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Martes, 19 de marzo de 2024

Alfonso de Burgos

De Enciclopedia Católica

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Nacido de una familia noble, en la ciudad de ese nombre; murió en Palencia, el 8 de diciembre de 1489. Era evidente su interés por aprender ya antes de su ingreso en la Orden Dominica, muy temprano en su vida. Su predicación atrajo la atención de Fernando e Isabel que le eligieron como confesor real. En sus últimas recomendaciones, Alfonso fue asignado a la sede Córdoba por Sixto IV, el 30 de abril de 1477. Permaneció allí sólo cuatro años, fue transferido al Obispado de Cuenca, y en 1484, o según Gams (Serie Episcoporum, P. 64) en 1486, a Palencia. Al mismo tiempo desempeñó, sucesivamente, los cargos de Gran Capellán de la Corte, Consejero del Rey Católico y Presidente del Consejo de Castilla. En este último cargo ayudó a Colón a recibir de la corona garantías pecuniarias. Durante los años 1487 y 1488 obtuvo ocho mil libras, en varios plazos, para equipar una flota. En la ausencia del rey, ejerció su derecho como Presidente del Consejo dando órdenes para el pago de tres mil libras al descubridor. Estos deberes no lo impidieron reparar muchas iglesias ruinosas de su diócesis. Construyó, con sus propios ingresos, el convento dominico de San. Vicente Ferrer en Palencia, en 1486. Tiene una gran importancia en la historia de la educación española por finalizar el Collegium Sancti Gregorii en Valladolid, iniciado por el Rey Alfonso el Sabio (1252-84). La posteridad lo reconoce, justamente, como fundador de este famoso colegio de su orden.


TOURON, Hombres ilustres de la orden de Sto. Domingo, III, 693-697; MANDONNET, Los dominicos y el descubrimiento de América (París, 1893),121 sqq.; NAVARRETTE, Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles(Madrid, 1825), II, 4 sqq.; LA FUENTE, Historia de las universidades, colegios y demás establecimientos de enseñanza en España (Madrid, 1885), II, 24, 25.

THOS. M. SCHWERTNER Trascrito por un transcriptor anónimo, en agradecimiento por su conversión a la fe católica. Traducido por Quique Sancho Pons