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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Academias Romanas

De Enciclopedia Católica

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INTRODUCCIÓN

En su apogeo- del fin del cisma de Occidente (1418) hasta la mitad del siglo XVI- el Renacimiento italiano creó dos centros intelectuales: Florencia y Roma. La cultura científica, literaria y artística alcanzó en esos centros un desarrollo tan intenso como multiforme, y las academias florentinas y romanas, en sus inicios, fueron ejemplos típicos de esa variedad. En el presente trabajo nosotros concentraremos la atención en las academias romanas, comenzando con un breve repaso de ellas, y añadiendo aportaciones históricas y bibliográficas relativas a las más destacadas de estas asociaciones de eruditos, pues eso, que no instituciones de enseñanza, fue lo que fueron las academias italianas.

La Edad Media no creó en Roma ninguna institución que pudiera ser llamada academia científica o literaria. Por principio de cuentas, había poca inclinación por tales instituciones. La Academia de Carlomagno y la Academia Floral de Toulouse fueron reuniones principescas en las que se debatían temas literarios. Un motivo principal por que la literatura no sentó pie en Roma se puede encontrar en los disturbios político-religiosos de la Edad Media. La Roma del Medioevo difícilmente podría haber llegado a ser un sitio adecuado para academias de eruditos cuando la Santa Sede estaba siendo oprimida por los emperadores Hohenstaufen; no cesaban las luchas en favor de la libertad eclesiástica iniciadas por Gregorio VII; estaba en su apogeo la épica disputa entre Güelfos y Guibelinos, y la intrusión francesa propiciaba el nacimiento del papado de Avignon y el cisma de Occidente. Pero una vez que se restauró la unidad y los papas volvieron a Roma, y el Renacimiento alcanzó su punto más alto, la ciudad acogió y fomentó toda clase de cultura intelectual. Es en ese momento favorable cuando nacen las academias romanas. Tanto en Roma como en Florencia las academias reprodujeron hasta cierto punto la tradición de la Academia de Platón. En otras palabras, se convirtieron en centros de cultivo de la filosofía en forma parecida a como eso se había entendido en la antigüedad griega y romana: la cultura en su sentido más amplio. Desde los primeros días del Renacimiento, la Iglesia fue el prototipo de esas academias y la fuente más prolífica de cultura. El movimiento neoplatónico constituyó un factor muy poderoso en el Renacimiento, por lo que implicaba de retorno al pensamiento clásico y como reacción ante el decadente escolasticismo (aristotélico) de esa época. Dos griegos encabezaban ese movimiento en las mencionadas "capitales del pensamiento", Gemisto Plethon en Florenciay el Cardenal Bessarion (+ 1472) en Roma. Alrededor del año 1450, la casa de este último fue el centro de la floreciente Academia de Filosofía Platónica y de una variedad de asuntos culturales. Su valiosa biblioteca, (que él donó a la ciudad de Venecia) estaba a disposición de los académicos, entre los que se encontraban los más renombrados intelectuales italianos y extranjeros residentes en Roma. Esta propaganda platónica (vigorosamente dirigida contra la restauración "peripatética" y los ataques antiplatónicos de la escuela neoaristotélica) tuvo eco en un pequeño escrito latino de Bessarion, "Contra los calumniadores de Platón" (Roma, 1469). Bessarion dejó Roma y se retiró a Ravena durante los últimos años de su vida, pero dejó tras de sí un grupo de fervorosos seguidores de la filosofía clásica. Desafortunadamente, en Roma el Renacimiento cada vez adoptaba más características paganas, y terminó cayendo en manos de los humanistas sin fe y sin moral. Esto dio al movimiento académico un giro hacia el humanismo pagano, cuya evidencia se encuentra en la academia romana de Pomponio Leto.

Giulio, hijo natural de un noble de la familia Sanseverino, nacido en Calabria en 1425, y conocido por su nombre académico de "Pomponius Laetus", llegó a Roma, donde dedicó toda su energía al estudio de la antigüedad clásica, y atrajo un grupo de discípulos y admiradores. El daba culto no únicamente a la forma artística y literaria, sino también a las ideas y al espíritu del paganismo clásico, y consecuentemente despreciaba el cristianismo y era enemigo de la Iglesia. La fase inicial de su programa fue la fundación de la Academia Romana, en la que cada miembro debía adoptar un nombre clásico. Sus miembros principales, obviamente, eran humanistas, y casi todos eran famosos por sus vidas irreligiosas y epicúreas. Por ejemplo, Bartolomeo Platina y Filippo Buonaccorsi. En su atrevimiento, además, esos neopaganos eran muy activos en política, precisamente cuando Roma estaba llena de conspiraciones fomentadas por los señores romanos y los príncipes vecinos. Pablo II (1464-1471) logró que Pomponio y los demás líderes de la Academia fueran arrestados bajo los cargos de irreligión, inmoralidad y conspiración contra el Papa. Los prisioneros, empero, pidieron misericordia de modo tan lastimero, y con tales manifestaciones de arrepentimiento, que fueron perdonados. No obstante, la Academia desapareció (Pastor, Historia de los Papas, II, II,2). El siglo XVI vio una Roma en la que se incrementó el número de academias literarias y estéticas, más o menos inspiradas en el Renacimiento, que tomaban, de acuerdo a la moda, nombres extravagantes y fantásticos. Conocemos varios de ellos gracias a diferentes fuentes. Todas esas instituciones, casi como regla, terminaron desapareciendo sin dejar huella alguna. Al iniciarse el siglo XVII apareció la "Accademia degl' Intronati", dedicada a fomentar las representaciones teatrales. También existieron la academia de los "Vignaiuoli", o "Viñadores" (1530), y la "della Virtu" (1538), fundada por Claudio Tolomei bajo el patronazgo del Cardenal Ippolito de Medici. A estas siguió una nueva academia en los "Orti", o jardines Farnese. Luego surgieron las academias de los "Intrepidi" (1560), los "Animosi" (1576) y la de los "Illuminati" (1598), fundada por la Marquesa Isabella Aldobrandini Pallavicino. Hacia la mitad del siglo XVI nacieron la Academia de las "Notti Vaticane", o "Noches Vaticanas", fundada por san Carlos Borromeo, una "Accademia di diritto civile e canonico", y otra de profesores universitarios y estudiantes de Filosofía (Accademia Eustachiana). En el siglo XVII encontramos otras academias semejantes:

los "Umoristi" (1611), los "Fantastici" (1625) y los "Ordinati", fundada por el Cardenal Dati y Giulio Strozzi. Cerca del año 1700 se crearon las academias de los "Infecondi", los "Occulti", los "Aborigini", los "Immobili", la "Accademia Esqulina" y otras. Por norma, esas academias, todas parecidas entre sí, eran meros círculos de amigos o clientes, reunidos en torno a algún erudito o rico mecenas, y se dedicaban a pasatiempos literarios más que al estudio metódico. No obstante, encajaban en la situación general de la sociedad y, a su manera, constituyeron un elemento del desarrollo histórico. A pesar de su carácter empírico y fugaz, contribuyeron a mantener la estima de los estudios literarios y otros. Cardenales, prelados y el clero en general se mostraron muy favorables a este movimiento, y le otorgaron su patrocinio y colaboración.

Una nueva época se inició al llegar el siglo XVII, y estando aún viva la Academia Romana en su forma original. La Academia se constituyó como un cuerpo público, o sea, ya no se confinaba a un simple círculo de amigos. Se fijó un objetivo permanente en el campo de la ciencia, las letras y las artes, frecuentemente de carácter apologético o polémico. Naturalmente, esta forma superior y definitiva de las nuevas academias romanas estaba en estrecha sintonía con el movimiento académico general de Italia y de otros países extranjeros, cuyo prototipo era la Academia Francesa fundada por Richelieu. Fue entonces que las academias se convirtieron en instrumentos eficaces de la cultura, con influencia directa en la opinión pública. Y fue así como también reclamaron la atención de los jefes de Estado. Este fue el caso de Roma, donde el Papado continuó otorgando su patrocinio tradicional a través de becas generales y para estudios eclesiásticos de todo tipo. Las primeras academias que llaman la atención en este período son la "Accademia dei Lincei" (Linces), fundada en 1603, y la "Arcadia", fundada en 1656. Las academias eclesiásticas, cuyo objetivo fue determinado por la contra reforma, fueron la "Accademia liturgica", creada por Benedicto XIV, y la "Accademia Theologica", fundada en 1695. Todas esta existen hasta hoy, y de ello trataremos más adelante. Luego de la Revolución Francesa y del regreso a Roma del gobierno papal, las nuevas condiciones sugirieron la adopción de la academia como un vínculo entre lo antiguo y lo nuevo, para revigorizar la cultura eclesiástica y promover la defensa de la Iglesia. En este contexto surgieron nuevas academias y se revitalizaron las antiguas. Bajo el papado de Pío VII (1800-1823) se fundaron la "Accademia di Religione Cattolica" y la "Accademia Tiberina". La de la "Immacolata Concezione" nació en 1835. En 1840 se restableció la "Accademia Liturgica", y la "Accademia dei (Nuovi) Lincei" en 1847. Aparte de esas instituciones, conviene mencionar también la aparición de la "Accademia Filarmonica" en 1821. Luego de la ocupación italiana de Roma (1870), fueron creadas nuevas academias con objeto de fomentar el estudio y la apologética. Entre ellas destacan: la "Accademia di Conferenze Storico-Giuridiche", y la "Accademia di San Tommaso", fundada por León XIII. A ellas se puede añadir, aunque no se le pueda llamar academia, la "Societá di Conferenze di Archeologia Sacra", fundada en 1875. El gobierno italiano resucitó, o mejor, fundó de nueva cuenta, la "Accademia dei Lincei", y, en 1875, la "Accademia Medica".

Ahora pasaremos a ver en detalle cada una de esas academias.

Accademia dei Lincei y dei Nuovi Lincei (1603)

El príncipe romano Federico Cesi (1585-1630), quien era un distinguido profesor y mecenas de las letras, reunió en su palacio (que contaba con una magnífica biblioteca, un jardín botánico y un museo de antigüedades), a cierto número de estudiosos, con los cuales fundó (17 de agosto de 1603) la "Accademia dei Lincei", así llamada porque adoptaron el lince como emblema, para indicar la intensidad de su estudio de la naturaleza. Según la costumbre de aquellos tiempos, si bien la Academia se concentraba en los estudios matemáticos, físicos y filosóficos, también perseguía fines literarios. Ese círculo intelectual fue digno de alabanza por su promoción de los estudios físico-matemáticos, que eran poco cultivados en ese entonces, y así se desvió de la tendencia prevalente a los puros estudios literarios. Al final casi se dedicó exclusivamente al estudio de las ciencias exactas, de las cuales se convirtió en el centro en Italia. No fue sino hasta 1657 que se irguió su rival toscano en la forma de la "Accademia del Cimento". La biblioteca Cesi, a la que se añadió la de Virginio Cesarini, se convirtió en un poderoso apoyo para las labores científicas. Varios de los académicos, aún durante la vida y bajo el patrocinio de Cesi, dejaron listo para su publicación el gran trabajo inédito de Francisco Hernández sobre la historia natural de México (Roma, 1615). Nunca se publicó la versión abreviada, en sólo diez libros, preparada por Antonio Recchi. Del mismo modo contribuyeron en los trabajos de la obra botánica póstuma del príncipe, "Tavole Filosofiche". Otros personajes que colaboraron con Cesi en la fundación de la Academia fueron Fabio Colonna, autor de "Fitobasano" (una historia de plantas raras) y de otras obras científicas, y Francesco Stelluti, procurador general de la Academia en 1612 y autor del tratado sobre "Legno fossile minerale" (Maderas fósiles minerales) (Roma, 1635) y de unas obras literarias.

La Academia alcanzó gran renombre gracias a sus miembros italianos, tales como Galileo Galilei, y algunos miembros extranjeros como Johann Faber, de Blamberg, Marcus Velser, de Ausburgo, y muchos más. Después de la muerte del Príncipe Cesi, la Academia comenzó a reunirse en la casa de su nuevo y distinguido presidente, Cassiano dal Pozzo. A pesar de todo, la asociación comenzó a menguar, de tal modo que luego de la publicación mencionada más arriba, los escritos de Hernández en 1615, la "Accademia dei Lincei" cayó en el olvido. Su fama, sin embargo, no había perecido y al inicio de su pontificado Pío IX intentó proveerla de un centro para sus estudios físico-matemáticos. A tal fin, el Papa resucitó la sociedad de Cesi, y el 3 de julio de 1847 fundo la "Pontificia Accademia dei Nuovi Lincei", cuya inauguración presidió personalmente en noviembre de ese mismo año, dotándola de un ingreso anual proveniente de la tesorería pontificia. Sus miembros se dividían en cuatro categorías: honorarios, ordinarios, corresponsales y asociados. Estos últimos eran jóvenes que, al fin de sus estudios, mostraban una aptitud especial para las ciencias físico-matemáticas. La Academia era manejada por un presidente, un secretario, un subsecretario, un archivista bibliotecario y un astrónomo. Su edificio central estaba en el Campidoglio. Sus "procedimientos", de 1847 a 1870, llenaban 23 volúmenes. Algunos de sus miembros decidieron abandonar la Academia en 1870, pero ésta insistió en conservar su carácter papal. Deseosos, al mismo tiempo, de conservar sus vínculos con el pasado, retomaron el nombre original y así nació la "Regia Accademia dei Lincei". En 1875 fue aprobada y subsidiada por el gobierno de Italia, y comenzó su carrera con un programa ampliado de estudios, dividido en dos clases, la primera de las cuales incluía la física, las matemáticas y las ciencias naturales, y la segunda, las ciencias de carácter moral, histórico y filológico. Anualmente publica sus "Procedimientos" y está situada en el Palacio Corsini, cuya biblioteca, siempre a la disposición de la Academia, es muy rica en manuscritos, obras impresas y periódicos.

Actualmente (2006) cuenta con cerca de trescientos miembros, además de corresponsales en varios países. Sus miembros han publicado trabajos muy importantes acerca de las ciencias exactas y en el terreno de la filología. Entre estos últimos destacan los textos orientales y las disertaciones del Profesor Ignazio Guigi, que sido de gran valor para las ciencias eclesiásticas. Desde el 1870 la "Accademia Pontificia dei Nuovi Lincei" ha continuado sus labores y la publicación anual de sus "Procedimientos", que tienen una influencia definitiva en las ciencias físico-matemáticas. Se encuentra en el Palacio de la Cancillería Apostólica, y cuenta con un cardenal padrino. Se puede obtener más información acerca de la "Accademia dei lincei" original consultando la obra de su historiador, Giano Planco (Giovanni Bianchi di Rimini), publicada en la segunda edición del trabajo mencionado arriba de Fabio Colonna (II Fitobasano, Florencia, 1744). El "Statuto", o constitución, de los "Lincei" fue publicado en latín, en Roma, en 1614. Para obtener más información acerca de las dos academias, la pontificia y la real, vea sus "Procedimientos". (También: http://www.lincei.it)

Pontificia Accademia degli Arcadi (1690)

Los orígenes de esta famosa academia literaria no difieren de los de otras sociedades semejantes del mismo período. Cierto número de personas que se llamaban a sí mismos literatos, acostumbrados a las veladas ocasionales celebradas en villas y jardines que habían caracterizado el siglo XVIII, tuvieron la idea de organizar mejor sus aficiones literarias. Fue así como surgió la academia a la que llamaron Arcadia, siguiendo el gusto de la época. Los miembros se llamaban a sí mismo "pastores", y adoptaban nombres clásicos. Todo esto ha sido narrado de modo más o menos sarcástico por críticos y enciclopedistas, quienes no ocultaban su desprecio hacia esas "locuras pastoriles". En su desprecio fácil, sin embargo, no alcanzan a explicar cómo inicios tan triviales y objetivos tan pueriles lograron darle a Arcadia su enorme vigor y reputación, por más que éstos sean simplemente relativos. La verdadera razón de esa fama se encuentra en el hecho de que, además de la literatura "pastoral" acostumbrada, que había constituido el quehacer de tantas academias, Arcadia tenía un programa literario y artístico propio que en ese entonces, en forma general, era sumamente oportuno e importante. Era la época de ese estilo ampuloso, vacío y paradójico conocido como el "seicentismo", por el siglo (1600-1700) en el que floreció, y que en Inglaterra se llamó "euphuism". En Italia, el estilo "seicentesco" arruinó la literatura y las artes. Fue el tiempo en el que Achillini escribió un soneto para decir que Carlos V usaba el mundo como si fuera la bala de su cañón, y suplicaba al fuego que ardiera apropiadamente para fundir los varios metales necesarios para la artillería del César. Este detestable gusto, que propició la degeneración no solamente de las artes y las letras sino también la dignidad y gravedad de la sociedad, encontró una cerrada oposición en "Arcadia". No se puede dudar que en general "Arcadia" y el arcadianismo con frecuencia cayeron en el extremo contrario, y que en oposición a la literatura artificial y ampulosa produjeron otra cuya simplicidad era igualmente artificial, y substituyeron los alambicados sonetos, como el ya mencionado de Achillini, con otros en los que zagales y corderos berreaban al unísono sus locos idilios.

Pero a pesar de esos excesos, la actitud de "Arcadia" fue benéfica. La suya era una llamada a volver a la simplicidad de la naturaleza. Y su llamada a volver a la naturaleza fue tan fuerte que se hizo escuchar de varias maneras en toda Europa. Todos sabemos que precisamente en esos días, en Francia, el arte de Greuze y Watteau, y la literatura pastoral, anunciaron simultáneamente y estimularon ese culto a la simplicidad y a la naturaleza (que son en sí mismas un producto del arte) que surgió en la literatura y en el arte, e incluso en la corte, en la época de Rousseau y María Antonieta. Eso explica porqué la "Arcadia" perduró y alcanzó tan alta reputación que llegó a contar entre sus miembros a los nombres principales de la literatura de aquel tiempo: Menzini, Sergardi, Redi, Metastasio, Rolli, Filicaia, Guidi, Maggi y otros cuyos nombres aún son recordados en la historia de la literatura italiana.

Los inicios de "Arcadia" datan de febrero de 1656, cuando nació bajo los auspicios de la célebre Reina Cristina de Suecia, si bien no logró su forma definitiva y su nombre oficial hasta pasada la muerte de su patrona (1689). La "Arcadia" eligió como su emblema la flauta de Pan con sus siete carrizos dispares. Los catorce fundadores eligieron a Giovanni Mario Crescimbeni (Alfesibeo Cario) como primer "Custode di Arcadia", o presidente de la Academia, gracias a su entusiasmo por las letras, a pesar de ser un escritor algo mediocre. Él nació en Macerata, en 1663, y murió en Roma, en 1728. Fue autor de una historia de la poesía italiana y otros trabajos literarios. La primera reunión solemne de los "arcadi" tuvo lugar en el Gianicolo, en un bosque propiedad de los Menores Reformados (franciscanos), el 5 de octubre de 1690. En 1692 las reuniones fueron trasladados al Esquilino, en los jardines del Duque de Orsini, y en 1696 a los jardines Farnese del Palatino. Finalmente, la generosidad de Juan V, Rey de Portugal, miembro él también, que había adoptado el nombre de Arete Melleo, permitió que la sociedad adquiriera (1773) un sitio en el Gianicolo conocido como "Bosco Parraiso". Allí se reunían durante el verano; en invierno, las sesiones eran sostenidas en el "Teatro degli Arcadi", en el Palacio Salviati. Sus constituciones, "Statuto", fueron redactadas cuando aún se reunía "Arcadia" en el Palatino. Debido a su exagerada admiración de la antigüedad, el defecto permanente de esta academia, la constitución (obra de Gravina) fue elaborada siguiendo el modelo de las leyes romanas antiguas contenidas en las "Doce Tablas", y grabada en mármol. Desafortunadamente, pronto surgieron desavenencias entre Gravina y el Presidente, Crescimbeni; una de esas enemistades insignificantes que tanto daño hacen a las sociedades.

No obstante, "Arcadia" conservó su vigor. Y pronto todas las ciudades italianas la imitaron, lo cual confirma nuestra afirmación de que, aparte de la "pastorellerie", o fingida característica rústica, el movimiento de "Arcadia" señaló un definitivo avance de la reforma de la literatura. Nobles, eclesiásticos y seglares, personajes famosos en todo campo de la acción humana, consideraban un honor ser miembros. Muy pronto su número llegó a los 1300. Pero precisamente su número fue su ruina. No pocos de sus últimos miembros resultaron ser mediocres o insignificantes, de tal modo que la institución, que había nacido para mejorar la calidad de las letras comenzó a ser una amenaza para ellas. El estilo del rococó arrogante en las letras y en las artes había merecido los ataques de la Arcadia, y fue por ello que esta última recibió, directa e indirectamente, tan gran respaldo. Pero el "arcadianismo", con sus propias exageraciones y unilateralidades, pronto se transformó en un genuino peligro para la literatura y el arte. Incluso llegó a desafiar a la inteligencia popular, pues pretendiendo simplicidad y naturalidad, bajo una superficial capa de literatura, frecuentemente escondía solamente una gran pobreza de pensamiento. Sus miembros más prominentes seguido llegaron a los límites del mal gusto. Entre ellos podemos mencionar a cierto Bettinelli, notable por sus denigraciones de Dante. La violencia de la reacción antiarcadiana fue provocada por sus líderes principales, Baretti y Parini, y por el hecho de que, consciente o inconscientemente, tal reacción atrajo el nuevo espíritu que soplaba en el umbral de la Revolución Francesa. La Arcadia cayó; el último y fútil intento, literario y artístico, del antiguo régimen. Todo ello explica porqué, a partir de la Revolución, Arcadia, considerada como academia y como símbolo, fue objeto de mucho desprecio en algunos sectores, exagerado en el mejor de los casos, pero siempre injustificado. No obstante, una vez que hubo pasado la primera furia de la Revolución, "Arcadia" buscó reconstruirse a sí misma acorde con el espíritu de los tiempos, sin sacrificar su característica tradicional de asociaciones rústicas y nombres pastorales. La academia ya no representaba una escuela literaria sino meramente una tendencia hacia el clasicismo. Dante llegó a ser muy alabado por sus miembros, e incluso al día de hoy sus conferencias acerca del gran poeta son sumamente interesantes. No sólo eso, sino que se multiplicaron los temas de estudio para incluir todas las ramas de la ciencia, y de ahí que la historia, la arqueología, etc., atrajeron y siguen atrayendo a muchos estudiosos.

El renacimiento de la Arcadia quedó subrayado por la fundación del Giornale Arcadico (1819), fruto de los esfuerzos de famosos eruditos: Perticari, Biondi, Odescalchi y Borghesi. Su quinta serie cerró en 1904. La actual (al escribirse el presente artículo) comenzó en 1906, en forma de una revista mensual de ciencia, letras y arte. Debido a su abierto carácter católico, la Arcadia no ha dejado de provocar el antagonismo de los anticatólicos, quienes pretenden ridiculizarla ante el público menos pensante, como si sus "pastores" no tuvieran más quehacer que escribir madrigales a Filis y Clío. Sin embargo, sus cátedras, dictadas por reputados estudiosos de las ciencias, las letras y el arte, siempre atraen muchedumbres. En 1870 se establecieron cuatro secciones de filología (oriental, griego, latín e italiano), una de filosofía y una de historia. El más famoso de sus miembros, el Papa, promueve su desarrollo científico y literario. Su ubicación actual se encuentra cerca de San Carlo al Corso, 437 Corso Umberto I. Cf. Crescimbeni, "Storia della volgar Poesia" (Roma 1698) Lib. VI, y "La Storia d' Arcadia" (Roma, 1709). Se pueden consultar los archivos del Giornale Arcadico para conocer más de su historia más reciente. La Accademia dell´ Arcadia se transformó en 1925, adoptando como subtítulo el de "Accademia Letteraria Italiana".

Pontificia Accademia Teologica

Al igual que sus sociedades hermanas en Roma, esta academia tuvo origen privado. En 1695, un grupo de amigos comenzaron a reunirse en la casa de un sacerdote, Raffaele Cosma Girolami, para escuchar algunas conferencias y debatir sobre asuntos teológicos. Esas reuniones pronto adquirieron el carácter de una academia. En 1707 se unió a la Accademia Ecclesiastica. Clemente XII le otorgó reconocimiento oficial en 1718 y le cedió un sitio en la universidad romana de Sapienza, convirtiéndola de ese modo en un punto de atracción para los jóvenes estudiantes de teología. La academia disponía de un fondo de 18,000 scudi, que se dedicaba al otorgamiento de premios a los mejores estudiantes de teología. Entre los patrocinadores se encontraban varios cardenales, y los profesores de la facultad de Teología de la universidad actuaban como moderadores. También los sucesores de Clemente XII siguieron promoviendo la academia. En 1720 Clemente XIII ordenó que veinte sacerdotes seculares indigentes de entre el estudiantado recibieran, a cuenta de la tesorería papal, una provisión económica anual por seis años, equivalente a cincuenta scudi, y que deberían recibir, en igualdad de condiciones, un trato preferencial en los exámenes de competencia. Y desde entonces así se ha venido haciendo. La academia se encuentra situada en el Seminario Romano.

Pontificia Accademia Liturgica

Esta academia fue fruto de un notable movimiento que se dio en torno a los estudios litúrgicos, y que deben tanto al gran teólogo y liturgista Benedicto XIV (1745-1748). No obstante que se desbandó durante la Revolución, la Academia fue reorganizada por los lazaristas, en el papado de Gregorio XV, y fue encomendada a un cardenal protector. Sigue estando al cuidado de los lazaristas, y frecuentemente organiza conferencias en las que se discuten asuntos litúrgicos, o relacionados con la liturgia, desde el punto de vista histórico y práctico. Se localiza en la casa lazarista, y sus investigaciones y actividades se publican, desde 1886, en la publicación mensual lazarista conocida como "Ephemerides Liturgicae" (Diario litúrgico).

Pontificia Accademia di Religione Cattolica

La urgente necesidad de organizar la apologética católica y orientarla hacia la polémica anticristiana de la "Encyclopedie" y de la Revolución Francesa dio pie al nacimiento de esta academia. La fundó el sacerdote romano Giovanni Fortunato Zamboni en 1801, con el propósito de defender la enseñanza moral y dogmática de la Iglesia. Fue formalmente reconocida por Pío VII, y sus sucesores continuaron brindándole su apoyo. Sostiene reuniones mensuales en las que se discuten puntos de la teología moral y dogmática, de filosofía, historia, etc. Sus conferencias generalmente se publican en algún periódico, y se hace una edición especial para la academia. Ya se han publicado varias de tales disertaciones, que juntas conforman una colección de varios volúmenes titulados "Dissertazioni lette nella Pontificia Accademia Romana di Religione Cattolica". Varios cardenales fungen como censores honorarios de la academia. También su presidente es un cardenal. Sus miembros se dividen en promotores, censores, residentes y corresponsales. Anualmente se otorga un premio a los miembros más asiduos. Se ubica en el palacio de la Cancelleria Apostolica.

Pontificia Accademia Tiberina

En 1809, el renombrado arqueólogo, A. Nibby, fundó la "Accademia Ellenica", de corta vida. En 1813 muchos de sus miembros se mudaron a la "Accademia Tiberina". Uno de ellos, A. Coppi, estableció el primer reglamento, según el cual la academia debía dedicarse al estudio del latín y de la literatura italiana, tener una reunión semanal y una sesión pública mensual. Los eventos científicos y literarios de especial envergadura debían ser tratados en reuniones extraordinarias. También se determinó que la academia debía tratar la historia de Roma desde Odoacro hasta Clemente XIV, al igual que la historia de la literatura a partir de la época de ese pontífice. El historiógrafo de la academia debía editar su historia y coleccionar las biografías de personalidades romanas, o residentes en Roma, que hubiesen muerto desde la fundación de la "Tiberina". Con este propósito se creó el "Necrologio Tiberiano". En 1816 la academia empezó a acuñar anualmente medallas conmemorativas. Cuando León XIII ordenó (1825) que todas las asociaciones científicas de Roma deberían ser aprobadas por la Sagrada Congregación de Estudios, la "Tiberina" recibió reconocimiento oficial, y su campo de acción se amplió de modo que pudiera incluir la investigación sobre el arte, el comercio y, sobre todo, la agricultura. Pío VII había hecho muchas cosas en favor de la promoción de la agricultura en los territorios de la Iglesia, y León XII también deseaba continuar esa buena obra de su antecesor. Durante el pontificado de Gregorio XVI, en 1831, año de graves desórdenes y conspiraciones políticas, la Academia hubo de ser cerrada, pero el mismo pontífice la reabrió poco después, pues deseaba que la "Tiberina" se dedicara a la cultura general, a la ciencia y a las letras, a la historia y arqueología romanas, y a la agricultura. Las sesiones debían ser mensuales, y se deberían imprimir reportes anuales, llamados Reconditi. De ese modo la Academia pudo establecer relaciones importantes con científicos extranjeros. El número de sus miembros, residentes, corresponsales y honorarios, sumaban 2,000. La "Tiberina", hoy día (al momento de escribir el presente artículo), está en decadencia y ya no se imprimen sus reportes (Cf. www.pontificiaaccademiatiberina.it). Su protector en ese momento era el Cardenal Parocchi. Al igual que varias otras academias romanas, ésta también se ubicaba en el Palacio de la Cancelleria Apostolica..

Pontificia Accademia Romana di Archeologia

El renacimiento del estudio de la arqueología, debido en parte al amor por el arte y en parte a las investigaciones realizadas por el interés histórico, se inició en Roma ya cercano el fin del siglo XVII, sobre todo después de que la obra realizada por Antonio Bosio en las catacumbas había centrado la atención de los arqueólogos en un mundo olvidado hasta entonces. Este renacimiento culminó con la creación de un organismo académico, en tiempos de Benedicto XIV, bajo cuyo patronazgo se formó una asociación de estudiantes de arqueología romana. Esa asociación llevó a cabo sus actividades en forma discreta hasta el inicio del siglo XVIII, cuando el renacimiento de la actividad cultural de Italia, que había encontrado en Canova su principal promotor, le dio impulso fresco al estudio de la antigüedad. En 1816, Pío VII, por recomendación del Cardenal Consalvi, y del mismo Canova, otorgó reconocimiento oficial a la "Accademia Romana di Archeologia" que ya había sido instituida bajo el régimen napoleónico. Esa Accademia se convirtió en el centro internacional más importante de investigación arqueológica, sobre todo porque aún no se habían establecido en Roma los diferentes institutos de historia y arqueología. Entre los miembros extranjeros y conferencistas más ilustres de los que se pudo enorgullecer la Academia estaban Niebuhr, Akerblad, Thorwaldsen, y Nibby. Papas y soberanos deseaban poder inscribirse en su lista de miembros, o por lo menos testimoniar la alta estima en la que la tenían. Entre ellos podemos mencionar a Federico Guillermo IV de Prusia, Carlos Alberto de Sardinia y otros. De los miembros italianos recordamos a Canova, Fea, Piali y Canina. Se establecieron premios para los ensayos mejores acerca de la antigüedad romana, y algunos de ellos fueron a parar a manos de extranjeros eruditos (Ruperti, Herzen, etc). Otros de los méritos de la Academia que debemos mencionar son su defensa de los derechos del arte y la historia en la Ciudad de Roma, donde, con el favor de la realeza, sobrevivía desde la antigua ley romana un cierto absolutismo de derechos de propiedad que frecuentemente perpetuaba serios daños sobre los monumentos, y molestias para su investigación. Fue así que, luego de un prolongado conflicto con los propietarios de las casuchas que se alineaban en la parte posterior de la Rotonda del Pantheon, la Academia logró obtener de Pío IX el decreto de demolición de las casas situadas a la izquierda de dicho monumento, además de protestar eficazmente contra las excavaciones en los muros de este famoso monumento de piedra. Asimismo, la Academia evitó algunas profanaciones proyectadas por burócratas o por ingenieros sin escrúpulos. Cuando en 1833 se intentó trasladar la tumba de Rafael, la enérgica protesta de la Academia fue aceptada por Gregorio XVI como señal de sensatez. Giovanni Azzuri, uno de los miembros, abogó por la restauración del Tabulario, en la Coilina Capitolina. Y otro de sus miembros, Pietro Visconti, logró la abolición de la administración meramente comercial de las excavaciones de Ostia, para darle un sustento más científico. Con ese objeto, obtuvo de Pío IX un decreto que ordenaba que todas las excavaciones debieran mantenerse abiertas, bien vigiladas y accesibles a los estudiantes. En 1824, Campanari, un miembro de la Academia, propuso la creación de un museo etrusco.

Y la Academia apadrinó y amplió esa propuesta hasta que fue finalmente llevada a cabo en el Vaticano por Gregorio XVI. En 1858 Alibrabdi abogó por el uso de monumentos epigráficos en el estudio de la ley, anticipando así el establecimiento de cátedras que enseñaran el tema en las universidades europeas. Esos y otros servicios útiles de la Academia obviamente se ganaron el aprecio de los papas. Pío VIII le otorgó el título de "Academia Pontificia". Al tiempo del resurgimiento de las investigaciones arqueológicas en Roma, Gregorio XVI y Pío IX la tomaron bajo su respectiva protección, sobre todo cuando su espíritu guía era el de Giambattista De Rossi. León XIII entregó la medalla de oro al mejor trabajo presentado durante la competencia anual de la Academia, para la cual siempre se ofrecían dos temas, uno de arqueología clásica y otro de arqueología cristiana, y los concursantes debían escoger uno de ellos. El sello de la Academia representa las ruinas de un templo clásico, con el motto: In apricum proferet (lo traerá a la luz). La última revisión de su constitución y normas relativas fue publicada el 28 de diciembre de 1894. La publicación de las "Dissertazioni della Pontificia Accademia Romana di Archeologia" se inició en 1821, y para el 1864 habían llegado a su volumen número diez y seis. Su protector es el Cardenal Camerlengo. (De acuerdo a la información actualizada- año 2007- del Vaticano, el protector es el Cardenal Secretario de Estado. Cfr. www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_doc_13121999_pont-academies-history_it.html). La membrecía, en el 2007, es de 140 socios, de los cuales 20 son honorarios, 40 efectivos y 80 corresponsales. La Academia tuvo su primera reunión en Camidoglio, en la Universidad, siendo pontífice Gregorio XVI. Hoy día las reuniones se celebran anualmente, organizadas por el Pontificio Consejo para la Cultura, en el Palacio de la Cancillería Apostolica. Véase: "Leggi della Pontificia Accademia Romana di Archeologia" (Roma, 1894); "Omaggio al II Congresso Internazionale di Archeologia Cristiana in Roma" (Roma, 1900); "Bullettino di Archeologia Cristiana" of Giovanni Battista De Rossi (a fines del 1894) passim; "Il Nuovo Bullettino di Archeologia Cristiana" (Roma, 1894-1906).

Accademia Filarmonica

Fue fundada en 1821 para el estudio y práctica de la música. Tiene 200 miembros. Se ubica en 225, Piazza San Marcello.

Pontificia Accademia della Immacolata Concezione

Esta academia fue fundada en 1835 por estudiantes jóvenes de Sant' Apollinare (Seminario Romano) y de la Universidad Gregoriana. Entre sus fundadores merece mención especial Monseñor Vincenzo Anivitti. Su objetivo fue la motivación de los jóvenes romanos al estudio serio. De ahí que dos terceras partes de sus miembros deben ser jóvenes estudiantes. El título fue adoptado en fecha más tardía. La Sagrada Congregación de Estudios la aprobó en 1847. Su trabajo se divide en cinco secciones: teología, filología e historia, filosofía, física, ética y economía. Se reúne semanalmente. A partir de 1873 comenzó a publicar reportes bimestrales sobre sus actividades, con el título "Memorie per gli Atti della Pontificia Accademia della Immacolata Concezione". A la fecha de elaboración del presente artículo se habían publicado 21 números. Desde 1875 la Academia ha publicado muchas de las conferencias presentadas ante sus miembros. El período de mayor florecimiento de esta academia fue el que va de 1873 a 1882. Entre sus miembros más destacados se puede mencionar al Padre Secchi, S.J., Monseñor Balan, y Michele Stefano De Rossi. La Academia, ahora en declive, se encuentra anexa a la Iglesia de los Santos Apóstoles.

Regia Accademia Medica

Fundada en 1875 para el estudio de las ciencias médicas y sus afines, tiene 50 miembros ordinarios, y se ubica en la Universidad.

Pontificia Accademia di Conferenze Storico-Giuridiche

Esta academia fue creada en 1878 para fomentar entre los jóvenes católicos el estudio de la historia, la arqueología y la jurisprudencia. En 1880 empezó a publicar una revista cuatrimestral llamada "Studi e Documenti di Storia e di Diritto", muy estimada por sus artículos de fondo y por la publicación de documentos importantes acompañados de comentarios muy documentados. Luego de una vida de 25 años, esta revista dejó de aparecer a fines de 1905. Un cardenal preside esta academia, y sostiene sus reuniones en el Seminario Romano.

Pontificia Accademia Romana di San Tommaso di Aquino

Cuando, al inicio de su pontificado, León XIII retomó la restauración de los estudios escolásticos de filosofía y teología, esta academia fue fundada para la difusión de la doctrina tomista. Es presidida por un cardenal y, también, realiza sus reuniones en el Seminario Romano.

Escuelas académicas de Roma.

Lo que sigue es una breve enumeración de varias de las escuelas mencionadas más arriba. Una es eclesiástica, las demás están dedicadas a las bellas artes. Unas son romanas, otras son extranjeras.

===Pontificia Accademia dei Nobili Ecclesiastici=== (Pontificia Accademia Ecclesiastica)

Fue fundada en 1701 por Clemente XI, para la preparar en el servicio diplomático de la Santa Sede a algunos hombres entrenados en las ciencias jurídicas y otras ramas indispensables del saber. En ese entonces la diplomacia europea normalmente se encomendaba a la nobleza. Fue por eso que la Academia fue instituida y sostenida para los eclesiásticos nobles. Sin embargo, más tarde abrió sus puertas a los hijos de familias distinguidas y que gozaban de posición cómoda. Al inicio del siglo XIX, sin embargo, esta academia languideció. Afortunadamente luego se recuperó y ha mejorado desde entonces. Recientemente se ha convertido en una escuela eclesiástica de nivel superior, con la meta de formar a sus estudiantes en la carrera diplomática. Lo cual no quiere decir que todos sus estudiantes, ni siquiera la mayoría de ellos, estén destinados a esa carrera. De hecho, la escuela se preocupa por dejar atrás su orientación original. El curso académico incluye diplomacia eclesiástica, economía política, protocolo diplomático, las principales lenguas del mundo y, además, un curso práctico (a la manera de los aprendices) de trabajo en los despachos de las diferentes congregaciones para los estudiantes que quieran prepararse para laborar en alguna de ellas. Por norma, los romanos no son admitidos a esta academia, ya que fue pensada para aquellos que, no siendo romanos, no tendrían otra oportunidad de recibir ese tipo de educación y formación. Los estudiantes pagan una colegiatura mensual. Tiene un cardenal protector y su presidente (rector) es un prelado romano. La Academia posee un palacio en el que funciona (70 Piazza della Minerva. Cfr. también www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdeccles/index_it.htm).

Las academias romanas al servicio de las bellas artes son las siguientes: Regia Accademia Romana di San Luca (Accademia delle Belle Arti). Esta academia muestra la evolución de la agrupación romana de artistas pintores, reformada durante el pontificado de Sixto V (1577) por Federico Zuccari y Girolamo Muziano. Tomó entonces el título de academia y se propuso como objetivo la enseñanza de las bellas artes, el reconocimiento y premio del verdadero mérito artístico, y la preservación y realce de los monumentos históricos y artísticos de Roma. Para todo ello siempre contó con la aprobación y el apoyo papal. Prestó enormes servicios y contó entre sus miembros a renombrados maestros y discípulos. En 1870 pasó a estar bajo control del nuevo gobierno, y del patrocinio del rey. Posee una galería de pintura y una excelente biblioteca, abierta al público (44, Via Bonella).

Regia Accademia di Santa Cecilia

(Accademia di Musica). Pierluigi da Palestrina y G.M. Nanini la fundaron en 1570 como escuela de música, que luego (1583) fue erigida canónicamente por Gregorio XIII como fraternidad, o congregación. Los papas fomentaron esta asociación por ser un instrumento ideal de la difusión del buen gusto y de la promoción de la ciencia musical. Urbano VII decretó que ninguna obra musical podía ser publicada sin la autorización de los censores de esta congregación, y que ninguna escuela de música o de canto debía ser creada sin el permiso escrito de sus representantes. Esta norma tan estricta provocó numerosas quejas de los interesados, de modo que pronto fue echada al olvido. Inocencio XI le concedió, en 1684, el derecho de admitir incluso a miembros extranjeros, y en 1774 fueron admitidas las primeras mujeres. A causa de los problemas políticos del momento, la congregación fue suspendida de 1799 a 1803, y de nuevo de 1809 a 1822. Ha habido ilustres músicos entre sus miembros. Podemos mencionar, además de los ya mencionados fundadores, a Carissimi, Frescobaldi, organista, Giuseppe Tartini, violinista y autor de un nuevo sistema de armonía, los hermanos Fede, celebérrimos cantores, y Muzio Clementi, pianista. John Sgambati y Ettore Finelli enseñaron gratuitamente en esta academia desde 1868. A partir de 1870, la congregación de Santa Cecilia fue transformada en una academia real. En 1876 se le añadió el "Liceo di Musica", con fondos destinados para ello por la provincia y el municipio de Roma. En 1874 se reformaron los estatutos de esta escuela. Se ha convertido en una institución muy estimada y frecuentada (18, Via dei Greci. Cfr. también www.santacecilia.it ).

Accademia di Raffaele Sanzio

Esta escuela fue fundada más recientemente, y ofrece cursos diarios vespertinos para el estudio del arte (504, Corso Umberto I).

Existen varias academias extranjeras de tipo escolar. La American Academy, fundada en 1896, se localiza en la Villa del'Aurora (42, Via Lombardi. Cfr. también www.aarome.org). La Académie de France fue fundada por Luis XIV en 1666. Esta ilustre institución ha dado a Francia muchos grandes artistas. El premio que otorga en su competencia anual, el Prix de Rome, es muy codiciado. Es propietaria del palacio en el que se ubica, la Villa Medici en el Pincio. La English Academy, fundada en 1821, posee una notable biblioteca (53, Via Margutta). La Accademia di Spagna fue fundada en 1881 (32, B Piazza San Pietro in Montorio). Por último, debe subrayarse que, al igual que antiguamente, aún hay en Roma algunas genuinas academias que, aunque no lleven ese nombre, deben ser catalogadas como tales.

Societá di Conferenze di Sacra Archeologia

Fundada en 1875 por Gianbattista De Rossi. De verdad hace honor a su nombre, dada la activa contribución de sus miembros. En cada asamblea se anuncian y dan a conocer nuevos descubrimientos e importantes estudios. Las reuniones se tienen mensualmente, de noviembre a marzo, y son abiertas al público en general. Esta magnífica asociación ha hecho mucho para popularizar el estudio de la arqueología cristiana, sobre todo el estudio de las catacumbas romanas. Sus trabajos se publican anualmente en el "Nuovo Bulletino di Sacra Archeologia". Las sesiones se realizan en el palacio de la Cancillería Apostólica.

Circolo Giuridico di Roma

Fue fundado en 1899, y ofrece un punto de encuentro para estudiantes y profesores de los campos legal y sociológico, y de las ciencias, a través de conferencias, debates, etc. Anexo a él se encuentra el "Instituto di Diritto Romano", fundado en 1887 para la promoción del estudio del derecho romano (307, Corso Umberto I).

La Sociedad Arqueológica Británico-Americana.

Fundada en 1865 para promover entre los angloparlantes, a través de debates y conferencias (a cuyo servicio está una adecuada biblioteca), una cultura general más amplia acerca de todo lo romano (72, Via San Nicola da Tolentino).

La bibliografía general de las academias romanas es bastante escasa, como es el caso también de la mayor parte de las academias individuales. Además de las mejores guías y monografías acerca de Roma, se pueden consultar los siguientes trabajos: JARKINS, specimen historiae Academiarum Italiae (Leipzig, 1725); GISBERTI, Storia delle Accademie d Italia (Venecia, 1747); CANTU, Memorie delle Moderne Accademie d Italia, en Annali Universali di Statistica (Milán, 1841). También se encuentran artículos en las principales enciclopedias francesas e italianas acerca de Arcadia, los Lincei, la Académie de France, etc.

U. BENIGNI.

Traducción de Javier Algara Cossío.