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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Iglesia de Alejandría

De Enciclopedia Católica

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La Iglesia de Alejandría fundada por S. Marcos el evangelista según la constante tradición tanto del oriente como del occidente, fue el centro desde el que la cristiandad se expandió por todo Egipto, núcleo del poderoso Patriarcado de Alejandría. Dentro de su jurisdicción , durante su período más floreciente, abarcaba las seis provincias de Libia Superior, Libia Inferior (o Pentápolis), la Tebaida, Egipto, Acadia (o Heptápolis) y Augustámnica. Al principio, el sucesor de S, Marcos era el único metropolitano y gobernaba eclesiásticamente todo el territorio.

A medida que el cristianismo se iba extendiendo, y se creaban otras sedes metropolitanas, se le conció como archi-metropolitano. El título de patriarca no se usó hasta el siglo quinto (Para la controversia sobre la manera de elegir a los primeros sucesores de S. Marcos, ver ese artículo y OBISPO (cf. Cabrol, Dict. darchéol. chrét., I, 1204-1210)]. Hasta el segundo concilio ecuménico (3821), el Patriarca de Alejandría, estaba en el mismo nivel que el obispo de Roma. Por el tercer canon de este concilio, confirmado después por el canon 28 del concilio de Calcedonia (452), el Patriarca de Constantinopla, apoyado por la autoridad imperial, recibió precedencia sobre el de Alejandría. Pero ni Roma ni Alejandría lo aceptaron hasta muchos años después.

Durante los dos primeros siglos de nuestra era, aunque Egipto gozó de una tranquilidad inusual, se conoce poco de la historia eclesiástica de su sede principal, más allá de una escueta lista de de sus patriarcas, transmitida principalmente por el historiador de la iglesia, Eusebio. Eran, de forma ordenada: Anianus (m. 84); Abilius; Cerdon, uno de los presbíteros ordenados por S. Marcos, Primo también llamado Efraín, que progresó desde el grado de laico: Justo (m.130) Eumenes, Marcos II; Celadion, Agrippino, Julián (m. 189). Con los sucesores de Julián hay algo más que una mera lista de nombres. Demetrio gobernó la iglesia de Alejandría durante 42 años y fue quien depuso y excomulgó a Orígenes, a pesar de su gran obra como catequista. Heraclas (m 247) ejerció su poder como archi-metropolitano deponiendo a Amonio, obispo de Tmuis e instalando a su sucesor .( Focio, P.G., CIV, 1229)

Máximo y Teonas (282-300) seguidos de Pedro, primer ocupante de la silla de S. Marcos que murió mártir (311 ó 312). Depués, Achillas, que ordenó a Arrio, ignorando su verdadero carácter, de otra manera S. Atanasio no hubiera alabado a ese obispo como lo hizo. A la muerte de Achilas, Alejandro, que demostró ser un celoso defensor de la fe ortodoxa en la lucha contra Arrio, fue elegido obispo con consentimiento unánime del clero y de la gente y a pesar de oposición interesada de Arrio. Alejandro, acompañado por su diácono Atanasio, tomó parte en el concilio de Nicea (325) pero murió poco después (328). La facción de Melecio se aprovechó de su muerte, estando Atanasio ausente de la ciudad, para colocar a un tal Teonas, una criatura suya, en la sede vacante, aunque solo duró tres meses porque a la vuelta de Atanasio fue elegido para suceder a Alejandro.

De los obispos ante-nicenos de esta iglesia, Dionisio y Alejandro son los más ilustres así como lo fueron S, Atanasio y S, Cirilo después. Atanasio, apoyado por Roma, donde buscó protección y ayuda, invicto campeón de la verdadera fe contra Arrio, murió en 373, como glorioso confesor de la fe. Tras un episcopado de 43 años. El intervalo entre la muerte de Atanasio y el acceso de S. Cirilo (412) fue ocupado por Pedro II, celoso obispo, obligado a buscar refugio en Roma ante la persecución de los arrianos (m.381). Timoteo I (381-385) que estuvo presente en el Segundo Concilio Ecuménico, despreciado por la corte imperial porque se opuso con vigor y rehusó admitir el decreto que daba al patriarcado de Constantinopla rango superior al de Alejandría. Teófilo (385-412), inmediato sucesor de Cirilo. Con S. Cirilo (412-444), cuya noble defensa de la divinidad de Cristo ha hecho que su memoria sea preciosa para la iglesia, el patriarcado de Alejandría llegó a su época más floreciente. Más de cien obispos, entre ellos 10 metropolitanos, reconocían su autoridad; él mismo nos dice que la ciudad era famosa por la cantidad de iglesias, monasterios, sacerdotes y religiosos que había en ella (P. G., LXX, 972).

El patriarca poseía también considerable poder político y se puede decir que llegó al zenit de su reputación, en este momento. El declinar de su oficio data de mitad del siglo quinto. Bajo Dióscoro (444-451), el indigno sucesor de S. Cirilo, la iglesia de Alejandría se vio implicada en la herejía monofisita. Dióscoro fue depuesto y después desterrado. La elección de Posterius como patriarca católico fue seguida por un cisma abierto. Posterius fue asesinato en 457, logrando apoderarse de la sede Timoteo Aeulurus, un monofisita. Así, el cisma comenzado por Dióscoro dio origen a dos facciones, el partido ortodoxo o católico, que mantenía la fe en las dos naturalezas de Cristo, tal como fue prescrito por el concilio de Calcedonia (451) y los Monofisitas, que seguían la herejía de Dióscoro. Los primeros fueron conocidos como Melquitas o royalistas, es decir, seguidores del emperador y los otros como Jacobitas.

La posesión de la Sede de Alejandría se estuvo alternando entre ambos partidos durante algún tiempo y por fin cada comunión mantuvo una sucesión distinta e independiente, con lo que la iglesia de Alejandría se convirtió en la escena de problemas serios que acabaron trajeron su ruina. Tocamos, brevemente, un asunto más de importantes sucesos que siguieron. El Patriarca Católico, Juan Talaia, elegido en 482, fue desterrado por el emperador Zenón , por las intrigas de su rival Jacobita, Pedro Mongus.

En su exilia buscó refugio junto al papa Simplicio (468-483), que se esforzó por reestablecer a Juan, sin éxito, ya que nunca pudo volver a su sede. Con este destierro se interrumpió la sucesión de obispos católicos durante sesenta años. Y la iglesia local cayó en una tremenda confusión. El emperador, deseando poner fin a este estado de cosas, restauró la sucesión católica (538-539) en la persona del abad Pablo. Desafortunadamente el nuevo patriarca ofendió gravemente al emperador por lo que fue depuesto, sucediéndole Zoilo en 541.

Entre los sucesores de éste último son notables Eulogio, Teodoro Scribo y S. Juan Limosnero (m.620), que devolvieron a la iglesia de Alejandría algo de su reputación anterior. Mientras tanto, debido a las facciones, la influencia de los Jacobitas había ido desapareciendo gradualmente hasta la elección del patriarca Benjamín (620). Por otra parte, durante el enfrentamiento entre Jacobitas y Melquitas (católicos) el espíritu sectario había hecho desaparecer de tal manera el sentimiento de nacionalidad que cuando llegaron los sarracenos, los Jacobitas no dudaron en entregar, por animosidad contra los Melquitas, partido imperial, entregar (638) sus ciudades y fortalezas a los invasores ( ver HERACLIO, ISLAM) y con el favor de los conquistadores asegurado asumieron una posición predominante [Dub. Rev., XXIV (1848), 439]. Hasta entonces, los Melquitas, aunque eran menos numeroso que los Jacobitas, habían mantenido el poder civil, con la ayuda del emperador y sus delegados. Pero con la traición de los Jacobitas no sólo perdieron el poder sino también muchas de sus iglesias y monasterios. Después de la muerte del patriarca Pedro (654) la sucesión de los Melquitas se rompió por casi 80 años, un hecho que contribuyó mucho al control completo de los Jacobitas sobre el patriarcado. Durante este intervalo, el metropolitano de Tiro consagraba a los obispos católicos, cuyo número disminuyó rápidamente.

La dominación sarracena, tan alegremente recibida por los Jacobitas les resultó más una maldición que una bendición, ya que sufrieron persecuciones bajo los sucesivos gobernantes musulmanes. Mochos de entre clérigos y laicos apostataron. Pero tampoco escaparon los Melquitas; por el contrario salieron pero parados, oprimidos tanto por Jacobitas como por sarracenos. Cuando se restauró su patriarcado (727) bajo Cosmas, en el califato de Nischam, la situación era deplorable: Gracias a los esfuerzos del patriarca recuperaron muchas de sus iglesias. Pero la ignorancia y la indolencia se habían extendido entre los melquitas. La lengua griega del servicio religioso fue remplazada por el árabe y cuando a principio del siglo nueve los venecianos llevaron a su ciudad el cuerpo de S. Marcos, el ruinoso patriarcado era poco más que una ruina.

Con los jacobitas las cosas no fueron mejor. Hubo una sucesión de patriarcas no distinguidos, excepto a intervalos, cuando la sede quedaba vacante por las disputas internas. Las persecuciones era frecuentes y los renegados numerosos. Hacia el siglo once, Alejandría había dejado de ser el único sitio donde se consagraba al patriarca, ya que El Cairo reclamaba el honor de alternar con Alejandría, aunque la ocupación del trono se hacía en Alejandría

Un poco después, durante el patriarcado de Cristodolus (Abd-el-Messiah), El Cairo se convirtió en el lugar de la residencia permanente del patriarca jacobita. A principios del reinado de Saladino (1169) surgió una seria controversia entre los patriarcas jacobitas de Antioquía y los de Alejandría, sobre el uso de la confesión auricular. Los partidos Jacobitas de ambos patriarcados se abinan mantenido en frecuente contacto durante muchos años. En más de una acción sus relaciones se tensaron, como en tiempos del Juan X (Barsusan) de Antioquia y Cristodolus (Abd-el-Messiah) de Alejandría. Se enfrentaron sobre la apropiada representación de las oblaciones eucarísticas en las que lo jacobitas lirios tenían la costumbre de mezclar un poco de aceite y sal (Neale, Patriarchate of Alex., II, 214). Cristodolus rechazó la práctica de forma insultante. Juan de Alejandría escribió en su defensa. La nueva controversia sobre la confesión auricular cortó las relaciones amistosas de las dos comuniones. Marco, hijo de Kunbar, y su sucesor Cirilo de Alejandría querían abolir completamente la práctica mientras que Miguel de Antioquía insistió de igual forma vigorosa en que continuara la práctica. (Renaudot, Liturg. Orient., II, 50, 448; Historia Patr. Jacobit. Alex., 550; Neale, op. cit., II, 261).

Durante veinte años (1215-35) los Jacobitas estuvieron sin patriarca, porque no llegaban a ningún acuerdo entre ellos. Nicolás I , el patriarca melquita, apeló al papa Inocencio III (1198-1216), implorando su buenos oficios con los Templarios y Hospitalarios a favor de varios cristianos cautivos (Neale, op. cit., II, 279). Pocos años después (1221) cuando Daimieta había caído en manos de los sarracenos, Nicolás volvió a escribir al papa, Honorio III (1216-27), pidiendo ayuda en las agotadoras luchas que estaban destruyendo su iglesia. Debemos notar aquí que las revoluciones que acaecieron después en el imperio griego de Constantinopla tuvieron poco que ver con el destino de la iglesia de Alejandría Y lo mismo puede decirse respecto a las Cruzadas que aunque están muy relacionadas con la historia local de Alejandría no parece que tuvieran influencia alguna en sus asuntos eclesiásticos internos.

Queda poco por contar de las comuniones Jacobita y Melquita de la Iglesia de Alejandría. Ambas sufrieron mucho en las terribles persecuciones del siglo catorce. Los Jacobitas, muy desmoralizados. Lograron que continuara la sucesión e sus patriarcas que, como hemos visto ya no residían en Alejandría sino en el viejo El Cairo. En su momento de mayor expansión el patriarcado incluía quince obispados y reclamaba la jurisdicción de todos los cristianos coptos de Egipto Abisinia, Nubia y las tribus nativas del norte de África. Durante este oscuro periodo los Melquitas cayeron cada vez más bajo la influencia de los patriarcas bizantinos y se hundieron más y más en el cisma griego. Su patriarca, apenas una sombra de lo que fue, reside en Estambul y se gloria del título de Patriarca de Alejandría y Juez ecuménico. Es un título vacío, ya que es pastor supremo de unas cinco mil almas cuando anteriormente más de cien obispos reconocían su jurisdicción y ahora solo 4 forman el sínodo del Juez ecuménico. Son los obispos de Ethiopia, Memfis, Daimieta y Roseta. (N del T: el artículo se escribió a principios del siglo XX).

No estará fuera de lugar tratar brevemente del Patriarcado Latino de la Iglesia de Alejandría. Desde el siglo séptimo el patriarcado, como hemos visto, estuvo dividido entre Jacobitas y Melquitas, que eventualmente se convirtieron, ambos en cismáticos. Entre los patriarcas, algunos quisieron mantener la amistad con Roma pero ninguno parece haber llegado a tener una comunión total con ella. Pero hubo algunos cristianos, como hoy en día, que no eran cismáticos sino que permanecieron en completa comunión con la Santa sede. El papa Inocencio III (1198-1216) nombró un patriarca de rito latino en Alejandría sin duda para ellos. El momento parecía oportuno por el avance de las Cruzadas. La fecha es incierta. Sollerius (Acta SS., Jun. vii, 1887), y el ""Lexicon Biblicum"" de Simon, citado por él, hablan de un "S. Athanasius Claromontanus pro Latinus, A. D. 1219"". No hay otra mención de este patriarca ni se sabe quien fue el primer ocupante del patriarcado latino. Decimos que no hay certeza porque la fecha de nombramiento o quizás de consagración de de Atanasio, tal como la da Sollerius, es 1219, mientras que el establecimiento del patriarcado latino fue en 1215. Esto está claro por el Doceavo Concilio General (Laterano cuarto) que se celebraba ese año (Labbe, xi., 153). Neale (op. cit., II, 288), da una lista de los patriarcas latinos y la inicia con el nombre de Giles, un fraile dominico nombrado en 1310 por Clemente V. En adelante sigue a Sollerius (Acta SS., loc. cit.), que nos da los nombres de los patriarcas latinos de 1219 a 1547.

Después de la pérdida de Tierra Santa y la expulsión de todas las denominaciones latinas en el imperio bizantino, el patriarca latino de Alejandría dejó de existir excepto como una mera dignidad (Wernz, Jus Decretalium, p. 837). En 1895, el papa León XIII estableció un patriarcado de rito copto con dos sedes sufragáneas Minieh y Luksor, para los coptos que seguían en la comunión con la Santa Sede.


Bibliografía

VANSLEB, Histoire de l'église d'Alexandrie (Paris, 1677); LE QUIEN, Oriens Chritianus (Paris, 1740), II, 329-512, III, 1141-46; RENAUDOT, Historia Patriarcharum Alexandr. Jacobitarum (Paris, 1713); SOLLERIUS, De Patriarchis Alexandrinis, in Acta ss. Jun. vii (ed. Paris, 1867); MORINI, De Patriarcharum et Primatum origine, in his Exercit. Select. (Paris, 1669); EUTYCHIUS (Melchite Patriarch of Alexandria, 933-940), Alexandrinæ Ecclesiæ Origines (ed. Pococke, Oxon., 1658); NEALE, The Patriarchate of Alexandria, (2 vols. London 1847); MACAIRE, Hist. de l'église d'Alex. depuis Saint Marc jusqu'à nos jours (Cairo, 1894). The ecclesiastical antiquities of Alexandria are treated at length by LECLERCQ in Dict. d'archéol. chrét. et de lit., I, 1098-1182; cf. ibid. (1177-82) an extensive bibliography, also in CHEVALIER, Rép. des Sources hist. (Topo-Bibl.), I, 49-52.


JOSEPH M. WOODS


Transcrito por Thomas J. Bress


Traducido por Pedro Royo