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Martes, 3 de diciembre de 2024

Barón de Montesquieu

De Enciclopedia Católica

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Charles-Louis de Secondat, Barón de Montesquieu

Escritor francés y publicista nacido en el Chateau de la Brede cerca de Burdeos el 18 de enero de 1689 u muerto en Paris el 10 de febrero de 1755. Su familia, de la nobleza; su abuelo presidente del Parlamento de Burdeos; su padre miembro de la Guardia Real y su madre, Maria de Penel, que murió cuando él tenia once años, de antigua estirpe inglesa. El joven Charles de la Brede, como se le conocía entonces, fue enviado al colegio que los del Oratorio tenían en Juilly (1700-11) donde recibió una completa educación literaria y clásica en la que la religión jugaba un papel menor. Cuando volvió a casa con veinte años, después de hacerse abogado, recibió de su tío paterno el tratamiento y título de Barón de Montesquieu, por el que se conoció en adelante, y se hizo concejal del Parlamento de Burdeos.

Se casó con Jeanne Lartigue, que era protestante, con la que tuvo tres hijos; pero al parecer ni su familia ni su profesión parecen haber consumido mucho de su tiempo. Después de nueve años vendió su oficio y se dio totalmente al estudio que en adelante se convirtió en su única pasión. “Es estudio”, escribía después, “ ha sido mi remedio soberano contra las preocupaciones de la vida. Nunca tuve una preocupación que no pudiera solucionar una hora de lectura”.

De hecho la historia de su vida no es otra cosa que la crónica de la preparación y composición de sus libros. Sus primeras obras fueron leídas ante la Academia de Burdeos, de la que entró a formar parte en 1716. Tratan de muchos temas pero sobre todo de los tópicos científicos, históricos y políticos.

Durante algún tiempo pensó escribir una “Historia Física de la Tierra” para la que comenzó a recoger materiales (1719) pero dos años después estaba ocupados en varias direcciones, publicando la “Cartas Persas” (Amsterdam, 1721), llamadas así por pretender ser la correspondencia de dos caballeros persas que viajaban por Europa y sus amigos en Asia, que les enviaban los dimes y diretes del serrallo.

Bajo esta ficción el escritor describe o más bien satiriza las maneras de los franceses y especialmente las de los parisinos ( entre 1710 y 1720). Ridiculiza al rey , a la monarquía absoluta, al Parlamento, la Academia, la Universidad, pero sus más agudas críticas están reservadas para la religión católica con sus dogmas, prácticas, ministros, desde el papa a los monjes. Acusa a la religión católica por sus ideales de celibato de ser la causa de la despoblación y por sus enseñanzas respecto a los bienes de este mundo, de la disminución del bienestar de la nación, además que su intolerante proselitismo es una fuente de preocupaciones para el Estado.

El protestantismo es más favorable para el progreso social. Viniendo de unos mahometanos estas críticas parecen menos chocantes para las mentes que no piensan, pero en realidad son uno de las ataques más rudo dirigido contra la iglesia en el siglo dieciocho. Montesquieu se manifiesta incapaz de entender los dogmas de la Iglesia, aunque apreciaba los servicios que prestaba a la sociedad. En años posteriores encontraría un punto de vista más justo. Sus críticas mordaces y la vívida expresión de romance y sensualismo, al gusto de la época, aseguraran a sus “Cartas Persas” un gran éxito. En un año salieron ocho ediciones y aunque no había firmado con su nombre, enseguida se supo lo que le proporcionó un lugar en la Academia Francesa, para la que fue elegido en 1726, aunque debido al escándalo que causaron, el rey no aprobó el nombramiento, poniendo como excusa que el autor no vivía en París, como requería la Academia. Inmediatamente se fue a vivir a Paris y fue elegido una vez más y admitido en 1728.

En las “Cartas Persas”, junto a una frívola ligereza se contiene algunas profundas observaciones sobre la historia y la política. Indican ya las meditaciones de Montesquieu sobre las leyes y las costumbres de la humanidad de las que iba a salir más tarde “El espíritu de las leyes”. Como preparación para esta obra, alrededor de 1728 comenzó una serie de largos viajes a través de Europa, visitando Viena y Hungría, pasó algún tiempo en Venencia, Florencia, Nápoles. Génova y Roma. Donde fue recibido por el cardenal Polignac y por Benedicto XIII. Con el grupo que acompañaba a Lord Chesterfield se trasladó a Inglaterra donde permaneció dieciocho meses, siendo huésped del primer ministro Walpole, de Swift y de Pope. A todas parlas a las que iba se ponía en contacto con hombres de estado, tomaba copiosas notas de lo que veía y oía, mientras seguía leyendo con avidez. Después de una ausencia de tres años, volvió a su familia a sus negocios a sus viñas y al cultivo de sus tierras en Château de la Brède.

Para relajarse visitaba París de vez en cuando donde se mezclaba con literatos etc., en los salones de Madame Tencin, Madame Geoffrin, y Madame du Deffand, pero evitó el exceso de familiaridad con lo que se conocía como el grupo filosófico. Aun que sus convicciones religiosas no eran profundas su serio y moderado cambio mental no tenía nada en común con la impiedad ruidosa y agresiva de Voltaire y sus amigos. En adelante el gran propósito de su vida era escribir “El espíritu de las Leyes” y dedicaba a ello todo su tiempo libre, en su reclusión de La Brede. Para comenzar, la Roma antigua le dio amplio material para el pensamiento, pero ocupaba tanto espacio en su obra que para no arruinar las proporciones del libro publicó todo ello en un libro distinto "Les Considérations sur les causes de la grandeur et de la décadence des Romains" (Amsterdam, 1734).

En este libro muestra el glorioso progreso y lenta decadencia que experimentó el imperio desde la fundación de roma a la toma de Constantinopla por los turcos. No narra los sucesos sino da por supuesto su conocimiento y busca descubrir los lazos en las cadenas de eventos señalando las fuentes de las que surgen, eligiendo principalmente causas políticas, es decir instituciones. Al mostrarlas en sus relaciones naturales arroja luz inesperada sobre ciertos hechos de la historia antigua y de la más reciente. Bossuet ya había dedicado dos capítulos de su "Histoire Universelle" a explicar “la secuencia de cambios en Roma”. Montesquieu trata de lo mismo de forma más amplia con una correlación más estrecha de los hechos. Su punto de vista es el del estadista más que del moralista, dejando aparte cualquier preocupación religiosa. Su indiferencia es tal que no dice ni una palabra sobre la religión. Esta concesión a los prejuicios de la época fue un error, como ha mostrado la crítica moderna, especialmente las obras de Fustel de Coulanges; la región jugó una parte más importante en la conducta de los Romanos de lo que admite Montesquieu.

"Les Considérations" eran una especie de avance de "L'Esprit des lois" que Montesquieu publicó después de 20 años de trabajo (2 vols., Ginebra, 1748).

En “El Espíritu de las Leyes” el autor estudia las leyes humanas en su relación con el gobierno, clima y carácter general del país, sus costumbres, su religión. No se dedica examinar varias leyes y descubrir su significado, sino a señalar los principios que actúan bajo ellas y exponer las condiciones que deber ser verificadas si tales leyes han de obrar en favor de la felicidad del hombre y la sociedad. Montesquieu es cuidadoso en sus juicios y conclusiones y tiene en cuenta la experiencia y la tradición . Cree que las leyes pueden ser aplicadas solamente en condiciones definitivamente conocidas de tiempo y lugar. En ello difiere de los teóricos o utópicos de su tiempo y de otros que no dudan en elaborar leyes para el hombre en abstracto o para la humanidad liberada de toda determinación espacio-temporal y que tomaban como base de sus deducciones ya la idea de un supuesto contrato social primitivo o un estado de la naturaleza que había que desarrollar o restaurar. Así evitó los errores de Hobbes y J.J. Rousseau.

Sus simpatías personales van más en la dirección de las ideas liberales que han triunfado casi en todas las partes del mundo civilizado, pero que entonces eran novedad. Se declaró a favor de separar los poderes legislativo, ejecutivo y judicial (XI, vi); condenó la esclavitud y la tortura, abogando por un mejor trato de los criminales, tolerancia de las creencias religiosas y libertad de culto. Sin embargo en esta obra trata el hecho religioso con más seriedad e que en las “Cartas Persas”, aunque es verdad que pasa por encima sobre la verdad de sus enseñanzas y la santidad de sus preceptos morales y la trata” en el aspecto de sus ventajas para la vida cívica”. En vez de pensar que puede haber conflictos entre religión y sociedad, insiste en que ambas pueden ser mutuamente útiles. “Algo debe haber que sea fijo y permanente y eso es la religión “dice. Y de nuevo y más claramente: ”¡Qué cosa más maravillosa es la religión cristiana!”, que parece apuntar solamente a la felicidad de la vida futura y además nos asegura la felicidad también en esta”.

Ni se le ocurre separar la Iglesia del estado, ni someter la primer al segundo: “Nunca he afirmado que los intereses de las religión debieran dejar paso a los del Estado, sino que debieron ir de la mano”.

Sin embargo no entendió las enseñanzas católicas en varios puntos "Les Nouvelles Ecclésiastiques" (Oct., 1749) llamaron la atención de algunos de sus afirmaciones y la Sorbona elaboró una lista de pasajes de sus escritos que parecían requerir la censura (Agost, 1752). Antes, (Marzo, 1752), "L'Esprit des lois" había sido puesto en el Índice Romano. Pero estas medidas no crearon mucha excitación. El éxito del libro fue enorme y su influencia, mundial. Los primeros estadistas americanos estaban muy familiarizados con "L'Esprit des lois" que usaron mucho para la formación de su gobierno federal. Jefferson, autor de la Declaración de Independencia, Hamilton, Madison y Jay que escribieron en el "Federalist" en defensa de la nueva Constitución eran todos unos lectores entusiastas de Montesquieu, cuya reputación era universal, y de la que disfrutó pacíficamente hasta el fin de sus días, preparándose para la muerte recibiendo los sacramentos de la Iglesia y mostrando exteriormente una perfecta obediencia a sus leyes. La influencia de sus ideas se sentiría más tarde en Francia y en todas partes.

Además de las obras mencionadas, que son las más importantes, Montesquieu dejó algunos papeles que leyó ante la academia de Burdeos y algunos escritos incompletos.. "Le temple de Gnide", una novela corta de tendencia sensual escrita para la sociedad de la época de la Regencia, no le hace ningún favor. Un "Essai sur le goût", un "Dialogue de Sylla et d'Eucrate", "Arsace et Isménie", una novela sin interés, y más de cien cartas, que han sido recogidas en las "Oeuvres complètes de Montesquieu", editadas por Edward Laboulaye (7 vols., Paris, 1875-79); "Mélanges inédits de Montesquieu" publicada por el Baron de Montesquieu (Bordeaux, 1892); "Voyages de Montesquieu", publicada por él mismo( Bordeaux, 1894-96); "Penseés et fragments inédits de Montesquieu", que el mismo iba publicando.

Bibliografía

D'Alembert, Eloge de Montesquieu in l'Encyclopédie, V (Paris, 1755); Vian, Histoire de Montesquieu (2ª ed., Paris, 1879); Belin, Etude sur Montesquieu (Paris, 1874); Sorel, Montesquieu (Paris, 1887); Zévort, Montesquieu (Paris, 1887); Lefèvre-Pontales, Eloge de Montesquieu (Châteaudun, 1891); Fauguet, La politique comparée de Montesquieu, Rousseau et Voltaire (Paris, 1902); Barckhausen, Montesquieu ses idées et ses oeuvres (Paris, 1907); Churton Collins, Voltaire, Montesquieu, and Rousseau in England (London, 1908); Dedieu, Montesquieu et la tradition politique anglaise en France (Paris, 1909); respecto a su influencia sobre los Padres Fundadores, de Estados Unidos ver The Federalist, xxxxvi, xxxxvii, 1788, ed. Gideon (Washington, 1818).


Antoine Dégert.

Transcrito por Mary Thomas.

Traducido por Pedro Royo