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Sábado, 27 de abril de 2024

Cinco dolores de María

De Enciclopedia Católica

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RECOMENDACIÓN COTIDIANA DE LOS CINCO PRINCIPALES DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA, NUESTRA SEÑORA

Puebla de los Ángeles

Reimpresa en la oficina de los Herederos de la Viuda de Miguel Ortega, en el Portal de las Flores. Año de 1776


I.

Señor mío Jesucristo, yo te salud en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora la Virgen María, cuando le profetizó Simeón que te habían de quitar la vida, por este dolor te pido, conocimiento y contrición de mis culpas.

Padre nuestro, Ave María.


II.

Señor mío Jesucristo, yo te saludo en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora la Virgen María, cuando te perdió por tres días, por este dolor te pido, remisión de mis pecados.

Padre nuestro, Ave María.


III.

Señor mío Jesucristo, yo te salud en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora la Virgen María, cuando que te había preso y atado, por este dolor te pido, las virtudes que por el pecado perdí.

Padre nuestro, Ave María.


IV.

Señor mío Jesucristo, yo te salud en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora la Virgen María, cuando te vió crucificado, por este dolor te pido, el don de gracia, y antes de mi muerte, tu Cuerpo Santísimo en comida.

Padre nuestro, Ave María.


V.

Señor mío Jesucristo, yo te salud en honra y reverencia del dolor que padeció mi Señora la Virgen María, cuando te vió ser puesto en el sepulcro, por este dolor te pido, verte en mi muerte, asistiéndome con los auxilios necesarios de tu gracia, para que así, me recibas en los gozos de la vida eterna. Amén.

Padre nuestro, Ave María.



ORACIÓN

¡Oh Dulcísima María, Madre de Misericordia! ¡Oh dulce esperanza de los pecadores! ¡Oh eficaz atractivo de nuestra voluntad! ¡Oh María ¡Oh Reina! ¡Oh Señora! ¡Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos! Recibe estas siete aves Marías, en memoria de tus dolores santísimos, y por ellos te pido que, en el trance y agonía de mi muerte, cuando, ya viciados los sentidos, ya turbadas las potencias, ya quebrantados los ojos, ya perdida el habla, ya levantado el pecho, ya postradas las fuerzas y cubierto el rostro con el sudor de la muerte, me halle luchando con el terrible final parasismo, cercado de enemigos innumerables que procuran mi eterna condenación y esperan que salga mi alma para acusarla de tantas culpas que eh cometido, ante el tribunal de Dios, allí, querida de mi alma, allí, única esperanza mía, allí, poderosísima Madre de los Dolores, allí amorosísima Reina, allí, vigilantisima Pastora, allí, María, (Oh, que dulce nombre) allí, María, ampárame, allí defiéndeme, allí asísteme como Pastora a sus ovejas, como madre a sus hijos, como reina a sus humildes vasallos, aquel es el punto de donde depende la salvación o condenación eterna, aquel es el horizonte que divide el tiempo de la eternidad, aqueo que es el instante en que se pronuncia la fatal sentencia que ha de durar para siempre, pues si me faltas entonces ¡dulcísima abogada mía! Si me fallas entonces, ¿Qué será de mi alma cuando cuantas culpas eh cometido? No me dejes en aquel peligro, no te retires en aquel trance, acuérdate que, si Dios te eligió para madre suya, fue para que fueses medianera entre Dios y los hombres, y por lo tanto debes ampararme en aquella hora, y porque entonces podre no tener fuerzas ni sentidos para llamarte, desde ahora como si ya estuviera en la última agonía, te llamo, desde ahora te invoco, y desde ahora me acojo a tu poderosa intercesión. A la sombra de tu amparo me pongo para liberarme de los merecidos rigores del Sol de justicia, Cristo, y desde ahora, como si yo agonizara, invoco tu dulcísimo y Santísimo Nombre, y esto que ahora digo le guardo para aquella: María, María, querida de mi alma, consuelo de mi corazón, en tus manos encomiendo mi espíritu, para que por ellas pase al tribunal de Dios, donde intercedas por mi alma pecadora. En ti pongo mi esperanza, en ti confío, en ti espero. Yo, ya voy a expirar, misericordia, madre del alma, misericordia, misericordia, misericordia. Amén.