuaderno de notas), fue condenada por un concilio provincial en el año 1210, una condena que fue confirmada en 1215 por una carta del Cardenal Robert Courçon, legado papal. Por una obra atribuida a Alberto Magno, "Compilatio de Novo Spiritu", obrante en la Biblioteca de Munich (MS. lat. 311, fol. 92 b), sabemos, además, que David huyó de Francia a consecuencia de dicha condena, escapando así del castigo. Dónde y cuando murió nos es desconocido; todo lo que podemos decir con cierta seguridad es que murió con posterioridad al año 1215. Junto con el "Quaternuli", condenado en el concilio de 1215, y destinado a ser quemado “antes de Navidad”, se menciona otra obra titulada "De Tomis, seu Divisionibus”. Sin embargo, no es improbable que esta última no sea sino otro título de la referida "Quaternuli". El efecto de la ejecución de la sentencia conciliar fue la desaparición de los escritos de David. Por lo tanto, lo que se conoce de sus doctrinas proviene de los asertos de sus contemporáneos y oponentes, capitaneados por Alberto Magno y por Santo Tomás. De esas fuentes sabemos que David era un panteísta. Identificaba a Dios con el substrato material de todas las cosas, con la materia prima (St. Thomas, Summa Theol., I, Q. III, a. 8) (Nota del Traductor: siguiendo a Santo Tomás: David de Dinant venía a decir que Dios era la materia prima de todas las cosas). Reducía la realidad a tres categorías denominadas cuerpos, mentes y sustancias eternas separadas. El sustrato indivisible, constituyente, de los cuerpos es la materia (yle); de las mentes o almas, el intelecto (nous); y de la sustancia eterna separada, Dios (Deus). Esas tres categorías: materia, intelecto y Dios, son una y la misma. Consecuentemente, todas las cosas, materiales, intelectuales y espirituales tienen una misma esencia: Dios (St. Thomas, In II Sent., dist. xvii, Q. i; Alberto Magno, Sum. Theol., II, Tract. xii, Q. lxxii, a. 2). La fraseología, la cual debe ser propia de David, así como el título, arriba mencionado, de “De Tomis”, sugiere la influencia de Juan Escoto Eriugena; una ascendencia que no puede ser negada. La obra de Eriugena debió haber sido ampliamente conocida y leída en las primeras décadas del siglo trece, como resulta evidente por un cúmulo de hechos innegables. Si David recibió tambien la influencia de Amalric de Chartres (ver AMALRICIANOS) es objeto de debate. Alberto, que fue contemporáneo de David, nos dice que éste simplemente renovó las tesis de la herejía de Alejandro, “quien enseñaba que Dios, el intelecto y materia son una substancia”. Es imposible determinar a qué Alejandro “un discípulo de Jenófanes” se refiere Alberto. Probablemente, la referencia proviene de algún tratado árabe que la transmitió con el nombre de algún filósofo griego. Hubo bastantes obras de este tipo circulando en los primeros años del siglo trece. Algunos críticos, sin embargo, conjeturan con respecto a que su fuente inmediata fuera la “Fons Vitae” de Avicebron, o el tratado “De Unitate”, escrita por el Archidiácono Gundisalvo de Segovia, quien estaba muy versado en literatura filosófica árabe. Pero cualesquiera que fuesen sus fuentes, sus doctrinas eran, tal y como todas las autoridades coinciden en describirlas, la expresión del más acabado panteísmo. (St. Thomas, In II Sent., dist. xvii, Q. i; Albert the Great, Sum. Theol., II, Tract. xii, Q. lxxii, a. 2). Ello, en si mismo, justificaría las drásticas medidas a las que el Concilio de París había recurrido. Hubo, además, circunstancias que explican la necesidad de tal condena sumaria. Por un lado la Universidad de París estaba siendo escenario de un intento organizado de encajar, en las escuelas de la Cristiandad latina, una interpretación panteísta arábica de la filosofía griega. Textos, traducciones y comentarios estaban siendo introducidos a diario desde España, cuyas doctrinas, incompatibles con el dogma cristiano, eran ampliamente enseñadas. Por otro lado, en el sur de Francia tenía lugar un movimiento popular que encontró su principal expresión en la herejía Albigense, mientras que, en el norte, en cultas y ascéticas comunidades, el antijerárquico misticismo del calabrés Joaquin de Fiori estaba siendo combinado con el más especulativo panteísmo misticista de Juan Escoto Eriugena. En vista de esas condiciones, la condena de los errores de David de Dinant, la completa erradicación de la secta de los Amalricianos a la cual, aparentemente, pertenecía y la insólita aspereza de la referencia de Santo Tomás referida a él, no pueden ser juzgadas intempestivas o descomedidas.

ST. THOMAS and ALBERT THE GREAT, loc. cit.; Chartular. Univ. Paris., ed. DENIFLE, I, 70. 71; BARDENHEWER, Die pseudoaristotelische Schrit über das reine Gute (Freiburg, 1882), 214 sqq.; UEBERWEG-HEINZE, Gesch. der Phil., 9th ed., II, 226; BÄUMKER, Jahr. f. Phil. u. spek. Theol. (1893); HAURÉAU, Hist. de la phil. scol. (Paris, 1880), II, i, 73 sqq.; DE WULF, Hist. de la phil. médiévale, 225 sqq.; TURNER, History of Philosophy (Boston, 1903), 307 sqq.

WILLIAM TURNER Transcribed by Gerald Rossi Traducido por Ramón Olivenza Gallardo