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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Catecismo ilustrado de la Historia Sagrada

De Enciclopedia Católica

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Catecismo ilustrado de la Historia Sagrada, mediante 152 grabados. Compuesta por el Abate Louis Donin. Vienne, 1866.
En Filipos, el carcelero dijo a los apóstoles: Señores, ¿qué debo yo hacer para ser salvo? Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo tú y tu casa. Y en aquella hora de la noche los tomó, les lavó las heridas, y enseguida se bautizó él con todos los suyos.
Un Cristiano es aquel que, habiendo sido bautizado, cree y profesa la doctrina cristiana. La doctrina cristiana, es la doctrina de Jesucristo, que los Apóstoles predicaron y que la Iglesia nos enseña. La doctrina de Jesucristo reúne: 1) Las verdades que debemos creer. 2) Los deberes que debemos practicar. 3) Los medios que Dios ha establecido para santificarnos.
Cierto judío de nombre Apolo, varón elocuente, llegó a Éfeso. Era muy diestro en el conocimiento de las Escrituras. Estaba bien informado del camino del Señor . Persuadía a los judíos en público, demostrándoles por las Escrituras que Jesús era el Mesías.
Las verdades que debemos creer están contenidas en el Símbolo de los Apóstoles. Los deberes que debemos practicar están expuestos en los Mandamientos de Dios y de la Iglesia. Los medios que Dios ha establecido para santificarnos, son la oración y los Sacramentos. Las verdades que Nuestro señor ha enseñado están reunidas en la Sagrada Escritura y en la Tradición. La Tradición es la Palabra de Dios, llegada a nosotros desde los Apóstoles, por medio de la enseñanza de los Pastores.
El Señor dijo a Gedeón: Ve y, con esa fuerza que tú tienes, libra a Israel de las manos de Madián; Que sepa que soy yo quien te envía. Yo estaré contigo y derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre.
Acerca de las verdades que debemos creer. El Símbolo de los Apóstoles es una profesión de fe, que ha llegado a nosotros desde los Apóstoles, que contiene en doce artículos las principales verdades de la religión cristiana.1) Creo en Dios Padre, todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; 2) Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; 3) Concebido por obra del Espíritu santo, nació de la Virgen María. 4) Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, y descendió a los infiernos. 5) El tercer día resucitó de entre los muertos. 6) Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso. 7) De donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. 8.) Creo en el Espíritu santo 9) La Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos; 10) El perdón de los pecados; 11) La resurrección de la carne; y 12) La vida eterna, Amén.De la existencia de Dios. La primera verdad que debemos creer, es la existencia de Dios. Creo en Dios. porque Él mismo nos ha revelado su existencia. Porque si no hubiera Dios, el cielo y la tierra no existirían ya que si se necesita un obrero para construir una casa, con mayor razón hizo falta un creador para hacer el cielo y la tierra de la nada. En todos los tiempos, y en todos los países se ha creído que existe un Dios, y los pueblos más salvajes lo creen como los más civilizados. encuentro, además, una prueba de la existencia de Dios en mi conciencia, que me dice que seré recompensado si hago el bien, y castigado si hago el mal. La existencia de Dios es una verdad tan clara y tan cierta que es necesario ser insensato para resistirse a creer.
Éxodo 3 2-14. Apareció el Señor en llama de fuego, de en medio de una zarza. Veía Moisés que la zarza ardía y no se consumía. Dios le dijo: “No te acerques. Quita las sandalias de tus pies, que el lugar en que estás tierra santa es. He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he oído los clamores que le arranca su opresión, y conozco sus angustias.
Dios es puro espíritu, eterno, infinitamente perfecto, creador del cielo y del cielo y de la tierra, y soberano Señor de todas las cosas. Digo que Dios es puro espíritu porque no tiene cuerpo, y que no puede ser visto con nuestros ojos, ni tocado con nuestras manos. Dios es eterno porque siempre ha sido, no ha tenido comienzo, ni tendrá fin. Al decir que Dios es infinitamente perfecto, digo que Dios posee todas las perfecciones y que sus perfecciones son ilimitadas. Dios está en todas partes, en el cielo, sobre la tierra y en todos los lugares. Dios lo ve todo junto, el pasado, el presente, el futuro y hasta nuestros pensamientos más secretos. Doy a Dios el nombre de Padre, porque desde la eternidad Dios engendra un Hijo único, que es la segunda persona de la Santa Trinidad. Al decir que Dios es todopoderoso, digo que hace todo lo que quiere, sin esfuerzo alguno, y por su sola voluntad.
De los Misterios en general, y del Misterio de la Santísima Trinidad. Aconteció, que... bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como paloma, sobre El, y se dejó oír del cielo una voz: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”
Un misterio es una verdad revelada por Dios, que debemos creer, aunque no podamos comprenderla. Es razonable creer en los Misterios, porque es Dios, la verdad misma, quien nos lo ha revelado. No es sorprendente que haya Misterios en la religión puesto que en la naturaleza misma hay una multitud de asuntos que nuestra débil razón no puede comprender. II. Del Misterio de la Santísima Trinidad. El Misterio de la Santísima Trinidad es el Misterio de un solo Dios en tres personas distintas. Las tres personas de la Santísima Trinidad son: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo. Cada una de esas personas es Dios. El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. El Padre, el Hijo y el Espíritu santo no son tres dioses, sino un mismo Dios, porque no tienen más que una sola y misma substancia, y por consecuencia, una sola y misma divinidad. Ninguna de estas tres personas es más antigua o más poderosa que las otras; son iguales en todo. De la señal de la Cruz, que es la síntesis del Símbolo de los Apóstoles. Hay una profesión de fe más abreviada que el Símbolo: la señal de la Cruz, que nos recuerda los Misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación y de la Redención. Se hace el signo o señal de la Cruz, poniendo la mano en la frente, luego en el pecho, luego en el hombro izquierdo, y finalmente en el derecho, diciendo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. La señal de la Cruz nos recuerda el Misterio de la Santísima Trinidad porque cuando la hacemos, invocamos las tres personas de la Santísima Trinidad. La señal de la Cruz nos recuerda los misterios de la Encarnación y de la redención, porque formamos sobre nosotros la figura de la Cruz, sobre la que Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, murió para salvarnos
De la creación. En el principio creó Dios el cielo y la tierra.
El primer día, Dios creo el cielo y la tierra; luego dijo; hágase la luz, y la luz fue hecha. El segundo días, Dios separó las aguas inferiores de las superiores, y puso entre ellas el firmamento al que llamó cielo. El tercer día, Dios reunió las aguas de la tierra, y las llamó mar; luego hizo producir la tierra, haciendo visibles toda clase de árboles y plantas. El cuarto día, hizo Dios el sol y la luna, y la estrellas. El quinto día, hizo Dios las aves que vuelan en el aire y a los peces que nadan en el agua. El sexto día, hizo Dios a todos los animales terrestres, y finalmente al hombre.
Dos creó al hombre a su imagen. Dios los bendijo y les dijo: Creced y multiplicaos; llenad la tierra y dominadla: dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, y sobre todo animal que se mueva sobre la tierra.
De la creación de los ángeles y del hombre. Del hombre. El hombre es una creatura racional compuesta de un alma y de un cuerpo. El alma es un espíritu creado a la imagen de Dios, para estar unido a un cuerpo, y que no morirá jamás. Nuestra alma está creada a imagen y semejanza de Dios, en lo que es capaz de conocer, amar y actuar libremente. Dios nos ha creado para conocerlo, amarlo, servirlo, y por este medio obtener la vida eterna. Dios creó al primer hombre, formando su cuerpo del limo de la tierra, y uniendo a este cuerpo un alma hecha a su imagen. El primer hombre y la primera mujer creados por Dios son Adán y Eva. A los que llamamos nuestros primeros padres.
No os inquietéis por vuestra vida o por vuestro cuerpo. Mirad las aves del cielo, vuestro Padre celeste las nutre, Considerad como crcen los lirios de los campos. Buscad primeramente el reino de Dios y su Justicia, y lo demás os derá dado por añadidura.
Al decir que Dios es el creador del cielo y de la tierra, entiendo que Dios hizo de la nada el cielo y la tierra, y todo lo que contienen. Dios es el soberano Señor de todas las cosas, porque es el amo absoluto de todo, y que nada ocurre en este mundo sin su orden o sin su permiso. Dios cuida a todas sus creaturas; las gobierna y las conserva por su providencia.
Yo soy el ángel Rafael, uno de los siete que están delante del Señor. La paz sea con vosotros. No temáis. Porque cuando estuve con vosotros fue por voluntad de Dios. Bendecidle y cantadle. Parecía comer, pero me sirvo de un alimento invisible, y de una bebida que no puede ser vista por los hombres.
Las más perfectas creaturas de Dios son los Ángeles. Los Ángeles son puros espíritus, no están, como nuestra alma, unidos a cuerpos, y fueron creados por Dios para su gloria y su servicio. Dios creo a los ángeles en estado de santidad. Unos perseveraron en el bien; son los Ángeles buenos. Otros se perdieron por su orgullo; son los Ángeles malos, o demonios. Las funciones de los Ángeles buenos son alabar a Dios y ejecutar sus órdenes. Los Ángeles buenos, y en particular el Ángel Guardián velan sobre nosotros y nos protegen. Debemos respetar la presencia de nuestro Ángel guardián, e invocarlo en nuestras tentaciones y peligros.
La caída de los Ángeles: Dijo Satán: No es vano que Job tema al Señor. Sus rebaños, y sus posesiones se han multiplicados. El Señor dijo entonces a Satán: Todo lo que posee está en tu poder; sólo no pongas la mano sobre él
Dios castigó a los malos Ángeles arrojándolos del Cielo, y condenándolos a los suplicios del infierno. Los malos Ángeles buscan causarnos mal porque están celosos de la eterna felicidad que nos ha sido prometida.
Arribaron a la región de los gerasenos, frente a Galilea, y, bajando El a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, poseído de los demonios, que en mucho tiempo no se había vestido ni morado en casa, sino en los sepulcros.
Aunque los malos ángeles sean soberanamente y eternamente infelices, sin embargo no todos están encadenados en el abismo. Está permitido a un gran número de ellos (nos lo ha enseñado Dios mismo) recorrer el mundo y movilizarse por el aire, motivo por el cual san Pablo los llama las potestades del aire. Llevando por doquier su infierno con ellos, están continuamente ocupados, con perversa dedicación, en tentarnos y seducirnos. Impulsados por rabia y furor, emplean contra nosotros mil ardides y mil artificios. Aplicados sin cesar en excitar el mal en nosotros, se apresuran a extinguir cualquier buen pensamiento, o buen sentimiento que ven nacer en nuestro corazón.
Dijo el Señor a la serpiente: Por lo que has hecho, eres maldita entre todos los animales y todas las bestias de la tierra; te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer; ella te aplastará la cabeza y tu le herirás el calcañar.
Dios creó a Adán y Eva, como los Ángeles, en estado de inocencia y de justicia, en el que no estaban sujetos ni a la enfermedad ni a la muerte. Dios colocó a Adán y Eva en un huerto amenísimo, al que se llama Paraíso terrestre. Del que fueron expulsados por haber desobedecido a Dios, al comer el fruto prohibido. Dios había prohibido a Adán y Eva comer de ese fruto, para hacerles sentir su dependencia, y para probar su fidelidad. Fue el demonio, escondido bajo la forma de la serpiente, quien condujo a nuestros primeros padres a desobedecer a Dios. En castigo por su desobediencia, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso terrestre, y condenados a comer el pan con el sudor de su frente; quedaron sujetos a la ignorancia, a la concupiscencia, al dolor, a la muerte, y fueron excluidos de la felicidad del cielo. El pecado de Adán fue transmitido a todos sus descendientes, de tal suerte que nacen culpables del pecado de su primer padre, y sujetos a las mismas miserias que él. Se llama pecado original a este pecado del que es culpable todo hombre que nace, porque viene desde el origen. Dios no abandonó al hombre después de su pecado, sino tuvo piedad y le prometió un Mesías o Salvador. El Mesías o el salvador prometido al mundo, es Nuestro Señor Jesucristo.
II. Artículo del Símbolo. En Jesucristo, su único hijo, Nuestro Señor. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancos como la nieve. Y al mismo tiempo Moisés y Elías se le aparecieron y conversaron con Él. Una nube luminosa los cubrió; y entonces una voz salió de la nube, diciendo. Este es mi Hijo bien amado, en quien tengo puestas todas mis complacencias.
Jesucristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hjo de Dios hecho hombre.
El Hijo de Dios, desde su encarnación es a la vez Dios y hombre. Jesús hizo el primero de sus milagros en Caná, en Galilea y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Hay dos naturalezas en Jesucristo, la naturaleza divina, puesto que es Dios, y la naturaleza humana, ya que es hombre. No hay en Jesucristo sino una sola persona, que es la persona del Hijo de Dios.
Jesucristo mostró que era el Mesías. Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente, y luego encontraréis una burra atada y con ella el hijo soltadlos y traédmelos, y si algo os dijeren, diréis: El Señor los necesita; y al instante los dejarán.
El Hijo de Dios se hizo hombre para rescatarnos de la esclavitud del pecado, liberarnos de las penas del infierno,, y merecer para nosotros la vida eterna. El Hijo de Dios hecho hombre se llama Jesucristo. Jesús quiere decir salvador; Cristo significa ungido, consagrado, que ha recibido la santa unción. Al decir que Jesucristo es nuestro Señor, entiendo que le pertenecemos, no solo porque nos ha creado, sino también porque nos ha rescatado.
III. Artículo del Símbolo Que fue concebido del Espíritu Santo, nacido de la Virgen. Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz, y quedaron sobrecogidos de temor. Díjoles el ángel: No temáis, os anuncio una gran alegría que es para todo el pueblo :Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David.
El misterio encerrado en el segundo y tercer artículo del Símbolo es el misterio de la Encarnación. Al decir que el Hijo de Dios se hizo hombre, entiendo que tomó un cuerpo y un alma semejantes a los nuestros, en el seno de la bienaventurada Virgen María. La santísima Virgen, es pues, madre de Dios, ya que es la madre de Jesucristo que es Dios. San José era el esposo de la santísima Virgen y el padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo. Jesucristo nació en Belén, pequeño aldea de Judea, en un pobre establo. Jesucristo nació el día de Navidad.
La presentación en el Templo. Así que se cumplieron los días de la purificación, conforme a la ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la Consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él.
El nacimiento de Jesucristo fue primeramente anunciada los pastores por los Ángeles, y luego a los Magos, por una estrella milagrosa.
La presencia de Jesús en Jerusalén, en medio de los doctores. Cuando era ya de doce años, al subir sus padres, según el rito festivo, y volverse ellos, acabados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo echasen de ver. Y al cabo de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntándoles.
La vida de Jesucristo, hasta los 30 años fue una vida oculta, pobre y laboriosa. El Evangelio nos enseña que durante ese tiempo Jesucristo frecuentaba el templo los días de fiesta, que estaba sometido a sus padres, y que a medida que crecía en edad, daba signos de sabiduría y santidad.
Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre. Y el tentador se acercó.
A la edad de treinta años. Jesucristo recibió el bautismo de san Juan Bautista, en las márgenes del Jordán. Jesucristo, después de su bautismo, se retiró al desierto para ayunar durante cuarenta días
Viendo a la muchedumbre, subió a un monte, y cuando se hubo sentado, se le acercaron sus discípulos;' y abriendo su boca, los enseñaba.
Viendo a la muchedumbre, subió a un monte, y cuando se hubo sentado, se le acercaron sus discípulos;' y abriendo su boca, los enseñaba.
Jesucristo eligió sus doce Apóstoles, y comenzó a predicar el Evangelio. Evangelio quiere decir noticia
Jesús anunció que era el esperado y la salvación de Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cíelos.
Jesucristo eligió sus doce Apóstoles, y comenzó a predicar el Evangelio. Evangelio quiere decir noticia.
Algunos fariseos de entre la muchedumbre le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. Pero los príncipes de los sacerdotes y los doctores de la ley buscaban perderle. Y no sabían qué hacer, porque el pueblo todo estaba pendiente de El escuchándole.
Jesucristo probó que es el Hijo de Dios y el Salvador, al cumplir mala profecías, haciendo numerosos milagros, y al dar en su doctrina y en vida la regla y el modelo de todas la virtudes.
Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo: “Eli, Eli lema sabachtaní!” Que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Jesús, dando un fuerte grito, expiró. La cortina del templo se rasgó de arriba abajo en dos partes, tembló la tierra y las piedras de partieron.
El misterio encerrado en el cuarto artículo del Símbolo es el misterio de la Redención. El misterio de la redención es el misterio de Jesucristo muerto sobre la cruz para rescatar a los hombres. El misterio se realizó por lo que padeció Jesucristo, después de su agonía en el Jardín de los Olivos: fue traicionado por Judas, abandonado por sus Apóstoles, cargado de oprobios, flagelado, coronado de espinas, y clavado a la cruz sobre la cual murió. Al decir que Cristo murió, se entiende que el alma de Jesucristo fue separada de su cuerpo, aunque la divinidad se mantuvo unida al alma y al cuerpo separadas una de otra. Jesucristo murió el Viernes santo, hacia las tres de la tarde. Jesucristo nos rescató sufriendo la muerte por nosotros, como hombre, y dando, como Dios, un precio infinito a esos sufrimientos y a esa muerte. Todos esos tormentos no eran necesarios para rescatarnos, pero Cristo los quiso sufrir para satisfacer la justicia de su Padre de una manera superabundante, darnos un testimonio de su amor, e inspirarnos mayor horror al pecado. Al decir que Cristo fue sepultado, se entiende que después de la muerte de Jesucristo, su cuerpo fue desclavado de la cruz y colocado en la tumba.
Estando muerte en su carne, pero habiendo resucitado por el Espíritu Santo, por el cual fue predicar a los espíritus que estaban retenidos en prisión.
La palabras: "Y descendió a los infiernos" quieren decir que el alma de Jesucristo, mientras que estuvo separada de su cuerpo, fue a visitar las almas de los justos en los limbos, donde esperaban su venida. Las almas no estaban en el cielo, porque el cielo estaba cerrado a los hombres desde el pecado de Adán, y que Jesucristo solo debía abrirlo, entrando primero Él.
Díjole Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo lo tomaré. Díjole Jesús: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: ¡Rabboní!, que quiere decir Maestro.
Mediante estas palabras: "El tercer día resucitó de entre los muertos, se entiende que tercer día después de su muerte, Jesucristo, por efecto de su omnipotencia, reunió su alma y a su cuerpo, y salió glorioso de tumba. Se celebra la resurrección de Jesús el día de Pascua.
A los que creyeren les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus manos serpientes, y, si bebieren ponzoña, no les dañará; El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue levantado a los cielos, y está sentado a la diestra de Dios.
De la Ascensión de Nuestro Señor y del Juicio final. Las palabras "Y subió a los cielos" significan que el cuadragésimo día después de su resurrección, Jesucristo se elevó al cielo, por su propio poder, en presencia de un gran número de sus discípulos. Por las palabras "Y está sentado", se entiende que Jesucristo entró al cielo como en el lugar de su descanso y de su gloria; y por las palabras "A la derecha de Dios todopoderoso", se entiende que tiene el mismo poder que su Padre. Las palabras : "De donde vendrá juzgar a los vivos y a los muertos" significan que en el fin del mundo, Jesucristo vendrá visiblemente y con gran majestad, a juzgar a todos los hombres, y retribuirá a cada uno según sus obras. En el juicio general, después del Juicio particular Jesucristo manifestará las virtudes de los buenos y los crímenes de los malvados, para confusión de unos, para la gloria de otros, y para el triunfo de la justicia y de su poder.
Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí.
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo. El Espíritu santo descendió visiblemente sobre la tierra, el día del bautismo de Nuestro Señor, bajo la figura de una paloma, y descendió también sobre los Apóstoles, en forma de lenguas de fuego, el día de Pentecostés. Los efectos que el Espíritu Santo produjo en los Apóstoles fueron: que les dio la perfecta inteligencia de las verdades que habían aprendido de Nuestro señor, y les inspiró un celo ardiente para anunciarlas al mundo. El Espíritu Santo se comunica invisiblemente también a cada uno de nosotros por la gracias, principalmente en el sacramento de la Confirmación. El Espíritu Santo está en el cielo, sobre la tierra y en todos los lugares; pero habita de una manera especial en el alma de los justos. Debemos rezar a menudo al Espíritu Santo, porque sin su auxilio , nada podemos hacer para nuestra salvación.
Y abriendo Felipe sus labios y comenzando por esta Escritura, le anunció a Jesús. Siguiendo su camino llegaron a donde había agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿Qué impide que sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Mandó parar el coche y bajaron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.
La gracia es un don sobrenatural, o un auxilio que Dios nos concede por pura bondad, y en vista de los méritos de Jesucristo, para ayudarnos a alcanzar nuestra salvación. Hay dos clases de gracias: la gracia habitual o santificante, y la gracia actual. La gracia habitual es una gracia que permanece en nuestra alma, y que la vuelve santa y agradable a los ojos de Dios. Podemos perder la gracia habitual, y basta un solo pecado mortal para perderla.
En oyéndole, se sintieron compungidos de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos?
La gracia actual es un auxilio mediante el cual Dios ilumina nuestro espíritu, y toca nuestro corazón, para excitarnos y ayudarnos a hacer el bien y a evitar el mal. La gracia actual nos es tan necesaria, que sin ella no podemos hacer nada que sea útil para nuestra salvación. Dios nos concede la gracia actual todas la veces que necesitemos, y que pedimos de forma debida. Se puede resistir a la gracia, y desafortunadamente se hace con más frecuencia de lo que se piensa. Los dones del Espíritu Santo son: La sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fuerza, la ciencia, la piedad y el temor de Dios. El don de ciencia nos hace ver el camino que hay que seguir, y los peligros que hay que evitar para llegar al Cielo.
Porque ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna otra carga, a excepción de estas cosas necesarias.
El don de inteligencia nos ayuda a conocer las verdades de la religión, y profundizar en ellas.
El don de sabiduría. Pablo de pue, en medio del Areópago, dijo: Atenienses, me parece que en todo sois religiosos hasta el exceso.
El don de sabiduría nos separa del mundo, y nos hace disfrutar y amar únicamente las cosas de Dios.
El don de consejo. Los Apóstoles presentaron dos, José, llamando Barsabas, que era apodado el Justo, y Matías. Y orando, lanzaron sus nombres a la suerte.
El don de prudencia o de consejo nos hace superar los obstáculos y las dificultades que se oponen a nuestra salvación.
El don de fuerza. Lapidaron a esteban, que invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y poniéndose de rodillas, exclamó: Señor, no les no les imputes este pecado. Y diciendo esto se durmió. Saulo aprobaba su muerte.
El don de fuerza nos hace superar valerosamente todos los obstáculos y todas las dificultades que se oponen a nuestra santificación
El don de piedad. Sabemos que amamos a los hijos de Dios cuando amamos a Dios, guardamos sus mandamientos
El don de piedad nos hace dulce y amable el servicio de Dios.
El don de temor de Dios. Pero Pedro y Juan respondieron y dijéronles: “Juzgad por vosotros mismos si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a El;' porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.”
El don de temor de Dios nos penetra de un profundo respeto por Dios, que evita que le ofendamos.
IX Artículo del Símbolo. Creo en la santa Iglesia católica, la Comunión de los Santos. Con otras muchas palabras atestiguaba y los exhortaba diciendo: Salvaos de esta generación perversa. Ellos recibieron su palabra y se bautizaron, y se convirtieron aquel día unas tres mil almas.
La Iglesia es la sociedad de los fieles, establecida por Nuestro Señor Jesucristo, extendida por la tierra, y sometida a la autoridad de los Pastores legítimos, principalmente de nuestro Santo Padre el Papa. Los Pastores legítimos de la Iglesia son, los Obispos a los que Jesucristo encargó de instruir y gobernar su Iglesia. El Papa es el Vicario de Cristo, el sucesor de San Pedro, el Jefe visible de toda la Iglesia, y el Padre común de los Pastores y los fieles. Los Obispos son los sucesores de los Apóstoles, encargados del gobierno espiritual de las diócesis. El jefe invisible de la Iglesia es Nuestro señor Jesucristo. Jesucristo estableció a los Apóstoles y sus sucesores como Pastores de la Iglesia, cuando les dijo: "Id, enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu santo. Estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos." Los cooperadores de los Obispos son los sacerdotes, y principalmente los Curas, colocados por los Obispos al frente de las parroquias .El cuerpo de Pastores se llama Iglesia enseñante, o simplemente la Iglesia. La Iglesia enseña a los fieles las verdades que Nuestro señor mismo enseñó a los Apóstoles. Los fieles están obligados a creer y obedecer a la Iglesia. ya que Jesucristo dijo a los Apóstoles y a sus sucesores. "Aquel que los escuche me escucha a mi, y a aquel que los desprecie, a mi me desprecia".
La Iglesia es una. Yo soy el buen pastor y habrá un solo pastor. Yo soy la puerta, si alguien entra a través de mí, será salvado. Enseñad a todas las naciones, enseñándoles a guardar todo lo que les he confiado.
Cristo no estableció muchas Iglesias. No estableció sino una sola, fuera de la cual no hay salvación. Hay cuatro signos de la verdadera Iglesia: Es una, santa católica y apostólica. La Iglesia es una porque los fieles que la componen tienen una misma fe, participan en los Sacramentos, y están sometidos a la misma autoridad ejercida por los Obispos, bajo la conducción de un mismo Jefe, que es nuestro santo Padre. Los que están fuera de la Iglesia, son los infieles, los herejes, los cismáticos, los apóstatas y los excomulgados. Un infiel es aquel que no está bautizado, y que no cree en Jesucristo. Un hereje es aquel que se resiste a creer en una verdad revelada por Dios, enseñada por la Iglesia como artículo de Fe. Un cismático es aquel que se separa de la Iglesia, rehusándose a reconocer a sus Pastores legítimos y a obedecerlos. Un apóstata es aquel que reniega de la fe de Jesucristo, después de haber hecho profesión. Un excomulgado es aquel que la Iglesia a separado de su comunión, a causa de sus crímenes.
La Iglesia es Santa. Temblando y asustado, Saulo dijo: Señor, ¿Qué quieres que haga? Y Ananías fue, e imponiéndole las manos dijo: Saulo, hermano mío, el Señor Jesús, que se hizo ver en el camino m envío con el fin de que veas, y que seas colmado del Espíritu Santo.
La Iglesia es santa, porque tiene por fundador a Jesucristo; porque es la santidad misma; porque siempre formó santos, y porque nos ofrece todos los medios de santificarnos.
La Iglesia es católica-apostólica. Y Jesús les dijo: Id a todo el universo, predicad el evangelio a toda creatura. Estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. Sois como un edificio construido sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas. Verán las señales y creerán.
La Iglesia es católica, es decir universal, porque se extiende a todos los tiempos y a todos los lugares. La Iglesia es Apostólica, porque se remonta a los Apóstoles, que es gobernada por los sucesores de los Apóstoles, que cree y enseña la doctrina de los Apóstoles. La iglesia católica es llamada Iglesia romana porque ella tiene por jefe visible al santo Padre el Papa, cuya sede se encuentra en Roma. La Iglesia no puede equivocarse en su enseñanza, ya que Cristo a prometido que estaría siempre con ella para preservarla de todo error, y por ellos es que se dice que es infalible.
Creo en la comunión de los Santos. Después de haber hecho una colecta Judas envió a Jerusalén doce mil dracmas de plata, con el fin de ofrecer un sacrificio por el pecado de los muertos: pensando con sabiduría y piedad en la resurrección.
Los bienes espirituales de la Iglesia son comunes a todos sus miembros unidos entre ellos como los miembros de un mismo cuerpo. Se da el nombre de Santos a todos los fieles, porque han sido santificados mediante el Bautismo, llamados a llevar una vida santa. Los bienes espirituales de la Iglesia son los méritos de Jesucristo, de la Santísima Virgen, y de los santos, los Sacramentos, el santo Sacrificio de la Misa, las oraciones y las buenas obras. La comunión de los Santos no existe solamente entre los fieles que están sobre la tierra, sino también entre la Iglesia triunfante, la Iglesia sufriente y la Iglesia militante. La Iglesia triunfante es la reunión de los Santos que triunfan con Jesucristo en el Cielo. La Iglesia sufriente es la Reunión de las almas justas que terminan de expiar sus pecados en los sufrimientos del purgatorio. La Iglesia militante es la reunión de los fieles que combaten sobre la tierra contra los enemigos de su salvación. La Iglesia triunfante, la Iglesia sufriente, y la Iglesia militante no forman más que una sola Iglesia cuyo Jefe Cristo, y cuyos miembros están llamados a la misma felicidad. Estamos en comunión con los Santos que están en el cielo mediante las oraciones que les dirigimos y por las gracias que nos obtienen de Dios. Estamos en comunión con las almas del Purgatorio por las oraciones y las buenas obras que ofrecemos a Dios en sufragio suyo. Los fieles sobre la tierra están en comunión entre ellos, porque las gracias que cada fiel recibe y las buenas obras que hace benefician a todos.
X. Artículo del Símbolo. El Perdón de los pecados. Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos.'
Las palabras, "La remisión de los pecados" significan que Cristo ha dado a su Iglesia el poder de perdonar los pecados. La Iglesia perdona los pecados principalmente por los Sacramentos del Bautismo y de la Penitencia.
XI Artículo del Símbolo. Creo en la Resurrección de la carne. Llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz. Y saldrán: los que han obrado el bien, para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal, para la resurrección del juicio.
Este artículo del Símbolo (lo mismo que el siguiente artículo) nos hace conocer los fines últimos del hombre. Los fines últimos del hombre son: La Muerte, el cielo o el Infierno. La Muerte es la separación del alma y del cuerpo. después de la Muerte, el cuerpo se corrompe, y se vuelve polvo; pero resucitará el fin del mundo. Resucitará para que el hombre sea castigado o recompensado, completamente entero, tanto en cuerpo como en alma, porque uno y otro tomaron parte en su buenas y malas acciones. Inmediatamente después de la Muerte, nuestra alma comparece ante Dios para ser juzgada por sus buenas y malas acciones; es lo que se llama Juicio particular. Nuestra alma, después del Juicio particular a la espera del Juicio universal, van al Cielo o al infierno, o al Purgatorio, según lo merezca.
XII. Artículo del Símbolo. Y la vida eterna. Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis. Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles.


El Cielo, que se llama también Paraíso, es un lugar de delicias donde los Ángeles y los Santos gozan de una felicidad eterna y perfecta, mediante la contemplación y posesión de Dios. Los que van al Cielo, son los que mueren en estado de gracia, y que han satisfecho enteramente la justicia de Dios. El infierno es un lugar de tormentos donde los condenados están separados por siempre de Dios, y sufren, con los demonios, suplicios que no terminarán nunca. Los que van al Infierno son aquellos que mueren en estado de pecado mortal. El Purgatorio es un lugar de sufrimiento donde las almas de los justos terminan de expiar sus pecados antes de entrar al Cielo. Los que van al Purgatorio son los que mueren en estado de gracias, pero que no están exentos de todo pecado venial o no han satisfecho enteramente a la justicia de Dios.
II. De la esperanza. De la Oración Dominical. Acaeció que, hallándose El orando en cierto lugar, así que acabó, le dijo uno de los discípulos: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñaba a sus discípulos. Orad así Padre Nuestro que estás en los cielos.


La esperanza es una virtud sobrenatural por la cual esperamos de Dios, con confianza su gracia en este mundo, y la gloria eterna en la otra. Los motivos de la Esperanza cristiana son: La omnipotencia y la bondad infinita de Dios, sus promesas, y los méritos de nuestro Señor Jesucristo. Dios nos da ordinariamente la gracia por medio de la oración y por la virtud de los sacramentos. De la oración. La oración es una elevación de nuestra alma hacia Dios, para rendirle nuestros homenajes, exponer nuestras necesidades, y pedirle sus gracias. Estamos obligados a rezar, es un deber que Dios ha impuesto a los hombres en todos los tiempos, y que a menudo nos es recordado por Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio. Hay que rezar a menudo, pero especialmente el domingo; cada día, en la mañana, en la tarde; en los peligros y en las tentaciones. Hay que rezar con atención, humildad, confianza y perseverancia. Hay que rezar en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha prometido que su Padre nos concederá todo lo que le pidamos en su nombre. Cuando nuestras oraciones están bien hechas, Dios las oye, pero en la forma que juzga más útil a nuestra salvación. Debemos pedir a Dios cosas que se relacionen a su gloria, nuestra salvación y a la salvación del prójimo. Se puede pedir la salud y los bienes temporales con la condición de que se haga con sumisión a la voluntad de Dios.De la Oración Dominical. La más excelente de todas las oraciones es el Padre Nuestro, que llamamos Oración Dominical, u oración del Señor, porque fue Cristo quien nos la enseñó. Padre Nuestro, que estás en los cielos. santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas tal como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén. Decimos "Padre Nuestro". y no Padre mío, porque siendo todos hijos de la misma familia, rezamos unos por otros. Nuestro Señor agregó estas palabras: Que estas en los cielos, para elevar nuestros corazones hacia el cielo, o Dios reina en su gloria, y donde esperamos poseerlo un día.
La primera petición de la Oración Dominical: Santificado sea tu nombre. Sidraj, Misaj y Abed-Nego respondieron al rey diciendo: Nabucodo-nosor, no tienes por qué esperar más nuestra respuesta en esto, pues nuestro Dios, al que servimos, puede librarnos del horno encendido y nos librará de tu mano.


Pedimos a Dios, en la Oración Dominical, todo lo que puede contribuir a su gloria, y lo que es necesario para la vida del alma y del cuerpo. Pedimos por la Gloria de Dios que su Nombre sea conocido y bendecido, que reine por su gracia en los corazones, y que los hombres le obedezcan sobre la tierra, como los Ángeles y los Santos le obedecen en el cielo. Pedimos por nosotros, en la Oración Dominical, el pan de cada día, el perdón de nuestras ofensas, la gracia de vencer las tentaciones, y de ser preservados del mal, especialmente del pecado y de la condenación eterna.Las palabras: Santificado sea tu nombre , expresan el primer sentimiento del que deben estar penetrados los verdaderos hijos de Dios, que es un celo ardiente por su gloria. Pedimos que Dios sea conocido, amado y glorificado por todas las creaturas, que los infieles salgan de las tinieblas en las que están sepultados, y sean llamados a la luz del Evangelio; que los herejes renuncien a sus errores, y sometan su espíritu al yugo de la fe; que los cismáticos dejen de sublevarse contra la autoridad legítima; que los pecadores se conviertan; que los justos perseveren en la justicia; para que toda lengua bendiga al señor, que se le rinda en todo lugar el homenaje que es debido a su majestad suprema, y que su gloria se extienda en todos los confines del universo.
El segundo pedido de la Oración Dominical. Llamando a los Apóstoles, los jefes del pueblo y los ancianos, y los Escribas y Anás el sumo-sacerdote, Caifás, Juan, y Alejandro, todos de la raza sacerdotal, les ordenaron que no hablaran ni enseñaran nunca en nombre de Jesús. Entonces Pedro y Juan respondieron preguntándoles si es justo delante de Dios obedecerlos más que a Dios. No podemos callar las cosas que hemos visto y oído.
Mediante las palabras "Venga a nosotros tu reino", pedimos al Señor que domine sobre nuestros corazones y sobre los de todos los hombres; que sea el único amo y soberano, que nos libere de la servidumbre de nuestras pasiones y de nuestros malos hábitos; que nos envuelva con el fuego de su amor, y nos conserve puros y sin mancha a sus ojos, con el fin de que después de esta vida podamos reinar con él en su gloria, es decir, en el cielo, que es el trono de su gloria, de su majestad y de su poder.
El tercer pedido de la Oración dominical: Que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Como Jesús salía de Cafarnaúm, dos ciegos le siguieron, gritando y diciendo: ¡Hijo de David, ten piedad de nosotros! Y cuando llegó a la casas, los ciegos se acercaron a Él, y Jesús les dijo: ¿Creen que puedo curarlos? Y dijeron: Sí Señor. Entonces toco sus ojos, diciendo: Hágase según haz creído.
Mediante las palabras: Hágase tu voluntad, pedimos a Dios: 1) Que someta nuestra voluntad a la suya en todos los acontecimientos de la vida, y que nos haga la gracia de aceptarlos con resignación, sin quejas y sin murmuraciones. 2. Que nos haga amar y observar su ley, y nos conceda los auxilio que necesitemos para cumplir su santa voluntad, haciendo todo lo que nos mande, y evitando todo lo que nos prohíbe. Agregando: en la tierra como en el cielo, expresando el deseo que nuestra obediencia sea igual de rápida y perfecta como es en el cielo la de los ángeles y los Santos.
El cuarto pedido de la Oración Dominical. Danos el pan de cada día. El Señor habló a Elías diciendo: Retírate de aquí. Anda hacia el oriente, y escóndete sobre sobre las riveras del torrente de Carit, que está frente al Jordán. Y beberás del agua del torrente; he ordenado a los cuervos que te alimenten.
Bajo el nombre de pan, están reunidos todos los auxilios que nos son necesarios para sostener la vida del alma y la vida del cuerpo; y como la vida del alma consiste en la unión con Dios, pedimos todo lo que es necesario para mantenerla y aumentarla en nosotros: el gusto y el amor de la palabra santa, el buen uso de los sacramentos, especialmente de la divina Eucaristía, sin la cual el alma está en un estado de muerte, y finalmente la gracia que sostiene el alma, que la fortifica, que la hace actuar y la hace vivir por Dios y con Dios. Después del alimento espiritual, pedimos en segundo lugar, lo que es absolutamente necesario para la vida del cuerpo, nuestro pan; Jesucristo quiere que hagamos este pedido para las necesidades cotidianas, con el fin de frenar los deseos de la avaricia, de desterrar del corazón de sus hijos todos los sentimientos de desconfianza y de inquietud, y de conducirlos a descansar enteramente en su providencia.
Perdona nuestras ofensas como perdonamos a quienes hemos ofendido. Mi Padre celestial hará lo mismo con ustedes, si ustedes con perdonan a su hermano desde el fondo del corazón.
A l decir: Perdona nuestras ofensas, conjuramos al Señor para que olvides nuestras iniquidades, al punto de no entrar en juicio con nosotros. Y para comprometerlo a mostrarse bueno y misericordioso con nosotros, y a perdonarnos fácilmente nuestras deudas, es decir nuestros pecados, que nos hacen deudores a su justicia, le pedimos que nos trate como tratamos a nuestros hermanos, y que nos perdone las ofensas que le hemos hecho, porque perdonamos de corazón todos los errores y todas las injusticias que se hayan podido cometer contra nosotros.
El sexto pedido de la Oración Dominical. Y no nos dejes caer en tentación. Las mujeres de todas las ciudades cantaban y tocaban instrumentos diciendo: Saúl mató a mil, y David diez mil. Saúl se irritó mucho, y desde entonces dejó de mirar favorablemente a David. Mientras David tocaba el arpa, Saúl sostenía una lanza, y la arrojó creyendo podría atravesar a David contra la muralla.
La vida es una tentación continua. estamos incesantemente expuestos a toda clase de peligros por parte del demonio, del mundo y de nosotros mismos. Estamos inclinados al mal, por una desventurada inclinación original. Para sostenernos en medio de tantos enemigos, y en el grado de debilidad al que hemos sido reducidos, tenemos necesidad, en todo momento del auxilio de la gracia de Dios. Pedimos que Dios nos auxilie nuestra debilidad con el poder de su gracia, y que no nos deje sucumbir a la tentación, abandonándonos a nosotros mismos, y al furor de nuestros enemigos; sino que si permite que seamos tentados, no sea sino para que salgamos victoriosos en el combate.
El sétimo pedido de la Oración Dominical: Líbranos del mal. El galló cantó: Y Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: Antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces. Y al salir, lloró amargamente.
Mediante las palabras: "Líbranos del mal", pedimos a Dios que nos preserve de todos los males del alma y del cuerpo. Los males del alma son el pecado y la condenación eterna. Los males del cuerpo son las enfermedades, las dolencias etc. Conjuramos al señor para que nos preserve absolutamente de los primeros, y de alejar de nosotros los segundos, a menos que nos sean absolutamente necesarias para purificarnos, para probarnos, y para hacernos trabajar en nuestra salvación; entonces le rogamos que nos conceda la gracia de soportarlos con coraje, con resignación y con paciencia, y y de hacerlos así meritorios a sus ojos.
De la Salutación angélica y de la devoción a la Santísima Virgen. Al sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una aldea de Galilea, llamada Nazareth, a una virgen, cuyo nombre era María. El Ángel se acercó hacia ella y le dijo: Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo: bendita eres entre todas las mujeres. He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.
La oración que debemos recitar con la mayor confianza, después de la Oración Dominical, es el ave María, o Salutación Angélica, que dirigimos a la Virgen. Dios te salve, María, llena eres de gracias, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Se llama a esta oración Salutación angélica, porque comienza con las palabras con las que el Ángel Gabriel saludó a la Santísima Virgen, anunciándole que sería la Madre de Dios. Debemos tener un profundo respecto por la Santísima Virgen, porque es la madre de Dios, la Reina de los Ángeles y los hombres, y la más santa de todas las creaturas. Debemos tener una tierna confianza en la Santísima Virgen, porque no es solo la madre de Jesucristo , sino que ella es también la nuestra, porque Cristo mismo, sobre la Cruz quiso que, en la persona de san Juan, su madre nos adoptara como sus hijos, cuando dijo a María: "He aquí a tu hijo", y a san Juan: "He aquí a tu madre". Para testimoniar nuestra devoción a la Santísima Virgen, debemos invocarla frecuentemente, celebrar sus fiestas con piedad, y esforzarnos por imitar sus virtudes
De la Salutación Angélica. María entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel, e Isabel exclamó: Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre. ¿Cómo es que viene a visitarme la madre de mi Señor?
La oración que se dice ordinariamente después del Padre Nuestro, es el Ave María, que se dirige a la Santísima Virgen, y que se llama Salutación Angélica, porque comienza por las palabras de las que se sirvió el Ángel Gabriel, cuando vino a saludar a María y anunciarle que sería la Madre de Dios Estas son las palabras: Dios te Salve, llena de gracias; el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres. Los otras palabras que componen la salutación Angélica son las de santa Isabel, cuando la Virgen fue a visitarla, y las de la Iglesia. Las palabras de Isabel son: Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre.
María eligió la mayor parte, que no le podrá ser quitada.
Las palabras de la Iglesia son las siguientes: Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
El Rosario. En adelante todas las generaciones me llamaran bienaventurada: Porque el Todopoderoso hizo en mi grandes cosas, y su nombre es santo.
El Rosario está compuesto por las más bellas oraciones vocales. Es una devoción excelente, a la que todo niño cristiano debe entregarse con dedicación, porque mediante ella honra los principales misterios de la religión.
Segunda parte. De los deberes que debemos practicar. Yo, estoy cerca se ser inmolado, y el tiempo de mi muerte se acerca. he combatido bien, he terminado mi carrera, he mantenido la fe.
La Caridad es una virtud sobrenatural por la que amamos a Dios por encima de todas las cosas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Debemos amar a Dios por encima de todo porque es infinitamente perfecto, infinitamente bueno, infinitamente amable, y porque es nuestro soberano bien y nuestro último fin.
El amor propio. Natán dijo a David ¿Por qué has despreciado la palabra del Señor para hacer el mal en mi presencia?
Se peca contra la Caridad hacia Dios, cuando se ama cualquier cosa por encima de Dios. No nos amamos verdaderamente más que cuando trabajamos por ser felices; y solo podemos trabajar eficazmente en ser felices esforzándonos en merecer la posesión de Dios.
Del amor al prójimo. Tobías iba todos los días a visitar a sus padres. Les llevaba y les distribuía todo lo que podía. Alimentaba a quienes tuvieran hambre, daba ropa a los que estaban desnudos y sepultaba a los muertos, o alos que habían sido asesinados.
A mar al prójimo como a sí mismo, es desearle y procurarle, en tanto sea posible, los mismos bienes que uno tiene. Por la voz prójimo, hay que entender a todos los hombres, incluso a nuestros enemigos. Estamos obligados a amar a nuestro prójimo, porque Dios nos lo ordena expresamente, y porque todos los hombre son nuestros hermanos, rescatados como nosotros, por la sangre de Jesucristo. Debemos mostrar nuestro amor para el prójimo, cumpliendo respecto de ellos las obras de misericordia, particularmente la limosna espiritual y corporal, y el perdón de las injurias.
Los mandamientos de Dios. Dijo el Señor a Moisés. Sube hacia mi , sobre la montaña. Ahí te daré en tablas de piedra, la ley y los mandamientos que he escrito, para que instruyas a los hijos de Israel.
Para ser salvado, no basta haber recibido el bautismo y creer las verdades contenidas en el Símbolo. Quienes lleguen a la edad de razón, están obligados, además, a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia.. La señal mediante la cual podemos reconocer que amamos a Dios, es nuestra fidelidad en observar sus mandamientos.
E l primer mandamiento. El profeta Elías, se acercó y dijo: Señor, dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, haz ver que eres el dios de Israel, y que soy tu servidor, y que he hecho todas estas cosas por mandato tuyo. Óyeme Señor, óyeme para que este pueblo aprenda que eres el señor Dios. Y el fuego del Señor cayó y consumió el holocausto.
Hay diez Mandamientos de Dios, cuyos tres primeros se refieren a Dios, y los siete siguientes se refieren al prójimo. es lo que se llama Decálogo. I. Yo soy el Señor vuestro Dios, que los sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre. No tendrán otros dioses delante de mí. No harán imágenes talladas, ni ninguna figura ni para a dorarlas, ni para servirlas. II. No tomarán el nombre del Señor, vuestro Dios en vano. III Recuerden santificar el día del Sabbat. IV Honrad a vuestro padre y a vuestra madre, para que vivan largo tiempo sobre la tierra. V. No matarás. VI. No fornicarás. VII. No robarás. VIII No levantarás falso testimonio contra su prójimo. IX. No codiciarás la mujer de tu prójimo. X. No codiciarás su casa, ni su servidor, ni su sirvienta, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca. El primer mandamiento nos obliga a cuatro cosas: A creer en dios. 2 A esperar en Él; 3 A Amarlo de todo corazón: A Adorarlo solo a Él. Cumplimos estas cuatro obligaciones mediante la práctica de las tres virtudes teologales: la fe, la Esperanza y la Caridad; virtudes teologales, porque se relacionan directamente a Dios. Se peca contra la Fe. 1. Cuando se duda voluntariamente de alguna verdad revelada, o cuando se rehúsa a creer lo que la Iglesia enseña ". Cuando se siente vergüenza de mostrarse cristiano, o cuando se renuncia formalmente a la Fe. Se peca contra la Esperanza o por desesperación , cuando se desespera de la salvación y de la bondad de Dios, o por presunción, cundo se abusa de su misericordia para cometer pecado y diferir la conversión. Se peca contra la caridad hacia Dios, cuando se ama alguna cosa más que a Dios. No basta adorar a Dios por actos interiores. También es necesario rendirle un culto exterior en público. Los actos de religión por los cuales rendimos a Dios un culto exterior y público, son principalmente las oraciones públicas, el Santo Sacrificio de la Misa, y en general la asistencia a los oficios y a las ceremonias de la Iglesia. se peca contra el deber de adoración, por superstición y por idolatría.
Del Ángel. Cuando el Ángel del Señor extendía su mano sobre Jerusalén para destruirla, el señor tuvo piedad de su aflicción, y dijo al ángel que castigaba al pueblo. Es suficiente; retira tu mano.
Todos debemos amar a nuestro ángel guardián, y encomendarnos a menudo a sus inspiraciones.
Dios dijo a Eliphas: Mi cólera se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos. Vayan hacia mi servidor Job, y ofrezcan por ustedes un holocausto. Job, mi servidor rogará por ustedes, lo veré favorablemente, y no los castigaré según la imprudencia de sus palabras.
Del culto de los Santos. Nosotros no adoramos a los santos, no adoramos más que a Dios; pero los honramos como a amigos de Dios, y nuestros intercesores ante él. La diferencia que hay entre las oraciones que hacemos a Dios y las que dirigimos a los Santos, es que pedimos a Dios que nos conceda sus gracias, en lugar de pedir a los Santos que las soliciten a Dios por nosotros.
Las imágenes. Harás también querubines de oro a ambos lados del propiciatorio
Rendimos honores a las imágenes de Nuestro señor, de la Santísima Virgen y de los santos, para honrar los misterios de la Religión o las virtudes de los Santos que esas imágenes nos representan.
Las reliquias. Moisés cargó los huesos de José, tal como José hizo prometer a los hijos de Israel, diciendo: Dios os visitará, lleven mis huesos con ustedes.
Debemos honrar las reliquias de los Santos, porque son los preciosos restos de un cuerpo que ha sido el templo del Espíritu Santo, y que debe resucitar glorioso.
Del segundo mandamiento. No tomarás el Nombre de Dios en vano. No jurarás, ni nada semejante. Jefté hizo ese voto al Señor
Por el segundo mandamiento, Dios prohíbe: 1. Jurar en vano, 2. Blasfemar, 3. Hacer imprecaciones, 4. Faltar a los votos que se ha hecho. Jurar o hacer jurar es tomar a Dios como testigo de la verdad de lo que se afirma o de lo que se promete. Está permitido hacer juramentos en circunstancias graves, por ejemplo cuando se es llamado a la corte de justicia, o cuando el juramento es el único medio de probar la verdad. Jurar en vano es: 1. Prestar juramento sin necesidad, 2. Afirmar mediante juramento lo que se sabe que es falso, se llama perjurio, 3. comprometerse mediante juramento a realizar algo prohibido. Aquel que ja jurado hacer algo prohibido no está obligado a cumplir su juramento, porque ha cometido una falta al hacerlo, y cometería una nueva al cumplirla. Blasfemar, es decir palabras injuriosas contra Dios o contra los Santos, es, en particular profanar el santo nombre de Dios. Hacer imprecaciones, es pronunciar maldiciones contra sí mismo, contra los hombres o contra las creaturas. Un voto es una promesa que se hace a Dios, con intención de obligarse rigurosamente. es un gran pecado no cumplir los votos que se hacen. No debe hacerse ningún voto sin antes haber reflexionado bien, y sin haber pedido consejo.
Del Tercer Mandamiento.Guardarás los Los Domingos, sirviendo a Dios devotamente. Mientras sus servidores dormían, su enemigo vino, sembró la cizaña en medio del trigo, y se fue.
Mediante el tercer mandamiento, nos orden santificar el día del Señor. Antes de la venida de Jesucristo era el sábado, en memoria del descanso de Dios, después de que hubo creado el mundo; ahora, es el Domingo, en honor de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Para santificar el Domingo, hay que abstenerse de obras serviles, y hace robras de religión. Entiendo por obras serviles algunos trabajos en los cuales el cuerpo prima sobre el espíritu. Las obras serviles están prohibidas, aun cuando no se hagan para ganar dinero. Se puede trabajar el Domingo en caso de necesidad, pero aun en esos casis, en tanto sea posible es necesario pedir permiso . Quienes hacen trabajar el Domingo, son tan culpables como si trabajaran ellos mismos. La obra de religión mediante la cual debemos sobre todo santificar el Domingo, es la asistencia al Sacrificio de la Misa, y de hacer los actos de contrición. De la Contrición. La contrición es un dolor de haber ofendido a Dios con una firme resolución de no ofenderlo más en el futuro. La contrición debe debe tener cuatro cualidades: debe ser interior, universal, soberana y sobrenatural. Al decir que la contrición debe ser interior, entiendo que hay que detestar sus pecados desde el fondo del corazón, y que no basta hacer de boca un acto de contrición. Al decir que la contrición debe ser universal, entiendo que debe extenderse a todos los pecados, al menos mortales, sin exceptuar uno solo. Al decir que la contrición debe ser soberana, entiendo que debemos estar más enojados por haber ofendido a Dios que por todos los males que nos puedan acaecer. Al decir que la contrición debe ser sobrenatural, entiendo que debe ser ejercitada en nosotros por el Espíritu santo, y por los motivos que la fe brinda. Los principales motivos de contrición son 1. Que el pecado ofende a Dios, que es infinitamente bueno 2. Que es la causa de la muerte de Jesucristo. 3. Que nos priva de la bienaventuranza del cielo, y nos hace dignos de las penas del infierno. Para disponernos a recibir el perdón de nuestros pecados, la contrición imperfecta debe estar acompañada de la esperanza del perdón y de un comienzo del amor de Dios. Se puede reconocer que se tiene la contrición cuando después de habérsela pedido a Dios, y excitado por motivos de fe, se está sinceramente dispuesto a tomar los medios de evitar el pecado, y de corregir sus malos hábitos.



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Mediante el quinto mandamiento, Dios nos prohíbe darnos la muerte o darla a los otros; nos prohíbe igualmente tener la voluntad y el deseo de hacerlo. Nunca está permitido darse la muerte, por desventurado que uno sea, porque nuestra vida pertenece a Dios, el único que tiene derecho a fijar su término. Aquel que se da la muerte, se expone a la más grave de las desgracias, ya que ordinariamente no tiene tiempo de hacer penitencia por su crimen, y porque cae sin recurso en la condenación eterna. Los que se baten en duelo cometen un doble crimen, exponiéndose a sí mismo a la muerte, y buscando darla a otros. El quinto mandamiento prohíbe también herir o golpear al prójimo, odiarlo, injuriarlo, finalmente escandalizarlo. Escandalizar al prójimo, es conducirlo al pecado por malos consejos o malos ejemplos, y exponiéndose a sí a dar la muerte a su alma
Del sexto mandamiento. No serás lujurioso ni de cuerpo ni de consentimiento. José le dijo_ ¿Cómo puedo cometer este crimen y pecar delante de mi Dios' ¿Y esta mujer, habiendo visto esa vestidura entre sus manos, y sintiéndose despreciada, llamó a lo hombres de la casa.
Mediante el sexto mandamiento, Dios nos prohíbe los actos, las miradas y las palabras contrarias a la pureza. Prohíbe además todo lo que conduce a la impureza, como las imágenes, los libros y los espectáculos deshonestos, las danzas y actuaciones inmodestas. Los medios a emplear para evitar este pecado son: Huir de las ocasiones peligrosas, la oración. La frecuentación de Sacramentos. La devoción a la Santísima Virgen y la confesión frecuente. De la Confesión. La Confesión es una acusación de los pecados personales a un sacerdote aprobado para conceder la absolución. Fue nuestro Señor Jesucristo quien estableció la Confesión, cuando dio a sus ministros el poder de perdonar o retener los pecados. Hay que confesar los pecados, porque el sacerdote no puede juzgar si debe perdonar o retener, a menos que se les haga conocer por la Confesión. Se está obligado a confesar el número de pecados en la medida en que pueda ser recordados, lo mismo que las circunstancias que cambian la especie o aumenten considerablemente la malicia. Es un mal inmenso ocultar voluntariamente un pecado mortal en confesión, porque aquel que lo hace comete un sacrilegio si recibe la absolución; y los pecados que acusó no le han sido perdonados. Los pecados olvidados involuntariamente después de un examen serio no vuelven sacrílega la confesión; pero se les debe acusar en la próxima confesión. Quien ha ocultado sus pecados o carece de contrición en sus confesiones precedentes, debe reparar lo antes posibles las confesiones mal hechas, y recibir nuevamente la absolución. No es necesario confesar los pecados veniales; pero es utilísimo hacerlo, y la absolución que se reciba aumente en nosotros la gracia.


Del séptimo mandamiento. Simón respondiendo le dio: Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada, sin embargo, porque lo mandas arrojaré las redes. Y hecho esto, pescaron una gran cantidad de peces, y las redes se rompían.
Por el sétimo mandamiento, Dios nos prohíbe tomar retener injustamente el bien del prójimo. Los que toman injustamente el bien de otro, son los ladrones, los domésticos infieles, los mercaderes sin probidad, los usureros, los querellantes de mala fe, y generalmente todos los que engañan al prójimo. Se retiene injustamente el bien ajeno, cuando no se pagan las deudas; al no devolver un depósito que ha sido confiado, y al conservar algo que se ha encontrado sin informar a quien pertenece. Todo aquel que cause algún perjuicio al prójimo, está obligado a restituir lo más rápidamente posible lo que no le pertenece, y reparar todo el daño que haya causado injustamente. Eso es lo que exige Dios, en el Sacramento de Penitencia. De la Satisfacción. La Satisfacción es la reparación de la injuria que nuestros pecados han hecho a Dios, y del daño causado al prójimo. Se está obligado a satisfacer a Dios, aun después de haber recibido el perdón de sus pecados, porque la absolución perdona eficazmente las penas eternas del Infierno, pero no nos dispensa de las penas temporales que se han de sufrir en esta vida o en la otra. Se satisface a Dios mediante las buenas obras, como la oración, el ayuno, la limosna, pero sobre todo por la penitencia que el confesor impone. Podemos satisfacer a Dios con el trabajo y las penas de la vida, siempre y cuando las soportemos con paciencia y resignación. Se satisface al prójimo cuando se repara el daño que se ha causado en su persona, su honor o sus bienes, y al reconciliarse con él si se le ha ofendido.
Del octavo mandamiento. No levantarás falso testimonio ni mentirás.Los que fueron enviados para explorar la tierra regresaron después de cuarenta días, diciendo: La tierra que visitado devora a sus habitantes, el pueblo que hemos visto es de alta estatura
Mediante el octavo mandamiento, Dios nos prohíbe el falso testimonio, y mentira, la calumnia, la maledicencia y el juicio temerario. Levantar un falso testimonio, es dar delante de los tribunales, un testimonio contrario a la verdad. Mentir , es hablar contra lo que se piensa, con la intención de engañar. Calumniar, es acusar a alguien de algún defecto que no tiene, o de alguna falta que no ha cometido. Mal hablar, es descubrir sin necesidad, las faltas o los defectos del prójimo. Juzgar temerariamente, es concebir una mala opinión del prójimo sin pruebas suficientes. Se debe reparar el daño hecho al prójimo mediante la calumnia, limpiando el mal que se dijo contra la verdad. Se puede reparar el daño hecho al prójimo por la maledicencia, excusando sus faltas, y poniendo en relieve sus buenas cualidades.
Del noveno y del décimo Mandamiento. No desearás la obra de la carne sino solamente en matrimonio. No deseará las cosas ajenas para tenerlas injustamente. Dijo escribió: Coloquen a Urías en la batalla en el lugar donde el peligro se más grande; y abandónenlo, con el fin de que sea herido y muera. Cuando fue Urías estuvo muerto, David, hizo entrar a su mujer en su casa, y la hizo su mujer.


Después de haber prohibido mediante el sexto mandamiento todas las acciones contrarias a la pureza, Dios nos prohíbe, en el noveno, todos los deseos y todos los pensamientos voluntarios contra esta virtud. Dios, después de haber prohibido en el sétimo mandamiento tomar y retener injustamente el bien ajeno, prohíbe en el décimo el deseo mismo de apropiárselo por medios injustos
Del primero y décimo Mandamiento de la Iglesia. Santificarás las fiestas de guardar. Oirás la Misa, e igualmente, las fiestas .Y Melquisedec, rey de Salem, ofreciendo el pan y el pino (porque era sacrificador del Dios Altísimo, le bendijo.
Los Mandamientos de la Iglesia. Estamos obligados a observar los mandamientos de la Iglesia, porque Jesucristo a declarado que desobedecer a la Iglesia, es desobedecerlo a Él mismo. La Iglesia nos ha impuesto mandamientos para dirigirnos en la observación de los mandamientos de Dios, y nos hace más fácil la práctica del Evangelio. Hay seis mandamientos de la Iglesia: 1) Santificarás las fiestas que son de guardar. 2) Oirás la Misa los domingos, e igualmente las fiestas. 3) Confesarás todos los pecados, al menos una vez al año. 6) Recibirás a tu Creador Humildemente, al menos es Pascua. 5) Ayunarás las Cuatro Témporas, y las vigilias. 6) No comerás carne ni viernes ni sábados. Por el primer mandamiento, la Iglesia nos ordena santificar las fiestas de obligación que ha instituido en honor de Nuestro Señor Jesucristo, de la Santísima Virgen y de los Santos. La Iglesia ha instituido las fiestas de la Virgen y de los santos: 1. Para agradecer a Dios por las gracias que ha concedido. 2. Para comprometernos a rezarles y a imitar sus ejemplos. Hay que santificar las fiestas de obligación, como se santifica el domingo, asistiendo a la santa Misa, y absteniéndose de obras serviles.
Del tercero y cuarto Mandamiento de la Iglesia. Confesarás, al menos una vez al año, todos tus pecados. Recibirás a tu Creador, humildemente en Pascuas humildemente.El señor dijo de nuevo a Moisés y a Aarón. Hablen a toda la asamblea. Al décimo día de este mes, que cada uno de ustedes tome un cordero por familia.
El tercer mandamiento de la Iglesia: Confesarás todos tus pecados al menos una vez al año. Cuarto mandamiento de la Iglesia: Recibirás humildemente a tu Creador, al menos en Pascua. Hay que hacer esta comunión en la parroquia. Es gran pecado no festejar Pascua, porque es desobedecer a la Iglesia en materia grave, despreciar el más grande beneficio de Dios y escandalizar al prójimo . Al decir que hay que confesar al menos una vez al año y comulgar al menos en Pascua, la Iglesia nos hace entender que desea que los fieles se confiesen y comuniquen más a menudo. La Iglesia desea que los fieles se confiesen y comulguen más a menudo. La Iglesia desea que los fieles se confiesen y comulguen más a menudo porque es difícil vivir cristianamente si solo se confiesa y comulga una vez al año. Estamos rigurosamente obligados a comulgar cada año, en tiempo de Pascua, y cuando estamos gravemente enfermos, aunque la intención de la Iglesia es que los fieles comulguen más a menudo, y especialmente en las principales fiestas del año. La Sagrada Comunión nos une estrechamente a Jesucristo, aumenta en nosotros la vida de gracia, debilita nuestras pasiones, y es para nosotros prenda de la resurrección gloriosa. Estos son los efectos que produce en nosotros la Sagrada Comunión, pero no produce estos dichosos efectos sino en aquellos que comulgan con las disposiciones convenientes
Del quinto y del sexto Mandamiento de la Iglesia. Ayunarás enteramente cuatro Témporas, Vigilias y Cuaresmas. Dijo Daniel: Pruebe a sus servidores, se lo ruego, durante diez días y que no se nos de más que legumbres y agua para beber. Y después de esto mire nuestros rostros y los rostros y de los jóvenes que se nutren de la mesa del rey.
Mediante el quinto mandamiento, ayunarás las cuatro témporas, las vigilias y la Cuaresma, la Iglesia nos ordena ayunar y adelgazar los días de las Cuatro Témporas, la víspera de ciertas fiestas y los cuarenta días de Cuaresma. Ayunar es tomar una sola comida, aunque está permitido agregar una ligera colación. La ley del ayuno obliga a todos los fieles que tienen veintiún años cumplidos, y que no tengan ni impedimentos ni dispensas legítimas. El ayuno de cuatro témporas fue establecido para santificar, mediante la penitencia las cuatro estaciones del año, atraer las bendiciones de Dios sobre los frutos de la tierra, y obtener sus gracias por las ordenaciones que se hacen cada sábado de las Cuatro Témporas. Se ayuna la víspera de ciertas fiestas para disponerse mediante a celebrarlas bien. La Iglesia instituyó el ayuno de Cuaresma para honrar e imitar el ayuno de Nuestro Señor en el desierto y para prepararnos mejor, mediante la penitencia a la gran fiesta de Pascua. Mediante el sexto mandamiento, No comerás carne ni viernes ni sábado, la Iglesia nos prohíbe usar, sin necesidad, alimentos grasos el viernes y el sábado. La Iglesia estableció la abstinencia del viernes y del sábado, para honrar la muerte y la sepultura de Nuestro Señor, y recordarnos cada semana, la necesidad de hacer penitencia


De los Sacramentos. Jesús dijo a los discípulos: La paz este vosotros . Como mi Padre me envió, yo os envío a ustedes.


De los Sacramentos Un Sacramento es un signo sagrado instituido por Nuestro Señor Jesucristo para producir la gracias en nuestra alma y santificarla. El Sacramento es un signo porque significa o representa la gracia invisible que recibimos. Hay siete Sacramentos: El Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, la Penitencia, la Extrema Unción el Orden y el Matrimonio. Los Sacramentos nos santifican de dos maneras: unos haciéndonos pasar de la muerte del pecado a la vida de la gracias, y los otros aumentando la gracia santificante que ya teníamos. Los Sacramentos que nos hacen pasar de la muerte del pecado a la vida de la gracia, son el Bautismo y la Penitencia. Los Sacramentos que aumentan la gracia en nosotros son la Confirmación, la Eucaristía, la Extremaunción, el Orden y el Matrimonio. Solo se pueden recibir una vez, el Bautismo, la Confirmación y el Orden, porque estos tres Sacramentos imprimen en el alma un carácter imborrable. Del Bautismo. El Bautismo es un Sacramento que borra el pecado original, y nos hace cristianos, hijos de Dios y de la Iglesia. El Bautismo borra, en quien lo recibe en uso de razón y con las debidas disposiciones, no solo el pecado original, sino también los pecados actuales, y elimina todas las penas eternas y temporales debidas a esos pecados. El Bautismo es tan necesario para la salvación, que ni los niños pueden entrar al cielo, si no no está bautizados. El Bautismos puede ser suplido por el martirio, o por un perfecto amor a Dios, con el deseo de ser bautizado . Corresponde a los Obispos y a los Párrocos administrar el Bautismo, pero en caso de necesidad cualquier persona puede bautizar. Se administra el Bautismo vertiendo agua natural sobre la cabeza de la persona que se bautiza, diciendo al mismo tiempo: Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Quien recibe el Bautismo, se compromete a creer en Jesucristo a practicar su ley, y a renunciar al demonio, a sus pompas y a sus obras. Por pompas del demonio , hay que entender las vanidades del mundo y los placeres peligrosos. Por obras del demonio, hay que entender toda clase de pecado. Se da un padrino y una madrina a quien se bautiza para prometer en nombre suyo, que será fiel a los compromisos de sus bautismos, y velar si es necesario para que los cumpla.
De la Confirmación. Entonces les impusieron las manos, y ellos recibieron el Espíritu Santo.
La Confirmación es un Sacramento que nos da el Espíritu Santo con la abundancia de sus dones, y nos hace cristianos perfectos. La Confirmación nos hace cristianos perfectos aumentando la gracia del Bautismo, dándonos la fuerza de confesar la fe de Jesucristo, incluso en peligro de nuestra vida. Confesar la fe de Jesucristo, consiste en practicar la religión de Jesucristo, a pesar de las contradicciones y burlas del mundo. Corresponde al Obispo la administración del Sacramento de la Confirmación. Las principales ceremonias que hace el Obispo dando la Confirmación son imponer las manos sobre quienes que confirma, invocando el Espíritu Santo, y unge sus frentes con el santo Crisma, pronunciando las palabras que expresan el efecto de este Sacramento. El Obispo impone las manos sobre los que confirma, para mostrar que el Espíritu Santo desciende sobre ellos, y que toma posesión de sus almas. El Santo Crisma es el aceite de oliva mezclada con bálsamo, y consagrado por el Obispo de Jueves Santo. El santo Crisma significa la dulzura y la fuerza de la gracia del Espíritu Santo, y el buen olor de las virtudes cristianas que debe practicar quien es confirmado. La unción se hace sobre la frente en forma de cruz, para mostrar que el cristiano confirmado nunca debe avergonzarse de la cruz de Jesucristo. El Obispo sopla ligeramente al nuevo confirmado para enseñarle que debe estar listo para sufrir toda clase de afrentas por amor a Cristo. Las disposiciones que deben tener quienes reciben la Confirmación son estar en estado de gracia e instruido en los principales misterios de la religión. La Confirmación no es absolutamente necesaria para ser salvado; pero quien no la haya recibido por desprecio o por negligencia, comete un pecado, y se priva de incontables gracias.
Del sacramento de la Penitencia. Muchos de los que habían aceptado la fe venían a confesar y exponer todo lo que antes habían hecho. No pocos de los que habían practicado la magia juntaron sus libros y los quemaron delante de todos.
La Penitencia es un Sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después del bautismo. Jesucristo instituyó el sacramento de la Penitencia cuando dijo a los Apóstoles: A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. Jesús confió el poder de perdonar o de retener los pecados en el sacramento de la Penitencia a los Obispos, y a los Sacerdotes aprobados por ellos. Se recibe el sacramento de la Penitencia cuando el sacerdote da la absolución. La absolución es una sentencia que el Sacerdote pronuncia, en nombre de Jesucristo, para absolver los pecados al penitente bien dispuesto. Hay tres condiciones para obtener el perdón de los pecados, mediante la absolución: La contrición, la confesión y la satisfacción. La más necesaria es esas tres condiciones es la contrición, sin la cual nunca se puede obtener el perdón de los pecados.
De la Eucaristía. En la mesa tomó el pan y lo bendijo, lo partió y se los dio.
La Eucaristía es un Sacramento que contiene realmente y substancialmente el Cuerpo, la Sangre el alma la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo bajo las especies o apariencias del pan y del vino. Nuestro Señor instituyó el Sacramento de la Eucaristía el Jueves Santo, la víspera de su muerte. Para instituir el Sacramento de la Eucaristía Nuestro Señor tomó pan, lo bendijo y lo dio a sus Apóstoles, diciendo: Tomad y comed, esto es mi Cuerpo. Mediante estas palabras: Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre, Jesucristo hizo el más grande de todos los milagros, porque cambió el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre. Nuestro Señor agregó estas palabras: Haced esto en memoria mía. para dar a a los Apóstoles, a los Obispos y a los Sacerdotes el poder de cambiar como Él, el pan y el vino en su Cuerpo y el vino en su Sangre. El cambio de pal pan y del vino en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo se hace en el Sacrificio de la Misa, cuando en el momento de la consagración, el sacerdote pronuncia las mismas palabras de Jesucristo: Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre. Después de la consagración, sobre el Altar no queda más ni pan ni vino, sino las apariencias. Se llama es especies o apariencias de pan y vino, lo que parece a nuestros sentidos, como el color, la forma y el sabor de pan y de vino. Jesucristo está del todo entero en cada una de las dos especies, del todo entero en la especie de pan, y todo entero bajo la especie de vino; la más pequeña parte de las santas Especies lo contienen del todo entero, tanto como la más grande. Jesucristo no abandona el Cielo para venir a la Sagrada Eucaristía; está simultáneamente en el Cielo y en cada una de las hostias consagradas. Debemos adorar el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor en la Eucaristía, porque ese Cuerpo y esa Sangre están inseparablemente unidas a la Divinidad. Nuestro Señor instituyó la Sagrada Eucaristía bajo las especies de pan y vini para mostrarnos que quiere ser el alimento de nuestras almas mediante la Comunión, como el pan y el vino son el alimento de nuestro cuerpo. Es el verdadero Cuerpo de Jesucristo lo que se recibe en la santa Comunión, porque se recibe el mismo Cuerpo que Jesucristo tomo en el seno de su santísima Madre, el mismo que fue clavado en la Cruz. Hay una única, que el Cuerpo de Nuestro Señor está ahora resucitado y en estado glorioso y oculto a nuestros sentidos. El fiel que comulga solamente bajo la especie de pan, recibe lo mismo que el Sacerdote que comulga bajo las dos especies, puesto que recibe a Jesucristo todo entero.
Del sacramento de la extrema Unción. Un hombre cayó en mano de ladrones. Pero un samaritano que viajaba, iba hacia ese lugar, y viéndolo, tuvo compasión de él. Y acercándose, vendó sus heridas y le aplicó aceite y vino
La Extrema Unción es un Sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para el alivio espiritual y corporal de los enfermos. El alivio espiritual que procura la Extrema Unción consiste en que termina de purificarnos de nuestros pecados, nos fortifica contra las tentaciones, y nos ayuda a morir santamente. El alivio corporal que procura la Extrema Unción consiste en que suaviza los sufrimientos de los enfermos, e incluso les devuelve la salud del cuerpo, si Dios lo juzga útil a la salvación de sus almas. Administrando la Extrema Unción, el sacerdote unge las diferentes partes del cuerpo, para obtener de Dios el perdón de los pecados que el enfermo cometió mediante todos sus sentidos. Las disposiciones necesarias para recibir la Extrema Unción son: 1) Estar preparado, cuando se pueda, por el Sacramento de Penitencia. 2. Recibirla con sentimientos de contrición, de confianza en Dios, y de sumisión a su voluntad.]No hay que esperar hasta el último momento para recibir la Extrema Unción, sino que hay que recurrir a este Sacramento desde el momento en que se esté gravemente enfermo, con el fin de recibirlo con el mayor fruto, y de no exponerse a estar privado de él. Hay obligación de advertir a los enfermos que es momento de recibir los últimos Sacramentos, y es el más grande servicio que se les pueda servir, ya que sin esta advertencia, se expone su salvación eterna.
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El Orden es un Sacramento que confiere el poder de realizar las funciones eclesiásticas, y la gracia para ejercerlas santamente. Las funciones eclesiásticas son ofrecer el santo Sacrificio de la Misa, administrar los Sacramentos y predicar la palabra de Dios. lEl poder de ejercer las funciones eclesiásticas vienen de Jesucristo, que la dio a los Apóstoles, para transmitir a los Obispos y mediante los Obispos a los Sacerdotes. Los Obispos son los únicos que pueden conferir el Sacramento del Orden. Las disposiciones para recibir el Sacramento del Orden, son que hay que ser llamado por Dios al estado eclesiástico; y de ingresar en él con el único deseo de trabajar para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Es una inmensa gloria y una gran dicha ser llamado al estado eclesiástico. Porque los sacerdotes son los ministros de Jesucristo y los dispensadores de los misterios de Dios, los pastores y los médico de las almas, los doctores de los fieles y la luz del mundo. Es una inmensa felicidad ser llamado al Sacerdocio, porque el sacerdote, por efecto de su consagración a Dios, y su separación del mundo, está al abrigo de muchos de los peligros y de las más grandes inquietudes de la vida, y porque recibe, en su unión íntima con Jesucristo, de las gracias más abundantes.
Del Sacramento del Matrimonio. Tomando la mano derecha de su hija, la puso en la mano derecha de Tobías, y le dijo: Que el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, sea con ustedes, que el mismo los una y los bendiga.
El Matrimonio es un Sacramento que santifica la alianza del hombre y de la mujer, dándoles la gracias de vivir juntos cristianamente. El matrimonio es indisoluble, el vínculo no puede ser roto sino por la muerte. Para casarse válidamente es necesario: 1) No estar atado por ninguno de los impedimentos que anulan el Matrimonio. 2) Contraerlo delante de su párroco, y en presencia de testigos. La unión de las personas que no están casadas sino civilmente, no es legítima delante de Dios, porque no ha sido hecha según las leyes de la Iglesia; y las personas así casadas están en pecado mortal. Hay que disponerse al Sacramento del Matrimonio por medio de la oración, y por una buena confesión. La obligaciones de las personas casadas son guardarse una fidelidad inviolable, soportar recíprocamente sus defectos y dar a sus hijos una educación cristiana. Hay un estado más perfecto y más agradable a Dios que el del Matrimonio, y es el de la virginidad cristiana, y del celibato religioso.
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