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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Charles-Forbes-René Montalembert

De Enciclopedia Católica

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CHARLES-FORBES-RENÉ, conde de MONTALEMBERT.

Nacido en Londres el 15 de abril de 18109, murió en París el 13 de marzo de 1870. Su padre, Marc René, había luchado en el ejército de Condé y después había servido en la un regimiento de caballería inglesa y fue elegido por el Príncipe Regente de Inglaterra para anunciar a Luis XVIII la restauración de la monarquía francesa y fue, bajo la Restauración ministro plenipotenciario en Stuttgart y más tarde en Estocolmo. Su abuelo materno, James Forbes, pertenecía a un a vieja familia protestante escocesa que había realizado muy importantes viajes a la India que resaltó en cuatro volúmenes de su “Memorias Orientales”, publicados en 1813. Además en 1810 escribió un libro titulado “Reflexiones sobre el carácter de los Indúes y la necesidad de convertirlos al cristianismo”.

La madre de Montalembert, convertida por el Abbé Busson y el Padre MacCarthy, abjuró de al herejía ante el cardenal Latil en 1822. Los primeros años de Montalembert los pasó en Inglaterra, después estudió en el Lycée Bourbon y en el College Sainte-Barbe de Paris, donde apenas había católicos practicantes. En Sainte-Barbe el joven Montalembert hizo Amistad con León Cornudet, también católico; las cartas que intercambiaron cuando apenas tenían diecisiete años se hicieron famosas. Ya entonces escribía “¿No sería espléndido mostrar que la religión es la madre de la libertad?”, frase que se iba a convertir en la máxima directriz de su vida, En 1829 escribió a Rio:” mi edad, mis gustos, mi futuro me llaman a apoyar el nuevo ideal, pero mis creencia religiosas y emociones morales me hacen lamentar amargamente los días ya pasados, las edades de fe y auto sacrificio. Si el catolicismo ha de triunfar debe tener a la libertad como su aliada”.

Montalembert comenzó enseguida a contribuir a la revista "Le Correspondant" recientemente establecida en 1829 por Carné, Cazalàs y Augustin de Meaux, con el motto (tomado de Canning) “Libertad civil y religiosa para todo el mundo”. En septiembre y octubre de 1830 viajó a irlanda, donde conoció a O´connell y pensó en sumarse a la causa por la que combatía O´Connell escribiendo una historia de Irlanda, cuando supo que la Cámara de los Comunes había aprobado la Ley de emancipación de Irlanda.

Mientras estaba en Irlanda recibió el prospecto del nuevo periódico "L'Avenir", fundado en octubre de 1830 por Lamennais. El 26 de octubre de183 escribió a Lamennais “Todo lo que se y todo lo que soy capaz de hacer lo pongo a tus pies”. El 5 de noviembre de 1830 se encontró con Lamennais en París y el 12 de noviembre se reunieron en casa de Lamennais. De vez en cuando Montalembert tenía que suavizar algunas de las cosas que se arriesgaba Lamennais a escribir contra los realistas en el periódico y por otra parte entró en la controversia con Lacordaire, cuya idea de la aristocracia y de las pasadas glorias de los nobles franceses consideraba demasiado estrechas. Fue Montalembert quien el día ñeque las turbas parisinas saquearon St. Germain l'Auxerrois escribió en “L´Avenir “un elocuente artículo sobre la Cruz de Cristo “que ha dirigido los destinos de del mundo moderno”.

Se distinguió en “L´Avenir” especialmente por sus campañas en pro de la libertad de irlanda y de Polonia por lo que recibió las felicitaciones de Victo Hugo y Alfredo de Vigny. En 1831 pensó en ir a Polonia a unirse a los insurgentes. Cuando "Agence générale pour la défense de la liberté religieuse" (Comité Central para la salvaguardia de la libertad religiosa), fundado por los editores de "L'Avenir", declaró solemnemente la guerra al monopolio de la Universidad Francesa abriendo una escuela de primaria (9 de mayo, 1831) Montalembert fue llevado ante los tribunales. Por entonces murió su padre y fue nombrado Par de Francia, exigió que le juzgase el Tribunal de los Pares, así que el famoso “Caso de la Escuela Libre” fue oído ante la Asamblea el 19 y 20 de septiembre de 1831.

El discurso que pronunció para la ocasión fue una joya de elocuencia. El juicio concluyó condenándole a una multa de 100 francos, pero con su elocuencia había llamado la atención pública sobre la libertad de enseñanza, aunque el asunto no se resolvería hasta 1850.

Cuando apareció en último número de "L'Avenir" (15 noviembre, 1831), Montalembert acompañó a Lacordaire y Lamennais a Roma. Mientras que en marzo de 1832 Lacordaire adivinó los deseos de Gregorio XVI y volvió a Francia, Montalembert persistió en quedarse en Roma con Lamennais que insistía en conseguir una declaración pública del papa respecto a "L'Avenir". No dejaron Roma hasta julio. La encíclica "Mirari Vos", que se publicó cuando estaban en Munich les causó una gran tristeza. Montalembert se sometió enseguida y cuando a principios de 1833 Lamennais anunció su intención de recomenzar su trabajo editorial sobre cuestiones sociales y políticas, pero no teológicas, Montalembert hizo cuanto pudo para disuadirle de tomar un camino tan imprudente. Gregorio XVI, en su breve del 5 de octubre de 1833 encontró falta en el “largo y violento prefacio” que Montalembert había escrito para el libro de Mickiewicz "Livre des Pélerins Polonais". Al final del mismo año Lamennais rompió con la Iglesia y Montalembert pasó una época de mucho sufrimiento durante el cual le ayudó mucho el consejo de Lacordaire. En 1834 intentó disuadir a Lamennais para que no publicara "Les Paroles d'un Croyant", suplicándole en vano aceptara la encíclica "Singulari nos" del 7 julio, 1834. El se sometió a todas las decisiones de Gregorio (8 de diciembre de 1834) y su correspondencia con Lamennais cesó definitivamente en 1836.

En 1836 publicó su “"Vida de Santa Isabel de Hungría" que restauró la hagiografía en Francia y devolvió a los católicos el gusto por lo sobrenatural como se muestra en la vida de los santos. El 16 de agosto de 1836 el Abbé Gerbet le casó con Mlle de Mérode, hija de Félix de Merode que había tomado parte tan importante en la insurrección de los católicos belgas contra el gobierno de los Países Bajos y que descendía de Santa Isabel de Hungría. Era hermana de Xavier de Merode que después fue ministro de Pío IX.

En la casa de los Pares, Montalembert estaba orgulloso de presentarse sobre todo como católico, en un tiempo en el que, como él mismo escribió “profesar y defender la fe católica traía consigo la impopularidad”.

En mayo de 1837 habló sobre el derecho de la Iglesia a la propiedad; en diciembre, cuando se negó el entierro eclesiástico a Montlosier por el Obispo Féron de Clermont, él replicó en nombre de la libertad de la Iglesia a los que atacaban a este acto puramente eclesiástico. Secundó con toda su influencia el restablecimiento de los benedictinos por Dom Guéranger, y de los dominicos por Lacordaire, consiguiendo en 1841 de Martin du Nord, ministro del culto, el permiso para que Lacordaire llevara su hábito monástico en el púlpito de Notre Dame. "L'Univers Religieux", un diario fundado en 1834 por el Abbé Migne, debió su solvencia económica a los sacrificios pecuniarios de Montalembert, pasando enseguida a manos de Luis Veuillot.

En junio de 1845 Montalembert preguntó al gobierno acerca de las medidas que iban a tomar contra los jesuitas y unos pocos días después, cuando las concesiones hechas por la Santa Sede a Rossi, enviado por Guizot a Roma, trajeron consigo la dispersión parcial de los jesuitas franceses, expresó en alta voz su sorpresa y su tristeza. “Tu eres nuestro padre, nuestro apoyo, nuestro amigo” le escribió Père de Ravignan : En el parlamento defendió los intereses de los católicos extranjeros. En 1845t, cuando las masacres del Líbano, preguntó a Guizot sobre qué estaba haciendo Francia para proteger a los cristianos en oriente. En 1846 volvió a preguntarle sobre las masacres cometidas por Austria en Galacia y por las crueldades practicadas contra los polacos de esa provincia. El 11 de enero de 1848 alabó con entusiasmo las esperanzas que Pío IX había expresado ante el pueblo italiano y reprochó al gobierno de Francia el tibio apoyo que dio al nuevo papa contra Metternich. El 14 de enero de 1848, en un discurso sobre el Sonderbund, quizá mejor que pronunció en su vida, atacó al radicalismo europeo y proclamó que Francia, ante el Radicalismo, estaba “destinada a llevar bandera y salvaguardia de los derechos de libertad”. Nunca un discurso arrastró a de tal manera a los oyentes, escribió Sainte-Beuve.

Pero Montalembert dedicó sus esfuerzos sobre todo a la libertad de enseñanza (ver FRANCIA Y FALLOUX DU COUDRAY). En 1839 dirigió una cartea elocuente a Villemain, ministro de instrucción pública, exigiendo la libertad; en 1841 bajo presión del episcopado compelió a Villemain a retirar el proyecto de ley de educación porque no era suficientemente liberal; en su panfleto "Du Devoir des Catholiques dans la question de la liberté d'enseignement", publicado en 1843 llamaba a los católicos a tomar parte en la lucha. El 16 de abril de 1844, en la Casa de los Pares, tomó la defensa de los obispos que habían atacado un segundo proyecto de ley de Villemain y replicó a Dupin, que exigía que se castigase a los obispos:” Somos los hijos de los cruzados; y nunca cederemos ante los hijo s de Voltaire” y tomó de nuevo parte activa en la discusión sobre la ley que debido a la enfermedad mental de Villemain, fue abandonada.

Entre 1845 y 1846 solicitó a los laicos peticiones en pro de la libertad de educación consiguiendo que 140 diputados electos en 1846 le apoyaran. En 1847 renovó los ataques a la ley introducida por Salvandy declarándola inaceptable. La monarquía de julio cayó antes de que la cuestión se resolviera. La Revolución de 1848 respetó los derechos de la Iglesia y Pío IX escribió el 26 de marzo de 1848 a Montalembert:” Creemos que se debe en parte a su elocuencia, por la que es querido por sus generosos compatriotas, que no se haya hecho daño a la religión o a sus ministros”.ç

Bajo la Segunda República, Montalembert, contestando a Victo Hugo, que criticó el que se enviara un expedición en ayuda de Pío IX, declaró entre los aplausos de las dos terceras partes de la Asamblea Constituyente, que es “una madre, la madre de Europa, la madre de la sociedad moderna”. Una vez más emprendió la lucha por la libertad de enseñanza; en 1849, junto con Dupanloup, fue el principal instigador de las negociaciones entre los católicos y algunos liberales como Thiers, que dio como resultado , a pecar de los duros ataques de Luis Veuillot en la concesión definitiva de la libertad de educación con la ley Falloux.

Cuando en 18509 Montalembert fue a Roma, Pío IX le felicitó e hizo que le declarasen Civis Romanus por la municipalidad de Roma. Después del golpe de estado del 2 de diciembre de 1851, invitó a los católicos, en una carta abierta al “Univers” a apoyar a Luis Napoleón. Este manifiesto, del que después se arrepintió, fue el resultado de una idea que tenía de que era malo para los católicos abstenerse de tomar parte en la vida del estado. Pero cuando en 1852 apeló en vano a Luis Napoleón para que abrogara los artículos orgánicos, para conceder la libertad de enseñanza en la educación superior, y la libertad de asociación, rehusó entrar en el senado. Fue diputado por Besançon en la legislatura de 1852-57 pero no fue reelegido en 1857 debido a la defección de muchos votantes católicos. Rompió completamente con Louis Veuillot y el “Univers” porque pensaba que aceptaban con demasiada complacencia todas las actuaciones del nuevo gobierno que suprimía ciertas libertades.

La ruptura comenzó en 1852 cuando el panfleto de Montalembert "Les Intérêts Catholiques au XIXeme Siàcle" fue atacado por Dom Gueranger y por Luis Veuillot y se acentuó cuando en 1855 Montalembert tomó en sus manos la dirección del "Correspondant", que en ese momento tenía solo 672 suscriptores, e hizo de la revista el nuevo órgano de oposición política desde el punto de vista “liberal “en contraposición a las posturas del “Univers”. "Le Correspondant" estaba con frecuencia, por ser oposición, en problemas con el gobierno imperial: en 1853 un artículo de Montalembert titulado "Un débat sur l'Inde au Parlement anglais" le llevó ante los tribunales y a pesar de la defensa de Benyer y Dufaure fue condenado a tres meses de cárcel., aunque fue perdonado por el emperador. En 1859 su artículo "Pie IX et la France en 1849 et 1859", en el que atacaba la parcialidad del imperio con Italia y con todos los que se oponían al poder temporal, causó intranquilidad en los círculos cortesanos, aunque le ganó la felicitación de Pío IX. Sus dos cartas a Cavour en octubre de 1860 y abril de 1861 en los que atacaba el espíritu centralizador de los que intentaban conseguir la unidad de Italia y defendía a la Santa Sede hicieron que Pío IX exclamara entusiasmado: “Vivat, vivat! Nuestro querido Montalembert se ha superado a si mismo”. Pero la hostilidad entre el "Correspondant" y el "Univers" crecía y en el calor de la lucha Montalembert aprovechó el congreso de los Belgas Católicos en Mechlin (Agosto, 1863) para expresar todos los sentimientos de su alma sobre la futura sociedad moderna y la Iglesia.

En el primer discurso intentó mostrar la necesidad de cristianizar la democracia aceptando las modernas libertades. En el segundo trató de la libertad de conciencia y sacó la conclusión de que la iglesia podía estar en perfecta armonía con la libertad religiosa y con el estado moderno que se basa en la libertad y que todos son libres de mantener que el estado moderno es mejor que el que lo precedió.

El futuro cardenal Pie, obispo de Poitiers, el futuro cardenal Ledochowski, Nuncio en Bruselas, Mr. Talbot, Chamberlan de Pío IX, Louis Veuillot, y los jesuitas que editaban la "Civiltà Cattolica" se alarmaron ante estas declaraciones. Por otra parte , el cardenal Sterckx, Arzobispo de Mechlin, los futuros cardenales Guibert y Lavigerie, muchos conocidos jesuitas de París, tales como los PP. de Ponlevoy, Olivaint, Matignon y especialmente el obispo Dupanloup de Orléans, le apoyaron y defendieron. A finales de marzo de 1864, recibió una carta del cardenal Antonelli que encontraba defectos en los discursos de Mechlin.

Cuando en 1864 salieron la encíclica “Quanta Cura y el “Syllabus”, Montalembert se resistió a aceptar los consejos que le daba el protestante Léon de Malleville para que protestara públicamente por estos documentos pontificios como una medida política. El comentario sobre el “Syllabus “que publicó Dupanluop y que Pío IX aprobó el 4 de diciembre de 1865, obtuvo su adhesión gozosa.

Cuando el concilio Vaticano I se acercaba temió que el concilio sacara las consecuencias del Syllabus y que definiera como artículo de fe ciertas proposiciones afirmativas sobre la libertad que afectaran al estado. Animó a los autores del manifiesto de Coblenza que expresaban dudas sobre la oportunidad de la cuestión de la infalibilidad y redactó con el título "Questions au futur concile" un gran número de inquietantes quejas que hizo circular entre los obispos. Quiso insertar en el “Correspondant" 300 páginas sobre las causas de la decadencia española en las que atacaba a la "Civiltà Cattolica", pero su intento fue rechazado por lo que Montalembert rompió sus relaciones con esa revista.

Su carta al abogado Lallemand, publicada en la "Gazette do France", el 7 de marzo de 1870 tenía el propósito de reconciliar su “ultramontanismo “anterior con su postura actual, que había sido calificada como galicanismo. En la carta hablaba de que “el ídolo que los teólogos laicos del absolutismo habían levantado en el Vaticano”. La impresión que dejó esta carta, que el Abbé Combalot calificó, en el púlpito de San Andrea della Valle de obra de satanás, estaba en la mente de Po IX cuando Montalembert murió el 13 de marzo de 1870 y no permitió que se celebrara un servicio público solemne en el Ara Coeli, aunque unos días después ordenó que se celebrara un oficio en Santa María Transpontina, al que asistió el mismo, desde una de las galerías cerradas al público.

Su carta (publicad mucho después) del 298 de septiembre de 1869 a M. Hyacinthe Loyson tratando de disuadirle de su intención de abandonar la Iglesia es, en opinión de M. Emile Ollivier "una de las más patéticas manifestaciones que han salido nunca del corazón humano”. El futuro cardenal Perraud, al pronunciar el panegírico de Montalembert en a Sorbona pudo decir que a pesar del atrevimiento de sus escritos últimos, estaban “llenos de una noble pasión de amor a la Iglesia”.

Montalembert, miembro de la Academia Francesa desde el 9 de enero de 1851 era orador e historiador. Ya en 1835 había intentado publicar una biografía de S. Bernardo. En 1860 publicó con el título de "Les Moines d'Occident", dos volúmenes sobre el origen del monacato al que siguieron tres volúmenes sobre los monjes en Inglaterra. Murió antes de llegar al período de S. Bernardo, aunque dejó entre sus papeles un manuscrito titulado "Influence de l'ordre monastique sur la noblesse féodale et la société laïque jusqu'à la fin du XIe siàcle", y otro sobre Gregorio VII y el conflicto de la investiduras, que fueron publicado en 1877 por su amigo Foisset y su yerno el Vizconde de Meaux, convirtiéndose en el séptimo volumen de “los Monjes de Occidente”. Su obra sobre "L'Avenir politique de l'Angleterre", publicado en 1856 hace una brillante descripción de las instituciones parlamentarias de Inglaterra, al mismo tiempo que celebraba la marcha ascendente del catolicismo en el Imperio británico.

Por otra parte Montalembert fue una de los escritores que más hizo para promover en Europa el gusto por el arte gótico. Su cata a Victo Hugo sobre el “Vandalismo en Francia”, publicada el 1 de marzo de 1833, causó una enorme impresión en todas partes ayudando a salvar muchos monumentos góticos de la inminente ruina. Auguste Reichensperger y los católicos de la Prusia Renana aprovecharon las lecciones artísticas de Montalembert. En 1838 se dirigió clero francés una elocuente llamada en la que alababa la escuela alemana de Overbeck, y lamentaba que el arte cristiano francés estuviera infiltrado de paganismo. Se interesó en la decrépita situación de la catedral de Notre Dame he hizo que los Pares de Francia votaran en 1845 una suma de dinero para repararla. Su discurso sobre el vandalismo en las obras de arte, ante la misma asamblea el 27 de junio de 1847 denunció las demoliciones y restauraciones ignorantes que llevaban a cabo los arquitectos del gobierno, consiguiendo que las cosas cambiaran a mejor. En parte hay que agradecerle que en 1837 se estableciera el Comité Histórico de Monumentos y Artes, encargado de preservar las obras de arte. Por otra parte, el clero dio tanto valor a sus opiniones artísticas que hasta monseñor Flagert, obispo de Bardstown en la lejana Kentucky le escribió pidiéndole un plan para la catedral que pensaba edificar en Louisville.

Los Discursos de Montalembert se publicaron en tres volúmenes y en otros tantos sus polémicas.


Bibliografía

Lecanuet Montalembert (3 vol., Paris, 1895-1905); DE MEAUX, Montalembert (Paris, 1900); FOLLIOLEY, Montalembert et Mgr Parisis (Paris, 1906); OLIPHANT, Memoir of Count de Montalembert (2 vols., London).


Georges Goyau.


Transcrito por Stefan Gigacz.


Traducido por Pedro Royo