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Martes, 30 de abril de 2024

Óleo de enfermos: bendición en el contexto de la Misa crismal

De Enciclopedia Católica

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Introdución

El tejido de la liturgia está entrelazado de muchos elementos. Hay signos litúrgicos de una gran carga evocativa y espiritual (incensar, inclinarse, postrarse, extender las manos); elementos materiales, creados, como el óleo, el agua, el pan y el vino; incluye acciones rituales: unciones, baño de agua, imposición de manos, comida sacramental; hay Palabra, lecturas de la Escritura en las que Dios sigue hablando a los hombres, y Cristo proclama hoy su Evangelio (cf. SC 33); hay canto y música, para orar, alabar, entonar salmos e himnos. Y hay “Palabras litúrgicas”: la eucología –buenas palabras- que pronuncia la Iglesia dirigiéndose a su Señor; esta eucología mueve la inteligencia y la voluntad para orar y para proclamar rectamente los misterios de la fe.

Al elegir este tema y abordar un estudio así, lo hemos hecho movidos por una convicción muy arraigada: la necesidad de una mistagogia desde los mismos ritos de la liturgia y la contemplación sosegada del Misterio mediante la eucología. Cuando ésta es saboreada se abren nuevas perspectivas para la teología y para la espiritualidad, y viceversa: esta misma eucología reclama una profundización remitiendo una y otra vez a las fuentes fundamentales: la Biblia y la patrística, fuentes que siempre fueron la inspiración de la eucología.

Los bellísimos textos litúrgicos encierran las verdades de la fe con el ropaje de la liturgia, solemne, y con su estilo literario tan variado según el genio propio de cada familia litúrgica. Ellos, cuando son recitados con sentido y correcta entonación, cuando son meditados en la oración personal, nos unen al Señor con la plegaria de la Iglesia y nos adentran en los misterios de la fe. La liturgia deviene siempre así en maestra de la vida espiritual. Y alcanzamos otro beneficio: una visión nueva del misterio de la liturgia, en perspectiva teologal y teológica. La eucología es un elemento integrante de la liturgia y favorecedor de la oración y de la reflexión teológica, así como de la comprensión de la fe.

Al principio señalé que el objeto de este estudio lo acometía por una convicción muy arraigada en el valor e importancia de la eucología. Fue un descubrimiento apasionante para mi vida espiritual trabajar y saborear cordialmente la eucología mucho antes de entrar en el Seminario y desde entonces ha sido el método de trabajo interior. Asimismo, a lo largo de los años de ministerio ordenado, he comprobado el valor eficaz de la eucología cuando he abierto sus tesoros mistagógicamente en catequesis de adultos, en retiros y en Ejercicios espirituales, en homilías, en catequesis pre-bautismales y pre-matrimoniales, en preparación inmediata al sacramento de la Confirmación, etc. Quienes recibían esta mistagogia a partir de los textos litúrgicos y de los ritos, percibían la riqueza del sacramento y vivían la liturgia con una participación más plena, consciente, interior, activa, fructuosa (cf. SC 14).

Como consecuencia de lo dicho anteriormente, hemos decidido investigar un importante texto eucológico “mayor” que requiere, en cierto modo, un estudio interdisciplinar: ver el texto en sí, su estilo literario, sus fuentes inspiradoras o las fuentes que el mismo texto inspira, la teología que muestra explícitamente y lo que evoca implícitamente, la historia de su transmisión y de su empleo en la liturgia eclesial, el contexto litúrgico en que se pronuncia, etc. Por lo tanto había que acudir a la historia, a la dogmática, a la teología litúrgica, a las Escrituras, a la patrística, etc., para llegar a una visión completa de la oración litúrgica sin ignorar ninguno de sus aspectos.

Con este ánimo hemos estudiado lo más amplia y extensamente posible, dentro de los límites de una tesina de licenciatura, la plegaria de bendición del óleo de los enfermos en el contexto de la Misa crismal según el Misal romano de Pablo VI en su segunda edición típica.

Es un rito del todo especial, característico de nuestro rito romano, celebrado anualmente con solemnidad y con la participación de todo el pueblo de Dios (obispo, presbíteros, diáconos y fieles), es decir, la Iglesia. Rito impresionante, llamativo en el que participando la Iglesia local está presente la Iglesia Universal, la Católica. Sin embargo, había una primera impresión que luego se fue confirmando: la Misa crismal y su contenido sacramental e incluso los mismos óleos quedaban eclipsados por el aspecto clerical de la renovación de las promesas sacerdotales. En efecto, pocos estudios monográficos se hallan sobre la Misa crismal y las plegarias de bendición que en ella se efectúan. En los manuales de liturgia apenas una página, tal vez dos, para una somerísima presentación de la Misa crismal; tampoco los estudios sobre el año litúrgico amplían mucho más su consideración, salvo las honrosas excepciones de las obras de Righetti y Pascher. Igual suerte corrieron las plegarias de bendición de los óleos; la del santo Crisma es estudiada en algunos artículos especializados, pero la oración “Emitte”, centro de este estudio, o es mencionada de pasada en relación al Crisma, o lo que se ofrece de ella es apenas un comentario espiritual sin detenerse en su origen, fuentes, evolución, estructura, momento en que se recita y teología que encierra. Parecía, pues, un tema de estudio novedoso, en buena medida inédito, convirtiéndose en un reto para elaborar algo que fuera válido y no simple presentación o repetición de lo ya dicho en anteriores estudios.

Entre los pocos estudios que pudieran orientar, han resultado unos referentes claros el de Sorci, un artículo de Russo y otro de Farnés, como aparecen en la bibliografía y son citados numerosas veces a lo largo del estudio. Pero para conocer bien la Misa crismal y la plegaria “Emitte” había que acudir de primera mano a las fuentes litúrgicas y dejar que ellas hablasen sin intermediarios ni síntesis sobre el objeto estudiado: los sacramentarios Gelasiano Vetus, los Gelasianos del s. VIII, Gregoriano y Veronense; luego los Ordines Romani que describiesen la Misa del Crisma en la feria V; a continuación los Pontificales medievales, cada vez más prolijos y, finalmente, el Pontifical de Trento, el Ordo Hebdomadae sanctae de 1955, la edición del Pontifical de 1962, las primeras reformas de la Misa crismal en 1965 hasta llegar a los libros nacidos de la reforma litúrgica: el Misal romano de Pablo VI en su segunda editio typica y el Ordo de bendición de los óleos de 1970.

Con este estudio nos proponíamos alcanzar algunas metas en aquello que parecía menos explorado; primero, conocer la historia de la Misa crismal, su desarrollo en los distintos usos del rito romano (en Roma, en Galia y en Germania), su evolución y síntesis con el Pontifical romano hasta nuestros días. En segundo lugar, mediante los ritos, las lecturas y los textos, ver la teología que subyace en la Misa crismal teniendo presente su ubicación en el año litúrgico y el fin al que mira: la santa Vigilia pascual; en tercer lugar, considerando así el contexto, desgranar la oración “Emitte” en todos sus aspectos como otros estudios y artículos ya habían realizado con la plegaria de consagración del santo Crisma; en cuarto y último lugar, hallar el sentido y las gracias sacramentales de la Unción de enfermos a partir de esta plegaria de bendición del óleo.

El itinerario recorrido comienza por mostrar, en el capítulo I, el sentido de las unciones y su uso en la cultura en general, en el Antiguo y Nuevo Testamento y, finalmente, en la liturgia cristiana. En ésta, los óleos reciben una bendición para su aplicación sacramental, por lo que parecía conveniente ofrecer un elenco de bendiciones del óleo de los enfermos, de distintas épocas y familias litúrgicas, para ubicar luego mejor la oración “Emitte”.

El contexto de la Misa crismal ilumina el sentido y la teología de la plegaria “Emitte”. En el capítulo II, describiremos el origen de la Misa crismal, su evolución histórica hasta la reforma litúrgica emanada del Concilio Vaticano II con los libros litúrgicos actuales, incluyendo una presentación de sus actuales lecturas bíblicas y la eucología de esta Misa. La proximidad de la Misa crismal con la Pascua ofrece una luz nueva para interpretar el significado del óleo y de la santa Unción cuando se considera el valor de novedad de la Pascua, la sacramentalidad que brota de la Humanidad glorificada de Cristo, la creación redimida que ha entrado “ya, pero todavía no”, en el ésjaton definitivo, en el nuevo eón, porque los elementos materiales pueden ser ya instrumentos reales de la redención, portadores de gracia, transfigurados y traspasados por el Espíritu Santo del Kyrios glorioso. Todo ello desemboca, pues, en una preciosa teología, apenas esbozada.

Una vez visto el contexto, que nos orienta y ayuda en su explicación, pasamos a investigar la actual plegaria de bendición, abordando su análisis en el capítulo III. Como cualquier estudio eucológico, primero había que ver las fuentes bíblicas que de manera implícita o explícita conforman la plegaria litúrgica; después su redacción y transmisión en las fuentes litúrgicas: su presencia tanto en el sacramentario Gelasiano como en el Gregoriano (con leves variantes), y su permanencia, tal cual, hasta 1970. Desde entonces, con la promulgación del nuevo Ordo, la oración “Emitte” se enriqueció con algunos retoques, añadiéndosele la invocación a Dios y la parte anamnética. Tras el análisis litúrgico, un punto enriquecedor será su análisis celebrativo, ya que siempre se bendijo el óleo de los enfermos en el Canon, concluyendo con la fórmula “per quem haec omnia”. Práctica inmemorial de la Iglesia era bendecir alimentos y ofrendas en este momento, y en ese dinamismo de bendición se introdujo la bendición del óleo de los enfermos, uniendo creación y redención. Numerosísimos testimonios dan fe de ello brindando un panorama sugerente para la teología y la liturgia.

El capítulo IV se centra en el comentario teológico de la oración “Emitte”, siguiendo el esquema de las grandes plegarias: invocación, memorial y epíclesis-petición, destacando los temas teológicos en ella contenidos y sus raíces en la patrística.

La oración comienza con la invocación a Dios al que se le califica como Padre de todo consuelo y se rememora su acción consoladora mediante Cristo que fue enviado para cargar las dolencias y enfermedades de los hombres. Con estas expresiones se entronca con un lenguaje muy apreciado en la Tradición patrística y litúrgica, la de presentar a Cristo como Médico de los cuerpos y de las almas e incluso interpretar de forma nueva la parábola del buen samaritano refiriéndola a Cristo como sujeto de la acción misericordiosa.

La epíclesis suplica la bendición al Padre derramando desde los cielos el Espíritu Santo Defensor. Esta mínima referencia pneumatológica, sin adjetivos ni frases de relativo que amplíen la actuación del Paráclito, no deja de ser reveladora, pues al llamarlo Defensor apela a la acción del Espíritu que defiende al enfermo del mal de la enfermedad, del mal del dolor, del pecado y la tentación y del Maligno. Se derrama esta bendición sobre el aceite del leño verde, del olivo creado para alivio del hombre: Cristo será el verdadero, verde y fructífero olivo que todo lo unge, haciéndonos participar de su Unción en los distintos momentos y circunstancias de la vida, consagrándonos, santificándonos, dándonos su Espíritu Santo.

La oración prosigue con la petición donde se enumeran los efectos sacramentales que se esperan alcanzar con la santa Unción, efectos unos de tipo corporal y otros de tipo espiritual. Como el hombre es un ser unitario, creado con cuerpo y alma, el sacramento que incide sobre algo en principio corporal, el dolor y la enfermedad, debe tener repercusión sobre la carne del enfermo: así lo atestiguan las fuentes y la plegaria misma de la Iglesia; a la vez, su alma necesita fortaleza, alivio y paz en el sufrimiento y una perspectiva sobrenatural para vivir su fe, que será la de unirse al Señor en su misterio pascual.

Sin duda, la bendición del óleo de enfermos y su contexto, la Misa crismal, es un tema apasionante y novedoso, y a medida en que nos sumergíamos en él, más espacios de investigación y objeto de nuevos estudios, en los que no nos podemos detener en esta tesina (ya que hemos delimitado el objeto de nuestro trabajo) que pueden servir para nuevas investigaciones, como por ejemplo: el estudio de la eucología de la Misa ritual III: En la administración del viático; o las Misas y oraciones por diversas necesidades: Por los enfermos, 32; Por los moribundos, 33; Para pedir la gracia de una buena muerte, 46, etc.


Nos decía el beato Juan Pablo II en la Misa crismal del 8 de abril de 2004: “se trata de una celebración solemne y significativa, durante la cual se bendicen el santo crisma y los óleos de los enfermos y de los catecúmenos. Este rito invita a contemplar a Cristo, que asumió nuestra fragilidad humana y la hizo instrumento de salvación universal. A imagen suya, todos los creyentes, llenos de la unción del Espíritu Santo, son "consagrados" para convertirse en sacrificio agradable a Dios” (Juan Pablo II, Hom. en la Misa crismal, 8-abril-2004).

Es la riqueza de la liturgia actuando “per ritus et preces” (SC 48) la que siempre fascina a quien se acerca, con temblor y temor respetuosamente, a la obra de Dios Uno y Trino.