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Martes, 16 de abril de 2024

Besarión: Las Iglesias y el Renacimiento

De Enciclopedia Católica

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Sello de cera de Besarión
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Luis XI de Francia
Sixto IV
Los concilios de Ferrara y Florencia (1438 y 1439), que trataron de unir a las Iglesias de Oriente y Occidente, obligaron a varios prelados bizantinos a pasar a Italia acompañando al emperador Juan VIII Paleólogo. Uno de ellos fue Basilio (Juan) Besarión, arzobispo de Nicea. La presencia de este como representante de la Iglesia Griega fue indispensable. Su erudición y elocuencia le hicieron imprescindible para el diálogo amistoso con Roma. Fue él quien pronunció, con el cardenal Julián Cesarini, las últimas palabras del concilio de Florencia, en las que se refleja el acuerdo final de ambos credos: “Que los cielos y la tierra se regocijen porque el muro que divide a las Iglesias del levante y del poniente ha caído. La paz y la concordia han retornado”.

Besarión nació en 1395 en Trebisonda, a orillas del Mar Negro. Inició sus estudios humanísticos y filosóficos en Constantinopla para luego ingresar al clero bizantino y continuar su formación intelectual en el Peloponeso, bajo la tutela del célebre maestro Jorge Gemisto Plethón (1355-1450). La carrera sacerdotal lo llevó a ocupar el arzobispado de Nicea y a seguir a su soberano al oeste de Europa para reconciliarse con los cristianos latinos.

El bizantino Besarión apreciaba a la Iglesia Romana, y la visita en la Península Itálica influyó definitivamente en su persona. Fue tal la estima por la grey del Sumo Pontífice que decidió abrazar la fe latina inmediatamente después del concilio. Dada su alta jerarquía, el papa Eugenio IV le concedió el capelo cardenalicio. En adelante, Besarión sería cardenal de la basílica de los Santos Apóstoles y obispo de las poblaciones de Sabina y Frascati. El nuevo cardenal, hombre de confianza del entorno pontificio, participó activamente de la administración eclesiástica, al grado de que en el cónclave de 1455estuvo a punto de ser elegido papa .

Besarión, como varios poderosos del Renacimiento, era un mecenas de las letras. En su sede de los Santos Apóstoles, se abocó con un grupo de intelectuales al acopio y transcripción de un gran número de manuscritos romanos y griegos. El hogar del prelado se convirtió en un centro de divulgación del humanismo y del pensamiento de Platón, al que defendió de sus detractores con la redacción de un libro al que tituló: In calumnatiorem Platonis. La morada del cardenal bizantino fue un lugar de encuentro entre helenos e italianos, como señala el historiador inglés John Addington Symonds: “un sitio de reunión para los eruditos de todas las naciones”.

El mecenazgo de Besarión no sólo quedaba en las letras; también abarcaba las artes plásticas, pues apoyaba a los pintores y mandaba iluminar libros en cuyos frontispicios aparecía frecuentemente retratada su efigie.

La paz entre las Iglesias de Roma y Constantinopla duró muy poco. Luego del concilio de Florencia sobrevinieron las divisiones y los conflictos. Los mismos religiosos de Bizancio se dividieron y entraron en pugna. El bando antipapista se impuso y los partidarios de la paz se vieron obligados a huir de Oriente para salvar sus vidas. Besarión no se negó a ayudar a sus compatriotas. Los refugiados griegos estarían seguros de encontrar en el cardenal una cordial acogida. De esta manera, se trasladaron a Italia un conjunto de personajes que enriquecieron la cultura erudita de Occidente. Entre los protegidos estaba el patriarca de Constantinopla, Gregorio Mammas, quien, en señal de agradecimiento, le obsequió un relicario que contenía vestigios de la Vera Cruz, la que Besarión, viejo y enfermo, donó a la Escuela Grande de la Caridad de Venecia.

Conforme se agravaba en Bizancio el problema religioso y el político suscitado por la amenaza turca, nuestro personaje continuó recibiendo con beneplácito a los orientales como Andrónico Calixto y Demetrio Calcónidas, maestros que alcanzaron el éxito en las universidades, pues impartieron la enseñanza de la lengua griega y el pensamiento de los filósofos helenos y de los exponentes de la patrística.

Consciente de su aceptación en la cristiandad, asistió Besarión al congreso de Mantua, convocado por el Santo Padre, para encontrar una salida al acecho de los turcos sobre Europa. Fue allí donde el cardenal bizantino propuso la organización de una cruzada contra los infieles y se le nombró promotor de ese movimiento —aunque sin fortuna— frente a los príncipes alemanes y al dux de Venecia.

Además, la amable figura de Besarión sirvió para que el papa Sixto IV le confiara la misión de reconciliar al díscolo e iracundo rey Luis XI de Francia con el duque de Borgoña, en 1471. El monarca de los francos lo recibió descortésmente, se burló excitando la risa entre sus cortesanos y haciendo mofa del hirsuto rostro del prelado; lo cogió de las barbas y zamaqueó su ya debilitado y envejecido cuerpo. Se sabe que, luego de este penoso y humillante suceso, el cardenal se dirigió a Rávena, donde murió en noviembre de 1472.

Basilio Besarión, cardenal de la basílica de los Santos Apóstoles y obispo de Sabina y Frascati, encarnó al hombre del Renacimiento, al mecenas de las letras griegas y latinas, al protector de las artes y de los exiliados de Bizancio, y al conciliador de los grandes credos de la cristiandad del siglo XV.


Rafael Sánchez-Concha Barrios

Pontificia Universidad Católica del Perú


Fuentes: Ginzburg, Carlo. Pesquisa sobre Piero. Barcelona, Muchnik, 1984. Holmes, George. Europa: jerarquía y revuelta, 1320-1450. México D.F., Siglo Veintiuno Editores, 1984. Symonds, John Addington. El Renacimiento en Italia. México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1987.

  • Publicado en la “Revista” del diario oficial El Peruano. Lima, 10 de febrero de 1993, pág. 5.