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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Arca de Noé

De Enciclopedia Católica

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El nombre hebreo para designar el Arca de Noé, el que ocurre de nuevo en la historia de la niñez de Noé, sugiere la idea de una caja de grandes proporciones, aunque el autor del Libro de Sabiduría la nombra navío (Sab., xiv, 6). Se llega a la misma conclusión de las dimensiones que le atribuye el texto de la Biblia: trescientos cubits de longitud (N.T.: 43 a 53 cm por cubit), cincuenta de ancho y treinta de alto. La forma, muy probablemente cuadrada, ciertamente que no era muy apropiada para la navegación, pero como ha sido probado por los experimentos de Peter Jansen y M. Vogt, hacía el Arca muy apropiada para llevar carga pesada y flotar sobre las olas sin cabecear ni oscilar. El Arca estaba construida de madera de gofer, o ciprés untado por dentro y por fuera de resina o alquitrán para hacerlo impermeable. El interior contenía un cierto número de cuartos distribuidos en tres pisos. El texto menciona solo una ventana que medía un cubit de alto, pero probablemente existían algunas otras para dar aire y luz a los ocupantes del Arca. También se había dispuesto una puerta en el costado del Arca; Dios la cerró desde afuera cuando hubieron subido Noé y su familia. Aparte de la familia de Noé, el Arca debía recibir y conservar animales que llenaran la tierra de nuevo (Gen., vi, 19, 20; vii, 2, 3) y todo el alimento que fuera necesario para ellos. Después del Diluvio, el Arca se posó en las montañas de Armenia (Gen., viii, 4 – según Vulgate y Douay, las montañas de Ararat, de acuerdo a la Versión Autorizada). La tradición está dividida en cuanto al lugar exacto donde se posó el Arca. Josephus (Ant., I, iii, 6), Berosus (Eus., Praep. Ev., IX, ii, P.G., XXI, 697), Onkelos, Pseudo-Jonatán y San Efrén, la ubican en Kurdistán. Berosus relata que una parte del barco de Xisuthrus aún permanecía ahí, y que los peregrinos acostumbraban raspar el alquitrán de los restos y hacer de él amuletos contra la brujería. Las tradiciones armenia y judía admiten el Monte Ararat como el lugar de descanso del Arca. En el siglo primero a.C. los armenios afirmaban que aún se podan ver los restos. Los primeros Cristianos de Apamea, en Frigia erigieron en este lugar un convento llamado el monasterio del Arca, donde se celebraba anualmente una fiesta para conmemorar la salida de Noé del Arca después del Diluvio.

Baste remarcar que el texto del Génesis (viii, 4) mencionando Monte Ararat está más bien falto de claridad, y que nada se dice en la Escritura concerniente a que pasó con el Arca después del Diluvio. Han surgido muchas dificultades, especialmente en nuestra época, contra las páginas de la Biblia en que se narra la historia del Diluvio y del Arca. Este no es el lugar para ahondar en estas dificultades, independientemente de que tan considerables parezcan ser. Todas convergen hacia la cuestión de si estas páginas deben ser consideradas estrictamente históricas en su totalidad o solo en su forma externa. Algunos eruditos católicos sostienen la opinión de que estos capítulos son meramente legendarios, folklore oriental; según otros, a los que se unen varios católicos, preservan, bajo el encaje de las formas literarias, la memoria de un hecho pasado por una tradición muy antigua. Esta posición, si estuviera soportada por buenos argumentos, podría ser aceptada fácilmente por un católico; tiene la ventaja, por encima de la viejísima opinión que cada detalle de la narración debe ser interpretado literalmente y creído por el historiador, de suprimir como sin sentido algunas dificultades que antes parecían incontestables.

CHAS. L. SOUVAY Transcrito por Michael T. Barrett Dedicado a Sean Mazza Traducido por Javier L. Ochoa Medina