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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Blas Pascal: Los Pensamientos

De Enciclopedia Católica

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Blas Pascal
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Máscara funeraria de Blas Pascal

Intoducción

La ponencia siguiente fue preparada para conmemorar los trecientos cincuenta años de la muerte de Pascal. Justamente este acontecimiento, la muerte de Pascal, creemos, es fuente de luz para iluminar no solo su vida sino también sus “Pensamientos”, obra culminante de nuestro filósofo, pero que es, a la vez de inacabada o llena de sugerentes intuiciones, fuente de controversias, malinterpretaciones o manipulaciones. En este sentido, más que pretender penetrar en las profundas intenciones de Pascal, quisiéramos presentar al hombre, al ser humano que vivió y murió una vida singular, de tal manera que pueda despertar en nosotros la conciencia o el sentido de proporción para poder medir las dimensiones y alcances de la obra con las de su artífice.


“…el sabio no busca estar presente

ni continuar en la obra realizada,

y precisamente por eso

jamás se ve excluido” [1]

Lao Tzu, Tao Te King

En toda obra humana, ya sea artística, filosófica o religiosa, va implicado el hombre que la realiza y es seguramente indispensable conocer al hombre detrás de la obra, para poder sopesarla, medirla y darle su justa dimensión. Todo esto se cumple de manera primordial y paradigmática en Pascal, más todavía, tal vez debiéramos decir que, en este caso, la verdadera comprensión de su obra solo se alcanza yendo más allá de ella, tocando al hombre cuyo corazón hace latir la obra misma. El hombre cuya vida es la culminación de su obra, el hombre cuya vida misma es su obra. Y es que con Pascal, su figura parece dejar todo en un segundo plano, la altura insuperable de su inteligencia, la potencia de su personalidad, el drama de su vida, su vocación, el sacrificio y la oscuridad… Se ha dicho de Pascal que fue un “gran cristiano”, lo decía por ejemplo Nietszche, que como él mismo cree, nunca se equivoca con los adversarios que elige, Pascal era, para él, un adversario digno, el único “cristiano lógico”. Pero ¿qué significa ser un “gran cristiano”?, la expresión esconde un equívoco, pues seguramente aquel que viva de acuerdo con las reglas más puras del cristianismo rechazará está denominación de grande, sobre todo por la humildad necesaria para protegerse del pecado, que de lo contrario podría llevar a un orden falso de valoración anticristiana, si se acepta como medida la grandeza mundana. Romano Guardini piensa, en cambio, que Pascal seguramente no fue ni un gran cristiano, en el sentido mundano de lo grande, ni quizás tampoco un santo, y que mientras se persista en rodear su figura con estos halos, como de “genio religioso” de alcance mundial, se alejará más su figura real. Fue más bien, nos dice, “un ser humano, en el interior del cual lucharon amargamente la decisión a favor de Cristo y aquella grandeza suya, en relación con el mundo que lo rodeaba. Y fue entonces cuando pensó y luchó cristianamente…” [2].

Este gran espíritu, sin embargo, moraba en un cuerpo enfermo desde la infancia, todas sus obras salvo las 3 primeras de juventud tuvo que arrancárselas a un organismo desfalleciente. Lo que le impedía realizar un trabajo sostenido y continuado.

Pascal fue más que un maestro metódico, un poder estimulante…un constructor de la máxima energía…un espíritu dotado de una voluntad absoluta de claridad, y que se halla, sin embargo, dominado por una indeterminación inquietante, indeterminación que no procedía de una falta de precisión de su inteligencia, sino de los conflictos que distintas fuerzas en tensión provocaban dentro de él. Estas eran tan violentas, y se oponían con tanta dureza, que no le permitieron lograr un resultado real en el transcurso de una vida tan corta.

“Pascal hubiera tenido que vivir hasta los 80 años… piensa Guardini…si hubiera vivido hasta una edad avanzada, entonces este gran maestro de la dialéctica hubiera podido crear una construcción de precisión tan perfecta y de impulso tan riguroso, de cimientos tan exactamente adaptados y de tan amplias bóvedas, que en ella hubiera cabido toda realidad, pero solo tenía 39 años cuando murió, y no había conocido, a partir de los 20 años, según su propia confesión, un solo día libre de sufrimientos” [3].


El genio precoz

Balise Pascal nació el 19 de junio de 1623 en Clermont, perdió a su madre cuando tenía 3 años de edad y creció, junto con su padre, en compañía de sus 2 hermanas, Gilberte y Jacqueline. En casa de los Pascal, reinaba una atmósfera de interés apasionado por las cosas del espíritu, en especial por las ciencias naturales y las matemáticas. Vivió el pequeño Blaise rodeado del amor de sus hermanas y de su padre. No le faltaron ni dignidades ni comodidades dada la posición favorable de la familia. El padre, Etienne Pascal, era jefe de los servicios de impuestos, lo que permitía a la familia ventajosas relaciones con la corte.

Desde muy niño, el pequeño Blaise dio muestras de una gran inteligencia, tal como lo describe su hermana Gilberte: “…apenas hubo llegado a la edad de la razón dio muestras de una inteligencia extraordinaria, tanto en las pequeñas respuestas que daba como sobre todo a través de determinadas preguntas sobre la naturaleza de las cosas, que dejaban estupefactos a todos. Con el pasar de los años este despertar de hermosas esperanzas jamás fue desmentido. Con el pasar de los años crecía en él la fuerza del razonamiento, que era muy superior a la capacidad normal de algún muchacho de su edad”. [4]

Es famosa la anécdota por la que el joven Pascal a la edad de 12 años fue descubierto por su padre dibujando toda clase de figuras en el suelo, y al interrogarle sobre lo que estaba haciendo, el papá se dio cuenta de que el muchacho había deducido solo, por sí mismo, partiendo de los elementos de la geometría, los 32 primeros teoremas de Euclides. Ante lo cual el padre, que había privado al muchacho del estudio de las matemáticas, por temor de que hechizado por ellas ya no quisiera aprender suficientemente las lenguas antiguas, lo dejó en libertad de dedicarse a las matemáticas cuanto quisiera.

La educación del joven Pascal fue siempre obra de su padre, nunca fue al colegio, ni tuvo otro maestro que no fuese su propio padre. Quien justamente buscando la mejor educación para su hijo y sus hermanas, se traslada a París con ellos. Es aquí que ante la precocidad del joven genio, el matemático La Pailleur, amigo de Ettiene Pascal lo introduce en el cenáculo científico del padre Marin Mersenne. Que era frecuentado por los mejores físicos y matemáticos del momento, como Desargues, Roberval, Gassendi o Carcavi, además de miembros corresponsales, como Descartes, Fermat, Galileo o Torricellli.

Así, por ejemplo, a los 16 años Pascal escribió un Tratado sobre las cónicas, del que sólo queda un fragmento de una copia realizada por Leibniz. A los 18, inventó la primera máquina de calcular, la “pascalina”, para ayudar al trabajo de recaudación de su padre. La patentó, pero las dificultades en su elaboración, frustró sus proyectos de hacer una fortuna con la misma.

A los 23 años, después de conocer los experimentos de Torricelli, llevó a cabo la “experiencia del vacío”, que demuestra con claridad que los fenómenos atribuidos al vacío estaban más bien causados por el peso del aire, que la presión de la atmósfera disminuye a medida que aumenta la altitud.

A esta misma época pertenece un episodio que podría pasar como simplemente anecdótico si no revelara un cariz decisivo en la personalidad de Pascal. A los 20 años, durante su estancia en Ruan, vivía allí el sieur Saint-Ange, un antiguo religioso que sostenía una teología un tanto extraña que era a medias racionalista. Pero aunque el hombre era un individuo inofensivo, Pascal lo combatió, con una notable tenacidad, exponiendo las debilidades de su doctrina ante las autoridades eclesiásticas y obligó al hombre a una retractación.

En este episodio se revela un celo excesivo por la exactitud teológica, pero sobre todo un espíritu de polémica y una voluntad manifiesta de tener la razón, que no podemos olvidar en el desenlace del drama de Pascal.


El hombre de mundo

El intenso trabajo intelectual al que se somete Pascal, termina por quebrar su salud, el cuadro que presenta es un surmenage, un agotamiento que le produce una terrible debilidad y cefaleas insoportables. Pascal cuenta con tan solo 24 años, es el 1647, y a partir de entonces, ya no podrá realizar ningún trabajo intelectual continuado. Los médicos le aconsejan que abandone todo trabajo intelectual y que se distraiga. Frecuentó entonces la corte, relacionándose con muchos amigos mundanos, conoció al caballero de Méré, quien fue seguramente el que le recomendó la lectura de Montaigne. Conoció y formó una estrecha amistad con el duque de Roannez y su hermana, con la que presumiblemente intentó casarse sin éxito. Pascal parece adaptarse con suma naturalidad a su nuevo ambiente, como si lo hubiese frecuentado toda su vida. Con suma perspicacia observa y plantea conceptos para captar este nuevo escenario que no es el de las ciencias naturales ni exactas. El esprit de finesse es la capacidad de comprender en su singularidad la realidad del hombre, realidad muy distinta a la de los cuerpos simples que el esprit de geometrie estudia en las matemáticas y en la física. Este espíritu no es una intuición irracional, sino una valoración espiritual, existe una “lógica del corazón”, que tiene razones que la razón no comprende. Pero no es la experiencia del mundo la que realmente marcará el espíritu de este hombre, sino un acontecimiento espiritual. El que dará origen al famoso Memorial.


El camino de la conversión de Pascal: el Memorial Al momento de su muerte, se descubre un pergamino escrito de su puño y letra, que estaba cosido a la parte interior de su saco. Este pergamino es el famoso Memorial, en el que describe la experiencia de un encuentro personal con el Dios vivo. En él se leía: Año de gracia de 1654

Lunes 23 de noviembre, día de San Clemente, papa y mártir, y otros del martirologio.

Vigilia de San Crisógono mártir y otros.

Desde aproximadamente las diez y media de la noche,

hasta aproximadamente las doce y media.

Fuego. “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob”

(Ex 3, 6) y no de los filósofos y sabios. Certeza. Certeza.

Sentimiento. Alegría. Paz.

Dios de Jesucristo.

Deum meum et Deum vestrum (Jn 20,7) “Tu Dios será mi Dios” (Rt 1, 16)

Olvido del mundo y de todo, excepto de Dios.

No se encuentra sino en los caminos indicados por el Evangelio.

Grandeza del alma humana.

“Padre justo, el mundo no Te ha conocido, pero Yo te he conocido” (Jn 17, 25)

Alegría, alegría, lágrimas de alegría.

Yo me he alejado.

“Dios mío, ¿seré yo abandonado?” (Mt 27, 46)

Que yo no esté nunca separado de Él por toda la eternidad.

“Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti solo Dios

verdadero, y a aquel a quién has enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3)

Jesucristo. Jesucristo.

Yo me he separado, he huido de Él, lo he renegado, crucificado. Que no esté nunca separado de Él. No se conserva sino por los caminos enseñados por el Evangelio. Renuncia total y dulce. Completa sumisión a Jesucristo y a mi director. La alegría eterna por un día de prueba en la tierra. Non obliviscar sermones tuos (salmo 118, 16) Amén.”

Este acontecimiento produce un giro en la vida de Pascal, se retira del mundo, del que ya había sentido hastío, tras su experiencia en la corte. Ingresa como “solitario” a Port Royal. Su hermana que desconoce la existencia de este hecho, reconoce, sin embargo, el cambio operado en su hermano: “yo le veía crecer poco a poco de tal manera que ya no lo reconocía”. Pascal, el hombre orgulloso ante cuya inteligencia toda Europa se inclinaba, ha tenido una experiencia de luz y fuego, de alegría desbordante, que marcará de aquí en adelante su existencia, y su pensamiento de tal modo que todo su proyecto vital cambiará. De ahora en adelante quiere crecer más bien en la humildad, en la sumisión, en el desprecio de sí mismo, y quizás, lo que es más grande para una personalidad y talento como él, desea el ser aniquilado en la estima y en la memoria de los hombres. Desea abajar su propia imagen. Creyendo que cada escalón que nos eleva en el mundo nos aleja cada vez más de la verdad. En los Pensamientos encontramos unos fragmentos que nos declaran la lucidez con la que podía percibir este peligro de vanidad en su vida y en la vida de los hombres: “…no nos contentamos con la vida que tenemos en nosotros y en nuestro propio ser: nos empeñamos en vivir en la mente de los demás con una vida imaginaria, y por eso nos esforzamos en aparentar. Trabajamos incesantemente en embellecer y conservar nuestro ser imaginario y descuidamos el verdadero…” [5] Pero la conciencia y el deseo genuino de superar la vanidad por parte de Pascal, debe enfrentarse a lo que se ha llamado su “demonio”, el instinto de la disputa, del honor de la victoria. El polemista implacable saldrá a relucir en Pascal una vez más, en la defensa que hará de las posiciones jansenistas de Port Royal, en sus célebres “Provinciales”, donde hará alarde de todo su talento y pondrá de manifiesto nuevamente sus ansias de tener la razón. Este deseo aliado al jansenismo que defendía la predestinación y que tendía a considerar como elegidos a algunos, le produce un abismo de vértigo. En una de sus cartas al duque de Roannez y a su hermana, leemos: “Roguemos a Dios que nos haga reconocerlo y servirlo en todo; y démosle gracias infinitas porque, habiéndose ocultado en todas las cosas para los demás, se haya descubierto en todas las cosas y de tantas maneras para nosotros” [6] Este es el corazón del drama pascaliano, drama que se lleva adelante en el corazón de este hombre extraordinario, una lucha, que como no podía ser de otra manera en Pascal, se realiza con grandeza y un sufrimiento extremos. En estas circunstancias se enmarca el desarrollo de su obra más importante: los Pensamientos.

Pensamientos

Los Pensamientos significan el proyecto más importante en la obra de Pascal, quien, tras sus logros científicos, busca realizar, en este momento culminante de su vida, una Apología del Cristianismo. Lamentablemente este proyecto nunca se concretó por su prematura muerte y por el delicado estado de salud que padecía cuando se embarcó en tal empresa. Lo que nos ha sido legado como los Pensamientos, no es un libro propiamente, ni una recopilación de las máximas o reflexiones de Pascal acerca de la moral, de la naturaleza del hombre o de la religión. Son solamente notas de muy distinta extensión y consistencia. En muchos casos son solamente notas sobre intuiciones, ideas o ayudas para la memoria acerca de problemas que se debían de tratar e integrar en un resultado que simplemente no conocemos. Esta notas raras veces se escribieron en un estado de salud favorable, por ello la ilegibilidad del manuscrito, otras veces dictaba sus reflexiones, y quienes tomaban nota, generalmente, no entendían nada de lo que se les decía. Por otro lado, estas anotaciones podían reflejar, en algunos casos, la opinión personal de Pascal, pero en otros se trataba de la opinión de algún interlocutor, o de algún adversario a combatir, o podían ser solo afirmaciones dialécticas que alcanzarían su real sentido dentro del conjunto acabado de la obra. En este estado de cosas, los Pensamientos constituyen, más que un tejido a medio terminar, una suerte de taller abandonado en plena confusión. Donde el orden que se le ha dado en las distintas ediciones, muchas veces, responden a intereses distintos a los del propio Pascal.

Por suerte entre los esbozos de Pascal se nos presenta el plan que se iba a seguir

Plan de la obra:

Primera parte: Miseria del hombre sin Dios.

Segunda: Felicidad del hombre con Dios.

O dicho de otro modo:

Primera: que la naturaleza está corrompida. Por la misma naturaleza.

Segunda: que hay un reparador por la Escritura [7]

Encontramos en los Pensamientos una como tensión agustiniana sobre la conciencia del pecado y la imposibilidad del hombre de salir de él por sus propias fuerzas. La búsqueda de respuestas a la naturaleza del hombre está signada por esta experiencia. Pascal, en una de sus frases lapidarias, hiperbólicas, nos dice que: “el hombre no es más que un ser lleno de error, natural e imborrable sin la gracia” [8] Y, por ello, prosigue: “si se jacta, yo le humillo; si se humilla, yo le ensalzo; y le contradigo siempre, hasta que comprenda que es un monstruo incomprensible” [9]

Primera Parte: el hombre sin Dios

En la primera parte nos presenta Pascal la miseria del hombre, para que se descubra con claridad la necesidad que tiene el hombre de Dios, y pueda curarse del primero de los males que puede aquejarlo, la soberbia. Con su experiencia de la ciencia, nos presenta al hombre como en medio de 2 infinitos. Se pregunta Pascal: “¿Qué es el hombre en medio de la naturaleza? Una nada respecto del infinito, un todo respecto de la nada, un término medio entre la nada y el todo. Infinitamente alejado para comprender los extremos, el fin de las cosas y su principio están para él invenciblemente ocultos en un secreto impenetrable…” [10]

“cuando pienso en la breve duración de mi vida, absorbida en la eternidad anterior y siguiente, el pequeño espacio que lleno e incluso que puedo ver, abismado en la infinidad inmensa de los espacios que ignoro y que me ignoran, me espanto y me sorprendo de verme aquí en vez de allá…¿Quién me puso aquí, por autoridad de quién este lugar y este tiempo me han sido destinados?” [11]

Pascal nos presenta la sobrecogedora imagen del hombre en medio del cosmos, desnudo ante la creación, como un punto en medio del infinito, “sin lugar natural” en la visión naciente de la nueva ciencia a la que él mismo está asistiendo. Vemos en este punto a Pascal como un hombre de su tiempo, científico consumado, pero que al mismo tiempo saca las consecuencias de los cambios que se están produciendo ante sus ojos, y con ello logra transmitir el sentido de desproporción en que se encuentra el hombre frente al universo que intenta abarcar, conocer y dominar. Esta desproporción le hace exclamar:

“¡el silencio eterno de estos espacios infinitos me espanta!” [12]

Además de la experiencia científica, en la experiencia del mundo humano, también encuentra motivos que le revelan la miseria del hombre. El mayor extravío para Pascal es que el hombre no reflexiona sobre su muerte… porque es indudable que el tiempo de esta vida no dura más que un instante y que el estado de la muerte es eterno, sea cual fuere su naturaleza. [13]

Por ello es que el problema de la inmortalidad del alma es algo que nos importa tanto, que dice Pascal, tal negligencia en un asunto que afecta a los hombres, a su eternidad, a su todo, me irrita más que me conmueve; me asombra y me espanta [14].

En vez de preocuparse por su fin ve que “lo único que nos consuela a los hombres de nuestros males es la diversión, pero que sin embargo, es el mayor de nuestros males, porque nos impide pensar en nosotros y así nos hace perdernos insensiblemente. De no ser así viviríamos en la congoja, y esta congoja nos impulsaría a buscar un medio más sólido para salir de tal estado. Pero la diversión nos entretiene y hace que lleguemos insensiblemente a la muerte.” [15].

Parece como si corriésemos despreocupadamente hacia el precipicio después de habernos puesto algo ante los ojos para impedirnos ver. [16].

Pascal urge que se reflexione sobre ello, y que se piense si no es indudable que el único bien que hay en esta vida es la esperanza de otra vida, que solo seremos felices en la medida que nos acerquemos a ella…“del cielo o del infierno solo nos separa la vida, que es lo más frágil que hay en el mundo” [17].

Finalmente, la miseria del hombre se revela paradójicamente también en su grandeza, grandeza que está en su pensamiento que lo distingue de todo lo demás en el universo, que lo hace superior a éste, “El hombre es una caña que piensa”. Pero aunque el universo lo aplaste, el hombre seguiría siendo más noble que lo que le da la muerte pues sabe que muere y conoce esta superioridad que el universo tiene sobre él, mientras el universo no sabe nada.

Parece como si con esta figura se estuviera refiriendo a sí mismo, a un hombre con una constitución sumamente débil, tan enfermiza que no le permite el trabajo continuado, y, a pesar de ello, en ese cuerpo se erige una inteligencia poderosísima capaz de abarcar el universo.

Pero esta misma grandeza y superioridad puede volverse un gran peligro, ya que al tener una idea tan alta de la razón humana la reconocemos como el lugar más hermoso del universo, y aun cuando ocupáramos una ventajosa situación en la tierra, no estaremos contentos si no ocupamos también un lugar ventajoso en la razón del hombre. No se descansa si no se consigue lo que es la mayor calamidad para el hombre: la gloria humana. Calamidad que, como dijimos, Pascal conoce mucho mejor que cualquiera, y con la que se ha familiarizado desde su niñez.

Pascal llega a la conclusión que, abandonado a sí mismo el hombre, todo lo que puede conseguir es miseria. En su espíritu sintetizador, parece que cada experiencia se va integrando en una visión de conjunto, en una unidad que busca su fundamento, aquello que le dé sentido al misterio más profundo de su ser. La experiencia de la ciencia, de la que es un genio superdotado, la experiencia del mundo y de sus veleidades, que es la experiencia del hombre, y entre todas, la experiencia de sí mismo, con todas sus inmensas grandezas y abismos, en donde todo se encuentra reflejado y esperando ser finalmente engastado. Todo le va mostrando una revelación cada vez más poderosa, que el hombre no es nada sin Dios.


2ª Parte de los Pensamientos: El hombre con Dios, naturaleza 1ª, el pecado original y la gracia

De esta manera en la segunda parte de los Pensamientos, Pascal tratará de encontrar una respuesta a este enigma impenetrable que es el ser del hombre y su propio ser. Y buscará fundamentos sólidos en la autoridad de la religión. Nos dice: “Hay dos verdades de la fe igualmente constantes: una que el hombre en el estado de la creación o en el de la gracia, es elevado por encima de toda naturaleza, partícipe de la divinidad y semejante a Dios; otra que en el estado de la corrupción y del pecado, pierde ese estado y se hace semejante a los animales” [18] Y “sin estos divinos conocimientos ¿Qué podría hacer el hombre sino elevarse en el sentimiento interior que le queda de su grandeza pasada o abatirse ante la visión de su debilidad presente? … Unos considerando la naturaleza como incorrupta cayeron en el orgullo, otros considerándola como irreparable, cayeron en la pereza por desesperación.” [19]

Por esto, a pesar del desvarío que Pascal advierte en la humanidad, los hombres tienen una búsqueda constante de felicidad, aunque la busquen donde no se encuentra, y en las más diversas cosas sin poderla hallar. Esta avidez e impotencia, “proclama que hubo en el hombre una verdadera dicha, de la que ahora no le quedan más que indicios, una huella vacía…este abismo infinito solo se puede llenar con Dios, objeto infinito e inmutable” [20]

En este estado del hombre se enfatiza la necesidad de la gracia y la realidad del pecado original, para comprender la esencia del hombre. El fondo del hombre es un misterio insondable, que la doctrina del pecado original permite pergeñar. “Es el misterio más alejado de nuestro conocimiento, pero sin el cual nos es imposible tener el menor conocimiento de nosotros mismos. Porque no hay nada que violente más nuestra razón que decir que el pecado del primer hombre hizo culpables a los que, siendo tan alejados de esta fuente, parecen incapaces de participar de él. Parece incluso muy injusta, pues ¿Qué hay más contrario a las normas de nuestra pobre justicia que condenar eternamente a un niño incapaz de voluntad, por un pecado que se cometió miles de años antes que él naciera?...y sin embargo, el hombre es más inconcebible sin este misterio de lo que este misterio es inconcebible para el hombre.” [21]

El misterio es intransitable, es de suyo inabarcable, pero la initeligibildad del hombre lo requiere. Pascal por lo demás no lo presenta como una razón, como algo que pueda ser aceptado y asentido por la sola razón. Lo presenta como “locura”, pero una locura que es más cuerda que la sabiduría de los hombres, haciendo eco de las palabras de San Pablo, nos dice:

El Cristianismo, por su parte, “enseña estas dos verdades hermanadas, que existe un Dios del cual los hombres son dignos, y que existe una corrupción en la naturaleza que les hace indignos de Él. Es muy importante que los hombres conozcan ambas cosas, y es tan peligroso para el hombre conocer a Dios sin conocer sus miserias, como conocer sus miserias sin conocer al Redentor que las puede sanar.

Todo esto nos conduce a Cristo, porque es posible conocer a Dios sin conocer nuestras miserias, o conocer nuestras miserias sin conocer a Dios, pero no es posible conocer a Jesucristo sin conocer al mismo tiempo a Dios y a nuestras miserias.

Este es el Dios de los cristianos, un Dios de amor y de consuelo, es un Dios que llena el alma y el corazón de aquellos a quienes posee; es un Dios que les hace sentir interiormente sus miseria y su misericordia infinita, que se les une en el fondo de su alma; que la llena de humildad, de alegría, de confianza, de amor… [22]. Este es el Dios de la experiencia pascaliana, plasmada en el Memorial y que es el motivo de este proyecto inacabado.

Aun cuando es cierto que en los Pensamientos podríamos encontrar muchos indicios del jansenismo en Pascal, se puede percibir también que en medio de estos forcejeos dialécticos, lo que se va abriendo paso es la expresión de la misma experiencia, que constituye el fondo de sus reflexiones: su encuentro con el Dios vivo. Y si bien “la Apologia al cristianismo”, el libro en ciernes que nos dejó Pascal, no tuvo su consumación, podemos creer que la obra pascaliana, la más genuina, aquella que se desarrollaba en la intimidad de su ser, a los latidos de su lógica del corazón, sí tuvo su desenlace. Un desenlace pascaliano, es decir, a la vez dramático y grandioso.

El Desenlace

Hacia el final de su vida se reavivaron las polémicas anti-jansenistas, producto de una nueva bula condenatoria contra el jansenismo promulgada por Alejandro VII, se les exige a los jansenistas la firma de aceptación del llamado “formulario”. Lo que origina una división al interior de Port Royal, Pascal que en un primer momento había estado de acuerdo con la firma, pero cambia de opinión, lo que produce una terrible polémica contra dos de sus anteriores aliados, Arnauld y Nicole. La disputa cobra tonos violentos, acercándose Pascal a una postura en la que hace aparecer al Papa como enemigo de la verdad que defendía el jansenismo. Sin embargo, tras una nueva recaída en su salud, Pascal no vuelve a polemizar, simplemente se calla. Para Guardini, la comprensión de la existencia de Pascal depende de la comprensión de su silencio. En este silencio en el que acaba su vida está la consumación de la verdadera obra pascaliana, el deponer finalmente aquella conciencia enorme de la propia grandeza, la liberación del instinto de rebeldía. El silencio de sus últimos meses no interrumpidos por declaración alguna sobre las cuestiones pendientes, después de una tal vida no puede reflejar una grandeza mayor. A pesar de ser 6 meses de sufrimientos terribles, fueron 6 meses llenos de paz y ¡qué importante es llegar a conocer la paz para alguien como Pascal! Los relatos de este tiempo dan cuenta de ejercicios espirituales que duraron varias semanas, de penitencias, silencio, mortificaciones y el examen minucioso de toda su vida para luego hacer una confesión general. Se cuenta que vendió su carroza, sus caballos, sus muebles, platería e incluso toda su biblioteca, con la excepción de la Biblia, de las obras de San Agustín y algún otro libro más; dio todo su dinero a los pobres, despidió a sus criados y entró en pensión en la casa de su hermana Gilberte para no tener que preocuparse del cuidado de su vivienda. La narración de su muerte es simplemente estremecedora: El 2 de julio comenzaron unos cólicos violentos que duraron sin interrupción hasta el 19 de agosto, que privaron por completo de sueño al enfermo. Inmediatamente surge en él el deseo de los sacramentos; el deseo de la confesión que se cumple cuatro días después de haberse agravado su estado. Quiere la extremaunción; pero desea ante todo la Eucaristía, que representa para él, junto con la Palabra de la Escritura, la continuidad con la Encarnación de Cristo…la reclama con ardor impetuoso, y es de una fuerza reveladoramente terrible ver cómo los jansenistas que le rodean van negando el sacramento a este enfermo, puesto que solo deben recibir el viático los que están cerca de la muerte. Se le consuela diciéndole que sus padecimientos son pasajeros, pero él suplica “con insistencia increíble que se le haga comulgar… insistió tanto que una persona que se hallaba presente le reprochó que sintiera inquietud, que no se encontraba tan mal, por lo que no era justo que se hiciera llevar el santo sacramento, que era mejor esperar para cumplir este acto en la Iglesia. Entonces pronuncia esta suplica de fe sublime: “puesto que no se me quiere conceder esta gracia… y ya que no puedo comulgar en el jefe, del cuerpo místico de la Iglesia, que es Cristo, yo quisiera comulgar con sus miembros, y por ello quisiera tener aquí en mi cuarto a un pobre enfermo, para que se le presten los mismos servicios que a mí, que no exista ninguna diferencia en los cuidados entre él y yo. Esta súplica no se pudo satisfacer, por lo que pidió a su hermana que “se le concediera la gracia de trasladarlo al hospital de los incurables, puesto que tenía un gran deseo de morir en compañía de los pobres”. Pero tampoco este deseo se vio colmado… Luego su estado se agravó repentinamente, un nuevo y terrible cólico parece provocar el fin. Por último se llama al sacerdote, en el momento en que éste hace su entrada en el aposento, Pascal vuelve en sí y puede recibir la Eucaristía. Inmediatamente después de la comunión vuelven las convulsiones, y después de 24 horas de terribles padecimientos, el 19 de agosto de 1662, a la una de la mañana, Blas Pascal muere. Ante la muerte el hombre revela la intimidad de su ser, es en esta intimidad que Pascal se muestra siempre fiel a aquel encuentro con el Dios vivo. Por ello, más allá de todas las oscuridades en las que puede estar envuelta su obra, el desenlace de su vida, su actitud ante la muerte, nos da la luz que necesitamos para llenarla de sentido. Es en la renuncia, en el olvido de sí mismo donde se encuentra la culminación de su obra.


Julio Toguchi Uyema

Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima


Notas

[1] LAO TZU, Tao Te King, en FILOSOFÍA ORIENTAL. Ediciones Zeus. Barcelona, 1968; p.231.

[2] GUARDINI, Romano. Pascal o el Drama de la Conciencia Cristiana. Emecé Editores S.A. Buenos Aires, 1955, p. 17.

[3]GUARDINI, Romano. Pascal o el Drama de la Conciencia Cristiana, p. 18.

[4] REALE Giovanni - ANTISERI Dario, Historia del Pensamiento Filosófico y Científico. Herder, Barcelona 1988; t. II, cap. XVI, p. 505.

[5]Fragmento 145 en PASCAL, Blaise. Pensamientos, Editorial Planeta S.A. España, 1986, p. 39.

[6] GUARDINI, Romano, Pascal o el Drama de la Conciencia Cristiana, p. 249.

[7] PASCAL, Blaise. Pensamientos. Fr.73, p. 15.

[8] PASCAL, Blaise. Pensamientos Fr. 92, p. 25.

[9] PASCAL, Blaise. Pensamientos Fr. 330, p. 76.



Bibliografía

GUARDINI, Romano. Pascal o el Drama de la Conciencia Cristiana. Emecé Editores S.A. Buenos Aires, 1955. LAO TZU. Tao Te King en Filosofía Oriental. Ediciones Zeus. Barcelona, 1968. MAURIAC, Francois. El pensamiento vivo de Pascal. Losada. Buenos Aires, 1940. PASCAL, Blaise. Pensamientos, Editorial Planeta S.A. España, 1986. REALE, Giovanni - ANTISERI, Darío. Historia del Pensamiento Filosófico y Científico. t. II. Herder. Barcelona, 1988.