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Viernes, 27 de diciembre de 2024

Araucanos

De Enciclopedia Católica

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(También Moluches, Mapuches).

El origen de la palabra no está aún hoy completamente establecido. Era una tribu numerosa de indios guerreros al sur de Chile, que se extendía inicialmente (a principios del siglo XVI) entre los paralelos 36° S y aproximadamente 42° S, y desde los Andes al este (70° O de longitud) hasta cerca de la costa. Hoy se limitan a algo parecido a las “reservas” norteamericanas en la misma región.

En 1898, se decía que eran 73000, cifra probablemente exagerada. Pero son una de las tribus indias supervivientes más numerosas como tal en América. Cuando se encontraron por primera vez con los españoles a mediados del siglo XVI, los araucanos formaban una alianza de clanes, o aillarehues, unos cuarenta, dispersos en cuatro confederaciones llamadas por ellos Butalmapu. Su forma de gobierno era, y lo es incluso ahora, muy rudimentaria. Los llamados ulmenes, o jefes, ejercen poca autoridad. En casos de peligro inminente, un jefe guerrero, o toqui, era elegido por una asamblea general, en la que los aillarehues estarían tan completamente representados como fuera posible. El toqui ejerce su autoridad discrecional mientras dure la guerra, o mientras tenga éxito, o mientras los hombres-medicina (medicine-men) le apoyen. Estos, que no son ni más ni menos que brujos, o chamanes, son numerosos entre los araucanos y ejercen un gran poder a través de sus oráculos. Cuando los españoles tuvieron contacto por primera vez con los araucanos, en 1650, estos eran una tribu sedentaria que vivían en construcciones de madera y, como todos los indios, estaban constantemente en conflicto con sus vecinos. Cultivaban la tierra a pequeña escala, principalmente las mujeres. No hay evidencias de que los araucanos fueran excepcionalmente agresivos, aunque abrigaban una especial enemistad hacia sus vecinos del norte, los Promaucaes. Sin embargo, con el sucesivo establecimiento de tres ciudades españolas por Valdivia, el conquistador de Chile, sus temores crecieron y su hostilidad aumentó. Los primeros encuentros resultaron desfavorables para los araucanos, para quienes las armas y las tácticas de los españoles fueron una sorpresa. Pero pronto empezaron a aprender. Valdivia invadió el fuerte de Arauca, y fue derrotado sin paliativos el 2 de diciembre de 1553, con su ejército de 500 hombres aniquilado, y él mismo fue asesinado. Las tácticas empleadas entonces por los indios bajo la dirección del toqui Caupolicán y un joven indio llamado Lautaro mostraron cualidades militares nunca vistas entre los aborígenes americanos hasta la fecha. A partir de entonces, la guerra con los araucanos continuó durante casi dos siglos con éxitos dispares, sin impresionar a los indios, que manifestaron conocimientos, perspicacia y aptitud poco corrientes para todo lo relacionado con la guerra. Enseguida utilizaron caballos y organizaron una caballería capaz de oponerse a los españoles a campo abierto. También usaron artillería en una guerra limitada. Al principio, sus armas habían sido extremadamente primitivas. Un tipo de lanzas con puntas de madera dura o de pedernal, porras de madera y puntas de piedra constituían las armas con las que se enfrentaron con éxito en un principio con los soldados españoles.

Mientras los araucanos hicieron rápidos progresos en todo lo relacionado con el arte de la guerra, y de este modo se convirtieron en formidables enemigos para las culturas pacíficas y el desarrollo de las misiones cristianas, adoptaron las artes de la paz muy lenta e imperfectamente. Manteniendo el sistema de rudimentaria organización social a que estaban acostumbrados, y obstinados en contra de medidas que habrían mejorado sus condiciones de vida, siguieron amenazando a todo lo que estaba a su alrededor, sin darse cuenta de que estaban siendo rodeados por una cultura intelectualmente superior, a la que no podían hacer frente. Se firmaron y cumplieron diversos tratados de paz, o más bien treguas, durante varios años, pero sólo después de 1792 se establecieron las condiciones, de modo que los araucanos continuaran ocupando la mayor parte del territorio perteneciente a ellos originalmente, y las colonias españolas de los alrededores disfrutaran de una tranquilidad relativa. En la actualidad, estos indios mantienen su autonomía. Conservan su organización social original, la poligamia y las costumbres religiosas. Siendo supervivientes de condiciones primitivas, tienen todavía hoy que elegir entre desaparecer o asimilarse a la civilización. La viruela los dejó diezmados en 1561, y otras influencias dañinas, como el alcoholismo, reducen su número lenta pero inexorablemente.

Las ideas religiosas de los araucanos son el panteísmo y el fetichismo comunes a todos los indios. El pavor ante los fenómenos naturales, y especialmente por la actividad volcánica, tan común en Chile, es la base de su credo. Para aplacar tales potencias, que rodean al hombre y le amenazan por todas partes, es necesario un gran número de chamanes, y estos controlan la vida íntima y la externa de todos los miembros de la tribu. En medio de las casi incesantes guerras mantenidas por ellos durante casi dos siglos, los esfuerzos de los misioneros fueron de poco provecho. Los jesuitas llegaron a Chile en 1593, y veinte años más tarde, Vega, uno de ellos, había escrito ya una gramática y un diccionario de la lengua araucana, que se ha perdido. En 1606, Valdivia continuó con obras similares y un método de confesión [Dahlmann, Sprachkunde und Missionen (Friburgo, 1901), 78, 79]. La fundación de escuelas jesuitas en Valdivia, Arauco y otros lugares, hacia 1594, proporcionó una base de operaciones para los esfuerzos realizados para penetrar en el país araucano. No obstante, en 1845, solo existían doce misiones en las fronteras de lo que ahora podría llamarse la reserva de araucanos. Una tribu tan saturada como esta de fetichismo y chamanismo, aparentemente justificados por una larga lista de éxitos militares, incapaz de progresar en cualquier otra dirección aparte del arte de la guerra, sólo será accesible en proporción a que su degradación mental y moral resultante del aislamiento le haga ceder. A pesar de los obstáculos casi insalvables que los araucanos opusieron a los esfuerzos de cristianización, los misioneros jesuitas han trabajado durante tres siglos con infatigable celo para convertirlos.


Bibliografía: Los documentos más antiguos relacionados con Chile y los araucanos están plasmados en la Colección de documentos para la historia de Chile de José Toribio Medina, publicada en Santiago. Hay igualmente documentos muy antiguos (la mayor parte vueltos a publicar en esta colección) en la conocida Colección de documentos de Indios, etc. Más extendida es la fama de varias obras poéticas (aunque de menor valor poético que histórico), siendo la más sobresaliente la Araucana de Alonso de Ercilla. La primera parte de este poema se publicó en Madrid en 1569; las dos partes, en 1578, y la adición de Osorio, en 1597. Pedro de Ona publicó un poema inferior, el Arauco domado, en 1596, el Puren indómito de Fernando Álvarez de Toledo fue terminado en 1599. Finalmente, Lope de Vega también escribió un Arauco domado, de escaso valor. Después vinieron las obras lingüísticas del jesuita Luis de Valdivia: Arte y gramática de la lengua que corre en todo el reino de Chile (Lima, 1606), y las obras de Alonso de Ovalle, Relación verdadera de la Paces que capituló con el araucano rebelde de marqués de Basides, etc. (Madrid, 1646). La obra más conocida de los tiempos coloniales es la del Abate Molina: Saggio sulla storia civile de Chile (1782), que ha sido traducida a muchas lenguas europeas. La gran colección titulada Colección de historiadores primitivos de Chile (Santiago), ed. J. T. Medina, contiene la mayoría (si no todos) de los escritores más antiguos sobre Chile y los araucanos. Por ejemplo: (II) Góngora Marmolejo, Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año de 1575; (III) Pineda y Bascuñán (desde aproximadamente 1650), Cautiverio feliz y razón de las guerras dilatadas de Chile, (IV) Además, una de las obras de Olivares, también Tribaldos de Toledo, Vista General de las continuadas Guerras (V). cf. Santiago de Tesillo, Guerra de Chile y causas de su duración (1621-59), VI: Marino de Lovera Crónica de Reyno de Chile, IV; Olivares, Historia militar, civil y sagrada de Chile (siglo XVIII) VI; Historia de la Compañía de Jesús en Chile (1736) XIV y XV; Gómez de Vidaurre, contemporáneo de Molina, Historia geográfica, natural y civil de Chile (XVI); González de Nájera; Desengaño y Reparo de la Guerra de Chile (VIII-IX); Cavallo Goyeneche, Descripción histórica, geográfica, del reino de Chile - desde 1796 (XXII-XXIII); Pérez García, Historia de Chile. Entre los autores modernos, Medina, Los Aborígenes de Chile (Santiago, 1892); Guevara, Historia de la Civilización de Araucania (Santiago, 1898); Barros Arana, Historia general de Chile (15 vols., Santiago, 1884); Ignacio Domeyko; Araucania y sus habitantes (Santiago, 1845); José Félix de Augusta, Gramática araucana (Valdivia, 1903); Tableau civil et moral des araucans (XVI, Annales des voyages, tr. del Viagero universal); Smith, The Araucanians (New York, 1855); Lenz, Araukanische Marchen (Valparaíso, 1892).

Fuente: Bandelier, Adolph Francis. "Araucanians." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01679b.htm>.

Traducido por Diego Herrero Murillas