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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Albrecht von Wallenstein

De Enciclopedia Católica

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(WALDSTEIN). Nacido en Hermanic, Bohemia, el 24 de septiembre de 1538, muerto en Eger, Bohemia, el 24 de febrero, 1634. Pertenecía a una familia noble checa de Bohemia que fueron miembros de los Hermanos Bohemios. Estudió en la universidad luterana de Altdorf, viajó a Francia e Italia, se hizo católico, al parecer en el colegio jesuita de Olmutz y casó con una viuda mayor cuya gran fortuna heredó en 1614. Le gustaba mucho la vida militar. En 1617 ayudó contra Veneciaa Fernando de Styria que llegó a ser emperador en 1619, y en 1618 contra los levantiscos bohemios. En 1621 recibió por primer a vez un mando independiente. Luchó contra el príncipe de Transilvana Bethlen Gabor, que había invadido Moravia. En retribución por el dinero que había adelantado a Fernando, recibió después de la batalla de la Montaña Blanca, tantas de las propiedades confiscadas a los insurgentes bohemios, que sus posesiones en el norte de Bohemia formaron el territorio de Friedland, elevado a principado por Fernando en 1624.

Sus relaciones con los jesuitas eran muy amistosas. Determinado a convertirse en el campeón de los Austria (Habsburgo) y de la Iglesia en el imperio, ofreció reclutar un ejército de 20.000 hombres, por lo que Fernando le nombró, el 7 de abril de 1625, “Capitán sobre todas las fuerzas imperiales del Sacro Imperio Romano y de los Países Bajos “ y en junio lo hizo duque.

Wallenstein logró reunir un ejército y al final del otoño apareció en el escenario bélico de la Baja Sajonia. Ocupó inmediatamente las diócesis de Magdeburgo y Halberstadt, los territorios más ricos e importantes, estratégica y secretamente buscados para asegurar la elección de un hijo del emperador como su futuro obispo. En abril de 1626 fue atacado en el puente de Nassau, sobre el Elba por el enemigo al que más temía Ernst von Mansfeld, que fue derrotado pero no perseguido y logró reunir nuevas tropas marchado sobre Silesia para unir sus fuerzas con el príncipe de Transilvania. El temor de perder los territorios del Elba mantuvo a Wallenstein inactivo un largo tiempo y cuando por fin atacó a Mansfeld no tuvo éxito y perdió un gran número de hombres. Pero fue capaz de justificarse ante el emperador en noviembre de 1626 probando que era necesario un ejército mucho mayor.

En 1627 levantó un ejército de casi 150.000 hombres que mantuvo asignando a las diferentes divisiones, territorios imperiales concretos, incluyendo tanto los de los príncipes católicos como de los protestantes que eran amistosos con el emperador. Hubo poca disciplina y la voracidad de los generales y coroneles era enorme. Al poco tiempo surgieron agrias acusaciones contra Wallenstein. Mientras, durante 1627, echó de Silesia a las tropas de Mansfeld, se unió con Tilly en una campaña contra Holstein, en la que avanzó hasta Jutlandia, ocupando Mecklenburgo.

En enero de 1628 el emperador le concedió el ducado de Mecklenburgo en feudo de por vida y en junio de 1629 como posesión hereditaria, con lo que se convirtió en uno de los más prominentes príncipes del imperio. Los otros príncipes de este rango le odiaban y le temían por si les quitaba su libertad y los sometía una vez más a la supremacía del emperador. Había alcanzado el punto más alto de su éxito. Presumió vanamente de que en tres años conquistaría Constantinopla e intentó en vano formar una alianza entre el emperador y Gustavo Adolfo, tratando además de convencer a las ciudades hanseáticas de que formaran una unión con el imperio. Hasta llegó a planificar la construcción de un canal que uniera el Océano germano y el mar Báltico, pero fue incapaz de formar una flota y ocupar o cerrar toda la costa germánica a lo largo del Báltico.

Fracasó en el sitio de Stralsund en el verano de 1628 y no pudo tomar Gluckstadt, sin la cual su posición en Holstein era insegura. Acusó a otros de su falta de éxito y se opuso en particular al Edicto de Restitución de marzo de 1629. La guerra siguió adelante por parte de los Habsburgo en el norte de Italia para mantener su poder sobre Mantua. Insistió ante el emperador en firmar un tratado de paz con Dinamarca (4 de junio 1629) por el que los daneses recuperaban todos los territorios que les habían arrebatado, pero rechazaron una propuesta de Wallenstein de aliarse con el emperador prometiendo, sin embargo no interferir con la ejecución del Edicto de Restitución en el norte de Alemania.

Wallenstein se había opuesto siempre a que se diera ayuda imperial a los españoles en su guerra contra los Países Bajos, pero cuando por fin se decidió a enviar tropas, llegaron demasiado tarde. Lo mismo ocurrió con el envío de tropas a Polonia contra Gustavo Adolfo. Wallenstein sintió que el suelo temblaba bajo sus pies e intentó asegurarse en el norte de Alemania el punto de paso más importante sobre el Elba, la ciudad de Magdeburgo, bloqueándola antes de que los suecos entrasen en el imperio.

Al mismo tiempo se obligó a llegar a un acuerdo con la cabeza de los príncipes, Maximiliano de Baviera, pero no lo pudo llevar a cabo. En junio de 1630 se traslada al sur de Alemania para avanzar al norte de Italia, si fuera necesario. En agosto, los príncipes del imperio se aseguraron de que fuera depuesto y él aceptó sin resistencia.

Su vida fue sobre todo una serie de intrigas, Su carácter, que nunca había sido noble, ahora se abandonó completamente. Estaba más amargado por la pérdida de Mecklenburg que por la de su rango de comandante en jefe. Hacia la primavera de 1631 negoció a través de refugiados bohemios con Gustavo Adolfo, aunque se discute cual de las partes comenzó las negociaciones. Después de la Batalla de Breitenfeld, Gustavo Adolfo continúo su campaña y el emperador recurrió de nuevo, en octubre, a Wallenstein que estaba dispuesto, pero no se llegó a un acuerdo hasta abril de 1632.

Tomó de nuevo Praga y enfrentó su ejército al de Gustavo Adolfo ante Nüremberg. En septiembre el rey sueco atacó pero fue rechazado. Avanzó hacia Sajonia para hacer que Gustavo se replegara. Al llegar a la frontera de Baviera Maximiliano y sus tropas se retiraron, una pérdida que debilitó a Wallenstein. El 16 de noviembre se dio la batalla contra los suecos en Lutzen, en Alemania.

Wallenstein no fue derrotado, pero tampoco se alzó vencedor y sus pérdidas fueron tan numerosas que cesaron las operaciones. Continuó la guerra por medio de la diplomacia y se llegó a una tregua tras otra con Sajonia. Sólo en el último momento permitió que tropas españolas entraran en el imperio para rescatar Breisach, que protegía el Alto Rhin del enemigo y permitió que Ratisbona, un importantísimo punto, cayera en manos de Bernardo de Weimar en noviembre de 1633. Durante todo este período sólo estuvo presente en una batalla, la de Steinau en Silesia, donde en octubre derrotó a las tropas suecas.

Se dedicó más y más a las negociaciones que finalmente le llevaron a traicionar al emperador. A veces negociaba con los suecos, a veces con Sajonia contra los suecos y finalmente hasta con Francia. A veces deseaba, combinando con los estados del imperio, establecer la paz, pero probablemente la fuerza que le arrastraba era el deseo de venganza. Su inactividad y sus dobles manejos llevaron al emperador a una posición peligrosa. Además, el embajador español en Viena urgía su destitución. Durante estos últimos años, los jesuitas estaban contra él y el ejercitó le rechazó. Praga y Pilsen le abandonaron y se pasaron al emperador sin luchar en cuanto éste tomó las primeras medidas contra Wallenstein.

Su destino se decidió pronto: fue asesinado en Eger por oficiales protestantes escoceses, y un oficial irlandés católico, todos de su ejército.

La importancia de Wallenstein es un tema de discusión. Era arrogante, orgulloso y de un comportamiento sorprendente. Prefería las grandes empresas planificadas a gran escala. Tenía un extraordinario poder de atracción para sus oficiales y soldados. Era sin duda un hábil estratega y cuando planificaba una batalla era frío y vigoroso. Por otra parte llevaba la guerra muy despacio, se equivocaba con frecuencia en sus apreciaciones de sus enemigos y cometió con frecuencia errores fatales. Carecía completamente de la más importantes cualidades de los grandes generales, la voluntad de dar batallas decisivas y eso por influencia de la astrología.

Demostró ser un excelente gobernante de sus dominios que había formado especialmente en Friedland y en el ducado de Sagan en Silesia. Como a otros conquistadores le complacían mucho los asuntos de estado y era un experto economista político que hizo mucho por promover la civilización en sus territorios. En sus planes de civilización trabajó con los jesuitas, de los que era un gran benefactor. Si se le midiera por los estándares de su tiempo, era indiferente en religión. Le disgustaba que se llevasen adelante guerras por motivos religiosos. Intencionalmente dio importantes cargos en su ejército a oficiales protestantes. Demostró mucha habilidad en las negociaciones diplomáticas con las que finalmente se labró su caída.

La bibliografía sobre Wallenstein tenía ya a principios del siglo veinte más de 2000 títulos. Se pueden encontrar listas en Mitteilungen des Vereins fur Geschichte der Deutschen in Bohmen, comenzando con el XVII (1879). Y una muy copiosa escrita por HALLWICH, Geschicte Wallensteins (1910), III que llega al año 1625.


M. SPAHN.


Transcrito por Michael T. Barrett. Dedicado a Greg FitzSimmons.


Traducido por Pedro Royo.



The Catholic Encyclopedia, Volume XV. Published 1912. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, October 1, 1912. Remy Lafort, S.T.D., Censor. Imprimatur. +John Cardinal Farley, Archbishop of New York

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 El enigma Wallenstein, por Alejandro Bañón Pardo, Licenciado en Historia [2]