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Jueves, 18 de abril de 2024

Apostolado de la Piedad Popular: Triduo de las necesidades de María Santísima

De Enciclopedia Católica

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Compuesto por un Sr. Sacerdote del Arzobispado de México

Reimpreso en Puebla de los Ángeles, en la imprenta de D. Pedro de la Rosa, en el Portal de las Flores, año de 1786

Modo de hacer estre triduo

Jueves, Viernes y Sábado de Ramos son los más propios días para hacerlo en memoria tierna de las últimas necesidades que padeció la Dolorosa Virgen María, sola al pie de la cruz, más como todo el año no hay día sin tribulaciones y congojas en el alma o en el cuerpo, en la honra o en la hacienda, de ahí es que, en cualesquiera días de la semana, por cualquiera necesidad, podrá rezarse. En todos tres comulgará con licencia de su director, si lo tuviere, para que este heróico acto lleve demás el mérito acendrado de la obediencia, y de no tenerlo, comulgará uno de los tres días, pues primero debe solicitar el remedio más importante de su alma, quien pretende alcanzar por mano de esa Madre liberalísima alguna gracia en sus necesidades. Cada día dará limosna que pudiere, aunque sea corta, y si no, rezará una parte del rosario u oirá misa, y lo que hiciera, aplicará por las Almas del Purgatorio que fueron devotas de estas tres necesidades.

Oración para todos los días

Poderosa Reina de los Santos, Madre desamparada de mi dulce Jesús, que no habiendo vivido ni una hora desde el instante de la encarnación de tu Hijo sin tribulaciones ni amarguras, padeciste con El tantas y tan graves pobrezas, que sin tener casa le diste a luz en el desabrigo de un portal; con lo muy necesario le alimentaste, adquirido unas veces de tu propio trabajo, y otras de compasivos socorros que te daban; desnudo le viste padecer en el Calvario donde por fin te hallaste con su difunto cuerpo pendiente de la cruz, nuevamente afligida en las tres más lamentables necesidades de instrumentos para bajarle del madero; de sábana que vestirle por mortaja; y de sepultura donde colocarle. Cuántas, y cuán amargas serían en esas tres horas tus angustias, de no hallarles en lo humano remedio ni esperanza ¡Oh si hubiera sido yo tan dichoso que las hubiera podido socorrer, dándole a su sacratísima Humanidad la postrera honra! ¿pero qué instrumentos habría podido ofrecerte para bajarle de la cruz, quien los dio atrevido para que muriese en ella levantado? ¿Qué lienzo por mortaja, quien tiene necesidad de andar vestido por pecador'? ¿Y qué sepulcro donde enterrarle, quien vive olvidado de su muerte? Así te lo confieso arrepentido, oh atormentada Virgen; pero quiero con toda mi alma acompañarte en ellas con las mías, para que como tuvo tu Hijo cuidado de remediártelas, cuando más atribulada te hallabas, para alentarme a la confianza, aunque me parezcan irremediables mis congojas, así se compadezca de las mías. ¿Pues quién te ha buscado? ¿Quién te ha acompañado al pie de la cruz, que no haya salido siempre consolado? ¿A quién con más confianza debe acudir el pobre que á Tí, piadosísima Madre, como traspasada de mayores necesidades? Y teniendo en tus manos los tesoros del cielo para repartirlos entre los pobres, ¿cómo será posible en tu liberal misericordia, que siendo yo el más necesitado me niegues el consuelo que te pido, resignado a padecer esta tribulación conforme con la divina voluntad, como Tú lo estuviste, firme al pie de la cruz? Amén.

Día primero

Considera a la afligida Virgen al pie de la cruz, fijos los ojos en el tierno espectáculo de su Hijo crucificado, llagado y muerto, destilando por la herida del costado, hasta la última gota de sangre y agua de su amorosísimo corazón, sin poderle bajar del afrentoso leño, por falta de una escala, y de procurador que pidiese a Pilato licencia para bajarle. ¡Oh qué ansias! Considera cuánto crecería esta aflicción al paso que se iba acabando la tarde en que habían de quitar precisamente los judíos del patíbulo todos los cuerpos de los ajusticiados, para celebrar otro día su grande pascua, ¡Qué congoja sería ésta! Pero en tan alto estrecho, más quiso la Señora acompañarle crucificado, que salir del Calvario en busca del remedio, en que te enseñó a que nunca le dejes en tus mayores tribulaciones; pues a quien Dios no deja, Dios no le dejará. A quien no se aparta de su cruz, y fija en El, sus esperanzas, no le despedirá desconsolado, El que en ella está clavado, y muerto por su amor.

Después, avivando la fe, y fijando la esperanza en la piedad de la Virgen dolorosísima, le pedirá lo que desea. Luego le rezará tres Salves en memoria de las tres horas que padeció estas tres necesidades, y lo mismo hará en los otros días, y las terminará con la oración propia del día.

Oración

Desconsolada Virgen María, corredentora universal de pecadores, y único consuelo de afligidos, que siendo Tú la escala mística de Jacob, por donde suben tantos millares de almas a la gloria, y bajan a los hombres todos los socorros del cielo, no alcanzaras luego con tus poderosos deseos, ni tuvieras pronta en la tierra una escala para desprender de la cruz al Señor clavado y muerto en ella por nuestra vida, ¡Oh abismo ternísimo de penas! ¡Oh mar insondable de amarguras! Mas yo te ofrezco la cruz de esta aflicción que me acongoja, que te sirva de escala, para subir a desclavarle de mis yerros, que te lo tienen levantado, ¡y causan esta necesidad! Por el dolor que en ella padeciste, Madre mía, te suplico rendidamente me alcances de ese fruto dulcísimo de la cruz, remedio en mis tribulaciones, (y especialmente en la que ahora me oprime) que le fuere agradable a mi amorosísimo Salvador, sin que por ellas me aparte de su cruz, ni me prive un instante de su divina gracia. Amén.

Aquí rezarás tres Padrenuestros y Avemarías con Gloria Patri, en memoria de las tres horas que estuvo el Señor en la cruz, y lo mismo se hará todos los días para finalizar.

Día segundo

Considera a la angustiada Reina, necesitada no sólo de instrumentos para deponer de la cruz, a su Hijo muerto; sino también de una Sábana o Sudario que vestirle por mortaja: sin caudal alguno para comprarla, ni tiempo para ir a la ciudad a pedirla. ¡Oh qué angustias estas! Considera cómo vistiendo a ese eterno Hijo de la mortalidad de nuestra carne, no tuvo entonces lienzo que vestirle difunto, ni siquiera la túnica que tejió con sus manos, y milagrosamente le crecía al tamaño del cuerpo. ¡Qué dolor sería aqueste!

Oración

Ternísima Virgen María, tan llena de gracia como de amarguras y penas, que además de no tener instrumentos para bajar de la cruz a tu difunto Dueño, te hallaste juntamente destituida de un sudario, con que enjugar sus llagas, y vestírselo por mortaja. ¿Quién podrá Señora, conocer para sentir, cuán agudo fué para tu alma este dolor? ¡Cuán copiosas las lágrimas de sangre, que vertiste sin consuelo, ni humanas esperanzas de remedio! ¡Oh, si me dieses a gustar alguna parte de la amargura que padeciste en tan grave pobreza! Más yo te ofrezco las telas de mi corazón, aunque ingrato, con que, vistas a tu Hijo muerto, para que su contacto me resucite, y me hermosee su sangre. Recibid por mirra para ungirle, las lágrimas amargas de mis culpas; porque espero que a la hora que comenzare yo a lavarle sus llagas, comenzaré a sanarle las mortales heridas de mis yerros. Y Tú, por las angustias que en esta necesidad tuviste, alcánzame de su misericordia remedio en las que yo padezco; y que, purificada mi alma de toda culpa, restaure la vestidura cándida de la gracia, de las virtudes y dones de que me vistió en el santo bautismo, hasta comparecer sin mancha en su justo tribunal, y consiga por ella la vida eterna. Amén.

Día tercero

Considera, cómo no habiendo tenido consuelo alguno en las dos necesidades ya dichas, se añadió a ellas la falta de un sepulcro donde depositar el sagrado cadáver. ¡Qué dolor ver que andaban los tiranos ministros pretendiendo licencia de Pilato, para quitar del patíbulo los otros cuerpos de los ajusticiados, para dar sepultura a los que habían quitado a otros la vida, y carecer entonces la poderosa ¡Reina de agente que le negociara licencia para bajar de la cruz el cuerpo de su Hijo, y aun de siete pies de tierra donde depositar al que resucita a los muertos! ¡Qué temor! No viniesen también a quitárselo de la vista, para ocultarlo donde no lo supiese. Considera, cómo viendo vacíos y abiertos los sepulcros de los muertos, deseando recibir al cadáver de su Creador divino, que no cabe en todo el Universo, y siendo Señora de todo el mundo, aun no podía entregárselo sin permiso del juez. ¡Qué tormento sería este!

Oración

¡Oh Madre, la más admirable de todas las criaturas! Asombro de la fortaleza, pasmo de la paciencia, ¡y encanto de la gracia! ¡Qué más extremas y lamentables necesidades podrán oírse, que carecer a un tiempo, y muy estrecho, de escala, e instrumentos para deponer de la cruz a tu hermosura muerta; ¡y de sábana que vestirle por mortaja, si no te la diese de limosna José, y de sepultura donde depositarle por tres días, si él no te hubiese prestado el sepulcro de su huerto! Pero yo no te presto, Madre mía, sino que desde ahora te doy con toda mi alma, y por toda mi vida, mi 'corazón por sepulcro, aunque estrecho, donde me lo dejes para siempre. Envejecido está de infinitos defectos, y arruinado con mis pecados; pero quiero y propongo con todas veras, renovarlo con una arrepentida confesión, para recibirlo sacramentado, y que lo ocupe con tu presencia. ¡Oh! y cómo lo deseo recibir con aquella pureza de alma, aquel amor y reverencia, aquellas ansias y encendidos afectos con que Tú lo recibiste en tus benditos brazos, al desclavarlo José Nicodemo de la cruz, al vestirle el sudario, y reclinarlo en el sepulcro; y pues padeciste por mí tres horas, estas tres tan amargas necesidades, Ínterin llegaron estos justos varones movidos de oculta providencia a socorrerlas; por la congoja que en ellas sentiste, y el consuelo que tuvo tu alma de verlas remediadas, te pido que te conduelas de las mías, y me alcances la gracia que te pido, si es agradable a mi amado Jesús. Estampa, afligida Madre, desde hoy firmes en mi memoria estas tan tiernas necesidades, para acompañarte siempre a sentirlas, y por ellas me asistas en la necesidad extrema de mi muerte. Amén.

Fuente: Apostolado de la Piedad Popular [1]